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ACTUALIDAD<br />
MADRID<br />
COMPENETRACIÓN<br />
Madrid. Auditorio Nacional. 14 y 15-V-1999. Ibermúsíca. Obras de Wagner, ligeti, Mozart,<br />
Dvorak. Schuller, Sirauss y Brahms. Orquesta del Met. Direaor. James Levine.<br />
Con independencia de cualquier<br />
otra cuestión hay que poner en<br />
primer plano, al hablar de eslos<br />
dos conciertos, la excelente forma<br />
de la Orquesta Sinfónica del Metropolitan<br />
de Nueva York. Levine, que<br />
lleva ya 25 años en contacto con la<br />
entidad y es actual director artístico y<br />
poderoso señor de ella, ha realizado<br />
sin duda una buena labor a su frente,<br />
rejuveneciéndola y dotándola de un<br />
brillo reconocible. Una cuerda plena<br />
y sonora, una madera pulcra y musical<br />
y un metal poderoso y empastado<br />
se agrupan para seguir sin pestañear<br />
las órdenes minuciosas y convincentes<br />
de su director. Se aprecia enseguida<br />
un especial entendimiento, una<br />
singular compenetración entre instrumentistas<br />
y batuta. Hay como una<br />
suerte de corriente continua que mana<br />
del rector a los músicos, que tocan<br />
entusiastas y aparentemente encantados.<br />
Los resultados son de nivel alto<br />
desde el punto de vista de la ejecución,<br />
facilitada por la técnica fácil y<br />
persuasiva de Levine, rollizo y bracicorto<br />
pero de tremenda eficacia en el<br />
podio, aunque puedan hacerse distingos<br />
en cuanto a lo estrictamente interpretativo.<br />
Lo mejor de estos dos concienos<br />
tipo coliage se dio probablemente en<br />
el magnífico, sensual, medido, matizadísimo<br />
y efusivo acompañamiento a<br />
la soprano Deborah Voigt en las Cuatro<br />
últimas canciones de Strauss. Admirable<br />
el modo en el que la orquesta,<br />
leve y transparente, se amoldó, sin<br />
perder nada de su extraordinaria finura<br />
tímhrica inicial, a la solista, que resultó<br />
audible en todo instante. Lástima<br />
que la cantante, también de oronda<br />
humanidad, una spinto de notables<br />
medios y fúlgido metal, no acabase<br />
de penetrar en los delicadísimos meandros<br />
líricos de tan serena y crepuscular<br />
partitura. La claridad constructiva<br />
y polifónica de la batuta de Levine<br />
se apreció siempre, tanto en unos<br />
Maestros cantores algo corretones y<br />
no muy contrastados como en una<br />
Sinfonía w c 5de Dvorak de exultante<br />
fuerza rítmica, vitalidad y luminosa<br />
sonoridad, un poco de espaldas a la<br />
elocuencia que nace del acento, del<br />
uso del rubato y de la utilización inteligente<br />
del rallentando, tan importante<br />
para traslucir el sentimiento lírico<br />
propio de la música bohemia. Una limitación<br />
que se hizo más evidente en<br />
la Sinfonía n s 2 de Brahms, en la que<br />
primó, dentro de una notable diafani-<br />
lames Levine RAFA MARTÍN<br />
dad de líneas y de una estupenda calidad<br />
de fraseo, más lo externo, lo<br />
enunciativo, que lo pastoral, lo camerístico,<br />
lo poético. Tras un Allegro y<br />
un Adagio tocados en exceso violentamente,<br />
con demasiada opulencia y<br />
brillo externo, un Ailegretto ágil y<br />
despejado nos reconcilió con el director,<br />
que luego, en el Finale, sin perder<br />
un ápice de su autoridad, descargó<br />
mucha adrenalina -con trompetas<br />
vienesas en la orquesta, un buen detalle-<br />
y preparó un cierre espectacular.<br />
Ligeros y atentos los acompañamientos<br />
