Ángel Rama, la cultura venezolana y el epistolario de la Biblioteca ...

ÁNcr,l- Reva, LA cuLruRA vENEZoLANA y
Esudios. Revisn d¿ l¡uestigacianes ütetarias 1 Culwrdes
22123 (2003.2004) | 99,t36
EL EPISTOLARIO DE LA BIBLIOTECA AYACUCHO1
Carlos Pacheco y Marisela Guevara Sánchez
Universidad Simón Bolívar
Las pérdidas de semejantes esc¡itores serán sentidas
mucho más adelante, cuando seamos capaces de situarlos
en el panorama de nuest¡as letras, apaciguada ya la
emoción de este accidente incornpreruüle
h dos santos2
Rama fue uno de esos pocos hombres que consideramos
íneemplazables porque, sin ellos, las cosas ya no se ha¡ían
del mismo modo.
Antonio Candido (199i: 288)
Mientras su avión descendía, siguiendo la llnea
de la costa en dirección Este, para aterrizar en el
aeropuerto de Maique!ía una tarde de comienzos
de octubre de 1972, Angel Rama no imaginaba
siquiera que en aquel justo momento se iniciaba lo
que vendla a llamarse la enqa uenezolanw de sts
vida. iPor qué habría de ser especial aquel
aterrizaje para quien, ya reputado intelectual,
profesor y conferencista, viajaba tanto; para quien,
por ejemplo, aquel mismo año había estado ya en
Venezuela dos veces, y transitaría además ent¡e
México, Guatemala, San José de Costa Rica,
Bogotá, Bonn, Munich y de vuelta a su
Montevideo de procedencia En primer lugar, hay
que decirlo, era especial aquel vuelo porque el
exiliado político profesional en que Rama por
aquella época estaba a punto de convertirse
acababa de vivi¡ un penoso incidente de doble
deportación en Bogotá y en México que sería
protestado por escritores como Julio Cotázar y
Sergio Ramlrez. Pero era especial sobre todo
porque el golpe de estado que instauraría la dicta-
Desde octubre de 1972,
Ángel Rama sostuvo
múltiples y duraderos
vínculos ptofesionales y
acadé¡nicos con
intelectuales e
instituciones venezolanos
con trascendentales y
durade¡as consecuencias
tanto para su vida y su
carrera como para el
p¡oceso lite¡ario y cultural
del continente. Una de las
más impo¡tantes entre esas
iniciativas es la Biblioteca
Ayacucho, fundada en
194 por el gobiemo
venezolano. La lectu¡a del
archívo epistolar de más de
1500 piezas escritas o
recibidas por Rama en su
condición de "Di¡ecto¡
Literario", y la
co¡rside¡ación de las
circunstancias económicas,
políticas y culturales que
ür'la Venezuela en aquel
momento nos ayudan a
alcanzar una mejor
comprensión del
"fenómeno Rama", así
como de los límites y logros
de aquella productiva
aventu¡a intelectual.
Pdlbras clnv e : Yenezuela,
década del 0, Biblioteca
Ayacucho, epis¡olario.

CARLos PACHECO y MARISEL"{ GUEVARA SÁNCHEZ
dura militar en Uruguay nueve meses más tarde' el
2 de junio de 1973, transformaría aquella visita a
Caracas, como profesor invitado del Instituto
Pedagógico y de la Universidad Cennal de Venezuela,
en más de una décadar de nabajo febril' de
innumerables intercambios académicos y empresas
de cultura que modiffcarían el curso de su vida y
dejalan una marca indeleble en la cultu¡a venezolana
y latinoamericana del siglo xx.
Mientras el 26 de noviemb¡e de 2003 acaban
de conmemorarse los veinte años del fatídico
accidente aéreo que nos privó de su presencia
flsica en los momentos de mayor productividad
intelectual e intensidad creativa de su carrera
como investigador, cftico, docente, periodista y
gestor cultural, parece oportuno preguntarse cómo
era el Ángel Rama de '16 años que atemizaba
aquella tarde en Maiquetía, qué trayectoria lo
respaldaba, qué proyectos profesionales traía en
mente. Después de todo, como lo evidencian
diversas publicaciones relativamente recientes,
veinte años después de su muerte, sus visiones y
postulados sisrémicos, cultu¡alistas e integracionistas
sobre la literatura latinoamericana no han
dejado de ser objeto de discusiones y relecturas, ni
de ejercer su influjoa.
Igualmente oportuno es indagar cuáles frreron
las condiciones y especiffcidades políticas, económicas,
sociales y culturales de la Venezuela que lo
acogió por aquellos años, al igual que a muchos
otros intelectuales del Cono Sur; condiciones y
especificidades que hicieron posible el establecimiento
y desarrollo de numetosas y duraderas
iniciativas culturales entre las que destaca el repertono
bibliográfico de clásicos latinoamericanos
editado por la Biblioteca Ayacucho. Oportuno es
Ángel Rarl¡., Yavzuelnn
C¿l¡¿re ¿nd rire Biblioteca
Ayacucho EPismlarl
F¡om October 192, Ángel
Rama esrablished and
maintained multiple
professional and academic
links with Venezuelan
intellectuals and
i¡rstitudons with
nanscendental and longlasting
consequences both
fo¡ his life and ca¡ee¡ and
fo¡ Venezuelan and Latin
American literary and
cultural process. One of
the most impo¡tant is the
editorial collection k¡own
as Bibliorcca Ayacucho,
established in 1974 by the
Venearelan Covemment.
The reading of more than
1500 letters written and
¡eceived by Rama while he
was the Chief Edito¡ of
Biblioteca Ayacucho and
rhe consideration of the
economic, political and
cuhural conditions of
Venezuela at that pe¡iod,
help us to reach a better
understanding of the
"Rama phenomenon', as
well as of ¡he limits and
achievements of that
productive intellectual
advenru¡e.
Kqr Words: Venezuela, the
70's, Biblioteca Ayacucho,
Epistolary
100

Toda Rat¡u
también enfocar la atención sobre esa empresa de cultura a la que Rama
dedicó tanto de su talento, atención y energía durante aquel decenio, cuando
estamos en vísperas de celebrar su trigésimo aniversario. Oportuna toda esta
indagación finalmente, cuando
-ya
publicado el Dranio de Rama (2001), que
da cuenta de esa década venezolana y final de su vida- una primera
exploración del voluminoso epistolario que lo puso en contacro, en tanto
Di¡ector Literario de la institución, con decenas de intelectuales de todo el
continente, arroja nuevas luces no sólo para conocer mejor el diseño, el
proceso fundacional y la consolidación de ese relevante proyecto editorial de
la cultura latinoamericana, sino también para comprender el talante
profesional, el método de trabajo y hasta algunas facetas más personales del
influyente intelectual. De manera que escribimos estas páginas como un
acercamiento preliminar a este conjunto de interrogantes, mientras la
investigación que realizamos continúa en desarrollo.
Ia decada venigitnsa: Venezuell 1973-1983
Desde principios de los años setenta, Venezuela viüó una década de auge
económico sin precedentes que puede calificarse como uerriginosa por la
manera acelerada como se quiso transformar la nación. Las especiales
condiciones pollticas y económicas que modvaron tales cambios requieren ser
consideradas, con el ún de entender esa realidad histórica donde se realiza la
gestación y consolidación del principal proyecto desarrollado allí por Ángel
Ramar la Biblioteca Ayacucho.
El panorama político que él encontró a su llegada, en octubre de 1972, fue
el de las elecciones intemas de los partidos que se preparaban para la
contienda presidencial de diciembre de 1973, la tercera después del
restablecimiento de la democracia tras la caída de Marcos Pérez Jiménez en
1958. Tianscurría la etapa ffnal de la primera presidencia de Rafael Calde¡a
(1969-197 4l, durante la cual el Partido Comunisra Venezolano (PCV) y el
Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) pudieron reintegrarse a la
vida política legal, después de diez años de prohibición de actividades que
culminaron en 1972 con la denominada polítíca de pacificdción. Mediante el
desplazamiento de otros partidos políticos de importancia como Unión
Republicana Democ¡ática (URD), liderizado por Jóvito Villalba, y
posteriormente el Frente Nacional Democrático, con Arturo Uslar Pietri a la

CAxros PAcHEco y MARrsEh CUEVARA SÁNcHEz
cabeza, Acción Democrática (AD), socialdemócrata, y COPEI, socialcristiano,
asumieron en buena medida el cont¡ol de la vida política venezolana
hasta 1998, altemándose en el poder durante ocho períodos presidenciales
consecutivos. Aun cuando a las elecciones de 1973 se presentaron alrededor
de catorce candidatos, la atención del electorado se centró en las figuras
postuladas por los partidos mayoritarios; Carlos Andrés Pérez (AD) y Lorenzo
iiemández (COPED. El contenido programático de los respectivos planes de
gobiemo resultó opacado por la atención hacia la imagen extema de los
candidatos. Femández se proyectaba como un hombre de temperamento
sosegado y prometía continuar la línea gubemamental de Rafael Caldera.
Carlos Andrés Pérez, quien como director de la policía política y Minisro de
Relaciones Interiores había jugado entre 1959 y 1964 el papel de hombre duro
del gobierno de Rómulo Betancourt, fue transformado radicalmente por sus
aseso¡es de imagens. El 9 de diciembre de 1973,Pérez ganó las elecciones con
un amplio margen de ventaja (48,77 o/o). Obtuvo además la mayoría en el
Congreso Nacional (44.32 o/,), mient¡as COPEI alcanzaba el 36 o/o. Entre
ambos obtuüe¡on el 85 %, mientras que el resto de los partidos alcanzó sólo
un 15 %. De esa manera se había consolidado la hegemonla bipartidista.
En 1973, cuando, impedido de regresar a su país, Rama se estableció en
Caracas, Venezuela había alcanzado los 11.419.000 habitantes, 74 7o de [os
cuales residía en los centros urbanos: marcado contraste con el país que sólo
tres décadas aftás, en 1941, contaba apenas con una población de 3.851.000
y la de carácter urbano no pasaba del 31 o/o, El c¡ecimiento de las ciudades se
produjo de una manera acelerada, sin tiempo para la debida planificación
urbanlstica, con los preüsibles problemas estructurales que esto acarrea. Este
eüdente desorden en la ffsonomía de las urbes en expansión no podía dejar de
se¡ llamativo para los inrnigrantes de esos años. E¡an como un crisol donde
autopistas, espacios modemos y semi.urbanizados se desarrollaban junto a
otros aún semi-rurales y donde la marginalidad social se expandía
rápidamente. Algunos comentarios aparecidos en el mencionado Dr¿rio de
Rama (2001: 79-80,95, 115-1 ló) aluden al caos cotidiano que se desprende
de esa realidad y constituyen una muestra de lo que probablemente pensaban
muchos extranjeros, aunque no se aÍeüeran a expresarlo en público.
Pero aquella rauda expansión urbana era apenas una señal de los
vertiginosos cambios de todo tipo que tuvieron lugar durante la década,
cambios que provenlan de otros más amplios ocurridos en el marco geopolídco
102

Todo Rarru
internacional, especialmente en los mercados petroleros, y que introdujeron
variables determinantes en el destino del pals. Conveniente recordar que la
creación de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) en
1960, con participación protagónica del Ministro venezolano Juan Pablo Pérez
Alfonzo, implicó desde su génesis una transformación considerable en el poder
de negociación de los países productores de hidrocarburos. Ese poder se
multiplicó en la década de los años setenta por diversos factores. En primer
luga¡ porque para ese momento los países miembros poseían un 73 o/o de las
reservas petroleras probadas en el mundo. Como señala Bemard Momme¡ a
quien seguiremos para explicar este aspecto: "La riqueza p€úolera
-un
capricho de la naturaleza- se encontraba en buena medida en unos pocos
países del Tercer Mundo" (2003: 189) y no en los países desarrollados. Por otra
parte, la producción estadounidense, que había llegado a su cima en 1970,
comenzó a declinar, con lo que perdía su habitual sobrecapacidad a partir de
ese año, mientras que la demanda general del crudo aumentó, debido a un
auge de la economía mundial. Una consecuencia natutal fue que el petróleo
comenzó a valer más. Esto produjo un incremento de la renta petrolera
venezolana e influyó decisivamente en la economía, procurando una holgura
ffscal a fines de la administración de Rafael Caldera que le permitió revalorar
dos veces consecutivas el signo monetario venezolanor primero de 4,50 a 4,40
y, luego, a 4,30 bolívares por dólar, paridad cambiaria que se mantuvo hasta el
colapso económico de febrero de 1983.
En la escena intemacional, los auges económicos posteriores a la Segunda
Guerra Mundial y la Guerra de Corea llevaron al gobiemo estadounidense a
congelar los precios de su petróleo con el apoyo de las compañías
transnacionales, logrando así manejar a su favor la regulación del valor del
crudo en los mercados mundiales. En 1973, sin embargo, esa táctica ya no dio
resultado y fueron los Estados Unidos y las compañías petroleras los que se
üeron forzados a adecuarse a los precios intemacionales. Entre las razones que
forzaron este cambio esrá la fundación de la Organización de Países Árabes
Exportadores de Petróleo (OPAEP) en 1968, por parre de Arabia Saudita,
Kuwait y Libia, a la que se uniían en 1970 ocho países más. En diciembre de
ese mismo año, los miembros de la OPEB reunidos en la Conferencia de
Caracas, acordaron tres medidas que modificaban radicalmente el
funcionamiento del mercado petrolero: eliminar a partir del le de enero de
1971 todos los descuentos sobre los precios de referencia ffscal; elevar la tasa
103

