LA VOCACIÓN Un llamamiento al amor - Autores Catolicos
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Muchas veces me preguntan, sobre todo, la gente joven por qué me hice<br />
sacerdote. Quizás <strong>al</strong>guno de vosotros quiera hacerme la misma pregunta. Os contestaré<br />
brevemente... En cierto momento de mi vida, me convencí que Cristo me decía lo que<br />
había dicho a miles de jóvenes antes que a mí: “Ven y sígueme”. Sentí claramente que<br />
la voz que oía en mi corazón no era humana ni una ocurrencia mía. Cristo me llamaba<br />
a servirle como sacerdote. Y como habréis adivinado, estoy profundamente agradecido<br />
a Dios por mi vocación <strong>al</strong> sacerdocio. Nada tiene para mí mayor sentido ni me da<br />
mayor <strong>al</strong>egría que celebrar la misa todos los días <strong>al</strong> pueblo de Dios en la Iglesia. Ha<br />
sido así desde el mismo día de mi ordenación sacerdot<strong>al</strong>. Nada lo ha cambiado, ni<br />
siquiera el llegar a ser Papa (Los Ángeles, 14 de setiembre de 1987).<br />
¡Orad <strong>al</strong> dueño de la mies para que envíe obreros a su mies! Se debe rezar con<br />
insistencia para conseguir este reg<strong>al</strong>o. Debe pedirse de rodillas. La vocación religiosa<br />
es un don libremente ofrecido y libremente aceptado. Es una profunda expresión del<br />
<strong>amor</strong> de Dios hacia vosotros y, por nuestra parte, requiere a cambio un <strong>amor</strong> tot<strong>al</strong> a<br />
Cristo. Por tanto, toda la vida de un religioso esta encaminada a estrechar el lazo de<br />
<strong>amor</strong> que fue primero forjado en el sacramento del bautismo. Me es grato reafirmar<br />
con fuerza el papel eminentemente apostólico de las religiosas de clausura. Dejar el<br />
mundo para dedicarse en la soledad a una oración más profunda y constante no es<br />
más que una forma particular de ser apóstol. Sería un error considerar a las religiosas<br />
de clausura como criaturas separadas de sus contemporáneos y como apartadas del<br />
mundo y de la Iglesia. Por el contrario, están presentes de la manera más profunda<br />
posible con la misma ternura de Cristo (Roma, 13 de mayo de 1983).<br />
VITA CONSECRATA<br />
El Papa Juan Pablo II, en la exhortación apostólica Vita consecrata (Vida<br />
consagrada) nos dice: La vida consagrada es una respuesta de <strong>amor</strong> tot<strong>al</strong> a Dios y a los<br />
hermanos (Nº 33). Dios pide un compromiso tot<strong>al</strong> que comporta el abandono de todas<br />
las cosas para vivir en intimidad con Él y seguirlo donde vaya (Nº 18). La persona<br />
consagrada debe responder con la entrega incondicion<strong>al</strong> de su vida, consagrando<br />
TODO, presente y futuro, en sus manos (Nº 17).<br />
La persona consagrada manifiesta que lo que muchos creen imposible, es<br />
posible y verdaderamente liberador con la gracia del Señor Jesús. Sí, ¡en Cristo es<br />
posible amar a Dios con todo el corazón, poniéndolo por encima de cu<strong>al</strong>quier otro<br />
<strong>amor</strong> y amar así, con la libertad de Dios, a todas las criaturas! Este testimonio es<br />
necesario hoy más que nunca; precisamente, porque es <strong>al</strong>go casi incomprensible en<br />
nuestro mundo... La castidad consagrada aparece así como una experiencia de <strong>al</strong>egría<br />
y libertad (Nº 88).<br />
Las mujeres consagradas están llamadas a ser, de una manera muy especi<strong>al</strong> y a<br />
través de su dedicación vivida en plenitud y con <strong>al</strong>egría, un signo de la ternura de Dios<br />
hacia el género humano (Nº 57).<br />
Vivid plenamente vuestra entrega a Dios para que no f<strong>al</strong>te a este mundo un rayo<br />
de la divina belleza que ilumine el camino de la existencia humana. Los cristianos,<br />
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