phenomena_junio_2014

ALFONS GORINA
Redactor, coordinador y realizador ocasional
del programa de cine La Finestra Indiscreta,
de Catalunya Ràdio. Colaborador habitual
del programa La Tribu, de Catalunya Ràdio.
Ha dado conferencias sobre Woody Allen
y Rodajes catastróficos. Ha colaborado en
programas de radio como El Matí de Catalunya
Ràdio o El visitant, y ha publicado en la revista
Fotogramas.
La leyenda dice que Indiana Jones nació en una playa de Hawai en mayo del 77. George Lucas se recuperaba de la agotadora
experiencia que supuso el rodaje de La guerra de las galaxias y Spielberg de la no menos agotadora Encuentros en la tercera fase.
Lucas le comentó a Spielberg que tenía una idea para un personaje que haría olvidar a James Bond. Lo cierto es que 007 sigue entre
nosotros (¿por qué restar pudiendo sumar), pero también es cierto que entre mis compañeros de generación no había ninguno que
quisiera ser el elegante espía británico: todos queríamos ser el arqueólogo del sombrero y el látigo. La idea de Lucas era simple:
recuperar el espíritu de los viejos seriales de aventuras de los años 30, conocidos por dejar siempre al protagonista en una situación
imposible al final de cada capítulo. No era hasta el siguiente capítulo en que se concluía esa escena para, después, comenzar con otra
historia (de aquí que todos los Indiana Jones o los James Bonds empiecen siempre con una secuencia de acción introductoria, para
después lanzarse a por la siguiente aventura). Y se pretendía introducir a un nuevo personaje: un profesor de arqueología que daría
clases de día y buscaría tesoros mientras seducía bellas mujeres por la noche (la sombra de Bond era alargada, después el personaje
evolucionó) en lo que casi sería un paralelismo con el mundo de los superhéroes, esa doble personalidad que lleva a Indy del traje, las
gafas y el perfecto afeitado a la hora de dar clase, a la chaqueta de cuero raída, el sombrero, la barba de tres días y por supuesto, el
látigo, en el momento de pasar a la acción.
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