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teoria y practica De izq. a der., el crítico<br />
Pierre Restany, Niki y Jean. París, 1983<br />
bién los campos de exterminio. El detalle no<br />
podía ser obviado por un espíritu como el de<br />
Tinguely, lector de Rousseau, marxista en<br />
su juventud y libertario el resto de su vida,<br />
decidido defensor de la fusión entre vida<br />
y arte que predicaron las vanguardias en<br />
general y el surrealismo en particular.<br />
En 1962, en plena Guerra Fría, pocos meses<br />
antes de que se desatara la crisis de los<br />
misiles entre los Estados Unidos, la Unión<br />
Soviética y Cuba, Tinguely realizó una particular<br />
acción en el desierto de Nevada: hizo<br />
estallar su Estudio para un fin del mundo II,<br />
una de sus máquinas autodestructivas que,<br />
en ese lugar y en ese entramado de sucesos<br />
políticos, adquiría un componente crítico<br />
aún mayor. Ocho años después, Michelangelo<br />
Antonioni ubicaría en un paisaje similar<br />
la ensoñación final de Daria, la sesentista<br />
heroína de Zabriskie Point, cuando la chica<br />
ve cómo una explosión arrasa con una<br />
lujosa construcción en medio del desierto<br />
y, de paso, arroja por los aires los diversos<br />
emblemas de la sociedad de consumo.<br />
“Siempre realizo mis máquinas con un<br />
componente humano –decía Tinguely–.<br />
No quiero utilizar el movimiento sólo por<br />
el hecho mismo del movimiento. Quiero<br />
regresar la máquina al hombre.” ¿Qué<br />
pensaría este hombre, fallecido antes del<br />
advenimiento del siglo XXI, frente a los<br />
desafíos de la cultura digital Quizá sus<br />
obras puedan responderlo. ✖<br />
dfernandez@lanacion.com.ar<br />
hora de pensar Friedrich Engels, máquina que integra la serie Los filósofos<br />
fotos Gentileza Museo Tinguely y Niki Charitable<br />
Art Foundation<br />
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