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LA VOCACIÓN Un llamamiento al amor - Autores Catolicos

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Jesús, descubrí el gran <strong>amor</strong> que tiene por cada uno de nosotros. Vislumbré un poco el<br />

<strong>amor</strong> person<strong>al</strong> que tenía por mí y pensé: No puedo gastar mi vida en cu<strong>al</strong>quier cosa que<br />

no sea en agradecer y corresponder a su <strong>amor</strong> con mi <strong>amor</strong>. Desde entonces, quise ser<br />

toda de Él e hice mi voto de virginidad a mis 18 años.<br />

En la comunión diaria, sentía que Jesús me decía: Tengo sed de ti, de que seas<br />

tot<strong>al</strong>mente mía. C<strong>al</strong>ma mi sed. Al principio, me reg<strong>al</strong>aba muchos consuelos... En los<br />

días de las fiestas del pueblo, mientras la música y el baile <strong>al</strong>egraban el ambiente de la<br />

plaza junto a la iglesia, yo estaba sola con Jesús ante el sagrario. <strong>Un</strong> día, un seminarista<br />

me dijo: ¿No te da envidia todo eso de afuera? Y le contesté: Si todos los que están<br />

bailando supieran cómo se está aquí, <strong>al</strong> momento lo dejarían y vendrían aquí.<br />

En el grupo parroqui<strong>al</strong> hicimos comedias. <strong>Un</strong>a de ellas, Amor y sacrificio, me<br />

ayudó a irme <strong>al</strong> convento, pues en ella yo repetía la frase: Señor, sólo por Ti voy a dar<br />

este paso, aunque mi corazón está chorreando sangre. Y esto lo repetía yo a solas<br />

muchas veces para darme v<strong>al</strong>or. Porque temía lanzarme <strong>al</strong> vacío, a lo desconocido, y el<br />

demonio también me ponía chicos que me pedían relacionarse conmigo.<br />

Al fin, Dios venció y decidí entrar <strong>al</strong> convento, aunque me costara. Y me fui<br />

rebosante de felicidad y <strong>al</strong>egría, mientras todos quedaban llorando. El día que entré <strong>al</strong><br />

convento pensé que, <strong>al</strong> ir a acostarme, tendría que llorar y saqué mi pañuelo para dar<br />

rienda suelta a mis lagrimas, pero me dije: No tiene sentido que ahora llore, cuando he<br />

conseguido lo que tantos años soñé y deseé. Y me dormí tranquila y feliz.<br />

Y aquí sigo cada día más feliz, queriendo que toda mi vida sea una acción de<br />

gracias y que cada acto sea un acto de <strong>amor</strong> como desagravio por los pecados y por la<br />

s<strong>al</strong>vación de las <strong>al</strong>mas. Ser madre de las <strong>al</strong>mas cuesta, pero v<strong>al</strong>e la pena.<br />

**********<br />

Nací el 31 de enero de 1977 en Santiago de Chile, en una familia profundamente<br />

católica. Mis padres representaban para mí el ide<strong>al</strong> máximo de <strong>amor</strong> <strong>al</strong> que creía poder<br />

aspirar. Los veía felices, re<strong>al</strong>izados, siempre abiertos a los demás. Como fruto de su<br />

<strong>amor</strong>, cuatro hijos, a los que se dedicaron en cuerpo y <strong>al</strong>ma.<br />

Estudié en un colegio del Opus Dei, donde aprendí que la vida es un camino de<br />

santidad. Allí es donde se suscitó en mí por primera vez el deseo de ser santa. Si todos<br />

estamos llamados a la santidad, debía ser sencillo cumplir la voluntad de Dios. ¿De qué<br />

sirve vivir, si no llegamos <strong>al</strong> cielo? ¿No hemos sido creados para eso? En la clase de<br />

religión, la profesora nos decía que la vocación era una luz especi<strong>al</strong> que Dios pone en el<br />

<strong>al</strong>ma desde el momento de su creación. Sólo <strong>al</strong>gunos la tienen y se descubre en el<br />

momento en que Él la muestra. ¡<strong>Un</strong>a luz en el <strong>al</strong>ma! Algo así como una estrellita que<br />

brilla desde dentro. Pero ese deseo de ser santa y religiosa se perdió en un rincón de mi<br />

<strong>al</strong>ma y sólo volvió, cuando tenía 17 años.<br />

Mi padre fue destinado como observador de guerra de la ONU a Pakistán. Y las<br />

cosas, que habían estado claras, parecieron nublarse. ¿Acaso no quería Dios la entrega<br />

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