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<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

Una antología<br />

Sojourner Truth, Ida Wells, Patricia Hill Collins,<br />

Angela Davis, Carol Stack, Hazel Carby, Pratibha Parmar,<br />

Jayne Ifekwunigwe, Magdalene Ang-Lygate


Trafi cantes de Sueños no es una casa editorial, ni siquiera una editorial independiente<br />

que contempla la publicación de una colección variable de textos<br />

críticos. Es, por el contrario, un proyecto, en el sentido estricto de «apuesta»,<br />

que se dirige a cartografi ar las líneas constituyentes de otras formas de vida.<br />

La construcción teórica y práctica de la caja de herramientas que, con palabras<br />

propias, puede componer el ciclo de luchas de las próximas décadas.<br />

Sin complacencias con la arcaica sacralidad del libro, sin concesiones con el<br />

narcisismo literario, sin lealtad alguna a los usurpadores del saber, TdS adopta<br />

sin ambages la libertad de acceso al conocimiento. Queda, por tanto, permitida<br />

y abierta la reproducción total o parcial de los textos publicados, en<br />

cualquier formato imaginable, salvo por explícita voluntad del autor o de la<br />

autora y sólo en el caso de las ediciones con ánimo de lucro.<br />

Omnia sunt communia!


mapas 33<br />

Mapas. Cartas para orientarse en la geografía variable de la nueva composición del<br />

trabajo, de la movilidad entre fronteras, de las transformaciones urbanas. Mutaciones<br />

veloces que exigen la introducción de líneas de fuerza a través de las discusiones de<br />

mayor potencia en el horizonte global.<br />

Mapas recoge y traduce algunos ensayos, que con lucidez y una gran fuerza expresiva<br />

han sabido reconocer las posibilidades políticas contenidas en el relieve sinuoso y controvertido<br />

de los nuevos planos de la existencia.


© De cada texto, su autora.<br />

© 2012, de la edición, Trafi cantes de Sueños.<br />

cc<br />

Usted es libre de:<br />

creative<br />

commons<br />

Licencia Creative Commons<br />

Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 España<br />

(CC BY-NC-ND 3.0)<br />

* Compartir - copiar, distribuir, ejecutar y comunicar públicamente la obra<br />

Bajo las condiciones siguientes:<br />

* Reconocimiento — Debe reconocer los créditos de la obra de la manera especifi cada por el<br />

autor o el licenciante (pero no de una manera que sugiera que tiene su apoyo o que apoyan el<br />

uso que hace de su obra).<br />

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partir de esta obra.<br />

Entendiendo que:<br />

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vigente aplicable, esta situación no quedará afectada por la licencia.<br />

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- Los derechos derivados de usos legítimosu otras limitaciones reconocidas por ley no se ven afectados<br />

por lo anterior.<br />

- Los derechos morales del autor<br />

- Derechos que pueden ostentar otras personas sobre la propia obra o su uso, como por ejemplo derechos<br />

de imagen o de privacidad.<br />

* Aviso — Al reutilizar o distribuir la obra, tiene que dejar muy en claro los términos de la licencia de esta obra.<br />

Primera edición: 1200 ejemplares, octubre de 2012<br />

Título:<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong>. Una antología<br />

Autoras:<br />

Sojourner Truth, Ida Wells, Patricia Hill Collins,<br />

Angela Davis, Carol Stack, Hazel Carby, Pratibha<br />

Parmar, Jayne Ifekwunigwe, Magdalene Ang-<br />

Lygate.<br />

Traducción:<br />

Mij o Miquel (capítulo 1 y 3), Ana Méndez (capítulo<br />

2), Marta García de Lucío (capítulo 4, 5, 6, 7 y<br />

8), Sergio Ojeda (capítulo 9) y Esperanza Mojica<br />

(capítulo 10)<br />

Maquetación y diseño de cubierta:<br />

Trafi cantes de Sueños [taller@trafi cantes.net]<br />

Edición:<br />

Mercedes Jabardo y Trafi cantes de Sueños<br />

C/ Embajadores 35, local 6. C.P. 28012 Madrid.<br />

Tlf: 915320928. [e-mail:editorial@trafi cantes.net]<br />

Impresión:<br />

Gráfi cas Lizarra<br />

Carretera Tafalla, Km. 1<br />

31292 Villatuerta<br />

Tlf: 9480556410<br />

ISBN 13: 978-84-96453-70-8<br />

Depósito legal: M-33950-2012


<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

Una antología<br />

Sojourner Truth, Ida Wells, Patricia Hill Collins,<br />

Angela Davis, Carol Stack, Hazel Carby, Pratibha Parmar,<br />

Jayne Ifekwunigwe, Magdalene Ang-Lygate<br />

Introdución y notas:<br />

Mercedes Jabardo<br />

Traducción:<br />

Mijo Miquel, Ana Méndez,<br />

Marta García de Lucío,<br />

Sergio Ojeda y Esperanza Mojica<br />

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mapas


Índice<br />

Prólogo. ¿Por qué esta antología del feminismo<br />

negro en castellano? Mercedes Jabardo 13<br />

Presentación de esta antología 17<br />

Yo también soy feminista negra 19<br />

Introducción. Construyendo puentes: en diálogo desde /<br />

con el feminismo negro. Mercedes Jabardo 27<br />

Pioneras del feminismo negro 28<br />

Bases conceptuales del feminismo negro 32<br />

El doble discurso de los grupos dominados. Patricia Hill Collins 33<br />

Los rostros de la resistencia. Las mujeres negras del<br />

blues de Ángela Davis 38<br />

Redefi nir el concepto de familia: el valor del parentesco.<br />

Un diálogo con Carol Stack 42<br />

Segunda Ola del pensamiento feminista negro. Diáspora y<br />

estudios culturales 45<br />

Nuevas narrativas. Discurso postcolonial e identidades diaspóricas 51<br />

Y para terminar 54<br />

Bibliografía 54<br />

Pioneras del feminismo negro 57<br />

1. Convención de los Derechos de la Mujer. Sojourner Truth 59<br />

2. Sufragio femenino. Sojourner Truth 61<br />

Una personalidad 62<br />

Discurso de Sojourner Truth 62<br />

Esclavitud de la esposa 62


Lavar y planchar 63<br />

Ahora es el momento 64<br />

Queremos jurados de mujeres 64<br />

Su edad 64<br />

Su lógica sobre el trabajo y la paga 65<br />

Una predicción y una queja 65<br />

Se necesitan suministros del enemigo 66<br />

La inevitable colecta de la señorita Anthony 66<br />

Sojourner continúa 66<br />

El canto de Sojourner 67<br />

Sojourner concluye 69<br />

3. Horrores sureños: la ley Lynch en todas sus fases. Ida B. Wells 71<br />

Prefacio 71<br />

Capítulo I. La ofensa 72<br />

Capítulo II. Lo blanco y lo negro del asunto 75<br />

Capítulo III. El nuevo lema 82<br />

Capítulo IV. La maliciosa y mentirosa prensa blanca 85<br />

Capítulo V. La posición del Sur 89<br />

Capítulo VI. Autoayuda 91<br />

Bases conceptuales del feminismo negro 97<br />

4. Rasgos distintivos del pensamiento feminista<br />

negro. Patricia Hill Collins 99<br />

¿Por qué un pensamiento feminista negro estadounidense? 101<br />

Respuestas diversas a los retos comunes dentro del feminismo negro 106<br />

Práctica feminista negra y pensamiento feminista negro 113<br />

Prácticas dialógicas y mujeres intelectuales negras 118<br />

El feminismo negro es dinámico y cambiante 127<br />

El feminismo negro estadounidense y<br />

otros proyectos de justicia social 131<br />

5. I Used To Be Your Sweet Mama. Ideología,<br />

sexualidad y domesticidad. Ángela Y. Davis 135<br />

6. Roles sexuales y estrategias de supervivencia en una<br />

comunidad negra urbana. Carol Stack 187<br />

La residencia y la red doméstica 191


Madres y padres 196<br />

Padres e hij os 202<br />

Conclusiones 205<br />

La segunda ola del feminismo negro.<br />

Diáspora y estudios culturales 207<br />

7. Mujeres blancas, ¡escuchad! El feminismo negro y<br />

los límites de la hermandad femenina. Hazel V. Carby 209<br />

La construcción de alternativas 227<br />

Agradecimientos 243<br />

8. Feminismo negro: la política como articulación. Pratibha Parmar 245<br />

Introducción 245<br />

Otro tipo de sueños 247<br />

Las políticas de la identidad 251<br />

Identidades raciales 253<br />

Estrategias de representación 259<br />

Evitar el esencialismo 261<br />

Encontrar una «voz» visual 263<br />

Representar la complejidad 267<br />

Agradecimientos 267<br />

Nuevas narrativas.<br />

Discurso postcolonial e identidades diaspóricas 269<br />

9. Cuando habla el espejo: La poética y la problemática<br />

de la construcción de identidad para<br />

las métisse de Bristol. Jayne Ifekwunigwe 271<br />

Presentación del campo 276<br />

¿Lo inglés es sinónimo de blancura de forma esencialista? 276<br />

Akousa: ¿es la piel oscura el elemento esencial de la negritud? 277<br />

Sarah: narraciones del espacio, el lugar y la pertenencia 279<br />

Ruby: aceptar la negritud cuando rezar no te vuelve blanca 281<br />

Similola: vestir «el papel» 284<br />

Yemi: redefi nir «las cuestiones» 286<br />

Bisi: el racismo en nuestras familias de origen,<br />

o ningún lugar donde esconderse 288<br />

Apuntes iniciales a modo de observaciones concluyentes 289


Agradecimientos 289<br />

10. Trazar los espacios de la deslocalización.<br />

De la teorización de la diáspora. Magdalene Ang-Lygate 291<br />

Espacios silenciados de la deslocalización 292<br />

El lenguaje problemático de la deslocalización 295<br />

Cercos identitarios de la deslocalización 300<br />

Comunidades imaginarias y el mito de la autenticidad 307<br />

Ser invisible no es un estado natural 309<br />

Refl exiones fi nales: más allá de la «corrección» 312<br />

Agradecimientos 314


se permite la copia ©<br />

Prólogo.<br />

¿Por qué esta antología del<br />

feminismo negro en castellano?<br />

Publicar esta antología se ha convertido en una cuestión personal al tiempo<br />

que política. Puede leerse como otra aportación al (creciente) interés que<br />

los feminismos contra-hegemónicos están despertando en sectores cada vez<br />

más amplios de los movimientos feministas en España e incluso en círculos<br />

académicos. Pero es más que eso; en esta aportación hay también algo personal.<br />

Tal vez porque mi interés en los feminismos <strong>negros</strong> viene de lejos. En el<br />

año 2001 abrí la puerta académica a este tema en un curso de doctorado que<br />

entonces compartía con mi colega Soledad Vieitez en la Universidad Autónoma<br />

de Madrid. 1 Desde entonces y a lo largo de diez ediciones (a las que se<br />

han sumado muchos más cursos, conferencias y charlas) he ido presentando<br />

y debatiendo con mis alumnos y alumnas estos y otros textos. A través de<br />

estas lecturas y debates, he ido construyendo una aproximación personal al<br />

pensamiento feminista negro. A ello han contribuido, sin ninguna duda, las<br />

sugerentes aportaciones de mi alumnado, al principio sorprendido y después<br />

absolutamente fascinado por la particular mirada que las feministas negras<br />

estaban incorporando al feminismo, en general, o por los caminos que abrían<br />

a la comprensión de las estrategias de resistencia de los grupos dominados,<br />

así como a su reconocimiento. Afortunadamente algunas de aquellas<br />

1 Fruto de aquella colaboración surgió el texto «África subsahariana y diáspora africana: género,<br />

desarrollo, mujeres y feminismos» en el libro colectivo África en el horizonte, Madrid, Catarata, 2006.<br />

13<br />

Mercedes Jabardo Velasco


14<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

(entonces) innovadoras lecturas ya no caben en esta antología. Digo afortunadamente,<br />

porque algunos de los textos clásicos del feminismo negro ya han<br />

sido traducidos al español y son de fácil acceso. La editorial que publica esta<br />

selección ha tenido mucho que ver en ello. En su primera y magnífi ca antología<br />

Otras inapropiables ya aparecían bell hooks y Avtar Brah, de quien también se<br />

ha editado otro clásico, Cartografías de la diáspora. Ambos están ahora en la bibliografía<br />

(en castellano) de mis cursos de postgrado. Tampoco se ha incluido,<br />

por las mismas razones, uno de los libros de referencia del feminismo negro<br />

(afroamericano), el también traducido Mujeres, «raza» y clase de Ángela Davis.<br />

Pero presentar esta antología es también una cuestión política, que quiere<br />

en cierto sentido entroncar con una tradición de pensadoras y activistas negras.<br />

Éstas han contribuido a la historización del movimiento feminista así<br />

como a la creación de un sólido corpus teórico. Es una cuestión política porque<br />

la reivindicación de la historia del movimiento feminista negro es también un<br />

acto de reconocimiento frente a los procesos de oscurecimiento, ocultación y<br />

negación por parte del pensamiento feminista hegemónico. Si bien los textos<br />

más emblemáticos de autoras como Ángela Davis, bell hooks, Patricia Hill<br />

Collins, Hazel Carby o Avtar Brah y sus aportaciones ya comienzan a ser de<br />

lectura obligada en los ámbitos académicos, la cuestión no es tanto si aparecen<br />

o no, sino desde qué categorías lo hacen. Y en su caso, quedan recogidas en<br />

ese cajón de sastre que son los feminismos post-coloniales, de resistencia, del<br />

Tercer Mundo o feminismos culturales. Desde unas posiciones en las que se<br />

cuestiona el feminismo hegemónico, el feminismo negro aparece como una<br />

corriente crítica dentro de estos feminismos, desposeído de toda de toda historia<br />

y de toda carga de movimiento político.<br />

La apropiación de la historia por parte de los feminismos de las mujeres<br />

blancas ha despojado de su propia historia a los otros feminismos. Apropiándose<br />

de la memoria histórica se apropian también de la defi nición de<br />

la opresión así como del diseño de las estrategias políticas transformadoras.<br />

Anulando las historias particulares inventan una sola historia, la que ha protagonizado<br />

el movimiento feminista blanco desde el periodo ilustrado. Y desde<br />

esa historia, se legitiman como el movimiento feminista por excelencia. «La<br />

historia siempre da legitimidad a quien tiene un pasado político tan excelente<br />

en términos morales y políticos como lo tiene el feminismo», mantenía Rosa<br />

Cobo haciéndose eco de las palabras de Amelia Valcárcel, una de las fi losofas<br />

feministas españolas más prestigiosas. Pero decía más, también esperaba el<br />

reconocimiento por parte de aquellos feminismos a los que desde esta posición<br />

condenaba a no-ser: «Me resulta insatisfactorio el escaso reconocimiento<br />

se permite la copia ©


se permite la copia ©<br />

Prólogo 15<br />

a estos feminismos de mujeres blancas que hoy permiten edifi car otros feminismos<br />

más atentos a las opresiones específi cas». Y lo planteaban desde la<br />

soberbia de quien cree que tiene la voz y el análisis. Así al menos lo percibía<br />

la feminista negra, bell hooks:<br />

A menudo las feministas blancas actúan como si las mujeres negras no supiesen<br />

que existía la opresión sexista hasta que ellas dieron voz al sentimiento feminista.<br />

Creen que han proporcionado a las mujeres negras «el» análisis y «el» programa de<br />

liberación. No entienden, ni siquiera pueden imaginar, que las mujeres negras, así<br />

como otros grupos de mujeres que viven cada día en condiciones opresivas, a menudo<br />

adquieren conciencia de la política patriarcal a partir de su experiencia vivida,<br />

a medida que desarrollan estrategias de resistencia ―incluso aunque ésta no se dé<br />

de forma mantenida u organizada. 2<br />

La recuperación de la historia (de su historia) es, pues, absolutamente central.<br />

Así lo han entendido también las grandes teóricas del feminismo negro. En<br />

esta misma antología, lo dice con claridad Hazel Carby:<br />

La herstory de las mujeres negras está entretejida con la de las mujeres blancas pero<br />

esto no signifi ca que sean las mismas historias. Tampoco necesitamos que las feministas<br />

blancas escriban nuestra herstory por nosotras, pues podemos hacerlo y<br />

estamos haciéndolo por nosotras mismas. Sin embargo, cuando ellas escriben su<br />

herstory y la llaman historias de mujeres, e ignoran nuestras vidas y niegan su relación<br />

con nosotras, ése es el momento en que están actuando dentro de las relaciones<br />

racistas y escribiendo así historia. 3<br />

Esta antología es también una invitación a la escritura de una Herstory en mayúsculas,<br />

que no sólo incorpore la herstory de las mujeres negras (ésa que están<br />

escribiendo desde hace más de un siglo las mujeres negras) en un marco<br />

conceptual previamente construido, sino una Herstory construida dialógicamente.<br />

Éste es de momento uno de los grandes retos del feminismo, sobre<br />

todo del que se ha construido desde una posición hegemónica. Incorporar<br />

2 bell hooks, «Mujeres negras. Dar forma a la teoría feminista», en Otras inapropiables, Madrid,<br />

Trafi cantes de Sueños, 2004, p. 45.<br />

3 Véase el artículo de Carby en este volumen.


16<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

a las otras en un discurso en el que se reconozcan. Entenderlas desde sus<br />

propios códigos. Sumar incluso esos códigos al discurso hegemónico que ya<br />

desde esa incorporación tiene que ser necesariamente distinto. Para eso, claro,<br />

hay que reconocerle a la otra la capacidad para pensar-se. 4<br />

Donna Haraway hablaba de una conexión mundial feminista, que planteaba<br />

como la esperanza de otro lugar:<br />

Este «otro lugar» adquiere existencia debido al movimiento feminista arraigado en<br />

la especifi cidad y en la articulación, no en identidades comunes ni en la suposición<br />

de un derecho o de una habilidad particular de «representar» a nadie. Lo «particular»<br />

en el movimiento feminista no recoge un individualismo liberal ni un aislamiento<br />

desolador de diferencias sin fi n ni, mucho menos, un rechazo a la esperanza<br />

de un movimiento colectivo. Pero los medios y los procesos del movimiento colectivo<br />

deben ser imaginados y puestos en práctica según nuevas geometrías. 5<br />

La epistemología alternativa que Patricia Hill Collins propone para acercarse<br />

al pensamiento feminista negro nos permite imaginar esas nuevas geometrías.<br />

6 Porque este enfoque permite a las mujeres afroamericanas llevar el punto<br />

de vista de las mujeres negras a mayores diálogos epistemológicos relativos<br />

a la matriz de dominación. Ella lo explica de una forma muy gráfi ca:<br />

Cada grupo habla desde su propio punto de vista y comparte su propio conocimiento<br />

parcial, situado. Pero dado que cada grupo percibe su propia verdad como parcial,<br />

su conocimiento es inconcluso. Cada grupo se transforma en el más capacitado<br />

para considerar los puntos de vista de otros grupos sin renunciar a la singularidad<br />

de su punto de vista o a las perspectivas parciales de otros grupos. Parcialidad, y no<br />

universalidad, es la condición para ser escuchado.<br />

4 M. Jabardo, «Desde el feminismo negro, una mirada al género y la inmigración», en Suárez,<br />

Martín, Hernández (coord.), <strong>Feminismos</strong> en la antropología: nuevas propuestas críticas, XI Congreso<br />

de Antropología, Donostia, Ankulegi Antropologia Elkartea, 2008, p. 51.<br />

5 D. Haraway, Ciencia, cyborgs y mujeres, Madrid, Cátedra. <strong>Feminismos</strong>, 1995.<br />

6 Patricia Hill Collins, Black Feminist Thought: Knowledge, Consciousness and the Politics of Empowerment,<br />

Londres, Routledge, 2000 [1990].<br />

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Presentación de esta antología<br />

Prólogo 17<br />

Los textos y las autoras seleccionadas en esta antología están agrupados en<br />

cuatro apartados.<br />

El primero, Pioneras del feminismo negro, sitúa al feminismo negro en perspectiva<br />

histórica, como movimiento político y como pensamiento, sentando<br />

las bases de lo que será el desarrollo posterior de ambas tradiciones y de sus<br />

intersecciones, así como sus relaciones problemáticas (y racistas) con el movimiento<br />

sufragista, cuyos cimientos contribuyeron a edifi car las pioneras del<br />

feminismo negro en Estados Unidos. Con los textos de Sojourner Truth e Ida<br />

Wells, se introducen dos fi guras relevantes en la genealogía del feminismo negro<br />

al tiempo que se subraya su fi losofía, el reconocimiento como intelectuales<br />

de todas aquellas mujeres que dentro (Wells) o fuera (Truth) de la tradición<br />

académica han sido claves para generar pensamiento.<br />

En el segundo, Bases conceptuales del pensamiento feminista negro, se introducen<br />

algunas de las autoras y textos que más han contribuido a lo que Patricia<br />

Hill Collins sistematizó como una epistemología alternativa y que han sentado<br />

las bases para leer las experiencias de las mujeres negras desde categorías<br />

teóricas propias. Comienza con un texto de la propia Collins, un capítulo de<br />

Black Feminist Thought, un libro que se ha convertido en un clásico del pensamiento<br />

feminista negro. Se complementa con las aportaciones de Ángela<br />

Davis, otro de los nombres claves del feminismo negro, que indaga, en su<br />

maravilloso texto, «I Used to Be Your Sweet Mama», en el blues clásico como<br />

uno de los discursos de resistencia de los grupos subalternos. E incluye un<br />

texto de Carol Stack, antropóloga blanca que, desde su origen de clase (trabajadora)<br />

y a través de una investigación de carácter etnográfi co, consiguió<br />

penetrar en las lógicas del gueto negro y así entender y mostrar las estructuras<br />

familiares y comunitarias afroamericanas desde sus propios códigos. Estos<br />

textos se sitúan en una corriente del feminismo negro norteamericano que se<br />

orientó hacia la deconstrucción y reconstrucción de las categorías en las que<br />

se apoyaban las imágenes de deslegitimación de la familia negra, aquellas a<br />

través de las cuales se había presentado a las mujeres en la cultura dominante<br />

(mammies, jezzabel, matriarcas, perceptoras de servicios sociales). A través de los<br />

textos de Ángela Davis y de Carol Stack podemos profundizar en los ejes a<br />

partir de los cuales Patricia Hill Collins planteaba una epistemología alternativa,<br />

esto es, la articulación entre conocimiento, conciencia y empoderamiento.


18<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

Decodifi cando la categoría de «mujer» ofrecen a las mujeres negras nuevas<br />

imágenes en las que reconocerse y articulan un discurso que las identifi ca y al<br />

mismo tiempo las diferencia de los discursos feministas hegemónicos.<br />

En el tercero, Segunda Ola del feminismo negro. Diáspora y estudios culturales,<br />

se presenta la línea de continuidad entre el feminismo negro afroamericano<br />

y el feminismo negro británico, al tiempo que ―redefi niendo la<br />

categoría de mujer negra― se empiezan a introducir las mutaciones que<br />

se dan dentro del mismo paradigma. La elección de Hazel Carby y de Pratibha<br />

Parmar no es casual; tampoco los textos que se han seleccionado de<br />

cada una de ellas. Carby, con una trayectoria académica (y política) iniciada<br />

en el prestigioso CCCS de Birmingham y desarrollada en universidades<br />

norteamericanas, es uno de los eslabones que mejor ha ligado la tradición<br />

feminista negra norteamericana con el emergente feminismo negro británico<br />

de la década de los ochenta; y quien ha indagado de una forma más<br />

penetrante en las raíces de ambos a través del estudio de autoras y activistas<br />

afroamericanas de la segunda mitad del siglo XIX. El texto seleccionado,<br />

«White Women Listen! Black Feminism and the Boundaries of Sisterhood»,<br />

es de hecho uno de los estudios de referencia del feminismo negro británico,<br />

y esto tanto porque sistematiza las críticas del feminismo negro<br />

al feminismo blanco a partir del cuestionamiento de algunos conceptos<br />

centrales de la teoría feminista ―patriarcado, familia, reproducción― que<br />

se tornan problemáticos cuando se aplican a la familia negra; como por la<br />

producción teórica que genera y los debates que impulsa en el marco de<br />

las relaciones entre feminismo negro / feminismo blanco en el contexto<br />

británico. La aportación de Pratibha Parmar se enmarca en una tradición<br />

que ha contribuido a la redefi nición de la categoría de mujer negra desde<br />

procesos de auto-identifi cación. Como Carby, pertenece a la generación<br />

que, en el marco del CCCS de Birmingham, articuló «raza» y género, desde<br />

el paradigma de los Estudios Culturales. Con una producción teórica que<br />

en los años ochenta contribuyó a la generación de pensamiento en el marco<br />

de los debates feminismo blanco / feminismo negro, Parmar es también<br />

referencia obligada en el campo audiovisual. El texto que presentamos,<br />

«Black Feminism: The Politics of Articulation», conjuga el análisis teórico<br />

con las referencias visuales. Se trata de un texto abierto que refl eja, con<br />

una inusitada capacidad autocrítica, las contradicciones del movimiento<br />

feminista negro; y que, simultáneamente, apunta nuevos caminos, nuevas<br />

rutas de análisis e imaginativas estrategias de acción.<br />

se permite la copia ©


se permite la copia ©<br />

Prólogo 19<br />

En el cuarto apartado, Nuevas narrativas. Discurso postcolonial e identidades<br />

diaspóricas, se incorporan las voces de quienes, desde posiciones inasibles<br />

por parte de las lecturas más clásicas dentro del pensamiento feminista negro,<br />

problematizan la(s) categoría(s) de mujer negra. Estas voces críticas están<br />

dando pie a procesos de recodifi cación de las mujeres de la diáspora<br />

negra y a la exploración de nuevas formas (discursivas) de presentar-se. Se<br />

han seleccionado dos textos de dos mujeres que, desde la postcolonialidad,<br />

introducen interrogantes y redefi nen la cuestión identitaria en términos de<br />

identidades diaspóricas. Jayne Ifekwuningwe en «When the Mirror Speaks:<br />

The Poetics and Problematics of Identity Construction for Métisse Women<br />

in Bristol» explora la condición de «mestiza», alguien que comparte antepasados<br />

colonizados y colonizadores; y Magdalene Ang-Lygate, en «Charting<br />

the spaces of (un)location. On theorizing diaspora», también se sumerge ―<br />

desde su condición de joven desposeída de sus raíces para adoptar la lengua,<br />

la cultura y el legado del país colonizador― en esos huecos que ni la<br />

sociedad hegemónica ni los grupos alternativos reconocen en la medida en<br />

que se trata de una naturaleza fl uida, de difícil anclaje con categorías fi jas,<br />

esencializadoras.<br />

Previamente, y antes de dar paso a un diálogo directo con las autoras,<br />

se ha incorporado una introducción en el que todos los textos que aquí se<br />

presentan se colocan en contexto. Es también una excusa para que quien esto<br />

fi rma inicie ese diálogo con el feminismo negro a través del espejo que forman<br />

los textos y las autoras seleccionadas.<br />

Yo también soy feminista negra<br />

Como es de rigor, antes de dar paso a los textos, queda hacer explícita la posición<br />

de la persona que los propone. ¿Desde dónde está planteada esta antología?<br />

¿Cómo y desde dónde están construidos mis vínculos con el feminismo negro?<br />

Me acerqué al feminismo negro desde la intuición y la audacia de quien<br />

(también desde los márgenes) no se siente tan comprometida y condicionada<br />

por constreñimientos de tipo académico para encajar la realidad en compartimentaciones<br />

teóricas. Me acerqué al feminismo negro porque previamente<br />

me había acercado a la antropología desde un posicionamiento que seguía<br />

en cierto sentido la estela de antropólogos y antropólogas críticas, radicales


20<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

y comprometidas. Y, sobre todo, me acerqué al feminismo negro porque me<br />

conformé como la antropóloga que soy desde el trabajo de campo de mi tesis<br />

doctoral en una comarca del norte de la provincia de Barcelona, donde a comienzos<br />

de los años noventa del siglo pasado se estaba confi gurando una de<br />

las primeras comunidades de africanos en España. 7<br />

No fue, sin embargo, una aproximación premeditada. Ni la investigación<br />

que proyecté ni mis intereses tenían entonces una lectura feminista.<br />

Me interesaba refl ejar el modelo de sociedad que se estaba conformando<br />

como consecuencia de los más recientes movimientos migratorios, a través<br />

del análisis de la intersección de dos lógicas, la construcción ideológica de<br />

la ilegalidad y los procesos de intensifi cación productiva en la agricultura.<br />

Ahí, en el centro, estaban los trabajadores agrícolas de origen africano, los<br />

morenos del Maresme, como comenzaron a ser re-conocidos a nivel local. Obviamente<br />

manifestaba interés por entender la estructura familiar / doméstica<br />

desde donde se posicionaban como trabajadores, pero ni la presencia<br />

de mujeres en las organizaciones domésticas era generalizada ni yo sentía<br />

especial interés por refl ejar en mi trabajo las lógicas que operaban en el «espacio<br />

femenino».<br />

Esta división generizada en la aproximación al campo modeló en cierto<br />

sentido los vínculos, los canales de comunicación que establecí con unos<br />

y otros. Por otro lado, el momento del ciclo migratorio en el que inicié mi<br />

investigación también condicionó en cierto sentido mi implicación en la realidad<br />

que estaba investigando. A aquellas antropólogas que comenzamos a<br />

estudiar la inmigración extranjera en los años noventa, la realidad o el contexto<br />

nos pidieron siempre un compromiso. En todos los foros ―políticos,<br />

de debate, mesas redondas― investigadores e investigados compartíamos<br />

espacios. Entre todos también teníamos la sensación de contribuir a lo que<br />

sería el diseño de nuevas políticas migratorias ― el plan de integración nacional<br />

y los planes de integración de las Comunidades Autónomas― y la<br />

necesidad de combatir con argumentos, datos empíricos y debates teóricos<br />

los discursos racistas que desde Francia comenzaban a penetrar en la sociedad<br />

española. En este escenario mis interlocutores en la comunidad africana<br />

también eran hombres, lo cual, reforzaba mis vínculos con ellos pero me<br />

alejaba de las mujeres.<br />

7 M. Jabardo, Ser africano en el Maresme. Migración, trabajo y etnicidad en la formación de un enclave<br />

étnico, Tesis de doctorado, Madrid, Universidad Autónoma de Madrid, 2001.<br />

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Prólogo 21<br />

La comunicación, pese a ello, no fue siempre fácil. O por ser más precisa, fue<br />

aparentemente fácil. Existía. Pero solo en el nivel del discurso de quien está<br />

acostumbrado a ocultar su alma, de quien se muestra en el espejo que le revela<br />

el otro mundo. Du Bois mostraba ya a comienzos del siglo pasado esta dualidad<br />

en el alma del negro americano, una dualidad que se extiende a grupos y<br />

comunidades subyugados.<br />

El negro es una especie de séptimo hij o, nacido con un velo, y dotado de una segunda<br />

visión en este mundo [americano], que no le proporciona conciencia personal<br />

verdadera, sino que sólo le permite verse a sí mismo a través de lo que le revela<br />

el otro mundo. Es una sensación peculiar, esta doble conciencia, esta sensación de<br />

mirarse siempre a través de los ojos de los otros, de mensurar el alma con la mirada<br />

de un mundo que le mira con desdén jocoso y pena. 8<br />

En el Maresme me resultaba todavía más difícil traspasar el velo de las mujeres<br />

que el velo de los hombres. Y esto me distanciaba de mis colegas que, desde<br />

un enfoque de género, se acercaban a la migración femenina, y de las propias<br />

africanas, que veían a través de mí más lo que nos distanciaba que lo que<br />

nos aproximaba. Muchas de ellas me veían en cierto sentido masculinizada,<br />

en tanto más próxima en el discurso, en las reivindicaciones, a los hombres<br />

que a ellas. ¿Desde dónde me aproximaba a ellas? ¿Desde donde caminaba<br />

con ellas? ¿Cómo y en qué podía estar cercana a ellas? ¿En qué aspectos? ¿En<br />

aquellos que nos fi jaban identitariamente, como mujeres? Ahí sentían que era<br />

difícil que yo comprendiera, que las entendiera, que realmente pudiera colocarme<br />

en su piel. Por eso tendían al silencio. No querían mostrarse porque<br />

presumían que las miraría desde la distancia, desde una posición que seguramente<br />

las minorizaría. No solo a mis ojos, sino al de toda la sociedad.<br />

Ellas intuían que la manera en la que yo me construía como mujer, a ellas<br />

las excluía. O que, si bien no las excluía, cuanto menos las minorizaba, las<br />

estigmatizaba, las etnifi caba. Ocurría siempre que intentaba poner sobre la<br />

mesa cuestiones como la poligamia, el matrimonio concertado o la escisión.<br />

Ninguna quería hablar y, cuando lo hacían, era para señalar que nada de lo<br />

que pasaba era tan distinto a lo que ocurría aquí. De la poligamia apenas<br />

hablaban, sobre la escisión no se pronunciaban y los matrimonios se organizaban<br />

«como aquí».<br />

8 W. E. Du Bois, The Souls of Black Folk, Chicago, A.C. McClurg & Co., 1903.


22<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

Sin embargo, sí me sentían próxima cuando se mostraban no en tanto mujeres,<br />

sino en tanto inmigrantes, cuando sentían la marginación, la exclusión,<br />

cuando sentían la violencia ideológica del racismo. Me querían, me dejaban<br />

entrar, cuando se reconocían públicamente como actrices sociales, en los espacios<br />

de interacción-reivindicación, en los locales de Cáritas, en los despachos<br />

de servicios sociales o en el proceso de institucionalización de su asociación.<br />

Los lugares donde se mostraban públicamente a través de la lengua de la sociedad<br />

dominante: la mía.<br />

La lengua fue un problema entre nosotras. Lo fue sobre todo en ese espacio<br />

donde no cabía la traducción, donde la comunicación era exclusivamente en<br />

clave femenina. Ahí eran ellas quienes se sentían fuertes, quienes ocupaban el<br />

espacio, su espacio, mientras yo quedaba apartada, diría incluso físicamente<br />

relegada. Siempre tenía a mi disposición una silla que, curiosamente, estaba<br />

más próxima a la salida que al centro de la reunión.<br />

Con ellas, tan solo conseguí traspasar el velo cuando terminé mi investigación.<br />

Ni siquiera fue al fi nalizar mi trabajo de campo. Llegó después, en visitas<br />

que hice periódicamente desde mi lugar habitual de residencia. Sucedió<br />

una vez que ampliaron el espacio de lo femenino más allá del ámbito doméstico.<br />

Me permitieron entrar en sus redes de solidaridad y desde ahí conseguí<br />

acceder a ese intangible que Du Bois llamaba alma. Pero seguían guardando,<br />

incluso entre ellas mismas, sus pensamientos más íntimos. No se trataba tanto<br />

de ocultármelo sino de ocultárselo. Tobou Baile, tal vez la mujer con quien<br />

más estreché los lazos en el Maresme, trataba de explicar(me)lo: «Es muy,<br />

muy difícil que hablen de sus cosas. Nunca hablan con nadie de lo que sienten,<br />

de lo que piensan». Las mujeres africanas que conocí en el Maresme veían<br />

su imagen refl ejada en más de un espejo. Y como decía Tsitsi Dangerembga en<br />

una de sus novelas: 9 «Habían aprendido a reconocer su personalidad en ese<br />

refl ejo». Para llegar hasta ellas, más allá de esas imágenes estereotipadas que<br />

se colocaban como una máscara, había que traspasar muchos velos.<br />

Este reconocimiento, si se quiere este aprendizaje, no hizo de mí una feminista<br />

negra. Fue la llama que alumbró mi búsqueda de un referente que<br />

fuera al mismo tiempo un enfoque teórico y un movimiento social. Un enfoque<br />

teórico porque se hacía preciso situarlas en el discurso en tanto actrices<br />

sociales dotadas de agencia social. Un movimiento social porque esta forma<br />

9 Tsitsi Dangarembga, Las cuatro mujeres que amé, Barcelona, Ed. Del Bronce, 1999.<br />

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Prólogo 23<br />

de mostrarlas era en sí misma una estrategia de resistencia. Porque despojándolas<br />

de máscaras contribuía a su reconocimiento, allanando el terreno para<br />

la conquista de la dignidad / de su dignidad en el espacio público.<br />

Ni el paradigma género / migraciones ni las reivindicaciones del feminismo<br />

radical cubrían estos objetivos. Las mujeres de origen inmigrante ― las<br />

Otras en el referente de la construcción de género en España― eran incorporadas<br />

al discurso político del feminismo a través de referentes analíticos<br />

que seguían reproduciendo dicotomías clásicas entre lo privado y lo público<br />

y su capacidad de agencia solo era reconocida en tanto pudieran traspasar<br />

la frontera de uno a otro. La literatura sobre género y migraciones no hacía<br />

sino enfatizar este planteamiento. En los años noventa, se centraba en aquellos<br />

aspectos que podían modifi car el estatus de las mujeres como resultado<br />

de los movimientos migratorios, básicamente aquellos que se relacionaban<br />

con su creciente incorporación al mercado de trabajo y el subsiguiente incremento<br />

en la movilidad social, independencia económica y relativa autonomía.<br />

En esa visión dicotómica que sitúa la agencia de las mujeres en el lado de la<br />

emancipación, las mujeres africanas en tanto que dependientes aparecían en<br />

el discurso no tanto como actrices sociales sino como sujetos pasivos, como<br />

mujeres sumisas.<br />

Me parecía una impudicia, casi una violación hablar de ellas desde planteamientos<br />

teóricos ajenos a su realidad. Si utilizaba las categorías de género<br />

desarrolladas en el marco del feminismo blanco occidental para defi nirlas,<br />

nombrarlas, clasifi carlas, estaba contribuyendo de alguna manera a ese proceso<br />

de minorización al que tantas veces han sido sometidas las mujeres africanas,<br />

también en contextos de inmigración. Es muy propio del pensamiento<br />

occidental esos ejercicios clasifi catorios que a fuerza de analizar terminan despojando<br />

de vida al objeto de su análisis. Debía cuidar(me) (d)el discurso. Sabía<br />

que cuando se utiliza en exceso se termina robando el alma de los sujetos<br />

de los que se habla. Me inquietaba llegar a convertir a las mujeres inmigrantes<br />

africanas ―de las que iba hablar― en sujetos inanimados. bell hooks hablaba<br />

de esta tendencia incluso entre las feministas blancas «preocupadas» por<br />

combatir el racismo:


24<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

Las mujeres blancas que se dedican a publicar ensayos y libros sobre cómo «desaprender<br />

el racismo» continúan teniendo una actitud paternalista y condescendiente<br />

cuando se relacionan con mujeres negras […] Nos convierten en el «objeto» de su<br />

discurso privilegiado sobre la raza. Como «objetos» continuamos siendo diferentes,<br />

inferiores. 10<br />

No se trataba tanto de desaprender el racismo, sino de identifi car los sistemas<br />

de pensamiento-poder desde donde se construían las imágenes que las mujeres<br />

africanas incorporaban como máscaras. Se trataba de des-velar ese sistema de<br />

tal forma que ese proceso de des-ocultamiento permitiera / posibilitara visibilizarlas<br />

en tanto sujetos. Se trataba de mostrarlas ―también en el discurso― desde<br />

sus categorías, desde sus lógicas, a través de su lenguaje (no siempre verbal).<br />

Se trataba, en defi nitiva, de crear las condiciones para que pudieran defi nir su<br />

propia realidad, nombrar su historia. Eso sí, con sus propias herramientas. Y<br />

éstas a veces no solo no coincidían con las del feminismo blanco.<br />

¿Tenía yo capacidad, «sensibilidad», para llegar a ellas, para defi nir (desde<br />

ellas) su propia realidad o, como denunciaba bell hooks, seguía objetivándolas?<br />

El tiempo me ha permitido ir contestando a esta cuestión, central, entre<br />

las feministas afroamericanas. Entiendo que en tanto antropóloga comprometida<br />

―el rol desde el que me aproximé por primera vez a estas mujeres<br />

inmigrantes africanas― fui capaz de llegar a entenderlas desde sus propias<br />

lógicas. Y al hacerlo ―tratando de interpretar los sonidos que emergían de<br />

sus silencios― salí de las categorías o los discursos más academicistas e indagué<br />

en otras formas de producir conocimiento. Fue en este viaje donde me<br />

encontré con las feministas negras.<br />

En los más de veinte años que han pasado desde mi primer encuentro con<br />

mujeres inmigrantes de origen africano en el Maresme, España se ha ido haciendo<br />

multicultural, no sé si también cosmopolita, a la manera que defendía<br />

Appiah. Probablemente, no. Pero en esta transición sí que se han producido<br />

algunos cambios profundos en lo que respecta a la composición social de los<br />

migrantes africanos, sobre todo entre las mujeres. La migración africana se<br />

está, muy poco a poco, feminizando. Y entre estas mujeres cada vez hay más<br />

intelectuales que reivindican un espacio, su propio espacio en los discursos y<br />

las prácticas donde se habla de ellas sin incluir sus voces.<br />

10 bell hooks, op. cit., 2004, p. 46.<br />

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Prólogo 25<br />

Me gustaría que este texto también les sirviera a ellas, en ese ejercicio intelectual<br />

y personal que algunas están emprendiendo, en esa búsqueda de unos referentes<br />

desde donde construirse, no solo en sentido individual sino también<br />

de forma colectiva. Me gustaría, en defi nitiva, que desde el diálogo con las<br />

voces de las mujeres que aparecen en este texto, ellas también vayan encontrando<br />

y perfi lando la suya.<br />

Por eso este libro está dedicado a ellas.<br />

Elche, junio de 2012


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Introducción.<br />

Construyendo puentes:<br />

en diálogo desde / con el<br />

feminismo negro Mercedes Jabardo Velasco<br />

Profesora de Antropología Social<br />

(Universidad Miguel Hernández de Elche)<br />

Creemos que las políticas sexuales en el patriarcado dominan las vidas de las mujeres<br />

negras, así como lo hacen las políticas de clase y de raza. Además, con frecuencia,<br />

nos es difícil separar la raza de la clase, y de la opresión sexual, dado que en la<br />

mayoría de los casos las experimentamos simultáneamente en nuestras vidas. 1<br />

Tiene el feminismo negro los rasgos de los movimientos que han de construir<br />

su programa de lucha y de emancipación desde diversas y superpuestas estructuras<br />

de dominación. A veces, incluso confl ictivas. Hablar de género y de<br />

«raza» como elementos de desigualdad es en cierto sentido reduccionista si<br />

no se enmarca en las condiciones en las que ambos criterios emergieron como<br />

vehículos de la opresión. El movimiento feminista negro surgió en la confl<br />

uencia (y tensión) entre dos movimientos, el abolicionismo y el sufragismo,<br />

en una difícil intersección. Aun teniendo una presencia relevante en ambos, la<br />

combinación de racismo y sexismo terminó excluyendo a las mujeres negras<br />

de los dos. Esto no paralizó su impulso emancipador, bien al contrario.<br />

1 The Combahee River Collective, «A Black Feminist Statement», en Hull, Bell Scott y Smith (eds.),<br />

All the Women Are White, All the Blacks Are Men, But Some of Us Are Brave, Nueva York, Feminist<br />

Press, 1982. Véase el capítulo siete del presente volumen.<br />

27


28<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

Las feministas negras fueron, desde el principio, extraordinariamente lúcidas<br />

a la hora de posicionarse, y fuertes a la hora de establecer alianzas. Con los<br />

hombres de su propia «raza» en las antiguas comunidades de esclavos,<br />

con las mujeres blancas en la lucha por el sufragio femenino y, sobre todo,<br />

con todas las mujeres negras cuando el racismo contaminó el movimiento<br />

sufragista estadounidense y cuando la emancipación incorporó las diferencias<br />

de género a las comunidades negras.<br />

Lo que desde el feminismo postmoderno se ha traducido como teoría de la<br />

interseccionalidad está en la base genealógica del feminismo negro afroamericano.<br />

Se remonta al discurso «Acaso no soy una mujer» de Sojourner Truth en<br />

la Convención de los Derechos de la Mujer en Akron de 1852, y a la explosión<br />

de escritos de mujeres negras en la década de 1890, en la que además de los<br />

textos de Ida Wells, se produjeron obras como A Voice from the South by a Black<br />

Women from the South de Anna Julia Couper (1982) y posteriormente A Couloured<br />

Women in a White World de Mary Church Terrell (1940). 2<br />

Pioneras del feminismo negro<br />

Escoger entre las cientos de voces rescatadas de este periodo a dos de ellas no era<br />

una tarea fácil. Sin embargo, Ida Wells y Sojourner Truth son sin duda dos de las<br />

más signifi cativas. Lo son porque tanto desde posiciones teóricas ―en el caso de<br />

Wells― como desde el coraje y la lucidez de una mujer iletrada ―como Sojourner<br />

Truth―, sentaron las bases de lo que sería el pensamiento del feminismo negro, la<br />

clara alianza entre la refl exión teórica y las estrategias de movilización. También<br />

porque son refl ejo de la forma colectiva de generar pensamiento del feminismo<br />

negro. A diferencia del feminismo blanco, que tiene su momento fundacional en<br />

la Ilustración y reproduce la racionalidad del pensamiento ilustrado, el feminismo<br />

negro surge en un contexto esclavista. Desde aquí, se pretende romper con<br />

la construcción individual del pensamiento fi losófi co ilustrado, apostando por la<br />

inclusión de distintos saberes, lógicas, actrices sociales.<br />

Si tuviéramos que hacer referencia a un «texto» fundacional del feminismo<br />

negro sería el discurso «Acaso no soy una mujer» de Sojourner Truth en la<br />

Convención de los Derechos de la Mujer en Akron de 1852. Encontramos en<br />

2 Ritzer, Teoría sociológica moderna, Madrid, McGraw Hill, 2003.<br />

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Introducción 29<br />

él algunos de los rasgos que permiten entender el carácter contra-hegemónico<br />

de este movimiento. En primer lugar, la oralidad del relato frente a la racionalidad<br />

de la escritura de los textos fundacionales del feminismo blanco. La<br />

oralidad, y también la oratoria aprendida y practicada en los púlpitos de las<br />

iglesias. Ambas, herramientas de resistencia de los grupos subalternos. En segundo<br />

lugar, el propio carácter de la oradora: Sojourner Truth fue la primera<br />

de una importante saga de intelectuales negras que, sin el apoyo de una obra<br />

escrita, han conectado con los intereses y las luchas de las mujeres negras. 3<br />

En tercer lugar, por ser un texto creado desde la colonialidad. Desde ahí, con<br />

un lenguaje propio que no se ve refl ejado en el espejo impuesto, Sojourner<br />

Truth deconstruye la categoría (hegemónica) de mujer ―una categoría desde<br />

la que se la niega― reivindicando su propia identidad en tanto que mujer.<br />

La intersección de la «raza» con el género, que desde el sistema hegemónico<br />

construye a las mujeres negras como no-mujeres, re-aparece en el discurso de<br />

Sojourner en términos inclusivos. Detrás de su «¿Acaso no soy una mujer?»,<br />

detrás de las luchas de otras ex esclavas como Harriet Jacobs, aparece un anhelo<br />

que pugna por re-signifi car el término mujer. Su aspiración era ser libres,<br />

no sólo de la opresión racista, sino también de la dominación sexista.<br />

Las aportaciones de Sojourner Truth al movimiento sufragista (invisibilizadas<br />

por el feminismo blanco) y al pensamiento feminista negro (rescatadas<br />

en los años ochenta) han sido ampliamente difundidas (incluso en castellano)<br />

en las últimas décadas. Nos enorgullece que este texto fundacional<br />

abra esta antología.<br />

En la década de 1890, cuando aparecen las obras de referencia de las primeras<br />

académicas negras, la distancia entre las mujeres negras y las mujeres<br />

blancas, que se había hecho visible dentro del movimiento sufragista, era todavía<br />

más profunda. La abolición de la esclavitud, que la comunidad negra<br />

recibió con esperanza, solo transformó la superfi cie de la sociedad de castas<br />

que dividía a las personas entre amos y esclavos. Pronto, la discriminación<br />

racista sustituyó a la esclavitud como «moderno» criterio de desigualdad.<br />

En 1894, ya se habían establecido la privación del voto de las personas negras<br />

en el Sur, el sistema jurídico segregacionista y la vigencia de la ley<br />

3 Collins, «Gender, Black Feminism, and Black Political Economy», Annals of the American Academy<br />

of Political and Social Science, núm. 568, 2000, pp. 41-53.


30<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

Lynch. 4 Incluso algunas sufragistas asumieron planteamientos eugenistas y<br />

la ideología de la domesticidad. 5 Las palabras de Belle Kerney, recogidas por<br />

Ángela Davis son un fi el refl ejo del clima que se respiraba:<br />

La concesión del voto a las mujeres aseguraría una inmediata y duradera supremacía<br />

blanca alcanzada de manera lícita, ya que ha sido confi rmado, por autoridades<br />

inapelables, que «en todos los Estados sureños, salvo en uno, hay más mujeres<br />

educadas que la suma de todos los votantes analfabetos blancos y <strong>negros</strong>, nativos<br />

y extranjeros». 6<br />

Así se presentaba el sufragio femenino blanco como el medio más adecuado<br />

para alcanzar la supremacía racial. Dejando de lado aspectos tales como la<br />

solidaridad, la lucha por los derechos de las mujeres o la igualdad política, el<br />

incipiente movimiento feminista quedó convertido en un mero baluarte de la<br />

superioridad racial de las personas blancas. El movimiento sufragista quedó<br />

fatalmente impregnado de racismo, lo cual no solo abriría una brecha insalvable<br />

en el feminismo norteamericano (feminismo blanco versus feminismo<br />

negro) sino que se convertiría en un instrumento (más) en el proceso de objetivación<br />

de la mujer negra. Al asumir para sí mismas el papel de «guardianas y<br />

protectoras naturales del hogar», al reivindicar el voto femenino desde su rol<br />

como madres de futuros ciudadanos, las mujeres blancas excluían del voto, y<br />

de la categoría de madre y por ende de mujer, a las mujeres negras.<br />

El primer club de mujeres negras se organizó en respuesta a la desenfrenada<br />

ola de linchamientos y al abuso sexual indiscriminado del que eran objeto.<br />

Ida B. Wells fue una de sus fundadoras; ambas cuestiones eran a un tiempo<br />

objeto de sus investigaciones y motor de sus reivindicaciones. Tanto Wells<br />

como Anna Julia Cooper, otra socióloga afroamericana, desde posiciones<br />

4 Véase el texto de Wells en este volumen.<br />

5 Ángela Davis recogía las palabras de Elizabeth Cady Staton, una de las pioneras del sufragismo<br />

norteamericano: «Cuando el señor Downing me plantea la pregunta de si estoy dispuesta a que<br />

el hombre de color tenga derecho a votar antes que las mujeres, mi respuesta es no. No le entregaría<br />

mis derechos a un hombre degradado y oprimido que sería más despótico con el poder de<br />

gobernar de lo que jamás han sido nuestros gobernantes anglosajones. Si las mujeres todavía han<br />

de ser representadas por hombres, entonces mi opinión es que dejemos llevar las riendas del Estado<br />

sólo al modelo más elevado de masculinidad». Véase Davis, Mujeres, «raza» y clase, Madrid,<br />

Akal, 2004, p. 90.<br />

6 Ibídem, p. 128.<br />

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Introducción 31<br />

sociales diferentes, se inspiraron conscientemente en sus experiencias vitales<br />

como mujeres afroamericanas para desarrollar una conciencia sistemática de<br />

la sociedad y de las relaciones sociales. 7 No son, en este sentido, muy diferentes<br />

de otros pensadores que han surgido entre los subalternos.<br />

Ida Wells, una reputada intelectual, periodista y activista negra, orientó sus<br />

energías a la lucha contra los linchamientos sistemáticos a los que se sometía<br />

a la población negra después de constatar que las víctimas de los mismos no<br />

habían sido culpables de los crímenes que les imputaban (la mayoría de las<br />

veces, un acto de violación). A esta conclusión llegó de forma dramáticamente<br />

fortuita, cuando tres de sus amigos más íntimos fueron linchados acusados de<br />

este delito. Esta circunstancia la empujó a investigar de forma sistemática todos<br />

los actos de linchamiento cometidos en el Sur, utilizando una metodología<br />

que solo recientemente ha tenido reconocimiento científi co. Utilizó las únicas<br />

fuentes que existían, las del opresor, para desde ellas descubrir cuestiones subyacentes<br />

a la dominación. Partiendo de los relatos de los linchamientos escritos<br />

en periódicos de blancos, analizó las fuentes secundarias del Chicago Tribune e<br />

hizo trabajo de campo justo después de los linchamientos. Elaboró y publicó estadísticas<br />

demoledoras. Así mostró que entre 1880 y 1891 en torno a 100 <strong>negros</strong><br />

fueron linchados. En el año 1892, año en el que mataron a sus amigos, otros 160<br />

hombres fueron linchados, la mayoría por asesinato (58) y por violación (46).<br />

Denunció que los linchamientos se utilizaban para frenar el posible ascenso social<br />

de la población negra en el Sur. Señalando las lógicas desde las que se denunciaba<br />

como violación cualquier contacto (a veces meramente verbal) entre<br />

un hombre negro y una mujer blanca, Wells introdujo uno de los temas que sería<br />

central en el feminismo negro: la forma en la que la intersección entre «raza»<br />

y género construye de forma desigual la sexualidad de la población blanca y de<br />

la población negra. Lo hizo subrayando los mecanismos a través de los cuales<br />

se demonizan las relaciones raciales entre hombres <strong>negros</strong> y mujeres blancas ―<br />

usando el término de violación para cualquier tipo de contacto o acercamiento<br />

entre unos y otras― y la forma en la que se naturaliza cualquier forma de agresión<br />

sexual (violación) de hombres blancos a mujeres negras.<br />

Así lo retoma Ángela Davis:<br />

7 Así lo señalaba el eminente sociólogo Ritzer en su más reciente recuperación de las sociólogas<br />

afroamericanas, véase Teoría sociológica clásica, Madrid, McGraw Hill, 2005.


32<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

El histórico lazo que une a las mujeres negras ―las cuales han sufrido sistemáticamente<br />

el abuso y la violación de los hombres blancos― con los hombres <strong>negros</strong><br />

―quienes han sido mutilados y asesinados a causa de la manipulación racista de<br />

la acusación de violación― apenas ha comenzado a ser reconocido a un nivel signifi<br />

cativo. Generalmente, siempre que las mujeres negras se han enfrentado a la<br />

violación, han expuesto, al mismo tiempo, los montajes que lanzan la acusación de<br />

violador como arma letal del racismo contra los hombres de su comunidad. 8<br />

La alianza racial entre hombres y mujeres negras crecía en paralelo a la gran<br />

brecha que se abrió en el movimiento sufragista. Los clubs de mujeres negras<br />

fueron excluidos; e incluso en las grandes marchas por el sufragio femenino,<br />

las líderes (blancas) del movimiento asumieron la política segregacionista<br />

instando a las mujeres negras a caminar de forma separada. Esta vivencia<br />

constante del racismo incluso entre las intelectuales negras de los grupos más<br />

acomodados sirvió, también desde el principio, como nexo de unión con las<br />

mujeres negras de clase trabajadora, creando un vínculo interclasista que ha<br />

diferenciado al feminismo negro del feminismo blanco de origen burgués. Y<br />

que además está en la base de esa conciencia de hermandad [sisterhood] que<br />

reclaman para sí las teóricas del feminismo negro.<br />

Bases conceptuales del feminismo negro<br />

Mientras el feminismo moderno / ilustrado se desarrolló a partir de Simone<br />

de Beauvoir y su afi rmación «No se nace mujer. Se llega a serlo», los discursos<br />

de género en el feminismo negro parten de una negación, de una<br />

exclusión, de un interrogante, el que retoma bell hooks de Sojourner Truth<br />

en uno de los primeros textos del pensamiento feminista negro: «¿Acaso no<br />

soy una mujer?». 9<br />

No es un título escogido al azar. La interrogación que retoma bell hooks es<br />

la expresión de un sentimiento colectivo que responde de forma irónica a las<br />

teorías feministas del género surgidas de la tesis de Simone de Beauvoir, unas<br />

8 Davis, Mujeres, «raza» y clase, op. cit., 2004, p. 176.<br />

9 bell hooks, Ain’t a Woman: Black Women and Feminism, Boston, South End, 1981.<br />

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Introducción 33<br />

teorías que sirvieron para comprender que la identidad colectiva y personal es<br />

reconstruida socialmente de manera precaria y constante. 10 Desde el feminismo<br />

negro la identidad de la mujer es simultáneamente reclamada y reconstruida.<br />

Frente a los ejercicios «constructivistas» del feminismo blanco, el feminismo<br />

negro parte de una no-categoría (no-mujer). La única estrategia posible desde la<br />

negación es un ejercicio de de-construcción. Destruir la negación desde donde<br />

se ha excluido de la categoría de mujeres a las mujeres negras, para avanzar, repensarse<br />

y reconstruirse desde otras categorías. Re-conocer las imágenes de nomujer<br />

como estrategias de hegemonía. Dotarse de las herramientas adecuadas<br />

para refl ejarla y para superarla, unas herramientas que como dice Audre Lorde<br />

no podrán ser las herramientas del amo: «Las herramientas del amo nunca desmontan<br />

la casa del amo. Quizá nos permitan obtener una victoria pasajera siguiendo<br />

sus reglas del juego, pero nunca nos valdrán para efectuar un auténtico<br />

cambio». Para dejar de ser constituidas como objetos y pensarse como sujetos,<br />

tuvieron que tomar la palabra, recuperar la voz y generar un nuevo discurso.<br />

En defi nitiva, crear una nueva epistemología.<br />

El doble discurso de los grupos dominados. Patricia Hill Collins<br />

Los primeros textos de teoría feminista negra salieron a la luz en Estados<br />

Unidos en la década de los ochenta, cuando se fraguaba lo que se ha denominado<br />

la Segunda Ola del feminismo. Desde diferentes enfoques teóricoprácticos<br />

―que han tenido una lectura en términos de feminismo liberal,<br />

feminismo radical y feminismo socialista― se fueron desgranando los ejes<br />

teórico-políticos de lo que ha sido el movimiento feminista en la segunda<br />

mitad del siglo XX, muchas de cuyas secuelas siguen estando presentes<br />

en los discursos del feminismo hegemónico. Sánchez ―en una interesante<br />

revisión del(los) feminismo(s) en castellano― los articula en torno a dos<br />

grandes temas: el primero, representado en el lema lo personal es político,<br />

quería llamar la atención sobre los confl ictos y problemas que las mujeres<br />

afrontan en el ámbito privado; el segundo vertebraría el análisis de las causas<br />

de la opresión, en el que desempeñaría un papel fundamental el concepto<br />

de patriarcado, reformulado por algunas autoras en términos de sistema de<br />

sexo-género. 11 Fue precisamente el sistema de sexo-género el que primero<br />

10 Donna Haraway, Ciencia, cyborgs y mujeres, Madrid, Cátedra. <strong>Feminismos</strong>, 1995.<br />

11 Elena Beltrán, Virginia Maqueira (eds.), Silvina Álvarez y Cristina Sánchez, <strong>Feminismos</strong>. Debates<br />

teóricos contemporáneos, Madrid, Alianza Editorial, 2001, p. 76.


34<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

pusieron en cuestión las feministas negras. Una de las premisas centrales<br />

de este sistema, tal y como lo formuló Rubin en un articulo seminal en 1975,<br />

explica la complementariedad de los sexos y la opresión de las mujeres por<br />

los hombres a través del intercambio de las mujeres dentro de los sistemas<br />

de parentesco. Carby, Hurtado y Spiller, entre otras, cuestionaron la universalidad<br />

de este principio. 12 ¿Qué ocurre ―se preguntaron― cuando las mujeres<br />

no se encuentran en las mismas posiciones respecto a la institución del<br />

parentesco? ¿Qué ocurre con la idea de género si grupos enteros de hombres<br />

y mujeres están situados juntos, fuera de la institución del parentesco, pero<br />

relacionados con la institución del parentesco de un grupo dominante? Y las<br />

tres regresaron al periodo de la esclavitud, desde donde, a través de análisis<br />

de corte historicista, mostraron cómo las mujeres negras no fueron constituidas<br />

en la sociedad norteamericana de la misma manera que las mujeres<br />

blancas. No fueron las únicas. Los ejes teórico-prácticos del feminismo blanco<br />

fueron ampliamente contestados por parte de las feministas negras. 13 Lo<br />

que denunciaban era el propio concepto de género, en la medida en que formaba<br />

parte del sistema de relaciones jerárquicas de «raza». Denunciándolo,<br />

comenzaban a escuchar su propia voz, una voz que había estado oscurecida<br />

en un sistema de dominación que las había construido con las herramientas<br />

de los grupos hegemónicos. Como grita bell hooks:<br />

Mi anhelo de encontrar fuentes que pudieran explicar la experiencia negra (especialmente<br />

mi presunción de que los libros escritos por blancos podrían contener<br />

tal explicación) es precisamente un refl ejo de la socialización de los grupos oprimidos<br />

y explotados en una cultura de dominación. Nosotras aprendemos que no<br />

tenemos poder para defi nir nuestra propia realidad o para transformar las estructuras<br />

opresivas. Nosotras aprendemos a buscar en aquellas capacitadas por los<br />

sistemas de dominación, que nos hieren y nos dañan; buscamos ser liberadas y<br />

12 Véase Carby, Reconstructing Womanhood: The Emergence of the Afro-American Woman Novelist,<br />

Nueva York, Oxford University Press, 1987; Aida Hurtado, «Relating to privilege: seduction and<br />

rejection in the subordination of white women and women of color», Signs, vol. 14, núm. 4, 1989,<br />

pp. 833-855; y Hortense Spillers, «Mama’s baby, papa’s maybe: an American grammar book»,<br />

Diacritics, vol. 17, núm. 2, 1987, pp. 65-81.<br />

13 Véase Angela Davis, op. cit., 2004; Hull et al., All the Women are White, All the Men are Black, But<br />

Some of Us Are Brave, op. cit., 1982; bell hooks, Ain’t a Woman…, op. cit., 1981 y Feminism Theory:<br />

From Margin to Center, Boston, South End, 1984.<br />

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Introducción 35<br />

nunca lo hayamos. Para nosotras, es necesario hacer el trabajo por nosotras mismas<br />

si queremos conocer más acerca de nuestra experiencia, si queremos ver esa experiencia<br />

desde perspectivas no conformadas por la dominación. 14<br />

Hay que salir, pues, de las lógicas del discurso de la dominación, alejarse<br />

de las formas desde las que han sido pensadas. Para el feminismo negro<br />

la generación de pensamiento pasaba por un ejercicio de deconstrucción y<br />

reconstrucción. En esta tarea, la obra de Patricia Hill Collins cobra un gran<br />

protagonismo.<br />

En primer lugar por sus aportaciones al campo de la epistemología, en lo<br />

que ella plantea como la tercera vía (entre las ideologías científi cas de la objetividad<br />

y los relativismos) y que hace referencia a una epistemología alternativa<br />

que se sostiene en la conexión entre conocimiento, conciencia y políticas<br />

de empoderamiento:<br />

1. En la medida en que se construye desde la experiencia vivida y no<br />

bajo una posición teóricamente «objetiva», el conocimiento se crea dialógicamente.<br />

Frente al lenguaje objetivo y distante de otras formas de<br />

aproximación al conocimiento, en las epistemologías alternativas, la<br />

autora es central y está presente en el texto. En la epistemología feminista<br />

negra, la historia es contada y preservada en forma de narrativa<br />

y no desde una posición analítica.<br />

2. La cuestión ética es puesta en el centro en la producción de conocimiento,<br />

desde el reconocimiento de que todo conocimiento está cargado<br />

de valor. No cabe pues una distancia objetiva con respecto a la<br />

realidad investigada, ni la ruptura binaria entre intelecto y emoción<br />

que plantea el pensamiento eurocéntrico. Al contrario, el conocimiento<br />

deberá ser testado por la presencia de empatía y emociones.<br />

3. La epistemología feminista negra requiere una rendición de cuentas<br />

personal. El investigador y la investigadora no están separados, distanciados<br />

de la verdad. La forma de producir conocimiento de los grupos<br />

subyugados se da en un sistema de conocimiento pre-existente<br />

14 bell hooks, Talking Back. Thinking Feminist. Thinking Black, Boston, South End, 1989, p. 150.


