De la heteronomía a la autonomía en el concepción de género

DE LA HETERONOMÍA A LA AUTONOMÍA EN LA CONCEPCIÓN DE GÉNERO
Ciro Alfonso Serna Mendoza *
RESUMEN
Se intenta analizar la problemática de Género a la cual se enfrenta la mujer en el mundo actual, a partir
de los conceptos de autonomía y heteronomía. Se involucran los conceptos de J. Brunner, articulándolos
a la temática de género, porque se considera que la discusión que se ha presentado en los últimos años
sobre la situación de la mujer en el ámbito internacional, tiene que ver con la heteronomía a la que ha
sido sometida, y la conquista de la autonomía, entendida esta como la posibilidad de integrarse a la
sociedad con un reconocimiento propio.
“GÉNERO” Término estrictamente gramatical. Hablar de personas o criaturas del Género Masculino o
femenino, en el sentido del sexo masculino o femenino, es una jocosidad (permisible o no siguen el
contexto) a una equivocación. Fowler, Dictionary of Modern English Usage, Oxford.
Palabras Claves: Género, autonomía, heteronomía
FROM THE HETERONOMY TO THE AUTONOMY IN THE CONCEPTION OF GENDER
ABSTRACT
This tries to analyze the problematic of gender that women have to face in the present world, beginning
with the concepts of autonomy and heteronomy. It involves concepts of J. Brunner, leaning to wards the
thematic of gender, because it considers that the discussion has been presented in recent years about
the situation of women in the international environment, has to do with the heteronomy to which they have
been submitted and to the conquest of autonomy, understanding this as the possibility of integrating
themselves into society with proper recognition.
“GENDER” a strictly grammatical Term. To speak of persons or creatures form the male or female
gender, in the sense of masculine or feminine sex, is a yoke (permissible or not continuous with the
context) to a misunderstanding. Fowler, Dictionary of Modern English Usage, Oxford.
Key Words: Gender, autonomy, heteronomy.
* Ec., Esp., Mr., Dr. Docente Facultad de Economía y Administración de Empresas
Universidad de Manizales.- Profesor titular.
1

1. De las teorías de la mujer a los enfoques de género
El Psicólogo y educador norteamericano J. Brunner, en algún momento analizó y criticó los procesos de
enseñanza-aprendizaje al que son sometidos los estudiantes y la educación que se les imparte, en una
sociedad determinada. Para tal efecto, consideró como proceso heterónomo, al tipo de educación
tradicional, centrada en una cultura de transmisión de conocimientos repetitivos, y por ende memorística;
este tipo de educación no permite que la enseñanza y el aprendizaje, trascienda más allá de la
imposición del profesor de sus ideas, no siendo, en síntesis, una educación liberadora; por otro lado,
Brunnner considera que la educación debe centrar sus logros y metas en la autonomía. La autonomía,
será un tipo de educación capaz de formar individuos libres en pensamiento y acción; es decir capaz de
transformar la sociedad en la cual se desenvuelven.
Una educación basada en la autonomía, pretende formar un estudiante capaz de integrarse a la
sociedad, sin que la educación que se le imparte sea repetitiva y memorística, sino por el contrario una
educación que lo forme, como ser humano capaz de ir interpretando su realidad inmediata. Dicha
educación contempla distintos principios pedagógicos, entre los que tenemos: El de perspectiva, basado
en que le educación debe aportar distintas perspectivas, ser iniciador, productor, interactor, ya que cada
una de estas perspectivas le brindan diversos tipos de información sobre su aprendizaje y la calidad del
mismo.
También está el principio de autotelia; tiene que ver con la automotivación intrínseca que debe tener todo
aprendizaje, de tal manera que se atraiga el interés del educando sin imposiciones externas. El principio
de participación, permite que el educando se involucre en el proceso enseñanza-aprendizaje, de manera
participativa. El principio de la contextualización socioeconómica y cultural del aprendizaje, con lo cual
se busca que se adquieran una conciencia crítica y una noción de pertenencia frente a la realidad en la
cual se halla inmerso el individuo.
