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¿Cómo oponerse a tan loable frase sin quedar del lado<br />
del Opus Dei? La cuestión exige talento y destreza y debe ser<br />
encarada, especialmente por aquellas que hemos sido biopolíticamente<br />
asignadas a la violencia de género llamada “mujer”.<br />
Porque como ya afirmaba el viejo maestro Michel <strong>Foucault</strong>,<br />
decirle Sí al sexo, no es decirle NO al poder.<br />
Otrora quedaba claro que aquel biovarón que, detentando<br />
los privilegios de su categoría sexo-política (que redundan<br />
paradójicamente en el desmedro de ciertas potencias corporales<br />
que jamás explorará, claro está, puesto que reafirman su<br />
esclavitud al régimen heterosexista), debía abonar un precio,<br />
único valor posible dentro de la lógica del capital, para gozar de<br />
-poner en acto- esos privilegios, ya sea mediante la manutención<br />
de una querida o ya sea haciéndose cargo de una familia<br />
con esposa y todo, y de su supuesto bienestar económico. Hoy,<br />
gracias al aparato de captura llamado “emancipación sexual”,<br />
esta situación se ha liberalizado y flexibilizado cual contrato de<br />
trabajo de 3 meses, o mano de obra esclava de trata de personas<br />
(¿o será ésta una trata voluntaria?). Pero de una manera más<br />
efectiva, puesto que el heterocapitalismo ha logrado la<br />
construcción del deseo de “ser libre sexualmente”.<br />
Exentos de la obligación de proveer sustento, apoyo<br />
económico y social, exentos de crear afinidad, vínculos de<br />
parentescos, libres de cualquier responsabilidad u obligación,<br />
cualquier sujeto biopolíticamente asignado al privilegio del<br />
género varón logrará con mayor o menor maña hacerse de una<br />
chica liberada, es decir, beneficiarse con la pieza clave para el<br />
funcionamiento del hetero-capitalismo. Esta joven mujer suele<br />
creer y afirmar que es libre (y lo elige y desea), que elige con<br />
quién se acuesta o con quién coge. Podremos encontrarla en<br />
orgías de toda especie, mayormente aquellas que reafirman lo<br />
más hetero de la norma social falocéntrica, será nuestra mejor<br />
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