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LA CADUCIDAD

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Número 5: otoño de 2011.<br />

Quinto número monográfico.<br />

Tema: La Caducidad.<br />

GATO NEGRO.<br />

Por Ramón Hondal.<br />

Periódico del I.E.S. "Aravalle"<br />

Olmo Gómez<br />

Torcido<br />

Se arrastra y mira al suelo<br />

Torcido<br />

Salta grietas y charcos<br />

Torcido<br />

No se acerca<br />

Se queda atrás Al suelo<br />

Se sienta Pasa Escucha<br />

Hablan Miran<br />

Un rumor Un olor<br />

Rojos Verdes Se levantan<br />

Torcido<br />

Ojos rojos ojos verdes<br />

Al suelo se levantan<br />

Lo rojo lo verde<br />

Al suelo<br />

Gato torcido<br />

Evita la rueda que cruza<br />

Su rumor deforme.<br />

Gato Rueda Gato<br />

No cruza<br />

Torcido<br />

En medio de la calle<br />

Torcido<br />

Rumor Se retuerce<br />

Partido en dos Gato negro<br />

Torcido rumor.<br />

Página 1


Ramón Hondal.<br />

Al abrigo de la Torre de las Letras de la<br />

poeta cubana Reina María Rodríguez, los autores<br />

de La Habana traducen, editan y hacen una poesía<br />

de enorme originalidad. Uno de los miembros de<br />

este grupo es nuestro último invitado, Ramón<br />

Hondal, un amante de Mahler, resbaladizo, gatuno<br />

y sorprendente que nos ha regalado esta fugaz<br />

visión de un instante cotidiano, callejero y<br />

extrañamente triste, una sombra caduca en la<br />

calle que no cesa.<br />

Charo Alonso.<br />

Gritando como animales,<br />

entre fiebre y bubones,<br />

exhalando el último suspiro<br />

oprimidos por dedos<br />

fantasmales.<br />

Parada ante mí,<br />

la figura de la muerte me mira<br />

con ojos inexistentes,<br />

acercando sus dedos<br />

hacia mi frente.<br />

Y encima de la tumba,<br />

un ángel,<br />

el rostro cariado, borrado<br />

por la atmósfera húmeda y<br />

goteante.<br />

Santiago González Carrera.<br />

Olmo Gómez<br />

Página 2


SOMBRAS<br />

POR BALTHARI<br />

Los rayos del sol atravesaban los agujeros de las persianas, mostrando el polvo taciturno, flotante<br />

en esa atmosfera viciada, con olor a humo, y alcohol oxidado, propio de una noche de excesos. Una sola<br />

chispa hubiera sido necesaria para que el etílico ambiente hubiera saltado por los aires, quemando las<br />

impurezas de la noche y ayudando al sol a clarificar los recuerdos borrosos de la penumbra. Ese vacío, que<br />

muestra una víspera inconexa, plagada de acantilados discordantes, a cada cual más extraño, más difuso,<br />

menos real.<br />

Tras la cortina heterogénea de partículas en suspensión, una maraña de ropas se apelotonaba<br />

entre la puerta, la cama y el escritorio pegado a la ventana. El sol irradiaba vida, quemando unos labios<br />

deshidratados, dotando de vida propia a ese bosque negro enredado que puebla su cabeza. Perdido entre<br />

las sabanas, las almohadas, y un edredón que hacía horas se acumulaba entorno a sus pies.<br />

La lengua necesitaba ayuda, quizás una palanca de acero, para poder desprenderse del paladar<br />

reseco, con un cierto sabor ácido, quizás vómito, quizás leche, seguramente alguna que otra cosa más.<br />

Pesadamente se despertó, con la mente en blanco, vacua, como la existencia misma. Incapaz de tomar<br />

decisiones. Los pies tomaron tierra, y se levantó, como quien lleva durmiendo una eternidad, incapaz de<br />

recordar sus propios pasos, sus movimientos, incapaz de recordarse a sí mismo. La gravedad le devolvió a<br />

su lugar, tambaleándose, apoyando su brazo izquierdo en la mesilla, plagada de papeles de un curso<br />

recién acabo. El verano acaba de comenzar.<br />

En su cerebro llegaban imparables imágenes martilleadas constantemente por la oración: “no<br />

volveré a beber”.<br />

El silencio de casa, por la mañana, cuando roza el medio día gratificaba su mente, añoraba durante<br />

el invierno esos momentos, ya que solo los podía disfrutar los fines de semana, pero los tenía que<br />

compartir con sus padres, era demasiado egoísta. Ahora tendría prácticamente tres meses de mañanas y<br />

tardes solitarias con las cuales poder disfrutar del agónico paso del tiempo.<br />

Miraba por la ventana, contemplando La Alamedilla, el parque que estaba frente a su ventana,<br />

cruzando la calle. Su mirada se perdía en la infinidad de las hojas de los árboles, en el plumaje de los<br />

cisnes, mientras sorbía el gélido zumo de naranja, recién sacado del frigorífico. Le quebraba los dientes,<br />

pero aun así le encantaba sentir la decadencia del frio al atravesar su esófago, perdiéndose en la infinitud<br />

de su ser. La gente sucumbía ante el paso del tiempo, inconsciente, sin plantearse el futuro, más allá del<br />

mero mañana, la eternidad había pasado a ocupar un vago lugar, arcaico propio de las antologías clásicas.<br />