Existen otros principios como son el de integración, el reflexivo y el productivo, los cuales buscan que en
el proceso enseñanza-aprendizaje cuestionen y produzcan un cambio del estudiante al confrontar su
realidad inmediata. Finalmente J. Brunner, critica la educación tradicional porque considera al estudiante
deóntica y epistemológicamente un minusválido mental. Para tal efecto, considera que para superar las
situaciones anteriores se debe generar un espíritu de aforo, en el cual se debe establecer las
negociaciones culturales que permitan involucrar los principios pedagógicos enumerados. Sólo de esta
manera, se podrá presentar el tránsito de la heteronomía a la autonomía.
Esta presentación de las ideas de J. Brunner, las he incorporado a la temática de género, porque
considero que la discusión que se ha presentado en los últimos años sobre la situación de la mujer en el
ámbito internacional, tienen que ver con la heteronomía, entendido este como la posibilidad de integrarse
a la sociedad, pero con un reconocimiento que recoja los principios pedagógicos establecidos
anteriormente, y que posibiliten el tránsito de la heteronomía a la autonomía.
Por tal motivo, se puede afirmar que las distintas discusiones y reflexiones alrededor del concepto de
género se han ido desplazando de una heteronomía a la autonomía de la mujer, como ser humano con
amplias potencialidades transformadoras de la realidad. En este sentido, las distintas teorías de género
tienen una evolución de lo heterónomo a lo autónomo.
De ahí, que la década del 70 sea el espacio en el cual se instauren los estudios sobre la mujer, sobre
todo en ámbitos académicos formales. Surgen desde el ámbito de las ciencias sociales, diversas
reflexiones sobre la mujer y su papel en la sociedad. Pero se descubrirá que toda discusión que se
aborda sobre el papel de la mujer en la sociedad, está permeada por un proceso de invisibilidad, es
decir, no aparece representada claramente en la sociedad, debido a que la lectura social que se hace es
endrocéntrica y etnocéntrica.
Esto quiere decir, que el mundo en el que se mueven las mujeres está dominado por lo masculino y
desde lo masculino (proceso heterónomo) y en una óptica de la cultura dominante occidental.
2

Obviamente esta mirada social del papel de las mujeres irá a marcar roles, que se estudiarán desde
distintos campos de las ciencias sociales.
Por ejemplo, el evolucionismo darwiniano, y el neoevolucionismo marcarán estereotipos en el cual el
hombre quedará definido como activo, competidor y con impulsos sexuales, (se le reconoce autonomía)
y la mujer como inactiva, encargada para la crianza de los niños y dominada por los hombres (se le
impone una heteronomía); lo cual implica que las mujeres tendrán un rol de subordinación.
Obviamente, es de esperarse que en los distintos campos académicos se empiece a cuestionar esta
mirada y lectura social que se hace de la mujer, sobre todo a finales de la década de 1970.
La primera de tales reacciones, surge en el sentido que las mujeres en el planeta tienen diversas
vivencias, historias y posiciones distintas de acuerdo con su pertenencia étnica, lo cual hace que no se
pueda hablar de un universalismo en el concepto de mujer.
En esta discusión emergerán distintas posiciones ideológicas, algunas de las cuales emergen desde el
marxismo. Distintos teóricos marxistas, reconocen que no es posible pensar ahistóricamente la posición
de las mujeres puesto que algunos fenómenos, con la colonización y el capitalismo, influirán en el lugar
que ellas ocupan en la esfera social.
Por esta razón “se da inicio a una amplia polémica que pondrá en esencia la necesidad de superar las
nociones universalistas y esencialistas y que hará comparecer el tema de la ghettización de los estudios
de la mujer. Este proceso de reflexión dará lugar al surgimiento, en la década de los 80, de los estudios
de género”. 1
La aparición de los estudios de género, en la década de los 80, fue producto de una ruptura
epistemológica, de cómo se había entendido la posición de la mujer en las distintas sociedades
humanas. Esta nueva conceptualización, propuso la idea de la invariabilidad al considerar que la
interacción de hombres y mujeres en la sociedad, son el producto de una construcción cultural, lo cual
hace que cada lectura que se haga de hombre y mujer variará en cada sociedad y en cada cultura.