36<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

donde toda información encuentra su existencia y «verdad», y donde<br />

su propia forma de producir conocimiento «crea» verdad. Por eso tiene<br />

una mayor carga de responsabilidad moral sobre el mismo.<br />

En segundo lugar, por sus aportaciones al pensamiento feminista negro en particular<br />

y al feminismo en general. Lo esencial está sistematizado en un libro escrito<br />

en 1990 y que se ha transformado en un clásico del pensamiento feminista negro,<br />

Black Feminist Thought: Knowledge, Consciousness and the Politics of Empowerment.<br />

El capitulo que hemos extraído de este texto en la presente antología sintetiza los<br />

rasgos claves. Como planteaba Collins con respecto a la epistemología alternativa,<br />

epistemología y conocimiento no son separables ni son ajenos a los valores<br />

políticos ni a las creencias individuales. La forma en la que nos aproximamos<br />

al conocimiento y el conocimiento mismo tiene una traducción en términos de<br />

empoderamiento. Conocimiento, (auto)conciencia y empoderamiento son términos<br />

que aparecen constantemente interrelacionados en su pensamiento. «Escribí<br />

Black Feminist Thought con el fi n de ayudar al empoderamiento de las mujeres<br />

afroamericanas», escribía Collins en el prefacio de la segunda edición de su libro.<br />

15 «Sabía que la conciencia de una mujer negra con respecto a su propia vida<br />

experimenta un cambio, puede empoderarse». Hill Collins interrelacionaba pensamiento<br />

feminista negro y empoderamiento en torno a tres ejes.<br />

En el plano teórico, redefi ne el concepto de opresión en términos de interseccionalidad<br />

incorporando lo que denomina «matriz de dominación», 16<br />

y adopta la «teoría del punto de vista» para caracterizar las bases del pensamiento<br />

feminista negro, enfatizando la perspectiva de las mujeres negras<br />

sobre su propia opresión. Esto genera una tensión entre los cambios colectivos<br />

y las experiencias individuales que Collins resuelve desde un doble posicionamiento:<br />

negando la posibilidad de un punto de vista homogéneo y planteando<br />

la conformación de un punto de vista colectivo.<br />

15 Hill Collins, Black Feminist Thought: Knowledge, Consciousness and the Politics of Empowerment,<br />

Nueva York, Routledge, 2000.<br />

16 La matriz de dominación hace referencia a la organización total de poder en una sociedad. Hay<br />

dos características en cualquier matriz: 1) cada matriz de dominación tiene una particular disposición<br />

de los sistemas de intersección de la opresión; y 2) la intersección de los sistemas de<br />

opresión está específicamente organizada a través de cuatro dominios de poder interrelacionados:<br />

estructural / disciplinario / hegemónico / interpersonal. La intersección de vectores<br />

de opresión y de privilegio crea variaciones tanto en las formas como en la intensidad en la que<br />

las personas experimentan la opresión. Véase Collins, ibídem, p. 299.<br />

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Introducción 37<br />

En segundo lugar, muestra la articulación entre conocimiento y empoderamiento.<br />

Como ocurría en el movimiento de mujeres blancas, en el feminismo<br />

negro, la creciente sensibilidad de la diversidad en lo común se conecta<br />

con la diversidad en las formas de activismo que, en el caso de las mujeres<br />

negras, se traduce en la creación de espacios sociales donde las mujeres hablan<br />

largamente. Collins identifi ca en el texto tres de estos espacios sociales:<br />

a) el de las relaciones de las mujeres negras entre sí; b) la tradición de las<br />

cantantes de blues; y c) las teóricas afroamericanas. Mientras el primero está<br />

anclado en el día a día de las mujeres negras, los dos últimos son los que han<br />

dado voz históricamente a las mujeres que no tenían voz. La importancia<br />

de estos espacios radica en que proporcionan oportunidades para la autoidentifi<br />

cación. Y la auto-identifi cación es el primer paso para el empoderamiento.<br />

Si un grupo no se defi ne a sí mismo, entonces será defi nido por y en<br />

benefi cio de otros.<br />

En tercer lugar, sitúa la lucha por la auto-identifi cación de las mujeres<br />

negras, en tanto colectivo de lucha, en un diálogo entre acción y pensamiento.<br />

«Cambios en el pensamiento ―afi rma― pueden alterar conductas<br />

y las conductas alteradas pueden producir cambios en el pensamiento».<br />

Collins ve este cambio como un proceso de rearticulación, más que de<br />

creación de conciencia, entendiendo la rearticulación como un vehículo<br />

para re-expresar una toma de conciencia que bastante a menudo ya está<br />

en la calle.<br />

Resulta difícil señalar brevemente las contribuciones de Patricia Hill Collins<br />

no solo a la epistemología feminista negra o a la de los grupos subyugados<br />

sino a la teoría social general. Presentar la teoría y la práctica de Patricia<br />

Hill Collins como un soliloquio afrocentrado oscurecería la implicación teórica<br />

de sus aportaciones. Efectivamente, P. H. Collins trata de colocar a las<br />

mujeres negras norteamericanas en el centro de su análisis. Pero lo hace sin<br />

privilegiar esas experiencias. Por terminar con sus propias palabras:<br />

A pesar del enorme potencial de las mujeres afroamericanas para iluminar la matriz<br />

de dominación, el punto de vista de las mujeres negras es solo un ángulo de<br />

visión. El pensamiento feminista negro representa una perspectiva parcial. La matriz<br />

de dominación general acoge múltiples grupos, cada uno con variadas experiencias de<br />

penalidades y de privilegios que generan sus correspondientes perspectivas parciales,<br />

conocimientos situados y, para grupos subordinados claramente identifi cables,<br />

conocimientos subyugados […] Este enfoque feminista afrocéntrico permite a las


38<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

mujeres afroamericanas llevar el punto de vista de las mujeres negras a diálogos<br />

epistemológicos mayores relativos a la matriz de dominación. Eventualmente tales<br />

diálogos pueden llevar a un punto en el que todas las personas aprehendan el core<br />

en otra experiencia. 17<br />

Los rostros de la resistencia. Las mujeres negras del blues de Ángela Davis<br />

Bajo la máscara, en el gueto de la comunidad de las mujeres negras, en su familia,<br />

y más importante, en su psique, hay y siempre ha habido otro mundo, un mundo<br />

en el que ella opera ―a veces con pena, pero a menudo con verdadero disfrute―<br />

haciendo lo que hacen las mujeres negras «normales».<br />

O’Neale 18<br />

Estamos enraizadas en el lenguaje, casadas, nuestro ser son palabras. El lenguaje es<br />

también un lugar de combate. El combate de los oprimidos respecto al lenguaje<br />

para recuperarnos a nosotras mismas ―para rescribir, reconciliar, renovar. Nuestras<br />

palabras no carecen de importancia. Son un acto ―de resistencia. El lenguaje<br />

es también un lugar de combate.<br />

bell hooks<br />

Afi rma James C. Scott en el libro que hizo que nos acercáramos de forma diferente<br />

a las lógicas ocultas de los grupos subalternos:<br />

17 Ibídem, p. 229.<br />

18 Sandra O’Neal, «Inhibiting Midwives, Usurping Creators: The Struggling Emergence of Black<br />

Women in American Fiction», en Teresa de Laurentis (ed.), Feminist Studies / Critical Studies, Bloomington,<br />

Indiana University Press, 1986. Citado en Collins, Black Feminist Thought, op. cit., 2000, p. 101.<br />

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Introducción 39<br />

Primero, el discurso oculto es un producto social y, por lo tanto, resultado de las<br />

relaciones de poder entre subordinados. Segundo: como la cultura popular, el discurso<br />

oculto no existe en forma de pensamiento puro; existe sólo en la medida en<br />

que es practicado, articulado, manifestado y diseminado dentro de los espacios sociales<br />

marginales. Tercero: los espacios sociales en los que crece el discurso oculto<br />

son por sí mismos una conquista de la resistencia, que se gana y se defi ende en las<br />

fauces del poder. 19<br />

Lo que nos presenta Ángela Davis en este texto es uno de esos espacios sociales<br />

donde crecía el discurso oculto de las mujeres negras, aquel desde donde respondían,<br />

resistían a las construcciones ideológicas que desde el poder dibujaban<br />

su sexualidad como primitiva y exótica. Este espacio, que Patricia Hill Collins<br />

incluyó en una categoría más amplia, como espacio social cultural, es el de las<br />

cantantes negras de blues del primer tercio del siglo XX. Ángela Davis no es<br />

la primera ni la única entre las feministas negras que ha explorado este espacio.<br />

Las cantantes de blues han ejercido una fuerte fascinación en las feministas<br />

negras, sobre todo norteamericanas, ya desde los primeros textos literarios. 20<br />

Sin embargo, fue otra feminista de la diáspora negra, Hazel Carby, quien introdujo<br />

a las cantantes de blues de los primeros años veinte como las auténticas<br />

representantes de la cultura popular. Lo hizo en un texto en el que enfrentó las<br />

distintas visiones de la sexualidad de las mujeres negras que se refl ejaban en<br />

los escritos de las intelectuales y escritoras de la clase media negra y las que<br />

aparecían en las letras, las vidas y los movimientos de las cantantes de blues.<br />

En ellas aparecen las contradicciones desde donde se enfrentan a las imágenes<br />

estereotipadas que sobre las mujeres negras vierte el discurso hegemónico. Pero<br />

cada grupo lo afronta de una manera distinta. Mientras en los textos literarios<br />

se asumen las categorías del discurso hegemónico que defi nen la sexualidad<br />

femenina negra como primitiva y exótica y se buscan vías de redención en<br />

la negación del deseo y la represión de la sexualidad, 21 las mujeres del blues,<br />

como las grandes «Ma» Rainey o Bessie Smith, desafían el patriarcado con<br />

mayor libertad. Crean un «discurso» que articula una lucha cultural y política<br />

sobre las relaciones sexuales; una lucha que está directamente en contra de<br />

19 James C. Scott , Los dominados y el arte de la resistencia, Tafalla, Txalaparta, 2003, p. 175.<br />

20 Véase, entre otras, Toni Code Bambara, Gayl Jones, Sherley Anne Williams, Alice Walker, Mary<br />

Helen Washington, Toni Morrison, Alexis De Veaux y Jessica Hagedorn. En los años ochenta se<br />

inician las exploraciones feministas del blues con los trabajos de Rosseta Reitz, Sandra Leib y<br />

Daphne Duval Harrison.<br />

21 Hazel Carby analiza las obras de Zora Neale Hurston, Jessie Fauset y Nella Larsen.


40<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

la objetivación de la sexualidad de las mujeres dentro de un orden patriarcal;<br />

pero que al tiempo reclama los cuerpos de las mujeres como sujetos sensuales y<br />

sexuales. Carby otorga a estas mujeres el papel de intelectuales orgánicas, en el<br />

sentido gramsciano del término. No solo eran parte de la comunidad sujeto de<br />

su música, eran también producto del movimiento rural-urbano. Carby analiza<br />

desde este contexto social, las migraciones rural-urbanas (sur-norte), la forma<br />

en que las actuaciones y los discos refl ejaron y marcaron las relaciones sexuales<br />

dentro de la comunidad negra, así como el terreno cultural en el que las diferencias<br />

sexuales se disputaban y redefi nían. 22<br />

Ángela Davis parte del trabajo de Carby y de su obra anterior Mujeres,<br />

«raza» y clase, para buscar en el blues femenino de los años veinte los rastros<br />

y rostros de una tradición secreta de un feminismo de clase trabajadora, que<br />

coexiste junto a una tradición de clase media negra, pero cuyos códigos y<br />

formas de expresión eran completamente distintos. Frente a la obra (escrita)<br />

de las intelectuales del feminismo negro, referentes tradicionales del movimiento<br />

feminista negro, los textos (no escritos) del blues femenino aparecen<br />

como el vehículo de expresión de las ideas producidas en y por las mujeres<br />

pobres y de clase trabajadora, aquéllas que nunca podrían acceder a los textos<br />

escritos y aquellas que tampoco se reconocen ―salvo desde las categorías de<br />

exclusión― en las imágenes que de ellas proyecta tanto el sistema hegemónico<br />

(blanco) como la clase media negra. En este sentido, el blues es el heredero<br />

de las canciones de trabajo y de los espirituales de la época de la esclavitud.<br />

Músicas que conseguían traducir los deseos y los lamentos de la población<br />

negra en una expresión de carácter colectivo, en un discurso que, en la medida<br />

en que era inaccesible para los grupos dominantes, funcionaba como una<br />

expresión comunitaria de la experiencia de ser negro. Pero mientras la música<br />

de la esclavitud ―ambas, la secular y la religiosa― era la quintaesencia de la<br />

música colectiva en el sentido de que era colectivamente creada y refl ejaba al<br />

anhelo de la comunidad por la libertad, el blues ―la forma musical afroamericana<br />

predominante del periodo post-esclavitud― articuló una nueva valoración<br />

de los distintos deseos y necesidades emocionales. El nacimiento del<br />

blues es una prueba estética de nuevas realidades psicosociales entre la población<br />

negra. Frente a los referentes colectivos del periodo anterior, se incorporan<br />

dos rasgos del sistema hegemónico, la individualidad y la diferenciación<br />

sexual. Ángela Davis ya había argumentado en trabajos anteriores que la población<br />

negra había conseguido durante la esclavitud la hazaña prodigiosa de<br />

22 Hazel Carby, «It Jus Be’s Dat Way Sometime: The Sexual Politics of Women’s Blues», Radical<br />

America, vol. 20, núm. 4, 1986, pp. 9-24.<br />

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Introducción 41<br />

transformar la igualdad negativa que emanaba del hecho de sufrir la misma<br />

opresión como esclavos, 23 en cualidad positiva: la igualdad en las relaciones<br />

sociales. 24 En este texto introduce dos de los aspectos que, con la emancipación,<br />

transformaron radicalmente la vida de la población afroamericana: el<br />

viaje y la exploración libre de la sexualidad. Y muestra cómo ese doble ejercicio<br />

de la libertad individual está presente en todas las composiciones de blues<br />

de la época, tanto las de los hombres como las de las mujeres. Pero lo está en<br />

muy distinta forma. De tal manera que estas dobles vivencias apuntaban a<br />

trayectorias genéricamente diferenciadas en la población negra. Los hombres<br />

y las mujeres del blues compartían el lenguaje y la experiencia del tren y de la<br />

sexualidad. Pero tenían signifi cados diferentes para cada uno.<br />

El discurso hegemónico ―que quedaba también refl ejado en las voces masculinas―<br />

distinguía entre quienes viajaban (los hombres) y quienes sentían el<br />

desgarro del abandono (las mujeres) como refl ejaba una de las canciones de<br />

Peetie Wheststraw recogida por Ángela Davis en el texto que presentamos: 25<br />

When a woman gets the blues, she hangs her head and cries.<br />

When a man gets the blues, he fl ags a freight train and rides.<br />

Las cantantes negras de blues se resistían a refl ejar en sus letras trayectorias<br />

femeninas marcadas por la resignación y la impotencia. Al contrario, sus letras<br />

estaban plagadas de referencias a la independencia femenina, al control<br />

sobre sus deseos, al ejercicio libre de su propia sexualidad. No eran sólo las<br />

letras. Sus trayectorias vitales estaban salpicadas por estos escenarios construidos<br />

al margen de la moral dominante. Escenarios que se convertían a la postre<br />

en referentes para las mujeres pobres o de clase obrera a las que el discurso<br />

hegemónico colocaba en el papel de víctimas o en el estereotipo de jezzabel,<br />

mujeres dominadas por su apetito sexual y víctimas de sus excesos. Porque era<br />

así como se traducía desde la moral dominante la recientemente adquirida<br />

23 El patriarcado blanco había anulado la posibilidad de existencia de un patriarcado negro entre<br />

los esclavos: «Si las negras difícilmente eran “mujeres” en el sentido aceptado del término,<br />

el sistema esclavista también desautorizaba el ejercicio del dominio masculino por parte de los<br />

hombres <strong>negros</strong>». Angela Davis, op. cit., 2004, p. 16.<br />

24 Angela Davis, op. cit., 2004, p. 26.<br />

25 Cuando una mujer se deprime, inclina la cabeza y llora / Cuando un hombre se deprime, baja<br />

a un tren de mercancías y monta.


42<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

(y practicada) libertad sexual de las mujeres negras. Lo que plantea Ángela<br />

Davis en este sugerente texto es que cantantes de blues como «Ma» Rainer o<br />

Bessie Smith, cuyas letras desentraña desde el pensamiento feminista negro,<br />

desempeñaron en los años veinte el papel de intelectuales en el sentido que<br />

Collins da a las feministas negras: aquellas mujeres que son capaces de traducir<br />

las necesidades de otras mujeres en un discurso que permite y/o posibilita su<br />

empoderamiento. Las cantantes de blues tenían esta capacidad porque, como<br />

decía Carby, ellas mismas formaban parte de ese grupo. Por eso eran capaces de<br />

entender las lógicas desde donde actuaban, sentían y sufrían las mujeres negras<br />

pobres y de clase trabajadora. Desde ahí, con un código que compartían y que,<br />

al tiempo, las distanciaba de los grupos dominantes, eran capaces de establecer<br />

una especie de comunión a través de las letras de sus canciones, pero también<br />

por medio de su manera de estar, de moverse, de llegar a ellas. Lo que desde la<br />

sociedad hegemónica se leía como exceso, en el blues se traducía en capacidad<br />

de agencia. Las mujeres negras no estaban dominadas por su apetito sexual,<br />

elegían de una forma libre practicar su sexualidad al margen del imaginario del<br />

amor romántico ligado al matrimonio que imponía la sociedad blanca. El blues<br />

femenino funcionaba, en este sentido, como lenguaje de resistencia, capaz de<br />

articular en un discurso común los intereses colectivos de un grupo subyugado.<br />

Redefi nir el concepto de familia: el valor del parentesco. Un diálogo con Carol Stack<br />

Confi eso que cuando leí por primera vez All our Kin, la maravillosa monografía<br />

en que se basa el texto que presentamos en esta antología, pensé que Carol<br />

Stack era negra. Después he sabido que ella misma se sintió y se percibió así<br />

en los tres años que residió en el gueto. 26 Ya existían investigaciones pioneras<br />

en las comunidades negras, como la que realizó a principios de siglo Du<br />

Bois, 27 pero desde los años treinta las aproximaciones se habían realizado a<br />

partir de datos cuantitativos. Algunas, incluso, fueron especialmente tóxicas<br />

para la imagen de la comunidad negra en Estados Unidos. Carol Stack hace<br />

referencia a la que fue sin duda la más infl uyente política y socialmente, el<br />

Informe Moynihan. 28<br />

26 Carol Stack, All our Kin: Strategies for Survival in a Black Community, Nueva York, Harper and<br />

Row, 1972.<br />

27 Du Bois, The Philadelphia Negro, Filadelfi a, Universtiy of Pennsylvania, 1899.<br />

28 Moynihan, The Negro Family. The Case for National Action, Washington, U.S. Departament of<br />

Labor, 1965.<br />

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Introducción 43<br />

Se trata de un texto de asesoramiento político, redactado por el sociólogo<br />

que le da nombre, en el que se describe y diagnostica a la «familia negra» a<br />

partir de criterios elaborados sobre la base de un modelo de familia nuclear<br />

que universaliza el modelo de familia de clase media blanca norteamericana.<br />

Tomando como referente de normalidad el matrimonio heterosexual, señala<br />

como anomalías las prácticas de la familia negra: «Una cuarta parte de los<br />

matrimonios están disueltos, cerca de una cuarta parte de los nacimientos son<br />

ilegítimos; al menos una cuarta parte de las familias tenían como cabeza de<br />

familia a una mujer», rasgos todos ellos que, según este autor, permiten hablar<br />

de «desintegración de la familia negra» y derivar como consecuencias de<br />

tal ruptura «la creciente dependencia de las políticas asistenciales públicas» y<br />

el empobrecimiento de la comunidad negra. El Informe Moynihan iba incluso<br />

más allá. Señalaba que la causa de esta situación tenía raíces históricas que<br />

ubicaba en el esclavismo y en los posteriores desplazamientos masivos hacia<br />

las ciudades. ¿El diagnóstico? Una especie de patología de la familia negra a<br />

la que daba incluso nombre: matriarcado.<br />

El efecto de este informe en la comunidad negra fue muy dañino. Las imágenes<br />

estereotipadas de las mujeres negras las alejaban del ideal de feminidad<br />

que acompañaba tradicionalmente a la familia «ideal» y que se apoyaba en<br />

una imagen de cierta mujer que poseía las cuatro virtudes cardinales: piedad,<br />

pureza, sumisión y domesticidad. 29 A través de estos estereotipos femeninos,<br />

se mostraba la desestructuración de las familias negras y se explicaba, a partir<br />

de ella, los índices de pobreza, de marginalidad e incluso de violencia entre<br />

las comunidades negras.<br />

Pensadores, políticos e incluso científi cos sociales se apoyaron en el Informe<br />

para caracterizar una «subclase» [underclass] y formular, tomándolo como<br />

base empírica, discursos, programas y medidas políticas. Una de las de más<br />

amplia resonancia dentro de la política de «ayuda asistencial» es la que tiende<br />

a identifi car a las mujeres negras, jefas de familias monoparentales, como<br />

las principales perceptoras de salario social. Esto ha generado un nuevo estereotipo,<br />

que Collins defi ne como «la madre de servicios sociales» [Welfare<br />

Mother], 30 una imagen que presenta a la mujer como alguien con poco interés<br />

en acceder y mantener un puesto de trabajo y que, en cambio, tiene embarazos<br />

seguidos con el fi n de conseguir más dinero de las arcas del Estado.<br />

29 Hill Collins, Black Feminist Thought, op. cit., 2000, p. 72.<br />

30 Ibidem.


44<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

Al tiempo, se la retrata como una madre incapaz de socializar a sus hij os en<br />

los valores cívicos y de imponerles patrones normativos para que valoren y<br />

acepten la ética del trabajo, lo cual termina perpetuando la situación de pobreza<br />

a la que parece abocada toda la familia. Es decir, se responsabiliza de la<br />

situación crónica de pobreza en los márgenes internos del gueto negro a los<br />

individuos que lo sufren, y a las propias mujeres.<br />

El trabajo de Carol Stack fue uno de los primeros en romper esta imagen.<br />

Años antes otro antropólogo, Elliot Liebow había indagado en las lógicas internas<br />

del gueto a través de los ojos, las miradas y las voces de los hombres<br />

<strong>negros</strong>. Su estudio fue una de las primeras respuestas de la antropología al<br />

Informe Moynihan, Tally’sCorner. 31 Pero esta mirada, penetrante, en la medida<br />

en que se centraba casi en exclusiva en los hombres y consideraba de forma<br />

periférica a las familias, no alcanzó el corazón de la comunidad. Carol Stack,<br />

en cambio, al situar a las mujeres en el centro y dar relevancia a su punto de<br />

vista, colocó el foco en los hogares ―que se formaban en torno a las mujeres―<br />

y en las redes que articulaban. Desde ese entramado de red, que ella desgrana,<br />

se hacen visibles las lógicas comunitarias que la sostienen. Atendiendo a las<br />

voces de las mujeres negras luchando por criar a sus hij os en el gueto, Stack<br />

mostró que las conductas que la sociedad dominante condenaba como patológicas<br />

eran realmente estrategias de las propias mujeres para mantener la<br />

cohesión y satisfacer sus necesidades económicas.<br />

El trabajo de Carol Stack tuvo un rápido y amplio reconocimiento en el<br />

campo disciplinario de la antropología social como ejemplo de estudio etnográfi<br />

co sobre la pobreza y la desigualdad social. Por su parte, el feminismo<br />

negro ha retomado sus aportaciones etnográfi cas como base para la reconceptualización<br />

de la familia y de la comunidad. «Colocando a las mujeres<br />

afroamericanas en el centro del análisis― afi rma Hill Collins― no sólo revela<br />

que se necesita más información acerca de las experiencias de las mujeres,<br />

sino que cuestiona las perspectivas eurocéntricas y masculinas sobre la familia».<br />

Al estudiar el papel de las mujeres negras en la lucha y en la supervivencia<br />

del grupo, se desvela un modelo (afrocéntrico) de comunidad que ―en<br />

contraste con la defi nición de comunidad implícita en el modelo de mercado,<br />

estructurada fundamentalmente por la competición y la dominación― se<br />

construye sobre las conexiones, el cuidado y la responsabilidad personal. 32<br />

31 Liebow, Tally’s Corner: A Study of Negro Streetcorner Men, Boston (Mass.), Litt le, Brown, 1967.<br />

32 Hill Collins, Black Feminist Thought, op. cit., 2000; bell hooks, Talking Back, op. cit., 1989.<br />

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Introducción 45<br />

Entiendo que esta aportación justifi caría la inclusión de Carol Stack en cualquier<br />

antología de feminismo negro. Sin embargo, ésta es una de las primeras<br />

que lo hacen. Tal vez porque, a pesar de que, como ella misma afi rmó, en los<br />

tres años que estuvo en el gueto olvidó en muchas ocasiones el color de su<br />

piel, nunca se hizo la ilusión de ser una habitante más del mismo. 33 Tuvo la<br />

sufi ciente capacidad para entender a las otras desde sus códigos y al mismo<br />

tiempo ser consciente de la diferencia entre ella y sus sujetos. El trabajo de<br />

Carol Stack es un trabajo comprometido que encajaría bien en la trilogía con<br />

la que Collins sintetizaba el rol de las intelectuales negras (conocimiento /<br />

conciencia / empoderamiento). Pocos trabajos teóricos han alcanzado el nivel<br />

de penetración en las lógicas de la comunidad negra como la aproximación<br />

etnográfi ca de Carol Stack; hasta tal punto que Gilroy y hooks demandaban<br />

un trabajo con esa capacidad de introspección para descubrir y mostrar cómo<br />

funciona hoy en día la comunidad negra en contextos marginales. 34 Lo único<br />

que diferencia a Carol Stack de otras autoras que hemos presentado en esta<br />

antología es su desvinculación del movimiento político; efectivamente, no se<br />

puede decir que Carol Stack sea una feminista negra. No obstante, su obra<br />

ha contribuido de forma sustancial a la creación de pensamiento negro y eso<br />

también merece un reconocimiento.<br />

Segunda Ola del pensamiento feminista negro. Diáspora y estudios culturales<br />

Al colocar en el racismo el epicentro de la desigualdad de las mujeres negras,<br />

el feminismo negro estadounidense abrió la puerta a otros feminismos. En<br />

el contexto europeo, el feminismo negro británico tomó el relevo. Frente a la<br />

vivencia de la esclavitud, vital en el discurso afroamericano, las británicas negras<br />

incorporaron situaciones y/o vivencias del postcolonialismo, las migraciones<br />

y los desplazamientos. Lo han hecho desde otra categoría de «negro».<br />

Así lo explica Avtar Brah:<br />

33 Duneier, «On the legacy of Elliot Liebow and Carol Stack: Context-driven fi eldwork and the<br />

need for continuous ethnography», Focus, vol. 25, núm. 1, 2007.<br />

34 Gilroy, Small Acts, Londres, Serpent’s Tail, 1993.


46<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

En la medida en que las «mujeres negras» conformaban una categoría altamente diferenciada<br />

en términos de clase, etnicidad y religión, e incluía a mujeres que habían<br />

migrado desde África, el subcontinente asiático y el Caribe tanto como a nacidas<br />

en Inglaterra, lo negro en el «feminismo negro» implicaba una multiplicidad de la<br />

experiencia a la par que articulaba una posición de sujeto feminista particular. Más<br />

aún, al poner en un primer plano una amplia gama de experiencias diaspóricas<br />

tanto en su especifi cidad local como global, el feminismo negro representaba la vida<br />

negra en toda su amplitud, creatividad y complejidad. 35<br />

Ligadas al movimiento intelectual británico de la New Left [Nueva Izquierda] y<br />

con vínculos teóricos con la diáspora negra, las feministas negras británicas construyeron<br />

un discurso identitario en relación / frente a las posiciones de la izquierda<br />

y del feminismo blanco. Las autoras que presentamos en esta antología, Hazel<br />

Carby y Pratibha Parmar son en este sentido representativas de un movimiento<br />

que tuvo su centro de operaciones en el grupo «Raza» y Política del Center for<br />

Contemporary Cultural Studies (CCCS) de la Universidad de Birmingham.<br />

El CCCS fue creado en el año 1964 dentro de lo que fue el movimiento de<br />

la New Left . Dicho movimiento aglutinó a miembros relevantes de la inteligencia<br />

postcolonial y a anticolonialistas sin espacio ni cabida en las instituciones<br />

dominantes de la izquierda británica. Uno de ellos, quizás hoy el más<br />

canonizado de sus padres fundadores, es el sociólogo y crítico Stuart Hall, 36 tal<br />

vez porque se encuentra entre la primera generación, más centrada en las tradiciones<br />

y las resistencias del proletariado británico (representada en las obras<br />

de Hoggart, Williams o E. P. Thomson), y la segunda, que incorpora como<br />

cuestiones centrales la «raza» y el feminismo. De hecho, cuando Hazel V. Carby<br />

y Pratibha Parmar, junto con Valery Amos o Paul Gilroy se incorporaron<br />

a la Universidad de Birmingham, el CCCS estaba liderado por Stuart Hall y<br />

ya había iniciado lo que el propio Hall califi caría como el giro de la clase a la<br />

«raza» y al género, al que sin ninguna duda contribuyeron los y las integrantes<br />

del grupo «Raza» y Política. Tanto es así que el texto de Carby que hemos<br />

seleccionado, «White Women Listen! Black Feminism and the Boundaries of<br />

Sisterhood», a la sazón uno de los referentes teóricos del feminismo negro,<br />

se publicó por primera vez en uno de los libros de referencia de los Estudios<br />

35 Avtar Brah, Cartografías de la diáspora, Madrid, Trafi cantes de Sueños, 2011.<br />

36 Morley y Chen (eds.), Stuart Hall. Critical Dialogues in Cultural Studies, Londres y Nueva York,<br />

Routledge, 1996.<br />

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Introducción 47<br />

Culturales, The Empire Strikes Back; 37 en este volumen también participó Pratibha<br />

Parmar con el capítulo «Gender, Race and Class. Asian Women in Resistence».<br />

Con el trabajo de ambas, al que habría que sumar también el texto que<br />

Pratibha Parmar escribió junto a Valerie Amos, 38 el género se incorporó al CCCS<br />

desde / en la intersección con la «raza», distinguiéndose y diferenciándose de la<br />

primera oleada feminista, completamente ajena a la cuestión racial. 39<br />

Según señala Grossberg, el proyecto de los estudios culturales era / es construir<br />

una historia política del presente y hacerlo de una forma particular, de<br />

una manera contextualista. Pretende evitar reproducir los universalismos que<br />

han contribuido ―como práctica dominante de producción de conocimiento―<br />

a forjar ciertas relaciones de dominación, desigualdad y sufrimiento; y<br />

busca prácticas capaces de acoger la complejidad y la contingencia, así como<br />

evitar cualquier especie de reduccionismo. 40 El trabajo de Carby y de Parmar<br />

se desenvuelve dentro de estas tendencias. En el caso de Hazel Carby, además,<br />

hay que señalar la relación estrecha que establece intelectualmente con<br />

Paul Gilroy, el otro gran teórico de la diáspora negra en el CCCS. Como él, se<br />

mueve entre dos pilares teóricos, la tradición postcolonial de los Estudios Culturales<br />

británicos, personifi cada en la fi gura de Stuart Hall, y los pensadores e<br />

intelectuales afroamericanos que intentaron recuperar la tradición histórica y<br />

literaria de la comunidad negra, oculta tras el velo de racismo en la sociedad<br />

norteamericana. Gilroy incorpora, además, el concepto de Atlántico Negro<br />

de los afro-caribeños, británicos y americanos. En su libro The Black Atlantic<br />

presenta una cultura diáspórica negra diversa que trasciende los límites de<br />

las identidades nacionales y/o étnicas. Este mapa / narrativa coloca en primer<br />

lugar las historias de cruce, migración, interconexión y viaje. 41 Desde ahí, desde<br />

estas zonas en contacto, re-escribe la historia del Atlántico Negro y la de<br />

algunas de sus fi guras más emblemáticas.<br />

37 CCCS, The Empire Strikes Back. Race and racism in 70s Britain, Londres, 1981.<br />

38 Amos y Parmar, «Many Voices, One Chant: Black Feminist Perspectives», Feminist Review,<br />

núm. 17, 1984.<br />

39 Brunsdon, «A Thief in the Night. Stories of Feminism in the 1970s at CCCS» en Morley y Kuan-<br />

Hsing (eds.), Stuart Hall. Critical Dialogues in Cultural Studies, Londres y Nueva York, Routledge, 1996.<br />

40 Grossberg, «Stuart Hall sobre “raza” y racismo: estudios culturales y la práctica del contextualismo»,<br />

Tabula Rasa, núm. 5, 2006, p. 47.<br />

41 Paul Gilroy, The Black Atlantic: Modernity and Double-Consciousness, Cambridge, Harvard University<br />

Press, 1993.


48<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

La producción teórica de Hazel V. Carby discurre también en ese territorio<br />

amplio, de cruces, interconexión y viaje, que es el Atlántico Negro. Desde<br />

ahí ha contribuido sustancialmente a la generación de pensamiento negro. 42<br />

El texto que presentamos aquí, «White Women Listen! Black Feminism and<br />

the Boundaries of Sisterhood» se enmarca en ese tipo de producción que se<br />

generaba en el CCCS en los años ochenta, trabajo intelectual de un alto nivel,<br />

pero con clara vocación de transformación política. También Carby quería<br />

contribuir a la transformación política del feminismo. En primer lugar, denunció<br />

los vacíos, las lagunas existentes, en el que aparecía como el movimiento<br />

hegemónico desde los años setenta. Se posicionó junto a las feministas<br />

negras que, a ambos lados del Atlántico, desde diferentes posiciones, y<br />

a través de distintas estrategias, exigían que se reconociera la existencia del<br />

racismo como un rasgo estructural de sus relaciones con las feministas blancas.<br />

En segundo lugar, criticó y cuestionó supuestos conceptos universales<br />

centrales en la teoría feminista, que demostró problemáticos en su aplicación<br />

a las vidas de las mujeres negras como «familia», «patriarcado» y «reproducción».<br />

Sentaba así las bases para una sistematización del conocimiento<br />

construido por las feministas negras en contextos afroamericanos, asiáticos<br />

y africanos. En tercer lugar, abrió una vía para una posible interpretación<br />

del feminismo por parte de diferentes grupos de mujeres desde posiciones<br />

igualitarias. Para ello se precisan conceptos que permitan especifi cidad y, al<br />

tiempo, provean de puntos de referencia transcultural; Carby apuesta por el<br />

concepto de «sistemas sexo-género» de Gayle Rubin que, por un lado, ofrece<br />

la oportunidad de ser histórica y culturalmente específi co y por otro, señala<br />

la posición de autonomía relativa de la esfera sexual posibilitando que la<br />

subordinación de las mujeres sea vista como un «producto de las relaciones<br />

que organizan y producen el sexo y el género». Desde este marco cualquier<br />

relación familiar debe entenderse y explicarse desde la lógica propia de un<br />

sistema sexo-género específi co, y cualquier patrón de subordinación debe<br />

ser historizado, antes que desestimado como un producto de una estructura<br />

familiar patológica.<br />

La publicación de «White Women Listen!» alimentó un corpus teórico crítico<br />

con el feminismo blanco por parte de feministas negras británicas ―incluyendo<br />

el monográfi co que la revista Feminist Review les dedicó en el año 1984, «Many<br />

42 Véase, por ejemplo, Hazel V. Carby, Reconstructing Womanhood: The emergence of the Afro-American<br />

Women Novelist, Nueva York, Oxford University Press, 1987; Race Men: The Body of Soul<br />

and Race, Nation and Manhood, Cambridge, Harvard University Press, 1998; Cultures in Babylon,<br />

Londres, Verso, 1999.<br />

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Introducción 49<br />

Voices, One Chant: Black Feminist Perspectives» ―que subrayaba las teorías y<br />

prácticas etnocéntricas del feminismo blanco. 43 Esto generó, entre las feministas<br />

socialistas, un cuestionamiento de sus presupuestos teóricos. El artículo «Etnocentrism<br />

and Socialist-Feminist Theory» de Barret y McIntosh recoge esta respuesta,<br />

refl ejo a su vez de las contradicciones del propio movimiento feminista en<br />

Inglaterra. 44 De un lado, reconocían las limitaciones del concepto de patriarcado<br />

como una dominación masculina invariable, independiente de la clase y el racismo;<br />

pero de otro, no fueron capaces de ver que las estructuras de clase, racismo,<br />

género y sexualidad no pueden ser tratadas como «variables independientes»<br />

porque la opresión de cada una está inscrita dentro de la otra ―es constituida por<br />

y constitutiva de las otras. El problema, que también se percibe en el artículo es<br />

―según subrayaría Avtar Brah― la tendencia a tratar las cuestiones de desigualdad<br />

centrándose en las víctimas: «Los debates acerca del feminismo y el racismo<br />

a menudo se centran en la opresión de las mujeres negras en lugar de explorar<br />

cómo el género tanto de las mujeres blancas como de las negras se construye a<br />

través de la clase y del racismo». 45 Kum-kum Bhavnani y Margaret Coulson también<br />

respondieron a este texto:<br />

El racismo actúa de forma que sitúa a las distintas mujeres en diferentes relaciones<br />

con las estructuras de poder y de autoridad en la sociedad […] No es solo que haya<br />

diferencias entre los distintos grupos de mujeres, sino que esas diferencias son a<br />

menudo escenario de un confl icto de intereses. 46<br />

43 Véase entre otras, Amos y Parmar «Many Voices, One Chant: Black Feminist Perspectives», Feminist<br />

Review, núm. 17, 1984; Parmar y Mirza, «Growing Angry. Growing Strong», Spare Rib, núm.<br />

111, 1981; Brah y Minhas, «Structural Racism and Cultural Diff erence: Schooling for Asian Girls»,<br />

en G. Weiner (ed.), Just a Bunch of Girls, Milton Keynes, Open University Press, 1985; Lewis y Parmar,<br />

«Review Article: Black Women Writing», Race and Class, vol. 25. núm. 2, 1983; Bryan, Dadzie<br />

y Scafe, The Heart of the Race. Black Women’s Lives in Britain, Londres, Virago, 1985; Visram, Ayahs,<br />

Lascars and Princes: Indians in Britain 1700-1947, Londres, Pluto, 1989; Bhachu, «Apni Marzi Kardhi.<br />

Home and Work: Sikh Women in Britain», en Westwood y Bhachu (eds.), Enterprising Women:<br />

Ethnicity, Economy and Gender Relations, Londres, Routledge, 1988; Phoenix, «Narrow Defi nitions<br />

of Culture: The Case of Early Motherhood» en Westwood y Bhachu (eds.), Enterprising Women:<br />

Ethnicity, Economy and Gender Relations, Londres, Routledge, 1988; Parmar, «Black Feminist and<br />

the Politics of Articulation» en J. Rutherford (ed.), Identity, Commnity, Culture, Diff erence, Londres,<br />

Lawrence and Wishart, 1990; Avtar Brah, Cartografías de la diáspora, op. cit., 2011.<br />

44 Barret y McIntosh, «Etnocentrism and Socialist-Feminist Theory», Feminist Review, núm. 20,<br />

1985, pp. 23–47.<br />

45 Avtar Brah, Cartografías de la diáspora, op. cit., 2011, p. 138.<br />

46 Kum-kum Bhavnani y Margaret Coulson, «Transformar el feminismo socialista. El reto del<br />

racismo», en Otras inapropiables, Madrid, Trafi cantes de Sueños, 2004, p. 54.


50<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

El texto de Pratibha Parmar, «Black Feminism: The Politics of Articulation»,<br />

escrito con posterioridad a esta efervescencia teórica y política del feminismo<br />

negro británico, se sitúa ya en otro momento, cuando se comienza a<br />

hacer visible su «desintegración». El trabajo que presentamos da cuenta<br />

con extraordinaria lucidez de ese momento de incertidumbre para el propio<br />

movimiento. Pero no se queda ahí. Desde el análisis y el diagnóstico<br />

de la situación ―la disolución de un pensamiento (y acción) colectivo<br />

en la lucha por el reconocimiento de (diversas y superpuestas) identidades<br />

oprimidas― inicia un nuevo itinerario para desde ese espacio dar otro salto<br />

hacia la búsqueda de un nuevo camino, de un «nuevo tipo de sueños».<br />

Pratibha Parmar incorpora en este texto diferentes formas expresivas. Comienza,<br />

en un formato más académico, formulando lo que sin duda es la fuerza<br />

y la debilidad del feminismo negro británico, esto es, la articulación de múltiples<br />

auto-identidades (las mujeres británicas negras son parte de muchas diásporas)<br />

con una conciencia colectiva que fortalezca a mujeres que, como negras, como<br />

feministas, como lesbianas, habitan en posiciones de marginalidad y resistencia.<br />

El feminismo negro lo consiguió en la década de los ochenta, pero las políticas<br />

identitarias diluyeron esta potencia al hablar de «experiencias subjetivas auténticas».<br />

El problema que Parmar subraya para el feminismo negro británico, pero<br />

que no se limita a este movimiento, es que la relectura en términos de identidad<br />

de subjetividades compartidas en contextos de opresión se termina planteando<br />

como una jerarquía de opresiones y que por lo tanto enfatiza la acumulación<br />

de una colección de identidades oprimidas. De esta manera se desvía la mirada<br />

de metas que contribuyan realmente al cambio social.<br />

Pratibha Parmar se propone reorientar esa mirada. Y aquí es donde incorpora<br />

y ensaya nuevas formas estilísticas. Primero, incorporando nuevas<br />

voces a su discurso. Y después, a través de las imágenes. Resulta muy sugerente<br />

el uso que hace del texto dialogado. Como referente intelectual incorpora<br />

a la poeta, artista, pensadora June Jordan. Con ella piensa, construye<br />

pensamiento, hilvana estrategias de acción. Muestra, desde las imágenes,<br />

cómo se puede generar un nuevo discurso, un discurso visual que explore la<br />

complejidad y armonice las diferencias. Abre camino para que, desde de la<br />

fotografía, las políticas de representación convivan junto a las estrategias de<br />

deconstrucción y decodifi cación y generen movimientos de reconstrucción<br />

y recodifi cación.<br />

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Introducción 51<br />

Nuevas narrativas. Discurso postcolonial e identidades diaspóricas<br />

El debate que dejó abierto Pratibha Parmar en «Black Feminism: The Politics<br />

of Articulation» está en el centro de las nuevas aportaciones que al feminismo<br />

negro llegan desde las experiencias postcoloniales y diaspóricas. Las categorías<br />

raciales cerradas y binarias sobre las que se construyó el pensamiento feminista<br />

negro resultan problemáticas en tiempos postmodernos. La cuestión de la identidad<br />

―decía P. Parmar― ha adquirido un peso colosal para aquellas de nosotras<br />

que somos migrantes postcoloniales habitando historias de diáspora. Pero,<br />

¿cómo se declina hoy la identidad? Stuart Hall, el «intelectual de la diáspora»,<br />

como le denomina Kuan-Hsing Chen, 47 lo plantea en los siguientes términos:<br />

La identidad hoy en día se declina en novedosos repertorios de signifi cados. Este<br />

concepto de identidad no es, por lo tanto, esencialista, sino estratégico y posicional.<br />

No señala ese núcleo del yo que, de principio a fi n, se desenvuelve sin cambios a<br />

través de todas las vicisitudes de la historia. Tampoco ese yo colectivo o verdadero<br />

que se oculta dentro de los muchos otros «yoes», más superfi ciales o artifi cialmente<br />

impuestos, que un pueblo con una historia y una ascendencia compartida tienen<br />

en común. Las identidades nunca se unifi can y, en los tiempos de la modernidad<br />

tardía, están cada vez más fragmentadas y fracturadas; nunca son singulares, sino<br />

construidas de múltiples maneras a través de discursos, prácticas y posiciones diferentes,<br />

a menudo cruzadas y antagónicas. Están sujetas a una historización radical<br />

y en constante proceso de cambio y transformación. Las identidades tienen que ver<br />

con las cuestiones relacionadas con el uso de los recursos de la historia, la lengua<br />

y la cultura en el proceso de devenir y no de ser; no «quienes somos» o «de dónde<br />

venimos» sino en qué podríamos convertirnos, cómo nos han representado y cómo<br />

atañe ello al modo en el que podríamos representarnos. Las identidades se construyen<br />

dentro de la representación y no fuera de ella. 48<br />

En el feminismo negro quienes han puesto en cuestión las identidades esencializadoras<br />

han sido mujeres que, desde posiciones diaspóricas y postcoloniales,<br />

han sentido el vacío de la no-representación. Son también ellas<br />

47 Kuan-Hsing Chen, «Stuart Hall: la formación de un intelectual de la diáspora», Revista de Occidente,<br />

núm. 234, 2001, pp. 95-119.<br />

48 Stuart Hall, «Introducción: ¿quién necesita identidad?», en Hall y De Gay (comp.), Cuestiones<br />

de identidad cultural, Buenos Aires, Amorrortu, 2003, p. 17.


52<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

quienes, demandando un reconocimiento al margen de las categorías de representación<br />

impuestas ―desde los grupos dominantes y desde aquéllos que<br />

el sistema hegemónico reconoce (y se reconocen) como dominados―, se han<br />

auto-representado, creando su propio no-espacio, como diría Ifekwunigwe, o<br />

sus espacios de (des)localización, como diría Magdalene Ang-Lygate; territorios<br />

in-explorados donde residen los signifi cados cambiantes de la diáspora.<br />

Trinh T. Minh utiliza este inasible espacio intermedio y desarrolla su teoría del<br />

«Otro inapropiado / inapropiable» como una imagen de la mujer postcolonial,<br />

aquella que resiste las defi niciones de la otredad impuestas e insiste en defi nir<br />

la diferencia desde su propia perspectiva. Posición que hace de ella una persona<br />

incómoda, doblemente problemática.<br />

En «When the Mirror Speaks: The Poetics and Problematics of Identity<br />

Construction for Métisse Women in Bristol», Jayne Ifekwunigwe se hace evidente<br />

la dureza del territorio en el que habitan las mujeres mestizas, comenzando<br />

por el uso de una categoría, métisse, que no tiene fácil acomodo en lengua<br />

inglesa. Ifekwunigwe presenta seis relatos de mujeres que se enfrentan a<br />

la tensión de ser mestizas y transformarse en negras. Y lo hace a través de sus<br />

narrativas, que se transforman a un tiempo en recurso metodológico y espacio<br />

identitario. En el texto, la identidad aparece como relato, a un tiempo real y<br />

fi cticio, vivido y construido. Las identidades se construyen en las representaciones<br />

y no fuera de ellas, decía Stuart Hall. Y Ifekwunigwe entra de lleno en<br />

el especio ―teatral, dramático― de las representaciones. Sus seis narradoras<br />

(a las que da el nombre de griott es, enlazando con las tradiciones africanas) representan<br />

un papel, se representan a través de ese juego que ofrece el lenguaje<br />

en un doble escenario, en el dominio privado (donde se construyen identitariamente<br />

en un juego complejo de identidades poliétnicas) y en el público,<br />

donde les devuelven la imagen de una identidad esencializada. A través de<br />

lo narrativo, emerge la construcción que las mestizas hacen de sí mismas y<br />

las contradicciones del discurso racializado; asumiendo la visibilidad en su<br />

rol como griott es, estas mestizas narran qué es «real» (como vivido) y qué es<br />

«fi cción» (como construido) en el discurso racial. 49<br />

Magdalene Ang-Lygate en «Charting the spaces of (un)location. On<br />

theorizing diaspora» también se sitúa en ese espacio problemático donde<br />

se evidencian las contradicciones de los sujetos postcoloniales. La vivencia<br />

de la postcolonialidad de Ang-Lygate no es la de una mestiza, sino<br />

la de una mujer que ha construido su identidad con los referentes del<br />

49 Mirza, Black British Feminism. A Reader, Londres y Nueva York, Routledge, 1997, p. 15.<br />

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Introducción 53<br />

colonizador. Su nombre, su idioma, su cultura son inglesas; pero ninguno<br />

hace de ella una ciudadana británica. Migrante no es una categoría<br />

transitoria en Inglaterra: no hay una categoría British-born immigrant en<br />

la que puedan reconocerse las migrantes postcoloniales que habitan Inglaterra.<br />

Existe la categoría «negra», donde la sociedad británica ubica a<br />

todas las mujeres que no son blancas. Pero ni Ang-Lygate ni las mujeres<br />

que aparecen como sujetos en sus investigaciones ―migrantes que como<br />

ella proceden de China, Malasia, Filipinas― encajan en esta categoría.<br />

Tal vez por ese difícil anclaje en una identidad racial que no comparte (y<br />

de la que es excluida), ve con mayor agudeza las limitaciones de esa categorización<br />

donde, por otro lado, se sienten tan cómodos aquellos grupos<br />

―entre los que Ang-Lygate incluye al feminismo negro― que usan el<br />

criterio racial como estrategia política. Como expone en el texto que presentamos:<br />

«Lo que realmente me preocupa es que cuando se juega a este<br />

tipo de juego, somos cómplices de una estructura que se ha construido<br />

desde el principio sobre un dualismo binario que inevitablemente deshace<br />

la posibilidad de la diferencia».<br />

Como ocurría con la mestiza, la mujer postcolonial que es Ang-Lygate<br />

cuestiona esas formas de otredad reconocidas como apropiadas y<br />

toleradas, y reivindica otras formas de otredad que, al salir fuera de los<br />

confines entre los que han sido definidos los límites identitarios dominantes,<br />

son percibidas como subversivas y como tales rechazadas o reprimidas.<br />

Como hacía Ifekwunigwe, también Ang-Lygate explora desde<br />

esta posición el concepto de identidad diaspórica, que tan acertadamente<br />

teorizó Stuart Hall, en relación a las migrantes chinas, que son sujetos<br />

de su investigación. Desde este concepto ―que entiende las identidades<br />

«fragmentadas y fracturadas; construidas de múltiples maneras a través<br />

de discursos, prácticas y posiciones diferentes, a menudo cruzadas<br />

y antagónicas»― entiende y explica esos «espacios de silencio», donde<br />

se sitúan esas otras formas de otredad no reconocidas por los discursos<br />

hegemónicos, experiencias de diáspora. Leyéndolas como tales conseguimos<br />

visibilizarlas, «para reconocer finalmente que nuestra propia invisibilidad<br />

no es el estado natural de nadie».


54<br />

Y para terminar<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

Hasta aquí, mi personal diálogo con las autoras seleccionadas en esta antología.<br />

A partir de ahora, sólo sus voces. Son sus textos los que en realidad invitan<br />

a un verdadero diálogo.<br />

Personalmente, me siento feliz de estar en tan grata compañía.<br />

Bibliografía<br />

Amos, V., Lewis, G., Mama, A., y Parmar, P. (eds.) (1984), «Many Voices, One<br />

Chant: Black Feminist Perspectives», Feminist Review, núm. 17.<br />

Barot, Rohit, Bradley, Harriet y Fenton, Steve (ed.) (1999), Ethnicity, Gender<br />

and Social Change, Londres, Macmillan Press Ltd.<br />

Bhavnani, Kum-Kum y Margaret Coulson (2004) [1986], «Transformar el feminismo<br />

socialista. El reto del racismo», en Otras inapropiables, Madrid,<br />

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Pioneras del<br />

feminismo<br />

negro


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1. Convención de los Derechos<br />

de la Mujer<br />

Sojourner Truth, una esclava emancipada, realizó uno de los discursos más<br />

interesantes y excepcionales de la Convención. Resulta imposible trascribirlo<br />

por escrito o transmitir de forma aproximada el efecto que produjo en el público.<br />

Tan sólo pueden apreciarlo los que vieron su impactante constitución,<br />

sus gestos fervientes de profunda honestidad, y escucharon su timbre potente<br />

y sincero. Subió al estrado y se dirigió al presidente con una gran sencillez:<br />

«¿Puedo decir unas palabras?». Al recibir una respuesta afi rmativa, continúo<br />

hablando:<br />

Quiero decir unas palabras sobre este asunto. Soy una mujer de pleno derecho. Tengo<br />

tanta fuerza como un hombre y puedo trabajar tanto como uno de ellos. He arado<br />

y he cosechado, he quitado la cáscara al grano y he talado y he segado, ¿acaso un<br />

hombre puede hacer más? He escuchado mucho acerca de la igualdad de los sexos;<br />

puedo cargar tanto como un hombre y puedo comer tanto como él, si consigo alimento.<br />

Soy tan fuerte como cualquier hombre que exista. En cuanto a la inteligencia,<br />

todo lo que puedo decir es que si una mujer puede contener una pinta y un hombre<br />

un cuarto, ¿por qué no puede tener la mujer su pinta llena? No tenéis que temer<br />

concedernos derechos por miedo a que obtengamos demasiado, en tanto que sólo<br />

podemos contener una pinta. Parecería que los pobres hombres están confundidos<br />

y no saben qué hacer. ¿Por qué, hij os? Si tenéis en vuestras manos los derechos de la<br />

mujer, dádselos y os sentiréis mejor. Tendréis vuestros propios derechos y nosotras<br />

59<br />

The Anti-Slavery Bugle<br />

21 de junio de 1851


60<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

no causaremos tantos problemas. No sé leer pero puedo escuchar. He escuchado<br />

la Biblia y he aprendido que fue Eva la que hizo pecar al hombre. Bueno, si la mujer<br />

desbarató el mundo, dejadle la oportunidad de arreglarlo de nuevo. La señora<br />

ha hablado sobre Jesús acertadamente, cómo él no rechazó nunca a mujer alguna.<br />

Cuando Lázaro murió, María y Marta fueron a buscarle con fe y amor y le rogaron<br />

que resucitara a su hermano. Y Jesús lloró ―y Lázaro apareció. ¿Y cómo vino Jesús<br />

al mundo? A través de Dios que lo creó y de la mujer que lo llevó en su vientre.<br />

Hombres, ¿cuál fue vuestra parte en esto? Pero las mujeres están alzándose, bendito<br />

sea el Señor, y algunos hombres están alzándose con ellas. El hombre se encuentra<br />

en aprietos, el pobre esclavo está imponiéndose, la mujer también, y el hombre se<br />

encuentra entre un halcón y un águila.


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2. Sufragio femenino<br />

New York World<br />

21 de junio de 1851<br />

Discursos, canciones y propósitos de Sojourner 1 Truth<br />

Las mujeres exigen la igualdad con los <strong>negros</strong><br />

DENUNCIA DE LA HIPOCRESÍA REPUBLICANA<br />

&C,&C,&C 2<br />

El primer aniversario de la Asociación Americana para la Igualdad de Derechos<br />

tuvo lugar ayer en la Iglesia de los Puritanos. La sesión de la mañana iba<br />

a empezar a las diez en punto, pero a esa hora la asistencia era tan escasa que<br />

su inicio se retrasó. La audiencia consistía en la habitual miscelánea de ambos<br />

sexos y todos los colores, incluyendo una buena muestra de la última moda<br />

junto a los más anticuados vestidos.<br />

1 Sojourner signifi ca «quien reside temporalmente en un lugar». [N. de la T.]<br />

2 &C,&C,&C es un acrónimo para «Etcétera, etcétera, etcétera». [N. de la T.]<br />

61


62<br />

Una personalidad<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

La señorita Sojourner Truth estaba anunciada como la siguiente oradora y su<br />

aparición provocó el buen humor general. Sojouner fue cuarenta años esclava<br />

y lleva otros cuarenta años libre; no le impresiona en absoluto hablar frente<br />

a gente blanca o expresar su opinión en reuniones. Se viste muy parecido a<br />

como lo hacía en la plantación y lleva un pañuelo en la cabeza a la manera de<br />

las maums 3 de todo el Sur. Habló con un tono alto y claro, con un fuerte acento<br />

africano, como sigue:<br />

Discurso de Sojourner Truth<br />

Amigos míos, estoy llena de alegría. He venido con una nueva petición. Durante<br />

muchos años he dirigido peticiones públicas de parte del pobre esclavo<br />

y ahora que ha conseguido su libertad, todavía me quedan cosas por conseguir<br />

en esta tierra. Yo creo que la mujer debe tener sus derechos. Hemos<br />

sido muy afortunadas de haber acabado con la esclavitud, parcialmente, no<br />

de forma completa. Quiero destruirla de raíz. Entonces sentiremos de verdad<br />

que somos libres; que podemos ocupar cualquier lugar accesible a aquel que<br />

ha conseguido sus derechos. Creo que si tengo que responder por los pecados<br />

de mi cuerpo exactamente lo mismo que un hombre, tengo el derecho a tener<br />

exactamente lo mismo que tiene un hombre. [Carcajadas y aplausos]<br />

Esclavitud de la esposa<br />

Bien, niños, soy lo sufi cientemente vieja para ser la madre de todos los que<br />

están aquí. [Carcajadas] Veréis, el hombre de color ha conseguido sus derechos,<br />

pero ¿lo ha hecho la mujer de color? [Carcajadas] El hombre de color<br />

ha conseguido sus derechos, pero nadie […] se preocupa por los derechos<br />

de las mujeres de color. [Aplausos] Vaya, el hombre de color será dueño de<br />

la mujer y sencillamente estaremos tan mal como antes. [Carcajadas] Ahora<br />

3 Maunm, término de origen africano, se refi ere a una mujer anciana. [N. de la T.]<br />

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Sufragio femenino 63<br />

que las cosas están agitadas, quiero seguir agitando hasta que se pongan bien<br />

del todo. [Carcajadas] Porque si paramos, será un trabajo terriblemente duro<br />

arrancar la máquina de nuevo. [Carcajadas] Así que pido esto a las mujeres.<br />

Las mujeres blancas saben mucho; las mujeres de color ―esto es, las que han<br />

sido liberadas recientemente― no lo saben. Los hombres de color aprenderán,<br />

como el resto de los hombres, a ser una especie de amos. Tratarán de ser<br />

los amos de sus esposas de color.<br />

Lavar y planchar<br />

Quiero que la mujer de color entienda que si ella gana algo es suyo. Pero si<br />

la mujer de color sale de casa para hacer algún trabajo de limpieza ―que es<br />

lo máximo que consigue la gente de color― [Carcajadas], cuando ella vuelve<br />

con un poco de dinero viene el marido:<br />

Marido. ¿Dónde has estado?<br />

Mujer. Trabajando.<br />

Marido. Bueno, ¿te han pagado?<br />

Mujer. Sí.<br />

Marido. Entonces dámelo.<br />

Mujer. Pero yo quiero comprar esto y lo otro para los niños.<br />

Marido. Bueno, no quiero escuchar una palabra más. Así que dámelo.<br />

Así que él coge el dinero y se va, nadie sabe a dónde. [Carcajadas] Entonces<br />

vuelve por la noche:<br />

Marido. «¿Hay algo para comer?<br />

Mujer. No.<br />

Marido. ¿Cuál es la razón?<br />

Mujer. No tengo dinero.<br />

Marido. Bueno, podrías haberlo conseguido.<br />

Así es como funciona; una mujer no puede reclamar nada como suyo. ¿Por<br />

qué? Ella está en la misma posición que él. Ella no puede llevarse dinero a su<br />

propio bolsillo, pero él lo puede coger. Él puede gastarse su dinero y coger<br />

el de ella. Ella no puede comprar lo que quiere para sí misma y sus hij os. El<br />

hombre reclama su dinero, su cuerpo, y todo para él. [Carcajadas y aplausos]


64<br />

Ahora es el momento<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

No está bien. Ahora es el momento de hacer una fi rme demanda por el derecho<br />

de las mujeres. Qué hermoso será cuando podamos ver a mujeres sentadas<br />

como abogadas y juezas. Vemos a pobres mujeres que vienen a ser juzgadas<br />

por hombres. Si vamos a ser juzgadas por hombres, ¿por qué no podemos<br />

formar parte del asunto y juzgarles a ellos también? Cuando una pobre mujer<br />

está frente al juez, a veces el hombre que la mira desde arriba tiene la nariz<br />

roja como un cigarro encendido. [Carcajadas] Ninguna mujer se atreve a hablar<br />

en su defensa. Le hacen ciertas preguntas para divertirse y ninguna mujer<br />

dice nada. Los hombres no tienen toda la autoridad. Yo quiero a mujeres en su<br />

lugar. [Carcajadas] Ellas sabrían qué preguntar y qué decir, cosa que los hombres<br />

no saben, porque yo he estado de pie, escuchando, y he visto a las pobres<br />

mujeres marcharse y los hombres reírse: «Je, je, je». [Risitas]<br />

Queremos jurados de mujeres<br />

Ahora, yo quiero que las mujeres se sienten en ese lugar y escuchen ―no<br />

esos pedantes farragosos. Me refi ero a esos abogados, jueces y jurados. Si es<br />

indecente que las mujeres estén allí, entonces tampoco es decente para los<br />

hombres. [Carcajadas] Nadie debería estar en un sitio que no fuera lo sufi cientemente<br />

decente para las mujeres. [Aplausos] Éste es el problema con algunos<br />

hombres. Son tan mezquinos que no quieren que las mujeres lo sepan. Hagamos<br />

que nadie se avergüence de ir a un juicio y dar testimonio. Nadie será<br />

intimidado. Sabemos que si es una hermana la que está sentada en el lugar del<br />

juez, no hará ninguna pregunta que sea impropia.<br />

Su edad<br />

Ya llevo aquí ochenta años ―que es tiempo sufi ciente para cualquiera. Hay<br />

una gran cantidad de trabajo por hacer, así que voy a tener que quedarme.<br />

Yo fui esclava durante cuarenta años y he sido libre durante otros cuarenta,<br />

y me gustaría vivir otros cuarenta si pudiera conseguir igualdad de derechos<br />

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Sufragio femenino 65<br />

para todo el mundo. Me imagino que ésa es la razón por la que todavía estoy<br />

aquí: para luchar esta batalla por lo correcto; que todo ser humano tenga<br />

ese derecho concedido por Dios. Como dij e hace muchos años, hay hombres<br />

que piensan que si las mujeres consiguen sus derechos no quedarán derechos<br />

para los hombres. Parece que están medio asustados. [Carcajadas] Estaban tan<br />

asustados que algunos rompieron a llorar. [Carcajadas]<br />

Su lógica sobre el trabajo y la paga<br />

¿Acaso Dios pretendía que los hombres tuvieran los derechos de las mujeres?<br />

¡No y no! Yo os digo que los hombres tienen todos los derechos. ¿Estáis temerosos<br />

de que las mujeres os quiten vuestros derechos? Ellas no los quieren.<br />

Yo he trabajado tanto como la mayor parte de los hombres. Si yo trabajo tanto<br />

como un hombre, ¿por qué no me pueden pagar como a él? [Aplausos] Si yo<br />

escribo y hago cuentas tan bien como un hombre, ¿por qué no puedo ganar<br />

tanto dinero como él? Ellos no hacen más que yo ¿Por qué tienen que tener<br />

una paga mayor? Como las mujeres alemanas, ellas hacen tanto trabajo como<br />

los hombres, pero él gana un dólar y ella gana medio. Porque es una mujer.<br />

Ella, si puede, come tanto como un hombre. [Aplausos y carcajadas] Nadie<br />

debería juzgar cuánto come una mujer, o cuánto juicio tiene ―son cosas que<br />

no se pueden evitar. [Carcajadas] Yo he conocido a mujeres que tenían mucho<br />

más juicio que los hombres. [Carcajadas] He hablado con ellas. Dadles una<br />

oportunidad. Esto es lo que los hombres temen ―tienen miedo de que las<br />

mujeres los degraden. Las mujeres deberían superar a los hombres durante<br />

algún tiempo para que ellos vuelvan a su sitio. [Más aplausos y carcajadas]<br />

Una predicción y una queja<br />

Esta causa debe moverse. Sí, debe hacerlo. Me solían decir: «Sojourner, es inútil.<br />

Nunca verás la libertad de los esclavos». «Bueno», decía yo, «sea dentro<br />

o fuera de este cuerpo, lo veré». Cuando venían los días oscuros, pensaba que<br />

nunca viviría para verlo. Si vosotros y yo hubiéramos sabido qué iba a suceder,<br />

los hombres habrían estado mejor, y las mujeres también. Pero a los hombres<br />

les da miedo dar a las mujeres sus derechos. Incluso se educa a los niños


66<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

para que les digan a las mujeres: «Oh, sólo eres una mujer, tú no sabes». Les<br />

hablan así a sus madres. [Carcajadas] Como Adán cuando Dios le preguntó<br />

qué había estado haciendo, culpó de todo a Dios y a la mujer. [Carcajadas]<br />

Igual que los niños, que cuando crecen le echan la culpa a la mujer.<br />

Se necesitan suministros del enemigo<br />

Queremos los derechos de las mujeres, pero volvemos a vosotros por dinero.<br />

Cuando consigamos los derechos de las mujeres lo tendremos en nuestros<br />

propios bolsillos. [Carcajadas] No iremos a pedírselo a los hombres, lo tendremos<br />

nosotras mismas. [Aplauso] Los hombres nos tendrán que pedir a nosotras<br />

algo de dinero. [Carcajadas] Queremos que nos den ahora un poco, hasta<br />

que consigamos nuestros derechos, entonces ya no tendremos que preocuparnos<br />

por pedir más dinero. Entonces tendréis tranquilidad; estaréis felices;<br />

vosotros y vuestras mujeres y vuestras hij as que estarán a vuestro lado. Os<br />

sentiréis como si estuvierais de pie sin estar apuntalados. [Aplauso] Mantengamos<br />

el trabajo en marcha mientras está en marcha, entonces nadie os pedirá<br />

dinero. Las mujeres tendrán dinero lo mismo que los hombres.<br />

La inevitable colecta de la señorita Anthony<br />

En ese preciso momento Susan B. Anthony anunció que el comité fi nanciero<br />

empezaría una colecta y recibirían suscripciones. No querían todo en pequeños<br />

vales, pero tampoco los rechazarían.<br />

Sojourner continúa<br />

Truth continuó con alguna reiteración sus observaciones anteriores. Dij o que<br />

los hombres habían tenido a las mujeres como esclavas tanto tiempo que pensaban<br />

que les pertenecían, igual que los esclavistas tenían esclavos y pensaban<br />

que eran de su propiedad. Estuvo en Washington tres años. Pensaba que las<br />

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Sufragio femenino 67<br />

mujeres de color de Washington debían poder votar igual que los hombres<br />

de color. Quería que todo el mundo defendiera la igualdad de derechos. Al<br />

terminar, dij o: «Ahora cantaré un poco. Tiene que haber un poco de canto<br />

aquí. No he escuchado a nadie cantar desde que he llegado. No puedo cantar<br />

mucho. Ya no canto tan bien como antes».<br />

El canto de Sojourner<br />

Sojourner comenzó entonces una canción extraña, como un llanto, con un ritmo<br />

muy curioso y raro aunque con una pronunciación de las palabras muy clara, y<br />

su vieja cabeza se balanceaba de un lado a otro en armonía. En la medida en que<br />

el periodista pudo entender las palabras, la canción decía lo siguiente:<br />

We are going home ―we had visions bright<br />

Of that holy land, that world of light,<br />

Where the cold and dark night of time is passed,<br />

And the morning of eternity is come at last;<br />

Where the weary saints no more hall roam,<br />

But dwell in their peaceful and sunny home;<br />

Where the light celestial gems our crown,<br />

And the waves of bliss are dashin’ roun’ ―<br />

Oh-h-h-h!<br />

Oh, that beautiful home;<br />

Oh-h, that beautiful world.<br />

We are goin’ home; we soon shall be<br />

Where the sky is clear and the soil is free;<br />

Where the victor’s song fl oats from the plaints,<br />

And the anthems of Seraphs and glorious strains;<br />

Where the sun rolls down his brilliant fl ood;<br />

And beams on a world that’s fair and good;<br />

And the starts that shine on nature’s dome,<br />

With sparkle and dance from their spirit’s home.<br />

Vamos a casa ― tuvimos visiones brillantes<br />

De esa tierra sagrada, ese mundo de luz,<br />

Donde el frío y la oscura noche del tiempo ha<br />

pasado,<br />

Y la mañana de la eternidad ha llegado al fi nal;<br />

Donde los ajados santos ya no tendrán que<br />

vagar,<br />

Sino que morarán en su soleado y tranquilo hogar;<br />

Donde la luz celestial enjoya nuestra corona,<br />

Y olas de dicha se estrellan alrededor.<br />

Oh-h-h-h!<br />

Oh, ese bello hogar;<br />

Oh-h, ese bello mundo.<br />

Nos vamos a casa; pronto estaremos,<br />

Donde el cielo es claro y la tierra es libre;<br />

Donde la canción victoriosa se eleva desde la<br />

meseta,<br />

Y los cantos de serafi nes y sus gloriosos sones;<br />

Donde los rallos de sol nos inundan con su brillo,<br />

Como vigas de un mundo que es justo y bueno;<br />

Y las estrellas que brillan en la cúpula de la<br />

naturaleza,<br />

Centellarán y bailarán desde la casa del espíritu.


68<br />

Oh-h-h-h!<br />

Oh, that beautiful home;<br />

Oh-h, that beautiful world.<br />

These tears and sighs, which here are given,<br />

Will change for the glad songs of heaven;<br />

There beauteous forms will sing and shine,<br />

If guarded well by the hand Divine;<br />

Pure love and friendship will be joined<br />

Waiting before that pricely band;<br />

And the glory of God, like a molten sea,<br />

With bathe that inmortal company.<br />

Oh-h-h-h!<br />

Oh, that beautiful home;<br />

Oh-h, that beautiful world.<br />

The ransomed throng they see and bless<br />

The holy city of gorgeousness;<br />

The verdant earth and angel’s choir,<br />

The fl owers that never winter wear;<br />

The conqueror’s song it sounds afar<br />

As waft ed on the ambrosial air;<br />

Though endless years we then shall prove<br />

The depths of a saviour’s matchless love.<br />

Oh-h-h-h!<br />

Oh, that beautiful home;<br />

Oh-h, that beautiful world.<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

Oh-h-h-h!<br />

Oh, ese bello hogar;<br />

Oh-h, ese bello mundo.<br />

Allí, las lágrimas y los suspiros que aquí nos<br />

son dados,<br />

Se transformarán en las alegres canciones del<br />

cielo;<br />

Allí hermosas formas cantarán y resplandecerán,<br />

Si bien cuidadas por la mano divina;<br />

Puro amor y amistad se unirán,<br />

Esperando enfrente de esa espléndida banda;<br />

Y la gloria de Dios, como un mar fundido,<br />

Bañará esa compañía inmortal.<br />

Oh-h-h-h!<br />

Oh, ese bello hogar;<br />

Oh-h, ese bello mundo.<br />

La muchedumbre rescatada mira y bendice,<br />

La sagrada ciudad de la magnifi cencia;<br />

La fragante tierra y el coro de ángeles,<br />

Las fl ores que nunca sufren el invierno;<br />

La canción del conquistador suena a lo lejos,<br />

Como fl otando en el aire ambrosía;<br />

Entonces, después de interminables años,<br />

probaremos,<br />

Las profundidades del amor incomparable del<br />

salvador.<br />

Oh-h-h-h!<br />

Oh, ese bello hogar;<br />

Oh-h, ese bello mundo.<br />

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Sojourner concluye<br />

Sufragio femenino 69<br />

Allí, pequeños, todos descansaremos de todos nuestros esfuerzos; allí descansaremos<br />

en ese hermoso mundo del que ya no saldremos más. Ahora hagamos<br />

lo que podamos hacer; ahora trabajemos todos por ese hermoso lugar,<br />

porque estoy obligada, por mis niños, a ello, y estoy determinada, por la gracia<br />

de Dios, a no parar hasta llegar a ese hermoso lugar.<br />

Sojourner entonces se inclinó ante la audiencia, mostrando ese espantoso<br />

pañuelo blanco enrollado en lo alto de su cabeza, con la forma exacta de un<br />

moño donde debería estar el moño y conteniendo, posiblemente, tantas gregarinas<br />

4 como el artículo bona fi de. 5<br />

Imagen: htt p://digital.library.upenn.edu/women/truth/1850/1850.html<br />

4 Gragarines en el original, hace referencia a un tipo de parásitos. [N. de la T.]<br />

5 Bona fi de proviene del latín, «de buena fe», y constituye un término legal. El comentario hace<br />

referencia a los artículos de las Leyes de Esclavos Fugitivos que consideraban a los esclavos como<br />

propiedad bona fi de. Véase The Narrative of Sojourner Truth Dictated by Sojourner Truth (ca. 1797-<br />

1883), Boston, The Author, 1850. Disponible online en htt p://digital.library.upenn.edu/women/<br />

truth/1850/1850.html. [N. de la T.]