Lejano, perdido en las antiguas ruinas. ¿Quién teme un rio bañado por ardiente lava?, lleno de adorables<br />

diablesas con fustas, dispuestas a procurarte el máximo dolor placentero.<br />

Y tras el superfluo levitar de las hojas marchitas ante un calor inagotable, su mente se evadía,<br />

inexorable, inexistente, en un vacío quizás desconocido, en una constante rutinaria, propia de cualquier<br />

mente maltrecha, aburrida por el conformista día a día, por el suave y seguro aroma de las calles. Un<br />

asesinato, una violación, una masacre injustificada le devolvería la alegría, un enemigo por el cual luchar,<br />

un recto destino, sin vacilaciones, perfectamente delimitado, guiado por la inconsciencia, felicidad<br />

completa, plena satisfacción.<br />

Aun así su pensamiento distendido, incomprendido, se transformó en completa realidad, cuando<br />

abrió las ventanas, permitiendo que el sonoro disturbio de la calle penetrara en su habitación. Lujosos<br />

automóviles, motocicletas de gran cilindrada, Vespas, camiones despistados, y el rugir continuo de los<br />

utilitarios galopaban haciéndose eco en las paredes de la blanquecina habitación. En esta jodida ciudad<br />

había gente podrida en dinero, y otra que simplemente estaba podrida.<br />

El ruido le ensordecía, el grosor del Climalit hizo el resto. Su análisis visual entre la multitud del<br />

ajardinado espejo, que agotaba su sábado, le produjo una leve, pero profunda tristeza. La botánica debiera<br />

ser una facultad de hombres, y jubilados, pues los campos de nabos sucedían hectáreas de campo. Pocas<br />

mujeres paseaban por los senderos de grava, alguna estaba perdida en la melancolía de sus<br />

pensamientos, mientras que el helado de cucurucho se derretía lentamente como su corazón al contemplar<br />

a otras parejas dadas de la mano, compartiendo besos, y esa falsa, compleja, y cegadora felicidad que con<br />

los años se transformaría en simple rencor, tiñendo esos momentos con odio. Al final todo acaba<br />

llenándose de mierda, es una verdad absoluta.<br />

Página 3


SOMBRAS (Viene de página anterior)<br />

Los centelleos de las hojas marrones, cuando la luz los atravesaba, producían con su brillo,<br />

a la estampa estival, una sensación onírica, de plácida ensoñación, como si los dioses tuvieran una<br />

orgía en la copa de los árboles, y su pasión fuera solamente un susurro que descendiera por las<br />

ramas. El silencio, la tranquilidad, le provocaron que cerrara los ojos, entrando en un estado de<br />

profundo aletargamiento. Su cerebro estaba totalmente desconectado. En blanco.<br />

En la amplia extensión infértil de su cabeza, pálida, cubierta de una neblina que<br />

imposibilitara cualquiera referencia posible, las aguas recorrían cíclicamente una espiral hasta que<br />

caían por un agujero. El sumidero que le estaba hundiendo, cada vez era mayor, más fuerte, pronto<br />

le tragaría. Ni su gran cabeza podría servir de tapón. Directo a las profundidades, a la nada. El<br />

cadavérico interior se hizo patente en el exterior. El zumo ascendía. Abrió de nuevo la ventana, y<br />

una cascada dorada empezó a descender los cinco pisos de viviendas, hasta impactar en el suelo.<br />

La metralla alcanzó a algún transeúnte. Los pájaros cada día son más grandes, será la<br />

contaminación de las ciudades. Por esta mañana el cotilleo había sido suficiente, las drogas mejor<br />

en pequeñas dosis.<br />

Tras la satisfactoria siesta plagada de rincones, su cerebro se reseteó, y el color volvió a sus<br />

mejillas. Aun así tenía la cara resacosa, y un cuerpo de zombie. Hoy era un día para la<br />

recuperación, mañana quizás podrían sus pies caminar nocturnamente por el adoquinado y las<br />

baldosas de piedra del casco antiguo, y retomar la actividad tras la capitulación de la víspera.<br />

Mientras se despejaba sentado en la cama, se imaginaba en un jardín extenso, plagado de<br />

rosas, despidiendo un suave aroma que adormecía sus sentidos, tumbado en un sillón de mimbre,<br />

a la sombra de un robusto almendro. El sol pegaba fuerte, estaba en su cénit, hacía calor,<br />

solamente se escuchaban las cigarras, y los jilgueros. El sombrero de paja le caía en la cara. De la<br />

casa colonial salía una negrita con un vestido blanco, escotado, ajustado por una cinta azul en la<br />

cintura. Los dientes emanaban luz propia, y su silueta era como una espiral absorbente, giraba y<br />

giraba. Llevaba una bandeja con una botella de cristal verde, asomando de ella una pajita roja y<br />

blanca. Alzó la mirada, levantándose el sombrero, observó el contoneo de sus caderas, y le dejó<br />

caer lentamente, hasta volver a estar de nuevo embutido en él, a oscuras. Después de unos<br />

segundos, un objeto contundente le dio un golpe en la cabeza, la Coca-Cola, y la negra le habían<br />

hecho una mala jugada. Se despertó, no era bueno soñar con las vecinas.<br />

El sol se desangraba en el cielo, tiñendo el agua del suicida en un profundo caldo bermellón,<br />

las nubes estaban rasgadas, la cuchilla había cumplido su función.<br />

Se asomó por la ventana, en el parque aún había gente, los últimos reductos de burgueses<br />

hasta que fueran sustituidos por sus moradores nocturnos. En un banco de piedra, debajo de una<br />

oscura farola, se encontraba un hombre, con prominente barba grisácea, camisa de manga corta, y<br />

un sombrero, haciendo columnas de humo con su cigarro. A su lado había dos gatos, uno negro<br />

con pequeñas manchas naranjas y otro gris jaspeado. Los acariciaba mientras comían de un<br />

pequeño cuenco metálico. Los gatos se terminaron los restos de la comida y el viejo hombre,<br />

perdido entre las estrellas, iluminado por la farola, se quemó los labios con el tabaco. Se levantó<br />

estrepitosamente, se limpió la ceniza, saludó a los gatos y se marchó, proyectando una sombra,<br />

que le recordaba a Humphrey Bogart. Se volvió a tumbar en la cama, mirando el techo blanco de la<br />

habitación, tan uniforme que sus pupilas se clavaban en él, incapaces de escapar del vacío,<br />

finalmente cerró los ojos.<br />

Los números azules se sucedían en el reloj digital de su mesilla de noche, pasan los días, la<br />

vida sigue igual. El jardín del edén sigue siendo visitado constantemente, la afluencia es incesante,<br />

una cadena de hormigas urbanas, que quieren recordar su pasado agreste, los valles oprimidos por<br />

