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Ángel Zamanillo Estatutarización Inicial Barahona - Colegio Oficial ...

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opinión<br />

A<br />

Aunque la muerte es compañera<br />

fija en la partida de la vida, cada<br />

época del año ha tenido su “ars<br />

moriendi”, su modo y manera de<br />

entender el morir. Es algo ancestralmente<br />

cultivado.<br />

El “ars moriendi” es un momento<br />

más del modo de vida. Y donde más se<br />

aprecia nuestro característico arte de<br />

morir es en la relación que establecemos<br />

entre muerte y tiempo. Nadie pone en duda<br />

que la vida son cuatro días; se trata evidentemente<br />

de la vida personal. Pero ese convencimiento<br />

del límite del tiempo no se puede aplicar<br />

a la sociedad; de esta se sobreentiende que<br />

no tiene límite.<br />

Consecuentemente con este convencimiento<br />

de la vida como evolución se ofrece una idea de la<br />

muerte como acabamiento natural de la vida. Este<br />

sería el ideal moderno de la muerte. Un ideal con<br />

evidentes secuelas morales, sociales y políticas. Si ese<br />

“ars moriendi” como dulce acabamiento no es privilegio<br />

de pocos, sino derecho de todos, se está abogando<br />

por una sociedad al abrigo de toda violencia y capaz<br />

de vencer las enfermedades. El ideal de la muerte moderna<br />

sería privilegio de pocos. Esta división entre minorías<br />

logradas y mayorías frustradas sería la última versión del<br />

darwinismo social llevado a la tumba.<br />

No muere bien quien quiere, sino quien puede, suele<br />

decirse. Quién no piensa en la muerte no aprecia el valor de<br />

la vida, se dice igualmente. Por lo demás, la muerte es siempre<br />

cosa de otros, bueno, menos una vez. Si no existe otra vida<br />

futura, esta vida mundana -estarán muchos de acuerdo conmigo-<br />

termina, sin duda, mal. Únicamente un latido del corazón<br />

separa la una de la otra.<br />

En primer lugar, hemos de considerar el significado del<br />

Dejémoslo en medicina (viene de la página 3)<br />

Globalmente los usuarios de la Medicina de pago, proceden<br />

ahora un 30% de los conciertos con la Seguridad Social,<br />

el 60% de las aseguradoras y cerca del 10%es privado puro.<br />

(Datos obtenidos de un trabajo de I. Perancho en el<br />

suplemento de Salud del periódico El Mundo)<br />

Esta medicina se practica en hospitales privados, que<br />

abarcan una Medicina integral con todo tipo de patologías tratadas,<br />

con prevención de la enfermedad, con resultados estadísticos<br />

publicados en documentos particulares o en prensa<br />

general, donde con detalle se expone la morbi-mortalidad de un<br />

hospital con transparencia. Todos incluyendo en sus programas<br />

docencia e investigación, con inversiones muy importantes y<br />

con unos recursos humanos contratados por su destacada trayectoria<br />

y así dirigir las grandes parcelas de la Medicina, hoy<br />

tan necesarias ya como la Cirugía Cardiaca, Craneal, Hepatobiliar,<br />

trasplantes, Oncología, etc., técnicas endoscópicas, con<br />

medios materiales de última generación, única manera de<br />

12<br />

El arte de morir, hoy<br />

por Saturnino GARCÍA LORENZO<br />

Doctor en Medicina<br />

morir en nuestra sociedad. Morir no significa ya el proceso<br />

que conduce a “abandonar este valle de lágrimas”, el instante<br />

álgido de nuestra existencia. Pocos mueren ya en su lecho,<br />

lúcidos, “rodeados de su mujer, de sus hijos, o criados”, como<br />

dijo el poeta. El moribundo suele ser un ser comatoso, conectado<br />

a varios monitores, drogado, inconsciente. Morir, pensamos,<br />

es una desgracia que sucede sólo a los demás.<br />

La muerte es hoy un fallo técnico que debemos subsanar<br />

olvidando un significado abstracto. Queremos creer que es evitable<br />

en cualquier circunstancia, no un fenómeno cotidiano o<br />

natural como fuera anteriormente. Morir es hoy un accidente de<br />

tráfico, de aviación, un infarto sobrevenido sin previo aviso, una<br />

sobredosis de heroína, un suicidio en el curso de una depresión,<br />

una enfermedad terminal…, etc. Pero aunque se muere accidentalmente,<br />

la causa de la muerte no es natural sino patológica: sea<br />

esta una enfermedad biológica o social. Y aunque el tránsito<br />

entre la vida y la muerte esté pendiente de un hilo, el moribundo<br />

se asimila, tanto si el tránsito dura centésimas de segundo<br />

como años, a una persona susceptible de ser asistida.<br />

Pero, ¿es tan terrible morir? No debería serlo tanto sabiendo<br />

de antemano nuestro destino ya al nacer. No obstante<br />

temer la muerte es humano, incluso en quienes no dudan de<br />

la inmortalidad del alma y creen en la resurrección. El mismo<br />

Jesucristo tuvo miedo a la muerte.<br />

La escritora Katherine Mansfield, tan deseosa de vivir, tan<br />

amante de las cosas mundanas, cuya tisis la acercaba irremisiblemente<br />

a un prematuro final, nos legó su testimonio: “La muerte<br />

me deja por completo indiferente; o la vida sigue o se acaba”.<br />

En efecto, esa es la alternativa: vivir o morir. Pues ya que<br />

ha de ser así, vivamos y muramos con dignidad. Esta ha de ser<br />

la gran aventura, el gran reto. Y mientras tanto vivamos también<br />

con plenitud y con pasión disfrutando plenamente de la<br />

vida. Y para acabar recordaremos unos versos de nuestro gran<br />

poeta don Francisco de Quevedo: “Breve suspiro, y último, y<br />

amargo, / es la muerte, forzosa y heredada: / mas si es ley, y no<br />

pena ¿qué me aflijo?”. ●<br />

ponerse en la vía del progreso.<br />

En este ambiente, también tendrán que trabajar nuestros<br />

jóvenes profesionales que tienen derecho a buscar su<br />

camino, para encontrar su satisfacción personal, vocacional,<br />

su sustento, en estrecha relación con sus compañeros de<br />

hospitales públicos, intercambiando conocimientos; celebrando,<br />

estoy seguro que está muy cerca, sesiones clínicas conjuntas,<br />

creando una convivencia que llegue a fusionar el trabajo<br />

del médico, donde nadie es más que nadie. Para la<br />

transmisión del conocimiento no hay barreras, sobre todo en<br />

el aspecto del médico, del profesional, que nunca dejará de<br />

ver en su trabajo, que la finalidad común, única, es la de atender<br />

a sus semejantes.<br />

Con fe, con bondad, con ética y dedicación absoluta.<br />

Manuel Gómez Benito<br />

Presidente

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