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“Azua” o represa molino de Roca<br />
llamado “de Roca” que tuvo su<br />
máximo esplendor a principios<br />
del siglo XX. Conocido por su<br />
buena molienda, desapareció por<br />
los años 20. Es posible observar<br />
en este punto, ánades, diversas<br />
especies de garzas, e incluso<br />
algún intrépido y esquivo martín<br />
pescador.<br />
Seguimos el camino aguas abajo y a 1, 5 km desde el molino de<br />
Roca llegamos a una bifurcación de caminos. Estamos en el Vado de<br />
Valdegallinas. En este punto con una simple mirada a la izquierda,<br />
tropezaremos con el cauce del río sin necesidad de desviarnos del<br />
sendero. En este lugar en el barro de la zona húmeda en los meses<br />
estivales descubriremos un enclave inigualable para encontrar huellas<br />
y rastros de la fauna más característica del espacio.<br />
Continuamos por el margen derecho, una vez transcurridos unos<br />
2,5 km y después de haber observado seguramente algún rabilargo o<br />
abubillas (según época) entre la vegetación aledaña al camino, a nuestra<br />
izquierda, adentrándonos en el cauce entre jóvenes olmos y álamos<br />
blancos, con el sonido del agua de fondo, nos encontraremos casi por<br />
sorpresa, con unos de los enclaves más maravillosos del Guadiamar,<br />
la “aceña o azua del molino de la patera”. Un salto de agua de unos<br />
dos metros de altura, que en primavera cobra su máximo esplendor,<br />
deleitándonos al observar saltos de cientos y cientos de barbos en su<br />
intento incesante de sobrepasar este obstáculo con el fin de remontar<br />
el río para su desove. Además es muy habitual poder observar alguna<br />
que otra garza, real y común, martinetes, ánades e incluso algún<br />
busardo ratonero sobrevolando la zona. Según los lugareños, el nombre<br />
de “La Patera” se debe a que por encima de la presa se agrupaban<br />
patos silvestres posiblemente por la abundancia de alimento que se<br />
concentraba en la zona. Este molino harinero dejó de tener actividad<br />
comercial a principios de 1900, y la casa desapareció con las labores<br />
de restauración del Corredor Verde, conservándose únicamente sus<br />
cimientos en el otro margen, habiendo sido también lugar de baño en<br />
verano. Recomendamos ser cautelosos y dirigirnos hacia el mirador<br />
existente al borde del talud del rio con mucha precaución y sigilo, para<br />
no espantar a la avifauna.<br />
Seguimos y después de 500 m escasos, en el camino nos<br />
encontramos un pequeño puente que coincide con la desembocadura<br />
del arroyo Alcarayón al rio Guadiamar. Si nos detenemos unos instantes<br />
y nos bajamos con cuidado a la misma confluencia, encima de las<br />
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