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Cinco semanas en globo

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-¿Qué haremos, pues? Si desembarcamos <strong>en</strong> la costa de África, tropezaremos con las<br />

mismas dificultades. ¿Qué podemos hacer?<br />

-Es muy s<strong>en</strong>cillo -respondió el cónsul-. ¿V<strong>en</strong> aquellas islas situadas más allá del<br />

puerto? Desembarqu<strong>en</strong> <strong>en</strong> una de ellas el aeróstato, apost<strong>en</strong> a los marineros formando un<br />

cinturón de protección, y no correrán ningún peligro.<br />

-Perfectam<strong>en</strong>te -dijo el doctor-. Y allí podremos con toda libertad concluir nuestros<br />

preparativos.<br />

El comandante aprobó el consejo y el Resolute se acercó a la isla de Kumb<strong>en</strong>i. Durante<br />

la madrugada del 16 de abril, el <strong>globo</strong> fue puesto a bu<strong>en</strong> recaudo <strong>en</strong> medio de un claro,<br />

<strong>en</strong>tre los ext<strong>en</strong>sos bosques que cubrían aquella tierra.<br />

Clavaron <strong>en</strong> el suelo dos palos de 80 pies de alto, situados a una distancia similar uno<br />

de otro; un juego de poleas sujeto a su extremo permitió levantar el aeróstato por medio<br />

de un cable transversal. El <strong>globo</strong> estaba <strong>en</strong>tonces <strong>en</strong>teram<strong>en</strong>te deshinchado. El <strong>globo</strong><br />

interior se hallaba unido al vértice del exterior, de modo que subían los dos a un mismo<br />

tiempo.<br />

En el apéndice inferior de uno y otro, se fijaron los dos tubos de introducción del<br />

hidróg<strong>en</strong>o.<br />

El día 17 se invirtió <strong>en</strong> disponer el aparato destinado a producir el gas; se componía de<br />

30 toneles, <strong>en</strong> los que se verificaba la descomposición del agua por medio de pedazos de<br />

hierro viejo y acido sulfúrico sumergidos <strong>en</strong> una gran cantidad de agua. El hidróg<strong>en</strong>o<br />

pasaba a un gran tonel c<strong>en</strong>tral tras haber sido lavado, y desde allí subía por los tubos de<br />

introducción a los dos aeróstatos. De esta manera, ambos recibían una cantidad de gas<br />

perfectam<strong>en</strong>te determinada.<br />

Para esta operación fue preciso echar mano de mil ochoci<strong>en</strong>tos ses<strong>en</strong>ta y seis galones<br />

de ácido sulfúrico, dieciséis mil cincu<strong>en</strong>ta libras de hierro y noveci<strong>en</strong>tos ses<strong>en</strong>ta y seis<br />

galones de agua.<br />

Esta operación empezó aproximadam<strong>en</strong>te a las tres de la mañana del día sigui<strong>en</strong>te y<br />

duró casi ocho horas. Al otro día, el aeróstato, cubierto con su red, se balanceaba<br />

graciosam<strong>en</strong>te sobre la barquilla, sost<strong>en</strong>ido por un gran número de sacos ll<strong>en</strong>os de tierra.<br />

Se montó con el mayor cuidado el aparato de dilatación, y los tubos que salían del<br />

aeróstato fueron adaptados a la caja cilíndrica.<br />

Las anclas, las cuerdas, los instrum<strong>en</strong>tos, las mantas de viaje, la ti<strong>en</strong>da, los víveres y las<br />

armas ocuparon <strong>en</strong> la barquilla el puesto que t<strong>en</strong>ían asignado; la aguada se hizo <strong>en</strong><br />

Zanzíbar. Las dosci<strong>en</strong>tas libras de lastre se distribuyeron <strong>en</strong>tre cincu<strong>en</strong>ta sacos colocados<br />

<strong>en</strong> el fondo de la barquilla, pero al alcance de la mano.<br />

Hacia las cinco de la tarde finalizaban estos preparativos. Unos c<strong>en</strong>tinelas montaban<br />

guardia alrededor de la isla, y las embarcaciones del Resolute surcaban el canal.<br />

Los negros seguían manifestando su cólera con gritos, muecas y contorsiones. Los<br />

hechiceros recorrían los grupos irritados y acababan de exasperar los ánimos; algunos<br />

fanáticos trataron,de ganar la isla a nado, pero se les rechazó fácilm<strong>en</strong>te.<br />

Entonces empezaron los sortilegios y los <strong>en</strong>cantami<strong>en</strong>tos; los hacedores de lluvia, que<br />

pret<strong>en</strong>dían t<strong>en</strong>er poder sobre las nubes, llamaron <strong>en</strong> su auxilio a los huracanes y a las<br />

«lluvias de piedra»; cogieron hojas de todas las especies de árboles del país y las cocieron<br />

a fuego l<strong>en</strong>to, mi<strong>en</strong>tras mataban un cordero clavándole una larga aguja <strong>en</strong> el corazón.<br />

Pero, a pesar de todas sus ceremonias, el cielo permaneció ser<strong>en</strong>o y puro.<br />

Entonces los negros se <strong>en</strong>tregaron a furiosas orgías embriagándose con tembo,<br />

aguardi<strong>en</strong>te que se extrae del cocotero, o con una cerveza sumam<strong>en</strong>te fuerte llamada<br />

togwa. Sus cantos, sin melodía apreciable, pero con un ritmo muy exacto, duraron hasta<br />

muy <strong>en</strong>trada la noche.<br />

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