CARr-os PAcHEco y MARISET"{ GUEVARA SÁNCHEZ
mínima de impuesto sobre la renta petrolera a 55 %; y aumentar los precios de
¡eferencia fiscal en todos los países miembros. Se puede decir por ello que esta
llamada "Primera Ronda" marcó el inicio de lo que la historia contemporánea
ha designado como "la Revolución de la OPEP".
En el Medio Oriente le tocó a Libia encabezar las negociaciones con las
compañías extranje¡as, lo cual generó fue¡tes tensiones entre el gobiemo y las
compañías operadoras. El aumento de los precios del barril y de la
pardcipación accionaria gubemamental provocó una primera diüsión de
criteriás entre las compañías; sin embargo, tarde o temprano una a una fue
claudicando ante las nuevas condiciones propuestas por la OPEP a navés de
cada uno de los países miembros. En Venezuela, inmediatamente después de
ffnalizada la C.onferencia, el Congreso aprobó una reforma a la ley de
Impuesto sobre la Renta, aumentando la tasa otorgada al Estado de 52 a 60 o/o;
y se autorizó al Ejecutivo a fijar por decreto, en adelante, los precios de
referencia ñscal. Mientras, los países productores optaban por no renovat a las
compañías transnácionales las concesiones que estaban por vencerse' La
puesta en práctica de estos acuerdos, conducfa evidentemente a una toma del
control de su industria penolera por parte de los palses productores' Esa
estrategia, sumada a la autonomía en la fijación de los precios y el control de
la producci.ón, constituyó una nacionalizac ión de facm de la indusria
petrolera. Posteriormente se desarrollaría todo el proceso legal en los
iespectivos palses, incluida Venezuela; pero lo más importante ya se habla
cumplidoo.
Enue el 8 y el 16 de octubre de 1973 se realizó una Segunda Ronda de la
OPEP donde se determinaron nuevos aumentos del precio del crudo' Las
compañías intemacionales y los palses consumidores entraron en pánico y
protestaron, peto en vano: no tenían otra altemativa que aceptar los nuevos
precios. Por inaudito que parezca, por primera vez desde que se perforó en
Pensilvania el primer pozo comercial de penóleo del mundo en 1859
(Mommer, 2003: 59), los palses consumidores se vieron sujetos a reglas no
impuestas por ellos sino por los países que por siglos habían estado bajo su
poder económico, político o ambos. Este es quizá el factor más relevante de la
geopolltica en aquellos años y, para Venezuela, significó una oportunidad
histórica sin precedentes.
Naturalmente, esta "Revolución de la OPEP" produjo cambios drásticos en
la situación financiera nacional: a fines de 1973, el precio del petróleo pasó de
r04

Toü Rama
$3,71 a 10,53 por barril, lo cual determinó que el ing¡eso fiscal petrolero
venezolano ascendiera de Bs. 11.182 millones en 1973 a Bs. 36.448 millones
en 1974 y el ingreso ffscal total aumentara de Bs. 16.433 millones en 1973 a
Bs. 42.799 millones en 1974 (Silva Luongo, 2000: 711). Entre 1974 y 198, el
período de mayor auge económico, el fisco nacional percibió ingresos
inusitados por un monro total de Bs. 228.758 millones. Thles incremenros
influyeron notablemente en el estilo de gobemar y en el manejo del gasto
público. Por otra parte, en ese mismo pelodo se sancionó una ley para
autorizar operaciones de crédito público con instituciones públicas o privadas,
nacionales o extranjeras, con la ffnalidad de desarrollar un programa de
inversiones centrado en el desarrollo de las indusnias de explotación de
minerales como carbón, oro, sal, la manufactura de hierro y aluminio y el
procesamiento de energía elécrica. Asl nacieron la C.orporación Venezolana
de Guayana y empresas como Alúmina, VENALUM, EDELCA y CADAFE,
la mayoría de ellas ubicadas en Guayana, a[ sur del país. Támbién se
contrajeron créditos para desarrollar el secto¡ agrícola, telefonía, acueductos,
drenajes, autopistas, puertos, aeropuertos, flota me¡cante y otros. Aunque
permitió estas inversiones, beneficiosas sin duda pára el país, fue tarnbién a
través de esta ley que se contrajo g¡an parte de la abultada y tan criticada
deuda extema venezolana.
Tán pronto asumió el gobierno, Pérez anunció al país la inminencia de la
nacionalización petrolera, la cual se hizo efectiva el 1e de ene¡o de 1975,
adelantándose considerablemente, por las circunstancias históricas ya
expuestas, al vencimiento de las concesiones, pautado para 1983.
Previamente, el 29 de agosto de 1974 se habla sancionado la "Ley que Reserva
al Estado la Explotación de los Hidrocarburos" y ese momento fue
acompañado por una relevante alocución presidencial (Pérez, 1975). Lo más
llamativo de la orientación política de aquel discurso fue el desvío de la línea
betancourista de oposición frontal al comunismo, prolongada durante la
presidencia de Raúl Leoni. Pérez entendió que las circunstancias históricas
habían cambiado y que, en el mundo bipolar capitalista y socialista, era
conveniente vincula¡se a ambos sectores. Por eso restableció relaciones
diplomáticas con varios países socialistas, incluida Cuba. El distanciamiento
con Rómulo Betancourt que esto produjo se incrementó cuando Pérez decidió
conformar un gabinete mixto, abierto a personalidades ajenas a la militancia
adeca. La izquierda venezolana, por su patte, cuestionó las designaciones
105

CARr-os PAcHEcio y MArusEtl. CUEVAM S/ñcHEz
ministeriales de varias figuras provenientes del sector privado. Pa¡a desplegar
con independencia sus políticas de gobiemo, Pérez se rodeó de técnicos y
empresarios con el fin de lograr un "acuerdo nacional" de base más amplia que
la de su propio partido político,
Lo cie¡to es que Pérez interpretó el momento como el umbral histórico
ideal para iniciar el camino hacia la consnucción de la independencia
económica: "soy el afortunado intérprete y ejecutor de esta
voluntad
-afirmóde
todo el pueblo de Venezuela, América Latina y todos los países
víctimas del totalitarismo económico de las grandes naciones
indusmalizadas". Asimismo obsewó que, apoyado en la riqueza petrolera
como "un arma" en sus manos, él podía ser escuchado y liderar
internacíonalmente ese movimiento de independencia económica para
América Latina y otros países del Tercer Mundo en el marco de la
modernidad. Se podrla sugerir que con esos dos ob¡etivos construyó
simultáneamente sus aspiraciones personales y sus planes gubemamentales.
Tenía conciencia de que ese desarrollo económico no podía conc¡etarse en
un país aislado, de que debía ser un proyecto continental latinoamericano. A
tal efecto, inspirado en su ideal de c¡ea¡ un nuevo orden económico mundial,
señalaba que "Venezuela es actora y solidaria plena de esta controversia por la
iusticia intemacional. Además de atender a sus particulares y obligantes
coÍtprolnisos de colaboraciún con las naciones hermanas de la América Latina
[...], estamos dando ejemplo de un nuevo concepto de solidaridad
intemacional que es a [a vez expresión de repudio a todas las formas de
explotación y de humillaciones que han sufrido nuestros pueblos" (énfasis
nuesro). Al reiterar una vez más la tradición integ¡acionista del continente,
estaba haciendo también un llarnado a la democratización de los países donde
imperaban regímenes militares: 'A los compatriotas latinoamericanos quiero
unir en este mensaje a los venezolanos. Quiero decir con fe y optimismo en el
destino de Venezuela, como dijo el Libertador Bolívar en el Congreso de
Angosturar'Sólo la democracia es suscepdble de una absoluta libertad'[...] Es
nuestro empeño lograr un Gobiemo democrático poderoso, próspero y
peflnanente para todos los pueblos de la América Latina". Y en ese mismo
tono convocó a "[...] los extranjeros que con nosotros conüven y contribuyen
al esfuerzo nacional del desar¡ollo, deberemos poner el mayor empeño en la
creación de una riqueza permanente" (Pérez, l95). Era un obvio
reconocimiento a la oleada migratoria que tuvo Venezuela por esos años,

'Iodo Rarna
especialmente a la proveniente de Colombia y otros pafses andinos, así como
la del sur del continente, tanto por razones económicas como por la represión
polírica"8.
El discurso estableció rambién una significativa y explícita relación entre el
proceso nacionalizador, el auge económico y la expansión de numerosos
proyectos culturales que se emprenderían o consolidarían en el período,
incluida la Biblioteca Ayacucho. Pérez consideraba fundamental captar el
apoyo de la intelectualidad y para ello tomó medidas que resultaron decisivas
en la vida cultural venezolana:
Esta mañana promulgué la Ley Nacional de la Cultura. Iniciativa y
compromiso de mi campaña electoral que se hermana en su grandeza con
esta otra de la nacionalización del petróleo. [...] Hoy quiero uni¡ al júbilo
nacional por la nacionalización del petróleo a los artistas, a los
intelectuales, entregándoles la Ley de la Cultura, anunciándoles
igualmente que el 5 o/o de las Becas Gran Mariscal de Ayacucho se dedicará
al estudio de las artes y humanidades [...] (Pérez, 195).
Además de ese programa se creó, proyectó o consolidó un importante
grupo de instituciones culturales, muchas de ellas bajo la tutela del recién
creado Consejo Nacional de la Cultura (CONAC), lo que generó una intensa
actividad en el terreno cultural, apoyada además por talleres, becas y bolsas de
trabajo. Entre esas instituciones figuran la Biblioteca Ayacucho, el Centro de
Estudios Latinoamericanos "Rómulo Gallegos" (CELARG), Monte Ávila
Editores, el Gatro Teresa Carreño, la Casa de Bello, la Cinemateca Nacional,
el Museo de Bellas Artes, la Galería de Arte Nacional, el Museo de Arte
Contemporáneo de Caracas (MACCSD, así como también el Consejo
Nacional de Investigaciones Cienríficas y Gcnológicas (CONICIT).
Nume¡osos intelectuales de izquierda, incluso algunos que habían estado
vinculados a la guenilla y la agitación urbana, se integraron por aquella época
a esas nuevas estructuras del aparato cultural del Estado o a la vida académica
en distintas universidades. Es éste un proceso complejo que debe leerse
contrastando las décadas de los años sesenta y setenta. Como señala AlÍiedo
Chacón, de los sesenta "es dilicil saber de un intelectual venezolano de esa
generación o fusión de generaciones que no haya üüdo en la conmoción"
derivada de la violencia y la lucha antiestatus: "El que menos lo padeció [el
107

cARLos PACHECO y MANSEL{ CUEVARA SÁNCHEZ
estallido revolucionario] como riesgo envolvente, ciftó en él su mejor
esperanza, prestó alguna ayuda a los que estaban en primera línea de combate,
algún dinero, la transmisión de un mensaje, la ffrma de un manifiesto, la casa
para una reunión o para ocultar a un perseguido, comida y medicinas para los
presos pollticos o los guerrilleros" (1980: 413).
En los años setenta, sin embargo, el mecanismo de control de poder se
inürtió. Paradójicamente, Pérez, el antiguo perseguidot de la izquierda, fue
quien procuró el mayor consenso nacional para emprender su cruzada como
figura de la socialdemocracia intemacional. No podrla lograr ese objetivo con
un sector intelectual reprimido o excluido de la dinámica social y económica
en expansión en aquellos años. Ello condujo a "una situación en la que las
altemativas para el escritor prácticamente se reducen a participar de las
facilidades que brinda la oficialidad" o a reaccionar ante esto con "el gesto
agresivo del marginal, del excéntrico" (Lasarte, 1991: 8). La respuesta de cada
uno de los intelectuales de izquierda se ubicafa en algún punto de ese
espectro, por lo que se trata de un fenómeno complejo e irreductible a
dicotomíase. Tál esnategia de inclusión de la izquierda intelectual implicó
necesariamente, por parte del poder, una receptividad a sus ideas, muchas de
las cuales se incorporaron al gran proyecto nacional de esos años. Es en este
contexto político que se comprende la creación de la Biblioteca Ayacucho,
pues su propósito de integración cultural latinoame¡icana calzaba
perfectamente con la visión política del momento, Además, la vehemencia de
Rama al exponer el proyecto al Presidente Pérez en una entreüsta que suelen
recordar quienes lo acompañaron, parece haber despertado en él una fuerte
empatla que le aseguró el apoyo inmediato y consistente de parte del alto
gobiemo.
En sfntesis, este momento del proceso histórico venezolano significó para
el país una rara oportunidad que no llegó a aprovecharse sino en pequeña
medida a causa de lo acelerado de las transformaciones. Si el auge ffnanciero
de esa década se hubiera administrado con controles effcientes y criterios de
largo plazo, hubiera traído consigo un desar¡ollo estable y duradero. Pero la
abundancia resultó cegadora para muchos y las advertencias no fueron
escuchadas. En abril de 197ó, por ejemplo, José Muci Abraham, Contralor
General, se vio obligado a renunciar ante la sordera offcial. Ya para entonces
el vértigo y la euforia parecfan indetenibles. Sobre aquel momento ha
observado Rama:
108

