Para leer el Nuevo Testamento - Etienne Charpentier - OpenDrive
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decir, Dios) afirma que Jesús ha resucitado: esto es<br />
suficiente para asegurar la fe.<br />
Las Escrituras (<strong>el</strong> Antiguo <strong>Testamento</strong>) son fundamentales<br />
para creer y comprender un poco este<br />
misterio. Lo hemos visto a propósito de los r<strong>el</strong>atos<br />
de Emaús y d<strong>el</strong> etíope; también podríamos haber<br />
leído en este sentido <strong>el</strong> episodio en que Juan muestra<br />
a Pedro y al otro discípulo acudiendo al sepulcro:<br />
«Entró también <strong>el</strong> discípulo que había llegado<br />
primero y, al ver aqu<strong>el</strong>lo, creyó, porque hasta entonces<br />
no habían entendido lo que dice la Escritura:<br />
que tendría que resucitar de la muerte» (Jn 20,8-9);<br />
si hubieran comprendido la Escritura, no habrían<br />
tenido ya necesidad de ver (con los ojos d<strong>el</strong> cuerpo)<br />
<strong>el</strong> sepulcro vacío para creer; habrían creído y visto<br />
(con los ojos de la fe) al resucitado (Jn 20, 29).<br />
Las Escrituras dan sentido a la vida terrena de<br />
Jesús, y esta vida da su sentido a las Escrituras.<br />
Pero sólo <strong>el</strong> resucitado, él personalmente (Lc 24,<br />
27.45), o por medio de sus discípulos (Hch 8, 35),<br />
puede dar <strong>el</strong> sentido de las Escrituras.<br />
Los episodios de Emaús y d<strong>el</strong> etíope, junto con<br />
otros muchos, nos advierten que <strong>el</strong> creyente d<strong>el</strong> año<br />
80 o d<strong>el</strong> año 1990 no es menos privilegiado que los<br />
primeros discípulos; pueden y deben, también<br />
<strong>el</strong>los, realizar la misma experiencia d<strong>el</strong> encuentro<br />
con <strong>el</strong> Señor vivo, ya que está también realmente<br />
presente en <strong>el</strong> hermano desconocido con <strong>el</strong> que tropezamos<br />
en nuestro caminar de cada día, y en los<br />
sacramentos, ante todo en la eucaristía.<br />
Esto puede plantearnos una cuestión: la experiencia<br />
que hoy realiza <strong>el</strong> cristiano ¿es fundamentalmente<br />
distinta de la que pudieron tener Tomás y<br />
los otros apóstoles? A esta cuestión se le pueden dar<br />
sin duda varias respuestas. He aquí una perfectamente<br />
posible. Esta experiencia es fundamentalmente<br />
la misma; si un no creyente, que no sabe<br />
nada d<strong>el</strong> cristianismo, entrase en un lugar en donde<br />
los cristianos c<strong>el</strong>ebran <strong>el</strong> culto, se daría cuenta a<br />
través de su actitud de que ocurre algo; a su pregunta,<br />
los cristianos le contestarían: «El Señor Jesús<br />
está presente entre nosotros; nos invita a su mesa;<br />
comemos con él, le escuchamos y le hablamos... », y<br />
esta respuesta se parecería de algún modo a los<br />
r<strong>el</strong>atos de los evang<strong>el</strong>istas.<br />
Sin embargo, hay una diferencia: en esos r<strong>el</strong>atos<br />
54 PARA LEER EL NT<br />
se dice que los apóstoles reconocían a Jesús; lo<br />
conocieron durante su vida terrena y pueden verificar<br />
por tanto que la experiencia d<strong>el</strong> resucitado que<br />
ahora tienen corresponde a la d<strong>el</strong> Jesús terreno que<br />
antes tuvieron. Y esto es imposible para nosotros.<br />
<strong>Para</strong> verificar la autenticidad de esta experiencia<br />
nuestra, tenemos que confrontarla con la de los<br />
apóstoles. Es cierto que la experiencia en sí misma<br />
no es fundamentalmente distinta, pero la referencia<br />
al pasado que la autentifica es diferente: la vida de<br />
Jesús para los apóstoles, la experiencia de los apóstoles<br />
para nosotros.<br />
• Una constatación<br />
Hemos visto que los primeros cristianos utilizaban<br />
dos grandes tipos de imágenes para evocar <strong>el</strong><br />
misterio pascual: resurrección y exaltación. Hemos<br />
visto también las ventajas e inconvenientes de cada<br />
uno de estos tipos cuando se les usa exclusivamente<br />
(véase p. 45).<br />
Cabe preguntarse -pero sólo se trata de una hipótesis-<br />
si muchas de nuestras dificultades no provendrán<br />
de separar estas dos imágenes:<br />
- <strong>Para</strong> Jesús, no hemos conservado prácticamente<br />
más que <strong>el</strong> lenguaje de la resurrección. Y esto<br />
nos lleva a cuestiones sobre <strong>el</strong> cómo: ¿qué cuerpo<br />
tenía?; ¿podía comer? .. El lenguaje de la exaltación<br />
debería recordarnos que es ciertamente un hombre<br />
real -por tanto, con un cuerpo-, pero exaltado, es<br />
decir, distinto; ahora tiene, para usar una palabra<br />
de Pablo, un cuerpo espiritual.<br />
- <strong>Para</strong> nosotros mismos, sólo conservamos muchas<br />
veces, sin tener conciencia de <strong>el</strong>lo, <strong>el</strong> lenguaje<br />
de la exaltación: al morir, nuestro cuerpo se pudre<br />
en <strong>el</strong> polvo, pero algo de nosotros, nuestra alma, se<br />
va al ci<strong>el</strong>o, y, en este caso, no se ve ya la necesidad<br />
de volver a encontrarse con un cuerpo. El lenguaje<br />
de la resurrección debería recordarnos que no podemos<br />
existir más que como seres corporales.<br />
• Una certeza<br />
Es inútil e imposible imaginarse <strong>el</strong> cómo de la<br />
resurrección. La única certeza d<strong>el</strong> creyente es mantener<br />
estas dos cosas: Jesús ha sido resucitado - glori-