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3. Horrores sureños: la ley<br />

Lynch en todas sus fases<br />

Prefacio<br />

La mayor parte de lo que contienen estas páginas se publicó el 25 de junio<br />

de 1892 en el New York Age como aclaración a una columna editorial que los<br />

blancos de Memphis consideraron sufi cientemente incendiario como para<br />

justifi car la destrucción de mi periódico, el Free Speech.<br />

Desde la aparición de esta declaración, han llegado de todo el país numerosas<br />

peticiones de publicar «Exiled» [Exiliado] (el título con el que apareció) en forma<br />

de folleto. Hubo algunas donaciones pero no las sufi cientes como para llevarlo a<br />

cabo. El noble esfuerzo de las damas de Nueva York y de Brooklyn «Oct 5» me ha<br />

permitido responder a dicha petición y ofrecer al mundo una narración verdadera<br />

y sin adornos de las causas de la ley de linchamiento en el Sur.<br />

Esta declaración no pretende proteger a aquéllos que se aprovechan de la<br />

virtud ni es tampoco una defensa del pobre ciego Sansón afroamericano que<br />

sufre la traición de la blanca Dalila. Es una contribución a la verdad, una colección<br />

de hechos, un examen mediante el que se pretende estimular que esta<br />

gran república americana exij a que se haga justicia, aunque se hunda el cielo.<br />

71<br />

Ida B. Wells<br />

New York Age, 1892


72<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

Poco placer ha conllevado hundir mis manos en la corrupción aquí expuesta.<br />

Alguien debe demostrar que la raza afroamericana peca menos de lo que se<br />

peca contra ella, y parece ser que ha caído sobre mí tal cometido. El horroroso<br />

número de víctimas que el juez Lynch sentencia cada semana es apabullante,<br />

no sólo por las vidas que siega, la crueldad absoluta y el ultraje para con las<br />

víctimas, sino también por los prejuicios que fomenta y la sombra que arroja<br />

contra el buen nombre de una raza débil. 1<br />

La raza afroamericana no es una raza bestial. Si esta obra puede contribuir<br />

de alguna manera a probarlo y, simultáneamente, a despertar la conciencia<br />

del pueblo americano en la exigencia de justicia para con todos los<br />

ciudadanos, y el castigo a través de la ley para los que la incumplan, sentiré<br />

que he hecho un favor a mi raza. Las demás consideraciones no tienen la<br />

menor importancia.<br />

Este panfl eto está dedicado a las mujeres afroamericanas de Nueva York y de<br />

Brooklyn, cuyo amor a su raza, ferviente tesón y generoso esfuerzo lo hicieron<br />

posible en el Lyric Hall de Nueva York, la noche del 5 de octubre de 1892.<br />

Capítulo I. La ofensa<br />

La tarde del miércoles 24 de mayo de 1892, la ciudad de Memphis bullía de<br />

excitación. Los editoriales de los periódicos de esa fecha provocaron que se convocara<br />

una reunión en la Lonja del Algodón; se envió un comité para buscar<br />

a los editores del Free Speech, un periódico afroamericano publicado en dicha<br />

ciudad, y la única razón por la que no se ejecutaron las amenazas públicas de<br />

1 El término Lynch’s Law [ley Lynch] tiene origen, por lo que se sabe, en la Revolución Americana,<br />

en el juez de paz de Virginia Charles Lynch, que ordenó castigos extrajudiciales a los realistas.<br />

Aunque en su inicio no tuviera tintes racistas, los afroamericanos han resultado las principales<br />

víctimas de linchamientos en EEUU. Ya antes de la Guerra Civil, en el Sur, miembros del movimiento<br />

abolicionista fueron objeto de linchamientos y tras la Guerra y el Acta de Emancipación<br />

de los esclavos, la violencia aumentó y aparecieron grupos secretos, como el Ku Klux Klan, que<br />

instigaban palizas y asesinatos extrajudiciales para asustar y castigar a los <strong>negros</strong> que hacían uso<br />

de su derecho a la educación, el empleo o el voto. Después de 1870, muchos Estados aprobaron<br />

leyes que privaban de derechos a la mayoría de los <strong>negros</strong> y a unos pocos blancos pobres y establecían<br />

la segregación en los establecimientos públicos (Jim Crow Laws); véase a este respecto la<br />

nota dos de este capítulo. [N de E.]<br />

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Horrores sureños: la ley Lynch en todas sus fases 73<br />

linchamiento fue que no se los pudo encontrar. La causa de toda esta conmoción<br />

fue el siguiente editorial publicado en el Free Speech el sábado anterior, 21<br />

de mayo de 1892.<br />

Ocho <strong>negros</strong> linchados desde el último número del Free Speech: uno en Litt le Rock<br />

(Arkansas) el último sábado por la mañana cuando los ciudadanos asaltaron (¿?) la<br />

cárcel y se hicieron con su hombre; tres cerca de Anniston (Alabama); uno cerca de<br />

Nueva Orleans; y tres más en Clarksville (Georgia), estos tres últimos por el asesinato<br />

de un hombre blanco, y los otros cinco por el mismo asunto de siempre ―una<br />

nueva alarma sobre violaciones de mujeres blancas. Se llevó a cabo en todos ellos un<br />

programa idéntico de ahorcamientos y disparos a los cuerpos sin vida.<br />

Nadie en esta parte del país cree en el viejo cuento / pura mentira de que los<br />

<strong>negros</strong> violan a las mujeres blancas. Si los hombres blancos sureños no son cuidadosos,<br />

se extralimitarán y la opinión pública reaccionará; se llegará a una conclusión<br />

que perjudicará la reputación moral de sus mujeres.<br />

The Daily Commercial del siguiente miércoles 25 de mayo, contenía el siguiente<br />

editorial:<br />

Aquellos <strong>negros</strong> que están intentando hacer del linchamiento de individuos de<br />

su raza un medio para suscitar las peores pasiones de los de su especie, están<br />

jugando con un sentimiento peligroso. Los <strong>negros</strong> harían bien en entender que no<br />

hay piedad para con el negro violador y poca paciencia para con sus defensores.<br />

Un periódico negro impreso en esta ciudad, publicó en un número reciente el siguiente<br />

párrafo atroz: «Nadie en esta parte del país cree en el viejo cuento / pura<br />

mentira de que los <strong>negros</strong> violan a las mujeres blancas. Si los hombres blancos<br />

sureños no son cuidadosos, se extralimitarán y la opinión pública reaccionará; se<br />

llegará a una conclusión que perjudicará la reputación moral de sus mujeres». El<br />

hecho de que se le permita a un canalla negro vivir y lanzar tales calumnias odiosas<br />

y repulsivas constituye una evidencia considerable de la maravillosa paciencia<br />

de los blancos sureños. Pero ya nos hemos hartado. Hay determinadas cosas que<br />

el hombre blanco sureño no va a tolerar, y estas obscenas indicaciones han llevado<br />

al escritor al límite extremo de su paciencia pública. Esperamos haber sido sufi -<br />

cientemente claros.


74<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

El Evening Scimitar de la misma fecha copiaba el editorial del Commercial con<br />

estas palabras de comentario:<br />

Bajo estas circunstancias, la paciencia no es una virtud. Si los mismos <strong>negros</strong> no<br />

ponen remedio sin demora, será obligación de aquéllos a los que se ha atacado atar<br />

al desgraciado que lanza estas calumnias a una estaca en el cruce de las calles Main<br />

y Madison, marcarlo en la frente con un hierro candente y hacerle una operación<br />

quirúrgica con un par de tij eras de sastre.<br />

Siguiendo este consejo, los ciudadanos implicados se dieron cita en la Lonja<br />

del Algodón esa misma tarde y se dieron el gusto de lanzar amenazas de<br />

linchamiento; y esto no lo hicieron los ciudadanos descontrolados que suelen<br />

protagonizar las diabluras del Sur, sino destacados hombres de negocios,<br />

en su lugar de trabajo. El señor Flemming, gerente y copropietario del Free<br />

Speech, tuvo que abandonar la ciudad para escapar de la turba, y se le ordenó<br />

posteriormente que no volviera; yo recibí cartas y telegramas en Nueva York,<br />

donde estaba pasando mis vacaciones, advirtiéndome de que si volvía, iba a<br />

sufrir daños corporales. ¡Los acreedores tomaron posesión de la ofi cina y vendieron<br />

el equipamiento y fue como si el Free Speech no hubiera existido jamás!<br />

El editorial en cuestión fue provocado por los numerosos, desalmados e inhumanos<br />

linchamientos de afroamericanos que se habían producido en poco<br />

tiempo y pretendía funcionar como una advertencia. ¡Ocho linchados en una<br />

semana y cinco de ellos acusados de violación! El público pensante no creerá<br />

fácilmente que la libertad y la educación puedan ser más embrutecedoras que<br />

la esclavitud y todo el mundo sabe que, durante los cuatro años de Guerra<br />

Civil, no se produjeron violaciones, cuando las mujeres blancas del Sur se<br />

encontraban a merced de esta raza a la que se le imputa ser una raza bestial.<br />

Puesto que mi periódico ha sido destruido y estoy exiliada a causa de dicho<br />

editorial, el asunto se impone y como escritora, siento que la raza y el<br />

público deben disponer de una declaración de los hechos tal y como son. Ello<br />

serviría al mismo tiempo como defensa de los Sansones afroamericanos que<br />

se ven traicionados por las blancas Dalilas.<br />

Los blancos de Montgomery (Alabama) saben que J. C. Duke apuntó la<br />

clave de la situación, hecho que gustosamente esconderían a todo el mundo,<br />

cuando hace cinco años en su periódico The Herald dij o lo siguiente:<br />

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Horrores sureños: la ley Lynch en todas sus fases 75<br />

¿Cómo es que las mujeres blancas atraen ahora a los <strong>negros</strong> mucho más que antaño?<br />

Hubo un tiempo en que tal cosa resultaba inaudita. Hay un secreto en todo esto y es<br />

que sospechamos enormemente que las Julietas blancas aprecian de forma creciente<br />

a los Romeos de color.<br />

El señor Duke, como los propietarios del Free Speech, se vio obligado a abandonar<br />

la ciudad por su ofensa al «honor» de las mujeres blancas y su periódico<br />

fue eliminado; pero la verdad sigue siendo que los hombres afroamericanos<br />

no siempre «violan» (¿?) a las mujeres blancas sin su consentimiento.<br />

El señor Duke, antes de abandonar Montgomery, fi rmó una carta negando<br />

cualquier intención de difamar a las mujeres blancas del Sur. El<br />

editor del Free Speech no tiene que negar nada sino que, por el contrario,<br />

afi rma que hay muchas mujeres en el Sur que se casarían con hombres de<br />

color si tal acto no las colocara inmediatamente en un lugar intolerable y<br />

entre las garras de la ley. Las leyes de mestizaje del Sur sólo se aplican contra<br />

la unión legítima interracial pero permiten que el hombre blanco sea<br />

libre de seducir a todas las chicas de color que quiera; sin embargo, si un<br />

hombre negro cede a la fuerza y los avances de una atracción similar hacia<br />

las mujeres blancas, esto supone la muerte. Los hombres blancos linchan<br />

al afroamericano no porque ataque la virtud, sino porque sucumbe a las<br />

sonrisas de las mujeres blancas.<br />

Capítulo II. Lo blanco y lo negro del asunto<br />

La Cleveland Gazett e del 16 de enero de 1892 publica un buen ejemplo de ello.<br />

La señora J. S. Underwood, la mujer del reverendo de Elyria (Ohio) acusó a<br />

un afroamericano de violación. Le dij o a su marido que durante su ausencia<br />

en 1888, para hacer campaña por el Partido Prohibicionista por todo el Estado,<br />

el hombre se presentó ante la puerta de la cocina, entró por la fuerza y la vejó.<br />

Intentó alejarlo con un atizador pesado pero él pudo más que ella y la anestesió<br />

con cloroformo. Cuando recuperó la conciencia, sus ropas estaban desgarradas<br />

y se encontraba en un estado horrible. No conocía al hombre pero podía identifi<br />

carlo. Señaló a William Off ett , un hombre casado, que fue arrestado y, al<br />

encontrarse en Ohio, tuvo derecho a un juicio.


76<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

El prisionero negó vehementemente el cargo de violación pero confesó que<br />

fue a la casa de la señora Underwood invitado por ella misma y que intimó<br />

con ella de forma punible a petición de la misma. Esto no le valió de nada contra<br />

el testimonio jurado de la mujer de un reverendo, una dama de la mayor<br />

respetabilidad. Se le declaró culpable e ingresó en la cárcel el 14 de diciembre<br />

de 1888 con una condena de catorce años. Algún tiempo después, los remordimientos<br />

de la mujer hicieron que confesara a su marido que aquel hombre<br />

era inocente. Estas son sus palabras:<br />

Conocí a Off ett en la ofi cina de Correos. Estaba lloviendo. Fue educado conmigo y<br />

como yo llevaba varios paquetes, se ofreció a llevármelos hasta casa, cosa que hizo.<br />

Estaba embelesado conmigo y le invité a visitarme. Me visitó, trayendo castañas y<br />

caramelos para los niños. De esta manera, conseguimos que nos dejaran solos en la<br />

habitación. Me senté en su regazo. Se me insinuó y yo acepté inmediatamente. No sé<br />

por qué lo hice pero lo hice. Después de esta ocasión, me visitó varias veces y todas<br />

ellas fui indiscreta. No me importó tras la primera vez. De hecho, no hubiera podido<br />

resistirme y no tenía deseo alguno de hacerlo.<br />

Cuando su marido le preguntó por qué le había dicho que había sido forzada,<br />

ella dij o:<br />

Tenía varias razones para decirte eso. Una fue que los vecinos lo vieron aquí, otra<br />

fue que tenía miedo de haberme contagiado de alguna enfermedad vergonzosa,<br />

y además, tenía miedo de dar a luz un hij o negro. Esperaba salvar mi reputación<br />

diciéndote una mentira deliberada.<br />

Su marido, horrorizado por la confesión, liberó a Off ett , que ya había cumplido<br />

cuatro años de condena, y consiguió el divorcio.<br />

Hay miles de casos similares en todo el Sur, con la diferencia de que los<br />

hombres blancos sureños, en un ataque insaciable de furia, descargan su violencia<br />

sobre los afroamericanos que tienen trato con sus mujeres sin la intervención<br />

de la ley. No están de más unos pocos ejemplos para corroborar la<br />

afi rmación de que algunas mujeres blancas aman la compañía de los afroamericanos.<br />

Los periódicos del Sur han recogido la mayoría de estos casos.<br />

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Horrores sureños: la ley Lynch en todas sus fases 77<br />

En el invierno de 1885-1886, la mujer de un médico en Memphis, de buena<br />

clase social pero cuyo nombre he olvidado, abandonó su casa, su marido y sus<br />

niños, y se escapó con su chófer negro. Estuvo con él durante un mes antes de<br />

que su marido la encontrara y se la llevara de vuelta a casa. Al chófer no se le<br />

pudo encontrar. El médico se trasladó con su familia fuera de Memphis y está<br />

viviendo en otra ciudad bajo un nombre falso.<br />

El año pasado, en la misma ciudad, una joven blanca gritó al anochecer a<br />

varios grupos de hombres que se acercaban que un negro la había agredido<br />

en la calle. Se le capturó, fue juzgado por un juez y un jurado blancos y fue<br />

absuelto del cargo. Resulta innecesario decir que si hubiera habido el mínimo<br />

indicio de evidencia para acusarlo de un cargo tan grave, se le hubiera condenado.<br />

Sarah Clark de Memphis amaba a un hombre negro y vivía públicamente<br />

con él. Cuando la pasada primavera se le acusó de cohabitación ilegal con otra<br />

raza, juró ante el tribunal que ella no era una mujer blanca. De esta manera,<br />

escapó a la cárcel y continuó su relación ilícita sin mayores problemas. Que<br />

pertenezca a las clases bajas no modifi ca el hecho de que sea una mujer blanca.<br />

«Los ciudadanos destacados» de Memphis están defendiendo el «honor»<br />

de todas las mujeres blancas, incluidas las poco respetables.<br />

Después de que los guardianes del honor de las mujeres blancas sureñas<br />

forzaran al gerente del Free Speech a abandonar Memphis, una jovencita que<br />

vivía en la calle Poplar, a la que se descubrió manteniendo una relación íntima<br />

con un joven y apuesto mulato, cuyo nombre es Will Morgan, robó el dinero<br />

de su padre para que el joven pudiera escapar a su ira y se ha reunido con él<br />

posteriormente en Chicago.<br />

En el número del Ledger de Memphis del 8 de junio, aparecía lo siguiente:<br />

Si Lillie Bailey, una chica más bien guapa de diecisiete años de edad, que se encuentra<br />

ahora en el Hospital Municipal, hubiera sido menos reservada sobre su deshonra,<br />

hubiéramos sabido algunos detalles nauseabundos de la historia de su vida. Es<br />

la madre de un pequeño negro. Podría deberse a una temible depravación o podría<br />

ser el resultado de un fl agrante ultraje. La chica no quiere confesar el nombre del<br />

hombre que ha dejado una evidencia tan negra de su desgracia y, de hecho, dice<br />

que es una cuestión que no interesa al resto del mundo. Llegó a Memphis hace tres<br />

meses y se refugió en el centro de acogida para mujeres de la parte sur de la ciudad.


78<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

Se quedó allí hasta hace unas semanas, cuando nació el niño. Las damas que se<br />

encargan del Centro de acogida estaban horrorizadas. Se envió inmediatamente a<br />

la chica al Hospital Municipal, en donde se encuentra desde el 30 de mayo. Es una<br />

chica de campo. Vino a Memphis desde la granja de su padre, a poca distancia de<br />

Hernando (Misisipi). No quiere decir cuándo la abandonó. De hecho, dice que llegó<br />

a Memphis desde Arkansas y dice que su casa está en ese Estado. Es una chica bastante<br />

bonita, tiene los ojos azules, una frente baja y tiene el pelo de color rojo oscuro.<br />

Las damas del centro de acogida no saben nada sobre la chica más allá de lo que<br />

sabían cuando estaba acogida en su institución, y no es que dij era mucho. Cuando<br />

el bebé nació, se intentó forzarla para que dij era el nombre del negro que la había<br />

deshonrado, pero ella se negó obstinadamente a hacerlo y resultó imposible elucidar<br />

cualquier información sobre este asunto.<br />

Presten atención a la frase: «Podría deberse a una temible depravación o podría<br />

ser el resultado de un fl agrante ultraje». Si hubiera sido un bebé blanco<br />

o Lillie Balley hubiera contado una patética historia sobre la violación de un<br />

negro, se hubiera tratado de un caso de debilidad femenina o de violación y<br />

la chica hubiera podido quedarse en el centro de acogida. Pero tuvo un hij o<br />

negro y se calló el nombre del padre, evitando con ello la muerte de otro negro<br />

«violador». Un caso de «temible depravación». La misma semana en que los<br />

«ciudadanos destacados» de Memphis dieron el espectáculo de defender a<br />

todas las mujeres blancas de cualquier extracción, se encontró a un afroamericano,<br />

el señor Stricklin, en la habitación de una mujer blanca de esa ciudad.<br />

Aunque ella no había lanzado ningún grito de ser violada, se encarceló al<br />

hombre y lo hubieran linchado si la mujer no hubiera declarado que le había<br />

comprado unas cortinas (era un vendedor de muebles) y que, esa noche, había<br />

ido a su cuarto para colocarlas. La palabra de una mujer blanca se valoró aquí<br />

de forma tan absoluta como cuando grita que está siendo violada, y el hombre<br />

fue liberado.<br />

Lo que es verdad en Memphis lo es en todo el Sur. El año pasado, los periódicos<br />

informaron de que la mujer de un granjero en Alabama había dado a luz<br />

un niño negro. Cuando el ayudante negro del granjero que estaba arando en<br />

el campo escuchó esto, cogió la mula del arado y voló. En el informe, también<br />

se incluía el caso de una mujer en Carolina del Sur que dio a luz a un niño<br />

negro y acusó a tres hombres de ser sus padres; todos ellos han desaparecido<br />

desde entonces. En Tuscumbia (Alabama) un chico de color, al que lincharon<br />

allí el año pasado por violar a una chica blanca, dij o delante de sus acusadores<br />

que había quedado con ella en el bosque muchas otras veces.<br />

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Horrores sureños: la ley Lynch en todas sus fases 79<br />

Frank Weems de Chatt anooga, al que no se linchó en mayo sólo porque hubo<br />

ciudadanos destacados que le protegieron hasta que las puertas de la cárcel<br />

se cerraron tras él, tenía cartas en su bolsillo de la mujer blanca implicada,<br />

dándole una cita. Edward Coy, al que quemaron vivo en Texarkana el 1 de<br />

enero de 1892 murió declarando su inocencia. La investigación que se llevó a<br />

cabo posteriormente, tal y como dij o el testigo del Chicago Inter-Ocean, el 1<br />

de octubre, prueba que:<br />

1. La mujer que aparecía como víctima de la violencia tenía muy mal carácter; su<br />

marido era un borracho y un jugador.<br />

2. De ella se sabía públicamente que había tenido una relación punible con Coy<br />

durante más de un año.<br />

3. Se vio obligada a acusar a la víctima mediante el uso de amenazas, si no de<br />

violencia.<br />

4. Cuando acudió a testifi car, Coy le preguntó si le quemaría después de haber<br />

sido su «amor» durante tanto tiempo.<br />

5. La gran mayoría de los «superiores» hombres blancos que tenían peso en este<br />

asunto eran padres reconocidos de niños mulatos.<br />

Todos estos no son hechos agradables pero son ilustrativos de la fase vital en<br />

que se encuentra la así llamada «cuestión de la raza»; se debería lanzar una<br />

investigación seria sobre los excelsos métodos mediante los que la religión, la<br />

ciencia, la ley y el poder político pueden emplearse para justifi car la injusticia,<br />

la barbarie y el crimen contra personas a causa de su raza y color. Nadie puede<br />

creer seriamente que estas personas estuvieran inspiradas por un apasionado<br />

afán de reivindicar la ley divina contra las relaciones entre razas en su aspecto<br />

más práctico. La mujer era copartícipe voluntaria del pecado de la víctima y, al<br />

ser de la raza «superior», se le debería considerar naturalmente más culpable.<br />

En Natchez (Misisipi) la señora Marshall, una mujer de la crème de la crème<br />

de la ciudad, provocó una enorme conmoción hace varios años. Tenía un chófer<br />

negro que estaba casado y llevaba trabajando para ella varios años. Durante<br />

ese tiempo, dio a luz un niño cuyo color llamó la atención, pero lo atribuyó<br />

a algún antepasado moreno, y una de las damas de moda de la ciudad fue su<br />

madrina. La posición social de la señora Marshall siguió siendo incuestionable,<br />

su riqueza roció de favores a este niño, cuyo papá blanco adoraba, junto a<br />

sus hermanos y hermanas. Con el tiempo, otro bebé apareció en escena pero


80<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

este era indudablemente negro. Todo el mundo se preocupó, y se barajaron las<br />

conjeturas de que fuera un problema de sangre o de estrangulamiento. Pero el<br />

médico, cuando se le preguntó la causa, respondió con gravedad que era un<br />

niño negro. Se produjo un cónclave familiar, el chófer lo supo y, abandonando<br />

su propia familia, se dirigió hacia el Oeste y nunca más volvió. Tan pronto<br />

como la señora Marshall pudo viajar, se la envió lejos por ser la vergüenza de<br />

su familia. Su marido murió ese mismo año con el corazón destrozado.<br />

Ebezen Fowler, el hombre de color más rico del condado de Issaquena (Misisipi)<br />

fue asesinado a tiros en la calle el 30 de enero de 1885 en Mayersville,<br />

antes del anochecer, por un grupo armado de hombres blancos que le llenaron<br />

el cuerpo de balas. Le acusaron de escribir una nota a una mujer blanca del<br />

lugar, nota que interceptaron y que probaba que existía una relación íntima<br />

entre ellos.<br />

Se podrían citar cientos de casos similares pero ya hemos presentado los<br />

sufi cientes como para probar la afi rmación de que hay mujeres blancas en el<br />

Sur a las que les place la compañía afroamericana así como hay hombres blancos<br />

conocidos por su preferencia por las mujeres afroamericanas.<br />

Es improbable que haya una sola ciudad en el Sur en la que no se dé un<br />

caso similar, y de ahí que podamos reiterar la afi rmación de que «nadie en el<br />

Sur cree en el viejo cuento / pura mentira de que los <strong>negros</strong> violan a las mujeres<br />

blancas». Por ello, hay una demanda creciente por parte de los afroamericanos<br />

de que la culpabilidad o inocencia de las partes acusadas de violación<br />

se establezca exhaustivamente. Saben que los hombres de esta parte del país<br />

que rechazan hacerlo no se mueven por el deseo de castigar a los violadores,<br />

tal y como pretenden. Las aseveraciones de los destacados hombres blancos<br />

muestran que para ellos no es el crimen lo importante, sino la clase. El obispo<br />

Fitzerald se ha convertido en el apologista de los que linchan a los violadores<br />

de mujeres… blancas únicamente. El gobernador Tillman (Carolina del Sur)<br />

declaró, en el mes de junio, bajo el árbol de Barnwell en el que habían sido<br />

ahorcados ocho afroamericanos el año anterior, que «se pondría a la cabeza<br />

de la multitud para linchar a cualquier negro que hubiera violado a una mujer<br />

blanca». Así hablan los púlpitos, los funcionarios y los periódicos del Sur. Pero<br />

cuando la víctima es una mujer de color, las cosas son diferentes.<br />

El pasado invierno en Baltimore (Maryland), tres rufi anes blancos asaltaron<br />

a la señorita Camphor, una joven afroamericana, cuando paseaba con un<br />

joven de su propia raza. Sujetaron a su acompañante y la violaron. Fue un acto<br />

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Horrores sureños: la ley Lynch en todas sus fases 81<br />

sufi cientemente ruin como para que conmocionara a la sangre del Sur, que<br />

hace de su horror por las violaciones la excusa de actos ilegales, pero ella era<br />

afroamericana. El caso fue a los tribunales, un abogado afroamericano defendió<br />

a los hombres y fueron absueltos.<br />

En Nashville (Tennessee), vive un hombre blanco, Pat Hanifan, que violó<br />

a una jovencita afroamericana a la que arruinó la vida a causa del daño<br />

físico que le infringió. Estuvo en la cárcel seis meses, fue puesto en libertad<br />

y ahora trabaja como detective en esa ciudad. En la misma ciudad, el<br />

pasado mayo, un hombre blanco violó a una chica afroamericana en una<br />

farmacia. Lo arrestaron y fue puesto en libertad bajo fi anza. Corrió el rumor<br />

de que quinientos afroamericanos se habían organizado para lincharlo.<br />

Doscientos cincuenta ciudadanos blancos se armaron con Winchesters<br />

y lo protegieron. Se colocó un cañón frente a su casa y se reclamó la presencia<br />

de los «Rifl es de Buchanan» (la milicia estatal) para protegerlo. La<br />

turba afroamericana no se materializó. Tan sólo dos semanas antes, Eph.<br />

Grizzard, que tan sólo había sido encausado por la violación de una mujer<br />

blanca, fue sacado de la cárcel, ante el gobernador Buchanan, la policía y<br />

la milicia, arrastrado por las calles a plena luz del día, le fueron clavando<br />

cuchillos a cada paso y le hicieron toda la clase de crueldades que se le<br />

puede ocurrir a una turba airada; fi nalmente, se le ahorcó en el puente con<br />

las manos destrozadas porque intentó agarrarse a los pilares. ¡Un ejemplo<br />

claro y cruento de la sed de sangre de la civilización decimonónica de la<br />

Atenas del Sur! No se requirió la presencia de militar o cañón alguno. Se<br />

atrevió a visitar a una mujer blanca.<br />

En el mismo momento en que estos blancos civilizados anunciaban su<br />

determinación de «defender a sus mujeres e hij as» al matar a Grizzard, un<br />

hombre blanco se encontraba en la misma cárcel por la violación de la niña de<br />

ocho años, Maggie Reese, una niña afroamericana. A él no le hicieron daño. El<br />

«honor» de mujeres adultas que estaban encantadas de contar con los chicos<br />

Grizzard y Ed Coy siempre que su relación se mantuviera oculta, necesitaba<br />

de su protección; eran blancas. La violación de niñas desprotegidas no requería<br />

ningún tipo de venganza; la niña era negra.<br />

Un hombre blanco de Guthrie (Oklahoma) hace dos meses infringió tales<br />

heridas a otra niña afroamericana que ésta murió. A él no se le castigó y<br />

sin embargo, en la misma ciudad, en el mes de junio, se intentó linchar a un<br />

afroamericano que visitaba a una mujer blanca.


82<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

En Memphis (Tennessee) en el mes de junio, Ellerton L. Dorr, que es el marido<br />

de la viuda de Russell Hancock, fue arrestado por el intento de violación de<br />

Matt ie Cole, la cocinera del vecino; sólo impidió que la llevara a cabo la llegada<br />

del patrón de Matt ie. Los amigos de Dorr dij eron que estaba borracho<br />

y que no era responsable de sus actos. El tribunal rechazó condenarlo y fue<br />

puesto en libertad sin cargos.<br />

Capítulo III. El nuevo lema<br />

En vista de lo precedente, la apelación de los blancos del Sur a la simpatía y el<br />

castigo del Norte, la hábil e insidiosa petición del obispo Fitzerald de suspender<br />

los juicios porque aquéllos «que condenan el linchamiento no se ponen en<br />

el lugar de la mujer blanca de cada caso», no se mantiene en pie.<br />

A partir de esta exposición de la cuestión de la raza según la ley del<br />

linchamiento, todo el asunto se explica por la bien conocida oposición al<br />

progreso de nuestra raza desde los tiempos de la esclavitud. Esto cristaliza<br />

en el tan repetido lema: «Éste es un país de blancos y el hombre blanco<br />

debe mandar». El Sur se resintió al conceder la libertad a los afroamericanos,<br />

el derecho de voto y los derechos civiles. Las redadas del Ku Klux y<br />

de los White Liners para minar el gobierno de reconstrucción, las masacres<br />

de Hamburg y Ellerton, en Carolina del Sur, así como del condado de Copiah<br />

en Misisipi, y Lafayett e Parish en Luisiana, se justifi caron aludiendo<br />

al resentimiento natural de las personas inteligentes contra la ignorancia<br />

del gobierno.<br />

Algunos hombres blancos honestos llegaron a reconocer en la práctica la<br />

necesidad de que la inteligencia pasara por encima de la ignorancia para corregir<br />

el error del gobierno general; y la raza quedó a merced del compacto<br />

Sur. Algunos afroamericanos inteligentes, sin el apoyo del gobierno y con la esperanza<br />

de parar estas repetidas masacres, pidieron encarecidamente a la raza<br />

que reconsiderara la posibilidad de sacrifi car sus derechos políticos a cambio de<br />

la paz. Creían honestamente que la raza debía prepararse ella sola para gobernarse<br />

y que, una vez lo hubiera conseguido, desaparecería la objeción contra su<br />

participación en la política.<br />

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Horrores sureños: la ley Lynch en todas sus fases 83<br />

Pero el sacrifi cio no eliminó el problema ni llevó a que el Sur fuera más justo.<br />

Uno tras otro, los Estados del Sur han privado de derechos a los afroamericanos<br />

y, desde la revocación del acuerdo sobre los derechos civiles, casi todos<br />

los Estados sureños han aprobado leyes de segregación en los transportes y se<br />

castiga su infracción. Independientemente de las mejoras que haya obtenido<br />

la raza, se la encierra en compartimentos sofocantes y sucios, separados de<br />

los otros vagones. Mientras tanto, aunque se haya eliminado la causa política,<br />

las matanzas de <strong>negros</strong> en Barnwell (Carolina del Sur), Carrolton (Misisipi),<br />

Way-cross (Georgia) y Memphis (Tennessee) han continuado; sabemos del desollamiento<br />

de un hombre vivo en Kentucky, la quema de otro en Arkansas,<br />

el ahorcamiento de una chica de quince años en Luisiana, de una mujer en<br />

Jackson (Tennessee) y otra en Hollendale (Misisipi), hasta llegar al oscuro y<br />

sangriento numero de 728 afroamericanos linchados en el Sur durante los últimos<br />

ocho años. Ni cincuenta de estas muertes tuvieron motivos políticos; el<br />

resto se justifi caron en todo tipo de acusaciones, desde violación de mujeres<br />

blancas hasta casos como el de Will Lewis que fue ahorcado en Tullahoma<br />

(Tennessee) el año pasado por ir borracho y mostrarse «impertinente» con<br />

personas blancas.<br />

Estas estadísticas compiladas por el Tribune de Chicago se publicaron el<br />

primer día de este año (1892). Desde entonces, durante los últimos nueve meses,<br />

no menos de ciento cincuenta personas negras han sufrido una muerte<br />

violenta en manos de turbas crueles y ávidas de sangre.<br />

Para suavizar estas cifras (que empeoran a medida que los afroamericanos<br />

adquieren cultura) y justifi car algunos de los crímenes más hediondos<br />

que han manchado la historia de nuestro país, el Sur se está escudando tras<br />

la plausible pantalla de defender el honor de sus mujeres. Y esto, a pesar<br />

de tener que hacer frente al hecho de que tan solo un tercio de las 728 víctimas<br />

de las multitudes había sido acusado de violación, por no decir nada<br />

de aquellos que, perteneciendo a este tercio, eran inocentes del cargo. Un<br />

corresponsal blanco del Baltimore Sun ha declarado que el afroamericano al<br />

que se linchó en Chestertown (Maryland) en mayo, por la violación de una<br />

chica blanca, era inocente; que este delito lo cometió un hombre blanco<br />

que está desaparecido desde entonces. Cuando ese pobre afroamericano<br />

fue asesinado, los blancos justifi caron la ausencia de juicio sobre la base<br />

de que deseaban evitarle a la chica blanca la mortifi cación de tener que<br />

declarar ante el tribunal.


84<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

Esta justifi cación ha tenido sus efectos. Ha cerrado el corazón, sofocado la<br />

conciencia, deformado el juicio y acallado la voz de la prensa y de los púlpitos<br />

sobre el tema de la ley de linchamiento en esta «tierra de libertad». Hombres<br />

con una fi rme reputación de cristianos, por su valor moral y físico, por su<br />

devoción a los principios de igualdad y justicia para todos y por su gran sagacidad,<br />

se comportan como cobardes que temen abrir la boca ante este gran<br />

ultraje. No se dan cuenta de que gracias a su apoyo tácito, su silencio aquiescente,<br />

se extiende por todo el país la larga sombra de la ilegalidad en forma<br />

de la ley del linchamiento.<br />

Hombres que, como el gobernador Tillman, lanzaron la pelota de la ley de<br />

linchamiento a raíz de un crimen determinado, ahora no tienen la capacidad<br />

de ponerle fi n cuando a un chulo blanco, borracho o criminal, le apetece ahorcar<br />

a un afroamericano bajo cualquier pretexto.<br />

Incluso para los más elevados afroamericanos, el crimen de la violación<br />

es tan repugnante que demasiado a menudo se han creído las palabras del<br />

blanco y no han realizado la investigación o la condena que merecería la ley<br />

de linchamiento.<br />

Olvidan que la concesión del derecho de linchamiento de un hombre por<br />

un crimen en concreto no sólo otorga el derecho a linchar a cualquier persona<br />

por cualquier crimen, sino que (tan a menudo se alega una violación en la<br />

actualidad) también es una buena manera de marcarnos como raza de violadores<br />

y forajidos. Continúan esperando y creyendo que la educación generalizada<br />

y la potencia económica lo resolverán todo y dedican sus energías a la<br />

acumulación de ambas cosas.<br />

El espíritu de la turba linchadora ha crecido a la vez que la cultura del<br />

afroamericano. Ha abandonado los lugares marginales en donde prevalece la<br />

ignorancia, se ha quitado la máscara y con esta nueva justifi cación, acecha a<br />

plena luz del día en las grandes ciudades, los centros de la civilización, y se ve<br />

fomentada por los «ciudadanos destacados» y la prensa.<br />

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Horrores sureños: la ley Lynch en todas sus fases 85<br />

Capítulo IV. La maliciosa y mentirosa prensa blanca<br />

El Daily Commercial y el Evening Scimitar de Memphis (Tennessee) son propiedad<br />

de destacados hombres de negocios de dicha ciudad y sin embargo, a<br />

pesar del hecho de que, en Memphis, ninguna mujer blanca haya sido violada<br />

por un afroamericano y de que allí vivan afroamericanos con propiedades,<br />

honrados y ahorradores, el Commercial del 17 de mayo, bajo el titular «Más<br />

violaciones, más linchamientos» se pronunciaba de la siguiente manera:<br />

Ha llegado a nuestras ofi cinas información sobre el linchamiento de tres canallas<br />

<strong>negros</strong> por la brutal violación de una mujer blanca, y este hecho será extensamente<br />

comentado como ejemplo de la «barbarie sureña» por parte de los periódicos del<br />

Norte; pero estamos convencidos de que no tendrá ese efecto en términos de propaganda<br />

entre la gente inteligente. La frecuencia de dichos linchamientos llama la<br />

atención sobre la frecuencia de los crímenes que causan el linchamiento. La «barbarie<br />

sureña» que merece la atención de la gente, tanto del Norte como del Sur, es<br />

la barbarie que se aprovecha de mujeres débiles e indefensas. Tan sólo el castigo<br />

inmediato, veloz y extremo puede refrenar la horrible y bestial propensión de la<br />

raza negra. Se da un extraño parecido entre los diferentes casos de este cariz que han<br />

sucedido en los últimos tiempos.<br />

En cada uno de los casos, varios <strong>negros</strong> planifi caron de forma deliberada el crimen<br />

y posteriormente lo perpetraron. Esperaron hasta tener una oportunidad, el<br />

momento en que las mujeres se quedaban sin un protector. No se trataba de un<br />

repentino ataque de pasión sino de la consumación de un propósito diabólico para<br />

el que se había esperado y buscado la oportunidad. Esta característica del crimen<br />

lo convierte no sólo en un acto desalmado y brutal sino que incrementa el terror en<br />

las comunidades agrícolas con poca población. Ningún hombre puede dejar a su<br />

familia por la noche sin el temor de que algún rufi án negro errante esté mirando y<br />

esperando su oportunidad. El castigo inmediato que invariablemente sigue a estos<br />

horribles crímenes tiene indudablemente un efecto disuasorio en los <strong>negros</strong> de los<br />

alrededores durante algún tiempo. Pero la lección no se aprende en todos lados ni se<br />

recuerda por mucho tiempo. Estos crímenes, igualmente atroces, han tenido lugar<br />

en rápida sucesión, uno en Tennessee, otro en Arkansas y otro más en Alabama.<br />

Parece que los actos criminales tienen más infl uencia sobre la imaginación lujuriosa<br />

del negro que el castigo sobre su miedo. Supera su miedo a la muerte cuando encuentra<br />

la oportunidad de satisfacer sus deseos bestiales


86<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

Hay pocas razones para creer que esto vaya a mejorar. Este crimen se perpetra en<br />

mayor número cada año. La generación de <strong>negros</strong> que ha crecido desde la guerra ha<br />

perdido en gran medida el tradicional y saludable respeto hacia la raza blanca que<br />

mantenía a los <strong>negros</strong> bajo control, incluso cuando sus amos estaban en el ejército<br />

y sus familias se quedaban sin protección, excepto la de los mismos esclavos. Ya no<br />

hay nada que controle la brutal pasión del negro.<br />

¿Qué podemos hacer? La violación siempre es horrible pero al hombre del Sur<br />

no hay nada que le horrorice más y le llene tanto de odio y de furia como el ultraje<br />

de una mujer blanca por parte de un negro. Es la cuestión de la raza en su aspecto<br />

más feo, más vil, más peligroso. El negro en tanto factor político puede controlarse.<br />

Pero ni las leyes ni los linchamientos pueden domeñar su lujuria. Antes o después,<br />

se producirá una crisis y no sabemos la forma que puede llegar a tomar.<br />

En el número del 4 de junio, el Evening Scimitar de Memphis ofrece la siguiente<br />

excusa de la ley del linchamiento:<br />

Además de la violación de mujeres blancas por <strong>negros</strong>, que es el afl oramiento de<br />

una perversión bestial del instinto, la causa principal de los problemas entre razas<br />

en el Sur es la falta de educación del negro. Cuando era un esclavo, aprendió a ser<br />

educado al relacionarse con gentes blancas que se tomaron la molestia de enseñarle.<br />

Desde que se produjo su emancipación y se rompió el vínculo de interés mutuo<br />

entre el amo y el criado, el negro ha derivado a un estado que no es ni de libertad<br />

ni de cautiverio. Al carecer de la inspiración adecuada de la primera y de la fuerza<br />

restrictiva de la segunda, ha asumido la idea de que la grosera insolencia es independencia<br />

y de que el ejercicio de un grado decente de educación hacia la gente<br />

blanca es equivalente a la sumisión servil. Como consecuencia de la prevalencia<br />

de esta noción, hay muchos <strong>negros</strong> que aprovechan cualquier oportunidad para<br />

ser ofensivos, particularmente cuando piensan que pueden hacerlo con impunidad.<br />

Hemos tenido demasiados ejemplos de ello aquí en Memphis como para dudarlo<br />

y nuestra experiencia no es excepcional. La gente blanca no aguantará este tipo<br />

de ofensa y siempre que sean insultados individualmente o como raza, la respuesta será inmediata<br />

y efi caz. El sangriento motín de 1866, en el que perecieron muchos <strong>negros</strong>, se<br />

produjo principalmente por la escandalosa conducta de los <strong>negros</strong> hacia los blancos<br />

en las calles. También resulta remarcable y desalentador el hecho de que la mayoría<br />

de estos sinvergüenzas son <strong>negros</strong> que han recibido su educación gracias a la contribución<br />

fi scal de blancos. Disponen de los sufi cientes conocimientos como para darse<br />

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Horrores sureños: la ley Lynch en todas sus fases 87<br />

cuenta de hasta qué punto su raza es inferior a la otra en todo lo que nos convierte<br />

en grandes personas e intentan «desquitarse» mediante la insolencia, que siempre<br />

responde al resentimiento de los inferiores. Hay <strong>negros</strong> bien educados entre nosotros<br />

y resulta verdaderamente desafortunado que tengan que sufrir, incluso parcialmente,<br />

el castigo de las ofensas cometidas por otros más bajos, pero así son las cosas en el<br />

mundo. Los inocentes deben sufrir por los culpables. Si los <strong>negros</strong> poseyeran en su<br />

totalidad una centésima parte de la dignidad que evidencian mediante su cortesía<br />

algunos que el Scimitar puede nombrar, la fricción entre razas se reduciría al mínimo.<br />

No ayudará a zanjar la cuestión alegar que muchos hombres blancos también<br />

están favoreciendo el confl icto. Los canallas caucásicos simplemente obedecen a los<br />

instintos de una disposición depravada y rara vez son deliberadamente groseros u<br />

ofensivos para con extraños o mujeres indefensas.<br />

El canalla negro, sin embargo, tiende a este tipo de ofensa y casi invariablemente<br />

escoge a sus víctimas entre personas blancas.<br />

El 9 de marzo de 1892, se linchó en la misma ciudad a tres de los mejores jóvenes<br />

afroamericanos de después de la guerra. Eran pacífi cos y enérgicos hombres<br />

de negocios que respetaban la ley. Creían que el problema se debía resolver<br />

evitando la política y poniendo dinero en el monedero. Eran los dueños<br />

de una próspera tienda de ultramarinos en un barrio densamente poblado de<br />

Memphis; un hombre blanco llamado Barrett tenía otra en la esquina opuesta.<br />

A raíz de un problema personal, Barrett fue a «Ultramarinos Popular» y<br />

desenfundó una pistola; Calvin McDowell lo golpeó y éste (Barrett ) amenazó<br />

con «echarlos». Estos hombres se encontraban a una milla de los límites de la<br />

ciudad y de la protección de la policía; al escuchar que los amigos de Barrett<br />

iban a atacarlos el sábado por la noche, reunieron fuerzas y se prepararon<br />

para defenderse contra este ataque.<br />

Cuando llegó Barrett , iba a la cabeza de una partida de policías, una docena,<br />

que después declararon ir a la caza de un hombre contra el que tenían una<br />

orden de arresto. Nunca se ha explicado por qué esos doce hombres vestidos<br />

de civiles pensaron que era necesario ir en mitad de la noche a arrestar a un<br />

hombre al que nunca antes habían arrestado, y contra el que no había registro<br />

criminal alguno. Cuando entraron por la puerta trasera, los jóvenes pensaron<br />

que estaban ejecutando la amenaza y les dispararon. Tres de los policías<br />

resultaron heridos y cuando los defensores se dieron cuenta de que habían<br />

disparado sobre policías, depusieron las armas y salieron.


88<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

Treinta y un hombres fueron arrestados y encarcelados como «conspiradores»,<br />

todos ellos declararon más de una vez que no sabían que estaban disparando<br />

contra policías. Todo el mundo andaba muy alterado hasta que los periódicos,<br />

dos días después, anunciaron que los ayudantes del sheriff se encontraban<br />

fuera de peligro. Esto difi cultó más que benefi ció los planes de los blancos.<br />

No hay ley alguna en los códigos que haga ejecutar a un afroamericano por<br />

herir a un hombre blanco, pero sí en la «ley no escrita». Tres de esos hombres,<br />

el jefe, el gerente y el dependiente ―«los líderes de la conspiración»― fueron<br />

sacados a escondidas de la cárcel y linchados de una forma increíblemente<br />

brutal. «Los <strong>negros</strong> se están haciendo demasiado independientes», dicen, «tenemos<br />

que darles una lección».<br />

¿Qué lección? La lección de la subordinación: «Matad a los líderes e intimidaréis<br />

a los <strong>negros</strong> que osan matar a un blanco, incluso en defensa propia».<br />

Aunque la raza estaba furiosa por este ultraje, por la parodia de la ley y la<br />

justicia que desarma a los hombres y los encierra en cárceles, donde las turbas<br />

de linchadores pueden encontrarlos fácilmente y sin riesgo, los reverendos<br />

afroamericanos, los periódicos y los líderes aconsejaron obedecer una ley que<br />

no nos protege. Se tuvo en cuenta su consejo y no se levantó una mano para<br />

responder al ultraje; siguiendo el consejo del Free Speech, la gente abandonó la<br />

ciudad en gran número.<br />

Los periódicos y los informes de prensa presentaron a estos hombres como<br />

«tipos duros» y como «forajidos <strong>negros</strong> que se ocupaban de un club nocturno<br />

de baja estofa». Este mismo servicio de prensa imprimió que el negro que fue<br />

linchado en Indianola (Misisipi), en mayo, había violado a la hij a del sheriff de<br />

ocho años. La chica tenía más de dieciocho y la encontraron en la habitación<br />

del hombre que servía en su casa.<br />

No contenta con hacer una representación torticera de la raza, la turba no<br />

quedó satisfecha hasta que se silenció al periódico que estaba haciendo todo<br />

lo posible por contrarrestar esta impresión. La gente de color estaba tan resentida<br />

con este tratamiento injusto que se hizo notar, aunque no les dio a los<br />

linchadores excusa alguna para cometer otro crimen. Hasta la aparición del<br />

editorial que, dicen, apunta una observación sobre el «honor» de las mujeres<br />

blancas del Sur. No es ni la mitad de difamatorio que el del Commercial de<br />

cuatro días antes y que se ha incluido en estas páginas. Hubieran linchado al<br />

gerente del Free Speech por ejercitar el derecho a la libertad de expresión si lo<br />

hubieran encontrado, de forma tan inmediata como hubieran ahorcado a un<br />

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Horrores sureños: la ley Lynch en todas sus fases 89<br />

violador, y contentos de tener una excusa para hacerlo. Se ordenó a los propietarios<br />

que no volvieran. Se interrumpió la publicación del Free Speech con<br />

tan poco reparo como el que se tuvo cuando se hizo pedazos el «Ultramarinos<br />

Popular» y se asesinó a sus propietarios.<br />

Capítulo V. La posición del Sur<br />

Henry W. Grandy, en sus tan conocidos discursos de Nueva Inglaterra y Nueva<br />

York mostró al afroamericano como incapaz de auto-gobernarse. A través<br />

de sus palabras y las de otros hombres destacados, el Sur ha advertido al<br />

país: «¡Fuera las manos! Dejad que resolvamos nosotros el problema». A los<br />

afroamericanos, el Sur les está diciendo: «El hombre blanco debe mandar y<br />

mandará». Hay muy poca diferencia entre el Sur de antes de la guerra y el<br />

nuevo Sur.<br />

Sus ciudadanos blancos aceptan cualquier método, aunque sea repugnante,<br />

cualquier medida, por muy extrema que sea, para someter a los jóvenes de<br />

la raza. Les han engañado para impedir que voten, les han dejado sin derechos<br />

civiles o enmendado en los juzgados civiles, les han robado los frutos de<br />

su trabajo y aún los están matando, quemando y linchando.<br />

El resultado es un creciente desprecio por la vida humana. La ley del linchamiento<br />

ha extendido su insidiosa infl uencia hasta los hombres de Nueva<br />

York y Pennsylvania y en las llanuras libres del Oeste sienten que pueden<br />

tomarse la ley por su mano con impunidad, especialmente si se trata de<br />

afroamericanos. El Sur se ha embrutecido hasta un punto inimaginable para<br />

sus propios habitantes y están en peligro los pilares mismos del gobierno, la<br />

ley y el orden.<br />

La opinión pública ha mostrado una «ligera» reacción, insufi ciente para<br />

parar la cruzada de las ilegalidades y los linchamientos. El espíritu de la cristiandad<br />

de la Iglesia Episcopal Metodista se alzó ante los frecuentes crímenes<br />

repulsivos contra la gente débil, lo bastante como para tomar resoluciones<br />

condenatorias fi rmes en su Congreso General de Omaha el mes de mayo. En<br />

Minneapolis el 7 de junio, el espíritu de la justicia del antiguo gran partido se<br />

impuso lo sufi ciente como para denunciar las injusticias e incluir una débil declaración<br />

de la creencia en los derechos humanos en el programa republicano.


90<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

Algunos de los diarios y semanales más importantes se han lanzado a declarar<br />

que la ley de linchamiento debe desaparecer. El presidente de Estados<br />

Unidos ha proclamado que no se tolerará en los territorios que entran dentro<br />

de su jurisdicción. El gobernador Northern y el presidente del Tribunal Beckley<br />

de Georgia se han declarado en contra. Los ciudadanos de Chatt anooga<br />

(Tennessee) han constituido un valeroso ejemplo ya que, no sólo condenan la<br />

ley de linchamiento, sino que sus autoridades han solicitado un juicio para<br />

Weems, un acusado de violación, y lo han protegido hasta el juicio. La vista<br />

tan sólo duró diez minutos y Weems escogió declararse culpable y aceptar<br />

una condena de veintiún años, en vez de lanzarse a la muerte segura que le<br />

esperaba fuera del cordón de policía si hubiera dicho la verdad y mostrado las<br />

cartas que tenía de la mujer blanca implicada en el caso.<br />

El coronel A.S. Colyar de Nashville (Tennessee) está tan sobrecogido por<br />

el horrible estado de la situación que ha dirigido la siguiente carta al American<br />

de Nashville:<br />

Desde que soy un hombre leído, nada me ha impresionado tanto sobre la decadencia<br />

de la humanidad entre la gente de Tennessee como la ruin sumisión al reino de<br />

los linchadores. Hemos alcanzado un nivel de bajeza sin precedentes; la horrible y<br />

criminal depravación de sustituir el tribunal y el jurado por una turba de linchadores,<br />

de darles las llaves de la cárcel en cuanto las piden. Lo hacemos en grandes<br />

ciudades y en pueblos del condado, lo hacemos a plena luz del día; lo hacemos tras<br />

avisar abiertamente, por no decir de manera ofi cial, y se acepta de forma tan extendida<br />

y general que los asesinos han descartado el uso de máscaras. Van a la ciudad,<br />

donde todo el mundo los conoce, a veces bajo la mirada atenta del gobernador, en<br />

presencia de los tribunales, en presencia del sheriff y de sus ayudantes, en presencia<br />

de todas las fuerzas policiales, sacan al prisionero, le quitan la vida, a menudo con<br />

diabólico regocij o, y frecuentemente con actos de crueldad y barbarie que impresionan<br />

al lector por una degeneración que los acerca rápidamente al salvajismo.<br />

Decir que el Estado ha perdido el honor tan sólo expresa débilmente la humillación<br />

que ha caído sobre la gente de Tennessee, anteriormente orgullosa. El Estado, en su<br />

grandeza, mediante la organización de la vida que procura, por la que la gente paga<br />

abundantemente, redacta únicamente un registro, una nota que no es sino una falsedad<br />

criminal, diciendo que «ha sido ahorcado por personas desconocidas para el<br />

jurado». El asesinato en Shelbyville tan sólo es una verifi cación de lo que cualquier<br />

hombre inteligente sabía que iba a ocurrir, porque para la turba de linchadores, un<br />

rumor es tan bueno como una prueba.<br />

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Horrores sureños: la ley Lynch en todas sus fases 91<br />

Estos esfuerzos condujeron a apologías y a una breve tregua pero la manía del<br />

linchamiento ha hecho furor de nuevo en los últimos tres meses con la misma<br />

energía. El brazo fuerte de la ley debe caer sobre los linchadores aplicando<br />

un castigo severo, pero esto no puede hacerse ni se hará a menos que un sano<br />

sentimiento público lo demande y apoye dicha acción.<br />

Los hombres y mujeres del Sur que desaprueban los linchamientos y permanecen<br />

en silencio ante la perpetración de tales ultrajes son cómplices del<br />

crimen, partícipes antes y después del acto, tan culpables como los reales infractores<br />

de la ley, que no persistirían en hacerlo si no supieran que ni la ley ni<br />

la milicia se aplicarán contra ellos.<br />

Capítulo VI. Autoayuda<br />

En la creación de un sentimiento público sano, el afroamericano puede hacer<br />

por sí mismo lo que nadie más puede hacer en su lugar. El mundo se queda<br />

mirando maravillado de que hayamos consentido tanto y que sigamos acatando<br />

la ley ante tales ultrajes y provocaciones.<br />

El Sur debe su reconstrucción al capital del Norte y al trabajo de los<br />

afroamericanos. Si la mano de obra desaparece, el capital no se queda. Por lo<br />

tanto, el afroamericano es la columna vertebral del Sur. Un reconocimiento<br />

profundo y un ejercicio juicioso de este poder en las localidades linchadoras<br />

podría muchas veces tener el efecto de una revolución sin sangre. El dólar<br />

del hombre blanco es su dios, y bloquearlo serviría para parar los ultrajes en<br />

muchas localidades.<br />

Los afroamericanos de Memphis denunciaron el linchamiento de tres de<br />

sus mejores hombres, e instaron y esperaron a que las autoridades intervinieran<br />

en el asunto y llevaran a los linchadores ante la justicia. No se hizo<br />

ningún amago de llevarlo a cabo y, entonces, los hombres <strong>negros</strong> abandonaron<br />

la ciudad por miles, produciendo un estancamiento en todas las áreas de<br />

negocios. Aquéllos que se quedaron, perjudicaron de tal manera el negocio de<br />

la empresa de ferrocarriles al no utilizarlos, que el superintendente, gerente y<br />

tesorero, llamó personalmente al editor del Free Speech, pidiéndole que instara<br />

a nuestra gente a que volviera a ser su cliente. Otros hombres de negocios se<br />

alarmaron con la situación y pensaron que si se cerraba el Free Speech podrían


92<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

controlar mejor a la gente de color. En una reunión de ciudadanos blancos en<br />

junio, tres meses después del linchamiento, se tomó la determinación, por primera<br />

vez, de condenarlo. Pero no castigaron a los linchadores. Se les conocía<br />

a todos ellos por su nombre, porque algunos de los mismos ciudadanos que<br />

tomaron esta determinación los habían elegido para hacer el trabajo sucio.<br />

Memphis está perdiendo con rapidez su población negra, que proclama cuando<br />

se va que, en Memphis, cualquier ciudadano afroamericano que no sea un<br />

esclavo pone en riesgo su vida y sus propiedades.<br />

Los ciudadanos afroamericanos de Kentucky, cuya mejora intelectual y<br />

fi nanciera ha sido enorme, no habían tenido una legislación de segregación<br />

en los transportes hasta ahora. Llovieron delegaciones y peticiones ante la<br />

asamblea legislativa para impedirlo y aún así, se aprobó el proyecto de ley<br />

y la Jim Crow Car de Kentucky es una institución legalizada. 2 ¿Seguirá cogiendo<br />

el tren la gran masa de <strong>negros</strong>? Un enviado especial de Covington<br />

(Kentucky) señala:<br />

Covington, 13 de junio ― Los ferrocarriles del Estado están empezando a sentir de<br />

forma muy acusada los efectos del proyecto de ley sobre la segregación en vagones<br />

que acaba de ser aprobado por la asamblea legislativa. En el Estado, nadie realiza<br />

tantas excursiones a las que asiste tan gran número de gente como los <strong>negros</strong>. Todas<br />

ellas se han abandonado y los viajes normales se han reducido al mínimo. Una autoridad<br />

competente dice que las pérdidas de los diferentes trayectos alcanzarán el<br />

millón de dólares este año.<br />

En Lexington (Kentucky) el junio pasado, se convocó una conferencia estatal<br />

con delegados de todos los condados del Estado. Esos delegados, reverendos,<br />

profesores, presidentes de sociedades secretas y otras asociaciones, y cabezas<br />

2 Las leyes de Jim Crow fueron una serie de leyes estatales y locales en Estados Unidos promulgadas<br />

entre 1876 y 1965, que legalizaban la segregación racial en todas las instalaciones públicas<br />

bajo el lema «separados pero iguales» y que retiraban el derecho de voto a los afroamericanos a<br />

través de pruebas de escritura e impuestos. El origen de la expresión «ley de Jim Crow» se atribuye<br />

comúnmente al número del espectáculo musical caricaturesco Jump Jim Crow, interpretado<br />

por el actor blanco Thomas D. Rice, que aparecía con la cara pintada de negro; ya en 1838, «Jim<br />

Crow» se había convertido en una expresión peyorativa que signifi caba «afroamericano». Estas<br />

leyes fueron abolidas por la Ley de Derechos Civiles de 1964 y la Ley de Derecho de Voto de 1965,<br />

gracias al Movimiento por los Derechos Civiles, entre otros. [N de E.]<br />

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Horrores sureños: la ley Lynch en todas sus fases 93<br />

de familia debían pasar la consigna a todos los miembros de la raza de Kentucky<br />

de no usar los ferrocarriles a menos que no tengan otra opción. Si así lo<br />

hicieran y se siguiera este consejo de forma persistente, no se necesitaría elevar<br />

una solicitud a la asamblea legislativa para que rechace la ley o conseguir<br />

el dinero para presentar un recurso. Las empresas de ferrocarriles se verían<br />

tan afectadas que ellas mismas harían presión, como autodefensa, para que se<br />

rechazara la ley sobre la segregación de los vagones. Por otra parte, mientras<br />

los ferrocarriles cuenten con el pago de las excusiones de los afroamericanos,<br />

tendrán siempre mucho dinero para enfrentarse a todos los pleitos que les<br />

pongan. Recibirían para ello el mismo apoyo público que los que aprobaron<br />

la ley. Los hombres blancos aprobaron la ley y jueces y jurados blancos presentarán<br />

y aprobarán demandas contra la ley, haciendo que el juicio señale<br />

sus perjuicios y actúe con deferencia hacia los grandes poderes fi nancieros.<br />

El llamamiento al bolsillo del hombre blanco ha sido más efi caz que cualquier<br />

llamamiento hecho a su conciencia. No se va a ganar nada, absolutamente<br />

nada, con otro sacrifi cio de hombría y autoestima. Mediante el adecuado<br />

ejercicio de su poder como factor industrial del Sur, el afroamericano<br />

puede exigir y asegurar sus derechos, el castigo de los linchadores y un juicio<br />

justo para aquellos acusados de violación.<br />

De todos los ultrajes inhumanos de este año, el único caso en el que el linchamiento<br />

propuesto no sucedió tuvo lugar cuando los hombres se armaron<br />

en Jacksonville (Florida) y en Paducah (Kentucky) y lo evitaron. El único caso<br />

de un afroamericano que logró sobrevivir a un ataque fue gracias a que éste<br />

tenía una pistola y la usó para protegerse.<br />

La lección que esto nos enseña y que todos los afroamericanos deberían<br />

ponderar adecuadamente es que tendría que concederse un puesto de honor<br />

en todos los hogares <strong>negros</strong> al rifl e Winchester y que se debería usar como<br />

protección cuando la ley no se la da. Cuando el hombre blanco, que es siempre<br />

el agresor, sepa que corre un gran riesgo de morder el polvo cada vez<br />

que lo haga una víctima afroamericana, tendrá mayor respeto por la vida de<br />

los afroamericanos. Cuanto más cede, se arrastra y suplica el afroamericano,<br />

cuanto más tiene que hacerlo, más insultos, ultrajes y linchamientos obtiene<br />

a cambio.


94<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

La aseveración de que la prensa contiene informes poco fi ables y manipulados<br />

de los linchamientos se ha demostrado en estas páginas y una de las cosas<br />

más necesarias que tiene que hacer la raza es exponer estos hechos al público.<br />

La gente tiene que saber, para poder actuar, y no hay nada comparable a la<br />

capacidad de infl uencia de la prensa.<br />

Los periódicos afroamericanos son los únicos que imprimirían la verdad<br />

pero carecen de los medios necesarios para contratar a agentes y detectives<br />

que esclarezcan los hechos. La raza tiene que unirse en un poderoso programa<br />

que apoye a sus periódicos y de esta manera, permita que avancen en la<br />

investigación.<br />

Se produjo un linchamiento en Port Jarvis (Nueva York) la primera semana<br />

de junio. Un hombre blanco y otro de color se vieron implicados en la agresión<br />

a una mujer blanca. En el juicio, se estableció que el hombre blanco había<br />

pagado al chico de color para que llevara a cabo la agresión en una carretera<br />

pública a plena luz del día, y este último fue linchado. Esta vez, también, lo<br />

hicieron «personas desconocidas». El hombre blanco del caso aún vive. Fue<br />

encarcelado y ha anunciado que pondrá un recurso en el juicio. En la investigación<br />

preliminar, se vio que el hombre había sido un pretendiente de la chica<br />

y que ella lo había rechazado y rehusado. Aún así, le había dado dinero y él le<br />

había enviado cartas de amenaza pidiéndole más.<br />

El día antes de esta vista, la chica estaba tan angustiada que dejó su casa y<br />

deambuló varias millas. Cuando la encontraron, dij o que lo había hecho porque<br />

tenía miedo del testimonio del hombre. ¿Por qué tendría que temer a un<br />

prisionero? ¿Por qué cedería a sus demandas de dinero sino es para impedir<br />

que contara algo que sabía? Tan sólo se explica bajo la hipótesis de que existía<br />

una liaison entre el chico de color y la chica y que el hombre blanco lo sabía.<br />

La prensa está especialmente callada. ¿Tiene algún motivo? Nos merecemos<br />

una explicación.<br />

Otra historia procede de Larned (Kansas), en donde el uno de octubre una<br />

jovencita blanca fue retenida hasta el amanecer, sin dar la alarma a nadie, por<br />

un «corpulento negro» que entró en su habitación y en su cama. El «negro<br />

corpulento» fue linchado inmediatamente sin investigación o examen alguno<br />

de la poco consistente historia.<br />

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Horrores sureños: la ley Lynch en todas sus fases 95<br />

Una casa se incendió cerca de Montgomery (Alabama), en el condado de Monroe,<br />

el 13 de octubre, hace unas semanas; también se encontraron los cuerpos<br />

quemados de los propietarios y pilas de oro y plata fundidos.<br />

Estos descubrimientos llevaron a la conclusión de que el terrible crimen no<br />

se había realizado con la intención de robar. La sugerencia de los blancos fue<br />

que «el motivo fue una lujuria brutal y como hay cerca de 200 <strong>negros</strong> viviendo<br />

en un radio de cinco millas del lugar, la conclusión inevitable fue que alguno<br />

de ellos cometió el crimen».<br />

Ante esta «sugerencia», probablemente realizada por el verdadero criminal,<br />

la turba de linchadores estuvo de acuerdo con esa «conclusión» y arrestó<br />

a diez afroamericanos, cuatro de ellos (eso dicen al mundo) confesaron<br />

el asesinato de Richard L. Johnson y la violación de su hij a Jeanett e. A estos<br />

cuatro hombres, Berrel Jones, Moses Johnson, Jim y John Packer, todos ellos<br />

menores de 25 años, ante esta conclusión, se les llevó a la cárcel, se les ahorcó,<br />

disparó y quemó cuando aún estaban vivos la noche del 12 de octubre. El<br />

mismo informe dice que el señor Johnson tenía una relación inmejorable con<br />

sus inquilinos <strong>negros</strong>.<br />

De este modo, la raza ultrajada debe resolver las incógnitas que dejan estos<br />

hombres que se lanzan repetidamente en brazos de suposiciones y mostrarlas<br />

a este país indiferente y apático. Notamos que este informe es bastante enrevesado<br />

pero, ¿cómo podemos probarlo?<br />

Un grupo de ladrones cometió un asesinato cerca de Vicksburg (Misisipi).<br />

Por supuesto, lo tenían que haber hecho unos <strong>negros</strong> y se arrestó a unos<br />

<strong>negros</strong> por esta causa. Se cree que dos hombres, Smith Tooley y John Adams,<br />

pertenecían a una banda controlada por hombres blancos y que, temiendo<br />

que les descubrieran, durante la noche del 4 de julio, aquellos interesados en<br />

silenciarlos los ahorcaron en el patio del juzgado. Desde entonces, los robos<br />

que se han cometido en los alrededores los han perpetrado hombres blancos<br />

con la cara tiznada. Creemos fi rmemente en la inocencia de estos hombres<br />

asesinados pero no disponemos de pruebas. Al mundo solo llegan noticias<br />

que nos muestran como una raza de asesinos, ladrones y bestias salvajes y lujuriosas.<br />

Tan grande es el odio y el prejuicio sureños que se permite ahorcar legalmente<br />

a la chica de trece años Mildrey Brown el 7 de octubre en Columbia<br />

(Carolina del Sur) ante la evidencia circunstancial de que había envenenado<br />

a un niño blanco. Si hubiera sido blanca y su culpa se hubiera demostrado de<br />

forma inequívoca, nunca se la hubiera ahorcado.


