Ángel Zamanillo Estatutarización Inicial Barahona - Colegio Oficial ...

historia
ro señor, y las conciencias sean las de turcos”
(García de Loaysa, 18 de noviembre
del año 1530).
Del 15 de junio al 19 de noviembre
del año 1530, Felipe Melanchton, que
representaba a Lutero en la Dieta de
Augsburgo hizo varias concesiones, pero
se mostró inflexible en tres cuestiones:
1) El matrimonio opcional de los clérigos,
2) la comunión bajo las dos especies
y 3) el rechazo a la realización de
misas privadas. Los luteranos sólo admitían
misas públicas.
En 1532, la Dieta de Ratisbona tampoco
dio resultados positivos, “tratóse en lo
de las herejías de Lutero y no se pudo dar
en ellas alguna buena conclusión porque
la necesidad del Turco no permitía curarlas
con cauterio, sino con medicinas muy
blandas. Más quería el emperador Carlos
V entrar con pocos justos en la batalla
(contra el Turco) que con muchos y herejes”
(Crónica de Pedro Girón). Los coloquios
con los luteranos se produjeron en
Haguenau (junio de 1540), Worms (octubre
de 1540) y Ratisbona (abril de 1541),
en esta última estuvo el propio emperador
Carlos V presidiéndola y contó con la presencia
de Calvino y de Melanchton.
El cardenal Granvela redactó un artículo
sobre la justificación, al que Calvino
no tuvo nada que objetar. El acuerdo de
mayo de 1543 era total sobre 23 artículos,
pero Lutero y el Papa se negaron a
cualquier tipo de compromiso. En marzo
de 1531, los príncipes protestantes alemanes
formaron la Liga de Smalkalda,
dispuestos a aliarse con el rey Francisco
I de Francia. Hasta 1545 Carlos V no
pudo actuar contra la mencionada Liga,
cuando se vio libre de enemigos y con la
convocatoria del Concilio Ecuménico por
parte del Papa. Los luteranos se negaron
a acudir a Trento, y Carlos V se vio libre
de todo tipo de compromisos con ellos.
La Reforma de Lutero afectaba a la definición
del Dogma cristiano y a la vida cotidiana
de millones de europeos. No se
podía ser neutral, por parte de los reyes
del momento, ya que las diatribas doctrinales
habían puesto fin a la unidad religiosa
y amenazaban con dividir profundamente
a los súbditos. En el mes de abril
de 1546, celebra el emperador Carlos V
una Dieta en Ratisbona, donde va a organizar
su ejército. Sus tropas mercenarias
llegan desde toda Europa, desde Hungría
hasta Lombardía, y de diferentes Estados
alemanes, incluso se incorporan doce mil
italianos enviados por el Papa y comandados
por Octavio Farnesio.
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Las milicias imperiales son de unos
cuarenta mil soldados, que dirige el duque
de Alba; las tropas luteranas son unos
60.000 hombres concentrados en Ingolstadt,
para oponerse a la llegada de
20.000 soldados flamencos de Maximiliano
de Egmont, conde de Buren. El 2 de
septiembre, los jefes de la Liga envían una
carta a Carlos V, donde le acusan de
haberse olvidado de sus votos divinos y
de haber violado su juramento a la nación
alemana. La ausencia de la llegada de los
subsidios franceses prometidos a los protestantes,
hace que las fuerzas luteranas
se dispersen. En la primavera siguiente la
situación es la misma entre los imperiales,
por lo que Carlos V cruza la frontera
de Sajonia el 13 de abril y casi sin librar
batalla queda dueño de todo el terreno
entre los ríos Rhin y Danubio. El 24 de
abril del año 1547, el emperador Carlos V
llega con sus tropas al río Elba donde
aplasta a los ejércitos del príncipe Juan
Federico de Sajonia, es la conocida batalla
de Mühlberg, inmortalizada en el famoso
cuadro de Tiziano. Carlos V convocó
una Dieta en Augsburgo, septiembre de
1547, para intentar acabar con la división
religiosa; el emperador se avino a una fórmula
denominada el “Interim de Augsburgo”
(30 de junio del año 1548), por el que
se aceptaba el matrimonio entre los clérigos
y la concesión de la comunión bajo las
dos especies, no se manifestaba nada
sobre la devolución de los bienes de la
Iglesia Católica. El Papa Paulo III estimó
que las concesiones a los luteranos eran
exorbitantes y procuró debilitar el poder de
Carlos V en Italia por todos los medios a
su alcance. En el año 1547, estalló una
rebelión en Nápoles, a causa de la llegada
de un comisario papal, para establecer la
Inquisición en dicho reino. Desde 1548 a
1551, Felipe II visitó Italia y la Europa del
norte para tratar de atraerse las simpatías
de los alemanes, con la finalidad de que
se pudiese cumplir en el futuro el deseo
de Carlos V de que su hijo le sucediera en
la dignidad imperial. Felipe II era muy dife-
rente, en su idiosincrasia con la de los
alemanes, no conocía el idioma, la cerveza
no le gustaba nada y era contrario a las
borracheras habituales de los jóvenes de
la nobleza alemana. En marzo de 1551,
se llegó al acuerdo formal de que, tras la
muerte de Carlos V, el Imperio pasaría a
su hermano Fernando, el cual haría todos
los posibles para que Felipe II fuese elegido
“Rey de Romanos” y futuro emperador;
Felipe II debería hacer otro tanto por su
primo-hermano Maximiliano. En su fuero
interno, Fernando de Habsburgo deseaba
que los electores del Sacro Imperio Romano
Germánico negaran los votos a su
sobrino, y se los otorgaran a su hijo. Felipe
II de España nunca sería emperador.
En Alemania estaba creciendo la sospecha
de que Carlos V sacrificaba los intereses
del Imperio a los de España.
En el año 1552, Francia se unió a los
príncipes protestantes y el Emperador
estuvo a punto de caer prisionero de las
tropas, ahora infieles, del Elector Mauricio
de Sajonia. Desde España le llegaron
los famosos Tercios al mando del duque
de Alba, con los cuales pudo Carlos V
atravesar Alemania y poner sitio a la ciudad
de Metz (capital de la Lorena), pero
la campaña es un fracaso y el 12 de
enero del año 1553 ordena la retirada, a
causa del frío, la nieve, el hielo y las
enfermedades (el hambre y el tifus hacen
estragos entre las tropas imperiales); el
duque de Guisa, defensor de la plaza, se
ha salido con la suya. El desaliento del
emperador Carlos V es descrito con minuciosidad
por los embajadores del rey de
Inglaterra Enrique VIII Tudor: “Se pasaba
largas horas sumido en cavilaciones y llorando
como un niño; nadie se atrevía a
prodigarle consuelo alguno o tenía autoridad
bastante para disipar sus tristes
ideas. Las audiencias de los embajadores
duraban a lo sumo lo que se tarda en
recitar un credo. Se pasaba día y noche,
con sus relojes, procurando que anduvieran
todos al unísono. Como no puede
dormir por la noche, convoca con frecuencia
a sus sirvientes, asistentes y otros, y
les ordena que enciendan antorchas y le
ayuden a desbaratar algunos de sus relojes
y a volver a montarlos de nuevo”.
Sólo reacciona para evitar que su primahermana
María I Tudor sea desheredada,
casándola con el príncipe Felipe, este
obedece ya que para poder conseguir que
Flandes pueda ser conservado, Inglaterra
debe ser amiga, hasta tal punto que en
las capitulaciones se deja bien claro que
los hijos de ambos sólo heredarán Ingla-