Oriana Fallaci - Carta a un nino que nunca nacio
Oriana Fallaci - Carta a un nino que nunca nacio
Oriana Fallaci - Carta a un nino que nunca nacio
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
<strong>Carta</strong> a <strong>un</strong> Niño <strong>que</strong> N<strong>un</strong>ca Nació<br />
<strong>Oriana</strong> <strong>Fallaci</strong><br />
No debo ver otra vez a mi amiga. Sus argumentos son la causa de mis pesadillas. Anoche me<br />
invitó a cenar: su marido no estaba, y a ella le pareció <strong>que</strong> se trataba de <strong>un</strong>a buena ocasión para<br />
hablarme de ti. Fue <strong>un</strong>a tortura. Parece <strong>que</strong> <strong>un</strong> físico, el doctor H. B. M<strong>un</strong>son, está de acuerdo con las<br />
opiniones de ella. Incluso el feto, según sus declaraciones, es materia casi inerte, casi <strong>un</strong> vegetal <strong>que</strong><br />
puede extirparse con <strong>un</strong>a cuchara. Todo lo más, puede ser considerado como <strong>un</strong> “sistema coherente de<br />
potencialidades no realizadas”. Según alg<strong>un</strong>os biólogos, en cambio, el ser humano empieza en el<br />
momento mismo de la concepción, por<strong>que</strong> el huevo fec<strong>un</strong>dado contiene ADN, el ácido<br />
desoxirribonucleico, constituido por las proteínas <strong>que</strong> forman <strong>un</strong> individuo. El doctor M<strong>un</strong>son rechaza esta<br />
tesis argumentando <strong>que</strong> también el espermatozoide y el huevo no fec<strong>un</strong>dado contienen ADN: ¿se<br />
pretende acaso considerar <strong>que</strong> el espermatozoide o el huevo son seres humanos? Por otra parte,<br />
alg<strong>un</strong>os médicos consideran el feto como ser humano sólo a partir de la semana vigésimo octava, es<br />
decir, desde <strong>que</strong> puede sobrevivir fuera del útero a<strong>un</strong><strong>que</strong> la gestación no haya llegado a su término. Y<br />
hay antropólogos para quienes ni siquiera el recién nacido es <strong>un</strong> ser humano hasta tanto no ha sido<br />
modelado por influencias culturales y sociales. Casi tuvimos <strong>un</strong>a pelea. Mi amiga se inclinaba hacia la<br />
opinión de los antropólogos, y yo hacia la de los biólogos. Irritada, me acusó de estar del lado de los<br />
curas: ”¡Eres católica, católica, católica!”. Me sentí ofendida. No soy católica, y ella lo sabe. Además, no<br />
acepto <strong>que</strong> los curas tengan derecho a entremeterse en este as<strong>un</strong>to, y ella también lo sabe. Pero no<br />
puedo, de ningún modo, aceptar los principios arbitrarios del doctor M<strong>un</strong>son. Me resisto a comprender a<br />
las mujeres <strong>que</strong> se dejan introducir <strong>un</strong>a sonda como quien toma <strong>un</strong>a purga para eliminar <strong>un</strong> alimento<br />
indigesto. A menos <strong>que</strong>...<br />
A menos <strong>que</strong>... ¿qué? ¿Estoy traicionando mi decisión? Creía sentirme ya tan segura, creía<br />
haber superado tan gloriosamente todas las incertidumbres, todas las dudas... ¿Por qué vuelven, ahora,<br />
camufladas bajo mil pretextos? ¿Acaso por este malestar <strong>que</strong> me produce mareos, por estos dolores <strong>que</strong><br />
me acuchillan el vientre? Debo ser fuerte, niño. Debo tener fe en mí misma y en ti. He de llevarte hasta el<br />
final para <strong>que</strong>, cuando seas mayor, no te parezcas al cura <strong>que</strong> gritaba en mi sueño, ni a mi amiga, ni a su<br />
doctor M<strong>un</strong>son, ni a los policías <strong>que</strong> ataban los brazos de la abuela. El primero considera <strong>que</strong> eres<br />
