Cinco semanas en globo
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La noche transcurrió <strong>en</strong> calma. Sin embargo, el sábado por la mañana, K<strong>en</strong>nedy sintió<br />
cansancio y escalofríos al despertarse. El tiempo cambiaba; el cielo, cubierto de d<strong>en</strong>sas<br />
nubes, parecía prepararse para un nuevo diluvio. Un triste país, Zungomero, donde llueve<br />
continuam<strong>en</strong>te, excepto tal vez unos quince días <strong>en</strong> el mes de <strong>en</strong>ero.<br />
Una viol<strong>en</strong>ta lluvia no tardó <strong>en</strong> <strong>en</strong>volver a los viajeros; debajo de ellos, los caminos<br />
cortados por nullabs, especie de torr<strong>en</strong>tes mom<strong>en</strong>táneos se volvían impracticables,<br />
además de estar cubiertos de matorrales espinosos y llanas gigantescas. Se percibían<br />
claram<strong>en</strong>te esas emanaciones de hidróg<strong>en</strong>o sulfurado de las que habla el capitán Burton.<br />
-Según él -dijo el doctor-, y ti<strong>en</strong>e razón, se diría que hay un cadáver oculto detrás de<br />
cada matorral.<br />
-Es un maldito pais -respondió Joe-, y me parece que el señor K<strong>en</strong>nedy se <strong>en</strong>cu<strong>en</strong>tra<br />
mal por haber pasado <strong>en</strong> él la noche.<br />
-En efecto, t<strong>en</strong>go una fiebre bastante alta -dijo el señor K<strong>en</strong>nedy.<br />
-Nada ti<strong>en</strong>e de particular, mi querido Dick; nos hallamos <strong>en</strong> una de las regiones más<br />
insalubres de África. Pero no permaneceremos <strong>en</strong> ella mucho tiempo. En marcha.<br />
Gracias a una diestra maniobra de Joe, el ancla se des<strong>en</strong>ganchó, y, por medio de la<br />
escala, el hábil gimnasta volvió a subir a la barquilla. El doctor dilató considerablem<strong>en</strong>te<br />
el gas y el Victoria remontó el vuelo, impelido por un vi<strong>en</strong>to bastante fuerte.<br />
Aparecía alguna que otra choza <strong>en</strong> medio de aquella niebla pestil<strong>en</strong>te. El país cambiaba<br />
de aspecto. En Africa ocurre con frecu<strong>en</strong>cia que una región mefítica y de poca ext<strong>en</strong>sión<br />
confina comarcas absolutam<strong>en</strong>te salubres.<br />
K<strong>en</strong>nedy sufría visiblem<strong>en</strong>te; la cal<strong>en</strong>tura abatía su vigorosa naturaleza.<br />
-Sería mala cosa caer <strong>en</strong>fermo -dijo, <strong>en</strong>volviéndose <strong>en</strong> su manta y echándose bajo la<br />
ti<strong>en</strong>da.<br />
-Un poco de paci<strong>en</strong>cia, mi querido Dick -respondló el doctor Fergusson-, y pronto<br />
recobrarás completam<strong>en</strong>te la salud.<br />
-¡Ojalá, Samuel! Si <strong>en</strong> tu botiquín de viaje ti<strong>en</strong>es alguna droga para curarme,<br />
adminístramela sin perder tiempo. La tragaré a ojos cerrados.<br />
-T<strong>en</strong>go un medicam<strong>en</strong>to mejor que todas las drogas, amigo Dick, y naturalm<strong>en</strong>te, voy a<br />
darte un febrífugo que no costará nada.<br />
-¿Y cómo lo harás?<br />
-Muy s<strong>en</strong>cillo. Subiré <strong>en</strong>cima de estas nubes que nos <strong>en</strong>vuelv<strong>en</strong> y me alejaré de esta<br />
atmósfera pestil<strong>en</strong>te. Diez minutos te pido para dilatar el hidróg<strong>en</strong>o.<br />
No habían transcurrido los diez minutos cuando los viajeros estaban ya fuera de la zona<br />
húmeda.<br />
-Aguarda un poco, Dick, y notarás la influ<strong>en</strong>cia del aire puro y del sol.<br />
-¡Vaya un remedio! -dijo Joe-. ¡Es maravilloso!<br />
-¡No! ¡Es totalm<strong>en</strong>te natural!<br />
-Eso no lo pongo <strong>en</strong> duda.<br />
-Envió a Dick a tomar aires, como se hace todos los días <strong>en</strong> Europa, y del mismo modo<br />
que <strong>en</strong> la Martinica le <strong>en</strong>viaría a los Pitons para librarle de la fiebre amarilla<br />
-La verdad es que este <strong>globo</strong> es un paraíso -dijo K<strong>en</strong>nedy, ya más aliviado.<br />
-O por lo m<strong>en</strong>os conduce a él -respondió Joe cor gravedad.<br />
Era un espectáculo curioso el que ofrecían las nubes aglomeradas <strong>en</strong> aquel mom<strong>en</strong>to<br />
debajo de la barquilla. Rodaban unas sobre otras, y se confundían <strong>en</strong> un resplandor<br />
magnífico reflejando los rayos del sol. El Victoria llegó a una altura de 4.000 pies. El<br />
termómetro indicaba algún desc<strong>en</strong>so <strong>en</strong> la temperatura. No se veía ya la tierra. A unas<br />
cincu<strong>en</strong>ta millas al oeste, el monte Rubeho levantaba su cabeza c<strong>en</strong>telleante. Formaba el<br />
límite del país de Ugogo, a 36 0 20’ de longitud. El vi<strong>en</strong>to soplaba a una velocidad de<br />
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