96<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

El país tendría que haber reaccionado y Carolina del Sur debería haber sido<br />

deshonrada para siempre por tal crimen. Ni siquiera la población afroamericana<br />

tenía el conocimiento necesario, ya que sus periódicos no estaban en una<br />

posición que les permitiera saber y actuar.<br />

Nada hay tan claro como que el hombre debe actuar por sí mismo. He<br />

mostrado cómo se puede emplear el boicot, la emigración y la prensa, y siento<br />

que la combinación de todos estos elementos puede eliminar defi nitivamente<br />

la ley del linchamiento, esa última reliquia de barbarie y esclavitud. «Los dioses<br />

ayudan a aquellos que se ayudan a sí mismos».<br />

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Bases conceptuales<br />

del feminismo<br />

negro


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4. Rasgos distintivos del<br />

pensamiento feminista negro<br />

99<br />

Patricia Hill Collins 1<br />

Soy resultado de una tradición intelectual que hasta hace veinticinco años no existía<br />

en la academia. De forma semejante a los retazos de una colcha, esta tradición está<br />

fruncida con trozos y piezas importantes. Mi tradición no tiene nombre, porque<br />

abarca más que el womanism, 2 la negritud o los estudios africanos, aunque esos términos<br />

valdrán por ahora.<br />

Bárbara Omolade 3<br />

1 Patricia Hill Collins, «Distinguishing features of black feminist thought», Black Feminist Thought,<br />

Nueva York, Routledge, 2000.<br />

2 Womanism es un término acuñado por la feminista Alice Walker. Se trata de una reacción a la constatación<br />

de que el feminismo no abarca las perspectivas de las mujeres negras. El womanism aborda los<br />

aspectos racistas y clasistas del feminismo blanco y se opone activamente a las ideologías separatistas.<br />

Incluye la palabra man [hombre] para reconocer que los hombres <strong>negros</strong> son una parte integral de la<br />

vida de las mujeres negras como sus hij os, amantes y familiares [para no perder este aspecto con el<br />

castellano mujerismo, se mantendrá en inglés]. Esta perspectiva se utiliza a menudo para analizar la<br />

producción literaria de mujeres negras, ya que expresa el lugar donde se cruzan la raza, la clase, el género<br />

y la sexualidad. Véase A Feminist Theory Dictionary, htt p://afeministt heorydictionary.wordpress.<br />

com/2007/07/17/womanism/ [N. de E.]<br />

3 Bárbara Omalade, The Rising Song of African American Woman, Nueva York, Routledge, 1994, p. ix.


100<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

Estos días parece que me quedo sin palabras. Siento como si estuviera en una «rueda<br />

de molino» lingüística que ha aumentado gradual pero inequívocamente su velocidad,<br />

de tal modo que ninguna palabra que utilice para describirme de forma<br />

concluyente, a mí misma o a mis proyectos, dura más de cinco segundos en el campo<br />

académico. Ya no puedo justifi car mi presencia en la academia, por ejemplo, con<br />

palabras de la lengua inglesa. En el momento en que encuentro algún símbolo de mi<br />

presencia en los pasillos enrarecidos de las instituciones de élite, es robado, apropiado,<br />

cubierto con signifi cados negativos.<br />

Patricia Williams 4<br />

Las dificultades de las mujeres negras estadounidenses en estas «ruedas de<br />

molino» lingüísticas para nombrar una tradición que «no tiene nombre» revelan<br />

los problemas de arreglárselas con ciertos «términos [que] valdrán por<br />

ahora». Ampliamente utilizado pero cada vez más difícil de defi nir, el pensamiento<br />

feminista negro estadounidense abarca signifi cados diversos y a menudo<br />

contradictorios. A pesar de la considerable energía dedicada por las mujeres<br />

negras estadounidenses a nombrar el conocimiento generado por ellas mismas,<br />

las tensiones defi nitorias no sólo persisten sino que además se encuentran con<br />

cambiantes climas políticos llenos de nuevos obstáculos. Cuando se ataca al<br />

propio vocabulario utilizado para describir el pensamiento feminista negro,<br />

se vuelve casi imposible construir una auto-defi nición. Por ejemplo, a pesar<br />

de la continuada aceptación entre muchas afroamericanas del «afrocentrismo»<br />

como un término que hace referencia a las tradiciones de conciencia negra<br />

y solidaridad racial, durante los años ochenta y noventa los académicos y<br />

entendidos difamaron el término en medios de comunicación. Asimismo, los<br />

signifi cados peyorativos atribuidos cada vez en mayor grado al término «feminista»<br />

parecen diseñados para desacreditar un movimiento dirigido al empoderamiento<br />

de las mujeres. Incluso el término «negro» cayó víctima de la<br />

corriente deconstructivista y un creciente número de intelectuales «<strong>negros</strong>»,<br />

que se dedican al conocimiento de la «raza», cuestionan los mismos términos<br />

utilizados para describirse tanto a ellos mismos como a sus luchas políticas. 5<br />

En conjunto, estas transformaciones dieron lugar a un contexto político e intelectual<br />

muy diferente para el pensamiento feminista negro.<br />

4 Patricia Williams, The Rooster’s Egg: On the Persistence of Prejuice, Cambridge (Mass.), Harvard<br />

University Press, 1995, p. 27.<br />

5 Véase, por ejemplo, Paul Gilroy, The Black Atlantic. Modernity and Double Consciousness, Cambridge<br />

(Mass.), Harvard University Press, 1993.<br />

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Rasgos distintivos del pensamiento feminista negro 101<br />

A pesar de estas difi cultades, buscar algún tipo de terreno común para pensar<br />

más allá de los límites del pensamiento feminista negro sigue siendo importante<br />

porque, como nos recuerda la activista feminista negra estadounidense<br />

Pearl Cleage: «Tenemos que entender de forma clara que somos un grupo<br />

único, distinto sin lugar a dudas por la raza y el sexo, con un conjunto de<br />

retos excepcionales». 6 Más que desarrollar defi niciones y argumentar sobre<br />

las prácticas de nombramiento ―por ejemplo, si este pensamiento debería<br />

llamarse feminismo negro, womanism, feminismo afrocéntrico, womanism africano<br />

y demás― un enfoque más útil radica en reexaminar las razones por las<br />

que el pensamiento feminista negro ha llegado a existir. Explorar los rasgos<br />

que lo caracterizan puede proporcionar el terreno común tan necesario hoy<br />

en día tanto entre mujeres afroamericanas, como entre mujeres afroamericanas<br />

y aquéllas con conocimientos o pensamientos colectivo con propósitos<br />

similares. Los rasgos distintivos del pensamiento feminista negro no tienen<br />

necesidad de ser exclusivos, y pueden compartir mucho con otros cuerpos de<br />

conocimiento. Más bien, es la convergencia de estos rasgos distintivos lo que da<br />

al pensamiento feminista negro estadounidense sus contornos particulares.<br />

¿Por qué un pensamiento feminista negro estadounidense?<br />

El feminismo negro sigue siendo importante porque las mujeres negras estadounidenses<br />

constituyen un grupo oprimido. Como colectividad, participan<br />

en una relación dialéctica que conecta su opresión con el activismo. Las<br />

relaciones dialécticas de este tipo expresan que dos grupos son contrarios y<br />

opuestos. Mientras persista la subordinación de las mujeres negras dentro<br />

de las opresiones interseccionales de raza, clase, género, sexualidad y nación,<br />

el feminismo negro seguirá siendo necesario como respuesta activista<br />

a esa opresión.<br />

De modo semejante, el propósito global del pensamiento feminista negro<br />

estadounidense es resistir a la opresión, tanto a sus prácticas como a las<br />

ideas que la justifi can. Si las opresiones interseccionales no existieran, este<br />

pensamiento y los conocimientos oposicionales similares serían innecesarios.<br />

Como teoría crítica social, el pensamiento feminista negro tiene como objetivo<br />

empoderar a las mujeres afroamericanas en un contexto de injusticia social<br />

6 Pearl Cleage, Deals With The Devil and Other Reasons to Riot, Nueva York, Anchor, 1993, p. 55.


102<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

sostenida por opresiones interseccionales. En tanto que éstas no pueden estar<br />

totalmente empoderadas a menos que las propias opresiones interseccionales<br />

sean eliminadas, el pensamiento feminista negro apoya principios generales<br />

de justicia social que trascienden las necesidades particulares de este grupo.<br />

Gran parte del feminismo negro estadounidense ha sido analizado a través<br />

del prisma del contexto estadounidense, por lo que sus contornos han<br />

sido delimitados por la especifi cidad del multiculturalismo americano. 7 En<br />

particular, el pensamiento y la práctica feministas <strong>negros</strong> responden a una<br />

contradicción fundamental de la sociedad estadounidense. Por un lado, las<br />

promesas democráticas de libertad individual, igualdad ante la ley y justicia<br />

social hechas a todos los ciudadanos. Pero, por otro lado, persiste la realidad<br />

del trato grupal diferencial basado en la raza, la clase, el género, la sexualidad<br />

y el estatus de ciudadanía. Los grupos organizados alrededor de la raza,<br />

la clase y el género en y por sí mismos no son inherentemente un problema.<br />

Sin embargo, cuando los afroamericanos, la gente pobre, las mujeres y otros<br />

grupos discriminados tienen poca esperanza de que su grupo mejore, esta<br />

situación constituye una injusticia social.<br />

Dentro de esta contradicción global, las mujeres negras estadounidenses<br />

nos encontramos con un conjunto distintivo de prácticas sociales que acompañan<br />

nuestra historia particular dentro de una matriz única de dominación<br />

caracterizada por opresiones interseccionales. La raza está lejos de ser el único<br />

indicador de diferencia grupal ―la clase, el género, la sexualidad, la religión<br />

y el estatus de ciudadanía son también muy importantes en Estados Unidos. 8<br />

Aún así para las mujeres afroamericanas, los efectos del racismo institucionalizado<br />

siguen siendo visibles y palpables. Este racismo depende en alto grado<br />

de la segregación racial y de las prácticas discriminatorias que lo acompañan,<br />

diseñadas para negar un trato igualitario a los <strong>negros</strong> estadounidenses. A pesar<br />

de los importantes pasos dados para abolir la segregación de la sociedad<br />

estadounidense desde 1970, la segregación racial permanece profundamente<br />

arraigada en la vivienda, la escolarización y el empleo. 9 Para muchas afroamericanas,<br />

el racismo no es algo que exista en la distancia. Nos encontramos<br />

con el racismo en situaciones cotidianas, en los lugares de trabajo, tiendas,<br />

7 Ronald Takaki, A Diff erent Mirrow: A History of Multicultural America, Boston, Litt le, Brown, 1993.<br />

8 Margaret Andersen y Patricia Hill Collins, Race, Class, and Gender: An Antohology, Belmont<br />

(Cal.), Wadsworth Press, 1998.<br />

9 Douglass Massey y Nancy Denton, American Apartheid: Segregation and the Making of the Underclass,<br />

Cambridge (Mass.), Havard University Press, 1993.<br />

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Rasgos distintivos del pensamiento feminista negro 103<br />

escuelas, viviendas… y en las interacciones sociales diarias. 10 La mayoría de<br />

las mujeres negras no tienen la oportunidad de hacerse amigas de sus vecinos,<br />

mujeres y hombres blancos, y sus hij os tampoco van al colegio con los niños<br />

blancos. La segregación racial sigue siendo un rasgo fundamental del paisaje<br />

social estadounidense, dejando a muchos con la creencia de que «cuanto más<br />

cambian las cosas, más permanecen igual». 11 Ocultar estas persistentes desigualdades<br />

raciales es una retórica daltonista diseñada para hacer que estas<br />

desigualdades sociales resulten invisibles. En un contexto en el que muchos<br />

creen que hablar de raza fomenta el racismo, la igualdad supuestamente radica<br />

en tratar a todo el mundo por igual. Pero como Kimberle Crenshaw señala<br />

«es bastante obvio que tratar cosas diferentes por igual puede generar tanta<br />

desigualdad como tratar cosas iguales de forma diferente». 12<br />

Aunque la segregación racial está organizada de distinta manera que en<br />

épocas anteriores, 13 ser negra y mujer en Estados Unidos continúa exponiendo<br />

a las mujeres afroamericanas a ciertas experiencias comunes. Las similares<br />

experiencias familiares y laborales así como nuestra participación en diversas<br />

expresiones de la cultura afroamericana hacen que, en general, las mujeres<br />

negras estadounidenses vivan, como grupo, en un mundo diferente al de las<br />

personas que no son negras y mujeres. Para las mujeres, como individuos, las<br />

experiencias particulares que acumulamos viviendo como mujeres negras en<br />

Estados Unidos pueden estimular una conciencia distintiva con respecto a<br />

nuestras propias experiencias y a la sociedad en general. Muchas afroamericanas<br />

captan esta conexión entre lo que una hace y lo que una piensa. Hannah<br />

Nelson, una anciana trabajadora doméstica negra, expuso cómo el trabajo<br />

determina las perspectivas de las mujeres afroamericanas y las blancas: «En<br />

tanto que tengo que trabajar, la verdad es que no me tengo que preocupar por<br />

muchas de las cosas por las que se preocupan la mayoría de las mujeres blancas<br />

para las que he trabajado. Y si estas mujeres tuvieran su propio trabajo,<br />

pensarían exactamente igual que yo ―sobre esto, al menos». 14 Ruth Shays,<br />

10 Yanick St. Jean y Joe Feagin, Double Burden: Black Woman and Everyday Racism, Armonk (NY),<br />

M.E. Sharpe, 1998.<br />

11 Patricia Hill Collins, Fighting Words: Black Women and the Search for Justice, Minneapolis, University<br />

of Minnesota Press, 1998, pp. 11-43.<br />

12 Kimberle Crenshaw, «Colour Blindness, History and the Law», The House That Race Built,<br />

Nueva York, Pantheon, 1997, p. 285.<br />

13 Patricia Hill Collins, Fighting Words…, op. cit., 1998, pp. 11-43.<br />

14 John Gwaltney, Drylongso, A self-portrait of Black America, Nueva York, Vintage, 1980, p. 4.


104<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

una residente negra de los barrios pobres, señala cómo las variaciones en las<br />

experiencias de los hombres y las mujeres conducen a perspectivas diferentes:<br />

«La mente del hombre y la mente de la mujer son lo mismo», apunta, «pero<br />

este asunto de vivir hace a las mujeres utilizar sus mentes de formas en las que<br />

los hombres ni siquiera tienen que pensar». 15<br />

El reconocimiento de esta conexión entre experiencia y conciencia que da<br />

forma al cotidiano de las mujeres afroamericanas, de manera individual, impregna<br />

a menudo el trabajo de las activistas y académicas negras. En su autobiografía,<br />

Ida B. Wells-Barnett describe cómo el linchamiento de sus amigos<br />

tuvo tal impacto en su visión del mundo que dedicó posteriormente mucha<br />

de su vida a la causa del anti-linchamiento. 16 El malestar de la socióloga Joyce<br />

Ladner con la disparidad entre las enseñanzas de la academia mainstream<br />

y sus experiencias como mujer negra joven en el Sur le llevaron a escribir<br />

Tomorrow’s Tomorrow [El mañana de mañana] en 1972, un estudio innovador<br />

sobre la adolescencia femenina negra. Asimismo, el origen de la transformación<br />

de la conciencia experimentada por Janie, la heroína de piel clara del<br />

clásico de Zora Neale Hurtson de 1937, Their Eyes Were Watching God [Sus ojos<br />

estaban observando a Dios], de nieta y esposa obediente a mujer afroamericana<br />

auto-defi nida, puede ser ubicado directamente en sus experiencias con<br />

cada uno de sus tres maridos. En una escena del segundo matrimonio de Janie,<br />

el marido, enfadado porque ella le sirvió una cena de arroz quemado,<br />

pescado a medio cocer y pan pasado, la golpea. Ese incidente estimula a Janie<br />

a levantarse de «donde él la dejó por un tiempo desmedido» y pensar. Y en su<br />

pensar, «su imagen de Jody cayó y se hizo trizas [...] Ella tenía un interior y un<br />

exterior; ahora y de repente sabía cómo no mezclarlos». 17<br />

En general, estos vínculos entre lo que una hace y lo que una piensa, ilustrados<br />

por mujeres negras individuales, también pueden caracterizar las experiencias<br />

e ideas de las mujeres negras como grupo. Históricamente, la segregación<br />

racial en vivienda, educación y empleo generó elementos en común, que<br />

animaron la formación de un punto de vista colectivo basado en el grupo. 18<br />

15 Ibídem, p. 33.<br />

16 Alfreda Duster, Crusade for Justice: The Autobiography of Ida B. Wells, Chicago, Universidad de<br />

Chicago, 1970. [Véase el capítulo tres del presente volumen. N de E.]<br />

17 Zora Neale Hurtson, Their Eyes Were Watching God, Greenwich (CT), Fawcett , 1969 [1937], p. 63.<br />

18 Para debates sobre el concepto de «punto de vista», véase Nancy Hartsock, «The Feminist Standpoint:<br />

Developing the Ground for a Specifi cally Feminism Historical Materialism», Discovering<br />

Reality, Boston, D. Reidel, 1983 y Money, Sex and Power, Boston, Northeastern University Press, 1983;<br />

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Rasgos distintivos del pensamiento feminista negro 105<br />

Por ejemplo, la fuerte concentración de mujeres negras estadounidenses en el<br />

trabajo doméstico sumado a la segregación racial en la vivienda y en la escuela<br />

hizo que tuviesen redes comunes de organización que las permitieron compartir<br />

experiencias y construir un cuerpo colectivo de saberes. Esta sabiduría<br />

colectiva sobre cómo sobrevivir como mujer negra constituyó un punto de<br />

vista distintivo sobre patrones de género específi cos en la segregación racial y<br />

sus consiguientes sanciones económicas.<br />

Los saberes colectivos de las mujeres negras desafían dos interpretaciones<br />

imperantes sobre la conciencia de los grupos oprimidos. Un enfoque afi rma<br />

que los grupos subordinados se identifi can con el poderoso y no tienen una<br />

interpretación válida independiente de su propia opresión. La segunda asume<br />

que los oprimidos son «menos persona» que sus gobernantes, y son por tanto<br />

menos capaces de interpretar sus propias experiencias. 19 Ambos enfoques ven<br />

cualquier conciencia independiente expresada por las mujeres afroamericanas<br />

y otros grupos oprimidos como si no fuera de nuestra propia creación o<br />

como si fuera inferior a la de los grupos dominantes. Lo que es más importante,<br />

ambas explicaciones sugieren que la presunta falta de activismo político en<br />

parte de los grupos oprimidos proviene de nuestra defectuosa consciencia de<br />

nuestra propia subordinación. 20<br />

Alison Jaggar, Feminist Politics and Human Nature, Totawa (NJ), Rowman & Allanheld, 1983; y Dorothy<br />

Smith, The Everyday World as Problematic, Boston, Northeastern Univsersity, 1987. Aunque en<br />

este volumen utilizo epistemologías que consideran el «punto de vista» como un concepto organizador,<br />

éstas siguen siendo controvertidas. Para una crítica útil de las epistemologías del «punto<br />

de vista», véase Sandra Harding, The Science Question in Feminism, Ithaca (NY), Cornell University<br />

Press, 1986. Véase también mi extensa discusión sobre la teoría del «punto de vista» (Collins,<br />

Fighting Words…, op. cit., 1998, pp. 201-28). La socióloga canadiense Dorothy Smith (The Everyday<br />

World.., op. cit, 1987) también ve el mundo cotidiano vivido por las mujeres como estimulador de la<br />

teoría. Pero el cotidiano que ella examina es individual, una situación que refl eja en parte el aislamiento<br />

de las mujeres blancas de clase media. En contraste, yo sostengo que los valores colectivos<br />

en los barrios <strong>negros</strong> estadounidenses, combinados con las experiencias de la clase trabajadora de<br />

la mayoría de las mujeres negras, han provisto históricamente tanto mundos cotidianos colectivos<br />

como individuales. De esta forma, la cultura negra estadounidense creada permanentemente<br />

a través de la experiencia negra vivida de segregación racial posibilitó la emergencia de un punto<br />

de vista de las mujeres negras. Aunque los contextos en los que se desarrolló este punto de vista<br />

colectivo son variables, los propósitos o la necesidad del mismo no han cambiado.<br />

19 Judith Rollins, Between Women, Domestics and their Employers, Filadelfi a, Temple University Press,<br />

1985; James Scott , Weapons of the Weak: Everyday Forms of Peasant Resistance, New Haven (CT), Yale<br />

University Press, 1985 [ed. cast.: Los dominados y el arte de la resistencia, Tafalla, Txalaparta, 2003].<br />

20 Scott defi ne la conciencia en Weapons of the Weak… como los símbolos, normas y formas ideológicas<br />

que la gente crea para dar signifi cado a sus actos. Para Teresa de Lauretis, en «Feminist<br />

Studies / Critical Studies» (en Feminist Studies / Critical Studies, Blooming, Indiana University


106<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

Históricamente, las mujeres negras han estado situadas bajo opresiones interseccionales,<br />

lo que ha producido puntos en común entre ellas. Al mismo tiempo,<br />

aunque las experiencias comunes pueden predisponer a desarrollar una<br />

conciencia de grupo distintiva, no garantizan que tal conciencia se desarrolle<br />

en todas las mujeres ni que sea articulada como tal por el grupo. Igual que<br />

cambian las condiciones históricas, también lo hacen los vínculos entre las<br />

experiencias que tienen las mujeres negras y cualquier conciencia de grupo en<br />

relación a esas experiencias. Los puntos de vista del grupo están situados en,<br />

refl ejan, y ayudan a, determinar las relaciones de poder injustas, por lo que los<br />

puntos de vista no son estáticos. 21 Así, los retos comunes pueden promover<br />

ángulos de visión similares que lleven a saberes de grupo o a un punto de<br />

vista común entre mujeres afroamericanas. O puede que no.<br />

Respuestas diversas a los retos comunes dentro del feminismo negro<br />

Un segundo rasgo distintivo del pensamiento feminista negro estadounidense<br />

surge de la tensión que vincula experiencias e ideas. Por un lado, todas las<br />

mujeres afroamericanas hacemos frente a retos similares que resultan de vivir<br />

en una sociedad que histórica y cotidianamente atenta contra las mujeres de<br />

ascendencia africana. A pesar del hecho de que hacemos frente a retos comunes,<br />

esto no signifi ca ni que todas hayamos tenido las mismas experiencias<br />

ni que estemos de acuerdo en la trascendencia de nuestras cambiantes experiencias.<br />

Así, por otro lado, a pesar de los retos comunes que confrontamos<br />

como grupo, son diversas las respuestas a los temas centrales que caracterizan<br />

nuestros saberes o nuestro punto de vista grupal.<br />

A pesar de las diferencias de edad, orientación sexual, clase social, región y<br />

religión, las mujeres negras estadounidenses nos topamos con prácticas sociales<br />

que nos colocan en peores viviendas, barrios, escuelas, trabajos y trato público,<br />

Press, 1986, pp. 1-19), la conciencia es un proceso, una «confi guración particular de subjetividad<br />

[...] producida en la intersección de signifi cado con experiencia [...] la conciencia está basada en la<br />

historia personal, y el yo y la identidad son entendidos dentro de contextos culturales particulares.<br />

La conciencia [...] nunca es fi ja, nunca es alcanzada de una vez por todas, porque los límites<br />

discursivos cambian con las condiciones históricas» (p. 8). Es importante distinguir entre en la<br />

conciencia individual y la grupal.<br />

21 Patricia Hill Collins, Fighting Words…, op. cit., 1998, pp. 201-228.<br />

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Rasgos distintivos del pensamiento feminista negro 107<br />

y esconden esta consideración diferencial tras un despliegue de creencias comunes<br />

sobre nuestra inteligencia, los hábitos de trabajo y la sexualidad. Esta<br />

situación compartida, a su vez, resulta en patrones recurrentes de experiencia<br />

para los miembros individuales del grupo. Por ejemplo, las mujeres afroamericanas<br />

de orígenes bastante diversos denuncian un tratamiento similar en las<br />

tiendas. No es necesario que cada consumidora negra individual experimente<br />

ser seguida en una tienda como una ladrona potencial, ser ignorada mientras<br />

otros son atendidos primero, o sentada cerca de las cocinas o de los servicios<br />

de los restaurantes, para que las mujeres afroamericanas como colectividad<br />

reconozcan que está operando un trato de grupo diferencial.<br />

En tanto que los puntos de vista están relacionados con el conocimiento grupal,<br />

patrones recurrentes de trato diferencial como éstos indican que ciertos<br />

temas serán centrales en el conocimiento o en el punto de vista grupal de las<br />

mujeres negras estadounidenses. Por ejemplo, una cuestión principal concierne<br />

a la memoria de las luchas, especialmente en respuesta a las formas de violencia<br />

que acompañan a las opresiones interseccionales. 22 Katie Cannon observa:<br />

A lo largo de la historia de Estados Unidos, la interrelación de la supremacía blanca<br />

y la superioridad masculina ha caracterizado la realidad de la mujer negra como<br />

una situación de lucha ―una lucha por sobrevivir en dos mundos contradictorios<br />

simultáneamente, uno blanco, privilegiado y opresivo, el otro negro, explotado y<br />

oprimido. 23<br />

La vulnerabilidad de las mujeres negras a las agresiones en el lugar de trabajo,<br />

en la calle, en casa y en las representaciones de los medios de comunicación ha<br />

sido uno de los factores que han promovido este legado de lucha.<br />

A pesar de las diferencias creadas por la época histórica, la edad, la clase<br />

social, la orientación sexual, el color de la piel o la etnicidad, la memoria de lucha<br />

contra la violencia que impregna las estructuras sociales estadounidenses<br />

22 Patricia Hill Collins, «The Tie That Blinds: Race, Gender and US Violence», Ethnic and Racial<br />

Studies, vol. 21, núm. 5, 1998, pp. 918-938.<br />

23 Katie Cannon, «The Emergence of a Black Feminist Consciousness», Feminist Interpretations of<br />

the Bible, Filadelfi a, Westmister Press, 1985, p. 30.


108<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

es un hilo común que une a las mujeres afroamericanas. Anna Julia Cooper,<br />

una intelectual negra, culta, del siglo diecinueve, describe la vulnerabilidad<br />

de las mujeres negras a la violencia sexual:<br />

Rogaría [...] que se añadiera mi súplica por las chicas de color del Sur: esa gran clase<br />

brillante, prometedora, mortalmente hermosa [...] tan llena de promesas y posibilidades,<br />

pero tan cerca de la destrucción; a menudo sin un padre a quien se atrevan a<br />

pedirle afecto, a menudo sin un hermano más fuerte para apoyar su causa y defender<br />

su honor con la sangre de su vida; en medio de escollos, trampas y emboscadas<br />

de los hombres blancos de las clases más bajas, sin refugio, sin protección. 24<br />

Durante este periodo, Cooper y otras mujeres negras estadounidenses de clase<br />

media construyeron una poderosa asociación y numerosas organizaciones<br />

comunitarias. 25<br />

Plantear que un legado de lucha existe no signifi ca que todas las mujeres<br />

negras estadounidenses compartan sus benefi cios o incluso que lo reconozcan.<br />

Por ejemplo, para las chicas afroamericanas, su edad a menudo les ofrece<br />

poca protección contra las agresiones. Demasiadas chicas negras jóvenes habitan<br />

ambientes peligrosos y hostiles. 26 En 1975 recibí un ensayo titulado My<br />

World [Mi mundo] de Sandra, una estudiante de sexto grado, residente en<br />

uno de los proyectos públicos de vivienda más peligrosos de Boston. Sandra<br />

escribió: «Mi mundo está lleno de chicas violadas. Personas que se disparan<br />

unas a otras. Niños y adultos que se pelean por novias. Y gente sin trabajo que<br />

no puede permitirse una educación para conseguir un trabajo [...] borrachines<br />

en las calles violando y matando a niñas pequeñas». Sus palabras expresan de<br />

forma trágica una creciente sensibilidad feminista negra sobre la posibilidad<br />

de ser víctima del racismo, la misoginia y la pobreza. Revelan su conciencia<br />

de que es vulnerable a la violación como forma de violencia sexual. A pesar de<br />

24 Anna Julia Cooper, A voice from the South; By a Black Woman from the South, Xenia (OH), Aldine,<br />

1892, p. 240.<br />

25 Paula Giddings, When and Where I Enter… The Impact of Black Women on Race and Sex in America,<br />

Nueva York, William Morrow, 1984 y In Search of Sisterhood: Delta Sigma Theta and the Challenge of<br />

the Black Sorority Movement, Nueva York, William Morrow, 1988; Cheryl Gilkes, «”Together and in<br />

Harness”: Women’s Traditions in the Sanctifi ed Church», Signs, vol. 10, núm. 4, 1985, pp. 678-699.<br />

26 Rebeca Carroll, Sugar in the Raw: Voices of Young Black Girls in America, Nueva York, Crown<br />

Trade, 1997.<br />

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Rasgos distintivos del pensamiento feminista negro 109<br />

sus sentimientos sobre su barrio, Sandra no sólo caminaba por las calles a diario<br />

sino que conseguía llevar a salvo a tres hermanos a la escuela. Al hacer esto<br />

participaba en la tradición de lucha de las mujeres negras. Sandra se impuso,<br />

pero a un coste. A diferencia de Sandra, otras simplemente abandonaron.<br />

Este legado de lucha constituye uno de los principales elementos del<br />

«punto de vista» de las mujeres negras. Los esfuerzos por reivindicar esta<br />

tradición intelectual han revelado que ya hace mucho tiempo se prestaba<br />

atención a estos temas esenciales, anotados en primer lugar por Maria W.<br />

Stewart. 27 La perspectiva de Stewart sobre las opresiones interseccionales, su<br />

llamamiento para reemplazar las imágenes degradantes de la feminidad negra<br />

por imágenes auto-defi nidas, su creencia en el activismo de las mujeres<br />

como madres, profesoras y líderes de la comunidad negra y su sensibilidad<br />

hacia la política sexual, son todas cuestiones desarrolladas por diversas intelectuales<br />

feministas negras.<br />

A pesar de los retos comunes que hacemos frente como grupo, las mujeres<br />

negras como individuos no tienen experiencias idénticas ni interpretan las<br />

experiencias de manera similar. La existencia de cuestiones centrales no signifi<br />

ca que todas respondan del mismo modo. Las diferencias entre las mujeres<br />

negras producen patrones diferentes de conocimiento experiencial que determinan<br />

a su vez las reacciones individuales a estos temas. Por ejemplo, cuando<br />

se enfrentan con las imágenes predominantes de las mujeres negras como<br />

mujeres feas y no-femeninas, algunas mujeres ―como Sojourner Truth― claman:<br />

«¿Acaso no soy yo una mujer?». 28 Al deconstruir el aparato conceptual<br />

del grupo dominante, desafían las nociones de la feminidad «muñeca-Barbie»<br />

basada en las experiencias de las mujeres blancas de clase media. 29 En contraste,<br />

otras mujeres interiorizan las imágenes mayoritarias y llegan a creerse<br />

los estereotipos sobre sí mismas. 30 Aún así, otras tratan de transgredir las<br />

fronteras que enmarcan estas imágenes. Jaminica, una chica negra de 14 años,<br />

describe sus estrategias:<br />

27 Marilyn Richardson, Maria W. Stewart, American’s First Black Woman Political Writer, Bloomington,<br />

Indiana University Press, 1987.<br />

28 Véase el primer capítulo de este volumen. [N. de E.]<br />

29 Ann du Cille, Skin Trade, Cambridge (Mass.), Harvard University Press, 1996, pp. 8-59.<br />

30 Alice Brown-Collins y Deborah Sussewell, «The Afro-American Woman’s Emerging Selves»,<br />

Journal of Black Psicology, vol. 13, núm. 1, 1986, pp. 1-11.


110<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

A menos que quieras meterte en una gran batalla activista, aceptas los estereotipos<br />

que te han sido dados y los pruebas y los reestructuras a lo largo del camino.<br />

De alguna manera, esto me da mucha libertad. No puedo ser considerada peor<br />

en la sociedad de lo que ya lo soy ―negra y mujer están muy alto en la lista de<br />

cosas a no ser. 31<br />

Muchos factores explican estas respuestas diversas. Por ejemplo, aunque todas<br />

las mujeres afroamericanas se topan con el racismo institucionalizado,<br />

las diferencias de clase social infl uyen en los patrones de racismo en la vivienda,<br />

la educación y el empleo. Los <strong>negros</strong> de clase media tienen más posibilidades<br />

de enfrentarse a una perniciosa forma de racismo que ha dejado<br />

a muchos enfadados y decepcionados. 32 Una joven directora que se graduó<br />

con honores en la Universidad de Maryland describe la forma específi ca que<br />

puede tomar el racismo para los <strong>negros</strong> de clase media. Antes de que volara<br />

a Cleveland para explicar un plan de marketing para su compañía, su jefe<br />

le hizo repasarlo tres veces delante de él para que no olvidara su plan de<br />

marketing. Entonces le explicó cómo facturar el equipaje en el aeropuerto y<br />

cómo reclamarlo. Ella cuenta:<br />

Yo me senté durante la comida escuchando a este hombre hablándome como si<br />

fuera un mono que pudiera recordar pero no pensar. Cuando ya había tenido sufi<br />

ciente, le pregunté si quería poner mi dinero dentro de un pañuelo y poner una<br />

nota sobre mí que dij era que era una empleada de su compañía. En caso de que me<br />

perdiera, me recogería Asistencia a Viajeros y me enviarían de vuelta. 33<br />

La mayoría de las mujeres negras de clase media no se enfrentan a tales<br />

incidentes descarados, pero muchos <strong>negros</strong> de clase trabajadora sí. Históricamente,<br />

éstos han luchado contra formas de racismo institucionalizado<br />

organizado directamente por instituciones blancas y mediado por algunos<br />

segmentos de la clase media negra. De este modo, mientras comparten<br />

31 Rebeca Carroll, Sugar in the Raw, op. cit., 1997, pp. 94-95.<br />

32 Ellis Cose, The Rage of the Priviledged Class, Nueva York, Harper Collins, 1993; Joe Feagin y<br />

Melvin Sikes, Living with Racism: The Black Middle-Class Experience, Boston, Beacon, 1994.<br />

33 George Davis y Glegg Watson, Black Life in Corporate America, Nueva York, Anchor, 1985, p. 86.<br />

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Rasgos distintivos del pensamiento feminista negro 111<br />

mucho con las mujeres negras de clase media, el legado de lucha de los <strong>negros</strong><br />

de clase trabajadora 34 y de las mujeres negras de clase trabajadora, en<br />

particular, expresa un carácter distintivo.<br />

La sexualidad señala otro factor infl uyente en las distintas respuestas de<br />

las mujeres afroamericanas a los retos comunes. Las lesbianas negras han<br />

identifi cado el heterosexismo como una forma de opresión y saben que las<br />

cuestiones a las que se enfrentan viviendo en comunidades homófobas delimitan<br />

su forma de interpretar los hechos de la vida cotidiana. 35 Beverly<br />

Smith describe cómo ser lesbiana afectó a sus percepciones de la boda de<br />

una de sus mejores amigas: «Dios, ojalá tuviera una amiga aquí. Alguien<br />

que me conociera y entendiera cómo me siento. Me estoy haciendo pasar<br />

por una “chica” negra de clase media, mona, hetero». 36 Mientras la mayoría<br />

de aquéllos que fueron a la boda veían sólo un evento festivo, Beverly Smith<br />

veía que su amiga estaba siendo enviada a una forma de esclavitud. De un<br />

modo similar, los estatus diversos de etnia y ciudadanía dentro del Estadonación<br />

de Estados Unidos también determinan diferencias entre las mujeres<br />

negras. Por ejemplo, las puertorriqueñas negras constituyen un grupo que<br />

combina categorías de raza, nacionalidad y etnicidad de maneras distintivas.<br />

Así, deben negociar un conjunto distintivo de experiencias que corresponden<br />

con ser racialmente negra, étnicamente latina y tener una forma especial<br />

de ciudadanía estadounidense.<br />

Dado que estos factores infl uyen en las diversas respuestas a los retos comunes,<br />

es importante señalar que no existe un punto de vista homogéneo de<br />

la mujer negra. No hay una mujer negra esencial o arquetípica cuyas experiencias<br />

sean las «normales», normativas y por lo tanto auténticas. Un entendimiento<br />

esencialista del punto de vista de la mujer negra suprime las diferencias<br />

entre las mujeres negras en busca de una escurridiza unidad grupal. En<br />

34 Robin Kelley, Race Rebels: Culture, Politics, and the Black Working Class, Nueva York, Free Press, 1994.<br />

35 Anne Allen Shockley, Loving her, Tallahassee (Fl.), Naiad Press, 1974; Audre Lorde, A New Spelling<br />

of My Name, Trumansberg (NY), Crossing Press, 1982, y Sister Outside, Trumansberg (NY),<br />

Crossing Press, 1984 [ed. cast.: La hermana, la extranjera, Madrid, Horas y horas, 2004]; Cheryl<br />

Clarke et al., «Conversations and Questions: Black Women on Black Women Writers», Conditions:<br />

Nine, vol. 3, núm. 3, 1983, pp. 88-137; Bárbara Smith, «Introduction», en Home Girls: A Black Feminist<br />

Antologhy, Nueva York, Kitchen Table Press, 1983, y The Truth That Never Hurts: Writings<br />

on Race, Gender and Freedom, New Brunswick, Rutgers University Press, 1998; Rhonda Williams,<br />

«Living at the Crossroads: Explorations in Race, Nacionality, Sexuality and Gender», en The House<br />

That Race Built: Black Americans, US Terrain, Nueva York, Pantheon, 1997.<br />

36 Bárbara Smith, «Introduction», op. cit., 1983, p. 172.


112<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

lugar de eso, sería más exacto decir que existe un punto de vista colectivo de<br />

las mujeres negras, uno caracterizado por las tensiones que corresponden a las<br />

diferentes respuestas a los retos comunes. Al reconocer y aspirar a incorporar<br />

esta heterogeneidad, este punto de vista de las mujeres negras evita el esencialismo<br />

en favor de la democracia. En tanto que el pensamiento feminista negro<br />

surge dentro y trata de articular un punto de vista grupal de las mujeres negras<br />

en relación a las experiencias asociadas con sus opresiones interseccionales, es<br />

importante señalar la composición heterogénea de este punto de vista grupal.<br />

Es asimismo importante reconocer que las mujeres negras estadounidenses<br />

también se enfrentan a retos comunes (y en la misma medida a expresiones<br />

diferentes) como mujeres de ascendencia [africana] en el contexto de la<br />

diáspora negra. Este contexto se sitúa a su vez dentro de un contexto transnacional,<br />

global. El término diáspora describe las experiencias de personas<br />

que, a través de la esclavitud, el colonialismo, el imperialismo y la migración,<br />

han sido forzadas a dejar sus tierras nativas. 37 Para las mujeres negras<br />

estadounidenses y otras personas de ascendencia africana, el marco diaspórico<br />

señala su dispersión desde África a sociedades en el Caribe, América del<br />

Sur, Norteamérica y Europa. La comprensión de la condición de las mujeres<br />

afroamericanas debe refl ejar así un patrón distintivo de dispersión asociada<br />

a la inmigración forzosa a Estados Unidos y su consecuente esclavitud. 38 En<br />

tanto que un trayecto diaspórico no es normativo, no se debería utilizar para<br />

evaluar la autenticidad de las personas de ascendencia africana en referencia<br />

a una supuesta norma africana. Más bien, la historia diaspórica negra coloca<br />

los análisis de las mujeres negras en el contexto de los retos comunes experimentados<br />

transnacionalmente.<br />

La versión del feminismo negro que han desarrollado las mujeres negras<br />

estadounidenses debe ser, sin duda, entendida en el contexto del Estado-nación<br />

estadounidense. Al mismo tiempo, el feminismo negro estadounidense<br />

como proyecto de justicia social tiene mucho en común con otros proyectos<br />

semejantes de justicia social, alimentados no sólo por otros grupos raciales /<br />

étnicos estadounidenses, 39 sino también por mujeres de ascendencia africana<br />

37 Lumka Funami, «The Nigerian Conference Revisited», en Sisterhood, Feminism, and Power: From<br />

Africa to the Diaspora, Trenton (NJ), Africa World Press, 1998, p. 417.<br />

38 Anchola Pala, «Introduction», en Connecting Across Cultures and Continents: Black Women<br />

Speak Out on Identity, Race and Development, Nueva York, United Nations Development Fund for<br />

Women, 1995.<br />

39 Véase, por ejemplo, Ronald Takaki, A Diff erent Mirrow…, op, cit., 1993.<br />

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Rasgos distintivos del pensamiento feminista negro 113<br />

en sociedades diversas. En el contexto de un «movimiento intercontinental de<br />

conciencia de mujeres negras», 40 las mujeres de ascendencia africana estamos<br />

dispersas globalmente, pero las cuestiones con las que nos topamos pueden<br />

ser parecidas. Transnacionalmente, las mujeres se encuentran con cuestiones<br />

sociales recurrentes como la pobreza, la violencia, los asuntos reproductivos,<br />

la falta de educación, el trabajo sexual y la vulnerabilidad a la enfermedad<br />

(Rights of Women [Derechos de las mujeres], 1998). Colocar las experiencias,<br />

el pensamiento y la práctica de las mujeres afroamericanas en un contexto<br />

diaspórico negro transnacional revela estos y otros puntos en común de las<br />

mujeres de ascendencia africana a la vez que especifi ca lo que es particular.<br />

Práctica feminista negra y pensamiento feminista negro<br />

Un tercer rasgo distintivo del pensamiento feminista negro concierne a las conexiones<br />

entre las experiencias de las mujeres negras estadounidenses como<br />

una colectividad heterogénea y cualquier conocimiento grupal o punto de<br />

vista asociado. Una razón clave por la que los puntos de vista de los grupos<br />

oprimidos son reprimidos es que los puntos de vista auto-defi nidos pueden<br />

estimular la resistencia. Annie Adams, una mujer negra del Sur, describe<br />

cómo se involucró en el movimiento por los derechos civiles:<br />

Cuando fui por primera vez al molino, las fuentes de agua estaban segregadas [...]<br />

Lo mismo ocurrió con los retretes. Tenía que limpiar los retretes para la inspección<br />

del cuarto y entonces, cuando yo tenía que ir al baño, debía recorrer todo el camino<br />

hacia el pie de las escaleras hasta el sótano. Así que le pregunté a mi jefe: «¿Cuál es<br />

la diferencia? Si puedo ir ahí y limpiarles los retretes, ¿por qué no puedo usarlos?».<br />

Finalmente, empecé a usar ese retrete. Decidí que no iba a caminar una milla para<br />

ir al baño. 41<br />

40 Andree McLaughlin, «The Impact of the Black Consciousness and Women’s Movements on<br />

Black Women’s Identity: Intercontinental Empowerment», en Anchola (ed.), Connecting Across<br />

Cultures…, op. cit., 1995, p. 73.<br />

41 Victoria Byerly, Hard Times Cott on Mills Girls, Ithaca (NY), Cornell University Press, 1986, p. 134.


114<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

En este caso Annie Adams encontró inadecuado el punto de vista de su «jefe»,<br />

desarrolló el suyo propio y actuó al respecto. A nivel individual, sus acciones<br />

ilustran las conexiones entre las experiencias vividas y la opresión, el desarrollo<br />

de un punto de vista propio respecto a esas experiencias, y los actos de resistencia<br />

que pueden surgir. Una relación similar caracteriza el conocimiento<br />

grupal de las mujeres afroamericanas. Sus experiencias históricas colectivas<br />

con la opresión pueden estimular un punto de vista que a su vez promueva<br />

su activismo.<br />

Como miembros de un grupo oprimido, las mujeres negras estadounidenses<br />

han generado prácticas y conocimientos alternativos diseñados para promover<br />

su empoderamiento grupal. En contraste con la relación dialéctica que<br />

conecta opresión y activismo, una relación dialógica caracteriza las experiencias<br />

colectivas y el conocimiento grupal. En ambos niveles, individual y de<br />

grupo, una relación dialógica indica que los cambios en el pensamiento pueden<br />

producir acciones distintas y que la transformación de las experiencias<br />

puede a su vez estimular un cambio de conciencia. Para las mujeres negras<br />

estadounidenses como colectividad, la lucha por un feminismo negro autodefi<br />

nido se produce a través de un diálogo en curso a través del cual la acción<br />

y el pensamiento se dan forma el uno al otro.<br />

El propio feminismo negro estadounidense ilustra esta relación dialógica.<br />

Por un lado, la práctica feminista negra estadounidense surge en el contexto<br />

de la experiencia vivida. Cuando se organiza y visibiliza, esa práctica toma la<br />

forma de los movimientos sociales feministas <strong>negros</strong> abiertamente dedicados<br />

al empoderamiento de las mujeres negras estadounidenses. Dos momentos<br />

especialmente destacados caracterizan la visibilidad del feminismo negro. El<br />

primero tuvo lugar en el cambio de siglo a través del movimiento asociativo<br />

de mujeres negras, el cual apuntó muchas de las cuestiones claves todavía hoy<br />

en día. El segundo, o movimiento feminista negro moderno, fue estimulado<br />

por los movimientos de justicia social de las mujeres y los movimientos antirracistas<br />

de los años sesenta y setenta y continúa hasta el presente. Sin embargo,<br />

estos periodos de activismo manifi esto en los que las mujeres afroamericanas<br />

salen a la arena política en nuestro propio nombre siguen siendo poco<br />

corrientes. Parecen inusuales al yuxtaponerlos con los patrones más típicos de<br />

inactividad de las mujeres negras.<br />

El activismo feminista negro demuestra patrones distintivos de acuerdo<br />

con la historia de la segregación racial estadounidense. Los afroamericanos<br />

han sido durante mucho tiempo relegados a ambientes segregados, por lo que<br />

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Rasgos distintivos del pensamiento feminista negro 115<br />

la práctica feminista negra estadounidense, a menudo, ha dedicado sus esfuerzos,<br />

al desarrollo de una comunidad negra y a otros proyectos inspirados<br />

en el nacionalismo negro. El nacionalismo negro surge junto a la segregación<br />

racial ―si los <strong>negros</strong> estadounidenses vivieran en una sociedad racialmente<br />

integrada es probable que vieran menos necesidad de un nacionalismo negro.<br />

Como fi losofía política, el nacionalismo negro está basado en la creencia de<br />

que la gente negra constituye un pueblo o una «nación» con una historia y un<br />

destino comunes. La solidaridad negra, la creencia de que los <strong>negros</strong> tienen<br />

intereses comunes y deberían apoyarse los unos a los otros, ha calado durante<br />

mucho tiempo en la fi losofía política de las mujeres negras. De este modo, el<br />

camino de las mujeres negras hacia una conciencia «feminista» a menudo ha<br />

tenido lugar en proyectos de justicia social antirracista, muchos de ellos infl uidos<br />

por las ideologías nacionalistas negras. Al describir cómo este fenómeno<br />

afecta a las mujeres negras en un contexto global, Andree Nicola McLaughlin<br />

sostiene: «Entre mujeres negras activistas, generalmente se reconoce que la<br />

lucha nacionalista provee una rica arena para desarrollar una conciencia de<br />

mujer». 42 Intentar encontrar al feminismo negro buscando mujeres que se<br />

identifi quen como tales, como «feministas negras», pasa por alto la complejidad<br />

con la que opera la práctica feminista negra. 43<br />

Se han expresado opiniones parecidas acerca del feminismo de las mujeres<br />

en África. Cuando una colega le pidió a Obioma Nnaemeka que describiera<br />

la defi nición que daban las feministas africanas del feminismo africano, su<br />

respuesta espontánea fue: «La mayoría de las mujeres africanas no están obsesionadas<br />

con “articular su feminismo”; simplemente lo practican». En opinión<br />

de Nnaemeka:<br />

Es lo que hacen y cómo lo hacen lo que provee el «marco»; el «marco» no es llevado<br />

al teatro de la acción como una herramienta defi nitoria [...] Los intentos de moldear<br />

el «feminismo africano» en una «bola de boniato» fácil de digerir no sólo despierta<br />

preguntas defi nitorias sino que crea difi cultades para establecer parámetros organizacionales<br />

y para desentrañar modos complejos de compromiso. 44<br />

42 McLaughlin, «The Impact of the Black Consciousness…», op. cit., 1995, p. 80.<br />

43 Collins, «Black Feminism in the Twentieth Century», en Black Women in the United States: An<br />

Historical Encyclopedia, Nueva York, Carlson, 1993.<br />

44 Obioma Nnaemeka, «Introduction: Reading the Rainbow», en Sistehood, Feminism, and Power…,<br />

op. cit., 1998, p. 5.


116<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

Aquí Nnaemeka proporciona un argumento persuasivo respecto a la interconexión<br />

de experiencias e ideas, uno que difi ere marcadamente de los modelos<br />

aceptados sobre cómo se defi nen los movimientos de justicia social. Su modelo<br />

hace referencia a la relación dialógica y señala un modo diferente de pensar<br />

sobre el pensamiento feminista negro en tanto conocimiento. En concreto, la<br />

práctica feminista negra requiere de pensamiento feminista negro, y viceversa.<br />

Cuando hablamos de la relación dialógica del feminismo negro estadounidense,<br />

por otro lado, podemos entenderlo como teoría social crítica. Una<br />

teoría social crítica implica teorizar sobre lo social en defensa de la justicia<br />

económica y social. Como teoría social crítica, el pensamiento feminista negro<br />

abarca cuerpos de conocimiento y conjuntos de prácticas institucionales<br />

que lidian activamente con las cuestiones centrales que enfrentan las mujeres<br />

negras estadounidenses como grupo. Dicha teoría reconoce que éstas constituyen<br />

un grupo entre muchos otros situados de formas diferentes dentro<br />

de contextos de injusticia. Lo que hace «crítica» a la teoría social crítica es su<br />

compromiso con la justicia, para el propio grupo y para otros.<br />

Dentro de estos parámetros, el conocimiento por el conocimiento no es<br />

sufi ciente ―el pensamiento feminista negro debe tanto estar ligado a las experiencias<br />

vividas de las mujeres negras como aspirar a mejorar esas experiencias<br />

de alguna manera. Cuando tal pensamiento está lo sufi cientemente<br />

fundado en la práctica feminista negra, refl eja esta relación dialógica. El pensamiento<br />

feminista y negro abarca el conocimiento general que ayuda a las<br />

mujeres negras estadounidenses a sobrevivir en, sobrellevar, y resistir a nuestro<br />

trato diferencial. También incluye conocimiento más especializado que investiga<br />

las cuestiones y los retos específi cos en un cierto periodo de tiempo.<br />

En cambio, cuando las mujeres negras estadounidenses no ven las conexiones<br />

entre los temas que atraviesan al pensamiento feminista negro y aquellos que<br />

tienen infl uencia en sus vidas cotidianas, debemos cuestionar la fuerza de esta<br />

relación dialógica. Además, es también razonable cuestionar la validez de esa<br />

expresión particular del pensamiento feminista negro. Por ejemplo, durante<br />

la esclavitud, un tema esencial dentro del pensamiento feminista negro fue la<br />

violación institucionalizada de las mujeres negras esclavas y cómo ésta operaba<br />

como mecanismo de control social. Durante el periodo en el que las mujeres<br />

negras trabajaban principalmente en la agricultura y en el servicio doméstico,<br />

oponerse al acoso sexual de las trabajadoras domésticas internas ganó<br />

especial importancia. Pueden dibujarse claras conexiones entre el contenido y<br />

la intención del pensamiento feminista negro y las cuestiones importantes en<br />

las vidas de las mujeres negras.<br />

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Rasgos distintivos del pensamiento feminista negro 117<br />

La relevancia potencial del pensamiento feminista negro va mucho más allá de<br />

demostrar que las mujeres afroamericanas pueden ser teóricas. Como la práctica<br />

feminista negra, que pretende refl ejar y que busca promover, el pensamiento<br />

feminista negro puede crear una identidad colectiva sobre la base de un punto<br />

de vista común a las mujeres negras. A través de un proceso de rearticulación, el<br />

pensamiento feminista negro puede ofrecer a las mujeres afroamericanas una<br />

visión diferente de nosotras mismas y nuestros mundos. 45 Al afrontar cuestiones<br />

importantes desde el punto de vista de las mujeres negras y llenarlas de nuevos<br />

signifi cados, el pensamiento feminista negro puede estimular una nueva conciencia<br />

que utilice el conocimiento cotidiano, menospreciado. Más que generar<br />

conciencia, el pensamiento feminista negro afi rma, rearticula y proporciona un<br />

vehículo para expresar en público una conciencia que bastante a menudo ya<br />

existe. Más importante aún, esta conciencia rearticulada aspira a empoderar a<br />

las mujeres afroamericanas y a estimular la resistencia.<br />

En su ensayo «Considering Feminism as a Model for Social Change» [Considerar<br />

el feminismo como un modelo para el cambio social], Sheila Radford-<br />

Hill hace hincapié en la importancia de la rearticulación como un ingrediente<br />

imprescindible de una teoría feminista negra que empodere. Al evaluar si las<br />

mujeres negras deberían propugnar los programas feministas, Radford-Hill<br />

apunta: «La pregunta esencial que las mujeres negras han de confrontar a la<br />

hora de evaluar una posición feminista es la siguiente: “Si yo, como mujer negra,<br />

‘me hago feminista’, ¿qué herramientas básicas voy a ganar para resistir<br />

frente a mi opresión individual y de grupo?”». Para Radford-Hill, la relevancia<br />

del feminismo como vehículo para el cambio social debe ser evaluada en términos<br />

de su «capacidad de extender entre las mujeres negras y otras mujeres de<br />

color concepciones alternativas de poder y las consecuencias de su uso». 46 Así,<br />

el pensamiento feminista negro como teoría social crítica aspira a ayudar en la<br />

lucha de las mujeres afroamericanas contra las opresiones interseccionales.<br />

A primera vista, estas conexiones entre la práctica feminista negra y el pensamiento<br />

feminista negro podrían indicar que sólo las mujeres afroamericanas<br />

pueden participar en la producción de pensamiento feminista negro y que<br />

sólo las experiencias de las mujeres negras pueden formar el contenido de ese<br />

pensamiento. Esto, sin embargo, debilitaría el modelo de feminismo negro<br />

45 Michael Omi y Howard Winant, Racial Formation in the United States: From the 1960s to the 1990s,<br />

Nueva York, Routledge, 1994, p. 99.<br />

46 Sheila Radford-Hill, «Considering Feminism as a Model for Social Change», Feminist Studies /<br />

Critical Studies, op. cit., 1986, p. 160.


118<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

como perspectiva crítica, al ser dependiente de sólo aquéllas que son mujeres<br />

y negras biológicamente. Las defi niciones excluyentes del feminismo negro<br />

que restringen «la crítica feminista negra a la crítica de las artistas negras que<br />

representan mujeres negras» 47 resultan inadecuadas porque son inherentemente<br />

separatistas. Sin embargo, las conexiones de las que hablamos aspiran<br />

a la autonomía. Dada esta necesidad de auto-defi nición y autonomía ―un<br />

objetivo importante en «una tradición intelectual que hasta hace veinticinco<br />

años no existía en la academia»―, 48 ¿cuál es la importancia de las mujeres<br />

intelectuales negras en el pensamiento feminista negro?<br />

Prácticas dialógicas y mujeres intelectuales negras<br />

Un cuarto rasgo distintivo del pensamiento feminista negro concierne a las<br />

contribuciones esenciales de las intelectuales afroamericanas. La existencia de<br />

un punto de vista común a las mujeres negras no implica que las afroamericanas,<br />

académicas o no, aprecien su contenido, vean su relevancia o reconozcan<br />

su potencial como catalizador para el cambio social. Una tarea clave<br />

para las intelectuales negras de diversas edades, clases sociales, formaciones<br />

académicas y ocupaciones consiste en hacer las preguntas adecuadas y en<br />

investigar todas las dimensiones del punto de vista de las mujeres negras con<br />

y para las mujeres afroamericanas. Históricamente, las intelectuales negras se<br />

han posicionado en una relación especial con la gran comunidad de mujeres<br />

afroamericanas, una relación que hizo del pensamiento feminista negro una<br />

teoría social crítica. Que esta relación persista depende, irónicamente, de la<br />

habilidad de las mujeres intelectuales negras para analizar sus propias posiciones<br />

sociales.<br />

Tipos muy diferentes de «pensamiento» y «teoría» surgen cuando el pensamiento<br />

abstracto se une a la acción pragmática. Al rechazar las posiciones<br />

de eruditas y escritoras, que hubieran permitido enfatizar los asuntos puramente<br />

teóricos, el trabajo de la mayoría de las intelectuales negras se ha visto<br />

infl uenciado por una mezcla de acción y teoría. Las actividades de intelectuales<br />

negras del siglo diecinueve tales como Anna J. Cooper, Frances Ellen<br />

47 Hazel Carby, Reconstructing Womanhood: The Emergence of the Afro-American Woman Novelist,<br />

Nueva York, Oxford University Press, 1987, p. 9.<br />

48 Bárbara Omolade, The Rising Song of African American Woman, op. cit., 1994, p. ix.<br />

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Rasgos distintivos del pensamiento feminista negro 119<br />

Watkins Harper, Ida B. Wells-Barnett y Mary Church Terrell ejemplifi can esta<br />

tradición de unión del trabajo intelectual y el activismo. Estas mujeres analizaron<br />

las opresiones interseccionales que limitaban las vidas de las mujeres<br />

negras y trabajaron por la justicia social. El movimiento asociativo de mujeres<br />

negras que crearon fue un esfuerzo tanto activista como intelectual. Las mujeres<br />

negras de clase trabajadora también se involucraron en la combinación paralela<br />

de ideas y activismo. Pero como a ellas se les negó la educación escolar,<br />

la forma de su activismo así como el contenido de las ideas que desarrollaron<br />

difería de aquellas de las mujeres negras de clase media. Las actuaciones en<br />

directo de las cantantes negras del blues clásico de los años veinte pueden<br />

verse como un espacio importante, en el que las mujeres de clase trabajadora<br />

se reunían y compartían ideas especialmente vinculadas con ellas. 49<br />

En la actualidad, muchas intelectuales negras continuamos esta tradición,<br />

aplicando las acciones y experiencias del día a día en nuestro trabajo teórico.<br />

La historiadora feminista negra Elsa Barkley Brown describe la importancia<br />

que las ideas de su madre tuvieron en el conocimiento que generó sobre las<br />

mujeres lavanderas afroamericanas. Inicialmente Brown utilizó las lentes proporcionadas<br />

por su formación como historiadora y vio su grupo de muestra<br />

como trabajadoras devaluadas del servicio doméstico. Pero con el paso del<br />

tiempo llegó a ver a las lavanderas como empresarias. Al llevar la colada a<br />

casa de la que tuviera la cocina más grande, creaban una comunidad y una<br />

cultura. Al explicar el cambio de perspectiva que le permitió reexaminar esta<br />

porción de la historia de las mujeres negras, Brown observó: «Fue mi madre<br />

quien me enseñó cómo hacer las preguntas adecuadas ―y todas las que intentamos<br />

hacer esta cosa llamada investigación somos totalmente conscientes de<br />

que hacer las preguntas adecuadas es la parte más importante del proceso». 50<br />

Esta relación especial de las intelectuales negras con la comunidad de mujeres<br />

afroamericanas es análoga a la existencia de dos niveles interrelacionados<br />

de conocimiento. 51 El conocimiento común, menospreciado, compartido<br />

por las afroamericanas, que proviene de nuestras acciones y pensamientos<br />

diarios, constituye el primer y más fundamental nivel de conocimiento.<br />

49 Angela Davis, Blues Legacies and Black Feminism, Nueva York, Vintage, 1998. [Véase el siguiente<br />

capítulo de este volumen. N de E.]<br />

50 Cynthia Brown, Ready from Within: Septima Clark and the Civil Rights Movement, Navarro (Cal.),<br />

Wild Trees Prees, 1986, p. 14.<br />

51 Peter Berger y Thomas Luckmann, The Social Construction of Reality, Nueva York, Doubleday,<br />

1966 [ed. cast.: La construcción social de la realidad, Buenos Aires, Amorrortu, 1995].


120<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

Las ideas que comparten las mujeres negras unas con otras, de manera informal,<br />

cotidiana, sobre temas tales como los peinados, las características de los<br />

hombres <strong>negros</strong> «buenos», las estrategias para tratar a la gente blanca y las<br />

habilidades para conseguir lo que quieren proporcionan los cimientos para<br />

este conocimiento no valorado.<br />

Las expertas o especialistas que participan en y surgen de un grupo producen<br />

un segundo tipo de conocimiento, más especializado. Sean de clase<br />

trabajadora o clase media, cultas o no, famosas o corrientes, la gama de intelectuales<br />

negras tratada en el capítulo anterior [del volumen original] es<br />

un ejemplo de estas especialistas. Sus teorías, que facilitan la expresión del<br />

punto de vista de las mujeres negras, forman el conocimiento especializado<br />

del pensamiento feminista negro. Los dos tipos de conocimiento son interdependientes.<br />

Mientras que el pensamiento feminista negro articula el, a menudo<br />

menospreciado, conocimiento compartido por las afroamericanas como<br />

grupo, la conciencia de las mujeres negras puede ser transformada por dicho<br />

pensamiento. Muchas intérpretes negras de blues han cantado durante largo<br />

tiempo sobre la situación de las mujeres negras estadounidenses, unas experiencias<br />

a menudo minusvaloradas. A través de su música, no sólo representaban<br />

su realidad, también aspiraban a darle forma.<br />

Al tener más oportunidades para lograr la alfabetización, las mujeres negras<br />

de clase media han tenido también más recursos para formar parte de la<br />

erudición feminista negra. Educación no signifi ca necesariamente alienación<br />

según esta relación dialógica. Las acciones de las mujeres negras cultas dentro<br />

del movimiento asociativo son representativas de esta relación especial entre<br />

un segmento de las mujeres intelectuales negras y la más amplia comunidad<br />

de afroamericanas:<br />

Es importante reconocer que mujeres negras como Frances Harper, Anna Julia Cooper<br />

e Ida B. Wells no eran fi guras aisladas de genialidad intelectual; ellas se formaron<br />

en y ayudaron a dar forma a un movimiento de mujeres afroamericanas más<br />

amplio. Con esto no se quiere afi rmar que fueran representativas de todas las mujeres<br />

negras: ellas y sus homólogas eran parte de una élite culta, intelectual; una élite<br />

que, sin embargo, intentó desarrollar y aportó una perspectiva cultural e histórica<br />

que fue orgánica a la condición más amplia de la feminidad negra. 52<br />

52 Carby, Reconstructing Womanhood…, op. cit., 1987, p. 115.<br />

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Rasgos distintivos del pensamiento feminista negro 121<br />

La obra de estas mujeres es importante porque ilustra una tradición que aúna<br />

saberes y activismo. Al vivir a menudo en el mismo barrio que los <strong>negros</strong> de<br />

clase trabajadora, las mujeres de las asociaciones del cambio de siglo vivieron<br />

en una sociedad civil negra donde esta relación dialógica era más fácil de establecer.<br />

Vieron los problemas. Participaron en las instituciones sociales que<br />

estimularon las soluciones. Promovieron el desarrollo de «una perspectiva<br />

cultural e histórica que fue orgánica a la condición más amplia de la feminidad<br />

negra». Las intelectuales negras, en la actualidad, se enfrentan a retos<br />

semejantes para promover el diálogo, pero lo hacen bajo condiciones sociales<br />

muy distintas. Si bien la segregación racial estaba diseñada para mantener<br />

oprimidos a los <strong>negros</strong> estadounidenses, también promovió una forma de solidaridad<br />

racial que fl oreció en todos los barrios <strong>negros</strong>. Ahora que los <strong>negros</strong><br />

viven en barrios económicamente heterogéneos, lograr la misma solidaridad<br />

racial plantea nuevos retos.<br />

Las intelectuales negras son centrales para el pensamiento feminista<br />

negro por varias razones. Primero, nuestras experiencias como mujeres<br />

afroamericanas nos proporcionan una perspectiva singular en relación a la<br />

feminidad negra, una perspectiva no disponible para otros grupos; hay que<br />

aceptarlo. Es más probable que las mujeres negras, como miembros de un<br />

grupo oprimido, tengan una compresión más crítica sobre la condición de<br />

nuestra opresión que aquéllas que viven fuera de estas estructuras. Uno de los<br />

personajes de la novela de Frances Ellen Watkins Harper de 1982, Iola Leroy,<br />

expresa esta creencia con una visión especial propia de aquéllos que han<br />

experimentado la opresión:<br />

Señorita Leroy, de la raza han de llegar sus propios pensadores y escritores. Autores<br />

pertenecientes a la raza blanca han escrito buenos libros, por lo que estoy profundamente<br />

agradecida, pero parece casi imposible para un hombre blanco ponerse<br />

completamente en nuestro lugar. Ningún hombre puede sentir el hierro que penetra<br />

el alma de otro hombre. 53<br />

Sólo las afroamericanas ocupan ese lugar y pueden «sentir el hierro» que penetra<br />

en el alma de las mujeres negras, porque, aunque las experiencias de las<br />

mujeres negras estadounidenses se parecen a otras, tales experiencias siguen<br />

siendo únicas. Su liderazgo en la producción de un pensamiento feminista<br />

53 Ibídem, p. 62.


122<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

negro no implica que otras mujeres no puedan participar. Signifi ca que la<br />

responsabilidad primaria en la defi nición de una cierta realidad recae en las<br />

personas que viven esa realidad, quienes realmente tienen esas experiencias.<br />

Segundo, es menos probable que las intelectuales negras, tanto dentro<br />

como fuera de la academia, se alejen de la lucha de las mujeres negras, aún<br />

cuando a veces los obstáculos parecen enormes o disminuyen las recompensas<br />

por quedarse. Al hablar de la implicación de las mujeres negras en el movimiento<br />

feminista, Sheila Radford-Hill señala la importancia de pasar a la<br />

acción por el bien de una misma:<br />

Ahora las mujeres negras se dan cuenta de que parte del problema en el movimiento<br />

era la insistencia de las mujeres blancas para/con nosotras en lo que debíamos hacer<br />

para/con nosotras: a saber, enmarcar nuestra propia acción alrededor de nuestra<br />

propia agenda para el cambio [...] fundamental para este debate es el derecho a<br />

organizarse en nombre de una misma [...] la crítica de las feministas negras debe<br />

reafi rmar este principio. 54<br />

Para la mayoría de las mujeres negras estadounidenses, involucrarse en la<br />

investigación y el saber feministas no es una moda pasajera: son asuntos que<br />

afectan tanto a la vida cotidiana contemporánea como a realidades intergeneracionales.<br />

Tercero, las intelectuales negras, sean del grupo social que sean, han de<br />

insistir con fuerza en la cuestión de la auto-defi nición, porque hablar por una<br />

misma y trabajar una agenda propia es esencial para el empoderamiento. Tal<br />

y como la socióloga feminista negra Deborah K. King plantea sucintamente:<br />

«El feminismo negro afi rma la auto-determinación como algo esencial». 55 El<br />

pensamiento feminista negro no puede desafi ar las opresiones interseccionales<br />

sin empoderar a las afroamericanas. La auto-defi nición es clave para el<br />

empoderamiento individual y grupal y, por ello, ceder ese poder de autodefi<br />

nición a otros grupos (no importa cuán bien intencionados sean o cuánto<br />

apoyo presten a las mujeres negras), en esencia, reproduce las jerarquías de<br />

54 Radford Hill, «Considering Feminism as a Model for Social Change», Feminist Studies / Critical<br />

Studies, op. cit., 1986, p. 162.<br />

55 Deborah K. King, «Multiple Jeopardy, Multiple Consciousness: The Context of a Black Feminist<br />

Ideology», Signs, vol. 14, núm. 1, 1988, p. 72.<br />

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Rasgos distintivos del pensamiento feminista negro 123<br />

poder existentes. Como señala Patrice L. Dickerson: «Una persona llega a ser<br />

y se conoce a sí misma por sus logros; alcanza esos logros a través de sus esfuerzos<br />

por llegar a ser y a conocerse a sí misma». 56 Como Dickerson, durante<br />

mucho tiempo, las mujeres afroamericanas han desplegado, de forma individual,<br />

diferentes tipos de conciencia respecto a nuestro punto de vista compartido.<br />

Cuando estas expresiones individuales de conciencia se articulan,<br />

argumentan, refutan y agregan de forma que refl ejan la heterogeneidad de la<br />

feminidad negra, se hace posible una conciencia grupal colectiva que resista<br />

la opresión. La habilidad de las mujeres negras para forjar estas expresiones<br />

individuales de la vida diaria, a menudo no articuladas pero potencialmente<br />

poderosas, en un punto de vista colectivo, auto-defi nido, articulado, resulta<br />

clave para nuestra supervivencia. Como Audre Lorde señala: «Es axiomático<br />

que si nosotras mismas no nos defi nimos a nosotras mismas, seremos defi nidas<br />

por otros ―para su uso y en nuestro detrimento». 57<br />

Cuarto, las intelectuales negras somos centrales en la producción de pensamiento<br />

feminista negro porque sólo nosotras podemos promover la autonomía<br />

necesaria para luego promover coaliciones efectivas con otros grupos. Recuérdese<br />

que no tenemos necesidad de ser de clase media, cultas, de mediana edad<br />

o reconocidas como tales por la academia u otras instituciones; constituimos<br />

un grupo muy diverso. Más que asumir que somos la versión femenina del<br />

«décimo talentoso» de William E. B. Du Bois 58 ―una común percepción errónea<br />

potenciada por algunos académicos de elite que aparentemente tienen<br />

difi cultades para imaginar a las mujeres negras corrientes como intelectuales<br />

fi ables―, 59 el tipo de liderazgo intelectual imaginado aquí requiere de la colaboración<br />

entre mujeres negras diversas, con el fi n de pensar detenidamente<br />

lo que constituiría su autonomía. Además, aunque el pensamiento feminista<br />

negro se origina en las comunidades de mujeres negras, no puede fl orecer<br />

aislado de las experiencias e ideas de otros grupos. Las intelectuales negras<br />

debemos encontrar una forma en la que situar nuestras propias experiencias<br />

56 Bett e Dickerson, correspondencia personal, 1988.<br />

57 Audre Lorde, Sister Outside, op. cit., 1984, p. 45.<br />

58 El «décimo talentoso» [The Talented Tenth] fue un término difundido por W. E. B. Du Bois en un<br />

infl uyente ensayo del mismo nombre, que se publicó en septiembre de 1903 en The Negro Problem,<br />

una colección de ensayos escritos por líderes afroamericanos. La idea era ofrecer educación superior<br />

a una décima parte de la población de negra de EEUU con el objeto de convertirlos en líderes<br />

y motores del cambio social. [N. de E.]<br />

59 Véase Gilroy, The Black Atlantic..., op. cit., 1993, p. 53.


124<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

y conciencias heterogéneas en el centro de cualquier esfuerzo serio para desarrollar<br />

el pensamiento feminista negro sin que nuestro pensamiento se haga<br />

separatista o excluyente.<br />

Esta autonomía es bastante distinta de las posiciones separatistas por las<br />

que ciertas mujeres negras se apartan de otros grupos y se involucran en políticas<br />

excluyentes. En su introducción a Home Girls: A Black Feminist Anthology<br />

[Nuestras chicas: Una antología feminista negra], Bárbara Smith describe esta<br />

diferencia:<br />

Autonomía y separatismo son diferentes en sus fundamentos. Mientras que la autonomía<br />

viene de una posición de fuerza, el separatismo viene de una posición de<br />

miedo. Cuando somos verdaderamente autónomas podemos tratar con otros tipos<br />

de personas, con una multiplicidad de asuntos y con la diferencia, porque hemos<br />

formado una base sólida de fuerza. 60<br />

Como madres, directoras universitarias, activistas de base, profesoras, músicas<br />

y ejecutivas de empresa, las intelectuales negras que contribuimos a<br />

la articulación de un punto de vista autónomo y auto-defi nido estamos en<br />

posición de examinar la utilidad de las coaliciones con otros grupos, tanto<br />

intelectuales como activistas, con el fi n de desarrollar nuevos modelos para<br />

el cambio social. Autonomía para desarrollar un análisis auto-defi nido, independiente,<br />

no implica que el pensamiento feminista negro tenga relevancia<br />

sólo para las mujeres afroamericanas ni que debamos confi narnos para<br />

analizar nuestras propias experiencias. Tal y como Sonia Sánchez señala: «Yo<br />

siempre he sabido que si escribes desde una experiencia negra, también estás<br />

escribiendo desde una experiencia universal [...] Sé que no tienes que blanquearte<br />

para ser universal». 61<br />

Al defender, refi nar y diseminar el pensamiento feminista negro, individuos<br />

de otros grupos que están involucrados en proyectos de justicia social similares<br />

―hombres <strong>negros</strong>, mujeres africanas, hombres blancos, latinas, mujeres<br />

blancas y miembros de otros grupos raciales/étnicos estadounidenses, por<br />

ejemplo― pueden identifi car puntos de conexión que favorecen los proyectos<br />

60 Bárbara Smith, «Introduction», op. cit., 1983, p. xl.<br />

61 Claudia Tate (ed.), Black Women Writers at Work, Nueva York, Continuum Publishing, 1983, p. 142.<br />

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Rasgos distintivos del pensamiento feminista negro 125<br />

de justicia social de todos. Muy a menudo, no obstante, involucrarse en el tipo<br />

de coalición imaginada aquí requiere que los individuos «traicionen» los privilegios<br />

que les proporcionan su raza, su clase, su género, su sexualidad o su<br />

estatus de ciudadanía. Por ejemplo, en Memoir of a Race Traitor [Memorias de<br />

un traidor a su raza], 62 Mab Segrest cuenta que asumir su identidad lesbiana<br />

le ayudó a reconocer los privilegios inmerecidos que le otorgaba su blancura.<br />