propiedad de Dios, la seg<strong>un</strong>da <strong>que</strong> perteneces a la madre, y los últimos <strong>que</strong> tu dueño es el Estado. Pero<br />
tú no perteneces a Dios, ni al Estado, ni me perteneces a mí. Te perteneces a ti mismo, y basta. Después<br />
de todo, fuiste tú quien tomó la iniciativa, y yo me equivocaba al creer <strong>que</strong> te imponía <strong>un</strong>a elección.<br />
Teniéndote, no hago otra cosa <strong>que</strong> plegarme a tu imposición cuando se encendió tu gota de vida. No<br />
elegí nada; sólo obedecí. Entre tú y yo, la posible víctima no eres tú, niño; soy yo. ¿Acaso no es esto lo<br />
<strong>que</strong> quieres decirme cuando te abalanzas como <strong>un</strong> vampiro contra mi cuerpo? ¿No es esto lo <strong>que</strong> quieres<br />
confirmar cuando me regalas <strong>un</strong>a náusea? Me siento mal. Desde hace <strong>un</strong>a semana el trabajo me fatiga.<br />
Se me ha hinchado <strong>un</strong>a pierna. Seria terrible tener <strong>que</strong> ren<strong>un</strong>ciar al viaje <strong>que</strong> ya he proyectado, y así<br />
parece haberlo entendido el jefe. En tono casi amenazador me ha preg<strong>un</strong>tado hoy “si podré”, y añadió<br />
<strong>que</strong> espera <strong>que</strong> sí. Se trata de <strong>un</strong> proyecto importante, hecho a la medida para mí. Al jefe le importa<br />
sobremanera, y a mí también. Si no pudiera viajar... . Pero claro <strong>que</strong> iré. ¿Acaso no dijo el doctor <strong>que</strong> el<br />
embarazo no es <strong>un</strong>a enfermedad sino <strong>un</strong> estado normal, y <strong>que</strong> debo seguir haciendo la vida de siempre?<br />
Tú no me traicionaras.<br />
* * *<br />
Ha ocurrido <strong>un</strong>a cosa <strong>que</strong> no preveía: el doctor me ordenó guardar cama. Y aquí estoy, inmóvil.<br />
Debo <strong>que</strong>darme acostada y quieta. No es fácil, ya me entiendes, dado <strong>que</strong> vivo sola. Si alguien pulsa el<br />
timbre, tengo <strong>que</strong> levantarme para abrir la puerta. Y además he de comer, he de lavarme. Para cocinar<br />
<strong>un</strong>a sopa o ir al cuarto de baño me veo obligada a levantarme, ¿sí o no? De la Comida, por ahora, se<br />
ocupa mi amiga. Le di las llaves y viene dos veces al día para traérmela, la pobre. Exclamé: “¡No quisiste<br />
el tercer hijo y ahora te toca adoptar a <strong>un</strong>a adulta!”. Repuso <strong>que</strong> <strong>un</strong>a adulta es mejor <strong>que</strong> <strong>un</strong>a recién<br />
nacida, pues no hay <strong>que</strong> amamantaría. ¿Me crees si te digo <strong>que</strong> mi amiga es buena? Lo es, y no sólo<br />
por<strong>que</strong> viene aquí, sino por<strong>que</strong> ya no habla de a<strong>que</strong>l M<strong>un</strong>son ni de sus antropólogos. Parece,<br />
repentinamente, muy preocupada por el temor de <strong>que</strong> te pierda. No te alarmes: ese peligro no existe. El<br />
médico ha vuelto a examinarme y ha llegado a la conclusión de <strong>que</strong> progresas. La inmovilidad es <strong>un</strong>a<br />
precaución por a<strong>que</strong>llos dolores, <strong>que</strong> atribuye a diversas causas. Has cumplido dos meses y, según<br />
parece, éste es <strong>un</strong> momento muy delicado, por<strong>que</strong> el embrión se convierte en feto. Estás formando tus<br />
primeras células óseas, <strong>que</strong> reemplazan a los cartílagos. Estás estirando las piernas, exactamente como<br />
<strong>un</strong> árbol <strong>que</strong> extiende sus ramas, y también en tus piececillos florecen ya los dedos. Debemos ser<br />
9