La década del 80, plantea el concepto de género, y con ello lo que podría ser una fuerte discusión entre
la heteronomía de la mujer y la autonomía.
El concepto de género, es pensado en términos de diferenciarlo del sexo. El sexo apunta a rasgos
fisiológicos y biológicos de ser macho o hembra y el de género a la construcción social de las diferencias
sociales, que se adquieren a través del aprendizaje cultural.
El sexo se hereda, en tanto que el género es un constructor que se da en la interacción de un
aprendizaje cultural.
Con el concepto de género se pretende abordar la discusión de la mujer desde una perspectiva más
autónoma antes que heterónoma. Entre las autoras que han establecido estas diferencias están S.
Ortner, quien desde el “Simbolismo genérico” expondrá que son las ideologías de género las que
determinan que hombres y mujeres estén en condiciones distintas. En la sociedad y definido por un
patrón cultural, dirá Ortner la mujer aparece mas encerrada en lo biológico, que los hombres, los roles
sociales de las mujeres están asociados a la naturaleza, por estar dedicadas a la crianza y el rol del
hombre está en lo político. Los planteamientos de S. Ortner fueron criticados en su momento por su
etnocentrismo, y por suponer que en todas las sociedades existe la dualidad doméstico-público. Aunque
el gran aporte de la autora es la de distinguir el conjunto de roles que se le han asignado tanto a
hombres como a mujeres: A las mujeres un rol heterónomo, y el hombre un rol autonómo; solo al
hombre, parodiando la concepción bruneriana se le permite la cultura de foro, es decir una acción
dialógica, en tanto a la mujer una acción de subordinación.
1
MONTECINO, Sonia. Devenir de una traslación: De la Mujer al género, o de lo universal a lo particular. Apuntes docentes.
Universidad de Chile, página 9.
3

Los planteamientos de S. Ortner, serán rebatidos por la antropóloga E. Leacock, quien haciendo una
interpretación de sentido desde el marxismo y en especial desde los planteamientos de Engels, dirá que
el status de la mujer no depende de su rol de madre, sino de su acceso a los recursos y a las
condiciones de su trabajo, tanto como a la distribución de los productos de su trabajo. En el estudio de
las mujeres, se tendrá que tener en cuenta, dice la autora, las relaciones de producción toda vez que
estas relaciones son importantes para atender las jerarquías socioeconómicas y sexuales. Esta posición
ha sido criticada, por establecer que no se pueden generalizar los efectos de la transformación capitalista
en la mujer.
Sin embargo, tanto los estudios de Ortner y E. Leacock, abordan una lectura interesante de cómo la
mujer fue siendo relegada, a determinados roles, al establecerse la división internacional del trabajo.
Con el concepto de división internacional de trabajo, se definen los modelos de desarrollo.
Al dividirse el planeta en dos grandes bloques (Norte, Sur) países intensivos en mano de obra y países
intensivos en capital, las mujeres de cada uno de estos países quedaron aprisionadas por esta división y
los modelos de desarrollo definirán directrices en este sentido; lo cual hará que en un momento
determinado se confundan crecimiento económico con desarrollo económico.
2. Crecimiento Heterónomo y Desarrollo Económico autónomo.
América latina, ha tenido un tránsito desde 1950 por distintos, modelos de desarrollo, que en algunos
casos no han consultado ni priorizado, el papel relevante que juega la mujer en la sociedad.
Por un lado, tenemos una estrategia de sustitución de importaciones que surge en la década de 1950,
como una alternativa de desarrollo endógeno, de América Latina, y que rompieran con la importancia
creciente de bienes de capital. Para esta década, la estrategia de sustitución de importaciones centra sus
preocupaciones en aumentar la producción de bienes y servicios para América latina, no considerándose
el desarrollo humano de la mujer como un aspecto preponderante. Durante este período, la
preocupación estuvo centrada en mejorar la producción interna para hacerla competitiva en el exterior.