A diferencia de la mayoría de mujeres blancas estadounidenses, Segrest dio la<br />

espalda a este privilegio, abrazó su nueva identidad como «traidora a su raza»<br />

y llegó a entender que su papel era confrontar la injusticia social. 63 De modo<br />

similar, el saber antirracista del sociólogo Joe Reagin ejemplifi ca un rechazo<br />

similar a los privilegios inmerecidos de la blancura. Feagin decide utilizar<br />

los benefi cios que pueden corresponderle como hombre blanco para involucrarse<br />

en un conocimiento colaborativo con hombres <strong>negros</strong> 64 y con mujeres<br />

negras. 65 Mientras muchos pueden ver a Segret y Feagin como «traidores a su<br />

raza», su obra intelectual ilustra cómo podría operar la construcción de una<br />

coalición que potenciara el pensamiento feminista negro.<br />

62 Mab Segrest, Memoir of a Race Traitor, Boston, South End Press, 1994.<br />

63 Ciertamente las mujeres blancas de clase media y todas las que reconocen la importancia<br />

de que los miembros de grupos oprimidos hablen por sí mismos y que comparten la misión<br />

global del pensamiento feminista negro pueden apoyar el desarrollo del pensamiento<br />

feminista negro. Ejemplos de tal trabajo ya existen y constituyen contribuciones importantes<br />

al pensamiento feminista negro. Muchas académicas blancas de Estados Unidos han generado<br />

conocimientos útiles sobre mujeres negras. Por ejemplo, la historia de las mujeres negras y el<br />

trabajo de la historiadora Jacqueline Jones, Labor of Love, Labour of Sorrow: Black Women, Work,<br />

and the Family from Slavery to the Present, Nueva York, Basic Books, 1985; el análisis del feminismo<br />

estadounidense de Nancie Caraway, Segregated Sisterhood: Racism and the Politics of American<br />

Feminism, Knoxville, University of Tennesee Press, 1991; el estudio sobre la maternidad negra<br />

activista de Nancy Naples, «”Just What I Needed to Be Done”: The Political Practice of Women<br />

Community Workers in Low-Income Neighborhoods», Gender and Society, vol. 5, núm. 4, 1991,<br />

y «Activist Mothering: Cross-Generational Continuity in the Community Work of Women from<br />

Lo-Income Urban Neighborhoods», en Race, Class, and Gender: Common Bonds, Diff erent Voices,<br />

Thousand Oaks (Cal.), Sage, 1996; el análisis sobre el uso de la Venus de Hott entot de Anne<br />

Fausto-Sterling, «Gender, Race and Nation: The Comparative Anatomy of “Hott entot” Women<br />

in Europe, 1815-1817», en Deviant Bodies: Critical Perspectives on Diff erence in Science and Popular<br />

Culture, Bloomington, Indiana University Press, 1995; y los estudios sobre la construcción social<br />

de la blancura de Jessie Daniels, White Lies, Nueva York, Routledge, 1997, y de Abby Ferber,<br />

White Man Falling: Race, Gender, and White Supremacy, Lantham (MD), Rowman & Litt lefi eld, 1998;<br />

todas hicieron contribuciones signifi cativas al pensamiento feminista negro. Lo que distingue su<br />

trabajo es una comprensión básica de los rasgos distintivos del feminismo negro. Ellas ven las<br />

conexiones entre conocimiento y poder, entre el poder de defi nir conocimiento y las opresiones<br />

interseccionales. Estas conexiones no son periféricas a su trabajo sino centrales.<br />

64 Joe Feagin y Melvin Sikes, Living with Racism, op. cit., 1994.<br />

65 St. Jean y Feagin, Double Burden, op. cit., 1998.


126<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

Así como las mujeres afroamericanas que aspiran a potenciar el feminismo negro<br />

como un proyecto de justicia social pueden apoyar otros proyectos de justicia<br />

social ―por ejemplo, mujeres negras estadounidenses respetuosas con la importancia<br />

de la autonomía latina para sus proyectos de justicia social pueden estudiar,<br />

aprender de, investigar y enseñar sobre las latinas si lo hacen de manera no<br />

opresora― también otros pueden aproximarse al pensamiento feminista negro<br />

de modo similar. Así, el pensamiento feminista negro estadounidense efectivo es<br />

una empresa colaborativa. Ha de estar abierto a la construcción de coaliciones con<br />

individuos involucrados en proyectos de justicia social parecidos.<br />

La construcción de una coalición como ésta requiere de diálogos, simultáneos<br />

si no prioritarios, entre mujeres intelectuales negras y dentro de la comunidad<br />

más grande de mujeres afroamericanas. Explorar los temas comunes desde<br />

el punto de vista de las mujeres negras es un primer paso importante. Buscar la<br />

manera de tratar el disenso interno es también especialmente importante para<br />

construir comunidades intelectuales de mujeres negras. Evelynn Hammonds<br />

ha señalado que mantener un frente unido contra los blancos aplasta el pensamiento:<br />

«Lo que necesito es cuestionar mi pensamiento, crecer. En las publicaciones<br />

blancas a veces siento que estoy sosteniendo el estandarte de la feminidad<br />

negra. Y eso no me permite ser tan crítica como me gustaría». 66 Cheryl<br />

Clarke ha apuntado que ella mantiene dos diálogos: uno con el público y otro,<br />

privado, en el que se siente libre para criticar la obra de otras mujeres negras.<br />

Clarke afi rma que estos diálogos privados «han cambiado mi vida, han dado<br />

forma a cómo me siento... han resultado muy importantes para mí». 67<br />

La construcción de una coalición también requiere diálogo con grupos involucrados<br />

en proyectos de justicia social parecidos. Las intelectuales negras<br />

podemos utilizar nuestra posición «fuera-dentro» para construir coaliciones<br />

efectivas y estimular el diálogo con otras que están situadas de manera similar.<br />

Bárbara Smith sugiere desarrollar diálogos desde un «compromiso con las coaliciones<br />

por principios, basado no en la conveniencia, sino en nuestra verdadera<br />

necesidad de las otras». 68 Los diálogos entre, y las coaliciones con, diversos<br />

grupos, cada uno con su conjunto distintivo de experiencias y su pensamiento<br />

especializado inserto en esas experiencias, forman un campo más amplio y más<br />

66 Clarke et al., «Conversations and Questions: Black Women on Black Women Writers», op. cit.,<br />

1983, p. 104.<br />

67 Ibídem, p. 103.<br />

68 Bárbara Smith, «Introduction», en Home Girls: A Black Feminist Antologhy, op. cit., 1983, p. xxxiii.<br />

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Rasgos distintivos del pensamiento feminista negro 127<br />

general de discurso intelectual y político, necesario para promover el feminismo<br />

negro. A través de los diálogos que exploran cómo se mantiene y se transforma<br />

la dominación, los paralelismos entre las experiencias de las mujeres negras y<br />

otros grupos se convierten en el centro de la investigación.<br />

Los diálogos asociados con la construcción de una coalición por principios,<br />

ética, crea posibilidades para nuevas versiones de verdad. La respuesta de<br />

Alice Walker a la pregunta de cuáles sentía ella que eran las principales diferencias<br />

entre la literatura de las afroamericanas y la de las blancas ofrece una<br />

mirada provocadora sobre los tipos de verdad que podrían surgir a través de<br />

las epistemologías que abrazan el diálogo y la construcción de coaliciones.<br />

Walker no invirtió mucho tiempo en considerar esta pregunta, en tanto que no<br />

era la diferencia entre ellas lo que le interesaba, sino, más bien, el modo en que<br />

las escritoras negras y las escritoras blancas parecían estar escribiendo una<br />

historia inmensa, partes diferentes de una historia que vienen de una multitud<br />

de perspectivas diferentes. En una conversación con su madre, Walker<br />

refi na esta perspectiva epistemológica: «Creo que la verdad sobre cualquier<br />

tema sólo aparece cuando se juntan todas las partes de la historia, y todos sus<br />

signifi cados, diferentes, se hacen uno nuevo. Cada escritora escribe una parte<br />

de la historia que le falta a otra escritora. Y la historia entera es lo que yo soy<br />

después». 69 La respuesta de su madre a esta perspectiva sobre las posibilidades<br />

de diálogo y de coaliciones insinúa la difi cultad para sustentar dichos diálogos<br />

a través de las diferencias de poder: «”Bueno, yo dudo de que puedas<br />

conseguir alguna vez las partes que faltan de la verdad en algo que venga de la<br />

gente blanca”, mi madre dice suavemente, para no ofender a la camarera que<br />

está limpiando cerca de la mesa; “ellos se han sentado en la verdad durante<br />

tanto tiempo que han echado la vida fuera de ella”». 70<br />

El feminismo negro es dinámico y cambiante<br />

Un quinto rasgo distintivo del pensamiento feminista negro estadounidense<br />

concierne a la importancia del cambio. Con el fi n de que el pensamiento feminista<br />

negro opere efi cientemente en el feminismo negro como un proyecto de<br />

69 Alice Walker, In Search of Our Mother’s Gardens, Nueva York, Harcourt Brace Jovanovich, 1983, p. 49.<br />

70 Ibídem.


128<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

justicia social, ambos deben ser dinámicos. Ni el pensamiento feminista negro<br />

como teoría social crítica ni la práctica feminista negra pueden permanecer<br />

estáticas; del mismo modo en que las condiciones sociales cambian, deben<br />

cambiar el conocimiento y las prácticas diseñadas para resistir. Por ejemplo,<br />

señalar la centralidad de las mujeres negras para el pensamiento feminista negro<br />

no signifi ca que todas las mujeres afroamericanas deseen, estén posicionadas<br />

o estén cualifi cadas para ejercer ese tipo de liderazgo intelectual. Bajo las<br />

condiciones actuales, algunas pensadoras negras han perdido contacto con la<br />

práctica feminista negra. Por otro lado, las distintas condiciones sociales bajo<br />

las cuales las mujeres negras estadounidenses alcanzan ahora la feminidad ―<br />

barrios segregados por clase, algunos integrados, no la mayoría― sitúan a las<br />

mujeres negras de clases sociales diferentes en relaciones totalmente nuevas<br />

y distintas entre sí.<br />

Las mujeres afroamericanas como grupo podemos tener experiencias que<br />

nos proporcionan un ángulo de visión singular; pero expresar una conciencia<br />

feminista negra colectiva, auto-defi nida, resulta problemático, precisamente<br />

porque los grupos dominantes tienen un fuerte interés en reprimir dicho pensamiento.<br />

Como Hannah Nelson apunta: «Me he hecho mujer en un mundo<br />

en el que cuanto más sana eres, más loca te hacen parecer». 71 Nelson se da<br />

cuenta de que aquéllos que controlan el currículo escolar, los programas de televisión,<br />

las estadísticas del gobierno y la prensa procuran presentar su punto<br />

de vista como superior al de los otros.<br />

La experiencia de un grupo oprimido coloca a sus miembros en una posición<br />

en la que ven las cosas de forma diferente, pero su falta de control sobre<br />

los aparatos ideológicos de la sociedad hace que expresar un punto de vista<br />

auto-defi nido sea difícil. La anciana empleada doméstica Rosa Wakefi eld se<br />

hacía su propio juicio sobre la divergencia entre los puntos de vista de los<br />

poderosos y los de aquellos que les sirven:<br />

Si tú comes esta cena y no la cocinas, si llevas esta ropa y no la compras o la planchas<br />

tú, entonces empiezas a pensar que el hada buena o algún espíritu lo hizo [...] la gente<br />

negra no tenemos tiempo para pensar así [...] Pero cuando no tienes nada más que<br />

hacer, puedes llegar a pensarlo. Es perjudicial para tu mente, en cualquier caso. 72<br />

71 John Gwaltney, Drylongso, A self-portrait of Black America, op. cit., 1980, p. 7.<br />

72 Ibídem, p. 88.<br />

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Rasgos distintivos del pensamiento feminista negro 129<br />

Wakefi eld tiene una perspectiva auto-defi nida que emerge de su experiencia<br />

y le capacita para rechazar los puntos de vista animados por grupos más poderosos.<br />

Y aún así ideas como la suya son típicamente reprimidas por los grupos<br />

dominantes. Grupos desiguales respecto al poder son proporcionalmente<br />

desiguales respecto a su habilidad para dar a conocer su punto de vista, a ellos<br />

mismos y a otros.<br />

Las condiciones sociales cambiantes que confrontan las mujeres afroamericanas<br />

estimulan la necesidad de nuevos análisis feministas <strong>negros</strong> sobre<br />

las diferencias que caracterizan la feminidad negra estadounidense. Algunas<br />

pensadoras negras ya están desarrollando ese proceso. Tomemos, por ejemplo,<br />

el análisis intuitivo de Bárbara Omolade sobre la participación histórica<br />

y contemporánea de las mujeres negras en el trabajo de cuidados [mammy<br />

work]. 73 Es conocido el contexto histórico del trabajo de cuidados, en el que<br />

las mujeres negras eran confi nadas al servicio doméstico, con la Tía Jemima<br />

como fi gura impuesta, diseñada para esconder la explotación de las mujeres<br />

negras. 74 Dadas las limitaciones del servicio doméstico, el progreso de las<br />

mujeres negras en el mercado laboral se ha medido según su capacidad para<br />

dejar este tipo de empleo. En la actualidad, pocas mujeres negras estadounidenses<br />

trabajan en el servicio doméstico. En su lugar, una gran parte de este<br />

trabajo lo realizan mujeres inmigrantes de color «sin papeles», que carecen de<br />

la ciudadanía estadounidense; su explotación se asemeja a aquella infl igida<br />

durante mucho tiempo a las mujeres afroamericanas. 75 Pero, como Omolade<br />

señala, estos cambios no implican que las mujeres negras estadounidenses<br />

se hayan librado del trabajo de mammy. Aunque hoy existen pocas Tías Jemimas<br />

y han sido alteradas cosméticamente, lo que puede dar la impresión<br />

de que el trabajo de mammy ha desaparecido, Omolade nos recuerda que el<br />

trabajo de mammy ha adquirido nuevas formas. Dentro de cada segmento<br />

del mercado de trabajo ―los trabajos mal pagados en los establecimientos<br />

de comida rápida, residencias de ancianos, centros de día y lavanderías; las<br />

73 Bárbara Omolade, op. cit., 1994.<br />

74 Aunt Jemima fue un personaje de los minstrel shows, bailes y números musicales y humorísticos<br />

protagonizados primero por blancos con la cara pintada y luego por <strong>negros</strong>, en el siglo XIX en<br />

EEUU. Su fi gura fue después tomada para una marca de tortitas y otros productos de desayuno.<br />

Representa a una mujer negra volcada en el cuidado de los blancos, una domesticidad idealizada<br />

en el marco de una visión romántica de la vida de las plantaciones de antes de la Guerra Civil.<br />

[N. de E.]<br />

75 Grace Chang, «Undocumented Latinas: The New “Employable Mothers”», en Mothering:<br />

Ideology, Experience, and Agency, Nueva York, Routledge, 1994, pp. 259-286.


130<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

secretarias y ofi cinistas; o las profesoras, trabajadoras sociales, enfermeras, y<br />

administradoras ― las mujeres negras estadounidenses todavía se ocupan de<br />

forma considerable de la crianza emocional y la limpieza de otras personas,<br />

a menudo por un salario inferior. En este contexto, la tarea del pensamiento<br />

feminista negro contemporáneo consiste en explicar estas relaciones variables<br />

y en desarrollar análisis sobre cómo estos puntos en común se experimentan<br />

de manera diferente.<br />

Las cambiantes condiciones del trabajo de las mujeres negras en general<br />

tienen implicaciones importantes para el trabajo intelectual de las mujeres negras.<br />

Históricamente, el menosprecio del pensamiento feminista negro ha colocado<br />

a las intelectuales negras en instituciones alternativas, donde desarrollaban<br />

un conocimiento especializado sobre el punto de vista de las mujeres<br />

negras. Muchas académicas, escritoras y artistas negras tuvieron que trabajar<br />

solas, como María W. Stewart, o dentro de organizaciones de la comunidad<br />

afroamericana, como las mujeres negras del movimiento asociativo y de las<br />

iglesias negras. La lenta y costosa incorporación del estudio de las problemáticas<br />

de las mujeres negras a las ofertas curriculares de escuelas y universidades<br />

tradicionalmente blancas, junto a la creación de una masa crítica de escritoras<br />

afroamericanas como Toni Morrison, Alice Walker y Gloria Naylor dentro de<br />

esas posiciones institucionales, ha hecho posible que las intelectuales negras<br />

puedan encontrar empleo en la academia. La historia de las mujeres negras<br />

y la crítica literaria feminista negra constituyen dos puntos centrales de este<br />

renacimiento en el trabajo intelectual de las mujeres negras. 76 Además, la gran<br />

presencia en los medios de comunicación de mujeres negras estadounidenses<br />

es una enorme novedad, como el programa de televisión de entrevistas de<br />

Oprah Winfrey, en antena mucho tiempo, o las incursiones en la producción<br />

cinematográfi ca.<br />

La visibilidad proporcionada a las mujeres negras afroamericanas y a<br />

nuestras ideas a través de estas nuevas posiciones institucionales ha sido inmensa.<br />

Sin embargo, un peligro al que se enfrentan las intelectuales afroamericanas<br />

que trabajan en estas nuevas posiciones es el potencial aislamiento<br />

de las pensadoras individuales respecto a las experiencias colectivas de las<br />

mujeres negras ―su falta de relación con otras mujeres negras estadounidenses<br />

y con las comunidades de mujeres negras. Otro peligro es la presión<br />

para separar el pensamiento de la acción ―particularmente en el activismo<br />

político―, típica en la formación dentro de las disciplinas académicas<br />

76 Hazel Carby, Reconstructing Womanhood…, op. cit., 1987.<br />

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Rasgos distintivos del pensamiento feminista negro 131<br />

estándar o en las esferas supuestamente neutras como la prensa «libre». Una<br />

tercera amenaza es la incapacidad de algunas superstar negras para cuestionar<br />

su propia participación en estas nuevas relaciones. Cegadas por sus<br />

auto-proclamadas aspiraciones de divas del feminismo negro, sienten que<br />

no le deben nada a nadie, especialmente a otras mujeres negras. Así, quedan<br />

atrapadas dentro de sus empobrecidos universos feministas <strong>negros</strong>. A pesar<br />

de estos peligros, estas nuevas posiciones institucionales proporcionan<br />

una multitud de oportunidades para realzar la visibilidad del pensamiento<br />

feminista negro. En este nuevo contexto, el desafío consiste en permanecer<br />

dinámico, teniendo siempre en mente que un objetivo en movimiento es<br />

más difícil de golpear.<br />

El feminismo negro estadounidense y otros proyectos de justicia social<br />

El último rasgo distintivo del pensamiento feminista negro se refi ere a su relación<br />

con otros proyectos de justicia social. Muchas intelectuales afroamericanas<br />

han animado la visión de que las luchas de las mujeres negras son parte<br />

de una lucha más amplia por la dignidad humana, el empoderamiento y la<br />

justicia social. En un discurso de 1893 a las mujeres, Anna Julia Cooper expresó<br />

convincentemente esta visión del mundo:<br />

Tomamos partido por la solidaridad de la humanidad, por la armonía de la vida y<br />

por denunciar la anti-naturalidad e injusticia de todas las discriminaciones, sean en<br />

nombre del sexo, la raza, el país o la condición social[...] La mujer de color siente<br />

que la causa de las mujeres es una y universal [...] Hasta que la raza, el color, el sexo<br />

y la condición social sean vistas como accidentes, y no como la sustancia de la vida;<br />

hasta que los derechos universales de la humanidad a la vida, la libertad y la búsqueda<br />

de la felicidad sean inalienables para todos; hasta que se aprenda esta lección<br />

y se gane la causa de las mujeres ―no la de las mujeres blancas ni la de las mujeres<br />

negras, no la de las mujeres rojas, sino la causa de cada hombre y cada mujer que se<br />

hayan retorcido silenciosamente bajo una terrible injusticia. 77<br />

77 Bert Loewenberg y Ruth Bogin (eds.), Black Women in Nineteenth-Century American Life, University<br />

Park, Pennsylvania State University Press, 1976, pp. 330-331.


132<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

Como Cooper, muchas intelectuales afroamericanas abrazamos esta perspectiva,<br />

sin importar las soluciones políticas particulares que propongamos,<br />

nuestra formación académica, nuestros campos de estudio o nuestro momento<br />

histórico. Cuando abogamos por trabajar a través de organizaciones autónomas<br />

de mujeres negras, cuando participamos en las organizaciones de<br />

mujeres, nos presentamos a cargos políticos o apoyamos las instituciones<br />

de la comunidad negra, las afroamericanas identifi camos reiteradamente<br />

estas acciones políticas más como medios para el empoderamiento humano<br />

que como fi nes en y de sí mismos. De este modo, un principio rector del feminismo<br />

negro es una permanente perspectiva humanista. 78<br />

La preferencia de Alice Walker por el término womanism apunta a esta noción<br />

de solidaridad humana. «El womanism es al feminismo lo que el morado<br />

es a la lavanda», señala. Para Walker, una es womanist cuando está «comprometida<br />

con la supervivencia y la integridad de todas las personas, hombres y<br />

mujeres». Una womanist no es «una separatista, excepto periódicamente por<br />

salud» y es «tradicionalmente universalista, como en este ejemplo: “Mama,<br />

¿por qué somos marrones, rosas y amarillos, y nuestros primos son blancos,<br />

beige y <strong>negros</strong>? Respuesta: “Bueno, ya sabes que los colores raciales son como<br />

un jardín de fl ores, con todos los colores de las fl ores representados”». 79 Al<br />

redefi nir a todas las personas como «personas de color», Walker universaliza<br />

lo que suele ser visto como una lucha individual, a la vez que crea un espacio<br />

para los movimientos autónomos de auto-determinación. 80<br />

78 Filomina Steady, «The Black Woman Cross-Culturally: An Overview» en Black Woman Cross-<br />

Culturally, Cambridge (Mass.), Schenkman, 1981, y «African Feminism: A Wordwide Perspective»,<br />

en Women in Africa and the African Diaspora, Washington DC, Howard University Press,<br />

1987. Mi uso del término humanista crece en un contexto histórico afro-derivado distinto de aquél<br />

criticado por las feministas occidentales. Utilizo el término para hacer énfasis en un humanismo<br />

afrocentrado, tal y como lo desarrollan Cornel West en «Philosophy and the Afro-American Experience»,<br />

Philosophical Forum, vol. 2, núm. 3, 1977-78, pp. 117-148, y Molefi Kete Asante en The Afrocentric<br />

Ideas, Filadelfi a, Temple University Press, 1987; y como parte de las tradiciones teológicas<br />

negras de Henry Mitchell y Nicholas Lewter, en Soul Theology: The Heart of American Black Culture,<br />

San Francisco, Harper and Row, 1986; y Katie Cannon, Black Womanist Ethics, Atlanta, Scholars<br />

Press, 1988. Véase para los debates sobre la espiritualidad afroamericana, Donna Richards, «The<br />

Implications of African-American spirituality», en Africa Culture: The Rhythms of Unity, Trenton<br />

(NJ), Africa Press World, 1990; y Peter Paris, The Spirituality of African People: The Search of a Common<br />

Moral Discourse, Minneapolis, Fortress, 1995.<br />

79 Alice Walker, In Search of Our Mother’s Gardens, op. cit., 1983, p. xi.<br />

80 El uso de Walker del término womanism contiene contradicciones que a su vez tienen infl uencia<br />

sobre diversos enfoques del feminismo negro. Para un debate del uso de Walker, véase Collins,<br />

Fighting Words…, op. cit., 1998, pp. 61-65.<br />

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Rasgos distintivos del pensamiento feminista negro 133<br />

Al evaluar el sexismo del movimiento nacionalista negro de los años sesenta,<br />

la abogada Pauli Murray identifi ca los peligros inherentes al separatismo<br />

como opuestos a la autonomía, al tiempo que se hace eco de la inquietud de<br />

Cooper respecto a la solidaridad con la humanidad:<br />

La lección de la historia de que no se puede luchar de forma fragmentada por los derechos<br />

humanos y de que no adherirse a este principio pone en peligro los derechos<br />

de todos es particularmente pertinente aquí. Un riesgo intrínseco a un movimiento<br />

etnocéntrico agresivo que ignora los intereses de otros grupos desfavorecidos es<br />

que se volverá endogámico, lo que a la larga será contraproducente ya que deberá<br />

afrontar reacciones hostiles, aliados cada vez más escasos y frustraciones crecientes<br />

[...] sólo un movimiento amplio por los derechos humanos puede evitar que la Revolución<br />

Negra se aísle y asegurar el éxito en última instancia. 81<br />

Sin un compromiso con la solidaridad humana y la justicia social, sugiere<br />

Murray, cualquier movimiento político ―sea nacionalista negro, feminista o<br />

anti-elitista― puede ser condenado al fracaso fi nal.<br />

La exdiputada Shirley Chisholm también señala la necesidad de la lucha<br />

por la auto-conciencia contra los estereotipos que sustentan la injusticia social.<br />

[Al] trabajar por nuestra propia libertad, podemos ayudar a otros a liberarse de las<br />

trampas de sus estereotipos […] Al fi nal, anti-negro, anti-mujer y todas las formas<br />

de discriminación son equivalentes a la misma cosa: anti-humanismo [...] Debemos<br />

rechazar no sólo los estereotipos que otros tienen sobre nosotros sino también aquéllos<br />

que nosotros tenemos sobre nosotros mismos y sobre los demás. 82<br />

Esta orientación humanista dentro del feminismo negro estadounidense se<br />

acerca a posiciones similares tomadas por los feminismos diaspóricos <strong>negros</strong>.<br />

Ama Ata Aidoo, exministra de educación de Ghana y autora de novelas, poesía<br />

y relatos cortos, describe la naturaleza inclusiva de su fi losofía política:<br />

81 Pauli Murray, «The Liberation of Black Women», en Voices of the New Feminism, Boston, Beacon,<br />

1970, p. 102.<br />

82 Shirley Chisholm, Unbought and Unbossed, Nueva York, Avon, 1970, p. 181.


134<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

A menudo la gente me pregunta sin rodeos si soy feminista. No sólo respondo que<br />

sí, sino que continuo insistiendo en que todas las mujeres y todos los hombres deberían<br />

ser feministas ―especialmente si creen que los africanos deberían hacerse<br />

cargo de la tierra africana, la riqueza africana, las vidas africanas y el peso del desarrollo<br />

africano. No es posible defender la independencia para el continente africano<br />

sin creer también que las mujeres africanas debemos tener lo mejor que el medio<br />

pueda ofrecernos. Para algunas de nosotras, éste es el elemento crucial de nuestro<br />

feminismo. 83<br />

Aidoo señala que ni las mujeres africanas ni las mujeres negras estadounidenses<br />

ni ningún otro grupo social estarán jamás empoderados en situaciones de<br />

injusticia. Los proyectos de justicia social no son empeños blancos o <strong>negros</strong><br />

donde una puede decir: «Tenemos nuestro movimiento y vosotros tenéis el<br />

vuestro; nuestros movimientos no tienen nada que ver el uno con el otro». Al<br />

contrario, dichos proyectos dicen: «Nosotros tenemos nuestro movimiento y<br />

apoyamos el vuestro». En un contexto de opresiones interseccionales, el feminismo<br />

negro requiere de la búsqueda de la justicia no sólo para las mujeres<br />

negras estadounidenses, sino para todos.<br />

Las palabras y acciones de estas intelectuales negras pueden dirigirse a<br />

audiencias considerablemente diferentes. Aún en su compromiso con el empoderamiento<br />

de las mujeres negras en un contexto de justicia social, promueven<br />

la cuestión, sorprendentemente similar, de la igualdad de toda vida humana.<br />

Quizás la versión más concisa de la visión humanista del pensamiento<br />

feminista negro estadounidense sea la ofrecida por Fannie Lou Hamer, hij a de<br />

un aparcero y activista por los derechos sociales de Misisipi. Mientras estaba<br />

sentada en su porche, Fannie Hamer sentenció: «No es posible que yo odie a<br />

alguien y a la vez esperar ver la cara de Dios». 84<br />

83 Ama Ata Aidoo, «The African Woman Today», en Sisterhood, Feminism, and Power. From Africa<br />

to the Diaspora, Trenton (NJ), Africa World Pres, 1998, p. 39.<br />

84 June Jordan, Civil Wars, Boston, Beacon, 1981, p. xi.<br />

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5. I Used To Be Your Sweet<br />

Mama. Ideología, sexualidad<br />

y domesticidad<br />

You’ve had your chance and proved unfaithful<br />

So now I’m gonna be real mean and hateful<br />

I used to be your sweet mama, sweet papa<br />

But now I’m just as sour as can be. 2<br />

135<br />

Ángela Y. Davis 1<br />

Como la mayoría de la música popular, las letras del blues afroamericano<br />

hablan de amor. Sin embargo, lo que es distintivo del blues 3 en particular, en<br />

relación con otras formas musicales populares americanas de los años veinte y<br />

1 Ángela Davies, «I Used To Be Your Sweet Mama. Ideology, Sexuality, and Domesticity», Blues<br />

legacies and black feminism, Nueva York, Vintage Books, 1999.<br />

2 Bessie Smith, I Used to Be Your Sweet Mama, Columbia 14292-D, 9 de febrero de 1928. Reeditado<br />

en Empty Bed Blues, Columbia CG 30450, 1972. [Has tenido tu oportunidad y has demostrado ser<br />

infi el / Así que ahora voy a ser de verdad mala y odiosa / Solía ser tu dulce mamá, dulce papá /<br />

Pero ahora voy a ser todo lo agria que pueda]<br />

3 Nótese durante la lectura del texto que la palabra blues designa tanto un estilo musical como un<br />

estado de ánimo de tristeza y melancolía, depresivo. A menudo en las canciones se juega con este<br />

doble sentido. [N. de la T.]


136<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

treinta, es su independencia intelectual y su libertad fi gurativa. Su imaginería<br />

sexual (incluyendo la homosexual), provocativa y omnipresente, lo distingue<br />

de la cultura musical popular de la época. 4<br />

Así, las fórmulas de la canción popular habitual demandaban representaciones<br />

no sexuales, empalagosas e idealizadas de las relaciones de amor heterosexuales.<br />

5 Esos aspectos de las relaciones amorosas vividas, incompatibles<br />

con la ideología dominante y etérea del amor (como las relaciones extra matrimoniales,<br />

la violencia doméstica o lo efímero de muchas relaciones sexuales)<br />

eran, en gran medida, desterradas de la cultura musical popular ofi cial.<br />

Estos mismos temas son todavía una constante en el blues. Lo que es aún más<br />

llamativo es el hecho de que, en sus orígenes, los intérpretes profesionales de<br />

esta música (las aportaciones individuales más escuchadas) fueran mujeres.<br />

Bessie Smith se ganó el título de «emperatriz del blues» por la venta de no<br />

menos de 750.000 copias de su primer disco. 6<br />

El contexto histórico en el que el blues desarrolló una tradición en la que se<br />

trataba abiertamente tanto la sexualidad femenina como la masculina muestra<br />

una estructura ideológica específi camente afroamericana. 7 Surgido durante las<br />

décadas posteriores a la abolición de la esclavitud, el blues dio expresión musical<br />

a las nuevas realidades sociales y sexuales con las que se encontraron los<br />

4 Según Hazel Carby: «Lo que ha sido llamado el “blues clásico”, el blues de las mujeres de los<br />

años veinte y comienzos de los treinta [del siglo XX], es un discurso que articula la lucha cultural<br />

y política sobre las relaciones sexuales: una lucha dirigida contra la deshumanización de la sexualidad<br />

femenina dentro de un orden patriarcal pero que también intenta reivindicar los cuerpos<br />

de las mujeres como objeto sexual y sensual de la canción». «It Jus Be’s Day Way Sometime: The<br />

Sexual Politics os Women’s Blues», Radical America, vol. 20, núm. 4, junio-julio de 1986, p. 12.<br />

5 Véase Henry Pleasants, The Great American Singers, Nueva York, Simon & Schuster, 1974. Según<br />

Lawrence Levine, «el lado físico del amor que, aparte de cogerse de la mano con leve entusiasmo<br />

y darse unos pocos besos, casi no aparecía en la música popular, se sentía fuertemente en el<br />

blues». Black Culture and Black Consciousness: Afro-American Thought from Slavery to Freedom, Nueva<br />

York, Oxford University Press, 1975, pp. 279.<br />

6 La primera grabación de Bessie Smith, una versión de Down Hearted Blues de Alberta Hunters, vendió<br />

780.000 copias en menos de seis meses. Chris Albertson, Bessie, Nueva York, Stein & Day, 1972, p. 46.<br />

7 El lugar central del blues en la elaboración de una conciencia cultural negra post-esclavitud ha<br />

sido ampliamente examinado en trabajos como el pionero de LeRoi Jones Blues People y el atractivo<br />

estudio de Lawrence Levine Black Culture and Black Conciousness, op. cit., 1975. Aunque ambos aportan<br />

enfoques importantes para el entendimiento de las dimensiones raciales de la cultura afroamericana,<br />

se concede escasa atención a la conciencia de género. El estudio pionero Black Pearls (Rutgers<br />

University Press, 1990) de Daphne Duval Harrison revela, de hecho, cuán rico puede ser el blues<br />

de mujeres como terreno para explorar el lugar que ocupa el género en la conciencia cultural negra.<br />

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I Used To Be Your Sweet Mama 137<br />

afroamericanos, en tanto mujeres y hombres libres. El antiguo estatus económico<br />

de los esclavos no había experimentado ninguna transformación radical<br />

(no eran más pobres de lo que lo habían sido durante la esclavitud). 8 Fue el<br />

estatus de sus relaciones personales lo que se revolucionó. Por primera vez en<br />

la historia de la presencia africana en Norteamérica, miles de mujeres y hombres<br />

<strong>negros</strong> tenían la posibilidad de tomar decisiones acerca de sus relaciones<br />

sexuales. 9 La sexualidad fue de este modo uno de los campos más tangibles en<br />

los que la emancipación se puso en práctica y a través de los que se expresó su<br />

signifi cado. La soberanía en los asuntos sexuales marcó así una importante división<br />

entre la vida durante la esclavitud y la vida tras la emancipación.<br />

Los temas de amor sexual individual raramente aparecen en las formas musicales<br />

producidas durante la esclavitud. Cualesquiera que sean las razones (quizá<br />

la economía de la procreación del sistema esclavista, el cual no toleraba y a menudo<br />

castigó severamente la exhibición pública de relaciones sexuales fruto de la<br />

propia iniciativa), mi interés se centra aquí en la disparidad entre la naturaleza<br />

de la sexualidad individualista, «privada», y las formas colectivas y la naturaleza<br />

de la música producida e interpretada durante la esclavitud. La sexualidad,<br />

tras la emancipación, no podía expresarse o tratarse adecuadamente a través de<br />

las formas musicales existentes bajo la esclavitud. Las canciones espirituales y de<br />

trabajo confi rman que las preocupaciones individuales de la gente negra expresadas<br />

a través de la música durante la esclavitud se centraban en un deseo colectivo<br />

de que acabara el sistema que les esclavizaba. Esto no quiere decir que la música<br />

de los esclavos afroamericanos no incluyera contenidos sexuales, 10 sino que la<br />

8 Véase W. E. B Du Bois, Black Reconstruction in America, Nueva York, Harcpurt, Brace, 1935.<br />

9 Véase Herbert Gutman, The Black Family in Slavery and Freedom, 1750-1925, Nueva York,<br />

Panthcon, 1976, capítulo 9.<br />

10 Lawrence Levine cita una canción de remo oída por Frances Kemble a fi nales de 1830; mientras<br />

ella la califi ca de disparatada, Chadwick Hansen encontró ocultos signifi cados sexuales:<br />

Jenny shake her toe at me, Jenny agita su pie contra mí<br />

Jenny gone away; Jenny se ha ido;<br />

Jenny shake her toe at me, Jenny agita su pie contra mí,<br />

Jenny gone away; Jenny se ha ido;<br />

Hurrah! Miss Susy, oh! ¡Hurra! Señorita Susy, ¡oh!<br />

Jenny gone away; Jenny se ha ido;<br />

Hurrah! Miss Susy, oh! ¡Hurra! Señorita Susy, ¡oh!<br />

Jenny gone away. Jenny se ha ido.<br />

Black Culture and Black Conciousness, op. cit., 1975, p. 11. Frances Anne Kemble, Journal of a Residence<br />

on a Georgian Plantation in 1838-1839, Nueva York, Knopf, 1961 [1863], pp. 163-164. Chadwick


138<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

música esclava (tanto religiosa como secular) era esencialmente música colectiva.<br />

Se interpretaba colectivamente y daba expresión a los anhelos de libertad de la<br />

comunidad. 11<br />

El blues, por otro lado, la forma musical afroamericana predominante tras<br />

la esclavitud, articuló una nueva valoración de las necesidades y de los deseos<br />

emocionales individuales. El nacimiento del blues es una prueba estética<br />

de nuevas realidades psicosociales dentro de la población negra. Esta música<br />

era interpretada por individuos que cantaban solos, acompañándose a sí mismos<br />

con instrumentos tales como el banjo o la guitarra. El blues marcó así el<br />

advenimiento de una cultura popular de interpretación con unas fronteras<br />

cada vez más diferenciadas entre el músico y la audiencia. 12 A través de la<br />

emergencia del cantante de blues profesional (una fi gura predominantemente<br />

femenina acompañada por pequeños y grandes conjuntos instrumentales)<br />

como parte del crecimiento de la industria negra del espectáculo, este modo<br />

individualizado de música popular cristalizó en una «cultura de la actuación»<br />

que ha tenido una larga infl uencia en la música afroamericana.<br />

Los cantos espirituales, que sobrevivieron y se transformaron durante la<br />

era post-esclavista, eran intensamente religiosos, en tanto que estandartes<br />

estéticos de las aspiraciones de libertad de los esclavos de todo el mundo. 13<br />

Hansen en «Jenny’s Tow: Negro Shaking Dances in America», American Quarterly, núm. 19, 1967,<br />

pp. 554-563, ha mostrado que es muy probable que lo que la señorita Kemble escuchó no fuera la<br />

palabra inglesa toe [dedo del pie] sino una palabra de origen africano que se refi ere a las nalgas<br />

[butt ocks]. La Jenny de la que cantaban los esclavos con tan obvio placer debía de estar agitando<br />

algo más interesante y provocativo que su pie.<br />

11 Según James Cone: «El espiritual [...] es el espíritu de la gente que lucha por ser libre [...] es<br />

la respuesta de la gente a las contradicciones sociales. Es la gente afrontando los problemas y<br />

afi rmando: “Aun no estoy cansado”. Pero el espiritual es más que enfrentarse a los problemas.<br />

Es una experiencia gozosa, una afi rmación vibrante de la vida y sus posibilidades en una forma<br />

estética apropiada. El espiritual es la comunidad en ritmo, balanceándose al ritmo de la vida». The<br />

Spirituals and the Blues: An Interpretation, Nueva York, Seabury, 1972, pp. 32-33.<br />

12 La cultura musical popular de tradición afroamericana continúa involucrando activamente a<br />

la audiencia en la interpretación de la música. La distinción, entonces, no es entre las posturas<br />

relativamente activas y las posturas relativamente pasivas de la audiencia sino entre un modo de<br />

presentación musical en el cual todo el mundo implicado es considerado un «actor» y uno en el<br />

cual el «productor» de la música juega un papel privilegiado al convocar respuestas de la audiencia.<br />

13 Véase la discusión de James Cone sobre el contenido de liberación de los cantos espirituales.<br />

John Lovell, Jr., en Black Song: The Forge and the Flame, Nueva York, Macmillan, 1972, también<br />

enfatiza la relación entre el anhelo de la comunidad esclava de liberación y su aportación a la<br />

tradición religiosa cristiana.<br />

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I Used To Be Your Sweet Mama 139<br />

Con la transformación de las circunstancias históricas, los antiguos esclavos<br />

tomaron más contacto con las prácticas e ideologías religiosas de la cultura<br />

dominante y la música sagrada comenzó a estar cada vez más encerrada en<br />

espacios religiosos institucionalizados. Las prácticas religiosas esclavas eran<br />

inseparables de otros aspectos de la vida cotidiana (trabajo, familia, sabotaje,<br />

huida). La religión post-esclavista perdió gradualmente algo de esta fl uidez y<br />

se volvió dependiente de la Iglesia. Como música sagrada evolucionó de los<br />

cantos espirituales al góspel y se concentró cada vez más en la vida después<br />

de la muerte. El historiador Lawrence Levine caracteriza sucintamente la naturaleza<br />

de este desarrollo:<br />

La fuerza principal de las canciones góspel era el otro mundo. Casi todo el énfasis<br />

recaía en Dios, con quien los hombres tenían una relación de total dependencia.<br />

Jesús, más que lo hebreo, dominaba las canciones góspel. Y no era el Jesús guerrero<br />

de los cantos espirituales, sino un espíritu benevolente que prometía a sus hij os<br />

descanso, paz y justicia en el otro mundo. 14<br />

El blues se convirtió en el género secular más prominente de la música negra<br />

americana de principios del siglo XX. Al desplazar a la música sagrada en<br />

la vida cotidiana de la gente negra, refl ejó y ayudó a construir una nueva<br />

conciencia negra. Esta conciencia interpretó a Dios como lo opuesto al Diablo,<br />

a la religión como lo no secular y a lo secular como lo eminentemente<br />

sexual. Con el blues vinieron las designaciones «música de dios» y «música<br />

del diablo». La primera era interpretada en la Iglesia (aunque también podía<br />

acompañar el trabajo) 15 mientras que la última era interpretada en antros, 16<br />

circos y espectáculos ambulantes. 17 A pesar de la nueva notoriedad de dicha<br />

oposición binaria en la vida cotidiana de la gente negra, es importante subrayar<br />

la íntima relación entre la vieja y la nueva música. Ésta última tenía raíces<br />

14 Levine, op. cit., 1975, p. 175.<br />

15 Los temas religiosos se pueden encontrar en algunas de las canciones de trabajo en las prisiones,<br />

grabadas por estudiosos del folclore como Alan Lomax, durante los años treinta, cuarenta y<br />

cincuenta.<br />

16 En el original se habla de jook joints, pequeños establecimientos donde se puede beber, bailar,<br />

apostar, comer, etc., habituales en el sur de Estados Unidos, sobre todo en los cruces de carreteras<br />

[cross roads store]. [N. de la T.]<br />

17 Véase Giles Oakley, The Devil’s Music: a History of the Blues, Nueva York y Londres, Harcourt<br />

Brace Jovanovich, 1976, pp. 97-99.


140<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

antiguas, mientras que la vieja música refl ejaba una nueva base ideológica de<br />

la religión negra. Ambas estaban profundamente enraizadas en una historia<br />

y una cultura común.<br />

Dios y el Diablo habían cohabitado el mismo universo durante la esclavitud,<br />

no como polos opuestos sino más bien como personajes complejos que<br />

tenían poderes diferentes y que entraban en relación con los seres humanos. A<br />

veces también se engranaban en términos bastante equitativos. Como Henry<br />

Louis Gates Jr. y otros autores han expuesto, el demonio era a menudo asociado<br />

con el embaucador orisha Legba, o Elegua, de las religiones yoruba. 18 Algunos<br />

de los cuentos tradicionales que Zora Noale Hurston presenta en Mules<br />

and Men [Mulas y hombres] retratan al diablo no como el mal encarnado, sino<br />

como un personaje con quien era posible identifi carse en situaciones cómicas.<br />

Al hablar del hogar religioso en el que creció, Ida Goodson, decana del blues,<br />

señala que estaba prohibido en su casa cuando era pequeña. Sin embargo, ella<br />

y sus amiguitos tocaban y cantaban blues a menudo cuando sus padres estaban<br />

fuera. En las ocasiones en las que sus padres aparecían inesperadamente, hacían<br />

fácilmente la transición a la música góspel sin perder el ritmo:<br />

Mi madre y mi padre eran personas religiosas. Les gustaba la música, pero les gustaba<br />

la música de Iglesia. No les gustaba el jazz como a nosotros. Ni siquiera podíamos<br />

tocar jazz delante suyo en nuestra casa. Pero en cuanto se daban la vuelta, se<br />

iban a la asociación o a la Iglesia, a uno u otro sitio, íbamos a buscar a los hij os de<br />

nuestros vecinos para meternos en casa y tocar blues y pasar un buen rato. Aún así,<br />

teníamos a una chica en la puerta vigilando para ver si volvían el señor o la señora<br />

Goodson. Porque sabíamos la que nos caería si volvían y nos pillaban. Si veíamos<br />

que mi padre o mi madre volvían a casa, la chica decía: «Ahí viene el señor Goodson».<br />

En ese momento, estarían tan cerca de nosotros, que cambiaríamos el blues,<br />

cantando «Jesús me guarda cerca de la cruz». Después, mi madre y mi padre se<br />

unirían a nosotros y todos juntos cantaríamos canciones de Iglesia. 19<br />

18 Véase Henry Louis Gates, Jr., The Signifying Monkey: A Theory of African-American Literary Criticism,<br />

Nueva York, Oxford University Press, 1988, capítulo 1.<br />

19 Christine Dall (dir.), Wild Women Don’t Have the Blues, Calliope Film Resources, 1989, videocasete.<br />

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I Used To Be Your Sweet Mama 141<br />

Reconciliando las dos posiciones (la suya como joven música y la de sus religiosos<br />

padres) Goodson explica más tarde que «tanto el Diablo como Dios<br />

tienen cada uno su trabajo».<br />

Durante la esclavitud, el universo sagrado lo abarcaba prácticamente<br />

todo. Los cantos espirituales ayudaban a construir comunidad entre los esclavos<br />

e infundían a esta comunidad imaginada la esperanza en una vida<br />

mejor. Se volvían a relatar las historias del Antiguo Testamento sobre la<br />

lucha del pueblo hebreo contra la opresión del Faraón y, de ese modo, se<br />

establecía una narrativa común con el pueblo africano esclavizado en Norteamérica,<br />

que trascendía el sistema esclavista y animaba a su abolición.<br />

Bajo las condiciones de esclavitud de EEUU, lo sagrado (y especialmente la<br />

música religiosa) era un medio importante de preservar la memoria cultural<br />

africana. A pesar de la afi rmación de Karl Marx de que la religión es el «opio<br />

del pueblo», 20 los cantos espirituales atestiguan que la conciencia religiosa<br />

puede, por sí misma, desempeñar un papel transformador. Como Sojourner<br />

Truth y otros abolicionistas demostraron (tales como los líderes insurreccionalistas<br />

Nat Turner, Denmark Vesey y la líder del Underground Railroad,<br />

Harriet Tubman) la religión era mucho más que el «sol ilusorio» de Marx.<br />

Los cantos espirituales contenían y daban expresión a un potente anhelo de<br />

libertad. 21 De hecho, la religión era, como también decía Marx, «el espíritu<br />

de una época privada de espíritu». 22<br />

20 Aplicada a los límites y contenidos religiosos de una comunidad cultural iniciada en la esclavitud,<br />

la infame observación del joven Karl Marx de que la religión es el «opio del pueblo» esclarece<br />

el potencial utópico de la religión esclava; en este contexto, la observación de Marx va demasiado<br />

lejos y a la vez no lo sufi ciente lejos: «La miseria religiosa es, al mismo tiempo, la expresión de la<br />

miseria real y la protesta contra ella. La religión es el sollozo de la criatura oprimida, es el signifi -<br />

cado real de un mundo sin corazón, así como es el espíritu de una época privada de espíritu. Es el<br />

[...] sol ilusorio alrededor del cual el hombre gira siempre que no gira sobre sí mismo». Karl Marx,<br />

«The Critique of Hegel’s Philosophy of Right» en T.B. Bott omore (ed.), Early Writings, Nueva<br />

York, McGraw-Hill, 1963, pp. 43-44 [ed. cast.: Marx, «En torno a la crítica de la fi losofía del derecho<br />

de Hegel», Escritos de juventud, Mexico, FCE, 1987]. Marx va demasiado lejos en el sentido de<br />

que asume una relación necesaria y exclusivamente ideológica entre la conciencia religiosa y las<br />

condiciones materiales, es decir, que la religión es fundamentalmente conciencia falsa y que el<br />

«yo» o la comunidad que articula es necesariamente una ilusión. Tal concepción omnímoda de la<br />

religión no puede dar cuenta de sus dimensiones extra-religiosas. Por otro lado, no va lo sufi cientemente<br />

lejos cuando desestima el potencial revolucionario de la conciencia religiosa.<br />

21 Véase Lovell, op. cit., 1972, capítulos 17 y 18.<br />

22 Marx, op. cit., 1963, p. 44.


142<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

Los cantos espirituales articulaban las esperanzas de los esclavos <strong>negros</strong><br />

en términos religiosos. En la vasta desilusión que siguió a la emancipación<br />

(cuando la liberación económica y política debió parecer más inalcanzable<br />

que nunca), el blues creó un discurso 23 que representaba la libertad en términos<br />

más inmediatos y accesibles. Las condiciones materiales necesarias para<br />

la libertad, sobre la que los esclavos habían cantado en sus cantos espirituales,<br />

no parecían estar más cerca después de la esclavitud que antes, pero había,<br />

sin embargo, diferencias obvias entre el estatus personal de los esclavos<br />

bajo la esclavitud y durante el periodo posterior a la Guerra Civil, en tres<br />

sentidos muy importantes, a saber: la emancipación transformó radicalmente<br />

sus vidas personales, pues ya no había proscripciones sobre la libertad de<br />

movimiento; la educación era ahora una meta posible para hombres y mujeres;<br />

la sexualidad podía ser explorada libremente por los individuos, que ya<br />

podían establecer relaciones personales elegidas autónomamente. La nueva<br />

conciencia del blues fue formada por y dio expresión a, al menos, dos de<br />

estas tres transformaciones: la movilidad y la sexualidad. Tanto en el blues<br />

masculino como en el femenino, la movilidad y la sexualidad fueron temas<br />

omnipresentes, ya se trataran por separado o juntos. Pero fi nalmente, lo que<br />

resulta más llamativo es que el blues presentaba la sexualidad como una expresión<br />

tangible de libertad; fue esta dimensión la que más profundamente<br />

marcó y defi nió la secularidad del blues.<br />

El teólogo James Cone ofrece la siguiente defi nición de blues, de acuerdo<br />

con la caracterización sucinta de C. Eric Lincoln como «canto espiritual secular».<br />

Cone escribe:<br />

Son seculares en cuanto que restringen su atención únicamente a lo inmediato y afi rman<br />

la expresión corporal del alma negra, incluyendo sus manifestaciones sexuales.<br />

Son espirituales porque están impulsados por la misma búsqueda de verdad de la<br />

experiencia negra. 24<br />

23 Véase Houston A. Baker, Jr., Blues, Ideology, and Afro-American Literature, Chicago, University<br />

of Chicago Press, 1984.<br />

24 Cone, op. cit., 1972, p. 112. C. Eric Lincoln dio origen al término «espirituales seculares».<br />

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I Used To Be Your Sweet Mama 143<br />

No es necesario aceptar la invocación esencialista de Cone de una única «verdad»<br />

metafísica de la experiencia negra para extraer de su descripción un elemento<br />

clave sobre por qué el blues fue condenado como la música del Diablo:<br />

recurría a la conciencia sagrada, incorporándola, y representaba así una seria<br />

amenaza para las actitudes religiosas.<br />

Levine enfatiza las fronteras borrosas entre lo sagrado y lo secular, tanto<br />

en la música góspel como en el blues. No sería la secularidad del blues lo que<br />

produjo tal castigo por parte de la Iglesia, sostiene, sino más bien, y precisamente,<br />

su naturaleza sagrada.<br />

El blues no era amenazador porque fuera secular, en primer lugar; se protestaba<br />

contra otras formas de música secular de forma menos enérgica y, a menudo, ni se<br />

protestaba. El blues era amenazador porque sus portavoces [spokemen] y sus rituales<br />

proporcionaban muy a menudo los canales expresivos colectivos de alivio que<br />

fueron, en el pasado y durante mucho tiempo, propios del terrero de la religión. 25<br />

Aunque ambos, Cone y Levine, hacen referencias a Mamie Smith, «Ma» Rainey,<br />

Bessie Smith y otras mujeres que compusieron e interpretaron canciones<br />

de blues, tienden a ver a las mujeres en una posición marginal, como la mayoría<br />

de los estudiosos. Obsérvese que en el pasaje citado arriba, Levine se refi ere<br />

explícitamente a «los» portavoces del blues. Sustituyéndolo, simplemente,<br />

por «las» portavoces, su argumento pasaría a ser más convincente y revelador<br />

de la nueva conciencia religiosa sobre la que escribe.<br />

Las prácticas del blues, como Levine afi rma, tendieron a apropiarse de los<br />

canales de expresión previamente religiosos, y esta apropiación estaba asociada<br />

con las voces de las mujeres. Las mujeres evocaban respuestas sagradas a<br />

sus mensajes sobre sexualidad. 26 Durante este periodo, la conciencia religiosa<br />

quedó cada vez más bajo el control de las iglesias institucionalizadas y el control<br />

25 Levine, op. cit., 1975, p. 273.<br />

26 Julio Finn apunta que «el antro es al blues lo que la Iglesia es a los espirituales, y el cantante<br />

de blues está en su púlpito. Al contrario de la atmósfera sagrada que reina en la Iglesia, el antro<br />

se defi ne por su carácter escandaloso: el ruido, los cigarrillos y la bebida son elementos sin los<br />

cuales sería completamente distinto, en tanto que eso alteraría la música, que está en no pequeña<br />

medida determinada por ese ambiente». Julio Finn, The Bluesman, Londres, Quartet, 1986, p. 202.<br />

Desafortunadamente, Finn limita su debate a los hombres del blues y no considera el papel de<br />

las mujeres.


144<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

masculino de los ritos religiosos se dio por sentado. Al mismo tiempo que<br />

los pastores se convertían en una casta profesional, las cantantes de blues se<br />

convertían en artistas profesionales y atraían grandes audiencias a reuniones<br />

semejantes a las celebraciones de la resurrección. Gertrude «Ma» Rainey<br />

y Bessie Smith fueron las más conocidas. Predicaban sobre el amor sexual y<br />

al hacerlo articulaban una experiencia colectiva de libertad, dando voz a la<br />

más poderosa evidencia, para mucha gente negra, de que la esclavitud ya<br />

no existía.<br />

La expresión de sueños socialmente frustrados a través del lenguaje y del<br />

imaginario del amor sexual individual no es, por supuesto, exclusiva de la<br />

experiencia afroamericana. Aun siendo parte del cisma capitalista entre la esfera<br />

pública y la privada, dentro de la cultura popular americana derivada de<br />

la europea, la cuestión del amor romántico tiene, sin embargo, implicaciones<br />

ideológicas bastante diferentes a la sexualidad propia de la expresión cultural<br />

posterior a la esclavitud afroamericana. En el contexto de la consolidación del<br />

capitalismo industrial, la esfera del amor así como la vida doméstica se idealizó<br />

y devino el ámbito de búsqueda de la felicidad en la cultura dominante<br />

estadounidense; 27 lo que tuvo una signifi cación especial para las mujeres,<br />

puesto que se suponía que el amor y la domesticidad constituían los límites<br />

de sus vidas. La pertenencia total a la comunidad pública era el campo exclusivo<br />

de los hombres. Así, las canciones populares europeo-americanas tienen<br />

que ser interpretadas dentro de este contexto; debe valorarse su contribución<br />

a la hegemonía patriarcal.<br />

El blues no escapó del todo a las infl uencias que determinaron el rol del<br />

amor romántico en las canciones populares de la cultura dominante. Sin embargo,<br />

la incorporación de las relaciones personales en el blues tiene sus propios<br />

signifi cados históricos así como sus resonancias sociales y políticas. El<br />

amor no se representaba como una esfera idealizada a la que se relegaban los<br />

sueños frustrados de felicidad. La visión histórica afroamericana del amor<br />

27 Véase Joan Landes, «The Public and the Private Sphere: A Feminist Reconsideration», en Johanna<br />

Meehan (ed.), Feminist Read Habermas, Londres, Routledge, 1995. Según Aída Hurtado en «Relating<br />

to Priviledge: Seduction and Rejection in the Subordination of White Women and Women of<br />

Color» (Signs: A Journal of Women and Culture in Society, 14, núm. 4, verano de 1989): «La distinción<br />

público/privado es relevante sólo para las clases medias y altas en tanto que históricamente EEUU<br />

ha intervenido constantemente en las vidas privadas y en los arreglos domésticos de la clase<br />

trabajadora. Las mujeres de color no han tenido el privilegio de las condiciones económicas que<br />

subyacen a la distinción público / privado. En cambio, la conciencia política de las mujeres de color<br />

proviene de una consciencia de que lo público es personalmente político».<br />

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I Used To Be Your Sweet Mama 145<br />

sexual individual lo unía inextricablemente con la posibilidad de libertad social<br />

en los dominios económico y político. La falta de libertad durante la esclavitud<br />

implicaba, entre otras cosas, la prohibición de que las relaciones familiares<br />

fueran duraderas y elegidas libremente. Los esclavos eran legalmente<br />

defi nidos como mercancía y las mujeres en edad fértil, valoradas conforme<br />

a su potencial de reproducción y a menudo forzadas a copular con hombres<br />

(considerados como «conejos»), elegidos por sus propietarios con el único<br />

propósito de producir progenie valiosa. 28 Además, la directa explotación sexual<br />

de las mujeres africanas por sus amos blancos fue un rasgo constante<br />

de la esclavitud. 29 Las relaciones familiares de los esclavos siempre fueron<br />

inestables, pues estaban sujetas al capricho de sus amos y a los benefi cios potenciales<br />

que podría aportar su venta. El sufrimiento causado por las rupturas<br />

forzosas de las familias esclavas se ha documentado de forma extensa. 30<br />

En este contexto, es comprensible que las dimensiones personales y sexuales<br />

de la libertad adquiriesen una importancia creciente, en especial porque<br />

los componentes políticos y económicos de la emancipación fueron negados,<br />

en gran medida, a la gente negra en el periodo que siguió a la esclavitud. Así,<br />

el enfoque del amor sexual en la música blues fue muy diferente del imperante<br />

sentido idealizador del amor romántico propio de la música popular<br />

predominante. Para los esclavos recientemente emancipados, el amor sexual<br />

libremente escogido se convirtió en un mediador entre la decepción histórica<br />

y las nuevas realidades sociales de una comunidad afroamericana en evolución.<br />

Creo que Ralph Ellison alude a esta dimensión del blues, cuando apunta:<br />

«Su misterio [...] su habilidad para insinuar mucho más de lo que se plantea<br />

abiertamente y su capacidad para hacer que los detalles sexuales transmitan<br />

signifi cados que rozan lo metafísico». 31<br />

28 Du Bois señala que en muchos Estados limítrofes, la «cría» de esclavos se convirtió en una<br />

industria fundamental: «La crianza deliberada de una reserva de empleados de granja, grandes<br />

y fuertes, se podía lograr a través de seleccionar hombres adecuados y darles libre acceso a las<br />

mujeres. Esto se convirtió en una política comzún en muchos estados fronterizos y alimentó la<br />

trata de esclavos». Black Reconstruction in America, op. cit., 1935, p. 44.<br />

29 Gutman, op. cit., 1976, pp. 80 y 388.<br />

30 Las narrativas esclavas de Frederick Douglass, Solomon Northrup y Harriet Jacobs contienen<br />

descripciones conmovedoras de separaciones familiares. Véase también Gutman, op. cit., 1976,<br />

capítulo 8.<br />

31 Ralph Ellison, Shadow and Act, Nueva York, Vintage, 1972, p. 245.


146<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

La sexualidad fue central tanto en el blues de hombres como en el de mujeres.<br />

Durante las fases más tempranas de su historia, el blues fue esencialmente un<br />

fenómeno masculino. El cantante de blues arquetípico era un hombre solitario<br />

que deambulaba acompañado por su banjo o guitarra y, en palabras del<br />

académico Giles Oakley, su tema principal era «la relación sexual. El resto de<br />

temas, como dejar la ciudad, los viajes en tren, los problemas de trabajo, la<br />

insatisfacción general, más tarde o más temprano volvían a su preocupación<br />

principal». 32 En el blues de las mujeres, que se convirtió en un elemento crucial<br />

en el crecimiento de la industria negra del espectáculo, hubo un énfasis<br />

aún más pronunciado en el amor y la sexualidad.<br />

Las representaciones del amor y la sexualidad en el blues femenino a menudo<br />

contradecían descaradamente las asunciones ideológicas dominantes en<br />

relación con las mujeres y el enamoramiento. Ellas también cuestionaban la<br />

noción de que el «lugar» de las mujeres estuviera en la esfera doméstica. Tales<br />

nociones se basaban en la realidad social de las vidas de las mujeres blancas<br />

de clase media, pero se aplicaban incongruentemente a todas las mujeres, sin<br />

tener en cuenta la raza o la clase. 33 Esto condujo a contradicciones inevitables<br />

entre las expectativas sociales imperantes y la realidad social de las mujeres<br />

negras. Se esperaba que las mujeres de esa época buscaran su realización dentro<br />

de los confi nes del matrimonio, con sus maridos ayudándolas a mantenerse<br />

y sus hij os como una prueba de su valor como seres humanos. Resulta altamente<br />

signifi cativa la escasez de alusiones al matrimonio y a la domesticidad<br />

en el blues de las mujeres de entonces.<br />

En la interpretación de Bessie Smith de Sam Jones Blues, que contiene una<br />

de las pocas menciones al matrimonio que pueden encontrarse en el corpus<br />

de su trabajo, la cita se refi ere a su disolución. La interpretación que hace de<br />

esta canción acentúa satíricamente el contraste entre la construcción cultural<br />

dominante del matrimonio y la posición de independencia económica que las<br />

mujeres negras estaban obligadas a asumir por pura supervivencia:<br />

Sam Jones left his lovely wife, just to step around<br />

Came back home, ‘bout a year looking for his high brown<br />

32 Oakley, op. cit., 1976, p. 59.<br />

33 Ángela Y. Davis, Women, Race, and Class, Nueva York, Random House, 1981 [ed. cast.: Mujeres,<br />

raza, y clase, Madrid, Akal. Cuestiones de Antagonismo, 2004]<br />

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I Used To Be Your Sweet Mama 147<br />

Went to his accustomed door and he knocked his knuckles sore<br />

His wife she came, but to his shame she knew his face no more<br />

Sam said: «I’m your husband, dear»<br />

But she said: «Dear, that’s strange to hear<br />

You ain’t talkin’ to Mrs. Jones you speakin’ to Miss Wilson<br />

I used to be your loft y mate<br />

But the judge done changed my fate<br />

Was a time you could have walked right in and call this place your home<br />

Sweet home<br />

But now it’s all mine, for all time, I’m free and livin’ all alone»<br />

Say: «Hand me the key that unlocks my front door<br />

Because that bell don’t read Sam Jones no more, no<br />

You ain’t talkin’ to Mrs. Jones, you speakin’ to Miss Wilson now». 34<br />

Aunque las letras escritas revelan una conversación entre el inglés «correcto»<br />

y el de la clase trabajadora negra, sólo escuchando la canción experimentamos<br />

el efecto total de la manipulación que Smith hace del lenguaje en su grabación.<br />

Las referencias al matrimonio, tal y como es percibido por la cultura blanca<br />

dominante, se expresan con ironía. Ella se burla de la noción del matrimonio<br />

eterno («solía ser tu noble compañera») usando elegantes palabras con una<br />

entonación de burla para evocar las concepciones culturales blancas. Por otro<br />

lado, cuando señala la perspectiva de las mujeres negras, la señorita Wilson<br />

(que «solía ser la señora Jones») canta en un inglés cómodo, negro, propio del<br />

blues. Esta canción destaca por el modo en que Smith traduce en contrastes y<br />

34 Bessie Smith, Sam Jones Blues, Columbia 13005-D, Sept. 24, 1923. Reeditado en Any Woman’s<br />

Blues, Columbia G 30126, 1972. [Sam Jones dejó a su encantadora esposa, sólo para dar una vuelta<br />

/ Volvió a casa como un año después, buscando a su buena mulata / Fue a la puerta de siempre<br />

y se dejó los nudillos llamando / Su esposa vino, pero para su vergüenza, no le reconoció / Sam<br />

dij o: «Soy tu marido, querida» / Pero ella dij o: «Querido, es raro oír eso / no estás hablando con la<br />

señora Jones, ahora te estás dirigiendo a la señorita Wilson / Solía ser tu noble compañera / Pero<br />

el juez ha cambiado mi destino / Hubo un tiempo en el que podías haber entrado directamente y<br />

llamar a este lugar tu hogar / Dulce hogar / Pero ahora es todo mío para siempre; soy libre y vivo<br />

totalmente sola» / Le dij o: «Dame la llave que abre mi puerta delantera / Porque en ese timbre ya<br />

no se lee “Sam Jones”, no / No estás hablando con la señora Jones, ahora te estás te estás dirigiendo<br />

a la señorita Wilson»]


148<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

contenciones musicales el choque entre dos percepciones culturales del matrimonio<br />

y, particularmente, el lugar de las mujeres dentro de dicha institución.<br />

Es fácil imaginar las reacciones justifi cadas que sin duda provocaba Smith en<br />

sus audiencias femeninas, respuestas que confi rmaban que las mujeres negras<br />

de clase trabajadora se tenían a sí mismas por mujeres relativamente emancipadas,<br />

si no del matrimonio en sí mismo, al menos de algunas de sus obligaciones<br />

ideológicas más limitadoras.<br />

Las protagonistas del blues cantado por mujeres rara vez son esposas y<br />

casi nunca madres. Una explicación sobre la ausencia de alusiones directas<br />

al matrimonio puede ser el uso de las diferentes palabras de la cultura dominante<br />

y de las culturas afroamericanas para decir «cónyuge masculino». En<br />

el argot de la clase trabajadora afroamericana se usa tanto para marido como<br />

para amantes masculinos (e incluso en algunos casos a amantes femeninas)<br />

«mi hombre» [my man] o «mi papi» [my daddy]. Pero estas prácticas lingüísticas<br />

diferenciadas no pueden ser consideradas sin tener en cuenta las realidades<br />

sociales que representan, dado que apuntan perspectivas diferentes en<br />

relación con la institución del matrimonio.<br />

Durante la época de Bessie Smith, la mayoría de las parejas negras heterosexuales<br />

(casadas o no) tenían hij os. Sin embargo, las mujeres del blues<br />

raramente cantaban sobre madres, padres e hij os. En el índice de temas de<br />

su libro Black Pearls [Perlas negras], la académica de estudios <strong>negros</strong> Daphne<br />

Duval Harrison compone un listado con los siguientes temas: consejos a<br />

otras mujeres, alcohol, traición o abandono, aventuras amorosas fallidas o<br />

rotas, muerte, partida, dilema sobre si quedarse con un hombre o volver a<br />

la familia, enfermedades y afl icciones, erotismo, infi erno, homosexualidad,<br />

infi delidad, injusticia, cárcel y tiempo de condena, pérdida del amante, amor,<br />

hombres, maltrato, asesinato, otras mujeres, pobreza, promiscuidad, tristeza,<br />

sexo, suicidio, lo sobrenatural, trenes, deslealtad, venganza, hastío, depresión<br />

y desilusión, pérdida de peso. 35 Es revelador que no incluya ni hij os, ni vida<br />

doméstica, ni marido ni matrimonio.<br />

La ausencia de la fi gura de la madre en el blues no implica un rechazo de<br />

la maternidad como tal, sino más bien sugiere que las mujeres del blues encontraron<br />

irrelevante el culto predominante a la maternidad para la realidad<br />

35 Harrison, Black Pearls, op. cit., 1990, p. 287.<br />

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I Used To Be Your Sweet Mama 149<br />

de sus vidas. 36 Las fi guras femeninas evocadas en el blues hecho por mujeres<br />

son independientes, libres de la ortodoxia doméstica de las representaciones<br />

de la condición de mujer imperantes, a través de las cuales se construían los<br />

sujetos femeninos de la época.<br />

En 252 canciones grabadas por Bessie Smith y «Ma» Rainey, hay sólo cuatro<br />

(todas de Bessie Smith) que se refi eren al matrimonio dentro de un contexto<br />

relativamente natural o de un modo que da la relación marital por<br />

sentada. En Poor Man’s Blues [El blues del hombre pobre], se hace mención<br />

a las fl agrantes disparidades entre las condiciones económicas de la esposa<br />

del hombre trabajador y la mujer del hombre rico: «La mujer del hombre<br />

trabajador pobre está hambrienta, tu mujer vive como una reina». 37 En<br />

Pinchback Blues [El blues del rácano] se ofrece consejo a las mujeres en cuanto<br />

a la cualidad más importante que éstas deberían buscar en un marido, a saber,<br />

que sea trabajador. Bessie Smith canta las siguientes frases de una forma en la<br />

que demanda ser tomada en serio:<br />

Girls, take this tip from me<br />

Get a workin’ man when you marry, and let all these sweet man be<br />

[…]<br />

There’s one thing about this marriage life that these young girls have got to know<br />

Is a sweet man enter your front gate, turn out your lights and lock your door. 38<br />

