LA VOCACIÓN Un llamamiento al amor - Autores Catolicos
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elocuente, muy elocuente, pues me mostraba su Corazón inmenso e infinito. Vi los ojos<br />
de mi Amado y fue t<strong>al</strong> la impresión que sentí, que no lo podré olvidar jamás. La mirada<br />
que dejó grabada en mi <strong>al</strong>ma, no podrá ser borrada y espero reconocerla en la patria tan<br />
deseada. Cuando esta mirada me envuelve de nuevo, me lleno de una infinita delicia.<br />
Esto es tan sublime que no puede ser explicado con p<strong>al</strong>abras. Cuando el <strong>amor</strong> se<br />
apodera de mí, me siento abrasar y es <strong>al</strong>go tan fuerte que me siento fuera de mis<br />
facultades, como perdida en Él. Quisiera abrasarme, abrasarme, ser un volcán en<br />
constante erupción y ser abrasada como en un holocausto y abrasar toda la tierra.<br />
Muchas veces, le pido que me dé el <strong>amor</strong> de todos los santos y ángeles y de su Madre<br />
bendita para amar e, incluso, poder amar con su divino Corazón.<br />
Mi celda esta cerquita del sagrario y puedo ir fácilmente a visitar a Jesús. Acabo<br />
de estar con Él y me envolvió un silencio impresionante y me dejé llevar por Él. Fue<br />
<strong>al</strong>go tan hermoso... Jesús Eucaristía me hacía sentir las dulzuras de su <strong>amor</strong><br />
sacramentado. Y me pareció oír su dulce voz, pero fuertemente persuasiva y dulcemente<br />
tajante: Soy yo quien te quiero llenar, revestir, ayudar, santificar...<br />
Fue t<strong>al</strong> la paz de mi <strong>al</strong>ma que perdí por completo la noción del tiempo y de mi<br />
condición de criatura. Yo era una con Él y sólo deseaba su voluntad en mí. Todavía<br />
siento el regusto de esas horas pasadas en su compañía. Mi amado Jesús me espera<br />
siempre en la Eucaristía. Allí me quiero dejar abrasar tot<strong>al</strong>mente por Él.<br />
**********<br />
Entré muy joven <strong>al</strong> convento y, durante los años de noviciado, fui feliz; era la<br />
<strong>al</strong>egría del noviciado. Después de mi profesión solemne, seguí tan feliz como en el<br />
noviciado. Pero, <strong>al</strong> poco tiempo, mi vida espiritu<strong>al</strong> comenzó a decaer, mi oración<br />
empezó a decaer y empecé a dudar de mi vocación. Creía que mi camino no era éste,<br />
que me había equivocado, y los días se me hacían inmensamente largos. Por esta época,<br />
empezó a visitarme un seminarista de mi pueblo. Él me contaba sus cosas y yo las mías,<br />
pero llegó un momento en que, en vez de ayudarnos, lo que estábamos haciendo era<br />
todo lo contrario, pues empezamos a en<strong>amor</strong>arnos uno del otro.<br />
Ante esta situación, llegué a creer que verdaderamente no tenía vocación y, por<br />
lo tanto, tenía que s<strong>al</strong>ir del convento. Empecé a hacer todas las gestiones y, cuando ya<br />
lo tenía todo preparado, la última noche que pensaba pasar en el convento, después de<br />
Completas, cuando habían s<strong>al</strong>ido todas las hermanas, me quedé en el Coro para recoger<br />
mis libros. Y, cuando s<strong>al</strong>ía del coro, <strong>al</strong> hacer la genuflexión, experimenté como que<br />
<strong>al</strong>guien me cogía por la esp<strong>al</strong>da y me decía: ¿Dónde vas? ¿Me dejas solo? ¿Qué vas<br />
hacer? Y, sin darme cuenta, caí de rodillas llorando a más no poder. En esos momentos,<br />
parecía que el corazón se me partía de dolor, pero Jesús es Padre y, después de varias<br />
horas, a pesar de aquella tremenda amargura que sentía, empecé a sentir consuelo y<br />
gozo en el <strong>al</strong>ma, pasándome toda la noche en vela ante el Santísimo, dándole gracias y<br />
bendiciendo su <strong>amor</strong> para conmigo. Tenía yo 32 años y, desde entonces, todas las cosas<br />
que me pueden pasar no son nada para mí en comparación del <strong>amor</strong> de Jesucristo y de<br />
María. ¡Qué <strong>al</strong>egría sentirme amada por el Amor! Por eso, te diré que cada día estoy<br />
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