a los excelentes solistas y<br />
miembros de la agrupación Ricardo<br />
Morales -un clarinetista de fácil mecanismo,<br />
fraseo variado y sonido un<br />
punto apagado- y Patricia Rogers -una<br />
fagotista capaz y elegante, de (imbrica<br />
levemente impura-, que tocaron los<br />
conciertos de Mozart dedicados a sus<br />
respectivos instrumentos. La meticulosidad<br />
propia de Levine, heredada sin<br />
duda de su maestro Szell -un director<br />
en todo caso más estricto, más conciso<br />
y menos opulento de maneras-,<br />
brilló en una cuidada inerpretación de<br />
Atmósferas de Ligeti, que, en medio<br />
de las inclementes toses de parte del<br />
respetable, quedó algo falta de refinamiento,<br />
de vaporosidad. Poderosa y<br />
contundente, con una orquesta virtuosa,<br />
la recreación de Of Reminiscences<br />
and Reftections de Schuller.<br />
Arturo Reverter<br />
DE LOS DE ANTES<br />
Madrid. Teatro Real. 9-V-99. Orquesta<br />
Sinfónica de Madrid Director Kun Sanderling.<br />
Obras de Haydn y Bruckner,<br />
Parece que en esta ocasión la prensa<br />
madrileña sí se ha puesto de<br />
acuerdo en sus juicios sobre Kurt<br />
Sanderling, tanto antes como después<br />
del magnífico concierto ofrecido<br />
por el veterano KampeUmeister alemán<br />
en el Teatro Real (aunque parezca<br />
mentira, algo no tan lógico ni frecuente:<br />
recordemos que en su primera<br />
visita a España se íe perdonó la vida<br />
desde un periódico llamándole -un<br />
discreto maestro de segunda fila-). De<br />
todas formas, ya iba siendo hora de<br />
que dejásemos de llamar la atención<br />
en el panorama musical internacional<br />
y reconociésemos sin paliativos el magisterio<br />
de este músico ejemplar, el último<br />
(o penúltimo) representante de<br />
la gran tradición a quien, por supuesto,<br />
deseamos ver por aquí cuantas<br />
mas veces mejor.<br />
La orquesta respondió espléndidamente,<br />
con metales redondos y empastados,<br />
maderas cálidas, y una cuerda<br />
tersa y potente que tuvo dificultades<br />
en la coda fina! de la Tercera de<br />
Bruckner, pero que mantuvo un nivel<br />
notable a lo largo de todo el concierto<br />
(magníficas violas y cálidos y expresivos<br />
violonchelos). Sanderiing consiguió<br />
una planificación modélica, unos<br />
crescendi perfectamente graduados y<br />
una profunda efusividad propia de los<br />
maestros más grandes. La unitaria concepción<br />
lograda, el vibrante puLso interior<br />
y la entrega absoluta de la orquesta<br />
a su direaor, hicieron el milagro de<br />
un Bruckner modélico, el mejor traducido<br />
por una orquesta española después<br />
del de Celihidache (la Sinfónica<br />
de Madrid captó enseguida que estaba<br />
ante un maestro especial, y ya en los<br />
ensayos, los elogias de los músicos hacia<br />
su director contribuyeron en buena<br />
medida a allanar el difícil camino). Antes,<br />
orquesta y director ofrecieron un<br />
claro y luminoso Haydn, al que quizá<br />
se le podría haber pedido un punto<br />
más de incisividad y uno menos de reposo;<br />
de cualquier forma, una elegante<br />
y vital traducción que contribuyó a<br />
completar esta sensacional velada. El<br />
detalle del maestro levantando la partitura<br />
de Bruckner en un claro gesto de<br />
servidumbre al compositor (lo mismo<br />
que hiciese en su día Rozhdestvenski<br />
con la Sexta), quedará entre los mejores<br />
recuerdos de la brucknerofilia madrileña.<br />
Enrique Pérez Adrián