las montañas o los insólitos paramos.<br />

En un principio observar por la ventana era un ejercicio de reflexión, ahora había pasado a<br />

formar parte de sus habituales aficiones. Entre esa maraña de rostros, algunos se volvían<br />

frecuentes, los reconocía, y fue capaz de aprender sus hábitos. Pero ninguno destacó como su<br />

amigo, el seductor venido a menos, el viejo Humphrey.<br />

Página 4


UN PEDACITO DE CIELO<br />

Antes de empezar esta historia, una única<br />

pregunta…<br />

-¿Es tal pecado que tome lo mío hasta el<br />

final de los tiempos?<br />

Éramos más que amigos antes de<br />

comenzar nuestra historia de amor y yo me dije:<br />

“Tomaré la mío y crearé lo que Dios nunca<br />

diseñaría”. Nuestro amor fue fuerte durante<br />

muchísimo tiempo, a pesar de que yo era débil<br />

por temor a que algo me saliera mal. Antes de que<br />

las posibilidades de dejarme fueran reales, tomé<br />

toda prevención. Casi reí hasta llorar, conjurando<br />

sus más profundos miedos. La apuñalé casi<br />

cincuenta veces. Le arranqué el corazón frente a<br />

sus ojos. Nunca fue tan buena en la cama ni<br />

cuando dormía, nunca estuve tan adentro de<br />

ella… podía tenerla joven y mantenerla<br />

conservada por siempre, como una fuente para<br />

salpicar su juventud cuando quisiera…<br />

Yo conocía mi pequeño crimencito y que<br />

aún no era su hora, pero le dije adiós.<br />

Creeréis que éste es el fin de esta historia,<br />

pero lo cierto es que acaba de empezar.<br />

“No llores, bebé”, le dije, “tuviste mi<br />

corazón, o al menos gran parte de él, pero todo el<br />

mundo alguna vez debe morir”.<br />

Nosotros nos desmoronamos; así es que<br />

nada mejor que empezar de nuevo. Ella estaba<br />

tan callada, tan pálida, y todo ocurrió como yo<br />

jamás pensé que pasaría…<br />

De pronto, un alma enojada revivía del<br />

más allá para poseer el cuerpo con el que tan mal<br />

me comporté, sonriendo de oreja a oreja. Era ella.<br />

Casi rió hasta llorar. Me apuñaló casi cincuenta<br />

veces y me arrancó el corazón mirándome<br />

fijamente.<br />

Ahí. Ahí es cuando vi mis errores y cuando<br />

pensé que debía aventurarme y regresar a<br />

disculparme desde algún lugar del más allá.<br />

“Debo enmendar lo que he hecho –pensépues<br />

yo estaba en un pedazo de cielo mientra ella<br />

estaba ardiendo en el infierno”. Ahora era yo el<br />

que allí caía y de donde venía ella. Me liberó a<br />

cambio de que hiciese lo que me pidiera, y si eso<br />

no bastaba, trataría una y otra vez cualquier<br />

cosa… Hice lo que ella quería… regresar del más<br />

allá, vivir para siempre y tener una boda. Iniciar la<br />

masacre, esa boda un tanto peculiar donde nos<br />

enfrentamos a un cura viviente y a invitados y<br />

familiares también vivientes.<br />

-¿Tomarás a este hombre en la muerte por<br />

el resto de tu vida antinatural?<br />

-Sí, quiero.<br />

-¿Tomarás a esta mujer en la muerte por<br />

el resto de tu vida antinatural?<br />

-Si quiero.<br />

-Bien, pues yo os declaro…<br />

Olmo Gómez<br />

Andy García Granado.<br />

Página 5


SOMBRAS (Viene de página anterior)<br />

Continuaba yendo a su misma hora, las seis de la tarde, al mismo lugar, el<br />

banco de debajo de la farola. Se repetía el mismo ritual: llegaba, sacaba el cuenco<br />

metálico entre los dorados setos, y echaba las sobras de su comida. Al instante los dos<br />

gatos llegaban, los saludaba, y se sentaba en su banco. Sacaba un libro, del bolsillo<br />

trasero del pantalón, y pasaba la tarde entera leyendo y fumando cigarrillos, mientras<br />

los gatos jugaban a su alrededor. De vez en cuando, dejaba la lectura, y observaba<br />

ensimismado a los dos felinos. Sus ágiles y sutiles movimientos, su concienzuda<br />

pulcritud, y su pasiva actividad contemplando con los ojos entreabiertos, las sombras<br />

que pasaban delante de ellos, quizás le recordaban a su lejana juventud, o su<br />

compañía satisfacía la necesidad de contemplar algo hermoso y puro, sin contaminar.<br />

Tras varias semanas de monotemática indagación, David pudo comprobar, que<br />

prácticamente, el viejo H, no entablaba ningún traro con el resto fito-adictos, solamente<br />

era un pequeño y estático engranaje del mayor pulmón de la ciudad.<br />

En solo dos ocasiones percibió desde su puesto de vigilancia dos intercambios<br />

de palabras con entes extraños a su particular mundo dentro de la burbuja de oxígeno.<br />

El primero no fue nada sorprendente, algo intrascendental, la eterna enemistad<br />

entre los perros y los gatos. Y la segunda fue sin duda alguna el mayor<br />

descubrimiento. Tras cientos de mujeres que habían pasado por delante, solo una fue<br />

capaz de retirarle su fija e intensa mirada de las líneas negras de la página en blanco,<br />

solo una. Joven, pelo oscuro y rizado, y un vestido veraniego, nada especial. Mujeres<br />

como esa habían pasado antes. El mayor descubrimiento, y al mismo tiempo el mayor<br />

enigma<br />

Ḋavid, con su mente castigada por el encierro claustrofóbico, imaginaba las<br />

conversaciones que podían estar teniendo:<br />

- Hace un día precioso, ¿verdad?<br />

- Es cierto, es tan agradable pasear en esta época del año, notar el calor en el<br />

cuerpo, y el viento refrescante en la cara. Me provoca un excitante escalofrío que<br />

asciende por las piernas, hasta fundirse con todo mi ser.<br />

- Quizás le gustaría compartir la tarde con este viejo solitario, falto de cariño y<br />

amor. Una refrescante cerveza, en el bar, o quizás un helado mientras caminamos<br />

entre las sombras de las estrelladas hojas.<br />

- ¡Oh!- diría ruborizándose, mostrando una sonrisa pícara, de inocencia, y<br />

girando el pie coquetamente en la arena, propio de una buscona venida a menos. –<br />