Ahora bien, durante el período 1950-1970, paralelo al modelo de sustitución de importaciones, se
instauró la política demográfica para América latina consistente en bajar, la tasa de natalidad.
Obviamente que fue la mujer, quien tuvo que poner la cuota de sacrificio más alta, para que se pudieran
presentar dicha transición demográfica.
Para la década de 1980, se presenta el proceso de ajuste estructural. En 1982, estalla la crisis
económica, como consecuencia del agotamiento teórico del modelo de sustitución de importaciones, y la
alta concentración de la riqueza, enmarcado dentro de una recesión económica mundial, así como la
crisis de la deuda externa de los países latinoamericanos. El ajuste estructural implicó que la población
latinoamericana pagara un costo social muy alto. La pobreza aumentó, las tasas de desempleo tuvieron
un crecimiento alto, y se presentó un desaceleramiento de las economías latinoamericanas. Por eso, se
ha afirmado, que esta fue la década del desarrollo perdido. Para la mujer latinoamericana esta década
solo trajo empobrecimiento y un afianzamiento de la heteronomía, más que de autonomía.
En la década de 1990, el modelo de desarrollo latinoamericano está influenciado por los planteamientos
de la CEPAL, en su tesis sobre la transformación productiva con equidad social y sustentabilidad
ambiental. Este enfoque concibe que las políticas destinadas a las mujeres deberían concebirse como
iniciativas orientadas a lograr el cambio social y cultural y no sólo como acciones dirigidas a alterar el
comportamiento de una o más variables. Por otra parte, considera que para formular una política de
género hay que contar con diagnósticos, indicadores y estadísticas que permitan decisiones y formular
planes coherentes, para lo cual es necesario desarrollar metodologías adecuadas.
4

3. De la Heteronomia a la Autonomía en el caso Colombiano.
El tránsito de la heteronomía a la autonomía en la concepción de género en Colombia, ha tenido como
requisito fundamental establecer la búsqueda entre hombres y mujeres, en los espacios formales de la
ley, en todas las dimensiones de la vida cotidiana.
Dicha búsqueda, en la equidad de género involucra todos lo campos de la actividad humana: El político,
el económico, el social, el cultural y el legal. La situación de la mujer colombiana ha mejorado
significativamente durante los últimos cuarenta años. La participación de la mujer en el sector educativo
ha sido importante, la matrícula femenina se ha equiparado a la masculina en todos los niveles,
incluyendo la universidad. También aumentó la participación de la mujer en el mercado laboral.
Entre 1970 y 1990, el crecimiento de la población masculina económicamente activa fue de 61.6% y la
femenina de 68%. De los 3.18 millones de personas que entraron al mercado laboral entre 1976 y 1991,
el 54.4% fueron mujeres. Las mujeres pasaron de representar el 37% al 43 % de la población
económicamente activa entre 1976 y 1991. De otro lado, las mujeres fueron factor decisivo en la
transición demográfica que ha vivido el país.
Entre 1950 y 1990 el número de hijos por mujer se redujo de 6.7 a 3.3. No obstante los anteriores logros,
persisten aún problemas críticos que afectan a la población femenina. Las posibilidades son más
limitadas para las mujeres y no se valora suficientemente su contribución social. La relación desigual
entre los sexos, conocida como subordinación de género, incide negativamente en las mujeres: Las hace
vulnerables, obstaculiza su pleno desempeño y desconoce el valor de su trabajo.
En la práctica esto se traduce en que las mujeres no son reconocidas como ciudadanos con plenos
derechos. Esto muestra que todavía existen escenarios heterónomos en los cuales se desenvuelve la
mujer.