To¿o Rarro
Venezuela atravesó una de las más violentas modificaciones que se
conozcan en América Latina, que prácticamente parte en dos perlodos su
historia, archiva su pasado y, sin suficientes bases educativas, se lanza a la
conquista tumultuosa de la modernidad. El efecto previsible habría de ser
un desquiciarniento de valores, la parcial destrucción de los heredados y la
imposibilidad para rearticular nuevos y coherentes, sobre todo habida
cuenta de los rasgos de una sociedad burguesa cuyos elementos dominantes
se enriquecen en un período diez veces menor que el de los modelos
burgueses europeos del xx (1987: 21).
Su acuciosa mirada objetaba asl, tal como lo hicieran también muchos
venezolanos, el rumbo de aquel desenfreno histórico. Supo ver también la
oportunidad, el lugar y la hora perfectos, para desanollar el gran sueño que lo
acompañaba desde hacía años: una gran biblioteca que rescatara la memoria
latinoamericana y la proyectara hacia el futuro.
I-a inmigracírn del sur 1 In intel.ectuahdnl uerczoknu
Esas condiciones, positivas en su conjunto, para el desarrollo de [a
actividad intelectual en un contexto de estabilidad política y bonanza
económica, que se dieron en Venezuela durante los años setenta contrastan,
de manera dramática en ocasiones, con el deterioro de las libertades civiles y
en general con las condiciones de vida en los países del llamado C-ono Sur del
continente, nayendo como consecuencia una agudización del exilio, uno de
los fenómenos sociológicos que vendfan a marcar el proceso latinoamericano,
al menos por las dos décadas siguientes. En efecto, Urugua¡ Argentina y Chile
pasa¡on a ser gobemados a partir de 1973 por dictaduras de derecha, regidas
por cúpulas militares con proyectos hegemónicos, confluyentes y cooperantes.
Pero este aparente efecto dominó no se produjo por azar. No fue casualidad
que todos esos regímenes de fuerza hubieran sido precedidos por agudas crisis
económicas, y pueden explicarse más bien como parte de una estrategia
geopolítica mucho más amplia, destinada a contene¡ el avance de sectores
progresistas que luchaban por cambios económicos y sociales profundos. Lo
cierto es que la consolidación de tales regímenes no sólo hizo inüables las
prácticas académicas y creativas de la mayoría de los intelectuales y artistas, a
menudo consideradas subversivas en sí mismas, sino que incluso colocó bajo
109

CAR.Los PAcHEco y MARTSELA GuEvAt^ SÁNCHEZ
amenaza la permanencia misma de ellos en sus respectivos países. El éxodo
que había comenzado ya, por motivos económicos, se incrementó
exponencialmente cuando a las dificultades para lograr una subsistencia digna
se unió la represión y persecución de toda forma de disidencia polítÍca.
Entre los varios destinos posibles en el mundo para tantos chilenos,
argentinos y uruguayos que veían cerrarse las oportunidades en sus respectivos
países, Venezuela ofrecía en aquel momento condiciones diÍicilmente
mejorables a causa de las afrnidades culturales con sus países de origen y, en el
contexto hispanoamericano, por las posibilidades de inserción laboral,
progreso económico y movilidad social. De otra parte, el impacto de esa
migración sobre la cultura venezolana fue sin duda importante y en gran
medida está por estudiarse. En aquella oleada migratoria ingresaron al país
sureños de múltíples oficios y condiciones profesionales. Y muchos de ellos se
arraigaron en el pals, como lo hablan hecho en décadas precedentes tantos
otros inmigrantes, especialmente de la Europa mediterránea, el Asia menor y
el norte de Suramédca, pasando a nutrir con sus experiencias de vida, sus
respectivas tradiciones culturales, su trabajo y su descendencia el torrente de
una cultura dinámica y ya para entonces intensamente híbrida.
Nos interesa aquí en particular el impacto que eiercieron por aquellos años
quienes en un sentido lato podían catalogarse como intelectuales: numerosos
investigadores, críticos, profesores, escritores, periodistas, artistas, cientí6cos o
editores, cuya actuación contribuyó en múltiples esferas a dinamiza¡
diversificar y modernizar el ambiente cultural venezolanolo. Indudablemente
esta inmigración suftió el choque cultural del nuevo entomo. A su vez, el
medio intelectual venezolano registró el impacto de estos nuevos actores
culturales, muchos de ellos bien califfcados, dinámicos y emprendedores.
Entre otras cosas, su presencia contribuyó a la creación y el desanollo de
importantes proyectos intelectuales y artlsticos, varios de ellos impulsados por
propósitos integracionistas, en colabo¡ación con intelectuales venezolanos. En
tomo a esta interacción es útil considerar cómo incidieron los contrastes de la
experiencia social, la tradición política y los hábitos de ambos grupos en aquel
momento de la vida intelectual nacional.
Luego de concluida esa suerte de hibemación cultural que najo consigo la
represiva dictadura perezjimenista, la vida cultutal venezolana estaba
transitando, a comienzos de los años sesenta, pot un activo proceso de
renovaclón vanguardista y no sólo se enconnaba marcadamente ansiosa de
110

dn Parn¿
innovaciones, abierta a los cambios y proclive a integtarse plenamente a la
modernidad cosmopolita, sino que, merced a la progresiva estabilización del
sistema democrático y al sustantivo incremento de los ingresos petroleros,
contaba también con los recursos ffnancieros y organizacionales para llevar
adelante sus proyectos innovadores. Es a ese mundo üb¡ante de expectativas
y posibilidades al que se integra Rama cuando arríba a Caracas en 1972. No
fue una integración fácil, sin embargo. Y cualquiera qu e lea el Díarm de Rama
(2001) o sepa de las varias polémicas públicas (junto a otras no tan públicas)
que protagonizó con intelectuales venezolanos lo advertirá enseguidall. Ese
proceso, que aquí apenas rozamos, es párte de la agenda de historiadores,
psicólogos sociales o estudiosos de la cultura. Más que tomar partido por uno
u ot¡o bando de aquel comprensible enfrentamiento, conviene al abordarlo
intentar un análisis ponderado de sus elementos con el fin de acercarse a su
comprensión en tanto fenómeno cultural.
Desde esa perspectiva, lo cierto es que aquel (des)encuentro no podla
menos que producirse entre intelectuales que, si bien eran parte de un mismo
universo latinoamericano, trabajaban para aquel momento regidos por
experiencias vitales y profesionales, ritmos históricos y texturas culturales
marcadamente dife¡entes. Unos, provenientes de los países del su¡ venían
armados con diversos aprendizajes de tiempos de crisis. Muchos de ellos
llegaban signados, directa o indirectamente, por la particular experiencia
cosmopolita de Buenos Aires, una urbe que había atravesado ya, décadas
atrás, por procesos de modemización de llamativa intensidad. Como, además,
sus respectivos países habían sido desde comienzos de siglo receptores de
nutridas y variadas oleadas migratorias, sus nacionales tendían a
representarse, como interlocutores y puntos de referencia, más bien a los
países europeos que a sus vecinos hispanoamericanos. Los venezolanos, por su
parte, vivían, es cierto, una experiencia muy intensa de transformación
polltica, social y cultural, pero ella tenía lugar en una Venezuela que, según el
lugar común de los historiadores, había debido esperar hasta la muerte de Juan
Vicente Gómez (1935) para accede¡ en verdad al siglo xx, A pesar de los
innegables gestos modemizadores que sin duda se habían producido también
en Venezuela desde principios de siglo, su intensidad y consolidación no e¡an
comparables a las del sur. Por ello, en las ambiguas manifestaciones de su
desarrollo urbano, Caracas acusaba las señas de un desfase aún no resuelto, lo
que no podía dejar de impactar a los recién llegados: sin desprenderse aún del
111

CARLos PACHECo y MARTSELA GUEVA.RA SÁNcHEz
todo de ciertos dejos provincianos aspiraba, y era al mismo tiempo forzada por
la circunstancia, a ponerse aceleradamente al día y a entrar vertiginosamente
en el futuro, ufana de una democracia duramente conquistada, aunque no
exenta de contradicciones, y movida por el frenesí de sus dólares petrolerostz.
Muchos de los intelectuales sureños se aüliaron productivamente a
instituciones educativas y culturales en general, tanto en Caracas como en la
provincia, y trabajaron conjuntamente con sus colegas venezolanos en
diversos proyectos. De la fiuctÍfera labor que consiguieron realizar juntos, a
menudo de manera solidaria y cordial, hay sobrados testimonios. No pueden
ocultarse, sin embargo, las diÉcultades que también se dieron en esa
cooperación, sus desencuentros; ni hay razón para hacerlo a tres décadas de
distancia. Unos y oÍos esgrimieron entonces, y tal vez algunos hasta se
animen a hacerlo todavía, argumentos, comentarios y chistes que evidencian
el lamentable predominio que llegaron a tener los mutuos temores, suspicacias
y prejuicios culturales por sobre todo conocimiento real y toda apreciación
justa de sus interlocutores. En ocasiones se impuso la competencia, la
rivalidad, los estereotipos y, por supuesto, los fantasmas conelativos de la
despectiva superioridatl sureña y de la xenofobia local no se hicieron esperar
y reacción retroalimentándose sin cesar- para perjuicio de las vidas
-acción
de unos y otros, de sus destinos personales y aun de los proyectos
institucionales que adelantaban juntos.
El rastro de ese fantasma puede percibirse cla¡amente, por ejemplo, en
algunos de los tltulos (también sintomáticamente correlativos) de la aludida
polémica Rama-Bar¡eto (1984): a un "Sobre el verbalismo ignorante",
(cor)responde un "La docta charlataneía". En el texto donde Rama da por
cerrado su alegato, titulado nada menos que "Habla el inmigrante", se percibe
claramente el curioso desplazamiento que se produjo desde la polémica
original, centrada en las concepciones sobre el negrismo y la cultura africana
del poeta (y por entonces Presidente del Senegal en visita offcial a Venezuela)
Leopold Sedar Senghor, hacia el conflicto que venimos reseñando. Aunque
Rama, tal vez ya prevenido por anteriores lances, parece adelantarse a
detectar venenos chauvinistas en las crlticas de Barreto y responde a ellas con
retos encendidos y argumentos al l:r:rniltn, termina por apuntar hacia la
comprensión del incidente puntual desde una mayo¡ distancia, desde una
mirada cultural más amplia, menos subjetiva, que podría llamarse
antropológica:
tr2

Todo Rama
sé que siemp¡e ha sido el tiempo (tanto vale decir el mutuo conocimiento)
el que ha traído las soluciones, pues los pueblos deben realizar
integralmente su experiencia de los contactos culturales, sin ser forzados, y
los inmígrantes pueden conffar en los rasgos histó¡icos venezolanos: su
generosidad, su peculiar ff.neza para ap¡eciar la humanidad, su altivez y su
jocundia, su sentimiento democrático. Como todos los pueblos
democráticos, los venezolanos ejercen sin cesar el esplritu cítico, sobre las
instituciones, el gobiemo, los literatos, el tránsito de la capital; y cuando
no conciban molestia al oír a los inmigrantes ejercer el mismo esplritu
crítico para situaciones que también ellos viven y sufren, podrá decirse que
se ha abierto el canal integador. Tiempo al tiempo y mutua confianza. [... ]
Por todo eso [...] tengo conffanza en el futuro y soy optimise, por malos
que sean los aires que soplan. Confío en que los inmigrantes se
incorporarán a la cultura nacional, creativa y cíticamente, tal como con
tanto brillo lo hicieron los "transterrados" españoles y que sean
reconocidos como venezolanos sin más, en la magna tarea integrativa de
las culturas que es la batalla latinoamericana por la supervivencia (Rama y
Baneto, 1984: 43-44).
Significativamente, pocos meses antes de esa polémica, Rama había
solicitado y obtenido [a nacionalidad venezolana y ese mismo airo 1977
recibiría de la Universidad del Zulia la distinción de Profesor Honorario. Una
prueba verdaderamente irrefutable de la efectiva voluntad de integración que
yace detrás de sus recién citadas palabras es el interés, la dedicación y la
productividad con que Rama se dedicó al estudio de la literatura y la cultura
venezolanas. Dedicación, interés y productividad, por cierto, de data muy
anterior a su mudanza a Venezuela en 1972. En efecto, el prólogo de Rama que
introduce la antología del cuento venezolano preparada por Edmundo Aray
(19ó8) y publicada por la Editorial Arca de Montevideo, fundada y dirigida
por Rama; o su posterior libro sobre Salvador Garmendia (1925), que incluye
trabajos publicados desde 1969 en varias revistas del continente, muesman a
las claras cómo él había venido siguiendo con atención el desarrollo modemo
de la sociedad y la cultura venezolanas, que conoce a sus escritores, grupos y
revistas fundamentales y que tiene un criterio formado sobre sus procesos
literarios. Por cierto, si se pasa reüsta a los autores venezolanos a los que
dedicó mayor atención en sus conferencias y publicaciones -Simón
ll3

