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a visitar diariamente el sagrario y estar abiertos a su “luz”, para ver<br />
nuestro interior, para oír nuestros muchos fallos, para saber nuestras inquietudes,<br />
nuestros proyectos, nuestras alegrías, nuestras peticiones y,<br />
cómo no, nuestras muchas necesidades. Allí le exponemos lo que sabemos<br />
que a Él no le gusta y nuestros propósitos de luchar para que cambie<br />
el mundo. Por todo ello, el sagrario es para el Adorador el refugio, el consuelo<br />
y el amparo en las adversidades, la solución a nuestros problemas.<br />
Por todo ello, la parroquia debe procurar la máxima decencia y<br />
el mejor adorno del sagrario, procurando que sea el lugar más importante<br />
de la misma, ya que en él reside Cristo, real y verdaderamente,<br />
el mismo que nació en el establo de Belén, el mismo que<br />
recorrió los caminos de Palestina, predicando, curando y llevando<br />
la salvación. El mismo que padeció la peor muerte en la Cruz,<br />
y el mismo que resucitó y subió a los Cielos. Debe ser el sagrario<br />
el centro de adoración de la parroquia, donde podemos descubrir<br />
la fuerza de la Eucaristía, profundizar y descubrir nuestro “yo” más<br />
interior y darle un sentido cristiano, en nuestro caso a la noche.<br />
b<br />
Sebastián Barahona Vallecillo<br />
Cronista Oficial de Mengíbar<br />
<strong>Semana</strong> <strong>Santa</strong>