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<strong>Estela</strong><br />
acaricié lentamente por todo su cuerpo. Durante largos<br />
minutos las caricias fueron siendo más intensas y atrevidas,<br />
que la llevaron a una excitación creciente. Ella se<br />
<strong>de</strong>jaba hacer, facilitando cualquier caricia que le hiciera<br />
sentir y sentirme. Sus manos también fueron activas<br />
para coger mi pene y sacarlo <strong>de</strong>l pantalón que aun llevaba<br />
puesto. Estuvimos acariciándonos nuestros sexos,<br />
el uno al otro por largos instantes, <strong>de</strong> distintas maneras,<br />
hasta que llevé mis <strong>de</strong>dos lubricados <strong>de</strong> su propia excitación<br />
a su boca, y ella los chupó y lamió con premura.<br />
A continuación, quiso quitarme toda mi ropa, y<br />
yo colaboré para que lo consiguiera. De modo que ya<br />
estábamos los dos <strong>de</strong>snudos. Dánae se inclinó y fue directo<br />
a acometer una felación y, cogiendo mi endurecido<br />
pene bastante predispuesto, lo mimó con sus labios y<br />
se lo introdujo en la boca que se afanó con habilidad<br />
y competencia, y cuyo propósito no <strong>de</strong>bía ser otro que<br />
darme placer y conseguir mi <strong>de</strong>scarga con su acreditada<br />
<strong>de</strong>streza en el sexo oral. Pero esta vez yo no estaba por la<br />
labor y se lo impedí, aunque mi libido bullía y me alentaba.<br />
Dánae ya había sucumbido al <strong>de</strong>seo, no estaba en<br />
condiciones <strong>de</strong> cuestionarse nada y solo quería obe<strong>de</strong>cer<br />
con sumisión. Nos tendimos en la cama y seguimos acariciándonos<br />
entre besos interminables. En un momento,<br />
al acomodarnos aproveché los movimientos <strong>de</strong> mi pequeña<br />
Dánae para proponerle un giro sobre su cuerpo<br />
hasta que quedara tendida boca abajo. Contemplé las<br />
sinuosida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> su cuerpo perfecto y quise hacer <strong>de</strong> él<br />
mi dominio. Recorrí toda su espalda con mis labios eruditos,<br />
ya <strong>de</strong>sbocados en la aventura sicalíptica. La besaba<br />
y la mordisqueaba mientras transitaba con exageración<br />
por cada centímetro <strong>de</strong> su piel, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la nuca hasta<br />
sus pies. Su espalda lisa y sedosa se prestaba, igual que<br />
lo hicieron sus redon<strong>de</strong>adas nalgas cuando las mordía<br />
con suavidad y con la fuerza justa para que el pequeño<br />
daño se aunara con el placer. Y lo hacía con pru<strong>de</strong>ncia<br />
pero con energía, como mi intuición <strong>de</strong> buen amante<br />
me daba a enten<strong>de</strong>r. Mi mejor Dánae se <strong>de</strong>jaba hacer<br />
y sumaba su complicidad sugerente, como una hembra<br />
afrodisíaca siempre dispuesta a darse por entero a los<br />
<strong>de</strong>signios <strong>de</strong>l amor. De modo que, separé sus nalgas algo<br />
obsesionado, y, capturado por mis sentires y pulsiones,<br />
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