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174 FLAVIO CANASTILLO MURRIETA<br />
–Aquí está su pago. Es mucho dinero, cuídelo.<br />
No era tanto, pero sí pasaba de cinco mil pesos.<br />
Muy contento cambié el cheque y le di dos mil pesos<br />
a la señora que me daba asistencia y también un<br />
dinero a Pancho, porque compartía su casa conmigo.<br />
Ahí me quedaba y él me prestaba una cobija para que<br />
la tendiera en el piso, ponía de cabecera un saco que<br />
alguien le había regalado y su prima me prestaba otra<br />
cobija para que me arropara. Pagué los quinientos<br />
pesos que debía y compré un catrecito con colchón,<br />
dos cobijas y zapatos. Fui a Nogales y le di dinero a<br />
mi mamá. Regresé sin nada, pero ya tenía pagada la<br />
asistencia.<br />
En febrero me pagaron la segunda quincena de<br />
enero y fui a recoger el cheque a la Tesorería del Estado,<br />
a donde acudía cada vez que salía mi pago. Cada<br />
quince días o cuando menos una vez al mes iba a<br />
Nogales a ver a mi mamá –le daba mucho gusto que<br />
lo hiciera–, le dejaba dinero e iba al Otro Lado. Me<br />
compré ropa y una grabadora.<br />
Para las vacaciones de julio ya me habían subido el<br />
sueldo y me dieron siete mil quinientos pesos. Abrí<br />
una cuenta de ahorros en Bancomer y estuve en Nogales<br />
para dejarle dinero a mi mamá; tome cuatro<br />
mil pesos –lo suficiente para ir y venir– e hice viaje<br />
a Piedras Negras, compré una grabadora Hitachi chica<br />
para llevármela y también una maleta. El primero<br />
de septiembre debía estar en el trabajo para renovar<br />
el interinato; yo quería la base, pero no sabía cómo<br />
conseguirla.