CARLos PACHECo y MARISSL'{ OUEVARA SÁNCHEZ
Rodríguez, Rufino Blanco Fombona, Julio Garmendia, José Antonio Ramos
Sucre, Guillermo Meneses, Salvador Garmendia, los grupos sesentistas de
vanguardia, en especial EI Techo de Ia Ballem- no deja de resultar notorio,
aunque natural para quien conozca su interés por las discontinuidades y
rupturas en los procesos literarios, que todos los integantes de esa suerte de
canon de la literatura venezolana fueran innovadores' rebeldes a las
convenciones estéticas y políticas, algunos sólo tardíamente leídos y
aceptados, verdaderos creadores de un lector futuro.
Su integración a la cultura venezolana se produjo también en los ámbitos
de la docencia, especialmente en la UCV en el periodismo, con sus muy
ftecuentes contribuciones cíticas a los diarios EL Nacírrrul,l y EI Universal, y
finalmente como fundador y primer director de la revistaEscriata. Esta revista
académica, establecida en 1976, publicó nabajos de los más destacados
investigadores, cfticos y escritores latinoamericanos, alcanzó reconocimiento
intemacional y, gracias a la tenacidad de Rafael Di Prisco, compañero de
Rama en esta aventura editorial, circuló hasta su número 37, publicado en
1993. Finalmente, las apreciaciones y perspectivas de Rama sobre su relación
a la vez polémica y creativa con el medio intelectual venezolano son
documentadas y debatidas en su Di¿ri¿ 1974'1983' un texto "ni público ni
lntimo" (2001: 33) que, como el epistolario, nos permite apreciar con
impactante ctudeza a la persona detrás de la figura, sus momentos domésticos,
sus dudas y conflictos más secretos.
Probablemente esas experiencias de (des)encuentro cultural y dificultades
para integrarse al medio que él viviera, no sólo en Venezuela, sino en otros
países, y de manera mucho más dura en los Estados Unii65ll, cqntribuyeron a
estimular en Rama su señalado interés por el estudio de la antropología y en
especial por los conflictivos y complejos contactos culturales de doble vía que
lo haían desarrollar sus varios ensayos y su definitivo libro sobre la
transculturación narrativa (1982). %l vez fueron también esas experiencias
las que lo llevaían a meditar sobre las diversos sistemas de poder asociados
secularmente al acceso y control de sucesivos equipos letrados e intelectuales
sobre la cultura ilustrada. tal como termina estudiándolos en su influyente I-a
ciudad btaÁ¿ (1984). Como puede comprenderse entonces' Rama vivió en
Caracas la experiencia atormentada del desencuentro y la conñontación y
también una vivencia gozosa y íiuctífera de la cooperación y la solidaridad que
contribuyó a aproximarlo al e sfuerzo cultwalista por comprender el fenómeno
tr4

Todo P,afia
en toda su compleja vastedad. Valga para cenar el punto la palabra de Tomás
E[oy Martínez, quien fuera testigo de exce¡rción de aquel proceso;
Entre 1975 y 1979 acudí con frecuencia a su apartamento de las Colinas de
Bello Monte, donde los malabarismos de su inteligencia se las arreglaban
para no desoír a los amigos mientras escribía un par de brillantes ensayos al
mes, concertaba las ediciones de la Biblioteca Ayacucho, salía y ennaba de
seis conferencias en Puerto Rico, preparaba las clases
-inolvidables
clases
me han dicho- en la universidad Central de Venezuela, organizaba la
revista Escritura y terminaba enzarzándose en polémicas feroces sobre la
cultura venezolana. No pocas excomuniones le valieron esas polémicas,
porque tampoco era fácil descubrir, bajo la caparazón de sus reproches, las
señales de un amor intenso por el país que lo habla cobijado en el exilio y
que, a la postre, elegirfa como su patria final (1985: XXX).
La Bíblinteca Alarucho, canon lathwamericano 1 latitnanerícanisn
Resultaría imposible comprender el impulso y la orientación que rigieron la
trayectoria intelectual y vital de Ángel Rama, incluyendo la última década de
su üda que aquí nos interesa, sin insertarlas en ese heterogéneo conjunto de
concepciones y propuestas que se denominó lati¡wamericanisnn Producto
derivado del boom que se puso de moda, modalidad ideológica de la izquierda
ilustrada o utopía cultural y política nunca del todo cumplida, esta tendencia
de teoría y prácticas culturales tuvo su apogeo entre los sesenta y los ochenta
del siglo pasado, encuadrando así pelectamente la enpa ueneTolana de Rama.
Inspirado en un principio por el peíodo "heroico" de la Revolución Cubana,
sustentado por las teoías político-económicas de la dependencia y el
subdesarrollo, en el marco amplio de ideas marxistas o socialistas con diverso
grado de radicalidad, orientado por los ideales integracionistas de los países de
América Latina y el Caribe, el latinoamericanisrno se nadujo en múltiples
esfuerzos por investiga¡, documentar y expresar diversas facetas de una ansiada
identidad.la¡noamericana, identidad que se fue haciendo cada vez más esquiva
a medida que se la reconocla dinámica, plural, hererogénea y contrastivá.
Ese cuerpo de visiones y propuestas sobre el continente halló expresión
muy respetable en la obra individual de numerosos escritores, artistas! cíticos
lite¡arios o cientlficos sociales y llegó a concretarse también en la realización
115

C-ARLos PACLECo y MARISELA GUEVARA SÁNcHEz
de proyectos colectivos de investigación, edición y gestión cultural. Algunos
de ellos, como la Casa de las Américas en La Habana, o el Centro de Estudios
Latinoame¡icanos "Rómulo Gallegos" en Caracasl4, alcanzaron gran
influencia y durabilidad al consolidarse institucionalmente. Támbién puede
asociársele, en variable medida, a una serie de revistas como Casa dp kx
Améríca (Roberto Femández Retamar, La Habana),I-rbre (Parls, 7971'1972),
Revisn de Cidca literaria lLtirca¡wricona (Antonio Comejo Polar, Lima),
Escritura (Ángel Rama y Rafael Di Prisco, Caracas), Texto Crítiro (lorge
Rufinelli, Xalapa, México), Hispdrnérí.a (Saril Sosnowski, Maryland) o Punco
de Vísa (Beattiz Sarlo, Buenos Aires); así como a proyectos colectivos de
investigación y documentación como la Hism¡ín socínl de kts literatura
Iatínoa¡eriraws (Alejandro Losada, Suiza), la historia comparada de las
literaturas latinoamericanas (Ana Pizarro, Caracas-Santiago, finalmente
publicada en Brasilia) 15 y el Dcctnario Enciclopedíco dr kts l¿ttas de America
I¿tin¿ (Nelson Osorio, desde la Fundación Biblioteca Ayacucho de Caracas) '
Probablemente el proyecto editorial de mayor dimensión, alcance y
durabilidad desanollado como fiuto de aquel impulso haya sido el repertorio
editorial de [a Biblioteca Ayacucho (B.A.), establecida por decreto del
Presidente Carlos And¡és Pérez el 12 de diciembre de 194, v que arln
continria en proceso de realización. La magnitud continental, históricamente
inclusiva y multidisciplinaria de su espectro, su carácter canónicol6 y
deffnidvo ----€n cuanto a su versión y su edición modema de los textos
seleccionados o preparados especialmente para integrar la colección- y el
aparato complementario de estudios introductorios, notas, variantes,
cronologlas, bibliografías e ilustraciones que lleva cada volumen,
corresponden a un cuidadoso y experto diseño inicial que ha ido nutriéndose
y actualizándose a 1o largo de los años mediante la consulta a distancia o la
realización de reuniones con expertos latinoamericanistas estudiosos de
diversas disciplinas. De los 500 volúmenes originalmente planificados,
aproximadamente 110 fueron publicados o quedaron en preparación bajo la
dirección editorial de Rama. Desde 1983 se ha publicado aproximadamente
otro centenarl. La llamada "colección clásica", objetivo medular del proyecto,
frre descrita por Rama como: "[...] una biblioteca cerrada cifrada en unos
quinientos tomos de 400 páginas aproximadamente que dé a conocer y
mantenga el legado civilizado¡ de América Latina, desde los textos
precolombinos hasta nuest¡os dlas, mediante una selección de autores y de
l6

To¿n Rma
obras fundamentales en las variadas disciplinas de las letras, la fflosofía, la
historia, el pensamiento político, la antropología, el arte, el folklore y otras
materias" (1981: 328-39).
Sobre la inspiración original y el proceso de establecimiento y primer
desanollo de la B.A. existen, naturalmente, diferentes versiones, pero en todas
aparece Rama como factor fundamental. En sus inicios, aquel proyecto de
tanta magnitud debió ser discutido por é1, al poco tiempo de haberse
establecido en el país, con los intelectuales venezolanos más destacados e
influyentes del momento. Sabemos que, luego de fundada oficialmente la B.A.
como institución del Estado venezolano, algunos de ellos integraron junto con
Rama su primera Comisión Editora: José Ramón Medina, Ramón Escobar
Salom, Miguel Otero Silva, Oscar Samb¡ano Urdaneta, Oswaldo Tiejo y
Ramón J. Velásquez. Más adelante, se integrarían a la directiva Pedro
Francisco Liza¡do, Simón Alberto Consalvi y Pascual Venegas Filardo. Todos
ellos tienen el mérito de haber dado acogida, respaldo y continuidad a la
iniciativa, pero es justo destaca¡ en primer término, la labor protagónica del
poeta José Ramón Medina, quien presidió la institución por 27 años y llegó a
se¡ luego de la muerte de Rama, el principal defensor, gestor institucional y
difusor del proyecto; la conribución del narrador Oswaldo Tiejo, quien ocupó
la Dirección Editorial por siete años y, finalmente, la labor del crltico y
ensayista Oscar Rodúguez Ortiz, vinculado a la institución desde 1984 y
Ge¡ente Editorial desde 1986, quien ha desempeñado un papel fundamental
en la continuidad del proyecto hasta el presente. Todos ellos, y muchos otros,
incluyendo quienes han tenido a su cargo la máxima dirección de la
Fundación en años más recientes, en las directivas presididas por Alfiedo
Chacón y Stefania Mosca, han contribuido a la consolidación de la B.A. a
través del tiempo, Es oportuno establecer también el alcance de los aportes de
Angel Rama en su diseño, prog¡ama e impulso inicial.
Tengamos en cuenta, en primer luga¡ la absoluta coherencia de este
proyecto no sólo con las concepciones expuestas y defendidas por Rama a lo
largo de toda su nayectoria intelectual, sino con su efectiva puesta en práctica
en otros proyectos suyos, individuales y colectivos, en diversas esferas del
ejercicio crftico, docente, periodístico, editorial y de gestión cultural. En
efecto, el universo de la cultura latinoamericana en un sentido vasto,
incluyente y multidisciplinario como el que perfila el diseño de la Biblioteca
fue el horizonte elegido muy conscientemente por Rama desde que se
117

CARLos PACHEm y MA¡ISELA CUEVAIA SÁNcHEz
destacaba como editor, periodista y cítico en el Montevideo de comienzos de
los sesenta. Esta superación airosa de las Iionteras nacionales, de las diüsiones
entre áreas o macrorregiones culturales, y también de los linderos lingülsticos
o genéricos, en pos de una imagen íntegra e integrada del subcontinente, no
dejó desde entonces de ser su norte. Además, tal orientación, perfectamente
acorde con el Intinoame¡ícanísno de la época, es concebida siempre, en sus
indagaciones personales y proyectos colectivos, a partir de un enfoque
sistémico y cuhuraluw de la ¡ealidad continental, capaz de articular los
fenómenos lite¡arios y artísticos en general, de cuya complejidad y "espesor"
es plenamente consciente, con el no menos complejo, heterogéneo y plural
entomo social, económico y político.
En coincidencia con esta dirección expansiva, una somera revisión de la
bio-bibliografla ramiana muestra a las claras la amphtud, profundidad y
variedad de su saber, lo que le permitió, como a pocos de sus contemporáneos,
moverse temádcamente, en sus artículos' cursos o conferencias, desde la
colonia hasta la contemporaneidad, atendiendo a los más diversos géneros y
modalidades discursivas; así como desplazarse en la literatura y [a cultura de
uno u ono país de América Latina, como si transitara por la plaza principal de
su ciudad nativa. Ese impulso inclusivo, globalizador, es el que lo llevó por
ejemplo a convertirse en un abanderado del diálogo con Brasil, de la
inte$ación cultural ent¡e los henísferbs brasileño e hispanoamericano, al
igual que a abogar por la incorporación de las múltiples esferas lingüístico'
culturales del Caribe en el conjunto subcontinental. Todo esto ha movido a
algunos autores (Rodrlguez Ortiz en Maneiro [20021; Pelrou, [2001]) a
situarlo vez como el último de sus representantes- en la tradrcrón de
-tal
nuestros grandes intelectuales multifacéticos, integrales e integradores: de
Bello y Sarmiento a Reyes, Henfquez Ureña y Picón-Salas. Eso mismo
condujo a Noé ]itrik a atribuirle el califfcativo de "modemo renacentista", no
descaminado del todo; aunque Rarna, en todo caso, hubiera preferido el de
"renacentista ladnoamericano". Desde este punto de vista, el proyecto de
Biblioteca Ayacucho viene a ser una natural y perfecta concreción práctica del
ideario al que respondieron muchas otras de sus ejecutorias, desde la labor
editorial en la Editorial Arca o al ftente de las páginas literarias del semanario
Marcha de Montevideo, pasando por la fundación y dirección de la revista
Essiana, hasta la participación, ya en los años ochenta, en el esfuerzo
118