Estas condiciones heterónomas para la mujer colombiana se presentan en los siguientes aspectos: En el
ámbito de la pobreza; La incidencia de la pobreza se presenta fundamentalmente en los hogares con
jefatura femenina. El 43% de los hogares pobres, con jefatura femenina tienen niños menores de 7 años.
La Pobreza es más crítica en el sector rural. En 1991, el 37.6% de la población económicamente activa
rural era femenina y sus ingresos eran inferiores a los de los hombres; las mujeres rurales predominan
en los niveles más bajos de ingresos. El 37.5% de las mujeres jefes de hogar son propietarias, en
contraste con el 53% para los hogares con jefatura masculina y los ingresos familiares de las primeras
son el 19% más bajos que en aquellos con jefaturas masculinas.
En Colombia, el desempleo es mayor para las mujeres, mientras que la tasa promedio de desempleo en
los últimos quince años para los hombres fue de 8.4%, para las mujeres fue de 13.5%. El problema es
mucho más serio para aquellas entre 25 y 35 años con educación media incompleta y afecta en mayor
proporción a las mujeres pobres. Para 1992 el 58% de los desempleados del país eran mujeres: de ellas
el 84% pertenecían a los grupos más pobres. Las mujeres colombianas percibían ingresos inferiores a
los de los hombres. El salario femenino frente al salario masculino era 32.7% inferior en 1984 y 29.5%
inferior en 1992.
En 1992, mientras la mayoría de los hombres (65%) laboraban en el sector formal, la mayoría de las
mujeres se concentraban en el sector informal (62%); las mujeres colombianas han ingresado al mundo
laboral sin que su carga de trabajo doméstico haya sido modificada, lo que trae como consecuencia que
la mayoría esté sometida a una doble jornada.
Durante los últimos diez años la esperanza de vida de las mujeres al nacer aumento 2.5%, en tanto que
entre los hombres mejoró en 1.8% años. En 1991, el 37% de las muertes de las mujeres colombianas
fueron ocasionadas por causas obstétricas directas y el 25% se debieron a toxemia durante el
embarazo.
Otros problemas de salud que requieren especial atención son la prevalencia del aborto y el embarazo
precoz. En 1991, a pesar del sub-registro, se reportaron 78.000 casos de aborto. El 21% de las jóvenes
5

entre 15 y 19 años inician su actividad sexual con alto riesgo de embarazo y el 63% no usa ningún
método anticonceptivo. La reducción de la fecundidad no se ha dado de manera homogénea. Las
mujeres pobres con menor educación continúan teniendo más hijos: En 1985 cuando la tasa nacional de
fecundidad era de 3.2 niños por mujer en edad fértil, la de las mujeres no pobres era 2.0, la de las
pobres 3.7 y la de aquellas en condiciones de miseria 4.5.
La violencia generalizada que afecta al país, afecta a hombres y mujeres. Las mujeres están sometidas,
en particular a altos índices de violencia doméstica.
La información sobre violencia intrafamiliar en Colombia es insuficiente. Un estudio reciente señala que
el 19% fueron golpeadas y el 9% forzadas sexualmente. Entre 1992 y 1993, uno de cada cinco casos
registrados por el Instituto Forense de Bogotá como lesiones personales, era por violencia conyugal. Los
casos pueden ser mucho más numerosos si se tiene en cuenta que solo el 7% de las mujeres denuncian
estos atropellos.
Este panorama, muestra cómo en el caso colombiano la mujer todavía no ha podido lograr su plena
autonomía. Todavía persiste la heteronomía y habrá que trabajar mucho para dar el tránsito de lo
heterónomo a lo autónomo.
