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FEDERICO MOCCIA Tres <strong>metros</strong> <strong>sobre</strong> <strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o<br />
inesperada, Chicco se empieza a reír, como un loco, como si fuera víctima de una<br />
crisis histérica.<br />
—¿Quieren guerra? ¡Muy bien, pues la tendrán! ¡Los mataré a todos, los<br />
aplastaré como ratas!<br />
Gira bruscamente <strong>el</strong> volante, <strong>el</strong> coche derrapa hacia la derecha, acto seguido a la<br />
izquierda. Babi se agarra a la manilla de la puerta, aterrorizada. Step y los otros,<br />
viendo que <strong>el</strong> coche va contra <strong>el</strong>los, se alejan frenando y reduciendo al mismo<br />
tiempo.<br />
Chicco mira por <strong>el</strong> espejo retrovisor. El grupo sigue detrás, sin dejar de pisarle<br />
los talones.<br />
—Tenéis miedo, ¿eh? ¡Bien! Ahí va eso. —Aprieta de golpe <strong>el</strong> freno. Se abre <strong>el</strong><br />
ABS. El coche frena en seco. Los que se encuentran a ambos lados d<strong>el</strong> mismo lo<br />
evitan haciéndose a un lado. Sch<strong>el</strong>lo, que está justo en <strong>el</strong> medio, intenta frenar pero<br />
su Vespone con las ruedas lisas derrapa y patinando acaba contra <strong>el</strong> parachoques.<br />
Sch<strong>el</strong>lo cae al su<strong>el</strong>o. Chicco se pone de nuevo en marcha a toda v<strong>el</strong>ocidad haciendo<br />
chirriar los neumáticos. Las motos, que han acabado d<strong>el</strong>ante d<strong>el</strong> coche, se apartan<br />
por miedo a que <strong>el</strong> coche se les venga encima. El resto se detiene para ayudar a su<br />
amigo.<br />
—¡Que hijo de puta! —Sch<strong>el</strong>lo se levanta, tiene los pantalones desgarrados a la<br />
altura de la rodilla derecha—. Mirad esto.<br />
—Figúrate, con una caída así es lo menos que te podía pasar. Solo tienes la<br />
rodilla p<strong>el</strong>ada.<br />
—Qué coño me importa a mí la rodilla, ese cabrón me ha estropeado los Levi's,<br />
me los compré anteayer.<br />
Todos se ríen, divertidos y aliviados por <strong>el</strong> amigo, que no ha perdido la vida, ni<br />
tampoco las ganas de bromear.<br />
—¡Yuhuu, los he jodido, me he cargado a esos bastardos!<br />
Chicco golpea <strong>el</strong> volante con las manos. Echa de nuevo un vistazo al retrovisor.<br />
Solo un coche a lo lejos. Se tranquiliza. Ya no hay nadie.<br />
—¡Cabrones, cabrones! —Salta <strong>sobre</strong> <strong>el</strong> asiento—. ¡Lo conseguí!<br />
De repente recuerda que Babi está a su lado.<br />
—¿Cómo estás? —Vu<strong>el</strong>ve a ponerse serio mirándola preocupado.<br />
—Mejor, gracias. —Babi se separa de la puerta, sentándose de nuevo<br />
normalmente—. Ahora, sin embargo, me gustaría volver a casa.<br />
—Te llevo enseguida.<br />
Se para un momento en <strong>el</strong> stop, después continúa por <strong>el</strong> Ponte Milvio. Chicco la<br />
vu<strong>el</strong>ve a mirar; <strong>el</strong> p<strong>el</strong>o mojado le cae <strong>sobre</strong> los hombros, los ojos azules siguen<br />
mirando hacia d<strong>el</strong>ante todavía un poco atemorizados.<br />
—Siento lo que ha pasado. ¿Te has asustado?<br />
—Bastante.<br />
—¿Quieres beber algo?<br />
—No, gracias.<br />
—Yo, en cambio, me tengo que parar un momento.