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Entonces – dijo ella después de darle un sorbo a su café – mi mamá descubrió que<br />
estaba embarazada. A mis hermanas la idea no les pareció muy bien que digamos,<br />
porque como te imaginaras, ellas eran las Fab Four. Cuatro era el numero perfecto,<br />
cinco no tanto.<br />
Así que nací en este mundo precisamente el 10 de abril de 1970. Ese se suponía que<br />
era un día feliz, hasta que mis hermanas se enteraron de que Los Beatles se habían<br />
separado justo en ese 10 de abril”<br />
“Ah” dijo él.<br />
“De ahí en adelante, todo fue cuesta abajo. Mi padre perdió su trabajo porque la<br />
radiodifusora en la que trabajaba quebró. Tuvimos que acudir a la ayuda de mis<br />
abuelos para sobrellevar la situación y nos mudamos a otra ciudad, México. Mis<br />
hermanas odiaron eso, ellas eran felices en Monterrey. Y sus planes de hacer una<br />
banda que fueran las Beatles femeninas, se terminó. Fue el fin del mundo, y yo<br />
fui la responsable. Así fue como me convertí en Yoko.<br />
“Qué tontería”<br />
“Lo sé. Dice mi mamá que ellas no me hacían caso, que no jugaban conmigo, que me<br />
ignoraban. Si no fuera porque una vez por poco me mataba en un accidente cuando<br />
estaba al cuidado de ellas, mis hermanas cambiaron conmigo y me empezaron a tratar<br />
bien. O quizás mi padre las amenazó, o maduraron y dejaron sus tonterías de<br />
juventud. No lo sé.”<br />
Suspiro.<br />
“Ahora, no quiero que pienses que mis hermanas no me quieren, al contrario. Una de<br />
ellas me enseñó a leer y a escribir, seguí la carrera de una de ellas. Y otra me<br />
ayudo a pagar mi viaje a Inglaterra. Y me hicieron amar a los Beatles. Lo único<br />
que no dejaron es que cada vez que cumplo años, me llaman Yoko y me culpan por el<br />
fin del mundo”<br />
La alarma del celular sonó de nuevo. Ella miró el mensaje. “Ahora Coqui” se lo<br />
mostró a él. “Hola Yoko, ¿feliz de acabar con nuestro mundo? Ojala pases un día<br />
horrible”. Él miró la hora en su reloj mientras ella tecleaba una respuesta.<br />
“Será mejor irnos.”- dijo él levantando la mano para pedir la cuenta.<br />
“Si. Quiero que me tomes mil fotos mientras cruzo la calle, quiero que mis<br />
hermanas se mueran de envidia. Ah, y no te enojes si me agacho para besar donde<br />
piso mi adorado George”<br />
El profesor se rió. “Creo que andas conmigo nada más porque me apellido Harrison”<br />
“Como decimos en México… ¿Qué comes que adivinas?”. Ella le dio un beso rápido en<br />
los labios sin importarle la mesera frente a ellos, dijeron gracias, y salieron<br />
del café.