“El autor, la ciudad y lo real: tres narradores peruanos del siglo XXI”.

periféricos que se asoman al inicio de sus carreras con pasos escépticos. La conciencia
autocrítica de un espíritu generacional destinado a marchitarse y desaparecer, de unas
promesas nunca cumplidas - que se puede rastrear hasta una de las figuras tutelares de los
jóvenes autores peruanos, el escritor chileno Roberto Bolaño, y su novela “Los detectives
salvajes” -, recorre los cuentos de este volumen, del cual hemos escogido el cuento titular:
“1922.”
Los cuentos de Edwin Chávez suelen estar situados en ciudades europeas y
norteamericanas que bien pueden aparecer con nombre propio, o ser aludidas mediante
detalles reveladores; en las historias de Jeremías Gamboa la presencia de Lima, como teatro
y como atmósfera, es constante; por su parte, casi todos los cuentos de “Los puertos
extremos” de Johann Page están ambientados en territorios indefinidos que carecen de
referentes reconocibles, sea por la indeterminación geográfica o por la naturaleza onírica de
los paisajes, convocados por una prosa sinuosa, rica en efectos sonoros y plásticos. Es lo que
ocurre en el cuento “Sobre el muro,” donde la peripecia central viene a ser,
autorreflexivamente, el relato de la construcción del propio escenario del cuento. Un
narrador innominado cuenta las penurias y labores a las que se ve sometida una cuadrilla
de trabajadores para construir una especie de fortaleza subterránea, que es la única porción
de la realidad que les resulta conocida. La atmósfera opresiva del espacio hermético, la
disciplina férrea que parece emanar de una autoridad totalitaria, aunque invisible, y la
sumisión rutinaria a un objetivo desconocido y tal vez absurdo, aluden a ciertas ficciones
de Kafka, y en la tradición latinoamericana, a los laberintos de Borges y a las atmósferas de
Onetti; sin embargo, el referente más nítido parece ser la novela “Jakob von Gunten” de
Robert Walser. El correlato polémico de la particular imagen de lo urbano que hallamos en
este cuento, es la representación de la urbe dentro de la tradición realista dominante: para
Page, la ciudad no es el teatro de acción de la lógica social ni del drama individual, sino un
efecto particular del proceso de la escritura, en tránsito perpetuo de autoconstrucción. La
fortaleza habitada por el protagonista y narrador del cuento, delata los resultados de una
cuidadosa depuración; la arquitectura urbana, con su denso y caótico decorado de tráfico
y muchedumbre, se ve simplificada - y de alguna forma, intensificada - hasta residir en dos
únicas líneas esenciales: el aislamiento del individuo y la paranoia frente a una amenaza
exterior, quedan materializadas en la estructura de esta extraña, abstracta ciudad en la que
la tensión entre el interior y el exterior rige la vida de sus habitantes.
El motivo que recorre las historias de “Punto de fuga” es el desplazamiento; los
cuentos narran aventuras que son siempre trayectos urbanos, recorridos por la topografía
de la ciudad de Lima que presentan un doble signo: el movimiento horizontal de los
personajes, que va enlazando los diferentes distritos de la ciudad capital - y trazando mapas
que interconectan variadas capas sociales -, proyecta un segundo movimiento de naturaleza
vertical, que profundiza en la densidad de subjetividades regidas por el delirio. De esta
manera, el desplazamiento horizontal y el vertical entablan vínculos bidireccionales,
negociando sus respectivos itinerarios a partir del contacto entre la ciudad y la subjetividad.
Como lo sugiere el título del cuento “La conquista del mundo,” este desplazamiento se
presenta en varios casos como una irrupción: los personajes incursionan en geografías
sociales que les son ajenas con la intención de posesionarse de ellas - si entendemos la
posesión como un término que engloba experiencias diversas, pero siempre marcadas por
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