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—Oye, pequeña, que a mí este juego no me gusta, que te<br />
pones muy mandona —protestó Nico.<br />
Pero cuando iba a seguir hablando se acordó de que<br />
Berta llevaba un tiempo sin su madre y se calló.<br />
A las nueve en punto, la niña sintió un hambre de lobo.<br />
Entró en la cocina atraída por el aroma de los canelones y el<br />
queso gratinado.<br />
—La carcelera va a cenar. Luego lo harán los presos si<br />
sobra algo. Como soy la que manda, aquí se come lo que yo<br />
quiera. Además de los canelones, me voy a hacer un arroz<br />
a la cubana con tomate y huevo frito, que va a estar para<br />
chuparse los dedos.<br />
—No toques los fuegos ni abras el horno, que te vas a<br />
quemar. La niña, haciendo oídos sordos, cogió la caja de<br />
cerillas y encendió uno de los hornillos. Poco después subió<br />
el gas para que cociera antes el agua del arroz.<br />
—No sé hacer la salsa de tomate, pero no importa,<br />
echaré este bote grande de Ketchup al arroz.<br />
El agua empezó a borbotear y la tapa de la cacerola<br />
bailaba empujada por el vapor.<br />
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