Me encantaría, pero no puedo, tengo ya un compromiso, ¡la vida nos ofrece tan poco<br />

tiempo para disfrutarla! ¡Ay! – Suspirando - Ojala pudiera quedarme con usted, es tan<br />

atractivo. Además esa profunda barba hemingwayniana, le hace parecer tan rudo y<br />

fuerte. Varonil, no como los afeminados hombres de hoy en día, ¡ya solo quedan<br />

eunucos!<br />

- Si llegara a conocerme, sabría que realmente, tras este áspero aspecto, se<br />

oculta un delicado narciso, deseoso de complacer a una mujer. Siendo su único deseo,<br />

un fugaz y prohibido beso, que guardaría en la caja fuerte de mi corazón. ¿No le<br />

parece justo, mi esclavitud por un poco de su amor? ¿Pues no es, sino está locura tan<br />

llena de contrastes, el más pesado de los grilletes que un hombre puede arrastrar?<br />

- Tiene tanta razón, hasta el alma más fuerte, puede sucumbir a sus encantos,<br />

pero usted no caerá en los míos hoy.<br />

- Me rompes el corazón, aun así siempre nos podrá quedar el Huerto de Calixto<br />

y Melibea, guardo la esperanza.<br />

Quizás ese pequeño diálogo no se adaptara a la realidad, pero su acaramelada<br />

fantasía, le permitía cerrar los ojos e imaginar multitud de conversaciones y<br />

situaciones. Volaba, sin destino, con tranquilidad, pues cuando no hay un rumbo el<br />

tiempo pasa despacio.<br />

Los libros que guardaba en su pantalón cambiaban de grosor, tamaño y tapa<br />

dos o tres veces por semana. Las cubiertas de los encuadernados mostraban un gran<br />

catálogo de ediciones y editoriales, desde los clásicos de tapa dura y color oscuro,<br />

hasta los más llamativos colores de tapa blanda, rojo, verde, azul, naranja.<br />

Cuando más tiempo pasaba observando a través de la ventana, sus deseos de<br />

estar frente a él, y contemplar los surcos de sus arrugas en la cara, el matiz del gris de<br />

su pelo, aumentaban. Era prácticamente una obsesión contemplar como leía el viejo<br />