En la investigación titulada “¿Equidad de Género? ¿Equidad Social? Una Mirada Desde la Educación y
el Trabajo”, realizada por el Observatorio de Coyuntura Socioeconómica, del Centro de Investigaciones
para el Desarrollo, de la Universidad Nacional, se establecen algunas relaciones entre heteronomía y
autonomía en la concepción de género. Entre cuyos planteamientos encontramos los siguientes:
“Sin olvidar que el acceso a la educación superior sólo concierne a poco más del 10% de la población
nacional en edad de trabajar (12% en 2001), es interesante anotar cómo la participación de las mujeres
en la matrícula de educación superior creció fuertemente en las décadas de 1970 y 1980: Del 23% en
1965 pasó al 36% en 1975 y al 49% en 1985 2 . Ya en 1990, eran más de la mitad de los estudiantes
universitarios (52%). Los efectos de la crisis económica se sienten entre 1997 y 2000, cuando disminuye
el ritmo de crecimiento de la matrícula universitaria. Entre 1994 y 1997, la matrícula femenina crece más
que la masculina y sucede lo contrario entre 1997 y 2000. El 75% de los matriculados en la educación
superior estaban en programas de educación universitaria. La educación tecnológica, con el 16% de los
hombres y el 15% de las mujeres en 1994, tiende a disminuir. En educación técnica profesional estaba
matriculado tan sólo uno de cada 20 estudiantes en educación superior.
A lo largo de las dos últimas décadas, las mujeres tienden a diversificar sus opciones profesionales,
rompiendo con la antigua concentración en áreas consideradas femeninas, pero subsisten diferencias de
género significativas. En 1994, la preferencia de las mujeres se orientaba hacia Economía, contaduría o
afines, área que agrupaba al 33% de las matriculadas; la segunda área en importancia era Ciencias de la
Educación, con el 20%, seguida por Ingeniería, urbanismo, arquitectura y afines con el 16% y por
Ciencias de la Salud con el 12%. Para el año 2000, se observan pequeñas variaciones: Aumenta la
participación de las mujeres en Ingeniería y afines al 18%; disminuye en Ciencias de la Educación (de
20% en 1994 a 15%), aumenta en Ciencias sociales (del 13% al 15%). Las Ciencias de la Salud y las
Ciencias de la Educación siguen siendo áreas mayoritariamente femeninas (las mujeres representan
más del 65% de los matriculados): Éstas han sido tradicionalmente asociadas con las “actividades de
cuidado” que se atribuyen a las mujeres, es decir, todos los cuidados personales y de atención a los
menores, enfermos, ancianos, etc. En cambio, las áreas de Ingenierías y Agronomía, veterinaria y afines
tienen una participación mayoritariamente masculina.
2 VALDES Teresa y Gomariz Enrique, Mujeres Latinoamericanas en Cifras: Colombia, Instituto de la Mujer,
Ministerio de Asuntos Sociales de España y FLACSO, Santiago de Chile, 1993.
6

GRAFICA 1
MATRÍCULA EN EDUCACIÓN SUPERIOR POR SEXO, SEGÚN ÁREAS
DEL CONOCIMIENTO
1994 Y 2000
No más del 5% de los matriculados en educación superior adelantan estudios de posgrado: El porcentaje
más alto para ambos sexos se encuentra en las especializaciones, cuya oferta aumentó
considerablemente en la última década. El acceso a maestrías es bajo y a doctorados ínfimo. La
reducción del número de inscritos en maestrías y doctorados afecta sobre todo a las mujeres. En 2000,
el 72% de los 345 doctorandos del país eran hombres.
En el campo educativo, podemos destacar cómo el acceso de mujeres y hombres a los distintos niveles
educativos tiende a equipararse, con ligeras ventajas para las mujeres en la educación secundaria y para
los varones en los niveles más altos de la educación superior. A pesar de progresos claros en el acceso
a la educación, subsiste una brecha social que excluye a un porcentaje alto del acceso a la educación
secundaria y superior, y que afecta de manera desproporcionada a la población por fuera de las
cabeceras.
En 1992, el DANE registraba 1.111.390 personas desocupadas en todo el territorio nacional; en 2001, la
cifra había aumentado a 2.845.996 personas. En nueve años, el número de desempleados se multiplicó
por 2.5 mientras la población ocupada sólo se multiplicó por 1.2. A nivel nacional, la tasa de desempleo
masculina subió del 5% en 1992 al 12% en 2001; mientras la femenina pasó del 12% al 19%. La tasa de
desempleo para las mujeres en cabeceras urbanas aumentó del 12% al 20%; para las mujeres en el
resto pasó de 11% a 15%.
