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Decireves Magazine Julio Agosto 2014

The Antlers

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Entonces – dijo ella después de darle un sorbo a su café – mi mamá descubrió que<br />

estaba embarazada. A mis hermanas la idea no les pareció muy bien que digamos,<br />

porque como te imaginaras, ellas eran las Fab Four. Cuatro era el numero perfecto,<br />

cinco no tanto.<br />

Así que nací en este mundo precisamente el 10 de abril de 1970. Ese se suponía que<br />

era un día feliz, hasta que mis hermanas se enteraron de que Los Beatles se habían<br />

separado justo en ese 10 de abril”<br />

“Ah” dijo él.<br />

“De ahí en adelante, todo fue cuesta abajo. Mi padre perdió su trabajo porque la<br />

radiodifusora en la que trabajaba quebró. Tuvimos que acudir a la ayuda de mis<br />

abuelos para sobrellevar la situación y nos mudamos a otra ciudad, México. Mis<br />

hermanas odiaron eso, ellas eran felices en Monterrey. Y sus planes de hacer una<br />

banda que fueran las Beatles femeninas, se terminó. Fue el fin del mundo, y yo<br />

fui la responsable. Así fue como me convertí en Yoko.<br />

“Qué tontería”<br />

“Lo sé. Dice mi mamá que ellas no me hacían caso, que no jugaban conmigo, que me<br />

ignoraban. Si no fuera porque una vez por poco me mataba en un accidente cuando<br />

estaba al cuidado de ellas, mis hermanas cambiaron conmigo y me empezaron a tratar<br />

bien. O quizás mi padre las amenazó, o maduraron y dejaron sus tonterías de<br />

juventud. No lo sé.”<br />

Suspiro.<br />

“Ahora, no quiero que pienses que mis hermanas no me quieren, al contrario. Una de<br />

ellas me enseñó a leer y a escribir, seguí la carrera de una de ellas. Y otra me<br />

ayudo a pagar mi viaje a Inglaterra. Y me hicieron amar a los Beatles. Lo único<br />

que no dejaron es que cada vez que cumplo años, me llaman Yoko y me culpan por el<br />

fin del mundo”<br />

La alarma del celular sonó de nuevo. Ella miró el mensaje. “Ahora Coqui” se lo<br />

mostró a él. “Hola Yoko, ¿feliz de acabar con nuestro mundo? Ojala pases un día<br />

horrible”. Él miró la hora en su reloj mientras ella tecleaba una respuesta.<br />

“Será mejor irnos.”- dijo él levantando la mano para pedir la cuenta.<br />

“Si. Quiero que me tomes mil fotos mientras cruzo la calle, quiero que mis<br />

hermanas se mueran de envidia. Ah, y no te enojes si me agacho para besar donde<br />

piso mi adorado George”<br />

El profesor se rió. “Creo que andas conmigo nada más porque me apellido Harrison”<br />

“Como decimos en México… ¿Qué comes que adivinas?”. Ella le dio un beso rápido en<br />

los labios sin importarle la mesera frente a ellos, dijeron gracias, y salieron<br />

del café.

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