Aunque esta canción asume que la mayoría de las mujeres que la escuchan se<br />

casarán, no evoca las expectativas románticas normalmente asociadas con el<br />

matrimonio. En cambio, advierte a las mujeres que no se metan en matrimonios<br />

en los que terminarán sosteniendo a un hombre explotador (un «camelador<br />

» o un «rácano»).<br />

36 Véase el debate del culto a la maternidad de Mary P. Ryan en Womanhood in America: From<br />

Colonial Times to the Present, Nueva York, Franklin Watt s, 1975.<br />

37 Bessie Smith, Poor Man’s Blues, Columbia 14399-D, 24 de agosto de 1928. Reeditado en Empty<br />

Bed Blues, Columbia CG 30450, 1972.<br />

38 Bessie Smith, Pinchback Blues, Columbia 14025-D, 4 de abril de 1924. Reeditado en Empty Bed<br />

Blues, Columbia CG 30450, 1972. [Chicas, aceptad mi consejo: / Conseguid un hombre trabajador<br />

para casaros y dejad tranquilos a todos esos melosos / Hay algo sobre la vida matrimonial que las<br />

chicas jóvenes han de saber: / Si un hombre meloso entra por la cancela, apaga tus luces y cierra<br />

tu puerta]


150<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

Take Me for a Buggy Ride [Llévame de paseo en calesa], una canción popular<br />

repleta de insinuaciones sexuales y grabada en 1933, durante la última sesión<br />

de la carrera de Bessie Smith, contiene una referencia rápida y carente de sentido<br />

crítico al matrimonio:<br />

Daddy, you as sweet as you can be when you take me for a buggy ride<br />

When you set me down upon your knee and ask me to be your bride. 39<br />

Incluso estas referencias explícitas al matrimonio pueden ser atribuidas a que<br />

Smith estaba buscando formas de entrar en el mainstream musical. Ella misma<br />

decidió no grabar ningún blues durante lo que sería su sesión fi nal de grabación.<br />

Sólo quería cantar canciones populares, todas compuestas por el equipo<br />

formado por Leola B. Wilson y Wesley «Socks» [calcetines] Wilson, marido y<br />

mujer. 40 Su productor, John Hammond, también pudo haber tenido algo que<br />

ver con su decisión de excluir las canciones de blues. Después de un paréntesis<br />

en su carrera (ocasionada tanto por la prevista caída del blues como por<br />

el crack de 1929 del mercado de valores, que dejó a la industria de grabación<br />

patas arriba), había claras razones económicas para querer llegar a una audiencia<br />

tan amplia como fuera posible.<br />

Las alusiones sexuales en estas canciones, junto con las canciones grabadas<br />

anteriormente en los años treinta, son la causa de que éstas hayan sido etiquetadas<br />

de quasi-pornográfi cas. Mientras que las metáforas sexuales abundan<br />

en estas canciones, los personajes femeninos tienen, claramente, el control de<br />

su sexualidad, de forma que no hay abuso ni de sus parejas, ni de ellas mismas.<br />

Creo que es erróneo referirse a canciones como Need a Litt le Sugar in my<br />

Bowl [Necesito un poco de azúcar en mi taza] como pornográfi cas. No obstante,<br />

Hammond probablemente tiene razón cuando opina que, dada su aproximación<br />

superfi cial a la sexualidad, «no se pueden comparar con el material<br />

de Bessie Smith de los años veinte». 41 La referencia al matrimonio en Take me<br />

for a Buggy Ride, bien puede ser el resultado de un intento de Bessie Smith de<br />

39 Bessie Smith, Take Me for a Buggy Ride, Okeh 8945, 24 de noviembre de 1933. Reeditado en The<br />

World’s Greatest Blues Singer, Columbia CG 33, 1972. [Papi, eres tan dulce cuando me llevas a dar<br />

un paseo en calesa / Cuando te arrodillas y me pides que sea tu novia]<br />

40 Albertson, op. cit., 1972, p. 188. Las cuatro canciones que grabó el 24 de noviembre de 1933<br />

fueron Do Your Duty, Gimme a Pigfoot, Take Me for a Buggy Ride y I’m Down in the Dumps.<br />

41 Véase Edward Brooks, The Bessie Smith Companion, Nueva York, Da Capo, 1982, pp. 224-25.<br />

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I Used To Be Your Sweet Mama 151<br />

acercarse a un espacio cultural que requería que se posicionase más próxima,<br />

ideológicamente, a la audiencia blanca, mientras mantenía su conexión<br />

con las fans negras. Con un acompañamiento swing para esta última sesión,<br />

con músicos <strong>negros</strong> y blancos (Buck Washington, Jack Teagarden, Chuck Berry,<br />

Frankie Newton, Billy Taylor y Bobby Johnson, y Benny Goodman, en un<br />

número), es probable que John Hammond esperase que esas grabaciones se<br />

distribuyeran fuera del mercado de los llamados «race records». 42<br />

Gertudre «Ma» Rainey, una pionera del circuito negro del espectáculo y la<br />

persona responsable de inspirar a varias generaciones de mujeres del blues,<br />

recibió su título de «madre del blues» antes de realizar su primera grabación.<br />

En las canciones que grabó, la institución del matrimonio monógamo se repudiaba<br />

a menudo, de forma arrogante, con ese tipo de actitud que se atribuye<br />

normalmente al género masculino. En Blame It on the Blues [La culpa es del<br />

blues], por ejemplo, rechaza implícitamente la exclusividad sobre la sexualidad<br />

que tiene el matrimonio. Refl exionando sobre la fuente de su afl icción, la<br />

protagonista descubre que no puede culpar ni a su «marido», ni a su «amante».<br />

La letra de esta canción (y la forma tragicómica en que Rainey la canta)<br />

rechaza privilegiar el matrimonio por encima de las relaciones sexuales no<br />

maritales o extramatrimoniales:<br />

Can’t blame my mother, can’t blame my dad<br />

Can’t blame my brother for the trouble I’ve had<br />

Can’t blame my lover that held my hand<br />

Can’t blame my husband, can’t blame my man. 43<br />

En Shave’Em Dry [Aféitales en seco], una canción rica en metáforas sexuales<br />

provocativas, Rainey canta sobre una mujer que anda con un hombre casado.<br />

44 «When you wife comes» [cuando venga tu mujer], canta con una seriedad<br />

42 «Race records» hace alusión a una etiqueta, creada y promovida por algunas compañías<br />

discográfi cas, aplicada a la música hecha por afroamericanos y dirigida a un público igualmente<br />

afroamericano. [N. de E.]<br />

43 Gertrude «Ma» Rainey, Blame It on the Blues, Paramount 12760, septiembre de 1928. Reeditado<br />

en Ma Rainey, Milestone M-47021, 1974. [No puedo culpar a mi madre, no puedo culpar a mi papá<br />

/ No puedo culpar a mi hermano por el problema que he tenido / No puedo culpar a mi amante<br />

que me cogió de la mano / No puedo culpar a mi marido, no puedo culpar a mi hombre]<br />

44 Gertrude «Ma» Rainey, Shave’Em Dry, Paramount 12222, 1924. Reeditado en Ma Rainey’s Black


152<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

imperturbable, «tell her I don’t mean no harm» [dile que no pretendo hacerle<br />

daño]. Y en la introducción hablada a Gone Daddy Blues [El blues del papi que se<br />

marchó], la mujer que ha dejado a su marido por otro hombre parece jugar con<br />

la idea de convencerle para que la deje volver:<br />

Unknown man. Who’s that knocking on that door?<br />

Rainey. It’s me, baby.<br />

Man. Me who?<br />

Rainey. Don’t you know I’m your wife?<br />

Man. What!? Wife!?<br />

Rainey. Yeah!<br />

Man. Ain’t that awful? I don’t let no woman quit me but one time.<br />

Rainey. But I just quit one li’l old time, just one time!<br />

Man. You left here with that other man, why didn’t you stay? 45<br />

Misery Blues [El blues del sufrimiento] es la única canción de Rainey en la<br />

que la mujer aparece verdaderamente oprimida por las expectativas asociadas<br />

a la institución del matrimonio. Ella canta Misery Blues porque se<br />

ha dejado engañar por un hombre que le prometió casarse con ella, lo que<br />

signifi caba mantenerla, según la forma tradicional patriarcal. Ella esperaba<br />

que el matrimonio la liberara del trabajo cotidiano. El futuro esposo en esta<br />

canción no sólo reniega de su promesa de matrimonio, sino que, además,<br />

huye con todo su dinero:<br />

I love my brownskin, indeed I do<br />

Folks I know used to me being a fool<br />

I’m going to tell you what I went and done<br />

I give him all my money just to have some fun<br />

Bott om, Yazoo 1071, s/f.<br />

45 Gertrude «Ma» Rainey, Gone Daddy Blues, Paramount 12526, agosto de 1927. Reeditado en Ma<br />

Rainey, Milestone M-47021, 1974. [Hombre desconocido. ¿Quién está llamando a la puerta? /<br />

Rainey. Soy yo, cariño / Hombre. ¿Yo? ¿Quién? / Rainey. ¿No sabes que soy tu esposa? / Hombre.<br />

¿¡Qué!? ¿¡Esposa!? / Rainey. ¡Sí! / Hombre. ¿No es horrible? No le permito a ninguna mujer que<br />

me deje más de una vez / Rainey. Pero yo sólo te dejé una vez hace tiempo, ¡sólo una vez! /<br />

Hombre. Te fuiste de aquí con ese otro hombre, ¿por qué no te quedaste?]<br />

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He told me that he loved me, loved me so<br />

If I would marry him, I needn’t to work no mo’<br />

Now I’m grievin’. Almost dyin’<br />

Just because I didn’t know that he was lyin’. 46<br />

I Used To Be Your Sweet Mama 153<br />

Mientras que la actuación de Rainey enfatiza de forma afl igida el sufrimiento<br />

de la mujer, Misery Blues puede ser interpretado como una canción de<br />

«consejo», que previene a las mujeres de ser engañadas de manera similar<br />

por las expectativas románticas asociadas con la institución burguesa, patriarcal,<br />

del matrimonio.<br />

El trabajo de Bessie Smith representa retos explícitos a la dominación<br />

masculina, ideológicamente inherente a esta institución. En Money Blues [El<br />

blues del dinero], por ejemplo, la esposa le hace la vida insoportable a su<br />

marido con sus demandas incesantes de dinero y de una buena vida. 47 El<br />

marido, Samuel Brown, tiene dinero para cerveza, pero su mujer le demanda<br />

champán. (A menudo, como en este caso, a pesar de llevar la palabra<br />

«blues» en el título, ésta es una canción popular, no un twelve-bar blues). 48 En<br />

Young Woman’s Blues [El blues de la mujer joven], una de las composiciones<br />

propias de Smith, la protagonista simplemente no está interesada en el matrimonio.<br />

La interpretación de Smith de los siguientes versos rebosa seguridad<br />

en sí misma, independencia femenina y una descarada aceptación del<br />

placer sexual:<br />

No time to marry, no time to sett le down<br />

I’m a young woman and ain’t done runnin’ ‘round.<br />

46 Gertrude «Ma» Rainey, Misery Blues, Paramount 12508, agosto de 1927. Reeditado en Blues the<br />

World Forgot, Biografía BLP-12001, s/f. [Me encanta mi piel marrón, de verdad me encanta / La<br />

gente que me conoce está acostumbrada a que sea una tonta / Voy a contaros donde fui, lo que<br />

hice / Le di todo mi dinero sólo para pasarlo bien / Me dij o que me amaba, que me amaba tanto…<br />

/ Si me casaba con él, no necesitaría trabajar más / Ahora estoy sufriendo, casi muriéndome / Sólo<br />

porque no supe que él estaba mintiendo]<br />

47 Bessie Smith, Money Blues, Columbia 14137-D, 4 de mayo de 1926. Reeditado en Nobody’s Blues<br />

but Mine, Columbia CG 31093, 1972<br />

48 Twelve-bar blues es el nombre que se le da a un blues de doce compases. [N. de la T.]


154<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

El mismo sentimiento se vuelve a plantear en los versos que cierran la canción:<br />

I ain’t no high yella, I’m a deep killer brown<br />

I ain’t gonna marry, ain’t gon’ sett le down<br />

I’m gon’ drink good moonshine and run these browns down<br />

see that long lonesome road, Lord, you know it’s gott a end<br />

And I am a good woman and I can get plenty men. 49<br />

En la que es indudablemente la referencia más inquietante al matrimonio en<br />

la obra de Bessie Smith, la narradora de Hateful Blues [El blues odioso] amenaza<br />

con usar el cuchillo de carnicero que recibió como regalo de bodas para<br />

cortar en pedazos a su veleidoso marido. 50<br />

Los primeros blues de mujeres contienen pocas referencias neutras al<br />

matrimonio. Las evocaciones a la domesticidad femenina tradicional, ya sea<br />

asociada al matrimonio o no, son igualmente escasas. Cuando las mujeres<br />

son retratadas como si hubieran cumplido los requerimientos domésticos<br />

socialmente esperados en su relación con los hombres, normalmente se hace<br />

para exponer que se ha abusado de dichas mujeres o que se las ha abandonado.<br />

En el Weeping Willow Blues [Blues del sauce llorón] de Bessie Smith, la<br />

narradora declara:<br />

Folks, I love my man, I kiss him mornin’, noon, and night<br />

I wash his clothes and keep him clean and try to treat him right<br />

Now he’s gone and left me aft er all I’ve tried to do. 51<br />

49 Bessie Smith, Young Woman’s Blues, Columbia 14179-D, octubre de 1926. Reeditado en Nobody’s<br />

Blues but Mine, Columbia CG 31093, 1972. [No tengo tiempo para casarme, no tengo tiempo para<br />

sentar la cabeza / Soy una mujer joven y no he estado tonteando por ahí / Yo no soy blanca. Soy<br />

de un terrible marrón oscuro / No me voy a casar, no voy a sentar la cabeza / Me voy a beber un<br />

buen moonshine y a tumbar a estos mulatos / ¿Ves esa larga y solitaria carretera? Señor, sabes que<br />

tiene que terminar / Y soy una buena mujer y puedo conseguir muchos hombres]<br />

50 Bessie Smith, Hateful Blues, Columbia 14023-D, 9 de abril de 1924. Reeditado en Empty Bed<br />

Blues, Columbia CG 30450, 1972.<br />

51 Bessie Smith, Weeping Willow Blues, Columbia 14042-D, 26 de septiembre de 1924. Reeditado<br />

en Empty Bed Blues, Columbia CG 30450, 1972. [Amigos, amo a mi hombre, lo beso mañana, tarde<br />

y noche / Lavo su ropa y lo tengo limpio e intento tratarle bien / Ahora se ha ido y me ha dejado,<br />

después de todo lo que he intentado hacer]<br />

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I Used To Be Your Sweet Mama 155<br />

Smith canta estos versos con convincente sinceridad, desacreditando así la<br />

idea de que el cumplimiento de las responsabilidades domésticas femeninas<br />

convencionales sea la base para la felicidad en el matrimonio. Por otro lado,<br />

Yes, Indeed He Do [Sí, desde luego que me ama] está llena de ironía en sus referencias<br />

a la domesticidad, critica implícitamente el sofocante trabajo doméstico<br />

que las mujeres están forzadas a hacer para sus hombres:<br />

I don’t have to do no work except to wash his clothes<br />

And darn his socks and press his pants and scrub the kitchen fl oor. 52<br />

El sardónico Safety Mama [Mamá seguridad], otra composición de Smith, critica<br />

de forma humorística la división sexual del trabajo que confi na a la mujer<br />

en el hogar. La canción contiene una imagen invertida de la domesticidad, en<br />

la que el hombre es obligado por la mujer a encargarse de lo que se asume que<br />

son tareas del hogar femeninas, como castigo por su comportamiento sexista<br />

en la relación:<br />

So wait awhile, I’ll show you, child, just how to treat a no-good man<br />

Make him stay at home, wash and iron<br />

Tell all the neighbours he done lost his mind. 53<br />

La manera en la que Bessie Smith crea esta caricatura musical de la domesticidad<br />

revela los comienzos de una actitud de oposición hacia la ideología<br />

patriarcal.<br />

Hay razones históricas importantes por las que las imágenes idealizadas<br />

del matrimonio (y de la inmutabilidad de las relaciones personales que lleva<br />

implícita esta institución social) están ausentes en el blues hecho y cantado<br />

52 Bessie Smith, Yes, Indeed He Do, Columbia 14354-D, 24 de agosto de 1928. Reeditado en Empty<br />

Bed Blues, Columbia CG 30450, 1972. [No tengo nada que hacer excepto lavar su ropa / Y zurcir<br />

sus calcetines y planchar sus pantalones y fregar el suelo de la cocina]<br />

53 Bessie Smith, Safety Mama, Columbia 14634-D, 20 de noviembre de 1928. Reeditado en The<br />

World’s Greatest Blues Singer, Columbia CG 33, 1972. [Así que espera un momento, te voy a<br />

enseñar, niña, cómo tratar a un hombre que no es bueno: / Haz que se quede en casa, lavando y<br />

planchando / Y diles a todos los vecinos que ha perdido la cabeza]


156<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

por mujeres. Las representaciones normativas del matrimonio, como meta<br />

que defi ne las vidas de las mujeres, contradecían descaradamente la realidad<br />

social negra durante el medio siglo que siguió a la emancipación. Una mujer<br />

negra, pobre, de la época, que fuera abandonada o rechazada por un amante<br />

masculino, no estaba sufriendo meros problemas privados, sino que estaba<br />

atrapada, además, en una compleja red de circunstancias históricas. Aunque<br />

una relación avanzara sin problemas, un hombre negro recién emancipado<br />

estaba obligado a encontrar un trabajo, e incluso si encontraba un trabajo cerca<br />

del vecindario donde él y su compañera se hubieran establecido, podía<br />

tentarle la posibilidad de cambiar de lugar. En busca de trabajo (y también<br />

de las garantías siempre escurridizas de seguridad y felicidad), los hombres<br />

saltaban a trenes de mercancías y deambulaban de pueblo en pueblo, de Estado<br />

en Estado, de región en región. Había razones económicas imperativas<br />

por las que emprender viajes lejos de casa, aun cuando no hubiera trabajos<br />

que encontrar y el empleo disponible era agotador y estuviera mal retribuido;<br />

el propio hecho de poder viajar debió generar un enorme sentimiento de<br />

euforia y libertad en individuos cuyos antecesores habían sido encadenados<br />

durante siglos a lugares geográfi cos dictados por los amos. 54 Este impulso<br />

de viajar invadiría a un gran número de hombres <strong>negros</strong>, como una pulsión<br />

de origen socio-histórico, y sería interpretado más tarde en forma de canción<br />

en el Hellhound on My Trail [Los perros del infi erno me siguen la pista]<br />

de Robert Johnson: 55<br />

I got to keep moving, I got to keep moving<br />

Blues falling down like hail, blues falling down like hail<br />

54 Véase el tercer capítulo [del volumen original] para un debate más exhaustivo del papel de<br />

los viajes en la experiencia masculina en la post-esclavitud y, consecuentemente, en la forma que<br />

tomó el blues. Según Houston Baker, «los afroamericanos ―en lo más bajo de la escala social vernácula<br />

de EEUU― respondieron al ferrocarril como un “símbolo signifi cativo que ofrecía tanto<br />

cierto progreso económico como una posibilidad de expresión estética” [James Alan McPherson,<br />

Railroad: Trains and Train People in American Culture, Nueva York, Random House, 1976, p. 9].<br />

Esta posibilidad vino del empuje y el dinamismo de la locomotora, su promesa de movilidad<br />

desmedida y libertad ilimitada. El músico de blues en el cruce [...] se convirtió en un experto<br />

en reproducir o traducir estas energías locomotrices». Baker, Blues, Ideology, and Afro-American<br />

Literature, op. cit., p. 11.<br />

55 Robert Johnson, Hellhound on My Trail. Reeditado en Robert Johnson, The Complete Recordings,<br />

Columbia compact discs C2K 46222, CK 46234, 1990. [Tengo que seguir moviéndome, tengo que<br />

seguir moviéndome / El blues está cayendo como granizo, el blues está cayendo como granizo<br />

/ No puedo conservar ningún dinero, los perros del infi erno me siguen la pista / Los perros del<br />

infi erno me siguen la pista, los perros del infi erno me siguen la pista]<br />

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I can’t keep no money, hellhound on my trail<br />

Hellhound on my trail, hellhound on my trail.<br />

I Used To Be Your Sweet Mama 157<br />

Muchos de los amantes infi eles y fugitivos recordados por las mujeres del<br />

blues iban en busca de ese fugaz atisbo de libertad ofrecido por la nueva posibilidad<br />

histórica del viaje elegido. A la mayoría de las mujeres, por otro lado,<br />

se les negaba la opción de tomar la carretera de ciudad en ciudad. En su C.<br />

& A. Blues [Blues de C. & A.], Peetie Wheatstraw ofreció una de las muchas<br />

versiones de blues sobre la disparidad entre las condiciones masculinas y las<br />

femeninas. Éste retrató al hombre aliviando su dolor a través del viaje y a la<br />

mujer aliviando el suyo con lágrimas:<br />

When a woman gets the blues, she hangs her head and cries<br />

When a men gets the blues, he fl ags a freight train and rides. 56<br />

Algunas canciones grabadas por Bessie Smith (Chicago Bound Blues [El blues<br />

del límite de Chicago] por ejemplo) 57 respaldaron esta visión machista, que<br />

señala reacciones distintas de hombres y mujeres frente a esas nuevas formas<br />

de dolor emocional de la época posterior a la esclavitud. Sin embargo,<br />

el blues de las mujeres, en general, no allanó el camino a la idea (que sí<br />

aparece de varias formas en el country blues masculino) 58 de que los hombres<br />

cogieran la carretera y las mujeres recurrieran a las lágrimas. Las mujeres<br />

que cantaban blues no ratifi caron, como era costumbre, la resignación y la<br />

impotencia femeninas, ni aceptaron la relegación de las mujeres a los espacios<br />

privados e íntimos.<br />

56 Véase Paul Oliver, The Meaning of the Blues, Nueva York, Collier, 1960, p. 85. [Cuando una<br />

mujer tiene la depre, inclina la cabeza y llora / Cuando un hombre tiene la depre, baja a un tren<br />

de mercancías y monta]<br />

57 Bessie Smith, Chicago Bound Blues, Columbia 14000-D, 4 de diciembre de 1923. Reeditado en<br />

Any Woman’s Blues, Columbia G 30126, 1972.<br />

58 El country blues es un género derivado de la música hillbilly, que aparece entre 1927 y 1933,<br />

gracias a las grabaciones del músico blanco de Misisipi, Jimmie Rodgers; este género infl uyó profundamente<br />

en músicos afroamericanos de blues, como Big Joe Williams, Leadbelly, Mississippi<br />

Jonh Hurt, Skip James, Tampa Red y Howlin’ Wolf, quienes desarrollaron variantes del mismo.<br />

[N. de E.]


158<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

Aunque la sociedad, por lo general, no les daba a las mujeres el derecho a<br />

viajar tanto como a los hombres, las mujeres del blues vencieron, de forma<br />

considerable, dicha restricción. 59 Asimismo, en su música, encontraron formas<br />

de expresarse a sí mismas que discrepaban de los estándares vigentes de<br />

feminidad. Aunque hayan podido derramar lágrimas, encontraron el coraje<br />

para levantar sus cabezas y luchar, reivindicando su derecho a ser respetadas,<br />

no como apéndices o víctimas de los hombres, sino como seres humanos verdaderamente<br />

independientes, con deseos sexuales vívidamente articulados.<br />

Las mujeres del blues proporcionaron ejemplos empáticos de independencia<br />

femenina negra.<br />

Un número signifi cativo de canciones del legado grabado por Gertrude<br />

«Ma» Rainey sugiere que las estructuras de género de las comunidades negras<br />

se desviaban de las de la cultura dominante. En la tradición del género<br />

de pregunta / respuesta, 60 muchas de sus canciones orientadas hacia el amor<br />

y el sexo refl ejan o proporcionan respuestas a otras canciones asociadas con la<br />

tradición masculina del country blues. El blues masculino trata una gama más<br />

amplia de experiencias, muchas de las cuales vienen del trabajo o la carretera.<br />

Pero aquellas que giran en torno a la sexualidad, o que incluyen observaciones<br />

sobre las relaciones amorosas, no son radicalmente diferentes de las de<br />

sus homólogas, en cuanto al comportamiento que describen y a las imágenes<br />

que evocan. Al contrario de las suposiciones imperantes, como bien ha observado<br />

Sandra Lieb, autora de Mother of the Blues: A Study of Ma Rainey [La<br />

madre del blues: un estudio sobre Ma Rainey], son relativamente pocas las<br />

canciones de Rainey que evocan mujeres tan deshechas por la infi delidad, el<br />

abandono o el maltrato por parte de su amante, que dejen de ser sujetos activos<br />

o estén al borde de la autodestrucción. «Sólo trece de sus [noventa y dos]<br />

canciones [grabadas] describen a un tipo de mujer que padece la mayor de<br />

las penas, tumbada en la cama y llorando por su hombre ausente». 61 Mucho<br />

más típicas son las canciones en las que las mujeres celebran, explícitamente,<br />

su derecho a comportarse tan abierta e incluso tan indeseablemente como los<br />

59 Véase el tercer capítulo [del volumen original] donde se examinan temas de viajes en el blues<br />

de Gertrude Rainey.<br />

60 Call-and-Response es una forma de hacer música consistente en un diálogo entre instrumentos<br />

o voces, basado en la propia comunicación humana. [N. de la T.]<br />

61 Sandra Lieb, Mother of the Blues: A Study of Ma Rainey, Amherst, University Massachusett s<br />

Press, 1983, p. 83.<br />

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I Used To Be Your Sweet Mama 159<br />

hombres. Las protagonistas en los blues de «Ma» Rainey a menudo abandonan<br />

a sus hombres y les amenazan rutinaria y arrogantemente, incluso hasta<br />

el punto de llegar a la violencia.<br />

Mientras una abrumadora mayoría de las 160 62 grabaciones disponibles de<br />

Bessie Smith aluden al rechazo, al abuso, al abandono y a los amantes infi eles,<br />

la postura emocional preponderante de la cantante y protagonista (también<br />

en el caso de «Ma» Rainey) está lejos de ser resignada y desesperada. Por el<br />

contrario, la postura asumida más frecuentemente por las mujeres en estas<br />

canciones es la independencia y la asertividad (de hecho, rebeldía) rayando la,<br />

o con estallidos de, violencia. La primera canción que grabó Bessie Smith, una<br />

versión de la popular Down Hearted Blues [El blues descorazonado] de Alberta<br />

Hunter, retrata a una mujer con el corazón roto cuyo amor por un hombre se<br />

veía correspondido con el maltrato y el rechazo. Pero en su lucha contra la<br />

pena no se limita a «agachar la cabeza y llorar» con desaliento. Smith presenta<br />

a esta mujer como una mujer orgullosa que incluso desprecia al hombre que<br />

la ha maltratado, acentuando, como lo hace en los siguientes versos, el amor<br />

propio de la mujer:<br />

It may be a week, it may be a month or two<br />

It may be a week, it may be a month or two<br />

But the day you quit me, honey, is comin’ home to you. 63<br />

Puede ser cierto, como Paul Garon ha observado, que «el blues es una música<br />

egocéntrica, altamente personal, en la que las impresiones de la vida diaria<br />

son narradas según las reacciones de los cantantes». 64 Al mismo tiempo, y no<br />

obstante, el blues da expresión a refl exiones más amplias que refl ejan visiones<br />

del mundo específi cas de las comunidades trabajadoras negras. Así, Down<br />

Hearted Blues no concluye con una amenaza implícita contra el hombre que<br />

62 Contamos con un total de 160 grabaciones de Bessie Smith. Sin embargo, si la primera y la<br />

segunda parte de Empty Bed Blues se cuentan como una sola canción ―como sucede en ocasiones<br />

(Brooks, por ejemplo)― entonces el total puede cifrarse en 159.<br />

63 Alberta Hunter, Down Hearted Blues; Bessie Smith, Down Hearted Blues, Columbia A3844, 16 de<br />

febrero de 1923. Reeditado en The World’s Greatest Blues Singer, Columbia CG 33, 1972. [Puede ser<br />

una semana, puede ser un mes o dos / Puede ser una semana, puede ser un mes o dos / Pero el día<br />

que me abandonaste, cariño, se va a volver contra ti]<br />

64 Paul Garon, Blues and the Poetic Spirit, Nueva York, Da Capo, 1978, p. 33.


160<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

ha maltratado y abandonado a la protagonista femenina. En lugar de eso, termina<br />

con un discurso hacia los hombres en general (una contestación audaz,<br />

quizás implícitamente feminista, a la norma patriarcal):<br />

I got the world in a jug, the stopper’s in my hand<br />

I got the world in a jug, the stopper’s in my hand<br />

I’m gonna hold it until you men come under my command. 65<br />

Un reto igualmente audaz se puede encontrar en el Barrel House Blues [El blues<br />

de la barrelhouse], 66 maravillosamente cómico, de «Ma» Rainey, que celebra los<br />

deseos de las mujeres hacia el alcohol y los buenos ratos, además de su privilegio,<br />

como iguales que son a los hombres, de ser infi eles:<br />

Papa likes his sherry, mama likes her port<br />

Papa likes to shimmy, mama likes to sport<br />

Papa likes his bourbon, mama likes her gin<br />

Papa likes his outside women, mama likes her outside men. 67<br />

Este signifi cativo blues, al dibujar paralelismos entre el deseo masculino y el<br />

femenino, sus inclinaciones similares hacia la intoxicación, el baile y el sexo,<br />

lanza un reto descarado a las nociones dominantes sobre la subordinación de<br />

las mujeres. Barrel House Blues esboza un retrato de una «mamá» alegre no<br />

menos a gusto con su cuerpo y su sexualidad que su «papá». Tales destellos<br />

de las mujeres, que reafi rman su igualdad sexual con los hombres, se repiten<br />

65 Bessie Smith, Down Hearted Blues. [Tengo el mundo en una jarra, la tapa está en mi mano /<br />

Tengo el mundo en una jarra, la tapa está en mi mano / Voy a sostenerla hasta que vosotros, los<br />

hombres, caigáis bajo mi dominio]<br />

66 Barrelhouse es un tipo de establecimiento de baja categoría, situado en los barrios <strong>negros</strong> de las<br />

grandes ciudades de Estados Unidos, en los que se sirve básicamente cerveza y brandy casero,<br />

directamente desde el tonel [barrel], colocado sobre la barra. [N. de la T.]<br />

67 Gertrude «Ma» Rainey, Barrel House Blues, Paramount 12082, diciembre de 1923. Reeditado en<br />

Queen of the Blues, Biograph BLP-12032, s/f. [A papá le gusta su jerez, a mamá le gusta su oporto<br />

/ A papá le gusta bailar shimmy, a mamá le gusta hacer deporte / A papá le gusta su bourbon,<br />

a mamá le gusta su ginebra / A papá le gustan sus otras mujeres, a mamá le gustan sus otros<br />

hombres]<br />

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I Used To Be Your Sweet Mama 161<br />

una y otra vez en el trabajo de las cantantes del blues clásico. 68 De hecho, algunos<br />

de estos retratos fi cticios refl ejan, con toda probabilidad, las experiencias<br />

de las mujeres negras que se movían en los circuitos profesionales de la<br />

industria del espectáculo. «Ma» Rainey era conocida por ser capaz de eclipsar<br />

a cualquier hombre con su increíble voracidad sexual (y Bessie Smith era conocida<br />

por ser capaz de derrotar a cualquier hombre que la retara a beber).<br />

En los tiempos de Gertrude «Ma» Rainey y Bessie Smith, las mujeres del<br />

blues dieron testimonio de las contradictorias demandas históricas hechas a<br />

las mujeres negras estadounidenses. Por un lado, en virtud de su feminidad,<br />

se enfrentaron a las expectativas ideológicas de domesticidad y subordinación<br />

que emanaban de la cultura dominante. Por otro lado, dadas<br />

las transformaciones políticas, económicas y emocionales ocasionadas por el<br />

desmantelamiento de la esclavitud, sus experiencias vividas dieron la vuelta<br />

a dichas asunciones ideológicas evidentemente incongruentes. En el blues, las<br />

relaciones de género son llevadas hasta el límite y más allá. Un ejemplo típico<br />

es una de las primeras canciones de Bessie Smith, Mistreatin’ Daddy [Papi<br />

maltratador], que abre con un discurso hacia un amante abusivo e insensible:<br />

Daddy, mama’s got the blues, the kind of blues that’s hard to lose.<br />

‘Cause you mistreated me and drove me from your door.<br />

Smith canta estos versos como si esta mujer hubiera intentado hacer que la<br />

relación funcionara y estuviera completamente descorazonada al haber sufrido<br />

la iniquidad de un hombre al que es posible que haya amado. No mucho<br />

después, sin embargo, ella le informa amenazadoramente:<br />

If you see me sett ing on another daddy’s knee<br />

Don’t bother me, I’m as mean as I can be<br />

68 Daphne Duval Harrison señala que las mujeres «empleaban el lenguaje fanfarrón y expresivo<br />

de los hombres para presumir de sus excelentes atributos físicos y su potente habilidad sexual [...]<br />

la naturaleza lasciva de muchos de estos blues movilizó a comunidades que buscaban prohibirlos.<br />

Los periódicos <strong>negros</strong> desprestigiaban a las intérpretes que los incluían en su repertorio y las<br />

acusaban de usar letras lascivas para camufl ar su escaso talento. Éste no era el caso, claramente,<br />

ya que las mejores cantantes del blues crearon algunos temas sexuales. Lo que no se puede negar<br />

es que algunas sí eran abiertamente lascivas y dejaban poco a la imaginación». Black Pearls, op.<br />

cit., 1990, p. 106.


162<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

I’m like the butcher right down the street<br />

I can cut you all to pieces like I would a piece of meat. 69<br />

El realismo sin adornos, sin miedo, es un rasgo distintivo del blues. Sus representaciones<br />

de las relaciones sexuales no son construidas conforme a la sentimentalidad<br />

de la tradición de la canción popular estadounidense. El amor romántico<br />

rara vez es idealizado en el blues. Ninguna auténtica mujer del blues<br />

podría, de buena fe, cantar con convicción sobre un apuesto príncipe, que la<br />

llevara hacia el «felices para siempre». Sólo algunas canciones de Bessie Smith<br />

(y ninguna de Rainey) sitúan las relaciones amorosas y el deseo sexual en un<br />

marco discursivo estrictamente machista. Las mujeres del blues clásico cantaban<br />

las aspiraciones femeninas de felicidad y, con frecuencia, asociaban estas<br />

aspiraciones con el deseo sexual, pero raras veces ignoraban las ambigüedades<br />

y contradicciones que esto conllevaba. Por ejemplo, en Honey, Where You<br />

Been So Long? [Cariño, ¿dónde has estado todo este tiempo?], «Ma» Rainey<br />

evoca una mujer que no cabe en sí de gozo, porque su hombre está de regreso:<br />

He’ll soon be returning and glad tidings he will bring<br />

Then I’ll throw my arms around him, then begin to sing.<br />

Pero no intenta fi ngir que su hombre sea un dechado de perfección:<br />

Honey, where you been so long?<br />

Never thought you could treat me wrong<br />

Look how you have dragged me down. 70<br />

69 Bessie Smith, Mistreatin’ Daddy. Columbia 14000-D, 4 de diciembre de 1923. Reeditado en Any<br />

Woman’s Blues, Columbia G 30126, 1972. [Papi, mama está depre, ese tipo de pena que es difícil<br />

olvidar / Porque me has maltratado y me has echado de tu casa / Si me ves sentada en las rodillas<br />

de otro papi / No me molestes, soy todo lo mala que puedo / Soy como el carnicero del fi nal de la<br />

calle / Puedo cortarte en pedazos como cortaría un trozo de carne]<br />

70 Gertrude «Ma» Rainey, Honey, Where You Been So Long? Paramount 12200, marzo de 1924. Reeditado<br />

en Queen of the Blues, Biograph BLP-12032, s/f. [Él regresará pronto y traerá buenas noticias<br />

/ Entonces le abrazaré, entonces empezaré a cantar / Cariño, ¿dónde has estado todo este tiempo?<br />

/ Nunca pensé que me tratarías mal / Mira cómo me has arrastrado]<br />

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I Used To Be Your Sweet Mama 163<br />

Nótese que se da una burla de la cultura dominante blanca con el inglés rústico<br />

negro. El Sam Jones Blues [Blues de Sam Jones] de Bessie Smith utiliza la<br />

misma técnica, al señalar las contradicciones culturales que experimentaban<br />

las mujeres negras, comparando sus propias actitudes hacia el amor y el sexo<br />

con las idealizaciones de la cultura dominante.<br />

La mujer del Lawd, Send Me a Man Blues [Blues «Señor, envíame un hombre»]<br />

de «Ma» Rainey no alberga ninguna ilusión sobre la relación que tanto<br />

desea tener con un hombre. Se siente sola y se pregunta: «Who gonna pay<br />

my board bill now» [Quién va a pagar ahora mi comida]. Suplica para poder<br />

conseguir cualquier hombre y ruega con un triste entusiasmo:<br />

Send me a Zulu, a voodoo, any old man<br />

I’m not particular, boys, I’ll take what I can. 71<br />

Baby Doll [Muñeca] de Bessie Smith expresa el mismo mensaje:<br />

I wanna be somebody’s baby doll so I can get my lovin’ all the time<br />

I wanna be somebody’s baby doll to ease my mind<br />

He can be ugly, he can be black, so long as he can eagle rock and ball the jack. 72<br />

Estas mujeres del blues no tenían reparos en proclamar el deseo femenino.<br />

Sus canciones expresan su intención de «conseguir cariño». Tales afi rmaciones<br />

de autonomía sexual, así como las expresiones abiertas del deseo sexual<br />

femenino, dan voz a las posibilidades de igualdad, en un momento histórico<br />

71 Gertrude «Ma» Rainey, Lawd, Send Me a Man Blues, Paramount 12227, mayo de 1924. Reeditado<br />

en Queen of the Blues, Biograph BLP-12032, s/f. [Envíame un zulú, un vudú, cualquier hombre<br />

viejo / No soy especial, chicos, me quedaré con lo que haya]<br />

72 Bessie Smith, Baby Doll, Columbia 14147-D, 4 de mayo de 1926. Reeditado en Nobody’s Blues<br />

but Mine, Columbia CG 31093, 1972. [Quiero ser la muñequita de alguien para poder tener a mi<br />

amor todo el tiempo / Quiero ser la muñequita de alguien para aliviar mi mente / Él puede ser feo,<br />

puede ser negro, siempre que pueda hacer el Eagle Rock y bailar el Jack] [Ballin’ the Jack es una<br />

conocida canción de ragtime de Jim Burris y Chris Smith de 1913 aunque to ball the jack en argot<br />

también signifi caba ir a toda velocidad. N de E.]


164<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

en el que no se articulaban en ningún otro lugar. El blues hecho y cantado por<br />

las mujeres y la política cultural vivida por las reinas del blues en sus carreras,<br />

colocaron en la agenda de la historia estas nuevas perspectivas.<br />

El realismo del blues no se limita a las interpretaciones literales. Por el<br />

contrario, el blues contiene muchas lecturas y son de una complejidad y profundidad<br />

sorprendentes. Precisamente porque el blues confronta asuntos<br />

emocionales y sexuales en estado puro, asociados con una realidad histórica<br />

muy específi ca, expresa elementos que trascienden la particularidad de sus<br />

orígenes. Hay un núcleo de signifi cado en los textos del blues clásico de mujeres<br />

que, aunque prefeminista, en un sentido histórico, revela que las mujeres<br />

negras de esa época reconocían y trataban temas centrales del discurso feminista<br />

contemporáneo.<br />

Al centrarse en el tema de la violencia misógina, el movimiento activista<br />

de mujeres de la Segunda Ola del siglo XX puso al descubierto la centralidad<br />

de la separación ideológica entre la esfera pública y la privada, propia de la<br />

estructura de dominación masculina. A principios de los setenta, las mujeres<br />

empezaron a hablar públicamente sobre palizas, violaciones y restricciones a<br />

sus derechos reproductivos. Ocultados por un velo de silencio, estos asaltos<br />

contra las mujeres habían sido tradicionalmente considerados como un hecho<br />

de la vida privada, hechos que tenían que ser silenciados a toda costa y no<br />

reconocerse en la esfera pública. El explosivo signifi cado que había detrás de<br />

la desafi ante idea de las feministas de que «lo personal es político» 73 era, precisamente,<br />

que este encubrimiento no se toleraría más tiempo.<br />

Las interpretaciones del blues clásico hechas por mujeres (especialmente<br />

las de Bessie Smith) eran uno de los pocos espacios culturales en los que resultaba<br />

habitual hablar en público sobre la violencia masculina. Lo que explica<br />

el hecho de que las mujeres del blues de los años veinte (y los textos que<br />

presentan) no respeten tabú alguno a la hora de hablar públicamente sobre<br />

la violencia doméstica es que el blues es un género que no reconoce las<br />

fronteras discursivas e ideológicas que separan la esfera privada de la pública.<br />

Históricamente, el corpus literario sobre «palizas» no es amplio, dado<br />

que las mujeres blancas acomodadas, cuya posición hubiera permitido que<br />

73 Véase el estudio de Sara Evans, Personal Politics: The Roots of Women Liberation in the Civil Rights<br />

Movement, and the New Left , Nueva York, Knopf, 1979.<br />

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I Used To Be Your Sweet Mama 165<br />

escribieran sobre sus experiencias en relaciones violentas, sólo hace poco<br />

se han convencido de que tal violencia ejercida en privado es un asunto<br />

apto para ser discutido en público.<br />

Sin embargo, sí que hay un corpus preservado de cultura oral (u «oratoria»,<br />

por utilizar el término empleado por algunas académicas) 74 sobre los<br />

abusos sufridos en el ámbito doméstico, en las canciones de las mujeres del<br />

blues como Gertrude Rainey y Bessie Smith. La violencia contra las mujeres<br />

fue siempre un tema apto para las cantantes de blues. La urgencia contemporánea<br />

por romper el silencio que rodea a la violencia misógina y el movimiento<br />

político organizado que se enfrenta a la violencia contra las mujeres tiene<br />

un precursor estético en la obra de las cantantes de blues clásico.<br />

Al blues de las mujeres se le ha acusado de promover respuestas permisivas<br />

y, por lo tanto, antifeministas con respecto al tema del abuso misógino.<br />

Es cierto que algunas de las canciones grabadas por Rainey y Smith parecen<br />

ejemplifi car la aceptación de la violencia masculina (e incluso, a veces, un<br />

deleite masoquista por ser el objeto de las palizas del amante). Tales afi rmaciones<br />

no tienen en cuenta cuánto se manipula y transforma el signifi cado del<br />

blues al interpretarlo (llegando a veces, incluso, a signifi car lo contrario). El<br />

blues hace un uso desbordante del humor, la sátira y la ironía, revelando sus<br />

raíces históricas en la música esclava, donde los métodos indirectos de expresión<br />

eran los únicos medios a través de los que se podía denunciar la opresión<br />

de la esclavitud. En este sentido, el género del blues es un descendiente directo<br />

de las canciones de trabajo, que a menudo contaban con el uso de indirectas<br />

e ironías para señalar lo inhumano de los propietarios de esclavos, a fi n de<br />

asegurarse de que los blancos mencionados en sus canciones no entendieran<br />

de ninguna manera el signifi cado. 75<br />

Bessie Smith canta algunas canciones cuyas letras pueden parecer aceptar<br />

que el abuso emocional y físico es un riesgo al que se exponen las mujeres que<br />

mantienen relaciones sexuales. Pero una atención rigurosa a la presentación<br />

musical de estas canciones persuade al oyente de que contienen críticas implícitas<br />

al abuso masculino. En Yes, Indeed He Do, la presentación sarcástica<br />

de Smith de las letras transforma las observaciones sobre un amante infi el,<br />

violento y explotador, en una crítica mordaz de la violencia machista:<br />

74 Véase Michere Githae Mugo, Orature and Human Rights, Roma, Institute of South African Development<br />

Studies, NUL, Lesotho, 1991.<br />

75 Véase el debate de Oakley sobre el trabajo y la canción en Oakley, op. cit., 1976, pp. 36-46.


166<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

Is he true as stars above me? What kind of fool is you?<br />

He don’t stay from home all night more than six times a week<br />

No, I know that I’m his Sheba, and I know that he’s my sheik<br />

And when I ask him where he’s been, he grabs a rocking chair<br />

Then he knocks me down and says: «It’s just a litt le love lick, dear».<br />

If he beats me or mistreats me, what is that to you?<br />

I don’t have to do no work except to wash his clothes<br />

And darn his socks and press his pants and scrub the kitchen fl oor<br />

I wouldn’t take a million for my sweet, sweet daddy Jim<br />

And I wouldn’t give a quarter for another man like him.<br />

Gee, ain’t it great to have a man that’s crazy over you?<br />

Oh, Do my sweet, sweet daddy love me? Yes, indeed he do. 76<br />

Edward Brooks, in The Bessie Smith Companion [La compañera Bessie Smith],<br />

hace el siguiente comentario sobre esta canción: «Bessie pronuncia la canción<br />

rugiendo con entusiasmo, como si fuera realmente un panegírico dirigido a<br />

un amante ejemplar; narra sus vilezas aprobando sus virtudes y produce sobresalto<br />

comparar la alegría de su voz con las palabras que pronuncia». 77<br />

El análisis de Brooks asume que Smith interpretaba esta canción sin segundas<br />

intenciones. De esta forma, se le pasa por alto que tal ambigüedad y<br />

complejidad son intencionadas. Smith era una intérprete, una actriz y una cómica<br />

consumada y, por lo tanto, estaba familiarizada con los usos del humor<br />

y la ironía. Es mucho más plausible entender que decide cantar Yes, Indeed He<br />

Do simulando tanto elogios como júbilo, a modo de esfuerzo consciente por<br />

poner de relieve, del modo más efectivo posible, lo inhumano y misógino de<br />

los hombres que agreden.<br />

76 Bessie Smith, Yes, Indeed He Do. [¿Es sincero como las estrellas que hay sobre mí? ¿Qué tipo de<br />

tonta eres tú? / Él no está fuera de casa toda la noche más de seis veces a la semana / No, yo sé que<br />

soy su Sheba y que él es mi jeque / Y cuándo le pregunto dónde ha estado, él agarra una mecedora<br />

/ Entonces me tira al suelo y dice: «Es sólo un pequeño chupetón, querida». / Si él me pega<br />

o me maltrata, ¿qué te importa a ti? / No tengo nada que hacer excepto lavar su ropa / Y zurcir<br />

sus calcetines y planchar sus pantalones y fregar el suelo de la cocina / No cogería ni un millón<br />

a cambio de mi dulce, dulce, papi Jim / Y no daría un cuarto de dólar por otro hombre como él<br />

/ Caramba, ¿no es genial tener a un hombre que está loco por ti? / Oh, ¿me ama mi dulce, dulce,<br />

papi? Sí, sin duda, me ama]<br />

77 Brooks, op. cit., 1982, p. 143.<br />

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I Used To Be Your Sweet Mama 167<br />

Yes, Indeed He Do fue grabada en 1928, cinco años después de que Smith comenzara<br />

a grabar sus temas. En 1923, grabó Outside of That [Aparte de esto],<br />

una canción sobre un hombre que pegaba a su pareja con regularidad, pero<br />

que también era un amante espléndido. El sarcasmo está más presente en Yes,<br />

Indeed He Do que en esta última, si bien Outside of That también se merece<br />

un riguroso examen. La protagonista proclama con entusiasmo su amor<br />

por un hombre que la pega y que se vuelve especialmente violento en respuesta<br />

a su declaración (en broma, afi rma la narradora) de que ya no le ama:<br />

I love him as true as stars above<br />

He beats me up but how he can love<br />

I never loved like that since the day I was born.<br />

I said for fun I don’t want you no more<br />

And when I said that I made sweet papa sore<br />

He blacked my eye, I couldn’t see<br />

Then he pawned the things he gave to me<br />

But outside of that, he’s all right with me.<br />

I said for fun I don’t want you no more<br />

And when I said that I made sweet papa sore<br />

When he pawned my things, I said you dirty old thief<br />

Child, then he turned around and knocked both of my teeth<br />

Outside of that, he’s allright with me. 78<br />

A primera vista, esta canción parece comprender (e incluso glorifi car) la violencia<br />

machista. A menudo es interpretada como un consentimiento abierto<br />

de las relaciones sadomasoquistas. Pero cuando se considera cuidadosamente<br />

la letra (incluso al margen de la interpretación de Smith) no hay<br />

ninguna prueba concluyente de que la mujer obtenga placer de las palizas<br />

78 Bessie Smith, Outside of That, Columbia A 3900, 30 de abril de 1923. Reeditado en The World’s<br />

Greatest Blues Singer, Columbia CG 33, 1972. [Que le quiero es tan cierto como que hay estrellas<br />

ahí arriba / Me pega, pero cómo me ama / Yo nunca amé así desde el día en que nací / Dij e de<br />

broma: «Ya no te quiero» / Y cuando lo dij e enfadé al dulce papá / Me puso el ojo morado, no<br />

podía ver / Entonces empeñó las cosas que me había dado / Pero aparte de eso, es bueno conmigo<br />

/ Dij e de broma: «Ya no te quiero» / Y cuando lo dij e enfadé al dulce papá / Cuando empeñó mis<br />

cosas, dij e: «Tú, sucio viejo ladrón» / «Niña», entonces se dio la vuelta y me sacó dos dientes /<br />

Aparte de eso, es bueno conmigo]


168<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

que recibe. Por el contrario, ella alaba a su amante por su habilidad sexual<br />

y proclama que le ama a pesar de la brutalidad a la que se ve sometida. La<br />

interpretación de Smith de Outside of That es de algún modo más sutil que en<br />

Yes, Indeed He Do, pero una escucha atenta confi rma que utiliza su voz para<br />

ironizar y criticar a la narradora (incluso si resulta que ella misma es esa<br />

mujer), que abraza con tal entusiasmo a un compañero tan perjudicial para<br />

su bienestar físico y emocional.<br />

El secretismo y el silencio que históricamente han acompañado a la violencia<br />

machista están conectados a su construcción social como un problema privado,<br />

secuestrado tras las impenetrables paredes domésticas, y no como un<br />

problema social, que merezca atención política. Hasta hace muy poco, estaba<br />

tan efi cazmente confi nado a la esfera privada que, por lo general, los agentes<br />

de policía intervenían en las «discusiones domésticas» sólo en situaciones «de<br />

vida o muerte». Incluso en los años noventa, la acción policial, cuando tiene<br />

lugar, todavía se ve acompañada de una seria reticencia a que las fuerzas<br />

públicas del Estado intervengan en los asuntos privados de los individuos. 79<br />

Outside of That presenta, de forma efi caz, la violencia contra las mujeres como<br />

un problema que debe ser considerado de forma pública. La canción nombra<br />

el problema desde la voz de la mujer, objetivo de las palizas: «He beats me<br />

[…] He blacked my eyes, I couldn’t see […] he turned around and knocked<br />

out both of my teeth». Nombra la violencia doméstica en el contexto colectivo<br />

de la interpretación del blues y por tanto lo defi ne como un problema que merece<br />

estar presente en el discurso público. Escuchando esta canción, las mujeres<br />

que eran víctimas de tales abusos podían percibirlos, consecuentemente,<br />

como una condición compartida y, por lo tanto, social.<br />

Sólo podemos hacer conjeturas sobre si las mujeres, como público de Bessie<br />

Smith, eran capaces de utilizar sus actuaciones como punto de apoyo a partir<br />

del cual desarrollar actitudes más críticas hacia la violencia que sufrían. Ciertamente,<br />

la campaña organizada para erradicar la violencia doméstica no emergió<br />

en Estados Unidos hasta los años setenta. Las mujeres comprometidas en<br />

estos primeros esfuerzos tomaron prestada la estrategia de «concienciación»<br />

del movimiento de mujeres chinas que promovía «hablar de la amargura» o<br />

79 Véase Susan Schechter, Women and Male Violence: The Visions and Struggles of the Batt ered Women’s<br />

Movement, Boston, South End, 1982, para una revisión de primer movimiento anti-violencia. Un<br />

estudio reciente excelente, que se centra específi camente en las mujeres negras y la violencia<br />

doméstica, es Compelled to Crime: The Gender Entrapment of Batt ered Women de Beth Richie, Nueva<br />

York, Routledge, 1996.<br />

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I Used To Be Your Sweet Mama 169<br />

«hablar de lo que duele para superarlo». 80 Esta estrategia resuena notablemente<br />

en las prácticas del blues. A ojos de las mujeres negras de clase trabajadora, el<br />

blues tomaba una postura de clara oposición hacia la violencia machista, al menos<br />

a nivel de la experiencia individual. Las letras indican resistencia por parte<br />

de la víctima: «I said for fun I don’t want you no more […] When he pawned<br />

my things, I said you dirty old thief». Aunque estos comentarios se ofrecen en<br />

un tono humorístico, no dejan de insinuar que la víctima no se encoge ante el<br />

agresor, sino que más bien reta su derecho a agredirla con impunidad. En la interpretación<br />

que Bessie Smith hace de esta canción, la frase recurrente «Outside<br />

of that, he’s allright with me» es cantada con un tono satírico, dando a entender<br />

que su signifi cado puede ser, precisamente, lo contrario a su sentido literal.<br />

El Black Eye Blues [El blues del ojo morado] de «Ma» Rainey, una presentación<br />

cómica del tema de la violencia doméstica, habla de una mujer llamada<br />

señorita Nancy que desafía a su violento compañero:<br />

I went down the alley, other night<br />

Nancy and her man had just had a fi ght<br />

He beat Miss Nancy ‘cross the head<br />

When she rose to her feet, she said:<br />

«You low down alligator, just watch me<br />

Sooner or later gonna catch you with your britches down<br />

You ‘buse me and you cheat me, you dog around and beat me<br />

Still I’m gonna hang around.<br />

Take all my money, blacken both of my eyes<br />

give it to another woman, come home and tell me lies<br />

you low down alligator, just watch me<br />

Sooner or later gonna catch you with your britches down<br />

I mean, gonna catch you with your britches down». 81<br />

80 Se pueden encontrar referencias a la táctica revolucionaria de las mujeres chinas de «hablar<br />

de la amargura», o «hablar del dolor para superarlo» en muchos de los escritos feministas de la<br />

Segunda Ola sobre concienciación. Véase, por ejemplo, Sisterhood Is Powerful: An Anthology of Writings<br />

from the Women’s Liberation Movement de Robin Morgan, Nueva York, Vintage, 1970, p. xxv.<br />

Véase también el documento, muy difundido, de Irene Pesliki, «Resistances to Consciousness». Se<br />

puede encontrar en Sisterhood Is Powerful de Morgan y en el volumen editado de Leslie B. Tanner,<br />

Voices from Women’s Liberation, Nueva York, Signet, 1971.<br />

81 Gertrude «Ma» Rainey, Black Eye Blues, Paramount, 12963, septiembre de 1928. Reeditado en


170<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

El blues de las mujeres sugiere una emergente insurgencia feminista en el que<br />

ellas nombran sin ningún reparo el problema de la violencia machista, redirigiéndolo<br />

así fuera de las sombras de la vida doméstica donde la sociedad lo<br />

había mantenido escondido, más allá del escrutinio público o político. Incluso<br />

cuando no ofrece una perspectiva crítica, Bessie Smith nombra el problema y<br />

la ambivalencia que éste ocasiona. En Please Help Me Get Him off My Mind [Por<br />

favor ayúdame a sacármelo de la cabeza], por ejemplo, la protagonista consulta<br />

a una gitana sobre su enredo emocional con un hombre violento, cuya<br />

infl uencia desea exorcizar. 82<br />

Otras referencias explícitas al abuso físico en la obra de Smith se pueden<br />

encontrar en It Won’t Be You [No serás tú], 83 Slow and Easy Man [Despacio y<br />

con calma, hombre], 84 Eavesdropper’s Blues [El blues de la fi sgona], 85 Love Me<br />

Daddy Blues [Blues «Quiéreme papi»], 86 Hard Driving Papa [Un papá difícil de<br />

conducir], 87 y ‘Tain’t Nobody’s Bizness If I do [No es asunto de nadie si así lo<br />

quiero]. 88 En la primera canción, la protagonista celebra con aire burlón su<br />

decisión de dejar a su hombre informándole de que si su próximo compañero<br />

«beats me and break my heart» [me pega y me rompe el corazón], al menos<br />

Ma Rainey, Milestone M-47021, 1974. [Bajé por el callejón la otra noche / Nancy y su hombre acababan<br />

de tener una pelea / Él pegó a la señorita Nancy en la cabeza / Cuando ella se puso en pie,<br />

dij o: / «Tú, vil caimán, sólo mírame / Antes o después voy a pillarte con los pantalones bajados /<br />

Abusas de mí y me engañas, me persigues por ahí y me pegas / Aún así voy a quedarme por aquí<br />

/ Coge todo mi dinero, ponme los dos ojos morados / Dáselo a otra mujer, ven a casa y cuéntame<br />

mentiras / Tú, vil caimán, sólo mírame / Antes o después voy a pillarte con los pantalones bajados<br />

/ Quiero decir, voy a pillarte con los pantalones bajados»]<br />

82 Bessie Smith, Please Help Me Get Him off My Mind, Columbia 14375, 24 de agosto de 1928. Reeditado<br />

en Empty Bed Blues, Columbia CG 30450, 1972.<br />

83 Bessie Smith, It Won’t Be You, Columbia 14338-D, 21 de febrero de 1928. Reeditado en Empty<br />

Bed Blues, Columbia CG 30450, 1972.<br />

84 Bessie Smith, Slow and Easy Man, Columbia 14384-D, 24 de agosto de 1928. Reeditado en Empty<br />

Bed Blues, Columbia CG 30450, 1972.<br />

85 Bessie Smith, Eavesdropper’s Blues, Columbia 14010-D, 9 de enero de 1924. Reeditado en Any<br />

Woman’s Blues, Columbia C 30126, 1972.<br />

86 Bessie Smith, Love Me Daddy Blues, Columbia 14060-D, 12 de diciembre de 1924. Reeditado en<br />

The Empress, Columbia CG 30818, 1972.<br />

87 Bessie Smith, Hard Driving Papa, Columbia 14137-D, 4 de mayo de 1926. Reeditado en Nobody’s<br />

Blues but Mine, Columbia CG 31093, 1972.<br />

88 Bessie Smith, Tain’t Nobody’s Bizness If I do, Columbia A3898, 26 de abril de 1923. Reeditado en<br />

The World’s Greatest Blues Singer, Columbia CG 33, 1972.<br />

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I Used To Be Your Sweet Mama 171<br />

«it won´t be you» [no serás tú]. Slow and Easy Man presenta a una mujer que<br />

aparentemente se deleita con los placeres sexuales que le ofrece su pareja,<br />

pero menciona, de paso, que su hombre «cuses and fi ghts» [insulta y pelea].<br />

Podemos suponer que la mujer de Eavesdropper’s Blues es blanco de abuso<br />

físico y verbal en tanto que su hombre le pone «eyes all blue» [los ojos morados]<br />

si no tiene dinero que darle. Tanto en Love Me Daddy Blues como en Please<br />

Help Me Get Him Off My Mind, la mujer experimenta el típico dilema de las<br />

esposas maltratadas que continúan amando a sus parejas maltratadoras.<br />

Edward Brooks describe los últimos versos de Hard Driving Papa como<br />

«una celebración del masoquismo». 89 Pero cuando Bessie Smith canta «Because<br />

I love him, ‘cause there’s no one can beat me like he do» [Porque le amo,<br />

porque no hay nadie que pueda pegarme como él], está claro, en su interpretación,<br />

que lejos de entusiasmarse por las palizas que ha recibido, está<br />

expresando una desesperación absoluta a causa del problema. El penúltimo<br />

verso, «I’m going to the river feelin’ so sad and blue» [Voy al río sintiéndome<br />

tan triste y deprimida] es pronunciado con tal melancolía que nadie duda de<br />

que la protagonista está decidida a suicidarse. Éste es un momento de profunda<br />

desesperación, poco común en la obra de Smith. Interpretar la referencia<br />

a la agresión como una celebración del masoquismo ignora el mayor<br />

aporte de la canción, su testimonio, y la complejidad de la misma.<br />

La grabación de Bessie Smith de ‘Tain’t Nobody’s Bizness If I Do de Porter<br />

Grainger (un tema relacionado también con Billie Holiday) es una de sus canciones<br />

más conocidas. Como Outside the That [A parte de esto], ha sido interpretada<br />

como una canción que aprueba el masoquismo femenino. De hecho,<br />

es extremadamente doloroso escuchar a Smith y Holiday cantar el siguiente<br />

verso de forma tan convincente:<br />

Well, I’d rather my man would hit me than to jump right up and quit me<br />

‘Tain’t nobody’s bizness if I do, do, do, do<br />

I swear I won’t call no copper is I’m beat up by my papa<br />

‘Tain’t nobody’s bizness if I do, do, do, do. 90<br />

89 Brooks, op.cit., 1982, p. 109.<br />

90 Bessie Smith, Tain’t Nobosy’s Bizness If I Do. [Bueno, preferiría que mi hombre me pegara a que diera<br />

un salto y me dejara / No es asunto de nadie si lo prefi ero, prefi ero, prefi ero, prefi ero / Lo juro: no llamaré<br />

a ningún poli si mi papá me pega / No es asunto de nadie si lo prefi ero, prefi ero, prefi ero, prefi ero]


172<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

La letra de esta canción toca una fi bra sensible de la vida de las mujeres negras<br />

que no puede ser ignorada. Aunque contradice la postura predominante en<br />

la mayor parte de la obra de Smith, que enfatiza la fuerza y la igualdad de las<br />

mujeres, en verdad no anula la sinceridad y la autenticidad de ésta. Es más, el<br />

aparente consentimiento hacia el maltrato tiene lugar dentro de una afi rmación<br />

que apunta al derecho más importante de las mujeres, como individuos:<br />

comportarse como deseen (por muy típico o irresponsable que parezca este<br />

comportamiento). La canción comienza así:<br />

There ain’t nothin’ I can do or nothin’ I can say<br />

That folks don’t criticize me<br />

But I’m going to do just as I want to anyway<br />

And don’t vare if they all despise me. 91<br />

La violencia contra las mujeres continúa siendo una pandemia. Casi tanto<br />

(aunque afortunadamente menos hoy día que en épocas anteriores) como lo<br />

es la incapacidad de las mujeres para lograr salir de esa red de violencia. La<br />

conducta defendida por la mujer de esta canción de autoría masculina no es<br />

tan convencional después de todo. ‘Tain’t Nobosy’s Bizness If I Do bien pudo<br />

ser un catalizador para una crítica introspectiva por parte de muchas mujeres<br />

del público de Bessie Smith que se encontraban a sí mismas entrampadas en<br />

situaciones similares. Nombrar esa situación de forma tan directa y abierta<br />

puso la violencia misógina a disposición de la crítica.<br />

Sweet Rough Man 92 [Hombre dulce y duro] de Gertrude Rainey ha sido descrita<br />

como la «expresión clásica del “pégame, te quiero” de las canciones masoquistas<br />

de mujeres». En su análisis, Sandra Lieb argumenta que esta canción<br />

es una excepción dentro del corpus de la obra de Rainey por la presentación de<br />

«un hombre viril y cruel que abusa de una mujer pasiva e indefensa». 93 La crítica<br />

literaria feminista Hazel Carby lo llama «la descripción más explícita de brutalidad<br />

sexual en el repertorio [de Rainey]», enfatizando que fue compuesta por un<br />

91 Ibídem. [No hay nada que yo pueda hacer ni nada que pueda decir / Que la gente no me critique<br />

/ Pero voy a hacer lo que quiera de todos modos / Y no me importa si todos ellos me desprecian]<br />

92 Gertrude «Ma» Rainey, Sweet Rough Man, Paramount, 12926, septiembre. 1928. Reeditado en<br />

Ma Rainey, Milestone M-47021, 1974.<br />

93 Lieb, op. cit., 1983, p. 120.<br />

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I Used To Be Your Sweet Mama 173<br />

hombre y reiterando el argumento de Lieb de que hay repuestas diferentes a<br />

la violencia machista en el blues de autoría femenina y en el de autoría masculina.<br />

94 La letra de Sweet Rough Man incluye los siguientes versos:<br />

I woke up this mornin’, my head was sore as a boil<br />

I woke up this mornin’, my hear was sore as a boil<br />

My man beat me last night with fi ve feet of copper coil<br />

He keeps my lips split, my eyes as black as jet<br />

He keeps my lips split, my eyes as black as jet<br />

But the way he love me makes me soon forget.<br />

Every night for fi ve years, I’ve got a beatin’ from my man<br />

Every night for fi ve years, I’ve got a beatin’ from my man<br />

People says I’m crazy, I’ll explain and you’ll understand<br />

Lord, it ain’t no maybe about my man bein’ rough<br />

Lord, it ain’t no maybe about my man bein’ rough<br />

But when it comes to lovin’, he sure can strut his stuff . 95<br />

De todas las canciones grabadas por Bessie Smith y Gertrude Rainey, ésta es<br />

la más gráfi ca en cuanto a su evocación de la violencia doméstica y la que va<br />

más lejos en la revelación de las actitudes contradictorias de las mujeres hacia<br />

las relaciones violentas. Aunque fue compuesta por un hombre, Rainey eligió<br />

cantarla de forma decidida. Deberíamos reconocer que cantar esta canción<br />

era rescatar el tema de la violencia de los hombres hacia las mujeres del reino<br />

del silencio de la esfera privada y reconstruirlo como un problema público.<br />

La mujer en la canción asume una posición que es a la vez «normal» y patológica.<br />

Es patológico desear que continúe una relación de maltrato sistemático,<br />

94 Carby, op. cit., 1986, p. 18.<br />

95 Rainey, Sweet Rough Man. [Me desperté esta mañana, me dolía la cabeza como si la hubieran<br />

cocido / Me desperté esta mañana, me dolía la cabeza como si la hubieran cocido / Mi hombre me<br />

pegó anoche con una bobina de cobre de metro y medio / Me tiene los labios partidos, los ojos<br />

tan <strong>negros</strong> como el azabache / Me tiene los labios partidos, los ojos tan <strong>negros</strong> como el azabache<br />

/ Pero la manera en que me ama hace que me olvide pronto. / Cada noche durante cinco años, he<br />

recibido una paliza de mi hombre / Cada noche durante cinco años, he recibido una paliza de mi<br />

hombre / La gente dice que estoy loca, os lo explicaré y lo entenderéis / Señor, no hay ninguna<br />

duda de que mi hombre es un bruto / Señor, no hay ninguna duda de que mi hombre es un bruto<br />

/ pero en lo que al amor se refi ere, puede pavonearse de sus cosas.]


