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Candela tiene miedo a fracasar cuando la profesora le<br />
pide que lea en alto. Ella cree que todavía no sabe leer y esto<br />
la remueve por dentro. Nuestros pensamientos y nuestras<br />
emociones están estrechamente relacionados. Si pensamos<br />
que no sabemos hacer algo, nuestro cuerpo reproduce esa<br />
sensación de malestar. Esto mismo pasa con muchas<br />
emociones, con el miedo, la rabia, etc. Por eso es<br />
importante que les enseñemos a nuestros hijos la relación<br />
que existe entre lo que piensan y lo que sienten, y cómo<br />
deben controlar sus pensamientos para que no se disparen<br />
en los momentos de ansiedad. Por ejemplo, aportándoles<br />
ideas que deben decirse a sí mismos (autoverbalizaciones)<br />
cuando se enfrentan a situaciones de ansiedad: «tranquilo,<br />
no pasa nada si no sale bien», «si me equivoco, seguro que<br />
mamá me ayudará a mejorar», etc.<br />
Es importante que sepamos observar las emociones para<br />
poder intervenir. Estamos muy poco acostumbrados a leer<br />
el lenguaje no verbal de los hijos, y en muchas ocasiones su<br />
cuerpo dice mucho más que sus palabras (los niños no son<br />
nada verbales). En el cuento, su madre le pregunta: «¿Te<br />
pasa algo, Candela?». Es muy importante estar<br />
atentos e intentar que el menor exprese lo que siente y se<br />
sienta escuchado.<br />
Cuando Candela se enfrenta al momento más tenso<br />
—cuando la profesora pregunta sobre letras que empiecen<br />
con la jota—, sufre un momento de descontrol emocional.<br />
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