hombre, en aquel banco, apartado del resto del mundo.<br />

Página 6


<strong>LA</strong> <strong>CADUCIDAD</strong><br />

SOMBRAS (Viene de página anterior y termina)<br />

Pensaba en él, hasta cuando no lo tenía en su retina.<br />

Sentado en la cama, contra la pared, mirando su reflejo en el<br />

cristal, veía su rostro blanco y liso. Su pelo negro. Se parecía tan<br />

poco al viejo H, con la tez morena y curtida, y el pelo lánguido, ¿o<br />

quizá no? Simplemente habría que esperar unas décadas. Le<br />

asustó pensar en el futuro, y en cómo sería su vida dentro de<br />

cincuenta años. ¿Estaría perdiendo el tiempo? Era joven, lo sabía,<br />

tenía todo a su alcance. Aun así, en el cristal, yo no veía el rostro<br />

húmedo, y jovial de antes, todo lo contrario, uno semejante a H.<br />

Tenía miedo, la arena del reloj caía en su cabeza, tenía dificultad<br />

para encontrar aire. Acabaría ahogándose.<br />

Incomprensiblemente deseaba tener una vida como la<br />

suya, despreocupada, e independiente. Disfrutando de los rayos<br />

del sol, y de la sombra de los árboles. Recibir con gratitud la<br />

mirada de un animal, tan solitario y abandonado como él. Aspirar<br />

el humo de los cigarrillos, inadvertido entre la multitud, mientras<br />

sus ojos se agotaban leyendo.<br />

Comenzó a leer subido en el escritorio y pegado a la<br />

ventana. Entre hoja y hoja, intercalaba miradas fugaces con su<br />

amigo, era la forma de recibir su aprobación. De sentirse cerca.<br />

Pero su autosatisfacción le parecía poco, necesitaba más. Oír su<br />

voz, tenía ya demasiadas imágenes.<br />

La idea de bajar al parque, y tener con él una conversación<br />

le abrumaba, le oprimía el estómago con violencia, cortándole la<br />

respiración por momentos, aun así, sus temores ante un choque,<br />

o un rechazo, no eran escusas suficientemente fuertes para<br />

impedir abandonar su nido entre las nubes, y pisar el sólido<br />

asfalto. Solamente así podría aliviar su ansia por descubrir el<br />

enigma, y llegar a conocer al viejo H. La verdad, sea cual sea, y si<br />

es posible conocerla, es mejor que permanecer en penumbras,<br />

atisbando rayos imaginarios que iluminen nuestra mente.<br />

Llegado el momento de retirar sus ojos del translucido<br />

cristal, el prisma de su mirada se vio empeñado por pequeñas<br />

gotitas que golpeaban la ventana. La gente comenzó a huir en<br />

bandada, y los senderos del parque quedaron solitarios. El agua<br />

se perdía entre los guijarros, la ciudad se purificaba, mientras los<br />

coches levantaban olas contra la acera a su paso.<br />

El cielo se rompió, atravesado por la luz, fragmentándose en<br />

pedazos. Pero el viejo H no volvió a sentarse en el banco. La<br />

piedra se secó, en ella quedó el recuerdo de su morador. Solo los<br />

gatos continuaban en su sitio, esperando su almuerzo, maullando,<br />

intentando que alguien amparara en su aspecto lastimero.<br />

Los días se acortaban y el verdor de los árboles, se<br />

apagaba, dejando paso a un suave amarillo, rodeado de intensos<br />

naranjas. Rara vez miraba ya por la ventana, en un principio, se<br />

extrañó de su ausencia. De nuevo volvieron las cavilaciones por<br />

descubrir que podía haberle sucedido. Divagaba, como de<br />

costumbre, era su rutina, pero después, el paso del tiempo hizo<br />

su función. De su mente se borró la imagen del viejo hombre.<br />

No recordaba su vestimenta, ni la figura de su silueta. Quizás<br />

algún día, tras mirar por la venta de su habitación tuviera un<br />

destello en su mente, pero al final, como todo lo que vemos lejano,<br />

le recordaría a una sombra cada vez más difusa.<br />

Solo sombras y oscuridad, como aquel día que subía<br />

borracho por la calle, iluminado por las farolas, emitiendo una<br />

imagen negra en movimiento, erosionada y llevada por el viento.<br />

El plazo. El plazo de la<br />

caducidad es rígido, no se suspende ni<br />

se interrumpe, sino que comienza a<br />

correr y, acaba en un momento<br />

determinado.<br />

Y aquí estamos nosotros,<br />

nuestro tiempo de vida no significa<br />

nada para la inmensidad del Universo,<br />

y nos empeñamos en creer que sí, que<br />

somos especiales, que marcaremos<br />

con nuestra presencia. Pero<br />

¿Realmente es así? La respuesta está<br />

en cada uno. Todos marcamos,<br />

inevitablemente, en nuestro círculo.<br />

Pero ese círculo caducará algún día, y<br />

nos veremos reducidos a nada, ni<br />

siquiera a un simple recuerdo, porque<br />

cuando las personas que nos<br />

recuerden hayan muerto, nosotros<br />

habremos caducado definitivamente.<br />

Pero así es, a nosotros se nos<br />

ha dado un plazo en este mundo para<br />

hacer cosas, unos más grandes y otros<br />

más pequeñas, pero no de menos<br />

importancia, y cuando ese plazo<br />

caduca, como todo, nosotros nos<br />

esfumaremos, para dejar paso a otros<br />

seres, puede que mejores, puede que<br />

peores, pero a los que también se les<br />

entrega un tiempo, se les da una<br />

oportunidad de vivir, aunque ese tiempo<br />

caduque.<br />

Y, realmente, la naturaleza,<br />

nuestra madre, funciona así. Nacemos,<br />

crecemos y morimos, caducamos.<br />

Eva Herrero.<br />

Olmo Gómez<br />

Página 7


<strong>LA</strong> VERDADERA HISTORIA DE NIGHT AND DAY<br />

Por Carolina Gallardo España<br />

Advertencia:<br />

La lectura de este relato debe acompañarse con la versión de Ella<br />

Fitzgerald, de la canción<br />

Night and Day, de Cole Porter. Puede<br />

encontrarse, por ejemplo, en el siguiente enlace:<br />

http://www.youtube.com/watch?v=PEM_63_P0CY<br />

Mi primera vez en NY<br />

La primera vez que vi a dos hombres besarse, besarse en la boca con pasión, yo tenía doce años.<br />

Era mi primera visita a New York; era otoño y yo estaba fascinada. La ola humana que te arrastra,<br />

que te respira con temperatura propia independiente al clima de la Bahía... La ola humana que escuchas<br />

junto a ti hablando hasta diez idiomas a un solo ritmo. Es resplandeciente; es algo que todavía hoy me<br />

embruja por completo, vaciando mis pensamientos hasta silenciar toda mi mente. ¡Ah!, y el vértigo de mirar<br />

hacia arriba y encontrarse con la sorpresa de que, de verdad, pero de verdad, el cielo está tan lejos.<br />

Yo caminaba por Broadway extasiada, por los lugares de aquel José Martí consternado por tan<br />

grande ciudad, apurado por llegar al despacho de abogados donde trabajaba. Viví, sí, viví a John Dos<br />

Pasos solitario y reflexivo mientras cruzaba el Puente de Brooklyn. En Harlem sentí a Federico García<br />

Lorca mirando como en trance a los bailarines negros con el corazón burbujeando, enamorado de New<br />

York y su indiferente libertad. En Manhattan, cada vez que salía del hotel y caminaba por la Quinta<br />

Avenida, era Truman Capote quien me acompañaba y, siempre tan alegre, me invitaba a apurar y bajar el<br />

paso hasta Washington Heights, hasta los Dominicanos, siempre sonriente. En Central Park, Woody Allen<br />

me indicó direcciones, mientras las hojas caían esparciendo por todas partes pequeñísimas partículas de<br />

luz del día en siete colores; me explicó con total escepticismo que no importaba por donde caminara,<br />

siempre sería dulcemente abrumador, abrumador sin remedio. Y tenía razón; claro, era New York. Y esa<br />

era mi primera vez.<br />

Por supuesto, Connecticut con mi madre, y claro que Newport estaba en el mapa de viaje.<br />

Fue allí, en Newport, una tarde de otoño, mientras comía en una terraza no recuerdo que cosa,<br />

cuando a lo lejos escuché Night and Day cantada por Ella Fitzgerald. La canción de Cole Porter así<br />

interpretada me recordó por fin algo; en ese momento no supe exactamente qué, pero esa sensación<br />

indefinida de recordar me sobresaltó, incluso me alegró, pues hasta ese momento, todo lo que estaba<br />

experimentando en ese viaje era completamente nuevo para mí.<br />

Así que, con la firmeza y decisión de una niña de doce años, me paré de la mesa, dije “ya vengo”, y<br />

comencé a caminar, a caminar tras aquella melodía, tras Night and Day, tras Ella Fitzgerald, tras Cole<br />

Porter. Más allá se veía la playa, y me di cuenta de que Night and Day estaba mucho mas lejos de lo que<br />

había creído; pero no me importó, y seguí caminando detrás de la canción, que no paraba de sonar. La<br />

seguí hasta encontrarla; la canción salía de una casita de madera junto a la playa fría.<br />

Y entonces los vi, parados en la arena, descalzos; dos hombres bailaban Night and Day abrazados.<br />

