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h. La experiencia del Padre es inseparable del otro.<br />

i. Éstos son a los que el Padre revela sus secretos, los que constituyen la<br />

alegría de Jesús.<br />

j. Por sus ojos comienza a difundirse una luz especial por la que contemplan<br />

todo trabado en el amor del Padre: la naturaleza y la fe.<br />

k. Desde ahí están capacitados para escuchar los discursos de la última cena.<br />

- Si permanecen unidos a Jesús, un día gozarán de la unidad y fruición que él tiene<br />

con el Padre.<br />

- Ese deseo que tienen de conocer al Padre, que se trasparenta a través de Jesús un<br />

día será colmado.<br />

- Mientras, el Paráclito que es otro Jesús, llenará ese vacío de ansias por el rostro del<br />

Padre y les conducirá a la guarda del precepto del amor, que es la garantía de la<br />

permanencia en Jesús y de unión con el Padre.<br />

- Hay algunos exegetas que piensan que, aunque aparentemente el evangelio de Juan<br />

tiene a Jesús por su objeto central, en realidad quien lo es el Padre.<br />

- De modo que el grito de Felipe, es el de todo hombre: "Muéstranos al Padre y nos<br />

basta".<br />

- El discípulo de Jesús no logra apagar este grito. Sólo se amortigua en la<br />

contemplación del rostro de Jesús en que se adivina al Padre en la luz que en él ha<br />

depositado el Espíritu Santo.<br />

- Pero el rostro de Jesús sólo se puede contemplar cuando se hace el mismo camino<br />

que él. Aquí radica el criterio central de discernimiento de la experiencia del<br />

Padre.<br />

- La experiencia mística de que tanto se habla hoy, tiene que reducirse a la praxis de<br />

Jesús y sólo se desviste de la mundanidad, que puede camuflarse de altísima<br />

religiosidad, en el vaciamiento total del yo en la entrega sin medida al otro.<br />

- El Padre nos ha conducido al hombre y éste al Padre.<br />

- En este proceso el Padre pierde ese nombre para definitivamente llamarse AMOR,<br />

como lo hizo Jesús al denominarlo ABBÁ.<br />

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