01.06.2013 Views

federico_moccia-tres_metros_sobre_el_cielo

federico_moccia-tres_metros_sobre_el_cielo

federico_moccia-tres_metros_sobre_el_cielo

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

FEDERICO MOCCIA Tres <strong>metros</strong> <strong>sobre</strong> <strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o<br />

—Ahora basta, dejadlo ya.<br />

—¿Por qué motivo?<br />

El Siciliano sonríe y se planta d<strong>el</strong>ante de él con las piernas abiertas. Los<br />

vaqueros, ligeramente más claros, se tensan <strong>sobre</strong> sus cuádriceps abultados. Gloria,<br />

apoyada <strong>sobre</strong> <strong>el</strong> hombro de Dario, asoma solo la mitad. Si hasta entonces ha<br />

contenido las lágrimas, ahora contiene también <strong>el</strong> aliento.<br />

—¿Si no qué haces?<br />

Dario mira al Siciliano a los ojos.<br />

—Vete, qué cojones quieres, siempre tienes que hacer <strong>el</strong> gilipollas.<br />

La sonrisa se desvanece de los labios d<strong>el</strong> Siciliano.<br />

—¿Qué has dicho?<br />

La rabia le hace mover los pectorales. Dario aprieta los puños. Un dedo,<br />

escondido entre <strong>el</strong> resto, cruje con un ruido sordo. Gloria entorna los ojos. Sch<strong>el</strong>lo<br />

permanece con <strong>el</strong> cigarrillo colgando en la boca abierta. Silencio. Repentinamente, un<br />

rugido rompe <strong>el</strong> aire. La moto de Step llega en medio de un gran estruendo. Se ladea<br />

al fondo de la curva y hace v<strong>el</strong>oz <strong>el</strong> caballito, frenando poco después en medio d<strong>el</strong><br />

grupo.<br />

—¿Qué hacéis?<br />

Gloria finalmente suspira. El Siciliano mira a Dario.<br />

Una leve sonrisa deja para otro momento la cuestión.<br />

—Nada, Step, se habla demasiado y no se hace nunca un poco de movimiento.<br />

—¿Tienes ganas de desentumecerte un poco?<br />

El soporte de la moto salta como una navaja y se planta en <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o. Step baja y<br />

se quita la cazadora.<br />

—Se aceptan competidores.<br />

Pasa junto a Sch<strong>el</strong>lo y, abrazándolo, le quita de la mano la Heineken que acaba<br />

de abrir.<br />

—Hola, Sche'.<br />

—Hola.<br />

Sch<strong>el</strong>lo sonríe, f<strong>el</strong>iz de ser su amigo, un poco menos por haber perdido la<br />

cerveza.<br />

Cuando la cara de Step vu<strong>el</strong>ve a bajar después de haber dado un largo trago,<br />

sus ojos se encuentran con los de Maddalena.<br />

—Hola.<br />

Los labios carnosos de <strong>el</strong>la, ligeramente rosados y pálidos, se mueven<br />

imperceptiblemente al pronunciar aqu<strong>el</strong> saludo en voz baja. Los diminutos dientes<br />

blancos, regulares, se iluminan al mismo tiempo que sus preciosos ojos verdes tratan<br />

de transmitir todo su amor, inútilmente. Es demasiado. Step se acerca a <strong>el</strong>la,<br />

mirándola a los ojos. Maddalena mantiene la mirada, incapaz de bajarla, de moverse,<br />

de hacer algo, de detener aqu<strong>el</strong> pequeño corazón que, como loco, toca un «solo» al<br />

estilo Clapton.<br />

—Sostén esto.<br />

Se quita <strong>el</strong> Daytona con la correa de acero y lo deja en sus manos. Maddalena lo

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!