Tr¡dc¡ Ranut
coo¡dinado por Ana Pizarro, orientado a produci¡ una modema e integradora
historia de las literaturas latinoamericanas.
Pero hay un elemento que resulta aún más definitivo para indicar con
precisión hasta qué punto fue relevante la participación de Rama en el diseño
y la puesta en marcha de la B.A.. Se trata de un testimonio del crítico
brasileño Antonio Candido (1993), entrañable amigo y compañero de ideales,
concepciones y luchas de Rama, podfa decirse que su contraparte en el
henisferin btasile¡o de la cultura latinoamericana. Expresado al menos en dos
oportunidades (Candido, 1993 y 1997), este resrimonio, evidencia que, de
alguna manera, el proyecto de integración ladnoame¡icana que terminó
siendo posible desde Caracas con la puesta en marcha de la B.A. estaba
elaborándose ya en la mente de Rama como "misión" de vida más de doce
años antes de su venida a Venezuela y catorce antes de establecida B.A.. Estas
son las palabras de Candido:
Cuando en 1960 conocí a Ángel Rama en Monteüdeo, me declaró su
convicción de que el intelectual latinoamericano debería asumi¡ como
tarea prioritaria el conocimiento, el contacto, el inte¡cambio con relación
a los países de América Latina y me manifestó su disposición para
comenzar este trabajo dentro de la medida de sus posibilidades ya fuese
viajando o carteándose y estableciendo relaciones personales. Y esto fue lo
que pasó a hacer de manera sistemática, coronando sus actividades,
cuando, exiliado en Venezuela, ideó y dirigió la Biblioteca Ayacucho,
patrocinada por el gobierno de ese país, proyecto que resultó ser una de las
más notables emp¡esas de conocimiento y íiatemidad continental a través
de [a literatura y del pensamiento. Incluso porque fue la primera vez que
Brasil ffguró en un proyecto de ese tipo y de manera representativa (1997:
287¡ te.
A posteriori, esos catorce años (1960.1974) podrlan ser interpretados
entonces como la sistemática y laboriosa preparación del investigador y del
gerente cultural que sela requerido para la empresa editorial que desarrollaía
en Caracas. O, si se prefiere, las excepcionales condiciones que vivió
Venezuela en los años setenta podrían ser vistas como e[ escenario ideal para
la realización de aquel proyecto largamente meditado, madurado y soñado por
Rama. Lo cierto es que durante esos tres lustros, los ojos del lector infatigable
119

CARLos PAcHEm y MATSELA GUEVA¡A SÁNcHEz
que fue Rama recorrieron miles y miles de páginas, haciendo cada vez más
completo su enciclopédico conocimiento de las literaturas y culturas de
América Latina. Por otra parte, en la mayoría de las piezas del epistolario que
nos inte¡esa, se activa y desanolla la densa red de califfcadas relaciones
intelectuales y humanas que él fue estableciendo también, disciplinadamente,
en aquellos años, en miles de contactos favorecidos por su labor periodística,
editorial, investigativa, docente y cftica. Por todo esto puede decirse, como
evidenciaía carta por carta el repertorio epistolar que investigamos, que la
B.A. terminó por convertirse para Rama en el cumplimiento definitivo de su
autoasignada misión latinoamericanista; en la realización más perfecta de
aquella decisión trascendental que tomara, con Candido como privilegiado y
magnífico testigo, en el crucial encuentro que tuvieran (en Monteüdeo en
19ó0) esos dos adalides, a la vez diferentes y confluyentes, de la aventura
crltica y el diálogo cultural en (de) los dos hemisferios del continente.
Por último, como elemento de interés para medir la relevancia del papel de
Rama, contamos con un artlculo suyo de 1981, cuyo sólo título es ya una
elocuente proclama latinoamericanista: "La Biblioteca Ayacucho como
instrumento de integración cultural latinoamericana". Este texto explica, de
manera a la vez lúcida y sencilla, el proyecto de la B,A., que ya para esa fecha
había publicado más de 80 volúmenes. En primer lugar, establece sus
fundamentos teóricos e ideológicos, enfatizando la necesidad de una
"construcción del pasado" que haría posible la construcción del futuro y
üceversa: memoria y utopla fulguraban así para Rama como los faros
correlativos del proceso de cambio que debía cumplirse en el presente. De
manera semejante, resalta la necesidad de pensar lo latinoamericano desde
dentro, sin aislarse en absoluto del resto del mundo, pero atendiendo, bajo la
inspiración martiana, "a la singularidad latinoamericana". Presenta en
segundo lugar a la B.A. como una respuesta político-cultural al momento
histórico que, a causa de su visión panorámica más amplia, logra superar a sus
ilustres antecedentes. Termina por enunciar los cinco "principios
normativizado¡es" que orientan el desanollo de la colección y que están
regidos a su vez por un "criterio culturalista latinoamericano": 1) máxima
amplitud multidisciplinaria y multigenérica; 2) inclusión de lo multiclasial y lo
multicultural; 3) consideración del aporte de los extranjeros que han dado
cuenta en su obra de diversos aspectos de América Latina; 4) carácter
integrador, ejempliúcado en particular en la especial atención a[ Brasil y al

Todo P@ú
Caribe; 5) máxima pluralidad en la representación de las altemantes y
contrapuestas corrientes del pensamiento continental.
EI epismlarb de Ranla cu¡n D¡ector ljterario de Ia Biblíateca Alantcho (1975-
1983)
Mientras ocupó el cargo de Director Literario de la 8.A., entre 1974 y
1983, Rama cruzó en efecto centenares de cartas con investigadores, crlticos,
escritores, científicos sociales, traductores, editores y dueños de derechos de
autor. Curiosamente, este prodigioso diálogo se produjo en los años
inmediatamente anteriores a la existencia o la populadzación de los sistemas
de procesamiento electrónico de textos, los bancos de datos, las computadoras
personales y portátiles, el fax o el coneo electrónico. Sl bien el trabajo de
Rama es sorprendente de por sí, lo es mucho más por haberse realizado sin la
ayuda de esas tecnologías informáticas y comunicacionales, que lo habrían
facilitado enorrnemente. Eso nos permite comprender por qué el ruido de su
velocísimo y feroz tecleo sobre una anciana Remington que García Márquez
habría califfcado sin duda de "legendaria" o "mítica", se hizo proverbial en las
primeras offcinas de la B.A. en el centro de Caracas. Sin duda, su urgencia por
afianzar y desarrollar el proyecto tan largamente acariciado y preparado, no le
permitla esperar el trámite secretarial y prefela ocuparse él mismo de la
correspondencia, atendiendo personalmente a los múltiples asuntos y detalles
del proceso.
A través de estas cartas (y con la ayuda ocasional del teléfono), Rama se
las arregló así para echar a andar simultáneamente los proyectos de edición de
un irnpresionante número de volúmenes desde los primeros meses de
constituida la B.4.. El valo¡ de este archivo epistolat compuesto
aproximadamente por un millar y medio de piezas, reside en que estas cartas
suyas y las respuestas de sus interlocutores permiten apreciar no sólo el te¡ido
subyacente, la historia menuda y hasta ahora desconocida del desanollo
inicial de la B.A., sino también muchos ot¡os elementos relevantes para
comprender la resonancia de la vida cultural y política de Latinoamérica para
el momento, la manera de pensar de Rama sobre los más diversos tópicos, su
método de trabajo, la impresionante red de conexiones que llegó a establecer
con lo más granado de la intelectualidad conrinental y hasta facetas tal vez
inéditas de su fibra personal.

CARLos PACHECO Y MANSELA CUEVARA SÁNCHEZ
Originalmente, este conjunto se enconüaba organizado sólo en orden
cronológico, pero desde 1988 cada grupo de cartas relativas a un volumen
particular de [a colección fue separado en carpeta independiente. En 2001,
mediante un proyecto de Marisela Guevara aprobado y financiado por la
Fundación, ef repertorio fue copiado e indexado y comenzó a ser estudiado por
ella, Ese estudio es hoy parte cennal de su propuesta de tesis en desanollo en
la Universidad Simón Bolívar. La nueva organización dota a cada libro de su
p¡opio expediente, permidendo reconstruir su proceso de producción y
edición y facilitando en gran medida la Ínvestigación y comprensión del
fenómeno. De acuerdo a esta ordenación, el epistolario se iniciala con la
correspondencia relacionada con e[ volumen No. 2, dedÍcado al C¿nm general
de Neruda, publicado en 196, y concluifa con la carta dirigida el 12 de
agosto de 1983 a Irving Leonard (prologuista) y William C. Bryant (encargado
de la edición, notas y cronología) del volumen 106, que incluye Seis ob¡¿s de
Carlos Sigüerua y Góngora y que fue ffnalmente publicado en sepriembre de
1984. Constituye un largo recorrido epistola¡ con momentos áridos y
momentos apasionantes, pues, si bien el camÍno inÍcial de cada libro es más o
menos simila¡, luego cada uno toma una ruta diferente, en ocasiones
insospechada, que ha debido proporcionar a Rama a la vez los tormentos y los
goces más intensos. La redistribución del material hace posible también
detectar [a ausencia de algunas piezas, lamentablemente exrraviadas, pero
estas ausencias no coartan la secuencia del proceso de cada volumen.
Especialmente en las primeras comunicaciones, cuando la Biblloteca aún
no había publicado ningún volumen ni llegado a ser, como lo serla pronto,
ampliamenre conocida, el Drecto¡ Litera¡io se esmeró en defrnir el proyecto
y en explicar a sus destinatarios (un editor o un familiar poseedores de
derechos, por ejemplo; o un investigador a quien se propone encargarse de la
escritu¡a de un estudio introductorio que será usado como prólogo) la
dÍmensión y las peculiaridades de [a "colección clásica":o. El primer caso es el
de Gonzalo I-osada, dueño de la Editorial Losada de Buenos Aires, a quien
solicita autorización, el 26 de agosto de 1975, para publicar el Canto general de
Neruda y tres obras de Miguel Ángel Asturias (Le¡en¿rrs d¿ C'umawla, El
Señot Presidente '¡ El Alhajadito), tftulos considerados "clásicos
contemporáneos" latinoamericanos que se integraían finalmente al repertorio
con los números 2 y 19:
tzz

Todn RorM
No sé si ya le han llegado noticias de este espléndido proyecto de una
biblioteca latinoamericana que ha decidido patrocinar el gobierno
venezolano. Se t¡ata de un intento de ¡ecoger las grandes obras del pasado
desde el Inca Garcilaso de la Vega y Simón Bolívar en adelante, en
ediciones pulcramente anotadas y prologadas con serios estudios, además
de completadas con cronologías informativas. Pienso que es una excelente
connibución al mejor conocimiento de nuestro pasado, que será de gran
utilidad para los estudiosos y profesores de toda América.
A esta carta, que figura como la primera de la serie, seguirían, en el caso
del volumen dedicado a Neruda, otras 32, hasta que el proceso editorial se
cumpliera enteramente. Muchas de ellas son c¡uzadas con el profeso¡
novelista y cltico chileno Fernando Alegría, quien acepta gustoso encargarse
del prólogo, la cronología y bibliografía de ese volumen. El 12 de diciembre de
1975, Rama le explicaba las caracterfsticas de esos elementos
complementarios de cada volumen según el diseño caractelstico de la
colección:
El prólogo es un ensayo sobre la obra, con un mínimo de treinta cuartillas
mecanograffadas y un máximo de ochenta. Las notas van dedicadas a un
público general -no
de especialistas- y, por lo ranro, son
preferentemente informativas e históricas; en cuanto a las cronologías,
proyectamos al final de cada libro tres columnas paralelas: una dedicada a
üda y obra del autor, otra a su país y a América Latina en ese mismo
perlodo y una tercera, a los sucesos políticos, sociales y culturales del
mundo en los mismos años en cuanto tienen que ver con los procesos de
América y la üda del autor.
En esa misma carta, preocupado ya po¡ comenzar a integrar la red de
colaboradores en cada país latinoamericano, Rama solicita a Alegría "nombres
y direcciones de los muchos chilenos desperdigados por el mundo que podrían
colaborar con nosotros en el prólogo y la preparación crítica de las obras de tu
país". Dos semanas más tarde, Alegría le responde incluyendo, entre oras
informaciones concemientes a su trabajo, una lista con una pri¡nera selección
de posibles colaboradores, todos ellos ya exiliados, que incluye a Nelson
t23