Yo nunca había visto a dos hombres bailando así, de esa forma.<br />

Y de repente se besaron.<br />

Yo perdí la noción del tiempo y la distancia recorridos; simplemente me senté en la arena a<br />

mirarlos, a contemplar cómo se comían.<br />

Cuando me di cuenta lo que estaba haciendo allí sentada, me paré de golpe y eché a correr. Al<br />

regresar al hotel de Newport, el regaño de mi mamá me hizo olvidar las ganas de contarle lo que había<br />

visto.<br />

Sin embargo, dos días después, de regresó a mi hotel en Manhattan, hablé del asunto con Thomas,<br />

un señor que conocí por primera vez en ese viaje, y con el que posteriormente, a lo largo de los años, tuve<br />

otras muchas conversaciones cada vez que fui a New York. Thomas era el cajero del Hotel Prince George;<br />

era un griego como de unos sesenta años en aquel entonces, e idéntico a Francisco Gavilondo Soler; sí, a<br />

Cri-Cri, el grillito cantor. Por cierto, Thomas hablaba como nueve idiomas con una fluidez hermosa. Además,<br />

sabía todo sobre New York, ¡todo! Era un placer grandísimo hablar con él. (Continúa...)<br />

Página 8


<strong>LA</strong> VERDADERA HISTORIA DE NIGHT AND DAY<br />

(Viene de la página anterior)<br />

Y fue a él, a Cri-Cri, a quien le conté lo que había visto en Newport, a dos hombres, a dos<br />

"homosexuales" en la playa como a las seis de la tarde comiéndose a besos mientras bailaban Night and<br />

Day.<br />

Él me preguntó riéndose si yo sabía lo que era eso, "los homosexuales", y recuerdo que le<br />

contesté: "Sí, claro! Son hombres que se enamoran de hombres, como Truman Capote y García Lorca, lo<br />

que pasa es que yo nunca antes había visto a dos hombres besarse". Cri-Cri me miró con una cara que<br />

sólo hoy, mil años después, he podido entender. Después preguntó sonriendo: "¿En Newport? ¿Bailando<br />

Night and Day? ¿Al atardecer ? Uhm, espera a que termine mi turno, nos sentamos en el lobby y te cuento<br />

qué fue lo que viste; es la verdadera historia de Night and Day "...<br />

Como siempre hago y siempre haré, disimulé toda mi impaciencia. Con todas mis fuerzas me puse<br />

a mil tareas hasta las seis de la tarde. A las 6:30 en punto, estaba yo sentada en el lobby como un<br />

embajador, ¡puntualísima!; no fuera a ser que el hombre se marchara a casa sin contarme la verdadera<br />

historia de Night and Day.<br />

La acción fantasma de Night and Day<br />

“...de repente, la orquesta comenzó a tocar Night and Day, que para 1 939 era un ya casi clásico del<br />

repertorio bailable norteamericano, además de ser una canción que realmente le gustaba. Justo cuando ya<br />

sacaba a bailar a su prima, entró él”.<br />

“Entró él, y ya nada volvió a ser igual, ni en su vida ni en la de los Kennedy ni en Newport, ni en la<br />

literatura norteamericana, a pesar de tratarse de un ser que por siempre será "anónimo" y que, para colmo,<br />

jamás se enteraría de todo el giro que provocó. Nada volvió a ser igual porque, tal y como es costumbre<br />

cuando se producen los grandes cambios, un "elemento nuevo y anónimo" acababa de encontrar el<br />

"segundo táctico" que desde la eternidad había esperado para colarse en la realidad. Ese elemento nuevo<br />

era Jimmie Trimble”.<br />

“Casi acababan de conocerse en St. Albans, un colegio para varones en Washington, y cuenta<br />

Gore Vidal que desde el primer momento fue como si de siempre se conocieran; simplemente, no pudieron<br />

separase más. Por eso acordaron pasar las vacaciones en Newport. Vidal en casa de una tía, y Trimble, en<br />

casa de unos parientes lejanos; así podrían verse a diario, como en la escuela. No había "nada" entre ellos,<br />

pero Vidal deliraba con que algo ocurriera. Y ese fue el motivo por el que decidió pasar las vacaciones lejos<br />

del Abuelo. Y las primas de Newport eran perfectas para ese plan; más aún cuando supo que Trimble<br />

también tenía parientes allí”.<br />

“Vidal fue a esa fiesta sólo por complacer a su prima, sin sospechar que Jimmie ya estaba en<br />

Newport. Justo cuando tocaban Night and Day, lo vio entrar, y hoy por hoy cuenta que realmente ignora si<br />

en esa fiesta hubo chispas invisibles o viejas damas que reían sin parar o patriarcas drogados de felicidad,<br />

porque él no recuerda nada; sólo a Trimble, sólo a él”.<br />

“La segunda vez que tocaron Night and Day esa tarde, ya ambos estaban en la playa”.<br />

“Al escucharla, Vidal lo invitó a bailar, como una broma, sólo para ver qué pasaría”.<br />

“Y bailaron...”<br />

“Y se besaron por primera vez”.<br />

“Muchos años después, Vidal habló de esto en sus memorias; de Trimble y de Night and Day, la<br />

canción de los dos; de cómo la bailaba décadas después con quien fuera, hombre o mujer, sólo para<br />

recordarlo a él, al hombre a quien le dedicó su novela "The City and the Pillar", que causó grandísimo<br />

escándalo y condenó para siempre su carrera literaria”.<br />

“Todo esto parece ser cierto, ya que, además, Vidal ha bromeado en privado con sus amigos y ha<br />

dicho siempre que la leyenda que relata la canción, la historia de Night and Day, realmente ocurrió, y es la<br />

que acabo de contarte, dos jóvenes bailarines en una playa al atardecer, y son ellos, Vidal y Trimble”.<br />

“Pero hay algo más”.<br />

“¿Sabes, niña avispada, que cuando Night and Day fue presentada al público, Vidal y Trimble sólo<br />

tenían 8 años?” (Continúa...)<br />

Página 9


<strong>LA</strong> VERDADERA HISTORIA DE NIGHT AND DAY<br />

(Viene de la página anterior)<br />

Te pregunto si sabes que Night and Day fue escrita cuando Vidal y Trimble tenían 8<br />

años porque parece ser que Vidal ha afirmado alguna vez que Cole Porter se inspiró en el<br />

baile de ellos en la playa para escribirla. ¿Lo sabías?<br />

Y le contesté después de un instante de reflexión: “Hum... No, cómo puedo saberlo,<br />