Las tasas de desempleo más altas las tienen las mujeres de 12 a 24 años, seguidas por las mujeres de
25 a 35 años. En todas las edades, el aumento en la tasa de desempleo femenina supera
desproporcionadamente el aumento en la tasa global de participación. Si comparamos por nivel
educativo, encontramos que las tasas de desempleo más altas las tienen las mujeres con secundaria
completa e incompleta. En las cabeceras, las siguen las mujeres con estudios universitarios incompletos
y hay que notar igualmente cómo las mujeres con estudios universitarios completos, el grupo más
protegido del desempleo, duplica, sin embargo, su tasa de desempleo.
7

FUENTE: Cálculos OCSE con base en DANE – ENH
Con respecto al estado civil, las más altas tasas de desempleo las tienen las mujeres solteras y en unión
libre. Es probable que el mayor desempleo de las primeras se deba a su juventud –puesto que son las
más educadas- y el de las segundas a su menor nivel educativo. En efecto, en 1992 en las cabeceras, el
81% de las mujeres en unión libre económicamente activas, no supera la secundaria incompleta,
mientras ocurre lo mismo con sólo el 55% de las casadas y con el 72% de las separadas. En el resto del
país, la tasa de desempleo de las solteras es la más alta y la de las mujeres unidas casi se triplicó, lo
cual debe estar relacionado con el incremento de la violencia, el desempleo masculino y la pobreza rural.
Al pasar del campo educativo al campo laboral, las desigualdades de género se hacen más evidentes,
siendo su principal síntoma el aumento desproporcionado de las tasas de desempleo femeninas. La
creciente participación laboral de las mujeres obedece a por lo menos a dos lógicas opuestas: Mientras
en los sectores más deprimidos es una manera de responder a las necesidades económicas de hogares
empobrecidos, en el extremo social opuesto, esta participación responde a una búsqueda de realización
profesional y de promoción económica de las mujeres.
La informalidad, la línea de pobreza y la línea de indigencia son indicadores del grado de desigualdad
social que pueden complementar el panorama anterior referido al mercado de trabajo y a los ocupados.
La población nacional por debajo de la línea de pobreza pasó de 20.455.241 a 24.718.539 entre 1992 y
2000. El porcentaje de personas en situación de pobreza es mucho más alto en el resto que en las
cabeceras: en 1992 eran el 78% y en 2000 son el 83% mientras en las cabeceras, estos porcentajes
eran respectivamente del 48% y el 51%. La distribución de la pobreza entre mujeres y hombres es
relativamente pareja: Las mujeres constituyen el 51% de las personas en situación de pobreza a nivel
nacional. Por su parte, la población por debajo de la línea de indigencia pasó de 9.439.863 personas en
1992 a 9.727.8047 en 2000. La indigencia también estaba repartida por igual entre los sexos: en 2000,
una de cada cuatro personas estaba en situación de indigencia. Como la pobreza, la indigencia tiene una
incidencia mucho más alta en el resto que en cabeceras: en 2000, en las cabeceras, 16% de las mujeres
y de los hombres eran indigentes mientras en el resto, lo eran el 45% de las mujeres y el 42% de los
hombres.
Los estudios sobre las relaciones de género en los sectores populares urbanos en América Latina han
destacado en los últimos años el aumento de la “jefatura femenina”. En Colombia, el tema ha sido objeto
de políticas públicas importantes 3 y ha dado lugar a discusiones políticas y metodológicas en el campo
feminista 4 . El desplazamiento masivo y la violencia en general han incidido en el incremento del
fenómeno en Colombia 5 . Varios estudios documentan el papel de las mujeres populares en el
sostenimiento de sus hogares, su rol como proveedoras principales de hecho o como co-proveedoras
cuyo aporte económico es decisivo para asegurar la supervivencia de la familia. Los datos analizados
permiten asociar el aumento de la jefatura femenina con un aumento en la informalidad, la pobreza y la
indigencia.