CARLOS PACHECo Y MAruSELA CUEVARA SÁNCHEZ
Osorio, Jaime Concha, Hemán Loyola, Hemán Lavín Cerda y Gonzalo
Roias2t.
En esta gestión de desar¡olla¡ redes con contactos nacionales que actúen
como coresponsales de Rama para obtener y enviar información, reunirse
para seleccionar posibles autores, ediciones o ilustraciones adecuadas y realizar
gesdones ante terceros, se distinguen en Brasil los antropólogos Darcy y Berta
Ribel,ro y el crítico Antonio Candido, todos ellos üeios amigos de Rama,
quienes se convierten en verdaderos embajadores de i B.A. para lograr la
deseada interconexión cultural de los hemisferios latl 'rimericanos. En una
ca¡ta del 7 de julio de 1976, Darcy fube1to y Candido íncluyen una "I-¿st¿ de
20 tíulos l:rlasíbíros para a Biblinteca Alyacurho, a ser discutida pelns errcanegados,
eblnrada por DR e AC". Los primeros diez títulos son de literatura, e incluyen
no sólo el nombre del autor y de la obra propuesta, sino también la sugerencia
de quién podrla escribir el prólogo, a quién pertenecen los derechos si no son
de dominio público, las respectivas direcciones postales y noticias sobre
diligencias ya adelantadas para la posible edición venezolana. Apenas unos
meses más tarde, Rama reportaría muy satísfecho en una carta a Berta Ribeyro
del 15-10-7ó: 'Aunque no lo c¡eas tengo contratados unos veinte libros
brasileños"; y enseguida los enumera (da la impresión que de memoria), dando
noticia de los importantes prologuistas o traductores que ha conseguido para
ellos, concluyendo esa sección con una fiase que trasluce su entusiasmo y
optimismo; "Para empezar no es poco y como tengo toda la hrstoria de la
cultura de Brasil para elegir, puedo seleccionar lo mejor con enorme facilidad
[...1". Los textos listados por Rama coinciden en buena medida, como sería de
espera¡se, con las recomendaciones de sus conesponsales brasileños, ya
aprobadas por la B.A. y asumidas por Rama como suyas. Expresiones como
"tengo contratados", "Walnice Nogueira Galvao me hace el prólogo", "éste
[Antonio Candido] también me prologa", ratiftcan allí hasta qué punro Rama
se tomó el desarrollo del proyecto conro misión absolutamente personal a la
que se dedicó por encima de cualquier otra cosa.
Para dar siquiera una idea de la riqueza del repositorio de cartas, imposible
de comentar en el espacio de este trabajo, añadiremos algunos de los
destinatarios que consideramos más importantes: Noé Jitrik, José Lezama
Lima, Juan Bosch, Margrt Frenk, Glda de Mello, fucaurte Soler, Santiago
Kovadloff Tülio Halpering-Donghi, Juan Carlos Onetti, Alfredo Pareja
Díezcanseco, Haroldo de Campos, André Saint.Lu, Irvin A. Leona¡d, Alberto

Todn Rarr¿
Blasi, Kurt L. lerry, Juan Mejía Baca, Giovanni Meo Zilio, Nora Dottori,
Susana Zanetti, Augusto Roa Bastos, Eduardo Camacho Guizado, Leopoldo
Zea, Benjamín Carrión, josé Luis Romero, Gonzalo Rojas, Alejo Carpentie¡
Mirta A¡lt, Matilde Unutia, Juan Loveluck, Julio Ortega, Jorge Enrique
Adoum, Salvador Bueno, Luis Alberto Sánchez, Juan Gustavo Cobo Borda,
Jorge Lafforge, David Vinas, Cintio Vitier, Guseppe Bellini, Rafael Gutiénez
Girardot, Dardo Cúneo, Antonio Cornejo Polar, Idea Valarino, Aracy
Amaral, Carlos Rama, Julio L¡ Riverend, Sergio Ramírez.
Ahora bien, uno de los aspectos más inte¡esantes que emergen a través de
una reüsión del epistolario es la posibilidad de visualizar el complejo proceso
que implica la producción de cada volumen y, asociada inextricablemente a é1,
la multidimensionalidad de la gestión cumplida por Rama en la que figuraban
múltiples aspectos editoriales, literarios y gerenciales del proceso. Algunas
piezas en especial, como las que intercambia mientras se encontraba de viaje
o ya üviendo en los Estados Unidos con José Ramón Medina, Presidente de la
Fundación, o con Andrés Romero, su asistente en la Dirección Literaria,
muestran no sólo la increíble cantidad de temas y detalles de los múltiples
volúmenes en producción a los que está atento y sobre los que es consultado,
sino también que él continuaba de hecho al Íiente de la colección22. Ediciones
fuentes, hallazgos de manuscritos originales, gestiones de derechos ante
familiares o editores, prólogos y prologuistas, notas, bibliografías y cronologías,
fechas de entrega, ilustraciones de portadas, contratos y pagos, costos de
impresión más ventajosos, p¡ogramas anuales de nuevas ediciones,
reediciones, datos acerca de investigadores y especialistas, equipos de
colaborado¡es por países e interacción con ellos, envío protocolar y
promocional de ejemplares, organización de ¡euniones de expertos; todo esto
es atendido en esas cartas, para perplejidad de quien sepa que
simultáneamente Rama cumplía labores docentes "a tiempo completo",
participaba en seis o siete congresos al año y preparaba diversos artículos y
libros que no tardarían en aparecer en los aúos que precedieron y siguieron a
su desaparición física.
Un último aspecto de los muchos revelados por las cartas que no podemos
dejar de mencionar es el que se vincula con la persona de Rama y la de sus
interlocutores epistolares, con el talante humano que en ocasiones se
transparenta, más allá de las formalidades entre figuras de primer plano en el
mundo de las letras o la academia que son también amigos de conffanza. En

CARros PACHECO y MAIJSETA GUEVATA sÁNcHEz
casos como éstos, la escritura de algunas cartas abandona el pragmatismo de
las realizaciones editoriales para fluir por momentos hacia los espacios de la
reflexión, de la intimidad, hasta de la chanza o la crónica menuda, con la
sabrosura de una conversación entre buenos amigos donde fragor de un
-al
diálogo vivo y vivencial- pueden ventilarse temas como los reveses o los
logros cotidianos o trascendentes de cada uno, las aspiraciones académicas, la
errancia a la que se üo forzado un sector progresista de la intelectualidad
latinoamericana, las asimetfas económicas y políticas de los distintos países;
en ñn, la historia menuda de sus vidas. Es lo que ocurre, por ejemplo, en la
extensa carta a Berta Ribeyro fechada el 15-10-76 que se inicia con estas
llneas: "Confieso que me gusta platicar contigo y las cartas que te escribo son
de las pocas que hago con real placer, como si estuüera allí, mirando hacia
fuera por una ventana y conversáramos apaciblemente los dos, Es como una
amistad larga que se ha hecho un mutuo sentimiento de la visión de cada uno
sobre el mundo y de tener ya muchas cosas vividas al mismo tiempo".
Luego de dos páginas dedicadas a asuntos de trabajo y tras evocar las
dificultades de una pareja amiga cuya separación parece haber afectado a los
hijos, Rama regresa al tono reflexivo e íntimo, para terminar con un pequeño
gesto de humorr
Pero el tiempo es un gentilhombre y ayuda a calmar los sentimientos. Más
incluso que el trabajo, mi querida Berta, pc'rqrre tampoco es cuestión de
€rr.,, )hrse¡ sino de conceder a la propia vid hr que ésta merece y teclama,
su dignidad, su importancia, su valor. El dl. eli que te vea escribiendo tus
libros, con coraje y seguridad, sabré que el tiempo ha hecho su obra y
puedes mirar ya con otros ojos todo el pasado. Para esto es necesario
aprender a quererse, más de lo que tú haces contigo, a saber qué valor se
tiene, a reconocer ese valor en el aprecio de los amigos, en la admiración
de quienes te rodean. No es fácil, pero es el camino./ Ya ves que también
yo he escrito tres páginas. Parecemos dos ociosos, aunque somos dos
trabajadores empedemidos y empecinados.
Esta exploracíón del archivo epistolar de Rama que adelantamos va
revelando así múltiples e insospechados aspectos de nuestro personaje, quien
se multiplica en esas cartas, al asurnir, según sea el asunto, el propósito y el
desdnatario, distintos roles y actitudes que se traslucirán en los variables tonos
tz6

Todo Rana
de escritura, Aparece el editor ejecutivo ocupándose de úrmas de contratos y
cheques ya enviados, el erudito capaz de llamar la atención de algún experto
sob¡e la corrección de una minucia; el perspicaz, seductor y estricto
coordinador académico del proyecto que acierta al elegir y convencer a los
más capaces pa¡a que acepten asumir cada ta¡ea específica y también para
reclamarles luego el exacto cumplimiento; el diplomático negociador que se
las anegla para obtener la cesión de derechos, una colaboración ¿d lumnren o
la aprobación de un plan anual de ediciones; el "trabajador empedernido" que
se encarga de suplir con su propio esfuerzo deffcíencias, errores o retrasos de
otros; hasta quien, en medio de los apremios y fatigas de la cotidianidad, se
permite relajarse con gestos de humo¡. Así, en un liviano portuñol que sólo se
permite en comunicaciones de confianza como ésta, escribe el 15-9-77 a Darcy
fubepo, quien con liecuencia hace bromas sobre su propia importancia, un
amistoso reclamo donde se asume a la vez como Quijote y Sancho:
Extrañé mucho que, en sus declaraciones para "Pasquim", Ud. no dijera
que había convenido conmigo, para cuando lo nombraran Emperador,
designarme gobemador absoluto (o ürrey, si a voce no incomoda) de la
Provincia Cisplatina, cargo que tengo merecido por mis muchos años de
servicio a esto de la locura latinoamericana. Hubiera sido un compromiso
público que me hubiera dado mayores garantías acerca de sus repetidas
promesas de hacerme gobemador de esa ínsula para descansar de estas
aventuras de molinos y gigantes en que hace tanto andamos.
Por lo pronto, el repertorio epistola¡ que reposa en la Fundación B.A.
establece, más allá de cualquier duda razonable, que la intervención de Rama
en el diseño y desanollo de este proyecto fue capital. Thmbién lo fueron sin
duda el compromiso de un nurido gupo de intelectuales venezolanos, la
coincidencia en el tiempo de este proyecto con las favorables condiciones
económicas y políticas la Venezuela de entonces y, en particular, su affnidad
con las políticas culturales del gobiemo socialdemócrata de Pérez. A pesar de
que lamentable, inexplicablemente, el nombre de Rama dejó de aparecer
demasiado pronto, tras su desaparición flsica, entre los créditos iniciales de los
libros de la colección, el alcance y la potencia de su concepción y de su üsión,
el ardor de su "pasión cítica" (Vargas Llosa, 1984: 146; Castillo Zapata, 1990r
10-11) convertida en miles de horas de trabajo, el influjo de su liderazgo
intelectual y su pe¡manente y comprometida invitación hacia la integración
t27

CARLos PACHECO y MARISELA CUEVAIA SÁNcHEz
de América Latina, perfnanecen en ella como un rayo luminoso que la recone
hacia el pasado y hacia el futuro.
Jbdo ello viene a dar respuesta, aunque sea parcial, a la pregunta con la
que el mismo Rama abre uno de los varios prólogos que él mismo escribiera
para la B.A., el dedicado a la Poesía de Rubén Darlo' que reza "iPor qué aún
está üvo" (19; IX), y que le resulta hoy perfectamente aplicable. Mient¡as
en el desanollo de nuestra investigación seguimos empeñados en comprender
el "fenómeno Rama" y su repercusión en Venezuela, concluimos este trabajo
con la impresión de que venezolanos y latinoamericanos no supimos
realmente en aquel momento a quién tenlamos entre nosotros. Empezamos a
damos cuenta años después de haberlo perdido tan repentinamente en aquel
otro vuelo que partió de Mad¡d el 26 de noüembre de 1983 con signo tan
t¡ágico.
Caracas, diciembre 2003-enero 2004
No¡¿s
I Una versión preliminar de este trabajo fue presentada como homenaje a Ángel Rama
a los 20 años de su fallecimiento en el seminario del Cent¡o de Estudios Culturales
y Literarios (CILCAL) de la Unive¡sidad Simón Bolíva¡ el 2ó de noviemb¡e de
2003. Forma parte de un proyecto coniunto de Carlos Pacheco, como parte de una
investigación de más largo aliento, y de Marisela Guevara, como tema de su tesis
de maestía en la USB. La Fundación Biblioteca Ayacucho nos ha concedido
autorización para consultar el archivo Rama y para citar ftagmentos seleccionados
de algunas piezas de su epistolario.
2 Fragmento de una carta &rigida el 17'12'83 por la investigadora y traductora
b¡asileña a And¡és Romero, colaborador de Rama en la Biblioteca Ayacucho, una
de las nume¡osas ¡eacciones a la noticia del fatal accidente, donde fallecieron
también los escrito¡es Jorge lbargüengoitia, Manuel Scorza y Marta Tiaba, esposa
de Rama.
I Aunque en 199 Caracas dejaría de ser en realidad su lugar de residencia, debido a
sus múltiples viajes académicos y a la cada vez mayor formalidad de sus connatos
en va¡ias unive¡sidades estadounidenses, hasta estabiliza¡se como profesor tirular
de la Universidad de Maryland en 1981, Rama mantendrla vivos y muy activos sus
nexos laborales, académicos y periodísticos con Venezuela hasta su muerte en
1983.

