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Leer - Snte

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42 FLAVIO CANASTILLO MURRIETA<br />

Mi mamá no perdía la fe en que iba a poder ver<br />

de nuevo. Pero cómo, si no teníamos recursos para<br />

consultar a un especialista de prestigio, pues según<br />

le decían a mi mamá había doctores muy buenos en<br />

Tucson.<br />

–A ver de qué modo vamos. No tenemos ahí ni un<br />

conocido ni dinero – decía mi mamá.<br />

Yo nomás me quedaba pensando con qué íbamos<br />

a Tucson si no teníamos ni en qué caer muertos.<br />

Los años 1952 y 1953 habían sido muy malos en<br />

lluvias, de manera que todo el ganado se nos había<br />

muerto. El agua de los pozos también se había agotado<br />

y casi no había para tomar. Así la pasamos hasta<br />

1954 que sí fue un año muy bueno, y las cosas cambiaron.<br />

Ya me encontraba más integrado a la idea de no<br />

ver, de ser ciego. Mis hermanos se dedicaban a sembrar<br />

muchas sandías, calabazas, melones... Yo me la<br />

llevaba jugando. A veces se me pasaban las horas de<br />

comer, y no me daba cuenta de que era muy tarde y<br />

ya se estaba metiendo el sol. Llegaba a la casa a comer<br />

lo que hubiera, y al fin ya no era tanta mi pena por<br />

vivir “entre sombras”. Había veces en que no sentía la<br />

falta de vista. Montaba a caballo con mis hermanos,<br />

iba a la milpa, cargaba sandías en la espalda en costales<br />

que pesaban bastante… y pasaban los días.<br />

Por entonces hubo necesidad de sacar agua para el<br />

ganado con una herramienta muy antigua, una cigüeña.<br />

Había que darle vuelta a una manivela. Conocí<br />

el terreno y pude sacar bastante agua, eso me sirvió<br />

mucho. Me ubiqué en el lugar. Mi hermano tomaba

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