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Tomo 3 (PDF) - For My People Ministry

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Eventos finales y la primera cena<br />

Entonces, los cuatro hombres van a las cuatro puntas del Arca y<br />

levantan la tapa. Uno de los hombres saca de adentro una piedra<br />

grande, rectangular, y otro saca otra piedra. Cada uno de ellos<br />

sostiene la piedra frente a sí mismo. Los otros dos hombres están de<br />

pie a su derecha e izquierda. Al mirar las dos tablas de piedra, que<br />

son los Diez Mandamientos, veo que ambas tienen algo grabado<br />

claramente. La forma de las letras se asemeja a algo escrito con un<br />

dedo en mantequilla suave. La primera letra de cada mandamiento<br />

es más grande, y está tallada más profundamente. La primera tabla<br />

muestra los primeros tres mandamientos con una luz morada. La<br />

segunda tabla muestra los últimos seis mandamientos con una luz<br />

azul marino. Vuelvo a mirar la primera tabla y noto que los primeros<br />

tres mandamientos están separados del cuarto mandamiento, el cual<br />

brilla con una luz blanca muy resplandeciente. Ahora, todos los<br />

colores se tornan más brillantes.<br />

Un reportero, comentando en cuanto a los Diez Mandamientos, dice<br />

que parecen estar escritos en hebreo antiguo. De repente, los que<br />

miran las tablas, bien sea personalmente o a través de las noticias,<br />

notan que pueden leer las letras en su propio idioma. En cualquier<br />

parte de la tierra, todo ser viviente que esté mirando puede leer estos<br />

Diez Mandamientos, escritos con el dedo sagrado de Dios mismo.<br />

Después de un ratito, los últimos seis mandamientos, y entonces los<br />

primeros tres, se tornan menos brillantes. Sin embargo, el cuarto<br />

mandamiento se torna más brillante y de un tamaño más grande.<br />

Patriarcas y Profetas, p. 368<br />

El día de la expiación, se llevaban dos machos cabríos a la puerta<br />

del tabernáculo, y se echaba suerte sobre ellos, “la una suerte por<br />

Jehová, y la otra suerte por Azazel.” Vers. 8. El macho cabrío sobre<br />

el cual caía la primera suerte debía matarse como ofrenda por el<br />

pecado del pueblo. Y el sacerdote había de llevar la sangre más allá<br />

del velo, y rociarla sobre el propiciatorio. “Y limpiará el santuario,<br />

de las inmundicias de los hijos de Israel y de sus rebeliones, y de<br />

todos sus pecados: de la misma manera hará también al tabernáculo<br />

del testimonio, el cual reside entre ellos en medio de sus<br />

inmundicias.” Levítico 16:16.<br />

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