Thomas. ¿De verdad Vidalesque dijo eso? ¡Ayssh!, yo le creo, son ellos. Yo le llamo a eso<br />

acción fantasma, y claro que sí son ellos".<br />

Una sonrisa repleta de luz envió Cri-Cri directo a mi cara; tan luminosa que si<br />

hubiese estado oscuro todo el lobby del Hotel Prince George, se habría iluminado por<br />

completo. Y me dijo, sin dejarde sonreír: "Aver, ¿y qué es eso de acción fantasma ?"<br />

Entonces le explique que yo creía, que cuando una persona ha sido muchísimo muy<br />

feliz en un lugar, una parte de esa persona se queda para siempre en ese sitio a revivir una y<br />

otra vez ese momento, incluso aunque aún esté viva; ese momento pasa a ser eterno y<br />

puede ser visto por otras personas; no por todo el mundo, pero puede ser visto por otras<br />

personas, tanto desde el pasado de ese momento como desde su futuro; es totalmente<br />

indistinto, porque esa enorme felicidad vivida se convierte en eterna.<br />

“¿Sabes lo que significa eterno, Thomas?”<br />

“Yo, por ejemplo, reconozco los lugares donde seré feliz en mi futuro, sólo con pasar<br />

por allí un momento, un instante o visitarlos por días, como New York; sé que soy feliz aquí y<br />

ahora, pero sé que volveré, y sé que también seré feliz aquí en un futuro. Y a veces basta<br />

sólo con que me nombren un lugar, porque mi propia acción fantasma ya está viviendo allí y<br />

me lo dice”.<br />

“Aveces voy a un lugary me veo porun instante en el futuro”.<br />

“Puede ser que esté loca; pero sólo cuando sea mayor lo sabré, si estaba loca, o<br />

esto era cierto”.<br />

Cri-Cri meneó la cabeza y asintiendo levemente dijo: "Hum, muy interesante.<br />

Entiendo que quieres decirme que Cole Porter vio lo mismo que tú en esa playa, haciéndolo<br />

tú desde el futuro, y él desde el pasado".<br />

Le respondí con ingenua sinceridad: "No puedo probarlo, pero yo creo que sí, que<br />

Porter vio el futuro, y yo vi el pasado; yo creo que eran ellos, los de la playa; si se amaron<br />

tanto, tienen que serellos".<br />

Entonces Cri-Cri me preguntó qué era lo que me movía a creer que eran ellos, y yo<br />

le contesté con una frase que dije ese día por primera vez, pero que desde entonces siempre<br />

he repetido cuando estoy totalmente segura de algo que es totalmente improbable; le dije:<br />

"I know it because I feel it, and I feel it because I know it, es indistinto".<br />

Entonces Cri-Cri me dijo que los españoles le llaman a eso "penar en vida", y yo le<br />

dije que lo sabía, pero que “penar en vida” es volver eterno un momento de dolor, y que sí,<br />

que eso también puede hacerse, pero que a mí no me interesaba eso para nada.<br />

“Esto es distinto, es acción fantasma, es felicidad viva y eterna; esto no es católico,<br />

no es cristiano ni religioso; es natural; es natural como un río; es natural como tu río Hudson;<br />

es tan natural como esas estrellas que se ven porla ventana”, le dije.<br />

“Además, seguramente ya te has dado cuenta de que se trata de una idea muy<br />

vieja”, agregó Thomas como si la idea le resultara cada vez más verosímil. Y me contó<br />

entonces que, efectivamente, su abuela griega le había hablado de algo parecido una vez;<br />

que sí, que tal vez era cierto.<br />

Y agregó: “Claro que es una idea muy vieja, súper vieja; imagínate que Stephen<br />

King y Kubrick también lo cuentan en “El Resplandor”, de forma muy hermosa por cierto, sólo<br />

que parece que nadie se da cuenta, la gente sólo ve la sangre y a Jack Nicholson corriendo<br />

como loco con un hacha; no ven nada más, sólo ven eso”.<br />

Y yo completé la afirmación de Thomas, recordando la escena del cocinero y el niño<br />

