You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
—¿Qué haces? —preguntó Pablo Azafrán.<br />
—¿No lo ves? Recojo mis cerezas. ¿Es que estás ciego,<br />
Mazapán?—contestó Eduardo Picante.<br />
—Las cerezas son de todos los niños de Villa Salada<br />
—advirtió Pablo—. Y no me llames Mazapán, me apellido<br />
Azafrán.<br />
—No, perdona, esta fruta es de los fortachones porque el<br />
árbol lo plantamos yo, Vicente, Blanca y compañía.<br />
Además, los flojuchos no necesitáis comer gran cosa,<br />
Mazapán, porque no levantáis ni árboles ni porterías de<br />
fútbol ni mesas escolares.<br />
Después de reírse con carcajada de ave zancuda, Picante<br />
llamó a sus seguidores para que trajeran una cesta. Eduardo<br />
la llenó de cerezas y dijo:<br />
—Las voy a repartir por orden de… ya sé… de guapos a<br />
feos. A Blanca, por sus largas coletas, le doy diez cerezas, a<br />
Violeta, ocho por sus ojos negros, y a Gabriel Vinagre, solo<br />
dos porque tienes cara de seta arrugada, ja, ja.<br />
Pablo se tapó los oídos. Empezó a notar síntomas más<br />
raros que los del ataque de envidia: ganas de convertirse<br />
en gota de mar o en buitre leonado o en zoombie. Pero en<br />
lugar de pagarla con los caracoles o con las hojas del suelo<br />
se subió a un árbol y dijo:<br />
42