174<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

pero dada la presunción imperante de que las mujeres asumen la superioridad<br />

masculina, también parece «normal» que éstas alberguen ideas reprobatorias<br />

de sí mismas. La interpretación de Rainey de Sweet Rough Man no<br />

desafía de forma obvia las conductas sexistas, pero sí presenta el tema como<br />

un problema al que se enfrentan las mujeres. El personaje femenino reconoce<br />

que «people says I’m crazy» por amar a un hombre tan agresivo, y la canción,<br />

claramente, plantea el dilema al que se enfrentan las mujeres que toleran la<br />

violencia sólo por sentirse amadas.<br />

Nombrar temas que representan una amenaza al bienestar físico o psicológico<br />

del individuo es una función central del blues. De hecho, el género musical<br />

es llamado «blues» no sólo porque emplee una escala musical que contiene<br />

«notas de blues», 96 sino porque nombra, además, de una gran variedad de<br />

formas, las afl icciones y aspiraciones físicas y sociales de los afroamericanos.<br />

El blues conserva y transforma la importancia fi losófi ca africana occidental<br />

del proceso mismo de nombrar. En las tradiciones culturales africanas occidentales<br />

dogon, yoruba y otras, el proceso de nommo (nombrar cosas, fuerzas<br />

y modos) es un medio para establecer un control mágico (o en el caso del<br />

blues, estético) sobre el objeto nombrado. 97 El blues hurga en los inquietantes<br />

problemas de la experiencia individual en soledad y los reconstruye como<br />

problemas compartidos por la comunidad. Como problemas compartidos, las<br />

amenazas se pueden enfrentar y tratar en un contexto público y colectivo.<br />

96 Si a una escala pentatónica menor se añade una nota extra a distancia de cuarta aumentada<br />

(desde la fundamental), se obtiene una «escala de blues». Esta nota extra, que defi ne la escala de<br />

blues y la sonoridad de este estilo recibe el nombre de «nota de blues». El blues heredó de sus<br />

raíces africanas el uso de escalas no temperadas, de modo que para describir las notas de blues se<br />

tiene que recurrir forzosamente a intervalos menores al semitono, lo que hace imposible dar una<br />

defi nición exacta en términos de la teoría musical o la notación clásica. [N. de E.]<br />

97 «Toda la magia es magia de palabra, conjuro y exorcismo, bendición y maldición. A través del<br />

nommo, la palabra, el hombre establece su dominio sobre las cosas. “En el principio era la Palabra,<br />

y la Palabra estaba ante Dios, y la Palabra era Dios”, así comienza el Evangelio según San Juan, y<br />

parece como si nommo y el logos de San Juan estuvieran de acuerdo. El apóstol continúa: “Ella estaba<br />

ante Dios en el principio. Por Ella se hizo todo, y nada llegó a ser sin Ella”. En los Evangelios la<br />

palabra permanece con Dios, y el hombre tiene que declararla y proclamarla. Nommo, por su lado,<br />

estaba también, hay que reconocerlo, con Amma o Dios al principio, pero más allá de esto, se piensa<br />

que todo nace a través de la palabra y como hay muntu [seres humanos], la palabra está con muntu.<br />

Nommo no está arriba y más allá del mundo terrenal. El logos se convierte en carne sólo en Cristo,<br />

pero nommo se convierte en “carne” en todas partes. Según el apóstol, el logos ha hecho todas las<br />

cosas, de una vez por todas, para ser lo que son, y desde entonces todas las cosas generadas permanecen<br />

como son y no experimentan más transformaciones. Nommo, por su parte, continúa creando<br />

y procreando incesantemente, creando incluso dioses». Janheinz Jahn, Muntu: The New African Culture,<br />

Nueva York, Grove, 1961, p. 132.<br />

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I Used To Be Your Sweet Mama 175<br />

En el blues de «Ma» Rainey, y especialmente en el de Bessie Smith, se nombra<br />

el problema de la violencia machista y, en la interpretación de los temas, se entretejen<br />

diversos tipos de crítica y de resistencia implícita o explícita. Quedaría,<br />

sin embargo, nombrar o analizar las fuerzas sociales responsables de la propensión<br />

de los hombres <strong>negros</strong> (y, de hecho, de la propensión de los hombres<br />

en general) a infl igir violencia a sus compañeras. El blues lo hace dentro de sus<br />

limitaciones formales. El análisis político ha de desarrollarse en otro sitio.<br />

No hay referencias a violaciones ni en la música de Rainey ni en la de<br />

Smith. Ciertamente, las mujeres negras de esa época sufrían abusos sexuales<br />

(tanto por extraños como por conocidos). Es tentador especular sobre por<br />

qué el blues no nombra este problema en particular. Una posibilidad, por supuesto,<br />

es que la «violación» no fuera todavía una dimensión reconocida y<br />

articulada en la violencia doméstica ya que el discurso público negro sobre la<br />

violación estaba fi rmemente vinculado a la campaña contra la violencia racista.<br />

El nacimiento del blues coincidió con un periodo de activismo militante de<br />

las mujeres negras de clase media, dirigido contra los blancos racistas, para<br />

los que la violación era un arma de terror, y contra los empleadores blancos,<br />

que ejercían violencias sexuales cotidianas como medio racista de reafi rmar<br />

el poder sobre sus empleadas domésticas. Líderes como Mary Church Terrell<br />

e Ida B. Wells, que jugaron un papel decisivo en la creación del movimiento<br />

asociativo de mujeres negras, 98 vincularon la violación de mujeres negras por<br />

hombres blancos con el uso manipulador de acusaciones falsas de violación<br />

contra hombres <strong>negros</strong>, como justifi cación de los linchamientos generalizados<br />

en este periodo. 99 Los hombres <strong>negros</strong> eran representados a menudo como<br />

salvajes, violadores y obsesos sexuales empeñados en violar la pureza física<br />

y espiritual de la femineidad blanca. 100 Bien puede ser que el discurso sobre<br />

la violación estuviera tan concienzudamente infl uenciado por el racismo imperante,<br />

que la violación interracial no pudiera ser nombrada. La emergencia,<br />

compleja y tardía, de una conciencia colectiva en torno al acoso sexual, la violación<br />

y el incesto dentro de la comunidad negra es indicativo de lo duro que<br />

resulta reconocer el maltrato por parte de quien lo ha sufrido. 101<br />

98 Paula Giddings, When and Where I Enter: The Impact of Black Women on Race and Sex in America,<br />

Nueva York, Morrow, 1984. Véanse los capítulos 5 y 6 [del volumen original].<br />

99 Véase Ida B. Wells, Crusade for Justice: The Autobiography of Ida B. Wells, Alfreda M. Duster (ed.), Chicago<br />

y Londres, University of Chicago Press, 1970. [Véase el tercer capítulo del presente volumen. N de E.]<br />

100 Véase Paula Giddings para una explicación histórica de los orígenes del mito del violador<br />

negro como un arma política (op. cit., 1984, p. 27).<br />

101 Véase la refl exión de Alice Walker sobre el ataque de importantes hombres <strong>negros</strong> a [la película]


176<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

Otra explicación para la ausencia de alusiones a la violación en el blues de<br />

mujeres puede ser la propia naturaleza del discurso del blues femenino. Incluso<br />

en los momentos de mayor desesperación, los personajes femeninos<br />

inmortalizados en los blues de mujeres no se ajustan al patrón de la típica<br />

víctima de abusos. Las mujeres independientes de la tradición del blues no se<br />

piensan dos veces el empuñar un arma contra los hombres que ellas sienten<br />

que las han maltratado. A menudo blanden sus navajas y pistolas y desafían a<br />

los hombres a cruzar la línea que ellas dibujan. Mientras reconocen el maltrato<br />

físico que han recibido de manos de sus amantes masculinos, ellas no perciben<br />

o no se defi nen a sí mismas como impotentes frente a tal violencia. De<br />

hecho, se defi enden apasionadamente. En muchas canciones, «Ma» Rainey y<br />

Bessie Smith, hacen un tributo a las mujeres intrépidas que intentan vengarse<br />

cuando sus amantes han sido infi eles. En Black Mountain Blues [Blues de Black<br />

Mountain], Bessie Smith canta:<br />

I had a man in Black Mountain, sweetest man in town<br />

I had a man in Black Mountain, the sweetest man in the town<br />

But then he met a city gal, that’s when he throwed me down<br />

I’m bound for Black Mountain, me and my razor and my gun<br />

Lord, I’m bound for Black Mountain, me and my razor and my gun<br />

I’m gonna cut him if he stands still, I’ll just shoot him if he runs. 102<br />

En el Sinful Blues [Blues del pecado] de Smith, la furia de una mujer también<br />

desemboca en violencia:<br />

I got my opinion and my man won’t act right<br />

So I’m gonna get hard on him right from this very night<br />

Gonna get me a gun long as my right arm<br />

The Color Purple en The Same River Twice: Honoring the Diffi cult: A Meditation on Life, Spirit Art and<br />

the Making of the Film «The Color Purple», Ten Years Later, Nueva York, Simon & Schuster, 1996.<br />

102 Bessie Smith, Black Mountain Blues, Columbia 14554-D, 22 de junio de 1930. Reeditado en<br />

The World’s Greatest Blues Singer, Columbia CG 33, 1972. [Tenía un hombre en Black Mountain,<br />

el hombre más dulce del pueblo / Tenía un hombre en Black Mountain, el hombre más dulce del<br />

pueblo / Conoció a una chica de la ciudad y me dejó / Estoy atada a Black Mountain; yo, mi navaja<br />

y mi pistola / Señor, estoy atada a Black Mountain; yo, mi navaja y mi pistola / Voy a acuchillarle<br />

si aún está en pie, le dispararé si sale corriendo]<br />

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Shoot that man because he done me wrong.<br />

Lord, now I’ve got them sinful blues. 103<br />

I Used To Be Your Sweet Mama 177<br />

En See See Rider Blues [Blues «Mira, mira al conductor»] de «Ma» Rainey, la<br />

protagonista, que ha descubierto que su hombre tiene otra amiga, anuncia su<br />

intención de comprarse una pistola y «kill my man and catch the Cannonball»<br />

[matar a mi hombre y recoger la bala]. 104 Y decide de forma concluyente: «If<br />

he don’t have me, he won’t have no gal at all» [Si no me tiene a mí, no tendrá<br />

chica en absoluto]. En el Rough and Tumble Blues [Blues peligroso y violento] de<br />

Rainey, la mujer no ataca al hombre, sino a la mujer que ha intentado seducirlo:<br />

I got rough and killed three women ‘fore the police got the news<br />

‘Cause mama’s on the warpath with those rough and tumble blues. 105<br />

En el Sleep Talking Blues [Blues «Hablando dormido»] de Rainey, la mujer amenaza<br />

con matar a su hombre si menciona el nombre de otra mujer mientras<br />

duerme. La protagonista de Them’s Graveyard Words [Palabras de cementerio]<br />

de Smith responde a la confesión de su amante sobre que tiene una nueva<br />

amiga con la amenaza asesina de que «them’s graveyard words» [ésas son<br />

palabras de cementerio]:<br />

I done polished up my pistol, my razor’s sharpened too<br />

He’ll think the world done fell on him when my dirty work is through. 106<br />

103 Bessie Smith, Sinful Blues, Columbia 114052-D, 11 de diciembre de 1924. Reeditado en The<br />

Empress, Columbia CG 30818, 1972. [Yo tengo mi opinión y mi hombre no actuará bien / Así que<br />

voy a ser dura con él desde esta misma noche / Voy a conseguirme un arma tan larga como mi<br />

brazo derecho / Voy a disparar a ese hombre porque me ha tratado mal / Señor, ahora he cogido<br />

el blues del pecado]<br />

104 Gertrude «Ma» Rainey, See See Rider Blues, Paramount 12252, diciembre de 1925. Reeditado en<br />

Ma Rainey, Milestone M-47021, 1974.<br />

105 Gertrude «Ma» Rainey, Rough And Tumble Blues, Paramount 12303, 1926. Reeditado en The Inmortal<br />

Ma Rainey, Milestone MLP-2001, 1966. [Me puse violenta y maté a tres mujeres antes de que la policía<br />

tuviera noticia de ello / Porque mamá tiene ganas de pelear con esos blues duros y alborotadores]<br />

106 Bessie Smith, Them’s Graveyard Words, Columbia 14209-D, 3 de marzo de 1927. Reeditado<br />

en The Empress, Columbia CG 30818, 1972. [He sacado brillo a mi pistola, mi navaja está afi lada<br />

también / Él pensará que el mundo se le ha caído encima cuando mi trabajo sucio esté hecho]


178<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

En algunas canciones, la mujer mata, de facto, a su compañero y es condenada<br />

a prisión (o a muerte). Frecuentemente, mata por celos, pero a veces, como en<br />

el Cell Bound Blues [Blues del límite de la celda] de Rainey, mata en defensa<br />

propia, protegiéndose a sí misma de los golpes violentos de su pareja. 107 En<br />

dos de las canciones de Bessie Smith, Sing Sing Prison Blues [Blues «Canta,<br />

canta prisión»] y Send Me to the ‘Lectric Chair [Envíeme a la silla eléctrica], la<br />

narradora se encuentra ante la justicia, está preparada y dispuesta a pagar las<br />

consecuencias de haber matado a su pareja. En el primer blues, dirigiéndose<br />

al juez, la mujer dice:<br />

You can send me up the river or send me to that mean old jail<br />

You can send me up the river or send me to that mean old jail<br />

I killed my man and I don’t need no bail. 108<br />

En Send Me to the ‘Lectric Chair, la mujer le suplica al juez que le condene a la<br />

pena de muerte. No está preparada para pasar el resto de su vida en la cárcel<br />

y está dispuesta a aceptar el castigo que se merece por «cut her good man’s<br />

throat» [haber cortado la garganta de su buen hombre]. Las sorprendentes<br />

posiciones asumidas por estas mujeres no ofrecen ni siquiera una insinuación<br />

de arrepentimiento por haberle quitado la vida a su amante. En Send<br />

Me to the ‘Lectric Chair, la mujer describe de forma sarcástica los detalles de<br />

su crimen:<br />

I cut him with my barlow, I kicked him in the inside<br />

I stood there laughing at him, while he wallowed ‘round and died. 109<br />

107 Gertrude «Ma» Rainey, Cell Bound Blues, Paramount 12257, 1925. Reeditado en The Inmortal<br />

Ma Rainey, Milestone MLP-2001, 1966.<br />

108 Bessie Smith, Sing Sing Prison Blues, Columbia 14051-D, 6 de diciembre de 1924. Reeditado en<br />

The Empress, Columbia CG 30818, 1972. [Puedes enviarme al río o enviarme a esa vieja y miserable<br />

cárcel / Puedes enviarme al río o enviarme a esa vieja y miserable cárcel / Maté a mi hombre<br />

y no necesito ninguna fi anza]<br />

109 Bessie Smith, Send Me to the ‘Lectric Chair, Columbia 14209-D, 3 de marzo de 1927. Reeditado en<br />

The Empress, Columbia CG 30818, 1972. [Le corté con mi barlow [navaja grande de una hoja], le di<br />

una patada en el costado / Permanecí ahí de pie, riéndome de él mientras él se revolcaba y moría]<br />

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I Used To Be Your Sweet Mama 179<br />

Estas mujeres curtidas y pendencieras no son simples encarnaciones femeninas<br />

de la agresividad estereotipada masculina. El blues de mujeres no puede<br />

entenderse al margen de su papel en la formación de una comunidad emocional<br />

basada en la afi rmación de la absoluta e irreductible humanidad de la gente<br />

negra (y en particular de las mujeres negras). La mujer del blues desafía a<br />

su modo la imposición de una inferioridad basada en el género. Cuando pinta<br />

retratos blues de mujeres duras, ofrece imágenes de defensa física e interrumpe<br />

y desacredita la interiorización cotidiana de la dominación masculina. En<br />

Hateful Blues [Blues del odio] de Bessie Smith la mujer responde a su compañero<br />

que la ha abandonado. Ella se siente «low down» [mezquina], pero<br />

no duda en decir que «nothin’ ever worries me long» [ya nada me preocupa].<br />

A pesar de que ha llorado y llorado, se persuade a sí misma de parar: «I<br />

aint’t gonna cry no more » [no voy a llorar más]. Y, con mayor determinación,<br />

anuncia que «if he can stand to leave me, I can stand to see him go» [si puede<br />

levantarse para dejarme, puedo levantarme para verlo marchar]. Finalmente,<br />

alberga pensamientos violentos de venganza:<br />

If I see him I’m gon’ beat him, gon’ kick and bite him, too<br />

Gonna take my weddin’ butcher, gonna cut him two in two. 110<br />

Esta mujer dura y sexualmente consciente es capaz de emitir amenazas intimidatorias<br />

al hombre que la ha maltratado y está más que dispuesta a llevarlas<br />

a cabo; es una descendiente espiritual de Harriet Tubman, de quien se dice<br />

que siempre advirtió a sus pasajeros del Underground Railroad [Ferrocarril<br />

Clandestino] 111 que no se permitiría volver a nadie, que todos ellos seguirían<br />

adelante o los mataría con sus manos. Ésta era la única manera de garantizar<br />

la confi dencialidad respecto a la ruta que usaban para escapar. Los retratos femeninos<br />

creados por las primeras mujeres del blues sirvieron como recordatorio<br />

de la tradicional condición de las mujeres afroamericanas, una tradición<br />

que cuestionaba directamente las nociones de femineidad imperantes.<br />

110 Bessie Smith, Hateful Blues. [Si le veo, voy a pegarle, voy a patearle y a morderle, también /<br />

Voy a coger mi cuchillo de carnicero, regalo de boda, voy a cortarlo en dos]<br />

111 El Underground Railroad fue una red de rutas y alojamientos secretos utilizada por los esclavos<br />

<strong>negros</strong> en los Estados Unidos durante el siglo XIX para escapar a los Estados libres y a<br />

Canadá con la ayuda de los abolicionistas y los simpatizantes con su causa. [N. de E.]


180<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

Las vidas de muchas de las mujeres del blues de los años veinte se asemejaban<br />

a las de las mujeres intrépidas inmortalizadas en sus canciones. Sabemos<br />

que Bessie Smith fue víctima de la violencia masculina en varias ocasiones<br />

y también que no dudó en lanzar amenazas violentas a los hombres que<br />

la traicionaron (amenazas que llevó a cabo alguna que otra vez). Una noche,<br />

en 1927, hombres del Ku Klux Klan, con toga y encapuchados, intentaron<br />

estropear la carpa donde actuaba, arrancando los palos para colapsar así la<br />

estructura entera. Cuando Smith se enteró, fue inmediatamente a la carpa y,<br />

según su biógrafo:<br />

Corrió hacia los intrusos, se detuvo a tres metros de ellos, puso una mano en su<br />

cadera y agitó un puño apretado hacia los hombres del Ku Klux Klan: «¿Qué coño<br />

creéis que estáis haciendo?», gritó por encima del sonido de la banda. «Quitaré toda<br />

la maldita carpa si tengo que hacerlo. ¡Vosotros sólo coged las sábanas y corred!».<br />

Los hombres del Ku Klux Klan, aparentemente demasiado sorprendidos como<br />

para moverse, se quedaron allí boquiabiertos. Bessie siguió lanzándoles obscenidades<br />

hasta que fi nalmente se dieron la vuelta y desaparecieron silenciosamente en la<br />

oscuridad.<br />

Volvió entonces a la carpa como si acabara de resolver un asunto rutinario. 112<br />

Daphne Duval Harrison ha apuntado que el blues de mujeres en los años<br />

veinte «introdujo nuevos modelos, diferentes, de mujer negra (más asertivas,<br />

sexys, conscientes sexualmente, independientes, realistas, complejas, vivas)».<br />

Su explicación sobre la importancia del blues para redefi nir la imagen de sí<br />

mismas de las mujeres negras, merece una cita extensa:<br />

Las mujeres del blues de la época de Ida Cox imprimieron en sus letras y actuaciones<br />

un nuevo sentido, en tanto que interpretaron y reformularon la experiencia negra desde<br />

su singular perspectiva de la sociedad estadounidenses como mujeres negras que<br />

eran. Vieron un mundo que no protegía la inviolabilidad de la feminidad negra, como<br />

se propugnaba en la ideología burguesa; sólo las mujeres blancas de clase media o<br />

alta estaban protegidas. Vieron y experimentaron la injusticia en tanto que los trabajos<br />

112 Albertson, op. cit., 1972, pp. 132-133.<br />

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I Used To Be Your Sweet Mama 181<br />

que tenían les eran arrebatados cuando las mujeres blancas se negaban a trabajar con<br />

ellas o los hombres blancos volvían de la guerra a reclamarlos. Señalaron el dolor del<br />

maltrato sexual y físico, así como del abandono. 113<br />

Se esperaba que las mujeres del blues incumplieran las normas ortodoxas del<br />

comportamiento femenino; por ello eran veneradas tanto por los hombres<br />

como por las mujeres en las comunidades negras de clase trabajadora. Wild<br />

Women Don’t Have the Blues [Las mujeres salvajes no se deprimen], de Ida Cox,<br />

se convirtió en el retrato más famoso de la mujer inconformista e independiente,<br />

y su «mujer salvaje» se ha convertido prácticamente en su sinónimo,<br />

en tanto que reina del blues:<br />

I’ve got a disposition and a way of my own<br />

When my man starts kicking I let him fi nd another home<br />

I get full of good liquor and walk the streets all night<br />

Go home and put my man out if he don’t treat me right<br />

Wild women don’t worry, wild women don’t have the blues<br />

You never get nothing by being an angel child<br />

You bett er change your ways and get real wild<br />

I want to tell you something, I wouldn’t tell you no lie<br />

Wild women are the only kind that really get by<br />

‘Cause wild women don’t worry, wild women don’t have the blues. 114<br />

En Easy Come, Easy Goes Blues [Blues «Fácilmente llega y fácilmente se va»],<br />

Bessie Smith también exploró el tema de la «mujer salvaje» (la mujer que rechaza<br />

conscientemente los valores dominantes, especialmente aquellos que<br />

prescriben pasividad en las relaciones con los hombres). Esta canción habla<br />

113 Harrison, op. cit., 1990, pp. 111, 64.<br />

114 Ida Cox, Wild Women Don’t Have the Blues, Paramount 12228, 1924. Reeditado en Wild Women<br />

Don’t Have the Blues, Riverside RLP 9374, s/f. [Tengo mi forma de ser y mis propias maneras /<br />

Cuando mi hombre empieza a pegar patadas, le dejo encontrar otro hogar / Me lleno de buen<br />

licor y camino por la calle toda la noche / Voy a casa y echo a mi hombre si no me trata bien / Las<br />

mujeres salvajes no se preocupan, las mujeres salvajes no se deprimen / Nunca consigues nada<br />

siendo un ángel, niña / Mejor cambia tus maneras y ponte salvaje / Quiero decirte algo, no te<br />

mentiría: / Las mujeres salvajes son las únicas que se las arreglan / Porque las mujeres salvajes no<br />

se preocupan, las mujeres salvajes no se deprimen]


182<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

de una mujer que se niega a permitir que el maltrato que ha sufrido a manos<br />

de un hombre la sumerja en una depresión. Se niega a tomarse el amor tan en<br />

serio que su pérdida amenace su propia esencia:<br />

If my sweet man trifl es, or if he don’t<br />

I’ll get someone to love me anytime and he won’t<br />

Concluye con una declaración que resume la postura que mantiene:<br />

This world owe me a plenty lovin’, hear what I say<br />

Believe me, I go out collectin’ most every day<br />

I’m overfl owing with those easy come, easy go blues. 115<br />

Prove It on Me Blues [Blues «Tendrán que probarlo»], compuesto por Gertrude<br />

«Ma» Rainey, retrata precisamente a dicha «mujer salvaje», que afi rma su<br />

independencia con respecto a las normas ortodoxas de la femineidad, alardeando<br />

descaradamente de su lesbianismo. Las relaciones sexuales de Rainey<br />

con mujeres no eran un secreto entre sus colegas o su audiencia. El anuncio<br />

del lanzamiento al mercado de Prove It on Me Blues mostraba a la blueswoman<br />

luciendo un sombrero, una chaqueta y una corbata de hombre intentando,<br />

como se veía claramente, seducir a dos mujeres en una esquina, mientras la<br />

miraba un policía. La letra de la canción dice lo siguiente:<br />

They said I do it, ain’t nobody caught me<br />

Sure got to prove it on me<br />

Went out last night with a crowd of my friends<br />

They must’ve been women, ‘cause I don’t like no men<br />

115 Bessie Smith, Easy Come, Easy Go Blues, Columbia 14005-D, 10 de enero de 1924. Reeditado en<br />

Any Woman’s Blues, Columbia C 30126, 1972. [Si mi dulce hombre tontea, o si no / Conseguiré a<br />

alguien que me ame en cualquier momento, él no / Este mundo me debe mucho amor, escuchad<br />

lo que digo / Creedme, salgo a recoger la mayor parte del día / Estoy desbordada con esos blues<br />

que tan fácil vienen y fácilmente se van]<br />

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It’s true I wear a collar and a tie<br />

Make the wind blow all the while<br />

‘Cause they say I do it, ain’t nobody caught me<br />

They sure got to prove it on me<br />

Wear my clothes just like a fan<br />

Talk to the gals just like any old man<br />

‘Cause they say I do it, ain’t nobody caught me<br />

Sure got to prove it on me. 116<br />

I Used To Be Your Sweet Mama 183<br />

Sandra Lieb ha descrito esta canción como una «potente declaración de autoestima<br />

y de resistencia lésbica». 117 Prove It on Me Blues es un precursor cultural<br />

del movimiento cultural lésbico de los años setenta, que comenzó a cristalizar<br />

alrededor de interpretaciones y discos que afi rmaban el lesbianismo. De<br />

hecho, en 1977, Teresa Trull grabó una versión de la canción de «Ma» Rainey<br />

para un álbum titulado Lesbian Concentrate 118 [Concentrado lésbico].<br />

Hazel Carby ha señalado, de forma sagaz, que Prove It on Me Blues:<br />

Oscila entre la velada actividad subversiva de las mujeres que aman a mujeres [y]<br />

una declaración pública de lesbianismo. Sus palabras expresan un enorme desprecio<br />

hacia la sociedad, que rechazaba a las lesbianas […] Pero al mismo tiempo, la<br />

canción es una reivindicación del lesbianismo, en tanto que la mujer nombra públicamente<br />

su propia preferencia sexual.<br />

116 Gertrude «Ma» Rainey, Prove It on Me Blues, Paramount 12668, junio de 1928. Reeditado en Ma<br />

Rainey, Milestone M-47021, 1974. [Dij eron que lo hice, nadie me pilló / Por supuesto tienen que<br />

probarlo / Salí anoche con muchos de mis amigos / Deben haber sido mujeres, porque a mí no me<br />

gustan los hombres / Es verdad que llevo cuello y corbata / Hacen al viento soplar todo el rato /<br />

Porque dicen que lo hice, nadie me pilló / Por supuesto tendrán que probarlo / Llevo la ropa como<br />

un admirador / Hablo a las chicas como cualquier hombre mayor / Porque dicen que lo hice, nadie<br />

me pilló / Por supuesto tendrán que probarlo]<br />

117 Lieb, op. cit., 1983, p. 125.<br />

118 Lesbian Concentrate: A Lesbianthology of Songs and Poems, Olivia Records MU 29729, 1977.


184<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

Carby defi ende que esta canción «se compromete directamente al señalar que<br />

la cuestión de las preferencias sexuales es parte de la lucha, contradictoria, de<br />

las relaciones sociales». 119<br />

Prove It on Me Blues muestra cómo las blueswomen iconoclastas de los años<br />

veinte fueron pioneras del posterior desarrollo histórico. Las reacciones a esta<br />

canción también ponen de relieve que la homofobia dentro de la comunidad<br />

negra no impidió que las mujeres del blues cuestionaran las concepciones estereotipadas<br />

de la vida de las mujeres. No permitieron que las atraparan en el<br />

silencio impuesto por la sociedad dominante.<br />

La canción Bad Girl Blues [Blues de la chica mala] de Memphis Willie B.<br />

(Borum) es uno de los ejemplos de cómo trataban el lesbianismo los hombres<br />

del blues. Las letras carecen de cualquier insinuación de condena moral:<br />

Women loving each other, man, they don’t think about no man<br />

Women loving each other and they don’t think about no man<br />

They ain’t playing no secret no more, these women playing it a wide open hand. 120<br />

El Sissy Blues [Blues marica] de «Ma» Rainey reconoce de forma parecida la<br />

existencia de la homosexualidad masculina en la comunidad negra, sin que<br />

se apunte condena moral alguna. Como es el caso del blues, por lo general, la<br />

cuestión simplemente se nombra:<br />

I dreamed last night I was far from harm<br />

Woke up and found my man in a sissy´s arms<br />

My man got a sissy, his name is Miss Kate<br />

He shook that thing like jelly on a plate<br />

Now all the people ask me why I’m alone<br />

A sissy shook that thing and took my man from home. 121<br />

119 Carby, op. cit., 1986, p. 18.<br />

120 Véase el texto del Bad Girl Blues de Memphis Willie B. Borum en Eric Sackheim (ed.), The Blues<br />

Line, Nueva York, Schirmer, 1968, p. 288. [Mujeres amándose entre sí, hombre, no piensan en<br />

ningún hombre / Mujeres amándose entre sí y que no piensan en ningún hombre / Ya no juegan<br />

en secreto, estas mujeres juegan con las manos descubiertas]<br />

121 Gertrude «Ma» Rainey, Sissy Blues, Paramount 12384, 1928. Reeditado en Oh My Baby Blues,<br />

Biograph BLP-12011, s/f. [Anoche soñé que estaba a salvo / Desperté y encontré a mi hombre en<br />

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I Used To Be Your Sweet Mama 185<br />

Los blues grabados por Gertrude Rainey y Bessie Smith nos ofrecen una mirada<br />

privilegiada sobre las percepciones imperantes acerca del amor y la sexualidad<br />

en las comunidades negras de la post-esclavitud en Estados Unidos.<br />

Ambas mujeres se convirtieron en un modelo para un incalculable número de<br />

hermanas, a quienes enviaban mensajes que desafi aban la dominación masculina,<br />

alimentada por la cultura dominante. Las mujeres del blues retaron<br />

abiertamente las políticas de género implícitas en las representaciones culturales<br />

tradicionales del matrimonio y las relaciones de amor heterosexuales.<br />

Desvelaron los estereotipos, exploraron las contradicciones de esas relaciones<br />

y rechazaron, siguiendo la tradición del blues de crudo realismo, idealizar las<br />

relaciones románticas. Así, redefi nieron el «lugar» de las mujeres. Forjaron e<br />

inmortalizaron imágenes de mujeres duras, fuertes e independientes que no<br />

tenían miedo ni de su propia vulnerabilidad, ni de defender su derecho a ser<br />

respetadas como seres humanos autónomos.<br />

los brazos de un marica / Mi hombre tiene un marica, su nombre es señorita Kate / Él menea esa<br />

cosa como gelatina en un plato / Ahora toda la gente me pregunta por qué estoy sola / Un marica<br />

meneó esa cosa y se llevó a mi hombre de casa]


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6. Roles sexuales y estrategias<br />

de supervivencia en una<br />

comunidad negra urbana<br />

187<br />

Carol Stack 1<br />

El poder y la autoridad atribuidos a las mujeres en los guetos <strong>negros</strong> de<br />

EEUU, mujeres cuyas familias están atrapadas en la pobreza y las prestaciones<br />

sociales, tienen sus raíces en el hecho de que el desempleo es algo inevitable<br />

para los varones <strong>negros</strong>, lo que a su vez conlleva que sean las mujeres quienes<br />

controlen los recursos económicos. Estas condiciones socioeconómicas han<br />

dado origen a rasgos específi cos en relación con la organización de la familia<br />

y con las redes de parentesco en las comunidades negras, rasgos semejantes<br />

a los patrones de autoridad doméstica que emergen en las sociedades matrilineales<br />

o en las culturas donde los hombres están fuera del hogar realizando<br />

trabajos asalariados. 2 En las comunidades negras urbanas, los pobres han construido,<br />

como unidad básica de su sociedad, grupos de personas, parientes y no<br />

1 «Sex Roles and Survival in a Urban Black Community», Rosaldo y Lamphere (eds.), Women,<br />

Culture and Society, Stanford University Press, 1974. Este artículo es en su mayoría una adaptación<br />

del capítulo siete del libro All Our Kin: Strategies for Survival in a Black Community, Nueva York,<br />

Harper & Row, 1974. Quiero agradecer a Harper & Row su permiso para utilizar el material. También<br />

quiero dar las gracias a los profesores Louise Lamphere, Michelle Rosaldo, Robert Weiss,<br />

Nancie González y Eva Hunt por sus útiles sugerencias en el estudio y preparación del texto, así<br />

como a William W. Carver, de Stanford University Press, por sus amables consejos editoriales.<br />

2 Gonzalez, Black Carib Household Structure: A Study of Migration and Modernization, Seatt le, 1969;<br />

Gonzalez, «Toward a Defi ntion of Matrifocality», en N. E. Whitt en y J. F. Szwed (eds.), Afro-<br />

American Anthropology: Contemporary Perspectives, Nueva York, 1970.


188<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

parientes, que cooperan diariamente y viven unos cerca de otros, o conviven<br />

juntos. Se considera a estas unidades, o núcleos, la base de las familias consanguíneas<br />

3 y de la matrifocalidad. 4<br />

El concepto de «matrifocalidad», por otra parte, ha sido cuestionado por<br />

impreciso e inadecuado. Estudios recientes 5 han demostrado de forma convincente<br />

que muchas de las características negativas atribuidas a las familias<br />

matrifocales (que al carecer de fi gura paterna, son vistas como inestables<br />

y producen descendencia «ilegítima» a ojos de la cultura popular) no se<br />

corresponden con las familias negras de bajos ingresos de las ciudades de<br />

EEUU. Más que imponer las reconocidas defi niciones de familia (familia nuclear<br />

o familia matrifocal), debemos buscar un marco teórico más apropiado<br />

en relación con las formas en que las que los pobres urbanos describen y<br />

ordenan su mundo. En otro lugar, he propuesto un análisis basado en la noción<br />

de «red doméstica». 6 Desde este punto de vista, la base de la estructura<br />

familiar y de la cooperación no es la familia nuclear de clase media, sino un<br />

grupo extenso de personas emparentadas, principalmente a través de los<br />

hij os, pero también a través del matrimonio y la amistad, que se agrupan<br />

para satisfacer las funciones domésticas. Este grupo, o red doméstica, se<br />

extiende por varios hogares basados en el parentesco; las fl uctuaciones de<br />

composición de cada uno de ellos no afectan signifi cativamente los pactos<br />

de cooperación.<br />

3 Gonzalez, «The Consanguineal Household and Matrifocality», American Anthropologist, núm.<br />

67, 1965, pp. 1541-1549.<br />

4 Tanner, «Matrifocality in Indonesia and Africa and among Black Americans» en el volumen<br />

original, Rosaldo y Lamphere (eds.), Women, cultura and society, Stanford University Press, 1974.<br />

Véase también Abrahams, Deep Down in the Jungle, Hatboro (Pa.), 1963; Moynihan, The Negro<br />

Family: The Case for National Action, escrito para la agencia de planifi cación de políticas públicas<br />

e investigación del departamento de trabajo, [Offi ce of Policy Planning and Research of the Department<br />

of Labor], Washington (DC), 1965; Rainwater, «Crucible of Identity: The Negro Lower-<br />

Class Family», Daedalus, vol. 95, núm. 2, 1966, pp. 172-216.<br />

5 Ladner, Tomorrow’s Tomorrow: The Black Woman, Garden City (NY), 1971; Smith, 1970, «The Nuclear<br />

Family in Afro-American Kinship», Journal of Comparative Family Studies, vol. 1, núm. 1, 1970,<br />

pp. 55-70; Stack, «The Kindred of Viola Jackson: Residence and Family Organization of an Urban<br />

Black American Family», en N. E. Whitt en y J. F. Szwed (eds.), Afro-American Anthropology: Contemporary<br />

Perspectives, Nueva York, 1970; Valentine, «Blackston: Progress Report on a Community<br />

Study in Urban Afro-America», dossier, Washington University, San Luis, 1970.<br />

6 Stack, All Our Kin: Strategies for Survival in a Black Community, Nueva York, 1974.<br />

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Roles sexuales y estrategias de supervivencia 189<br />

En este artículo analizaré la red doméstica y las relaciones que se dan en ella<br />

desde la perspectiva de las mujeres (desde la perspectiva que las mujeres han<br />

proporcionado a este estudio y desde mis propias interpretaciones de la esfena<br />

doméstica y social). La mayor parte de los estudios previos 7 sobre la familia<br />

negra han adoptado una perspectiva masculina, poniendo el énfasis en<br />

la vida de calle de los hombres <strong>negros</strong>, así como situándoles en una posición<br />

periférica respecto a los asuntos familiares. A pesar de destacar, de forma correcta,<br />

las difi cultades económicas a las que los hombres <strong>negros</strong> se enfrentan<br />

en una sociedad racista, éstos y otros estudios 8 han adoptado el estereotipo<br />

de las familias negras como familias sin padre y sometidas a pautas matriarcales<br />

de mujeres dominantes. Desde estas explicaciones tan simplistas resulta<br />

muy fácil culpar de la delincuencia juvenil, el divorcio, la ilegitimidad y otras<br />

enfermedades sociales a las familias negras, mientras se ignora la realidad<br />

opresiva de nuestro sistema político y económico, así como la fl exibilidad<br />

adaptativa y la fuerza que han mostrado las familias negras.<br />

Mi análisis se basa tanto en historias de vida, como en observaciones personales<br />

de mujeres de The Flats, la zona más pobre de una comunidad negra<br />

en la ciudad de Jackson Harbor en el Medio Oeste [de Estados Unidos]. 9 Las<br />

mujeres se presentan como estrategas, como agentes activos que usan recursos<br />

para alcanzar metas y que hacen frente a los problemas de la vida diaria.<br />

Este marco de trabajo tiene varias ventajas. En primer lugar, se centra en las<br />

mujeres más que en los hombres, se da relevancia a los puntos de vista de las<br />

mujeres, normalmente ignorados o despreciados, por encima de las relaciones<br />

familiares. En segundo lugar, en tanto que los hogares se forman en torno a<br />

las mujeres, debido a su rol en el cuidado de los hij os, los vínculos entre mujeres<br />

(incluyendo las tías paternas, primas, etc.) constituyen muchas veces el<br />

núcleo de la red; la información sobre la vida de las mujeres, por tanto, ilumina<br />

de forma crucial la continuidad de estas redes. Finalmente, las historias de<br />

vida, principalmente de mujeres, demuestran el rol positivo que desempeñan<br />

7 Véase por ejemplo, Liebow, Tally’s Corner, Boston, 1967, y Hannerz, Soulside: Inquiries into Guett o<br />

Culture and Community, Nueva York, 1969.<br />

8 Moynihan, op. cit., 1965; Bernard, Marriage and Family Among Negroes, Englewood Cliff s (NJ), 1966.<br />

9 Este trabajo se basa en un reciente estudio antropológico sobre la pobreza y la vida doméstica de<br />

los <strong>negros</strong> americanos criados con prestaciones sociales, cuyos padres habían migrado desde el<br />

Sur a una comunidad del Norte urbano (Stack, «Black Kindreds…», op. cit., 1972). Entre los veinte<br />

y los cuarenta años, ya adultos, crían a sus propios hij os en The Flats, pisos de protección ofi cial.<br />

Todos los nombres que aparecen en este artículo, tanto personales como de lugares, son fi cticios.<br />

[En la traducción, se ha respetado el nombre propio The Flats. N de E.]


190<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

los hombres en la vida de una familia negra, tanto como padre de los hij os de<br />

una mujer, como aportando recursos valiosos para la red de ésta, y para su<br />

propia red de parientes.<br />

Comenzaré por analizar los acuerdos tomados por una mujer y su red de<br />

parientes en relación con sus lugares de residencia, en dos momentos puntuales,<br />

demostrando así que, aunque cambie la composición del hogar, la<br />

mayoría de los miembros (invitados o permanentes) pertenecen a una única<br />

red que tiene continuidad a lo largo del tiempo. Las mujeres y los hombres<br />

se mudan a menudo como consecuencia del desempleo, la posibilidad de<br />

recibir prestaciones sociales, la ruptura de las relaciones o los antojos de un<br />

casero. No obstante, las muchas calamidades y crisis que obligan al constante<br />

cambio de residencia hacen que hombres, mujeres y niños vuelvan a los<br />

hogares de los parientes cercanos. Los hogares recién formados son fruto de<br />

sucesivas recombinaciones de la misma red doméstica de adultos y niños<br />

y, con bastante frecuencia, se dan en las mismas viviendas. Las historias<br />

de residencia son así un refl ejo importante de la estrategia de confi anza y<br />

fortaleza de la red doméstica familiar y revela, además, la adaptabilidad de<br />

los hogares, cuyos límites son «fl exibles». (Merece la pena destacar que los<br />

blancos de clase media empiezan a valorar estos modelos de hogar, en lo<br />

que se refi ere a sus propias vidas).<br />

En el resto del artículo se volverá a poner énfasis en la importancia de<br />

maximizar la fuerza de la red; las estrategias complementarias se examinarán<br />

por partes, a través de dos grupos de relaciones dentro de las redes familiares:<br />

aquéllas entre madres y padres y aquéllas entre padres e hij os. Las lecturas<br />

de las mujeres sobre su propia situación muestran que han desarrollado un<br />

fuerte sentido de independencia con respecto a los hombres, han desplegado<br />

controles sociales contra la formación de relaciones conyugales y han limitado<br />

el rol del marido / padre dentro del grupo doméstico de la madre. Todas<br />

estas estrategias sirven para fortalecer la red doméstica, a menudo a costa del<br />

vínculo entre hombre y mujer. La familia ve cualquier matrimonio como un<br />

riesgo para la mujer y sus hij os y la pérdida de un familiar, hombre o mujer,<br />

como una amenaza para la continuidad de la red familiar. Ambos factores se<br />

complementan mutuamente y determinan el grado de aceptación social de las<br />

relaciones entre padres e hij os.<br />

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La residencia y la red doméstica<br />

Roles sexuales y estrategias de supervivencia 191<br />

En The Flats, el apoyo material y cultural necesario para mantener y socializar<br />

a los miembros de cierta comunidad, lo procuran parientes que cooperan entre<br />

sí. Un individuo puede recurrir a una amplia red doméstica de parientes<br />

y amigos (algunos residen juntos, otros no). Los residentes de The Flats atribuyen<br />

la pertenencia a un hogar según dónde duerme, come y pasa el tiempo<br />

una persona. Aquellos que comen juntos pueden ser considerados parte de<br />

una unidad doméstica. Pero un individuo puede comer en un hogar, dormir<br />

en otro, contribuir, además, con recursos y servicios en un tercero y considerarse<br />

a sí mismo o a sí misma como miembro de cada uno de esos tres hogares.<br />

Los niños pueden quedarse dormidos en las visitas que hacen sus familiares a<br />

otras mujeres adultas; y podrán quedarse en estas casas y compartir comidas<br />

quizá una semana. Tal y como R. T. Smith sugiere en un artículo sobre parentesco<br />

afroamericano, 10 a veces es difícil «determinar simplemente a qué hogar<br />

pertenece un individuo dado, en un momento concreto». Por supuesto, esta<br />

realidad de la vida del gueto es disfrazada de forma habitual en los informes<br />

de estadísticas del censo, que simplemente registran las distribuciones teniendo<br />

en cuenta dónde se duerme.<br />

De este modo, los miembros de los hogares de The Flats cambian, a la<br />

vez que, en la mayoría de los casos, se mantiene una situación estable de tres<br />

generaciones de parientes: varones y mujeres, que han traspasado la edad<br />

de tener hij os; una generación intermedia de madres, que crían a sus propios<br />

hij os o a los hij os de un pariente cercano; y los niños. Esta observación<br />

es apoyada por un estudio reciente de Ladner, quien escribe: «Es normal<br />

que muchos niños crezcan en un hogar con tres generaciones y absorban las<br />

infl uencias de una abuela y un abuelo, al igual que las de una madre y un<br />

padre». 11 Una investigación de ochenta y tres cambios de residencia de familias<br />

que viven gracias a las prestaciones sociales, en los que mujeres adultas,<br />

cabeza de familia, fusionaron sus hogares con otros parientes, muestra<br />

que la mayoría de dichos movimientos crearon hogares tri-generacionales.<br />

Como consecuencia, se torna difícil precisar el comienzo o el final estructural<br />

de los ciclos de los hogares de las comunidades urbanas de <strong>negros</strong><br />

10 R. T. Smith, «The Nuclear Family in Afro-American Kinship», op. cit., 1970.<br />

11 Ladner, Tomorrow’s Tomorrow…, op. cit., 1971, p. 60.


192<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

pobres. 12 Sí se percibe de forma clara que los patrones de autoridad dentro<br />

de una red de parientes cambian con el nacimiento y la muerte; por ejemplo,<br />

la muerte del miembro más viejo de un hogar hace que la siguiente generación<br />

asuma la autoridad.<br />

Son varios los factores que provocan los cambios de residencia. La mayoría<br />

están relacionados con las condiciones económicas en las que viven las<br />

familias pobres. Las mujeres que tienen hij os acceden a prestaciones sociales<br />

y, por lo tanto, disponen de una mayor seguridad económica que las mujeres<br />

que no tienen hij os o que los hombres en general. Las normativas de las<br />

prestaciones animan a las madres a constituir hogares separados; las mujeres<br />

buscan activamente la independencia, la privacidad, mejorar sus vidas. Pero<br />

tales aventuras no duran mucho tiempo. Las historias de vida de los adultos<br />

muestran que los intentos de las mujeres de organizar hogares separados con<br />

sus hij os duran poco: las casas son declaradas en ruina, los caseros desalojan<br />

a los inquilinos; y aumenta la necesidad de ayuda entre los parientes. La<br />

composición de los hogares también se expande o se contrae con la pérdida<br />

de un trabajo, la muerte de un familiar, el comienzo o el fi n de una relación<br />

sexual o el fi nal de una amistad. Pero las fl uctuaciones en la composición de<br />

los hogares raramente afectan a los intercambios y dependencias diarias de<br />

los participantes. La siguiente cronología de cambios de residencia de Ruby<br />

Banks aclara gráfi camente estas cuestiones:<br />

Edad Composición y contexto de formación del hogar<br />

Nacimiento Ruby vive con su madre, Magnolia, y sus abuelos maternos.<br />

4 años<br />

5 años<br />

Para que les concedan prestaciones a Ruby y Magnolia, deben mudarse de<br />

la casa de los abuelos de Ruby. Se mudan a otra residencia, dos casas más<br />

allá, pero hacen todas las comidas en casa de los abuelos.<br />

Ruby y Magnolia regresan a casa de los abuelos y Magnolia da a luz un<br />

niño. Magnolia trabaja y la abuela cuida de sus hij os.<br />

12 Buchler y Selby, Kinship and Social Organization: An Introduction to Theory and Method, Nueva<br />

York, 1968; Fortes, «Introduction», en Jack Goody (ed.), The Developmental Cycle in Domestic<br />

Groups, Cambridge (GB), 1958; Ott erbein, «The Developmental Cycle of the Andros Household:<br />

A Diachronic Analysis», American Anthropologist, núm. 72, 1970, pp. 1412-1419.<br />

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6 años<br />

7-16 años<br />

17 años<br />

18 años<br />

19 años<br />

19 años y<br />

medio<br />

20 años y<br />

medio<br />

21 años<br />

21 años y<br />

medio<br />

Roles sexuales y estrategias de supervivencia 193<br />

Los abuelos maternos de Ruby se separan. Magnolia se queda a vivir con<br />

su padre y sus (ahora) dos hij os. Ruby y su abuela se mudan calle arriba<br />

y viven con su tía materna, Augusta, y su tío materno. La abuela de Ruby<br />

cuida de Ruby y sus hermanos y Magnolia trabaja, cocina y limpia para su<br />

padre.<br />

El hogar está compuesto ahora por Ruby, su abuela, el nuevo marido de su<br />

abuela, Augusta y su novio y el tío materno de Ruby. A la edad de dieciséis<br />

años, Ruby da a luz una niña.<br />

La abuela de Ruby muere y Ruby tiene un segundo bebé, de Otis, el<br />

hermano pequeño de su mejor amiga, Willa Mae. Ruby sigue viviendo con<br />

Augusta, el novio de Augusta, el tío materno de Ruby y sus hij as.<br />

Ruby se pelea con Augusta y ella y Otis se mudan a un apartamento con<br />

sus dos hij as. El padre de la primera hij a de Ruby muere. Otis permanece<br />

con Ruby y sus dos hij as en el apartamento.<br />

Ruby rompe con Otis. Ella y sus dos hij as se van a vivir con Magnolia, el<br />

«marido» de Magnolia y sus diez medio hermanos. Ruby tiene un aborto.<br />

Ruby deja la ciudad y se muda de estado con su nuevo novio, Earl. Deja<br />

a sus hij as con Magnolia y permanece fuera durante un año. Entonces<br />

Magnolia le insiste para que regrese a casa y se ocupe de sus hij as.<br />

Ruby y sus hij as se mudan a una casa grande alquilada por Augusta y el<br />

hermano de su madre. Ésta se encuentra al lado de la casa de Magnolia,<br />

donde comen Ruby y sus hij as. Ruby limpia para su tía y su tío y da a luz<br />

otro bebé, de Otis, quien había vuelto al hogar.<br />

Ruby y Otis rompen otra vez. Ella encuentra una casa y se muda allí con<br />

sus hij as, Augusta, y el novio de Augusta. Ruby se encarga de la limpieza,<br />

y Augusta cocina. Aunque Ruby y Magnolia viven lejos, comparten el<br />

cuidado de los niños y la hij a de la prima de Ruby vive con Ruby.<br />

Augusta y su novio se mudan de casa porque todos se peleaban y los dos<br />

querían alejarse del ruido de los niños. Ruby tiene un nuevo novio.<br />

Los cambios de casa de Ruby y los lugares de residencia de sus propias hij as y<br />

parientes revelan que los mismos factores que contribuyen a la alta frecuencia<br />

de las mudanzas, también hacen que los hombres, mujeres y niños vuelvan a<br />

los hogares de los familiares cercanos. Que uno pueda hacer eso repetidamente<br />

es a la vez una gran fuente de seguridad y de dependencia para aquéllos<br />

que viven en la pobreza.


194<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

Una mirada en detalle a la red doméstica de los padres de Ruby, Magnolia y<br />

Calvin Waters, en un período de menos de tres meses, ilustra la complejidad<br />

de una red típica y muestra las construcciones de parentesco, tanto el reclutamiento<br />

de individuos para la red, como la composición cambiante de los<br />

hogares dentro de la red.<br />

Unidad<br />

doméstica<br />

Núm. 1<br />

Núm. 2<br />

Núm. 3<br />

Núm. 4<br />

Núm. 5<br />

Núm. 6<br />

Composición en abril de<br />

1969<br />

Magnolia, su marido Calvin y sus<br />

ocho hij os (4-18 años).<br />

La hermana de Magnolia, Augusta,<br />

el novio de ésta, Ruby, los hij os de<br />

Ruby y el novio de Ruby, Otis.<br />

Billy (la mejor amiga de Augusta),<br />

los hij os de Billy, Lazar (el marido<br />

de Carrie, hermana de Magnolia,<br />

que vive en el sótano), Carrie<br />

(que vive allí de vez en cuando; es<br />

alcohólica).<br />

Lydia, hermana de Magnolia, las<br />

hij as de Lydia, Georgia y Lott ie, el<br />

novio de Lydia, la hij a de Lott ie.<br />

Willa Mae, amiga de Ruby, su<br />

marido y su hij o, su hermana y su<br />

hermano James (el padre de la hij a<br />

de Ruby).<br />

Eloise (la hermana del padre<br />

del primer hij o de Magnolia), su<br />

marido, sus cuatro hij os pequeños,<br />

su hij a y su hij o, la hij a del<br />

hermano de la amiga de Eloise,<br />

Jessie y su bebé.<br />

Composición en junio de<br />

1969<br />

Sin cambios.<br />

Augusta y su novio se han<br />

mudado al hogar núm. 3 tras una<br />

discusión con Ruby. Ruby y Otis se<br />

quedan en el núm. 2.<br />

Augusta y su novio se han<br />

mudado a un apartamento<br />

pequeño de una habitación en el<br />

piso de arriba de Billy.<br />

Lott ie y su hij a se han mudado<br />

a un apartamento calle abajo,<br />

uniéndose a ellas la amiga de<br />

Lott ie y su hij o. Georgia se ha<br />

mudado con su novio. El hij o de<br />

Lydia ha vuelto a casa de Lydia en<br />

el hogar núm. 4.<br />

James, que se ha mudado con su<br />

«novia», vive con su hermana;<br />

James guarda la mayoría de<br />

su ropa en el hogar núm. 5. El<br />

hermano de James ha vuelto del<br />

ejército y se muda al núm. 5.<br />

Sin cambios<br />

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Núm. 7<br />

Roles sexuales y estrategias de supervivencia 195<br />

Violet (la esposa de Cecil, el mejor<br />

amigo de Calvin, muerto hace<br />

varios años), sus dos hij os, su<br />

hij a Odessa y los cuatro hij os de<br />

Odessa.<br />

Raymond, el hij o de Odessa, es el<br />

padre del bebé de Clover. Ésta y el<br />

bebé se unen al hogar núm. 7.<br />

Los ejemplos indican, de hecho, el importante rol de las mujeres negras en la<br />

estructura doméstica. Pero la cooperación entre hermanos y hermanas que<br />

comparten el mismo hogar o viven cerca unos de otros ha sido infravalorada<br />

por los que señalan a los hogares encabezados por mujeres como la unidad<br />

doméstica más signifi cativa entre los <strong>negros</strong> pobres de la urbe. La cooperación<br />

estrecha entre hermanos adultos emerge de los patrones típicos de residencia<br />

de los adultos jóvenes. 13 Debido a la pobreza, las mujeres jóvenes, con o sin<br />

hij os, no ven otra elección que quedarse en casa con sus madres u otras mujeres<br />

parientes adultas. Incluso cuando las mujeres jóvenes están cobrando<br />

las prestaciones por tener hij os, afi rman que sus recursos se amplían cuando<br />

comparten comida e intercambian bienes y servicios diariamente. Asimismo,<br />

los hombres desempleados o los hombres que trabajan a media jornada o en<br />

trabajos de temporada, permanecen habitualmente en el hogar materno o, si<br />

la madre ha muerto, con sus propias hermanas y hermanos. Este patrón se<br />

alarga mucho tiempo después de que un hombre sea padre; éste establecerá<br />

relaciones sexuales con mujeres que viven a su vez con sus propios parientes<br />

o amigos, o que están solas con sus hij os. Un resultado de este patrón es el<br />

llamativo hecho de que los hogares casi siempre tienen hombres cerca: parientes<br />

masculinos, familia política y novios. Estos hombres son normalmente<br />

miembros intermitentes de los hogares, huéspedes o amigos que vienen y van<br />

(hombres que normalmente comen, y algunas veces duermen, en estos hogares).<br />

Los niños tienen un contacto constante y cercano con estos hombres,<br />

especialmente en el caso de los parientes masculinos. Estas relaciones superan<br />

el paso de los años. El patrón de residencia más previsible en The Flats es<br />

aquel en el que los individuos residen en los hogares donde han nacido o se<br />

han criado hasta bien entrados en la edad adulta.<br />

Los trabajadores sociales, los investigadores y los arrendadores de los guetos<br />

de las comunidades negras saben desde hace tiempo que los patrones de<br />

residencia de los pobres cambian con frecuencia y que las mujeres juegan<br />

un papel doméstico predominante. Lo que no se comprende tan bien es la<br />

13 Stack, «The Kindred of Viola Jackson…», op. cit., 1970.


196<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

relación entre la composición de los hogares y la organización doméstica<br />

en estas comunidades. Las fronteras de los hogares son fl exibles y ningún<br />

modelo de hogar, como la familia nuclear, la familia extensa o la familia<br />

matrifocal, sirve como norma. La fuerza de los lazos dentro de una red de<br />

parientes es crucial y duradera; a su vez, el mantenimiento de una red fuerte<br />

tiene consecuencias en las relaciones entre los propios miembros, como se<br />

demuestra en el siguiente debate sobre las relaciones entre madres y padres<br />

y entre padres e hij os.<br />

Madres y padres<br />

A pesar del vacío y la desesperanza laboral de la comunidad negra, hombres<br />

y mujeres se enamoran y, optimistas, apuestan por nuevas relaciones,<br />

encarándose a las fuerzas inexorables de la pobreza y el racismo. Al mismo<br />

tiempo, haciendo frente a la vida diaria, las mujeres y los hombres <strong>negros</strong><br />

han desarrollado una serie de actitudes y estrategias que parecen disminuir la<br />

posibilidad de formar relaciones a largo plazo. Incluso cuando un hombre y<br />

una mujer comparten una casa de forma temporal, ambos mantienen lazos sociales<br />

primarios con sus parientes. Si otros miembros de la red de parentesco<br />

piensan que una relación particular puede acabar con los recursos de la red, es<br />

posible que actúen de diversos y sutiles modos para romperla. Esto es lo que<br />

pasó en la vida de Julia Ambrose, otra residente de The Flats.<br />

Cuando conocí a Julia por primera vez, vivía con su bebé, su prima Teresa<br />

y la pareja de ésta. Tras varios encontronazos con Teresa por las facturas y a<br />

causa de la hostilidad de Teresa hacia el novio de Julia, esta última decidió<br />

mudarse. Me dij o que estaba perdidamente enamorada de Elliot, el padre de<br />

su hij o, y que habían decidido vivir juntos.<br />

Durante varios meses Julia y Elliot compartieron un pequeño apartamento<br />

y su relación fue estable. Elliot estaba muy orgulloso de su bebé. Los fi nes de<br />

semana se pasaba el día entero llevando al bebé a casa de su hermana, donde<br />

se lo enseñaba a sus amigos en la calle. Julia, entusiasmada por su independencia<br />

al tener su propio hogar, cuidaba muchísimo de la casa y de su bebé.<br />

Me contó:<br />

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Roles sexuales y estrategias de supervivencia 197<br />

Antes de que Elliot vuelva del trabajo, tengo preparada su cena, y la casa y el niño<br />

limpios. Cuando llega, se da una ducha y yo le llevo la comida a la cama. Duermo al<br />

niño y me meto en la cama con él. Me gusta. Comemos cualquier cosa y nos dormimos.<br />

Y por la mañana hacemos lo mismo.<br />

Cinco meses después, Elliot fue despedido de su trabajo en la fábrica, donde<br />

eran usuales los contratos temporales de ayudante. Sólo pudo encontrar un<br />

trabajo a tiempo parcial en una empresa de taxis. Elliot comenzó a pasar más<br />

tiempo fuera de casa, con sus amigos en la taberna local, y menos con Julia y<br />

el bebé. Julia fi nalmente tuvo que volver a solicitar las prestaciones sociales y<br />

Elliot se llevó casi todas sus cosas a casa de su hermana, para que el trabajador<br />

social no supiera que vivía con Julia. Julia notó cambios en Elliot.<br />

Si empiezas a besuquearte y a hacer las mismas cosas que has hecho siempre con<br />

tu chico y él no quiere, puedes estar segura de que se está liando con otra persona<br />

o que ya no te desea. Quizás Elliot no me quiso desde el principio, pero quizás sí,<br />

porque me persiguió mucho. Me quería y no me quería. Yo lo quería mucho, pero ya<br />

no estoy enamorada de él. Mis sentimientos han cambiado. Ahora no estoy enamorada<br />

de ningún hombre, la verdad. Sólo me interesa lo que puedo obtener de ellos.<br />

Julia y Elliot siguieron juntos, pero ella empezó a oír rumores. Su prima, que<br />

se había mostrado celosa muchas veces respecto a Julia, siguió a Elliot en un<br />

coche y le dij o a Julia que Elliot había aparcado tarde, por la noche, junto al<br />

apartamento de su anterior novia. Julia me dij o que su prima no era «sino una<br />

cotilla, que traía una y otra vez las mismas “primicias”», y que en realidad le<br />

tenía envidia por su larga relación. A pesar de esto, Julia se creía el cotilleo.<br />

Después de oír más rumores y cotilleos sobre Elliot, Julia dij o:<br />

[…] todavía me gusta mucho, pero no voy a dejar que quede por encima de mí.<br />

Cuando descubrí que se estaba liando con otra, me dij e a mí misma: «Yo también lo<br />

hago así que, ¿para qué armar un escándalo?». Pero después de eso, ¡le hice pagar<br />

por estar conmigo! Yo recibía de los servicios sociales un cheque cada mes para el<br />

alquiler, cogía el dinero y me compraba ropa. Me compré un vestuario completo y<br />

le daba dinero a mi madre por cuidar al bebé mientras yo estaba trabajando. Trabajé<br />

aquí y allá mientras el subsidio pagaba mi alquiler. No necesitaba a Elliot en


198<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

realidad, era dinero extra para mí. Cuando él me preguntaba qué pasaba con mi<br />

cheque, yo le decía que me había dado de baja y que no podía volver a darme de<br />

alta. Mi madre lo sabía. A ella no le importaba lo que hiciera, siempre y cuando no<br />

dejara a Elliot ponerme en ridículo. La cuestión es que una mujer tiene que tener<br />

orgullo propio. No puede dejar que un hombre la domine. No puedes dejar que un<br />

hombre te patee el culo y te diga lo que tienes que hacer. Siempre que pueda dejar<br />

a un hombre en ridículo, lo haré. Y si él hace lo mismo conmigo, entonces me iré y<br />

lo dejaré solo.<br />

Después de que Elliot perdiera su trabajo, y sus parientes continuaran contándole<br />

cotilleos sobre si jugueteaba con otras mujeres, Julia se volvió una<br />

amargada y estaba ansiosa por hacerle daño. Había un hombre negro, joven,<br />

que hacía los repartos de una tienda local y pasaba por su casa todos los días<br />

y tonteaba con ella. Charles reducía la velocidad de su camión y tocaba el claxon<br />

para Julia cuando pasaba por su casa. Enseguida empezó a salir corriendo<br />

para hablar con él en su camión y decidió «salir» con él. A Charles le gustaba<br />

Julia y le traía cosas bonitas para su niño.<br />

«Puse una trampa a Elliot», me dij o Julia, poco después de dejar de salir<br />

con Charles.<br />

Sabía que no le importaba nada a Elliot, así que le puse celoso. Se portaba bien<br />

con los niños, con los dos, pero no hacía nada para mostrarme que todavía estaba<br />

enamorado de mí. Elliot y yo peleábamos mucho. Una noche Charles y yo fuimos<br />

a la habitación de un motel y nos quedamos allí toda la noche. Mamá cuidaba a los<br />

bebés. Se enfadó. Pero yo estaba intentando hacer daño a Elliot. Cuando volví a casa,<br />

Elliot y yo nos peleamos. Me llamó toda clase de cosas. Le dij e que él también debía<br />

irse. Pero Elliot dij o que no se iba a ninguna parte. Así que se quedó y dormimos<br />

juntos, pero no hicimos nada. Entonces una noche pasó algo. Me quedé embarazada<br />

otra vez de Elliot. Después de quedarme embarazada, Charles y yo lo dejamos y me<br />

mudé con una amiga por un tiempo. Elliot empezó a andar detrás de mí y volvimos,<br />

pero viviendo separados. En mi sexto mes de embarazo me mudé de vuelta a la casa<br />

de mi madre con su marido e hij os.<br />

Muchas mujeres jóvenes como Julia sienten con fuerza que no pueden dejar<br />

que un hombre se burle de ellas, y reaccionan rápido y valientemente ante<br />

los rumores, cotilleos y habladurías que les hacen daño. El poder que tienen<br />

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Roles sexuales y estrategias de supervivencia 199<br />

los cotilleos y la información para terminar con las relaciones sexuales es un<br />

fenómeno cultural importante. Pero el factor más importante que afecta a las<br />

relaciones interpersonales entre hombres y mujeres en The Flats es el desempleo.<br />

La falta de expectativas laborales de los vecinos de una comunidad<br />

negra es retratada con sensibilidad por Elliot Liebow en Tallys’s Corner [La<br />

esquina de Tally]. Tal y como escribe el autor: «El trabajo le falla al hombre y<br />

el hombre le falla al trabajo». 14 La refl exión de Liebow sobre los hombres y el<br />

empleo nos lleva directamente a su análisis de las relaciones de explotación de<br />

los hombres de barrio respecto las mujeres: «Los hombres dicen aprovecharse<br />

económicamente de las mujeres y, además, esperan que otros hombres hagan<br />

lo mismo». 15 Los roles masculinos específi cos del gueto, que los hombres intentan<br />

mantener en sus hogares y en la calle y que supuestamente les exigen<br />

una permanente participación en sus grupos de iguales, son interpretados en<br />

Soulside como una amenaza a la estabilidad marital. 16<br />

Perder un trabajo o estar desempleado durante meses debilita la autoestima<br />

y la independencia personal y, para los hombres, conlleva la renuncia<br />

a su rol de proveedor económico de sus familias. Enfrentadas con estos patrones<br />

familiares en el comportamiento y estatus de los hombres, las mujeres<br />

recurren a su experiencia vital en The Flats para guiarse. Cuando un hombre<br />

pierde su trabajo, es el momento en el que es más probable que empiece a<br />

«trastear».<br />

Y para que se vea que ningún hombre se burla de ellas, las mujeres responden<br />

con venganza, orgullo y auto-defensa. Otra mujer joven de The Flats, Ivy<br />

Rodgers, me contó la vez que dejó a sus dos hij os en The Flats con su madre y<br />

se fue a Indiana con Jimmy River, un hombre joven del que se había enamorado<br />

«a primera vista». Jimmy le pidió a Ivy que fuera a Gary, Indiana, donde<br />

vivía su familia.<br />

Dejé a mis hij os con mi mamá. Ni siquiera le dij e que me marchaba. Mis cheques<br />

seguían llegando, así que ella tenía comida para los niños. Lo que no sabía era que él<br />

dejaba que su gente le dij era lo que tenía que hacer. Mientras estaba en Gary, Jimmy<br />

empezó a liarse con otra mujer. Él decía que no, pero le pillé y le abandoné. Después<br />

14 Liebow, Tallys’s Corner, Boston, 1967, p. 63.<br />

15 Ibídem, p. 142.<br />

16 Hannerz, Soulside…, op. cit., Nueva York, 1969.


200<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

me dij o que ya no estaba ligoteando, y le quería tanto, que volví con él. Entonces<br />

estuve pensando. En algún lugar me había perdido. Me había dejado llevar. Parecía<br />

que había olvidado que no iba a dejar que Jimmy o cualquier otro hombre me ridiculizaran.<br />

Pero sin duda él lo estaba haciendo. Le dij e a Jimmy que si me amaba,<br />

iría a ver a mi gente, les llevaría cosas y les diría que nos íbamos a casar. Jimmy no<br />

quería volver a The Flats, pero le engañé y le dij e que de veras quería visitarlos.<br />

Elegí mi anillo y Jimmy pagó treinta dólares; hice que me comprara el traje con el<br />

que nos íbamos a casar. Estábamos de acuerdo. Fue tan divertido cuando llegamos<br />

aquí y me dij o: «¿Lista para volver?» y yo le dij e: «No, no voy a volver. Nunca me<br />

casaré contigo».<br />

Las formas de control social de la sociedad en general también difi cultan el<br />

éxito de los matrimonios en The Flats. De hecho, las parejas rara vez se arriesgan<br />

a casarse a menos que el hombre tenga un trabajo; normalmente son temporales,<br />

mal remunerados e inestables y despiden al trabajador cuando ya<br />

no es necesario y de forma arbitraria. Las mujeres terminan por darse cuenta<br />

de que las prestaciones sociales y las redes de parentesco les proporcionan<br />

una mayor seguridad a ellas y a sus hij os. Además, los servicios sociales son<br />

insensibles a los intentos individuales de movilidad social. Puede que una<br />

mujer sea excluida inmediatamente de las listas de prestaciones si su marido<br />

vuelve a casa de prisión o del ejército o si contrae matrimonio. A menos que<br />

haya un cambio signifi cativo en las oportunidades de empleo para los pobres<br />

urbanos o unos ingresos mínimos garantizados para vivir, es poco probable<br />

que los <strong>negros</strong> urbanos, con ingresos bajos, vayan a formar unidades conyugales<br />

duraderas.<br />

El matrimonio y las expectativas que lo acompañan, una casa, un trabajo y<br />

una familia construida alrededor del marido y la esposa, representan un deseo<br />

individual de romper con la pobreza. E implica el deseo de un individuo<br />

de salirse de las obligaciones cotidianas en su red de parientes. La gente de<br />

The Flats se da cuenta de que uno no puede satisfacer simultáneamente las<br />

expectativas de los parientes y las expectativas de un cónyuge. Los parientes<br />

que cooperan continuamente intentan involucrar a gente nueva dentro de su<br />

red personal; pero al mismo tiempo tienen miedo de perder a un miembro<br />

central, proveedor de recursos, de la red. Los siguientes pasajes están extraídos<br />

de la pormenorizada historia de vida de Ruby Banks. Los detalles de su<br />

historia fueron corroborados mediante debates con su madre, su tía, el padre<br />

de su hij a y su hermana.<br />

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Roles sexuales y estrategias de supervivencia 201<br />

Yo y Otis podríamos estar casados, pero los demás lo arruinaron. La tía Augusta<br />

le dij o a Magnolia que él no era bueno. Magnolia también tuvo culpa en todo esto.<br />

¡Ellas no quieren verme casada! Magnolia sabe que se le escaparía el dinero. No<br />

podría pasar el tiempo con ella y los niños y darle a la vez el dinero que les doy<br />

ahora. Tendría que cuidar a mi marido. No podría ir donde ella quisiera que fuera.<br />

No podría venir cada vez que me llamara, si Calvin se pone enfermo, o los niños o<br />

ella misma. Eso es todo lo que gestiono ahora. No podría hacerlo. ¿Tú crees que un<br />

hombre aguantaría tanto como yo el ir a su casa en taxi todo el rato, para darle a ella<br />

la mitad de mi dinero? Ésa es la razón por la que no me quieren casada. ¿Tú crees<br />

que un hombre dejaría a tía Augusta venir a casa y coger comida del congelador de<br />

sus hij os? Ellas siempre han pensado de esta manera desde que nací.<br />

Fueron ellas quienes nos separaron a Otis y a mí. No paraban de decirme que él<br />

no me quería y que no quería tanta responsabilidad. Le eché y lloré toda la noche. Y<br />

le quería mucho. Pero tía Augusta y los otros siguieron alborotando y discutiendo,<br />

así que fui y le eché. Yo me habría casado hace mucho tiempo con el papá de mi primer<br />

bebé, pero tía Augusta fue la causante de que no lo hiciera; le decía a Magnolia<br />

que era muy mayor para mí. Ha estado celosa de mí desde el día en que nací.<br />

Tres años después de Otis conocí a Earl. Me dij o que me iba a ayudar a pagar los<br />

gastos. Iba a conseguirme unas cortinas y a pagar mi sofá. Mientras Earl estuvo trabajando<br />

era tan bueno conmigo y con mis hij os que Magnolia y los demás empezaron a<br />

molestar otra vez. Claro, es que no me quieren casada. Lo mismo que le pasó a Otis,<br />

le pasó a muchos de mis novios. Y no tuve tantas parejas. Estoy cansada de que me<br />

molesten con sus problemas cuando estoy intentando solucionar los míos propios. Me<br />

cuentan que Earl está haciendo esto o aquello, que está viendo a alguna chica.<br />

