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La pequeña sintió tanta rabia por las palabras del loro,<br />
que le sacó la lengua y se fue del comedor.<br />
—Ya no juego contigo a las cárceles, loro tonto<br />
—balbuceó entre dientes.<br />
Se puso Berta su estrella de sheriff color plata y buscó<br />
algún ladrón o malhechor por los alrededores del pasillo.<br />
Solo encontró al abuelo Paco y a papá Nicolás. ¡Maldición!<br />
¿Cómo iba a meterlos en su cárcel si los mayores no suelen<br />
robar juguetes ni escupir a los niños ni echar patatas fritas<br />
y trozos de queso en tu coca cola a mala idea? Ahora bien,<br />
si tienes un calabozo tiene que haber presos. El primer reo<br />
fue el abuelo Paco, que había venido a merendar. El abuelo<br />
conocía bien el cartel de la puerta:<br />
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