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CREER Y COMPRENDER: 365 reflexiones para un ... - Editorial Clie

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27<br />

de j<strong>un</strong>io<br />

El papel de la ley<br />

«En lugar de esforzarnos por transformar la realidad […] modificamos<br />

la legislación. Incapaces de crear el m<strong>un</strong>do que nos rodea, nos hemos<br />

vuelto especialistas en dictar reglamentos»<br />

Andrés Holguín 310<br />

Bajo la creencia en que el propósito f<strong>un</strong>damental de las leyes y reglamentos es su<br />

obediencia, las diferentes sociedades de la historia humana han pretendido fomentar<br />

la obediencia incrementando y sancionando nuevas leyes <strong>para</strong> reglamentar al detalle<br />

la conducta humana, orientándola en la dirección deseada. Pero esto es <strong>un</strong> sofisma,<br />

al p<strong>un</strong>to que podría decirse que a más leyes, más desobediencia debido, en primer lugar,<br />

a las limitaciones de las autoridades <strong>para</strong> hacer cumplir las leyes promulgadas,<br />

fracasando en la erradicación de la imp<strong>un</strong>idad que fomenta la desobediencia (Ecl 8:11).<br />

En seg<strong>un</strong>do lugar, a que las leyes exacerban ese aspecto <strong>para</strong>dójico y misterioso de la<br />

condición humana que forma parte de lo que Pablo llama «el misterio de la maldad»<br />

(2 Ts 2:7), que nos lleva a sentirnos más impulsados a quebrantar la ley, justo a partir<br />

del momento en que esta es sancionada y promulgada (Pr 9:17; 20:17; Ro 7:7-11). Y<br />

finalmente a que la necesidad de promulgar más leyes es <strong>un</strong> síntoma claro de que la<br />

com<strong>un</strong>idad de turno experimenta <strong>un</strong>a creciente desobediencia en su seno que requiere<br />

de más leyes <strong>para</strong> tratar de frenarla. En realidad, en la óptica divina y en las actuales<br />

circ<strong>un</strong>stancias de la existencia humana, el propósito f<strong>un</strong>damental de la ley no es la<br />

obediencia, sino poner en evidencia el pecado (Ro 3:20; 5:13; 7:7; Gal 3:19; 1 Tm 1:9-<br />

10). La ley es buena porque nos revela la vol<strong>un</strong>tad de Dios y promueve la dignidad, el<br />

respeto y el amor entre los hombres (Ro 7:12, 14-16, 22). Pero nos deja en mala condición<br />

porque no nos da la capacidad <strong>para</strong> obedecerla (2 Cor 3:6; Gal 3:21-22), sino que,<br />

por el contrario, ofrece el contraste <strong>para</strong> adquirir conciencia de nuestros pecados, brindando<br />

a su vez mayor ocasión de manifestarse a nuestra naturaleza pecaminosa dejándonos<br />

por completo convictos ante Dios (Ro 3:19). Reconocer todo lo anterior nos<br />

permite valorar lo hecho por Cristo a nuestro favor al proveernos en sí mismo <strong>un</strong> camino<br />

alterno <strong>para</strong> cumplir de manera perfecta las demandas de la ley, ante nuestra<br />

impotencia <strong>para</strong> hacerlo por nosotros mismos, <strong>para</strong> llegar así a esta convicción:<br />

Así que la ley vino a ser nuestro guía encargado de conducirnos a Cristo,<br />

<strong>para</strong> que fuéramos justificados por la fe.<br />

Gálatas 3:24 nvi<br />

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