Toda RirM
4 La atención que me¡ecía Rama ent¡e los latinoamericanistas de todo el mundo
puede apreciarse en la importancia y cantidad de nabajos sobre su obra que
aparecieron en los años posteriores a su muefte, enne los que pueden destacarse
los de Agusdn Martínez (1983), Jorge Rufinelli (1983), Nelson Osorio (1984),
Mario Vargas Llosa (1984), Jean Franco (1984), Ana María Barrenechea (1985),
Alejandro Losada (1985), Saúl Sosnowski (1985) y Tomás Eloy Martfnez (1985).
Ent¡e los más recientes merccen especial mención el valíoso volumen Ángel Rama
y los eswdbs latiraamericanas, editado por Mabel Moraña (199), varios trabajos
sobre el diálogo de Rama con Antonio Candido, tan relevante para ambos,
incluidos en el lib¡o colectivo sob¡e el círico b¡asileño editado por Raúl Antelo
(2001), así como las contribuciones de Román de la Campa (1993, 1999\ v
Panicia D'Allemand (2000).
5
A efectos de la campaña, los expertos cambiaron su forma de vestir y modemizaron
su aspecto flsico. Impusieron la moda del saco a cuadros, alargaron sus patillas
según la moda joven de la época y lo presenta¡on con una inqueb¡antable son¡isa
en el ¡os[o. El siogan "Ese hombre sí camina', complementado con la íiase: "Va
de íiente y da la cara", enfarizaban su vigor físico y su conducta Íianca y directa,
most¡ando un hombre ágil con una fuerza inagotable, que a pie y sin tregua
recorrla el país de extremo a extremo, y no en automóvil y avión como en verdad
hüo.
ó Por ello, en su último mensaje anual al Congreso Nacional el presidente Caldera
estuvo en capacidad de decir: "Venezuela está madura para manejar directamente
su actividad peÍolera" (Silva Luongo, 2000:649).
7 Es pertinente aclarar que la posición de Venezuela en la OPEP no fue la de aconalar
a las naciones consumido¡as desar¡olladas, sino la de obtener un pago jus¡o y un
trato respetuoso a través de un diálogo que posibilitara la reivindicación de los
derechos y las aspiraciones de modemización de las naciones no desarrolladas.
s En este sentido, hay que destacar el apoyo que brindó la gestión de Pé¡ez a miles de
perseguidos su¡eños. A t¡avés de la figura de huesped qte tenía Venezuela en sus
embajadas, logró rescatar a muchos de ellos de la persecución polftica, la prisión,
la tortura, la desaparición o la mue¡te,
9 Ent¡e las muchas figuras de la vida polltica y académica, las artes plásticas, la
literatura y los medios de comunicación, pe¡tenecientes a distintas generaciones,
que vivieron esta dis),untiva de la hisroria intelectual venezolana mencionarlamos,
sin ánimo de se¡ exhaustivos, a Gustavo Machado, Guillermo Garcla Ponce, Pedro
Gtega Díaz, Luis Miquilena, José Vcente Rancel, Douglas Bravo, Téodoro
Petkoff, Moisés Moleiro, Américo Martín, Pedro Duno, Miguel Otero Silva,
Ludovico Silva, Víctor Vale¡a Mora, Amaldo Acosta Bello, Manuel Caballe¡o,
María Teresa Castillo, Jesús Sanoja Hemández, José Vicente Abreu, Carlos
t29

CA -os PACHECO y MAF.lsEh GUEVARA SÁNCHEZ
Cont¡amaest¡e, Ángela Zago, Gab¡iel Morera, Edmundo Aray, Caupolicán
Ovalles, Juan Calzadilla, F¡ancisco Pérez Perdomo, Orlando Araujo, Eliaín
Hurtado, Juan Antonio Vasco, Gustavo Pereira, Salvador Garmendia, Rafael Di
Prisco, Rodolfo lzaguirre, Alfredo Chacón, Oswaldo Barreto, Alexis Márquez
Rodrlguez, Adriano González L.eón, Pedro l*6n Zapata, Jacobo Borges, José
Ignacio Cabrujas, Rafael Cadenas, Gustavo Arstein, Carlos Noguera, Luis Britto
Ga¡cía, Eduardo Liendo. Algunos de ellos suavizaron sus posiciones ideológicas o
giraron ftancamente a la de¡echa, mienftas or¡os mantuvieron la radicalidad de su
postura. No pocos de ellos interactua¡on con Rama en varios de sus proyectos.
10 Si intentá¡amos una lista de los más distinguidos, sin mayo¡ diffcultad alcanzalamos
medio centenar de nombres de detectable presencia e infujo en nuesno medio
académico, artístico, editorial y ciendÉco. Podemos comenza¡ con los ünculados
di¡ectamente a la investigación y la docencia de la lite¡atura: Ángel Rama, Nelson
Osorio, Hugo Achuga¡ Alejandro Losada, David Viñas, Ana Pizano, Mabel
Mo¡aña, Ana María Fernández, Ángel Vlanoua, Clara Rey de Guido, María Julia
Daroqui, Daniel Divinsky; para segui¡ con los escrito¡es y periodistas como
Gonzalo Rojas, Tomás Eloy Martfnez, Isabel Allende, Mario Szichman, Emesto
González Bermejo, Mary Fenero, Gabriel Rodríguez, Dámaso Ogaz, Manuel
Ruano, Sergio Dahbar, Blanca Sneponi, Alejandro Reig, Jorge Musto o Claudio
tobo; dramaturgos, di¡ecto¡es, acto¡es o c¡lticos teat¡ales como Juan Carlos
Gené, Carlos Jiménez, Ugo Ulive, Luis Chesney, Osvaldo Rodlguez, Juan Del
Preti, Alma lgnani; cineastas como Alejandro Saderman; bibliógrafos como
Horacio Jorge Becco, edito¡es como Hugo Garcla Robles o Beniro Milla, fflósofos
o historiado¡es de las ideas como Ángel Capeletti, Arturo Ardao, Mario
Sambarino, I-eón Rozichne¡ Jorge Gaete o Javier Sasso; críticos plásticos como
Mana Tiaba, lingúistas y estudiosos del discurso como Sergio Ser¡ón, Adriana
Bolíva¡ o Diana Castro de Sasso; científicos sociales como Andrés Serbín, Pedro
Cunill Grau, Juan Carlos Puig, Carlos Sabino, Dardo Cúneo o Daniel Mato;
musicólogos como Valter Guido; músicos como Gustavo tmbascio; diseñado¡es
como Juan F¡esán; publicistas como Marcelo Cosh. Riquianas y psicólogos como
Jorge Goldenberg, Fe¡nando Yur¡nan o Nelly Villiams; cientlffcos como Lázaro
Recht, Enrique Cabañas, Jorge Lebowitz, Oscar Varsavsky, Julián Araoz, Mischa
Cotla¡, Rodolfo Ricabarra, Concepción Balleste¡ Vlctor Perey.ra, Pablo Martín,
Sebastián Salamó, Miguel Kivi, Carlos Aragone, Álvaro Restuccia, Rodolfo
Gambini, Ge¡mán Da Costa, Adela Pelegrino, Reinaldo y Rosa Giudici.
Seguramente muchos lecto¡es venezolanos podlan incrementar sustancialmente
esta lista.
11 Me¡ece la pena destaca¡ por ejemplo, la polémica que sostuvo con el sociólogo
venezolano Oswaldo Bar¡eto en siete a¡tículos publicados enne el 6 de noviembre
130

Todo Rarna
y el 12 de diciembre de 1977 en el dia¡io El Nacúc¡r¿1. Con una presentación
introductoria de Agustín Martínez, las piezas que la componen fueron recogidas
en el boletín TILALC, del Táller de Investigaciones Lite¡arias sob¡e Amé¡ica
Latina y el Caribe de la Unive¡sidad Simón Bolívar (Rama y Baneto, 19g4).
12 Muy cerca está la apreciación del mismo Rama cuando, en su ponderado análisis
del grupo El techo de I¿ BaIIsw, se ¡effe¡e a "el impulso y el Íienesí del momento',
de la siguiente mane¡a: "Sociológicamente estamos en presencia del proceso de
macrocefalia urbana con sus ritmos acele¡ados, o sea del ve¡tiginoso e incomplero
pasaje de la sociedad t¡adicional a la sociedad i¡dustrial, Venezuela, y en particular
la ciudad de Ca¡acas, vivió aprisionada dent¡o de un modelo arcaico y provinciano
durante toda la dictadura de Juan Vicente Gómez, al grado de postergar su acceso
a la modemidad hasta una fecha tan tardla como el ffn de la década del treinta y
ent¡a¡ a ella sin ninguna gradual preparación' (198: 21).
lJ En 1983, pocos meses antes de su muene, la intole¡ancia del gobiemo de Ronald
Reagan a sus ideas, en un renovado brote de macartismo, negó la renovación de
su visa y lo forzó a abandonar su cátedra universitaria en la Universidad de
Maryland y a salir del país el 20 de febre¡o con destino a Pa¡ís.
14 Establecido en 1975, por iniciativa de un grupo de investigadores liderado por
Domingo Miliani y como parte de la política cultural del momenro, el CELARG
fue en su primera etapa un impo¡tante cen¡ro de investigación sobre el conrinente,
de particular relevancia en mi formación miennas fui i¡vestigador allí entre 199
y 1985. Hasta esa fecha aproximadamente, nume¡osos invesrigadores venidos del
su¡ intelactua¡on allí con sus pares venezolanos, cooperando en la formación de
nuevas gene¡aciones. Ent¡e los mayores, deben destacarse Nelson Osorio, Hugo
Achugar, Alejandro Losada y Mario Sambarino. Enr¡e los más jóvenes, Mabel
Moraña, ]orge Gaete y Javier Sasso. A ellos hay que agregar las productivas visitas
de los peruanos Antonio Comejo Polar y Raúl Bueno. Según supe después, debido
a mi interés por sus conocimientos y experiencia como investigadores y a mi
afinidad con ellos, interés y ce¡canía compa¡tida por otros jóvenes colegas de
entonces como Beariz González.Stephan, Javier Lasarte, Mirla Alcibíades o
Carlos Romero, recibimos de parte de algunos compatriotas el curioso apelativo de
"su¡eñistas", C,P
15 Este proyecto colectivo que comenzó a gestarse al menos desde 1980, gracias a la
dedicación y persistencia de Ana Pizano, y dio lugar a reuniones p¡eparatorias €n
Caracas y Campinas y la publicación de las respectivas deliberaciones (pizarro
coo¡d., 1985 y 198) terminó produciendo muchos años después, en Brasil, una
obra de gran magnitud titulada P¿l¿br¿, Iiteratura e cuhura, donde participaron más
de 60 auto¡es (Pizarro, 1995), aunque ya no correspondla en plenitud a los
originales lineamien tos látírca¡r'f'rícanistos de histo¡ia literaria integral, contrasriva
lll