3 En el capítulo 43 de la Constitución Política se establece el compromiso del estado colombiano con las mujeres
cabeza de familia y se aprueba en 1993 la Ley 82.
4 FUENTES Lya Yaneth, Políticas públicas dirigidas a las mujeres jefas de hogar en Colombia. 1990-1998, Tesis
de grado, Maestría en Estudios de Género, Mujer y Desarrollo, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 1999.
5 MEERTENS Donny, “Desplazamiento forzado y género: Trayectorias y estrategias de reconstrucción vital”, In:
CUBIDES Fernando y DOMINGUEZ Camilo, Desplazados, migraciones internas y reestructuraciones territoriales,
Bogotá, Observatorio Sociopolítico y Cultural, CES, Universidad Nacional, Ministerio del Interior, 1999, pp. 406-
454.
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FUENTE: Cálculos OCSE con base en DANE – ENH
En 1992, había 1.485.496 mujeres jefas de hogar; en 2001 eran 2.728.705. En las cabeceras
municipales, las mujeres jefas de hogar pasaron de representar el 23% del total de jefes de hogar al
31%; en el resto, pasaron del 13% al 18%. La tasa global de participación de las mujeres jefas de hogar
aumentó entre 1992 y 2000: En las cabeceras, pasó de 57% a 63%; en el resto, de 47% a 53%. La tasa
de desempleo también se incrementó, pasando de 5% a 12% en las cabeceras; y de 3% a 8% en el
resto. En las cabeceras, los porcentajes más altos de mujeres jefas de hogar se encuentran en los
niveles educativos más bajos: En 2001 son el 46% de los jefes sin educación y el 36% de los jefes con
primaria incompleta.
En 1992, el 50% de los jefes de hogar varones eran informales y ocurría lo mismo con el 56% de las
mujeres jefas; estos porcentajes se incrementan a 57% y 60% respectivamente en 2001. Si examinamos
los datos de pobreza para los jefes de hogar a nivel nacional, encontramos que en 1992, el 44% de las
mujeres y el 52% de los hombres jefes de hogar eran pobres; para 2000, estos porcentajes aumentan al
51% y 54% respectivamente. Habría, por lo tanto, un empobrecimiento mayor de las mujeres jefas de
hogar. Se observa un incremento simultáneo de la jefatura femenina: El 18% de los jefes de hogar
pobres estaba constituido por mujeres en 1992 y esta proporción aumenta al 26% en 2001. La jefatura
femenina crece con mayor rapidez entre la población pobre que entre la no pobre. En las cabeceras, en
1992, el 39% de las jefas y el 44% de los jefes de hogar estaban en situación de pobreza; en 2000, las
proporciones se igualan aumentando al 45%. En el resto, la proporción de jefes de hogar en situación de
pobreza tiende a ser igualmente elevada entre los hombres y las mujeres: en 2000, alcanza el 77%.
A nivel nacional, el 18% de las mujeres jefes de hogar y el 23% de los hombres jefes de hogar estaban
en situación de indigencia en 1992. Para el año 2000, el porcentaje de jefes de hogar indigentes había
aumentado entre las mujeres mientras se reducía entre los hombres, igualándose en el 20%. Si miramos
solamente la población de jefes de hogar indigentes, vemos que el porcentaje de mujeres aumenta
sensiblemente durante este período, pasando de 17% en 1992 a 25% en 2000. La evolución de la
jefatura de hogar muestra un proceso de empobrecimiento más agudo de las mujeres cabeza de familia
y un aumento de la jefatura femenina entre los más pobres.”
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BIBLIOGRAFÍA
BONILLA, Ricardo, ARANGO, Luz Gabriela. ¿Equidad de género? ¿Equidad social? Una
mirada desde la educación y el trabajo. Observatorio de Coyuntura Económica, Centro de
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