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denominarse Betis FC), si el conjunto bético no
disponía de suficientes efectivos para disputar
un encuentro, eran los propios jugadores del
Sevilla los que completaban el equipo y Smith
fue uno de estos afortunados jugadores que
pudieron jugar en dos clubes a la vez. ¡Qué
fútbol tan singularmente maravilloso!
En la temporada 1909/10 llegó al equipo un
joven sevillano, Nicolás Carretero, un hombre
muy importante en la futura vida de Cirilo ya
que de su gran amistad acabaría surgiendo
un acontecimiento muy significativo en la vida
Doña Esperanza y sus amigas se reunían para
hacer las equipaciones de sus esposos o hijos.
Nada de camisetas y calzonas hechas en serie,
equipaciones personalizadas y elaboradas a
medidas por quienes mejor les conocían.
En 1913 Cirilo colgó las botas, aunque seguía
ligado al equipo, acompañándolo en varios de
sus partidos. En esta época de disociarse del
césped y las patadas al balón dejó muchas
cosas atrás, pero seguía acompañado de su
personalidad alegre, chistosa y agradable.
De izquierda a derecha, el árbitro Thompson, Kirkwood, Valenzuela, Romero y Smith (con sombrero).
Segunda fila, De castañeda, Say y García Martínez. Sentados. Lafita, Alba, Wood, Bezart y Mackenzie.
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del inglés, su matrimonio. Cirilo se casó con la
hermana de Nicolás, Esperanza Carretero, y fue
una boda bastante sonada en la ciudad, de la que
incluso aún existen documentos de la pedida de
mano, la ceremonia o el banquete, realizado en
el Pasaje de Oriente, lugar que pocos años antes
había sido testigo del nacimiento de uno de los
clubes más importantes del fútbol español.
¿A qué les cuesta imaginar a las esposas de
Maradona, Tsartas o Palop cosiendo las elásticas
de sus maridos? Pues en aquella bendita época
Durante la Guerra Civil Cirilo paseaba por
los Jardines de Murillo con su bombín inglés,
ajeno a todo aquello que sucedía por las calles
españolas en aquellas oscuras estaciones.
Intentaba desdramatizar toda pesadumbre y
aprensión de la época y así se lo transmitía a
sus hijos. Así, cuando éstos le saludaban o se
despedían desde el balcón de su casa, cuando
Cirilo regresaba o se marchaba del hogar, él
agarraba su bastón y simulaba que les disparaba
en tono jocoso y guasón, mientras sus pequeños
gritaban y caían desplomados entre risas.
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