CARros PAcHEco y MARTSELA GUEVARA SÁNCmz
y globalizadora que tuvo el proyecto en su fase inicial. En la ¡eunión de Campinas
(1983), donde tuve el priülegio de participar como sec¡etario ¡elato¡, se me hizo
cla¡o el ostensible liderazgo de Rama sob¡e un califfcado g¡upo de intelectuales
que incluía a Antonio Candido (quien, no obstante su sabia contención, mosfiaba
también un visible ascendiente sob¡e el colectivo), Domingo Miliani, Hugo
Achuga¡ Beatriz Sarlo, José Luis Martínez, Jacques l-eenhardt y Roberto Schwarz.
En las discusiones que, ya en la informalidad del ba¡, se prolongaban en ocasiones
hasta la madrugada, Rama con su energía intacta, era inva¡iablemente la voz
cantante, y hacía gala de su pasión por el alegato, produciendo esa impresión
"radiante", imposible de ser ignorada, que reffere Beariz Sa¡lo (2001: 35). C.P
t6 Este ca¡ácter canónico, al mismo tiempo que su orientación doct¡ina¡ia
latinoam¡icanista han sido establecidos por Augusto Roa Bastos en uno de los
textos m lúcidos escritos sobre este proyecto: "Esta colección define asimismo el
carácte¡ viviente y original de una enciclopedia de nuevo ripo, concebida y
realizada como una antologla de textos capitales (fundacionales), surgidos de las
necesidades históricas, culturales, pollticas y sociales de cada pals, región o
cultura. La Biblioteca Ayacucho, como esta enciclopedia de nuevo tipo, se viene
est¡ucturando en virtud de una convergencia y concentración de sabe¡
inst¡ucción e inte¡comunicación de nuest¡as culturas nacionales, que son el
producto de un proceso histórico complejo sometido a periódicas crisis de
perturbación y ruptura. Su eje doctrinal se sustenta en el pensarniento y en la
voluntad de emancipación, en el designio de una autonomla y libre determinación
efecdvas y verdaderas, que alientan en sus lib¡os cardinales, en las ob¡as de sus
escrito¡es, artistas e intelectuales' (1994: lp).
l El 9 diciembre de 2003 fueron presentados los últimos nueve tftulos editados por la
Fundación durante ese año. Cuat¡o de ellos pertenecen a la colección clásica: el
3 I 3 , hasta ahora el de núme¡o más avanzado, es Ia Obta selccm del c¡ítico Emi¡
Rodríguez Monegal, preparado por Lisa Block de Behar; el 210, Los pasos
recobraúos, es una compilación de los ensayos de teola y c¡ítica literaria de Alejo
Carpentier, preparada por Alexis Márquez Rodrlguez; los volúmenes 208 y 209
contienen una selección de los escritos del boliviano Gabriel René Moreno.
Finalmente, con el No.l79, se entregó la selección Clenros negnsras, debida a
Salvado¡ Bueno, un magnlffco ejemplo de los lib¡os de la B.A. que incluyen
selecciones especialmente preparadas para ella. De la colecciónCl"aues de A¡leriu
se presentaron dos volúmenes compilados especialmente por Horacio Jorge Becco:
Crulica de los paagates (No. 23) y Crórub as de EI Dcnado (No. 24). Finalmente, de
I-d expresión aneriaanq se ennegaron dos selecciones de José Martí preparadas por
Julio Miranda: el epistolario Cartas de anistat, y las c¡ónicas de Nueva York
tituladas Escenas noneamericanas; más la selección de prosas La nrúsira 1 eI itrsro,nte
(No. 26), de Manuel Gutiér¡ez Náje¡a, prepa¡ada por Oscar Rodríguez Ortiz.

Todo Rma
18 Pocos años antes había escrito: "Conocí a Ángel Rama en Montevideo en el
momento exacto en que tomó una decisión que, en el curso de los años, se tornó
una verdade¡a misión. Era el comie¡uo de 19ó0 y me declaró que en lo adelante
haría todos los esfuerzos necesarios pa¡a establece¡ contactos de todo tipo con los
intelectuales de la Améríca Latina. Estaba dispuesto a inte¡cambia¡
conespondencia, libros, hacer reseñas, viajar, inreresarse a fondo por la vida
cultu¡al de nuesro subcontinente" (Candido en Peyrou, 2001¡ 12). El hecho de
que Rama venía meditando el proyecto de una biblíoteca latinoamericana desde
años antes de establecerse en Venezuela nos fue confirmado en entrevista ¡ealizada
el l0-01-04 con los profesores Vilma Vargas y Rafael Di Prisco, quienes desde l9ó
sostuvieron con él asidua relación profesional y de amistad.
19 Entre esos antecedentes, destaca Rama la colección homónima de clásicos
historiográficos desa¡rollada en Madrid en la te¡cera década del siglo n< por Ruffno
Blanco Fombona; la Biblbteca Anwrimtw que preparó Pedro Henrfquez Ureña para
el Fundo de Cultu¡a de México, limitada a texros lite¡arios; finalmente, la cubana
y contempo¡ánea Colección Latinoamerirma de Casa de las Américas, Hoy día,
habría que añadtr la Cokcción Archiuos, desanollada en Parls con Éna¡ciamiento
de la IINESCO, un repertorio bibliográfico sin duda inspirado en la 8.A., aunque
más limitado en su espectro (la literatura posterior a 1900), que ha publicado hasta
ahora una veintena de volrlmenes y se caracteriza po¡ complementar cada uno de
ellos con varios enjundiosos estudios críticos.
zo La llamada "colección clásica" constiruye el repe¡torio medular y más conocido de
B.A. Su ca¡acterlstico diseño con o¡las, fondos negros y la reproducción de obras
plásdcas de distinguidos arristas latinoamericanos, se debe al argentino Juan
Fresán. Además, la B.A. ha ido desa¡¡ollando ot¡as colecciones: Clnues de A¡úrim
es la colección popular o de bolsillo, dirigida al público general y estudiantil.
Incluye, enne otxos textos, versiones ab¡eviadas o antológicas de los autores
clásicos y textos de la vieja crónica latinoamericana. Sus presentaciones son
ensayísticas y va sin apa¡ato cítíco. Itt Expresíón Amerbarla, también dirigida a
públicos más amplios, se concent¡a en biografías, autobiografias, memonas,
ensayos y crónica pe¡iodísrica. Paraleios, distinguida por el uso del plateado sob¡e
el diseño de Fresán, agrupa libros que resulten complementarios a la colección
clásica. Doo¿men¿os, por su pa¡te, ¡ecoge materiales iconográffcos sobre los grandes
auto¡es ladnoamericanos, así como rextos de apoyo refe¡encial. Finalmenre, existe
el proyecto de la colección Flrrro que cent¡a¡á su atención en la obra literaria de
distinguidos autores contempo¡áneos que se p¡oyectan como perÉl delporvenir de
nuest¡as letras.
2l La misiva muesna también ma¡avillosamente cómo el contacto con Rama en B.A.
siryió pa¡a tratar de ayudar a colegas perseguidos en Chile y otros países. Dice
Alegría justo antes de termina¡: "Salen profesores chilenos todos los meses al

CARlos PACHEm y MARISEI-A CUEVARA SÁNCHEZ
exilio. Estamos t¡atando de sacar a Gastón Carrillo -preso
en Ties Álamos
Cated¡ático de Lingúlstica General y Romance, Univ. de Chile, y seía un gran
elemento para colaborar contigo. Entre paréntesis, te agradecería si pudieras
mencionar su nombre a los colegas lingüistas de Caracas para una posible
invitación, ya que se nata de conseguirle este tipo de cosa o un puesto para poder
saca¡lo de Chile si fuera necesarion.
22 Excelentes ejemplos son las extensas misivas que remirc a Romero el 26-02-80 o a
Medina el 30-01-82.
Bibliagaf'ta
Antelo, Raúl ed. (2001) Anttvnín Candíln 1 los estudios latitwanlericanos. Pittsburg:
Instiruto Intemacional de Literatura Ibe¡oamericana.
Aray,, Edmundo comp. (19ó8) Aqtí Varezuch cuert¿. Montevideo: Arca. Prólogo de
Angel Rama.
Banenechea, Ana Ma¡fa. "Rama y la cultura hispanoame¡icana'. Te¡to ctítico 31'32
(1985):309-317.
Campa, Román de la. "Ángel Rama en la coyuntura posmodema". Escituta 35'36
(1993):179-190.
(1.999) "El desafío inesperado de La ciudad lemad{ en su América l-atina 1 sus
canunilades diso¿rsiu¿s. Caracas/Quito: CELARGlJnive¡sidad Andina Simón
Bolívar.
-
Candido, Antonio. "Lucidez ladnoameicxn". Casa de I

To¿o R4tM
Lasarte, Javier (1991) "Prólogo" ala anrologia Cuarmta poetas se balancean Ca¡acas:
Funda¡te/Alcaldfa del Municipio Libertador, pp. 5-20.
Losada, Alejandro. "La contribución de Ángel Rama a la historia social de la lite¡aru¡a
latinoame¡icana'. Caa de kts At¡lericas 1,50 (1985):44-57.
Martínez, Agustín. "Ángel Rama, la tradición culturalista en la crírica literaria
latinoame¡icana". ECO 265 (1983)r 1- 11.
Martínez, Tomás Elov (1985) "ringel Rama o el placer de la c¡l¡ica", Prólogo a la
selección de Ángel Rarna. I-a crltica de kt culcu¡a at Anwrica Intiw. Caracas:
Biblioteca Ayacucho, pp. XXV-XLI.
Maneiro Montiel, Sara (2002) "La mi¡ada heterogénea de un ladnoamericanista a
tiempo completo". Fo¡o sob¡e Ángel Rama con Oscar Rodíguez Ortiz, Carlos
Pacheco y Mirla Alcibíades. Papel literario de EI Nacio¡ul. 10 de noviemb¡e de
200L 2,3.
Momme¡ Be¡nard (2003) PetróIeo glabal l utado nacianal Caracas; Comala.com.
Moraña, Mabel ed. (1997) Angel Ranw ¡ los estudins latinoamericanos. Pittsbvg:
Insdtuto Internacional de Lite¡atura lberoa¡ne¡ícana.
Osorio Tejeda, Nelson. "Ángel Rama y el estudio comprehensivo de la lite¡atura
latinoame¡icana". Prisn¿llCabal 12.13 (1984) : 103.114.
Pérez, Ca¡los Andrés (1975) "Discurso de la nacionalización petrolera" en
http,//r"w"w.La BitBlioteca.com.
Peyrou, Rosario (2001) P¡ólogo a Angel Rama. Di¿¡io 1974-1983. Caracas: Ediciones
Tiilce/Fondo Editorial La Nave Va, pp. 5.28.
Pizarro, Ana coord. (1985) It lieraura latitnamericarw cono Droceso. Buenos Ai¡es:
_
CEAL.
(1987) Haria une histaria de Ia hteratura lathnamericata. México/Ca¡acas: El
C,olegio de Méxicorunive¡sidad Simón Bolívar.
()995) Palabra, Iiteratura e cultura. Btasiliat LNICAMP
_
Rama, Angel (197 5) Salvalor Gatmen¿i4 J h naÍ&tiva informalisa. Caracas: EBUC.
(1977) "P¡ólogo' a Rubén Darío. Poesto. Caracas: Biblioteca Ayacucho, pp. IX-
LXXXX.
(197 8) EI universo sinrlwlico de José Antonb Ranws Sucre. Cumaná: Unive¡sidad
de O¡iente.
"La Biblioteca Ayacucho como insüumento de integración cultural
latinoame¡icana". I-atí¡wawria: Anu¿¡b de Estudíos ltttitwameríc¿nos 14 (1981).
LINAM.
Rama, Ángel (1982) Trarsqiturarión n¿rtatíva et Anerica IAht. México: Siglo xxr.
(19841 It ciudad letr¿l¿. Hanove¡,New Hampshire: Ediciones del Norte.
(1985a1 b críica de It culntra m Ant&ica Latina. Ca¡acas: Biblioreca
Ayacucho.
135

CARLos PAcHEco y MATSELA GUEVARA SÁNcHEz
Rama, Ángel (1985b) Eru¿ros sobre lite¡atura venelokna. Ca¡acas: Monte Avila
Editores.
(198) Antologla de "EI rccho de la bollena". Caracas: Funda¡te.
-............_
Q00l0 Dtai:o 1974-1983. Ca¡acas: TiilcelLa Nave Va.
Rarnr, Á"g.1 y Oswaldo Ba¡¡eto. "Nació¡r/revolución: la polémica Rama Baneto".
TII-AI-C, Bol¿ttn del Tittls de Investigacirnes ljteraritx sob¡e Anerita Latina 1 eI
Caríbe dela lJnivc¡silal Sinwn Boltvar I.2 (1984): 23'44'
Roa Bastos, Augusto (1994) "P¡esentación" en CatáIogo ganeral. Caracas: Biblioteca
Avacucho.
Ruffinelli, Jorge. "Ángel Rama: la carre¡a del c¡ítico de fondo". Escnn¡¡¿ 27 (1983):
123-13r.
Sa¡lo, Beariz (2001) "Antonio Candido: para una c¡ltica latinoamericana" en Ratll
Antelo ed. Annnio Candilo 1 los estudios latinoafllr.rír,ülox Pittsburg: Instituto
ln¡emacional de Literatu¡a Iberoamerica¡a.
Silva Luongo, Luis José (2000) De CíPñan Caxro a Catlos Adrés PAez A899'1979)
Hechos, vivatcias 1 apreciaciott¿s. Caracas: Monte Avila Editores Latinoamericana'
Sosnowski, Saút (1985) "Ángel Rama, un sendero en el bosque de palabras"' Prólogo
a la selección de Ángel Rama. Ut crítica de la cultu¡a e¡ América ltttha' Caracas:
Biblioteca Ayacucho,- pp. IX'XXIII.
Vargas Llosa, Mario. "Ángel Rama: la pasión y la crltica'. PrinallCabtal 12'13
(1984):146-150.
116