en la cocina del hotel, en esa misma película. (Continúa...)<br />

Ándy García Granado<br />

Ándy García Granado<br />

Página 10


COMO MUERE <strong>LA</strong> VIDA<br />

Como pasa el tiempo,<br />

Como todo transcurre<br />

Y después de un largo viaje,<br />

De vida y aprendizaje,<br />

La gente muere y desaparece.<br />

Como muere la vida<br />

Como caduca nuestra memoria<br />

Y se desvanece como una mirada.<br />

Como se pierden en el tiempo<br />

Nuestros amigos y familiares,<br />

Sabiendo que nuestro día llegará<br />

Y nos arrasará<br />

Como gotas al llegar al mar.<br />

Diego Mateos Garrudo.<br />

ZOMBIE<br />

Por Rodrigo Martín<br />

En su fundamental Zombie, George Romero confirmó su<br />

talento como visionario creador de metáforas sociopolíticas. En<br />

esta secuela de La noche de los muertos vivientes, los muertos<br />

van mecánicamente a sitiar unos grandes almacenes, en los que<br />

deambulan como consumidores atolondrados. He ahí el anhelo<br />

de nuestro sistema económico; consumidores hasta la muerte, y<br />

si puede ser, hasta después de muertos.<br />

Una de las tácticas para mejorar nuestra zombificación es<br />

la obsolescencia programada, solemne expresión que significa<br />

que nuestro aparatitos están diseñados para fallar en no<br />

demasiado tiempo.<br />

Las reflexiones que esto puede despertarnos van desde<br />

la lógica indignación hasta la hondura metafísica.<br />

Tempos fugit.<br />

La caducidad de la vida.<br />

No somos nada.<br />

Y es que, seamos fruto de un creador caprichoso y<br />

chapucero, o resultado de una evolución genética azarosa y<br />

darwinista, lo cierto es que tenemos en nuestro ADN el chip de la<br />

obsolescencia programada. Estamos mal hechos. Pero no<br />

tenemos recambio. En su novela Las partículas elementales, el<br />

“enfant terrible” de las letras galas, Michel Houllebecq, imaginaba<br />

un futuro en el que la ciencia solucionaba este defecto con el<br />

precio, tal vez asumible, de convertir al ser humano, tal y como le<br />

conocemos, en una nota a pie de página en la historia.<br />

Por ahora, deberemos conformarnos con nuestra<br />

naturaleza caduca, preguntándonos con inquietud si esa<br />

obsolescencia programada no vendrá incorporada de serie a<br />

nuestras pasiones, deseos y sentimientos.<br />

De ser así, cuando alguien nos acuse de ser unos<br />

perpetuos insatisfechos o nuestra parejas nos reprochen que no<br />

las queremos como al principio, siempre podremos alegar en<br />

nuestra defensa que la culpa no es nuestra, sino de la jodida<br />

obsolescencia programada.<br />

<strong>LA</strong>VERDADERAHISTORIADE NIGHT AND DAY<br />

(Viene de la página anterior y termina)<br />

Las memorias de Gore Vidal<br />

Los años me robaron por completo<br />

aquella conversación con Cri-Cri en el lobby de<br />

aquel hotel en New York, la secuestraron, y<br />

también el recuerdo de los amantes varones<br />

bailando Night and Day en la orilla de la playa.<br />

Y es natural que haya ocurrido así, tan sólo fue<br />

la primera vez que vi a dos hombres besarse.<br />

Mucho ha pasado en la vida del mundo, como<br />

para recordar ese episodio día tras día; y<br />

además, cada vez que New York me ha<br />

llamado, han sucedido nuevas cosas<br />

importantes.<br />

Imposible recordarlo todo.<br />

No obstante muchos, muchísimos años<br />

después de aquello, compré unas memorias de<br />

Gore Vidal, que no leí. Bastante tiempo<br />

después, moviendo montañas de libros en mi<br />

casa, reencontré ese tomo casi nuevo de "A<br />

Memoir", y lo dejé sobre mi mesilla, una vez<br />

más sin leerlo. Luego llegó el juicio del<br />

Catatumbo y lo arrastró todo, arrasó con todo;<br />

fue mi tsunami personal, my own private<br />

tsunami... Pero gracias a este tsunami, el del<br />

Catatumbo, caí en cama, muy en cama, y<br />

apareció de nuevo el ya envejecido libro de<br />

memorias de Gore Vidal, y finalmente lo leí.<br />

(Fin de la Primera<br />

Olmo Gómez<br />

Página 11


DE COMO EL ABAT PAULUS ROGÓ A SANTA MARÍA Y<br />

AL SANTO CRISTO DEL CAÑO PARA QUE COMENZASE<br />

EL INVIERNO Y SE SOSIEGARA EL REBAÑO<br />

Docentes e docentas de la mi congregaçión<br />

Caídos en el Barco a dar mayor licçión<br />

Quiera la Gloriosa daros su protecçión<br />

Y enseñéis aquestos púberes la mucha ilustraçión.<br />

Traxisteis el buen tiempo para mejor comienço,<br />

Que el sol y el calorcito fazen buen xuntamiento,<br />

Estábamos ya todos en buen contentamiento,<br />

Faziendo en las terrazas reunión d'apartamiento.<br />

Mas quiso la Gloriosa fazer obstentaçion,<br />

De tiempo tan alegre que fuera la ocasión<br />

De estar legos oziosos pensando en su candor<br />

Que estaban casi en junio con toda la calor.<br />

A ver quien nos estudia el griego y el catón,<br />

Que se nos van las tardes en fazer oraçión<br />

Al “mañana me pongo” d´esta congregaçión<br />

Quien es guapo que estudia con toda esta calor.<br />

EN ESTE NÚMERO DE ARCADIABARCENSE CO<strong>LA</strong>BORAN:<br />

Ramón Hondal. Poeta invitado. Cuba.<br />

Carolina Gallardo España. Escritora invitada. Venezuela.<br />

Jesús Gutiérrez. Escritor invitado. España.<br />

Rodrigo Martín. IES "Aravalle".<br />

Santiago José González. IES "Aravalle".<br />

Diego Mateos Garrudo. IES "Aravalle".<br />

Eva Herrero. IES "Aravalle".<br />

Andy García Granado. IES "Aravalle".<br />

EDICIÓN:<br />

Carlos Ferreira.<br />

FOTOGRAFÍAE ILUSTRACIÓN<br />

Olmo Gómez.<br />

Ándy García Granado.<br />

ASESORAMIENTO<br />

Carlos Ferreira: acarlosferreirad@gmail.com<br />

CharoAlonso: charoalonso36@gmail.com<br />

ANAGRAMADE ARCADIABARCENSE<br />

Carlos González Díaz.<br />

Olmo Gómez<br />

Hallábase el Padre Abat muy serio y circunspecto,<br />

Recordando la PAU y temiendo al momento,<br />

Que el relaxo cundiere entre tanto mostrenco,<br />

Y fuesen calabazas la cosecha del huerto.<br />

Rogó a Virgo gloriosa la lluvia bienhechora,<br />

Fazer frío de coxones, que para eso ya es hora<br />

A ver si en vereda meten y no se seque la flora,<br />

Estudien los mochachos y sosiéguese la autora.<br />

Pero tanto y tanto rezare nuestro buen Abat,<br />

Que cayó sobre'l Barco d'Ávila diluvio universal,<br />

Y el convento d'improviso llénose de goteras sin par,<br />

Que n'abíemos cubos ni fregonas bastantes p'achicar.<br />

Quedóse inaugurada la estación y el anyo entero<br />

entre cubos y libretos insignados de aguacero;<br />

Queira el Alto no sea esta eventual premonición<br />

Dum anyo de traballo com excesso de follón.<br />

Impresión: IDEM FOTOCOPIAS Salamanca.<br />

Página 12

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