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Cinco semanas en globo

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aquel <strong>en</strong> que alguna inm<strong>en</strong>sa caldera cal<strong>en</strong>tada a miles de millones de atmósferas haga<br />

estallar nuestro planeta.<br />

-Y yo añado -dijo Joe- que no serán los americanos los que m<strong>en</strong>os contribuyan a la<br />

construcción de esa caldera.<br />

-¡En efecto -respondió el doctor-, son grandes caldereros! Pero, prescindi<strong>en</strong>do ahora de<br />

semejantes discusiones, limitémonos a admirar esta tierra de la Luna, ya que nos<br />

hallamos <strong>en</strong> disposición de verla.<br />

El sol, filtrando sus últimos rayos por el cúmulo de nubes amontonadas, adornaba con<br />

una cresta de oro los m<strong>en</strong>ores accid<strong>en</strong>tes del terr<strong>en</strong>o: árboles gigantescos, hierbas<br />

arboresc<strong>en</strong>tes, musgos a ras del suelo, todo recibía su parte de aquel luminoso efluvio. El<br />

terr<strong>en</strong>o, ligeram<strong>en</strong>te ondeado, formaba de vez <strong>en</strong> cuando pequeñas colinas cónicas.<br />

Ninguna montaña limitaba el horizonte. Inm<strong>en</strong>sas empalizadas cubiertas de maleza,<br />

imp<strong>en</strong>etrables setos y junglas espinosas delimitaban los claros donde se levantaban<br />

numerosas aldeas, que los gigantescos euforbios cercaban de fortificaciones naturales, <strong>en</strong>trelazándose<br />

con las ramas coraliformes de los arbustos.<br />

Luego, el Malagarasi, principal aflu<strong>en</strong>te del lago Tanganica, empezó a serp<strong>en</strong>tear bajo<br />

el follaje. En su s<strong>en</strong>o recogía numerosos riachuelos, derivados de los torr<strong>en</strong>tes que se<br />

formaban <strong>en</strong> la época de las crecidas y de los estanques abiertos <strong>en</strong> la capa arcillosa del<br />

terr<strong>en</strong>o. Aquel panorama, para los que observaban a vista de pájaro, era una red de<br />

cascadas t<strong>en</strong>dida sobre toda la superficie occid<strong>en</strong>tal del país.<br />

Animales provistos de gibas monstruosas pacían <strong>en</strong> las fértiles praderas y desaparecían<br />

bajo las altas hierbas. Los bosques, que exhalaban magníficas es<strong>en</strong>cias, se ofrecían a la<br />

vista como inm<strong>en</strong>sos ramilletes; pero <strong>en</strong> aquellos ramilletes se refugiaban de los últimos<br />

calores del día leones, leopardos, hi<strong>en</strong>as y tigres. De vez <strong>en</strong> cuando, un elefante hacía<br />

ondear la cima de las selvas, y se oía el crujido de los árboles que cedían a sus ebúrneos<br />

colmillos.<br />

-¡Qué país de caza! -exclamó K<strong>en</strong>nedy, <strong>en</strong>tusiasmado-. Una bala disparada al azar, <strong>en</strong><br />

medio del bosque, tropezaría siempre con una res digna de ella. ¿No podríamos cazar un<br />

poco?<br />

-No, amigo Dick, se acerca la noche, una noche am<strong>en</strong>azadora, escoltada por una<br />

torm<strong>en</strong>ta. Y las torm<strong>en</strong>tas son terribles <strong>en</strong> esta comarca, cuyo suelo esta dispuesto como<br />

una inm<strong>en</strong>sa batería eléctrica.<br />

-Ti<strong>en</strong>e razón, señor -dijo Joe-; el calor se ha vuelto sofocante y el vi<strong>en</strong>to ha cesado por<br />

completo. Este bochorno me dice que se prepara algo.<br />

-La atmósfera está sobrecargada de electricidad -respondió el doctor-. Todo ser vivi<strong>en</strong>te<br />

es s<strong>en</strong>sible a este estado del aire que precede a la lucha de los elem<strong>en</strong>tos, y confieso que<br />

nunca había experim<strong>en</strong>tado tanto como ahora su influ<strong>en</strong>cia.<br />

-¿No conv<strong>en</strong>dría, pues, desc<strong>en</strong>der? -preguntó el cazador.<br />

-Al contrario, Dick, preferiría subir; pero temo ser arrastrado más allá de donde vamos<br />

durante estos cruzami<strong>en</strong>tos de corri<strong>en</strong>tes atmosféricas.<br />

-¿Quieres, pues, abandonar el rumbo que seguimo desde la costa?<br />

-Si puedo -respondió Fergusson-, me dirigiré má directam<strong>en</strong>te hacia el norte durante<br />

siete u ocho grados y procuraré subir hacia las presuntas latitudes de las fu<strong>en</strong>tes del Nilo.<br />

Quizá <strong>en</strong>contremos algún rastro de la expedición del capitán Speke, o incluso de la<br />

caravana del señor De Heuglin. Si mis cálculos son exactos, nos hallamos a 32 0 40’ de<br />

longitud, y quisiera subir directam<strong>en</strong>te hasta más allá del ecuador.<br />

-¡Mira! -exclamó K<strong>en</strong>nedy, interrumpi<strong>en</strong>do a su compañero-. ¡Mira esos hipopótamos<br />

que se deslizan fuera de los estanques, esas masas de carne sanguinol<strong>en</strong>ta y esos<br />

cocodrilos que aspiran el aire con estrépito!<br />

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