Buscan problemas que contarme cada día, sin excepción. Si alguna vez me caso,<br />

no voy a escuchar lo que nadie me diga. Sólo escucharé lo que diga él. Tienes que<br />

salir adelante de la mejor manera que sepas y olvidarte de tu gente. Si me casara<br />

hablarían, tal y como hacen ahora, diciendo: «Él no es bueno, ha estado aprovechándose<br />

de ti. Ya te dij e una vez que no te casaras con él. Acabarás de vuelta a la<br />

asistencia social». Si alguna vez me caso, ¡me marcharé de la ciudad!<br />

El relato de Ruby revela el fuerte confl icto entre las unidades domésticas basadas<br />

en el parentesco y los lazos duraderos entre maridos y mujeres. Cuando<br />

una madre en The Flats tiene una relación con un hombre no productivo<br />

económicamente, la relación mina los recursos del resto de los que componen su<br />

red doméstica. Los participantes de la red actúan para romper dichas relaciones,


202<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

para mantener las agrupaciones de los hogares, basadas en el parentesco a lo<br />

largo del ciclo vital, para maximizar así los potenciales recursos y los servicios<br />

que esperan intercambiar. De igual forma, se espera que un hombre participe<br />

en su red familiar y se entiende que éste no debe dividir sus servicios y sus fi -<br />

nanzas con otra relación sexual o marital. Estas formas de control social hicieron<br />

que Ruby se asustara a la hora de asumir el riesgo necesario para escapar<br />

del ciclo de la pobreza. En lugar de eso, eligió la seguridad y la estabilidad de<br />

su grupo familiar. Ruby, consciente de que para que un matrimonio durara<br />

tendría que irse lejos de sus parientes, exclamó: «Si alguna vez me caso, ¡me<br />

marcharé de la ciudad!». Mientras este estudio estaba en marcha, Ruby se<br />

casó y, esa misma tarde, dejó el Estado con su marido y su hij o más pequeño.<br />

Padres e hij os<br />

En The Flats, la gente se muestra orgullosa de todos sus parientes y, en particular,<br />

de los nuevos recién nacidos en sus redes de parentesco. Las madres<br />

animan a sus hij os a tener bebés e incluso, de forma más importante, los hombres<br />

convencen a sus mujeres de que tengan bebés. El valor que se deposita<br />

en los hij os; el amor, la atención y el afecto que reciben los niños por parte<br />

de hombres y mujeres; así como la red de relaciones sociales tejida desde el<br />

nacimiento de un hij o, son elementos básicos para que se dé tan alta tasa de<br />

natalidad entre los pobres.<br />

El orgullo que sienten los hombres de una familia por los niños de sus hij os<br />

o hermanos se ve en primer lugar en la satisfacción de sus madres y hermanas.<br />

Dicho orgullo se hizo evidente durante una visita que realicé al hogar de<br />

Alberta Cox. Ésta me presentó a su hij o de diecinueve años, Nate, y añadió<br />

inmediatamente: «Es papá y su bebé tiene cuatro meses». Entonces señaló<br />

a su hij o de veintidós años, Mac, y dij o: «Ya es papá por tercera vez». Mac<br />

sonrió y dij o: «No soy papá»; y su amigo, desde la cocina, apuntó: «Tal vez<br />

hayan sido cuatro, Mac». Alberta dij o: «Sí lo eres. ¡Admítelo, chico!». En ese<br />

momento la abuela de Mac se reclinó en su mecedora y dij o: «He sido abuela<br />

unas cuantas veces ya y estoy orgullosa de ello». Un amigo de Alberta me<br />

dij o más tarde que quiere que sus hij os tengan niños porque piensa que les<br />

hará más responsables. Aunque a menudo no le gustan las mujeres con las<br />

que van, pues afi rma que no son «trigo limpio», Alberta acepta a los bebés y<br />

pide que se los dejen cuidar cada vez que tiene la oportunidad.<br />

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Roles sexuales y estrategias de supervivencia 203<br />

Aunque los <strong>negros</strong>, como la mayoría de los estadounidenses, conforman<br />

su parentesco a través de sus madres y padres, la inseguridad económica<br />

de los hombres <strong>negros</strong> y el hecho de que las prestaciones sociales se dirij an<br />

a la unidad conformada por madre e hij o, hacen muy difícil que un marido<br />

y además padre, negro y desempleado, compita con la familia de la mujer<br />

por la autoridad y el control de los hij os de ésta. Como hemos visto, las<br />

mujeres buscan ser independientes, pero, por otro lado, para enfrentarse a<br />

las necesidades cotidianas, fortalecen activamente los lazos con sus parientes,<br />

así como los de su red doméstica. A pesar de que estas dos estrategias,<br />

especialmente en el contexto del desempleo masculino, pueden llevar a la<br />

ruptura de una pareja joven, un padre mantendrá los lazos con sus hij os. El<br />

rol del marido y padre puede ser limitado, pero en contra del estereotipo<br />

sobre la vida familiar negra, no sólo existe, sino que es culturalmente muy<br />

relevante.<br />

Muy pocas parejas jóvenes contraen matrimonio legal en The Flats, pero<br />

un padre y sus parientes pueden mantener una relación continuada con<br />

los hij os de aquél, si el padre ha reconocido la paternidad, si sus parientes<br />

muestran interés por el niño y si la madre incluye a estos últimos en su red<br />

personal. Ciertas estadísticas muy extendidas y altamente engañosas sobre<br />

los hogares encabezados por mujeres han contribuido a que se asuma que<br />

los niños <strong>negros</strong>, sociológicamente hablando, no son importantes para sus<br />

padres. Por el contrario, en mi reciente estudio sobre la vida doméstica<br />

entre los pobres de una comunidad negra del Medio Oeste, 17 descubrí que<br />

el 70 % de los padres de niños que recibían prestaciones sociales habían<br />

reconocido a sus hij os y les otorgaban sus afi liaciones de parentesco. Pero<br />

dado que muchos de estos hombres tienen poco o ningún acceso a empleos<br />

estables y productivos, de los 699 que reconocieron la paternidad, sólo 84<br />

(el 12 %) apoyaban económicamente, de forma sustancial, a sus hij os. La<br />

gente en The Flats cree que un padre debería ayudar a su hij o, pero saben<br />

que la madre no puede contar con ello. Generalmente las expectativas<br />

de la comunidad sobre el padre no incluyen las obligaciones del padre en<br />

relación a su hij o; sin embargo, sí cuentan con la responsabilidad de los<br />

parientes del padre. En The Flats, el parentesco a través de los hombres se<br />

establece mediante una cadena de progenitores reconocidos, pero la paternidad<br />

social es compartida por el progenitor con sus parientes y con el<br />

novio o novios de la madre.<br />

17 Stack, «Black Kindreds…», op. cit., 1972.


204<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

Si bien la autoridad de un padre sobre sus hij os legítimos u otros hij os de<br />

su mujer es limitada, ni el cariño del padre hacia su hij o ni el deseo de sus<br />

parientes de ayudar a criar al niño interfi ere en la estabilidad de la red doméstica.<br />

Los parientes de Otis entraron en la red personal de Ruby, porque<br />

éstos querían estar con los niños y gracias a la larga amistad entre Ruby y la<br />

hermana de Otis, Willa Mae. Como muchos padres en The Flats, Otis mantuvo<br />

un contacto cercano con sus hij os y les procuró bienes y cuidado, incluso<br />

cuando él y Ruby no se hablaban. Una vez, cuando Otis y Ruby se separaron,<br />

Otis se quedó en una habitación en la casa del tío de Ruby, al lado de la casa de<br />

la madre de Ruby. En ese momento, a los hij os de Ruby los cuidaba Magnolia<br />

todos los días, mientras Ruby iba al colegio para obtener su título de bachiller.<br />

Otis estaba sin trabajo y se quedó con el tío de Ruby unos seis meses ayudando<br />

a Magnolia a cuidar a sus hij os. Los parientes de Otis estaban orgullosos<br />

del buen padre que era Otis y a veces proponían criarlos ellos mismos. Ruby y<br />

otras madres saben bien que esas personas con las que cuentas para compartir<br />

el cuidado y la crianza de tus hij os son también aquéllos que, precisamente,<br />

están en la posición de juzgar y controlar cómo cumples con las obligaciones<br />

de ser madre. Las responsabilidades de la maternidad compartida en The<br />

Flats implican tanto una ayuda como un control sobre las formas en las que<br />

cada uno asume el papel de la maternidad o la paternidad.<br />

Los padres como Otis, que intentan mantener los lazos con sus hij os,<br />

aprenden que la relación con la madre determina enormemente el rol que podrán<br />

asumir en la vida de su prole. Si la madre tiene un novio, los celos entre<br />

hombres hacen extremadamente difícil que los padres puedan pasar tiempo<br />

con sus hij os, pero como Otis me dij o: «Cuando Ruby no tiene novio, entonces<br />

recurre a mí, me pide ayuda diciéndome que haga algo por mis niños». En<br />

esos lapsos de tiempo, cuando un hombre o una mujer no tienen una relación<br />

sexual en curso, algunas madres recurren a los padres de sus hij os por un<br />

tiempo y les «ahogan» con sus necesidades y las de sus hij os. En estos momentos,<br />

hombres y mujeres refuerzan su frágil pero continua relación y se encuentran<br />

como buenos amigos, que pueden ser de ayuda el uno para el otro.<br />

Generalmente, una madre considera al padre de sus hij os como un amigo<br />

de la familia del que ella puede obtener ayuda, más que como un padre que falla<br />

en sus obligaciones paternales. Aunque los padres ayudan voluntariamente<br />

al cuidado de sus hij os, no se puede contar con la mayoría de los padres como<br />

fuente continua de ayuda. Claudia Williams me habló sobre Harold, el padre<br />

de sus dos hij os:<br />

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se permite la copia ©<br />

Roles sexuales y estrategias de supervivencia 205<br />

Algunos días viene a casa diciendo: «Quiero ver a los bebés y tú puedes tumbarte<br />

y descansar, cariño», y me trata muy bien. A lo mejor no lo veo durante dos o tres<br />

meses. No tiene sentido dar la lata a Harold. Simplemente le trato como si fuera un<br />

amigo, aunque sea el padre de mis bebés.<br />

Desde que Claudia dio a luz a los hij os de Harold, ambos han tenido otras<br />

relaciones. Cuando alguno de los dos tiene una relación con otra persona, esto<br />

aparta, en efecto, a Harold de sus hij os. Claudia dice: «Mis niños no necesitan<br />

la ayuda de su papá, pero si él ayuda, entonces yo lo ayudo también. Mi niños<br />

se portan bien y yo sé que son el orgullo de la familia de Harold».<br />

Conclusiones<br />

La imagen que muestran las mujeres negras, en sus propias palabras e historias<br />

de vida, coincide con la que presenta Joyce Ladner:<br />

Una de las principales características que defi nen a la mujer negra es el [enfoque<br />

realista] de sus [propios] recursos. En lugar de resignarse a su destino, ésta siempre<br />

ha buscado soluciones creativas a sus problemas. La habilidad de utilizar los<br />

recursos a su alcance y de mantener aún así la determinación de luchar contra la<br />

sociedad racista, de forma abierta o sutil según sea necesario, es uno de sus principales<br />

atributos. 18<br />

En estas páginas, he destacado de forma especial aquellas estrategias que pueden<br />

usar las mujeres para aumentar su grado de independencia, para adquirir<br />

y mantener la autoridad doméstica, para limitar (de forma positiva) el rol<br />

del marido y padre, así como para fortalecer los lazos con los parientes. Esta<br />

última estrategia (sacar el mayor partido a las relaciones de la red doméstica)<br />

ayuda a explicar los patrones de la vida familiar negra, entre los pobres<br />

urbanos, de forma más adecuada que los conceptos de familia nuclear o matrifocal.<br />

Cuando los recursos económicos son muy limitados, la gente necesita<br />

la ayuda del mayor número de personas posible. Esto requiere expandir las<br />

18 Ladner, Tomorrow’s Tomorrow…, op. cit., 1971, pp. 276-277.


206<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

redes familiares y así aumentar el número de personas con las que contar.<br />

Por un lado, las mujeres de una red pueden romper una relación que se haya<br />

convertido en un agujero sin fondo para sus recursos. Por otro, de un hombre<br />

se espera que contribuya a su propia red de parientes y no derroche su capacidad<br />

de trabajo y sus recursos en otra relación marital. Al mismo tiempo, una<br />

mujer intentará conseguir la ayuda del hombre que ha engendrado a sus hij os,<br />

construyendo así su propia red de recursos. Ésta, además, espera apoyo por<br />

parte de los parientes de él, especialmente de su madre y sus hermanas. Las<br />

mujeres activan continuamente estos lazos para atraer a parientes y amigos a<br />

la red de intercambio y obligaciones. Normalmente, las parientes femeninas<br />

del padre biológico son pobres también e intentan, asimismo, expandir su red<br />

e incrementar el número de personas con las que contar.<br />

De forma clara, las presiones económicas que sufren las redes familiares en<br />

una comunidad negra hacen que los hombres y las mujeres no salgan de éstas<br />

(a través del matrimonio u otras relaciones largas). La red cooperativa basada<br />

en el parentesco representa una adaptación colectiva a la pobreza por parte<br />

de los hombres, mujeres y niños de las comunidades negras. Las lealtades y<br />

dependencias hacia los parientes compensan la terrible experiencia del desempleo<br />

y el racismo. Para enfrentarse a las demandas cotidianas de la vida en<br />

el gueto, estas redes han desarrollado patrones de convivencia: hogares con<br />

marcos muy fl exibles; vínculos que duran toda la vida y que, aunque intermitentes,<br />

conforman hogares de hasta tres generaciones; obligaciones sociales<br />

propias del rol del marido / padre dentro del grupo doméstico de la madre;<br />

así como la autoridad doméstica de las mujeres.<br />

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La Segunda Ola del<br />

feminismo negro.<br />

Diáspora y<br />

estudios culturales


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7. Mujeres blancas, ¡escuchad!<br />

El feminismo negro y los<br />

límites de la hermandad<br />

femenina<br />

209<br />

Hazel V. Carby 1<br />

Estoy dejando testimonio. También vosotras debéis dejar testimonio. Vuestras hij as<br />

tienen que dejar testimonio. Quemaron todos los documentos. Nosotras tenemos<br />

que hacer que se apague lo que ellos metieron en nuestras mentes, tal y como termina<br />

de curarse una herida. Pero debemos guardar lo necesario para dejar testimonio.<br />

Esa cicatriz, que queda como vestigio, debemos mantenerla tan visible como nuestra<br />

sangre. 2<br />

Las críticas de las mujeres negras a la historia 3 no sólo señalan «ausencias»;<br />

también nos indigna cómo se nos ha hecho visibles, cuando elegían vernos. La<br />

historia ha construido nuestra sexualidad y nuestra feminidad alejándolas de<br />

1 «White women, listen! Black feminism and the boundaries of sisterhood», en Centre for Contemporany<br />

Cultural Studies de la Universidad de Birmingham, (ed.), The Empire Strikes Back. Race<br />

and racism in 70s Britain, Londres, Hutchinson & Co., 1982.<br />

2 Gayle Jones, Corregidora, Nueva York, Random House, 1975, pp. 14, 72.<br />

3 La autora destaca el androcentrismo de la disciplina histórica a través de la descomposición de<br />

history: his- (su de él) e -story (historia): historia del varón, tal y como denunciaron las feministas<br />

de los años sesenta y setenta. Mantenemos la forma historia para respetar esta acepción. En este<br />

sentido, en la frase que nos ocupa: «Las críticas de las mujeres negras a la historia no sólo señalan<br />

“ausencias”», se debe entender «Las críticas de las mujeres negras a la historiografía androcéntrica...»<br />

[N. de E.]


210<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

las cualidades atribuidas a las mujeres blancas, en tanto que objetos valorados<br />

del mundo occidental. También hemos sido defi nidas con términos que están<br />

por debajo de lo humano. 4 Nuestra continua lucha con la historia comenzó<br />

cuando ésta nos «descubrió». Sin embargo, este capítulo se ocupará de la herstory<br />

5 más que de la historia. Deseamos dirigir preguntas a las teorías feministas<br />

desarrolladas durante la última década. Una década en la que las mujeres<br />

negras hemos estado luchando en las calles, en las escuelas, en los tribunales,<br />

dentro y fuera de las relaciones salariales. La relevancia de estas luchas debería<br />

ser la fuente de la escritura de una herstory propia de las mujeres de<br />

Gran Bretaña. Esto es imprescindible si queremos desarrollar una teoría y una<br />

práctica feministas cargadas de signifi cado para las mujeres negras. No podemos<br />

esperar re-constituirnos nosotras mismas con todas nuestras ausencias, o<br />

rectifi car los presentes pobremente concebidos que invaden la herstory desde<br />

la historia, sino que deseamos dejar testimonio de nuestras propias herstories.<br />

Las conexiones entre éstas y las herstories de las mujeres blancas serán<br />

hechas y rehechas en la lucha. Las mujeres negras han venido de África, de<br />

Asia y del Caribe y no podemos hacer justicia a todas sus historias en un sólo<br />

capítulo. Tampoco podemos representar las voces de todas las mujeres negras<br />

de Gran Bretaña, pues nuestras herstories son muy numerosas y variadas. Lo<br />

que haremos será proponer distintas maneras a través de las cuales se puede<br />

comprender la «triple» opresión de género, raza y clase, en su especifi cidad y<br />

como determinantes de las vidas de las mujeres negras.<br />

En gran parte del debate contemporáneo se ha planteado la cuestión de<br />

la relación entre raza y género en términos que tratan de hacer una analogía<br />

entre dichos conceptos. Así, se puede argumentar que, en tanto que procesos,<br />

el racismo y el sexismo son similares. Por ejemplo, ambos construyen «sentido<br />

común», en términos ideológicos, a través de la referencia a las diferencias<br />

«naturales» y «biológicas». También se ha argumentado que las categorías<br />

de raza y de género responden a construcciones sociales y que, por lo tanto,<br />

como conceptos, tienen poca coherencia interna. Además, es posible hacer un<br />

paralelismo de las segmentaciones producidas por la raza y el género ya que<br />

4 Winthrop Jordan, White over Black, Baltimore, Penguin, 1969, pp. 238, 495, 500.<br />

5 Como oposición a lo apuntado en la nota 3, el movimiento feminista creó en los años sesenta el<br />

término herstory: her- (su de ella) y -story (historia), historia de la mujer, como forma de reclamar<br />

una narrativa propia y exigir que la historia de las mujeres fuera incluida en la Historia ofi cial.<br />

No hay una traducción para herstory que pueda conservar la potencia y la originalidad del juego<br />

de palabras en inglés, por eso mantendremos el original a lo largo del artículo. La autora utiliza la<br />

cursiva para la palabra history y la redonda habitual para herstory; también nosotras, a pesar de<br />

ser una palabra en otra lengua, hemos decidido mantener la redonda. [N. de la T.]<br />

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Mujeres blancas, ¡escuchad! 211<br />

las posibilidades de mejora a través de la legislación parecen ser igualmente<br />

inútiles. Michèle Barrett , sin embargo, ha señalado que no es posible abogar<br />

por los paralelismos, porque en cuanto se realiza un análisis histórico se pone<br />

de manifi esto que las instituciones que tienen que ser analizadas son diferentes,<br />

como lo son las formas de análisis necesarias para llevarlo a cabo. 6<br />

Estamos de acuerdo en que la construcción de dichas analogías es infructuosa<br />

y que a menudo se demuestra que va poco más allá del mero ejercicio académico.<br />

Pero hay otra razón por la que rechazamos este tipo de debates: la<br />

experiencia de las mujeres negras no entra en los parámetros del paralelismo.<br />

La principal razón para no emplear paralelismos es el hecho de que las mujeres<br />

negras están sujetas simultáneamente a las opresiones del patriarcado, la<br />

clase y la «raza», lo que hace que su posición y su experiencia no sólo resulten<br />

marginales, sino también invisibles.<br />

Al señalar que la mayoría de la teoría feminista contemporánea no tiene en<br />

cuenta adecuadamente la experiencia de las mujeres negras, también tenemos<br />

que apuntar que no se debe simplemente a una ausencia y que, por lo tanto, la<br />

tarea no es sólo darle visibilidad. Más bien al contrario, ya que el mismo proceso<br />

de considerar las posiciones históricas y contemporáneas de las mujeres<br />

negras cuestiona, en sí mismo, el uso de algunas de las categorías y asunciones<br />

centrales del pensamiento feminista dominante reciente. No podemos señalar<br />

una única fuente de nuestra opresión. Si las feministas blancas enfatizan<br />

únicamente el patriarcado, nosotras queremos redefi nir el término y hacer el<br />

concepto aún más complejo. El racismo determina que los hombres <strong>negros</strong> no<br />

tengan las mismas relaciones con las jerarquías patriarcales y capitalistas que<br />

los hombres blancos. En palabras del Combahee River Collective:<br />

Creemos que las políticas sexuales en el patriarcado dominan las vidas de las mujeres<br />

negras, así como lo hacen las políticas de clase y de raza. Además, con frecuencia,<br />

nos es difícil separar la raza de la clase, y de la opresión sexual, dado que<br />

en la mayoría de los casos las experimentamos simultáneamente en nuestras vidas.<br />

Sabemos que existe algo que podemos llamar la «opresión racial y sexual» que no<br />

es ni exclusivamente racial ni exclusivamente sexual, como, por ejemplo, la historia<br />

de las violaciones a mujeres negras cometidas por hombres blancos, como arma de<br />

represión política.<br />

6 Mi agradecimiento a Michèle Barrett quien, en una charla ofrecida en la Social Science Research<br />

Council’s Unit on Ethnic Relations, ayudó a esclarecer muchos de estos intentos por establecer<br />

analogías.


212<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

Aunque somos feministas y lesbianas, nos sentimos solidarias con los hombres <strong>negros</strong><br />

progresistas y no abogamos por la división separatista que demandan las mujeres<br />

blancas. Nuestra situación como personas negras necesita de la solidaridad en<br />

torno a la cuestión de la raza, algo que, obviamente, las mujeres blancas no necesitan<br />

tener con los hombres blancos, a menos que sea una solidaridad negativa con los<br />

opresores raciales. Nosotras luchamos junto a los hombres <strong>negros</strong> contra el racismo,<br />

mientras luchamos también con los hombres <strong>negros</strong> contra el sexismo. 7<br />

Únicamente en los escritos de las feministas negras encontramos intentos de<br />

teorizar las interconexiones entre clase, género y raza, como ocurre en nuestras<br />

vidas, y sólo en las organizaciones autónomas de mujeres negras hemos<br />

sido capaces de expresar nuestras experiencias, actuar sobre ellas y, consecuentemente,<br />

intervenir sobre los factores que las determinan. En el Women’s<br />

Liberation Movement (WLM) [Movimiento de liberación de las mujeres], muchas<br />

mujeres negras se encontraban alienadas por la falta de reconocimiento<br />

de sus vidas, experiencias y herstories. Las feministas negras demandaron, y<br />

aún demandan, que se reconozca la existencia del racismo como un rasgo estructural<br />

de nuestras relaciones con las mujeres blancas. Tanto la teoría como<br />

la práctica feministas tienen que reconocer que las mujeres blancas se sitúan<br />

en una relación de poder como opresoras de las mujeres negras. Esto pone en<br />

cuarentena cualquier teoría o práctica feministas fundadas en la noción de<br />

simple igualdad.<br />

Tres de los conceptos centrales de la teoría feminista se vuelven problemáticos<br />

en su aplicación a las vidas de las mujeres negras: la «familia», el<br />

«patriarcado» y la «reproducción». Cuando se usan, se sitúan en el contexto<br />

de la herstory de las mujeres blancas (normalmente de clase media) y se<br />

tornan contradictorios al aplicarse a las vidas y experiencias de las mujeres<br />

negras. En un reciente informe exhaustivo de teoría feminista contemporánea,<br />

Women’s Oppression Today [La actual opresión de las mujeres], Michèle Barrett<br />

encuentra en la familia contemporánea (en concreto en la familia bajo el capitalismo)<br />

la fuente de opresión de las mujeres:<br />

7 Combahee River Collective, «A black feminist statement», en Moraga y Anzaldúa (eds.), This<br />

Bridge called My Back: Writings by Radical Women of Color, Persephone Press, 1981, p. 213 [ed. cast.:<br />

Este Puente llamado Mi Espalda: Voces de mujeres tercermundistas en Estados Unidos, San Francisco<br />

(Cal.), 1988].<br />

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Mujeres blancas, ¡escuchad! 213<br />

Es difícil argumentar que la actual estructura de los hogares familiares no es sino<br />

opresiva para las mujeres. Las feministas hemos visto la familia, coherente y razonadamente,<br />

como el lugar central de la opresión de las mujeres en la sociedad contemporánea.<br />

Las razones de tal afi rmación radican tanto en la estructura del hogar<br />

a nivel material, a causa de la cual, en gran medida, las mujeres son dependientes<br />

económicamente de los hombres, como en la ideología familiar, a través de la cual<br />

a las mujeres se las confi na a vivir preocupadas por cuestiones primarias, como lo<br />

son lo doméstico y la maternidad. Esta situación determina que se den las desventajas<br />

que experimentan las mujeres en el trabajo, y es la raíz de la explotación de la<br />

sexualidad femenina, endémica en nuestra sociedad. El concepto de «dependencia»<br />

quizás sea fruto de una interconexión entre la organización material del hogar y la<br />

ideología de la feminidad, es decir, ambas áreas son estructuradas por la asunción<br />

de que las mujeres dependen de los hombres. 8<br />

El interrogante inmediato para las feministas negras es si este marco puede<br />

ser aplicado en su totalidad para analizar nuestra herstory de opresión<br />

y lucha. No es que deseemos negar que la familia pueda ser una fuente de<br />

opresión para nosotras, sino que deseamos examinar, además, cómo la familia<br />

negra ha funcionado en su origen como fuente de resistencia a la opresión.<br />

Necesitamos reconocer que durante la esclavitud, en los periodos coloniales y<br />

bajo el actual Estado autoritario, la familia negra ha sido terreno de resistencia<br />

política y cultural contra el racismo. Además, no podemos separar fácilmente<br />

las dos formas de opresión, dado que la teoría y la práctica racistas son con<br />

frecuencia específi cas de cada género. Las ideologías de la sexualidad femenina<br />

negra no provienen originalmente de la familia negra. El modo en el que<br />

se construye el género de las mujeres negras difi ere de las construcciones de<br />

la feminidad blanca, puesto que también está sometido al racismo. Las feministas<br />

negras venimos explicándolo desde el siglo pasado, cuando Sojourner<br />

Truth señaló la forma en que se negaba la «feminidad» a las mujeres negras.<br />

Ese hombre de allí dice que las mujeres necesitamos ser ayudadas con carruajes,<br />

ser levantadas al pasar las zanjas, y que, en cualquier parte, debemos tener el mejor<br />

lugar. Nadie me ayuda nunca con los carruajes, ni me levantan al pasar las zanjas,<br />

o los charcos de barro, ¡ni me ceden el mejor lugar! ¿Acaso no soy yo una mujer?<br />

¡Mírame! ¡Mira mi brazo! He arado, plantado y recogido en los graneros, ¡y ningún<br />

hombre encabezó mi tarea! ¿Acaso no soy yo una mujer? Podía trabajar y comer tanto<br />

8 Michèle Barrett , Women’s Oppression Today, Londres, Verso, 1980, p. 214.


214<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

como un hombre —si es que tenía— ¡y llevar el látigo también! ¿Acaso no soy yo<br />

una mujer? He parido trece hij os y he visto cómo la mayoría de ellos eran vendidos<br />

como esclavos; y cuando lloré con la pena profunda propia de una madre, ¡nadie<br />

excepto Jesús me escuchó! ¿Acaso no soy yo una mujer? 9<br />

En nuestro análisis previo del «sentido común», indicamos la naturaleza racista<br />

de las ideologías de la sexualidad femenina negra. Las mujeres negras<br />

se enfrentan constantemente a estas ideologías en sus luchas cotidianas. Por<br />

ejemplo, las chicas asiáticas están contraatacando en la escuela para destruir<br />

la mitología racista propia de su feminidad. Como ha señalado Pratibha Parmar,<br />

los técnicos en orientación laboral no les hacen las mismas entrevistas<br />

que a las chicas blancas ni les ofrecen las mismas oportunidades de trabajo.<br />

Y esto se debe a que creen que las chicas asiáticas serán forzadas a casarse inmediatamente<br />

después de dejar el colegio. La lógica del «sentido común» de<br />

este racismo hace que, para las chicas asiáticas, su carrera sea vista como una<br />

pérdida de tiempo. Pero la lucha en las escuelas no es sólo contra el racismo<br />

de las instituciones:<br />

Sí, y además hay algunos estudiantes racistas que siempre están metiéndose con<br />

nosotras. Recientemente, tuvimos una pelea en nuestro colegio con algunas chicas<br />

blancas. Les mostramos en serio que no vamos a soportar sus tonterías.<br />

Las afi rmaciones de Sangeeta y Wahida refl ejan una creciente seguridad y consciencia<br />

entre las chicas jóvenes asiáticas con respecto a sí mismas y su situación, en<br />

un clima de ataques racistas contra la gente negra que, en general, han aumentado.<br />

Muchas chicas asiáticas se ofenden al ser estereotipadas como débiles, pasivas,<br />

chicas tranquilas, que no se atreverían a levantar un dedo en su propia<br />

defensa. Quieren cuestionar la idea que la gente tiene de ellas como chicas «que<br />

no quieren destacar o causar problemas, sino caminar de puntillas esperando<br />

que nadie las note». 10<br />

9 J. Loewenberg y R. Bogin (eds.), Black Women in Nineteenth Century American Life, University<br />

Park, Pennsylvania State University Press, 1978, p. 235.<br />

10 Pratibha Parmar y Nazira Mirza, «Growing angry. Growing strong», Spare Rib, núm. 111, octubre<br />

de 1981.<br />

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Mujeres blancas, ¡escuchad! 215<br />

El uso del concepto de «dependencia» supone también un problema para<br />

las feministas negras. Se ha argumentado que proporciona la conexión entre<br />

«la organización material del hogar y la ideología de la feminidad». Pero,<br />

¿cómo podemos considerar entonces las situaciones en las que las mujeres<br />

negras son cabeza de familia, o en las que, debido a un sistema económico<br />

que genera de forma estructural un alto desempleo masculino negro, no son<br />

dependientes económicamente de un hombre negro? Esta condición existe<br />

tanto en situaciones coloniales como metropolitanas. Las ideologías de la<br />

domesticidad y la maternidad femeninas negras se han construido a través<br />

de su trabajo (o de la condición de esclavas) como empleadas domésticas o<br />

madres sustitutas en las familias blancas, más que en relación con sus propias<br />

familias. Las mujeres de las Indias Occidentales todavía migran a EEUU y a<br />

Canadá como domésticas, y en Gran Bretaña las contratan para llevar a cabo<br />

la limpieza en ofi cinas o en el Servicio Nacional de la Salud, etc. En periodos<br />

coloniales, las mujeres asiáticas han sido forzadas con frecuencia a ejercer la<br />

prostitución para servir sexualmente a los varones blancos invasores, ya fuera<br />

en forma de ejércitos de ocupación o de empleados e invitados de empresas<br />

multinacionales. ¿Cómo, a la luz de todo esto, se puede argumentar entonces<br />

que la dominación masculina negra existe de la misma forma que la dominación<br />

masculina blanca? Los sistemas de esclavitud, colonialismo e imperialismo<br />

han negado sistemáticamente una posición en la jerarquía masculina<br />

blanca a los hombres <strong>negros</strong>, y han hecho uso de formas específi cas de terror<br />

para oprimirles.<br />

Las estructuras de la familia negra han sido consideradas patológicas por<br />

el Estado y están en proceso de constituirse como patológicas en la teoría feminista<br />

blanca. Aquí, irónicamente, la estructura de la familia nuclear occidental<br />

y las ideologías propias del «amor romántico» formadas en el capitalismo<br />

pasan por más progresistas que las estructuras de la familia negra. Un<br />

indiscutido racismo, propio del «sentido común», construye a las chicas y a<br />

las mujeres asiáticas como si no tuvieran libertad en absoluto, mientras que<br />

a las inglesas se las tiene por chicas de una sociedad y una cultura más «liberadas».<br />

Una alumna asiática señala al respecto:<br />

11 Ibídem.<br />

¿Dónde está la libertad de ir a una discoteca, temiendo no gustarles a los chicos,<br />

o que nadie te saque a bailar, o que a tus amigas las acompañen chicos a casa y tú<br />

tengas que irte sola en la oscuridad? 11


216<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

Poca relación tienen con sus propias experiencias las historias de «terror» de<br />

los medios de comunicación sobre chicas asiáticas y matrimonios concertados.<br />

La versión «feminista» de esta ideología presenta a las mujeres asiáticas<br />

como si necesitaran liberarse, no en términos de su propia herstory y de sus<br />

propias necesidades, sino en relación a las tradiciones y costumbres sociales<br />

«progresistas» del Occidente metropolitano. Se ignoran las luchas actuales<br />

en las que están involucradas las mujeres asiáticas, y se priorizan las teorías<br />

cuyo punto de vista es el de un observador externo más «avanzado», más<br />

«progresista». De hecho, como se ha visto en el segundo capítulo, 12 para el<br />

Estado es muy fácil hacerse con esta ideología y usarla en la promoción de sus<br />

prácticas racistas y sexistas. Un ejemplo de esto es la utilización del asunto del<br />

matrimonio concertado por parte del gobierno para legitimar las crecientes<br />

restricciones sobre la inmigración desde el subcontinente indio. 13<br />

Demasiadas veces, los conceptos de progreso histórico son invocados tanto<br />

por la izquierda como por las feministas, para crear una escala móvil de «libertades<br />

civilizadas». Cuando se van a describir las prácticas sexuales bárbaras,<br />

el «Tercer Mundo» es exhibido y comparado con el «Primer Mundo», que<br />

es visto como más «ilustrado» o «progresista». Los centros metropolitanos de<br />

Occidente defi nen lo que ha de ser preguntado a otros sistemas sociales y, al<br />

mismo tiempo, proveen la medida por la cual se evalúan todas las prácticas<br />

«foráneas». En una peculiar combinación de marxismo y feminismo, el capitalismo<br />

se convierte en el vehículo de reformas que permiten progresar hacia<br />

la emancipación de las mujeres. Se interpreta que el «Tercer Mundo», por otro<br />

lado, conserva formas precapitalistas que se expresan en lo cultural mediante<br />

tradiciones más opresivas con respecto a las mujeres. Así, en un artículo que<br />

compara diferentes sociedades socialistas, Maxine Molyneux cae directa en<br />

esta trampa de establecer lo «tercermundista» como lo «atrasado».<br />

Un segundo gran problema, a la hora de enfrentarse a los Estados post-revolucionarios<br />

del Tercer Mundo, es el peso de las ideologías y las prácticas conservadoras, que<br />

queda subsumido habitualmente en la literatura ofi cial bajo las categorías de «tradicionalismo»<br />

o «residuos feudales». El impacto y la naturaleza del «tradicionalismo»<br />

están sujetos a una considerable variación entre países, pero allí donde se hace<br />

12 Se refi ere al capítulo dos, «Just plain common sense: the “roots” of racism», de Errol Lawrence,<br />

del volumen original.<br />

13 Véase Cartografías de la diáspora. Identidades en cuestión de Avtar Brah, Trafi cantes de Sueños,<br />

2010, para un desarrollo pormenorizado de la cuestión. [N. de E.]<br />

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Mujeres blancas, ¡escuchad! 217<br />

fuerte puede constituir un obstáculo para el desarrollo económico y social, que debe<br />

ser superado para la formación de una nueva sociedad. En algunas sociedades, las<br />

prácticas tradicionales tienden a resistir especialmente en las mujeres. Instituciones<br />

como la poligamia, el pago por la novia, los matrimonios infantiles, la reclusión y las<br />

formas de mutilación, tales como el vendaje de los pies o la «circuncisión» femenina,<br />

se tejen en la estructura misma de las sociedades precapitalistas. A menudo sobreviven<br />

en los países del Tercer Mundo mucho después de haber sido ilegalizadas y a<br />

pesar de los cambios globales que hayan tenido lugar. 14<br />

Maxine Molyneux ve «los sistemas de herencia y los matrimonios concertados»<br />

como uno de los modos principales «mediante los cuales se mantienen<br />

las formas de propiedad y las relaciones sociales precapitalistas».<br />

Un problema inmediato que se plantea con este enfoque es su carácter<br />

extraordinariamente generalizador. Si se aplicara a las naciones industrializadas<br />

occidentales, se descartaría por ser demasiado vago como para aportar<br />

información. Sin embargo, Molyneux da a entender que en tanto que las<br />

mujeres del «Tercer Mundo» están fuera de las relaciones de producción<br />

capitalistas, entrar en las relaciones capitalistas es, necesariamente, un movimiento<br />

emancipatorio.<br />

No cabe duda de que, a fi n de cuentas, las posiciones de las mujeres dentro de las<br />

sociedades imperialistas, es decir, de las sociedades capitalistas avanzadas, son más<br />

avanzadas, a pesar de sus limitaciones, que en las sociedades capitalistas y no capitalistas<br />

menos desarrolladas. En este sentido, los cambios traídos por el imperialismo<br />

a las sociedades del «Tercer Mundo» pueden, en algunas circunstancias, haber<br />

sido históricamente progresistas. 15<br />

Esta visión del imperialismo será tratada más adelante con detalle. Llegados a<br />

este punto deseamos indicar que el uso de tales teorías refuerza la visión de que<br />

cuando las mujeres negras entran en Gran Bretaña se están trasladando a una<br />

sociedad más liberada, ilustrada o emancipada, que aquella de la que proceden.<br />

Nancy Foner afi rmó que las mujeres de las Indias Occidentales disfrutaban de<br />

14 Maxine Molyneux, «Socialist societies old and new: progress towards women’s emancipation»,<br />

Feminist Review, núm. 8, verano de 1981, p. 3.<br />

15 Ibídem, p. 4.


218<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

una mayor libertad en Gran Bretaña por el mero hecho de haber aprendido<br />

a conducir (!). 16 Diferentes herstories, diferentes luchas de las mujeres negras<br />

contra los sistemas que las oprimen son enterradas bajo las concepciones eurocéntricas.<br />

Las estructuras de la familia negra se ven como propias de sistemas<br />

económicos menos avanzados y sus extensas redes parentales se asumen como<br />

más opresivas para las mujeres. El modelo de la familia blanca nuclear, que<br />

raramente se ajusta a la situación de las mujeres negras, las patologiza, al presentarse<br />

como una estructura más progresista que aquélla en la que ellas viven.<br />

Puede verse a partir de esta breve discusión del uso del concepto de «familia»,<br />

que la aplicación de los términos «patriarcado» y «reproducción» también<br />

se vuelve más compleja. Cabe volver a recordar, además, que los hombres<br />

<strong>negros</strong> no han sostenido las mismas posiciones patriarcales de poder que<br />

los varones blancos. Michèle Barrett argumenta que el término patriarcado ha<br />

perdido todo el poder analítico o explicativo y ha sido reducido a un sinónimo<br />

de dominación masculina. Intenta así limitar su uso a un tipo específi co de<br />

la dominación masculina que podría ser ubicado históricamente.<br />

No querría defender echar por la borda el concepto de patriarcado. Sería partidaria<br />

de conservarlo para usarlo en contextos donde la dominación masculina es expresada<br />

a través del poder del padre sobre las mujeres y sobre los hombres más jóvenes<br />

[...] De este modo, abogaría por un uso más preciso y específi co del concepto<br />

de patriarcado, mejor que uno que se expande para cubrir todas las expresiones<br />

de dominación masculina, y por el cual se interpreta un término descriptivo<br />

como si fuera una teoría explicativa sistemática. 17<br />

Barrett no está pensando en la organización social capitalista. Pero si intentamos<br />

aplicar esta defi nición más «clásica» y limitada de patriarcado a los<br />

sistemas de esclavitud de las Américas y el Caribe, nos encontramos con que<br />

incluso este uso refi nado del concepto no tiene en cuenta de forma adecuada<br />

el hecho de que tanto los esclavos como los hombres manumisos no poseían<br />

16 Nancy Foner, Jamaica Farewell. Jamaican Migrants in London, Londres Routledge and Kegan<br />

Paul, 1979. También argumenta que: «En la Jamaica rural, la mayoría de las mujeres no fuman<br />

cigarrillos; en Londres, muchas de las mujeres que entrevisté fumaban, y cuando hacía algún<br />

comentario sobre ello, se daban cuenta de que tal comportamiento no hubiera sido aprobado en<br />

Jamaica. Así, en Inglaterra, hay una ampliación del mundo de las mujeres» (pp. 69-70).<br />

17 Michèle Barrett , op. cit., 1980.<br />

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Mujeres blancas, ¡escuchad! 219<br />

este tipo de poder patriarcal. Es igualmente insatisfactorio aplicar el concepto<br />

de patriarcado a situaciones coloniales diversas, ya que es incapaz de explicar<br />

por qué los varones <strong>negros</strong> no han disfrutado de los benefi cios del patriarcado<br />

blanco. Hay estructuras de poder obvias en ambas formaciones sociales, coloniales<br />

y esclavistas, que son predominantemente patriarcales. Sin embargo,<br />

las formas históricamente específi cas de racismo nos fuerzan a modifi car o<br />

alterar la aplicación del término «patriarcado» al aplicarlo a los hombres <strong>negros</strong>.<br />

Las mujeres negras hemos sido dominadas «patriarcalmente» de formas<br />

diferentes por hombres de «diferentes» colores.<br />

Al cuestionar la aplicación de los conceptos de «familia» y «patriarcado»<br />

necesitamos también problematizar el uso del concepto de «reproducción».<br />

Al utilizarlo en relación al trabajo doméstico de las mujeres negras, encontramos<br />

que a pesar de su aparente simplicidad debe ser deconstruido. ¿Qué<br />

signifi ca el concepto de reproducción en una situación en la que las mujeres<br />

negras han realizado el trabajo doméstico fuera de sus propios hogares al servicio<br />

de familias blancas? En este ejemplo, las mujeres negras se sitúan fuera<br />

de la relación salarial industrial, pero aseguran la reproducción de la mano de<br />

obra en su propia esfera doméstica y, simultáneamente, la reproducción de la<br />

mano de obra blanca en el hogar «blanco». El concepto, de hecho, es incapaz<br />

de explicar exactamente qué relaciones son las que necesitan ser reveladas. Lo<br />

que necesitamos comprender es, ante todo y precisamente, cómo el rol de las<br />

mujeres negras, en tanto que fuerza de trabajo rural, industrial o doméstico,<br />

afecta a la construcción de las ideologías de la sexualidad femenina negra, que<br />

se diferencian de las de la sexualidad femenina blanca y habitualmente están<br />

construidas en oposición a ésta. Y por otro lado, cómo se relaciona este rol<br />

con la lucha de las mujeres negras por el control sobre su propia sexualidad. 18<br />

Si examinamos la reciente herstory de las mujeres en la Gran Bretaña de<br />

postguerra, veremos cómo la inclusión de las mujeres negras crea problemas<br />

a la hora de hacer generalizaciones precipitadas. Elisabeth Wilson señala la<br />

contradicción entre la asunción de las mujeres como amas de casa y la campaña<br />

para reclutarlas como mano de obra durante la reconstrucción de postguerra,<br />

pero no es capaz de percibir que la migración de las mujeres negras a Gran<br />

Bretaña supuso la solución a estas necesidades contrapuestas. Cita la Economic<br />

Survey [Investigación económica] de 1947 para mostrar que se veía a las mujeres<br />

como «la única gran reserva de mano de obra »; sin embargo, como sabemos,<br />

hubo además otra gran fuente de mano de obra en las colonias, que había sido<br />

18 Véase el capítulo 7 [del volumen original] para una elaboración sobre este punto.


220<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

movilizada previamente para luchar en la Segunda Guerra Mundial. Las industrias<br />

enumeradas en la investigación como «con grave necesidad de mano<br />

de obra» fueron el destino de trabajadores <strong>negros</strong>, tanto varones como mujeres,<br />

aunque Elisabeth Wilson no los diferencie.<br />

La investigación dio un listado de las industrias y servicios donde se requería mano<br />

de obra con más urgencia. La industria de botas y zapatos, ropa, textiles, hierro y<br />

acero, todas requerían trabajadoras, al igual que los hospitales, el servicio doméstico,<br />

el transporte, y el ejército de tierra de mujeres. Hubo también escasez de taquígrafas<br />

y una grave carestía de enfermeras y matronas. 19<br />

Esto no nos dice nada sobre por qué se tendía, de forma marcada, a reclutar a<br />

las mujeres negras en alguna de estas áreas y no en otras; quizás obtenemos<br />

una pista cuando la autora señala que las mujeres eran bienvenidas como<br />

fuerza de trabajo de forma «circunscrita»:<br />

[…] como trabajadoras temporales en un periodo de crisis, como trabajadoras a<br />

tiempo parcial, y sin perturbar la división tradicional en la industria a lo largo de las<br />

hileras divididas por sexo. (La Investigación refl ejaba aún la visión dominante, de<br />

que las mujeres casadas, naturalmente, no deseaban trabajar). 20<br />

No todas las mujeres negras estaban sujetas a este proceso: las mujeres afrocaribeñas,<br />

por ejemplo, fueron valientes y eligieron venir a Gran Bretaña precisamente<br />

a trabajar. Se las veía, ideológicamente, como apropiadas «por naturaleza»<br />

para los trabajos peor pagados y de menor categoría. Elisabeth Wilson<br />

continúa explicando así que «trabajo y matrimonio eran aún entendidos como<br />

alternativos; había dos tipos de mujeres: la esposa y madre o la mujer con carrera<br />

y soltera». Aún así las mujeres negras tendieron un puente en esta división.<br />

Fueron vistas simultáneamente como trabajadoras, como esposas y como<br />

madres. Elisabeth Wilson hace énfasis en que el debate de postguerra sobre la<br />

entrada de las mujeres como fuerza de trabajo tuvo lugar en torno a los posibles<br />

efectos en la vida familiar. Ésta sostiene que «a las esposas y a las madres se<br />

19 Elisabeth Wilson, Only Halfway to Paradise: Women in Poswar Britain 1945-1968, Londres, Tavistock,<br />

1980, pp. 43-44.<br />

20 Ibídem.<br />

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Mujeres blancas, ¡escuchad! 221<br />

les concedía entrar en el ámbito del trabajo remunerado sólo mientras esto no<br />

dañara a la familia». Por otro lado, las mujeres del «ejército de reserva de trabajadores»<br />

de Gran Bretaña en las colonias fueron reclutadas sobrepasando, en<br />

gran medida, tales consideraciones. En Gran Bretaña, el Estado no se preocupó<br />

de proteger o preservar la familia negra sino que reprodujo las nociones de<br />

«sentido común» que la veían como patológica de forma inherente: las mujeres<br />

negras eran malas madres, precisamente, por su posición como trabajadoras.<br />

Una lucha importante, enraizada en estos mecanismos ideológicos, que<br />

determinan representaciones de género racialmente diferenciadas, ha sido la<br />

batalla de las mujeres negras por hacerse con el control de su propia sexualidad<br />

en el campo de la experimentación racista con el anticonceptivo Depo-<br />

Provera, o las esterilizaciones forzosas. 21<br />

No es sólo nuestra herstory, previa a nuestra llegada a Gran Bretaña, la<br />

que ha sido ignorada por las feministas blancas, sino también nuestras experiencias<br />

y luchas aquí. Estas luchas y experiencias, al estar articuladas por el<br />

racismo, son diferentes de las de las mujeres blancas. Las feministas negras<br />

reprueban que no se reconozcan las especifi cidades de la sexualidad y la feminidad<br />

de las mujeres negras, tanto en la forma en que son construidas, como<br />

en el modo en el que son tratadas a través de prácticas que las oprimen de una<br />

forma específi ca, marcada por el género, pero en cualquier caso racista.<br />

Esta ausencia de reconocimiento se puede encontrar en un artículo muy interesante,<br />

de Diane Elson y Ruth Pearson, sobre las mujeres en el «Tercer Mundo»<br />

manufacturero. Al analizar la contratación de mujeres del «Tercer Mundo»<br />

en fábricas que producen para el mercado mundial, citan un folleto diseñado<br />

para atraer la inversión de empresas extranjeras:<br />

La habilidad manual de la mujer oriental es famosa en el mundo entero. Sus manos<br />

son pequeñas, trabaja rápido y con extremo cuidado. ¿Quién si no la chica oriental<br />

podría estar mejor cualifi cada por naturaleza y herencia, para contribuir a la efi ciencia<br />

de una producción en cadena de montaje? 22<br />

21 OWAAD, Fowaad, núm. 2, 1979. [Depo-Provera es un medicamento inyectable, que previene<br />

el embarazo durante tres meses. Recibió numerosas críticas porque los estudios se realizaron<br />

casi exclusivamente con mujeres del sur mundial y mujeres pobres de EEUU, en muchos casos<br />

sin realizar un análisis riguroso y sin informar debidamente de los efectos secundarios. N. de E.]<br />

22 Diane Elson y Ruth Pearson, «Nimble fi ngers make cheap workers: an analisys of women’s


222<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

Las autoras, sin embargo, analizan sólo la naturalización del género e ignoran<br />

la especifi cidad señalada por la inclusión del adjetivo «oriental», como si no<br />

importara. El hecho de que se esté diferenciando la sexualidad de la mujer<br />

«oriental» no se comenta y así permanece implícita, más que explícita, como<br />

en la siguiente observación:<br />

Debemos analizar la supuesta docilidad, la sumisión y la consecuente idoneidad<br />

para el trabajo tedioso y monótono de las mujeres jóvenes del Tercer Mundo, en el<br />

contexto de la subordinación de las mujeres en tanto que género. 23<br />

Al concentrar el análisis únicamente en el género, Elson y Pearson no ven la<br />

relación entre la situación que están examinando en la periferia y la de las<br />

mujeres que han migrado hacia la metrópoli. Esta última descripción es parte<br />

de lo que hemos descrito como «sentido común racista», que se aplica a las<br />

mujeres asiáticas en Gran Bretaña para derivarlas a «trabajos tediosos, monótonos».<br />

Elson y Pearson cuestionan esta atribución de docilidad y pasividad<br />

y lo comparan con el análisis de Frantz Fanon sobre las personas colonizadas,<br />

pero no llegan a articular cómo las mujeres que son su objeto de estudio no<br />

sólo han sido oprimidas por la subordinación de género, sino también por la<br />

colonización. La sexualidad «oriental», mencionada en el folleto comercial, es<br />

una de las muchas construcciones de la habilidad exótico-sexual prometida<br />

a los turistas varones occidentales en el sureste de Asia. Esta «promesa del<br />

Este» responde a una ideología que conecta la práctica física de las mesas de<br />

montaje (haciendo microchips) a la cama, en la que las prostitutas sirven a<br />

los ejecutivos de las corporaciones multinacionales. Si bien esta transición es<br />

descrita por Elson y Pearson, no la entienden como un proceso que ilustra un<br />

ejemplo de poder patriarcal connotado por la cuestión racial.<br />

Si una mujer pierde su trabajo en una fábrica imbricada en el comercio mundial<br />

tras haber reestructurado su vida sobre la base de ciertos ingresos salariales, el único<br />

modo que tendrá de sobrevivir será vender su cuerpo. Hay informes de Corea<br />

del Sur, por ejemplo, que muestran cómo muchas de las antiguas trabajadoras de<br />

employement in Third World export manufacturing», Feminist Review, núm. 7, primavera de<br />

1981, p. 93. [La cursiva proviene del original]<br />

23 Ibídem, p. 4.<br />

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Mujeres blancas, ¡escuchad! 223<br />

la electrónica no tienen otra alternativa que convertirse en prostitutas. El creciente<br />

mercado de tales servicios se debe a un particular desarrollo de la industria turística,<br />

especialmente en el sureste asiático. 24<br />

Las fotografías que acompañan el artículo son de mujeres negras anónimas.<br />

Este anonimato, y la tendencia a generalizar hasta el sinsentido la opresión de<br />

una categoría amorfa llamada «mujeres del Tercer Mundo», son sintomáticos<br />

de la subsunción de la especifi cidad de nuestras experiencias y de nuestra<br />

opresión en conceptos y teorías inadecuadas. Las feministas negras de EEUU<br />

se han quejado del desconocimiento de las vidas de las mujeres negras por<br />

parte del movimiento de mujeres blancas.<br />

La fuerza que permite a las autoras blancas no hacer referencia a la identidad racial<br />

en sus libros sobre «mujeres», y que son en realidad libros sobre mujeres blancas,<br />

es la misma que obligaría a cualquier autora que escribiera exclusivamente sobre<br />

mujeres negras a hacer explícita su identidad racial. Esa fuerza es el racismo. Es la<br />

raza dominante la que puede hacer parecer su experiencia como la representativa. 25<br />

También en Gran Bretaña es como si no existiéramos.<br />

Hay un cuerpo creciente de crítica feminista negra a la teoría y práctica feministas<br />

blancas por su racismo incipiente y la poca relevancia dada a las vidas<br />

de las mujeres negras. 26 Los diálogos que se ha intentado 27 llevar a cabo se han<br />

24 Ibídem, p. 95.<br />

25 bell hooks, Ain’t I a woman, Boston, Sounth End Press, 1981, p. 138.<br />

26 Mucho de este trabajo crítico se ha desarrollado en EEUU pero es aplicable al Women’s Liberation<br />

Movement (WLM) de Gran Bretaña. Aparte de los libros citados en este capítulo, remitimos<br />

a las lectoras interesadas a ensayos y artículos de Gloria Joseph, Audre Lourde, Barbara Smith y<br />

Gloria Watkins, que representan un área del pensamiento feminista negro. En Gran Bretaña, la<br />

propia existencia de la Organisation of Women of Asian and African Descent (OWAAD) [Organización<br />

de mujeres de ascendencia asiática y africana] es una expresión concreta de la distancia<br />

crítica de las feministas negras respecto al feminismo «blanco». Véase también Valerie Amos y<br />

Pratibha Parmar, «Resistances and responses: black girls in Britain» en A. McRobbie y T. McCabe<br />

(eds.), Feminism for girls: An adventure story, Londres, Routledge y Kegan Paul, 1982, donde critican<br />

al WLM su irrelevancia en las vidas de las chicas negras de Gran Bretaña.<br />

27 Véase Gloria Joseph y Jill Lewis, Common diferences: Confl icts in Black and White Feminism Perspectives,<br />

Nueva York, Anchor, 1981, para un intento de diálogo que precisamente muestra las difi cultades.


224<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

centrado más en las diferencias empíricas visibles, que afectan a las vidas de las<br />

mujeres negras y blancas, que en desarrollar un enfoque teórico feminista que<br />

posibilite una comprensión de las bases de tales diferencias. La acusación de que<br />

el racismo impedía la participación de las mujeres negras en el movimiento ha<br />

llevado a una explosión del debate en EEUU.<br />

Desde la perspectiva de una mujer negra, si las mujeres blancas están negando la<br />

existencia de las mujeres negras, escribiendo erudiciones «feministas» como si las<br />

mujeres negras no fueran parte del colectivo de las mujeres americanas, o discriminando<br />

a las mujeres negras, entonces importa menos el hecho de que Norteamérica<br />

fuera colonizada por hombres blancos patriarcales, que institucionalizaron un orden<br />

social imperialista y racista, que el hecho de que las mujeres blancas, que pretenden<br />

ser feministas, apoyen y perpetúen activamente el racismo contra los <strong>negros</strong>. 28<br />

La reacción en Gran Bretaña ha sido tan escasa que se ha parecido más al<br />

alumbramiento de un fi asco que a una explosión. No se ha prestado mayor<br />

atención a la crítica feminista negra de EEUU que a la autóctona. Aún así, la<br />

potente crítica de bell hooks tiene una relevancia considerable para las feministas<br />

británicas. Las mujeres blancas del WLM son extraordinariamente<br />

reacias a verse a sí mismas como opresoras, al pensar que esto pondría en<br />

segundo plano su opresión. Consecuentemente, se oculta la implicación de<br />

las mujeres británicas en el imperialismo y en el colonialismo y se ignoran,<br />

asimismo, los benefi cios que obtuvieron éstas (como blancas) de la opresión<br />

sobre las mujeres negras. Las formas del imperialismo son identifi cadas simplemente<br />

como aspectos de un patriarcado omnipotente, más que como un<br />

conjunto de relaciones sociales en las que las mujeres blancas sostienen posiciones<br />

de poder en virtud de su «raza».<br />

Si las feministas hubieran decidido hacer comparaciones explícitas entre, digamos,<br />

el estatus de las mujeres negras y el de las mujeres blancas, se habría visto<br />

de forma obvia que los dos grupos no comparten una misma opresión. Quedaría<br />

muy claro que, en una sociedad imperialista, tanto a nivel racial como sexual, no<br />

se da necesariamente una similitud entre el estatus de las mujeres y el de cualquier<br />

28 bell hooks, op. cit., 1981, pp. 123-124.<br />

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Mujeres blancas, ¡escuchad! 225<br />

esclava o persona colonizada bajo el patriarcado. En dicha sociedad, la mujer que<br />

es vista como inferior por su sexo también puede ser vista como superior por su<br />

raza, incluso en relación a los hombres de otra raza. 29<br />

Las ventajas de tener la piel blanca no sólo se extendían a poder ser dueña de<br />

un puñado de plantaciones de algodón, té o azúcar; todas las mujeres británicas,<br />

se benefi ciaron (en diferentes grados) de la explotación económica de<br />

las colonias. Por sus implicaciones racistas, se deben reconocer las actitudes<br />

pro-imperialistas de muchas feministas y sufragistas del siglo XIX y de principios<br />

del XX. Sin embargo, aparte de este trabajo herstorical, la exploración<br />

del racismo contemporáneo dentro del movimiento feminista blanco en Gran<br />

Bretaña aún está por comenzar.<br />

La teoría feminista en Gran Bretaña es casi toda eurocéntrica y cuando no<br />

omite la experiencia de las mujeres negras «en casa», las sitúa en el escenario<br />

como «mujeres del Tercer Mundo», en el que sólo actúan como víctimas de<br />

prácticas «bárbaras» y «primitivas» en sociedades «bárbaras» y «primitivas».<br />

Se debe señalar que gran parte del trabajo feminista presupone que sólo<br />

a través del desarrollo de un capitalismo industrial al estilo occidental, y de<br />

la consecuente entrada de las mujeres en el trabajo asalariado, pueden aumentar<br />

las posibilidades de liberación de las mujeres. El vendaje de los pies,<br />

por ejemplo, la clitoridectomía, la «circuncisión» femenina y otras formas de<br />

mutilación del cuerpo femenino han sido descritas como residuos «feudales»,<br />

propios de naciones económicamente «atrasadas» o «subdesarrolladas» (es<br />

decir, no del Occidente industrializado). Los matrimonios acordados, la poligamia<br />

y dichas formas de mutilación se conectan, de forma reduccionista, con<br />

una carencia de desarrollo tecnológico.<br />

Sin embargo, las teorías de los «residuos feudales» o del «tradicionalismo»<br />

no pueden explicar la aparición de la «circuncisión» femenina y la clitoridectomía<br />

en EEUU justo en el momento del crecimiento y de la expansión del<br />

capital industrial. Durante el establecimiento del capitalismo industrial y las<br />

transformaciones hacia el capitalismo monopolista, en EEUU, bajo la infl uencia<br />

de la ciencia biológica inglesa, el control de la práctica médica pasó de las<br />

manos de las mujeres a las manos de los hombres. Normalmente esto se toma<br />

como un avance tecnológico «progresista», aunque esta nueva ciencia médica<br />

29 Ibídem, p. 141.


226<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

se estableció sobre el control y la manipulación del cuerpo femenino. Éste fue<br />

el periodo en que se formaron los vínculos entre la histeria y la histerectomía<br />

en lo que se refi ere a la racionalización de la «psicología ovárica».<br />

En la segunda mitad del siglo [XIX] torpes experimentos con el interior femenino<br />

dieron lugar a la más decisiva técnica de cirugía, relacionada cada vez más con el<br />

control de los trastornos femeninos de la personalidad […] La última clitoridectomía<br />

conocida en EEUU fue realizada en 1948 a una niña de cinco años, como cura<br />

contra la masturbación.<br />

La forma más común de intervención quirúrgica en la personalidad femenina<br />

era la ovariotomía o extracción de los ovarios («castración femenina»). En 1906, un<br />

destacado cirujano ginecológico estimó que en EEUU había 150.000 mujeres que<br />

habían perdido sus ovarios a cuchillo. Algunos doctores presumían de haber extraído<br />

de 1.500 a 2.000 ovarios cada uno […] No debe pensarse que las mujeres pobres<br />

fueron apartadas del exótico catálogo de torturas de los ginecólogos, al no tener dinero.<br />

Un trabajo pionero en la cirugía ginecológica fue el de Marion Sims en esclavas<br />

negras, que éste mantenía con el único propósito de experimentar quirúrgicamente.<br />

A una de ellas la operó treinta veces en cuatro años. 30<br />

Estas operaciones no son precisamente rituales residuales de formas de producción<br />

precapitalista. Por el contrario, han de verse como parte del avance<br />

«tecnológico» en lo que ahora se denomina comúnmente la economía más<br />

«avanzada» del mundo. Tanto en EEUU como en Gran Bretaña, las mujeres<br />

negras aún juegan un importante papel en la experimentación médica (como<br />

prueba el uso del Depo-Provera). Fuera de las metrópolis, las mujeres negras<br />

están a merced de las compañías farmacéuticas multinacionales, cuya búsqueda<br />

de benefi cio sólo va por detrás de la «causa por el progreso» del conocimiento<br />

científi co y médico occidental.<br />

La herstory de las mujeres negras está entretejida con la de las mujeres<br />

blancas pero esto no signifi ca que sean las mismas historias. Tampoco necesitamos<br />

que las feministas blancas escriban nuestra herstory por nosotras,<br />

pues podemos hacerlo y estamos haciéndolo nosotras mismas. Sin embargo,<br />

30 Barbara Erenreich y Dierdre English, For Her Own Good, Nueva York, Doubleday Anchor, 1979<br />

[ed. cast.: Por tu propio bien. 150 años de consejos expertos a mujeres, Madrid, Capitán Swing, 2010].<br />

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Mujeres blancas, ¡escuchad! 227<br />

cuando ellas escriben su herstory y la llaman historia de las mujeres, omitiendo<br />

nuestras vidas y negando su relación con nosotras, en ese momento están<br />

actuando dentro de las relaciones racistas y escribiendo history.<br />

La construcción de alternativas<br />

Debería ser un imperativo para las feministas que la teoría y la herstory evitasen<br />

reproducir las desigualdades estructurales que existen entre las «metrópolis»<br />

y las «periferias», y dentro de las «metrópolis» entre mujeres negras y<br />

blancas, en tanto que polarizaciones inadecuadas entre el «Primer» y el «Tercer<br />

Mundo», desarrollado / subdesarrollado o avanzado / en vías de desarrollo.<br />

Hemos destacado ya que las generalizaciones sobre las vidas de las<br />

mujeres en las sociedades africanas y asiáticas se considerarían intolerables si<br />

fueran aplicadas a las vidas de las mujeres blancas en Europa o Norteamérica.<br />

Éstas son algunas de las razones por las que se necesitan urgentemente, en los<br />

trabajos feministas, conceptos que permitan cierta especifi cidad y, al mismo<br />

tiempo, proporcionen puntos de referencia transcultural (no basados en asunciones<br />

de inferioridad). El trabajo de Gayle Rubin y su uso de «sistemas de<br />

sexo / género» parece aportar tal potencial, concretamente, la posibilidad<br />

de usar esta perspectiva tanto para analizar una sociedad como para comparar<br />

varias. En relación a los problemas con el concepto de patriarcado<br />

discutido arriba, ésta ha hecho la siguiente valoración:<br />

Se introdujo el término «patriarcado» para distinguir las fuerzas que mantienen el<br />

sexismo de otras fuerzas sociales como el capitalismo. Pero su uso eclipsa a su vez<br />

otras distinciones. 31<br />

En la argumentación para una formulación alternativa, Gayle Rubin señala la<br />

importancia de mantener:<br />

31 Gayle Rubin, «The traffi c in women: notes on the political economy of sex», en R. Reiter (ed.),<br />

Toward an Anthropology of Women, Nueva York Monthly Review Press, 1975, p. 167 [ed. cast: «El<br />

tráfi co de mujeres: notas sobre la “economía política” del sexo» en Nueva Antropología. Revista de<br />

Ciencias Sociales, núm. 30, 1986, pp. 95-145].


228<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

Una distinción entre la capacidad y la necesidad humana de crear un mundo sexual,<br />

y los modos, empíricamente opresivos, en los que los mundos sexuales han sido<br />

organizados. El patriarcado subsume ambos signifi cados en el mismo término. El<br />

sistema sexo / género, por otro lado, es un término neutral que hace referencia a esa<br />

esfera pero indica que la opresión no es inevitable, sino que es el producto de las<br />

relaciones sociales específi cas que lo organizan. 32<br />

Este concepto de sistemas de sexo / género ofrece la oportunidad de ser histórica<br />

y culturalmente específi co, pero también señala la posición de autonomía<br />

relativa de la esfera sexual. Posibilita que la subordinación de las mujeres sea<br />

vista como un «producto de las relaciones que organizan y producen el sexo<br />

y el género». 33 De este modo, para tomar en cuenta el desarrollo de las formas<br />

específi cas de los sistemas sexo / género, se debe hacer referencia no sólo al<br />

modo de producción, sino también a la totalidad compleja de las formaciones<br />

sociales específi cas dentro de las cuales se desarrolla cada sistema. Gayle Rubin<br />

argumenta que las relaciones familiares son formas visibles, empíricas, de<br />

los sistemas de sexo / género. Relaciones familiares que no se limitan a los parientes<br />

biológicos, sino que más bien son un «sistema de categorías y estatus»<br />

que a menudo contradicen las mismas relaciones genéticas.<br />

Los, llamados comúnmente, «matrimonios concertados» pueden ser vistos<br />

como el modo en que un sistema de sexo / género particular organiza el «intercambio<br />

de mujeres». De forma similar, las transformaciones de los sistemas<br />

de sexo / género traídos por la opresión colonial, así como los cambios en los<br />

patrones de parentesco que resultan de la migración, deben ser evaluados en<br />

términos propios y no sólo en relación comparativa a otros sistemas de sexo<br />

/ género. Es así como los patrones de subordinación de las mujeres pueden<br />

entenderse históricamente, en lugar de ser desdeñados como el inevitable<br />

producto de estructuras familiares patológicas.<br />

Llegadas a este punto, podemos empezar a concretar la petición feminista<br />

negra con respecto a las feministas blancas, para comenzar así con nuestras<br />

diferentes herstories. Generalmente, en los sistemas de sexo / género africanos<br />

y asiáticos, el contacto con las sociedades blancas no ha conducido a un<br />

cambio más «progresista». El colonialismo trató de destruir los patrones de<br />

32 Ibídem, p. 168.<br />

33 Ibídem, p. 177.<br />

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Mujeres blancas, ¡escuchad! 229<br />

parentesco no amoldados a las estructuras de la familia nuclear, trastocando,<br />

en el proceso, las organizaciones femeninas basadas en aquellos sistemas de<br />

parentesco, que permitían más poder y autonomía a las mujeres que los sistemas<br />

de la nación colonizadora. Los acontecimientos que sucedieron en las<br />

provincias de Calabar y Owerri, en el sur de Nigeria, en los meses de invierno<br />

de 1929, dan testimonio de esta interferencia y de la consecuente debilitación<br />

de la posición de las mujeres. Como señala Judith van Allen, estos sucesos<br />

son conocidos en la literatura sociológica occidental como los «Disturbios de<br />

Aba»; un término que no sólo minimiza el confl icto en sí mismo, sino que<br />

también hace invisible la implicación de las mujeres igbo. «Disturbios» implica<br />

una violencia no sistemática y sin sentido; es un ejemplo perfecto de las<br />

construcciones de history. El pueblo igbo, por otro lado, recuerda este confl icto<br />

como Ogu Umuniwanyi (la «Guerra de las Mujeres»). 34<br />

En noviembre de 1929, miles de mujeres igbo se reunieron en los centros de «administración<br />

nativa». Corearon, bailaron, entonaron canciones de burla, y demandaron<br />

las placas identifi cativas de los llamados Jefes de Garantía, los igbo elegidos de<br />

cada pueblo por los británicos como miembros de las Cortes Nativas. En algunos<br />

lugares las mujeres irrumpieron en las prisiones y liberaron a los detenidos.<br />

Dieciséis Cortes Nativas fueron atacadas y la mayoría de ellas fueron destrozadas<br />

o quemadas. El «área de los disturbios» cubrió unos 9.650 km 2 y contó con<br />

la participación de unos dos millones de personas. No se sabe cuántas mujeres estuvieron<br />

involucradas, pero la cifra estimada era de decenas de miles. En dos ocasiones,<br />

Agentes de Distrito británicos llamaron a la policía y a las tropas, quienes<br />

dispararon contra las mujeres y dejaron un total de más de cincuenta muertas y<br />

cincuenta contusionadas. Ninguna persona de la otra parte fue gravemente herida. 35<br />

Judith van Allen examina con detalle las organizaciones de mujeres que garantizaban<br />

y regulaban el papel político, económico y religioso de las mujeres en<br />

la sociedad igbo tradicional. Aunque su papel no era igual al de los hombres,<br />

éstas jugaron «un papel muy importante a pesar de la organización patrilineal<br />

34 Judith Van Allen. «”Aba Riots” or Igbo “women’s war”? Ideology, stratifi cation and invisibility<br />

of women» en Nancy Hafk in y Edna Bay (eds.), Women in Africa Studies in Social and Economic<br />

Change, Standford (Cal.), Stanford University Press, 1976, p. 59.<br />

35 Ibídem, p. 60.


230<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

de la sociedad igbo». 36 Dos de las organizaciones que Judith van Allen encuentra<br />

relevantes fueron las inyemedi, o esposas de cierto linaje, y las umuada, o hij as<br />

de un linaje. Los encuentros de las umuada «resolvían disputas dentro del linaje,<br />

tanto entre sus “hermanos” como entre sus linajes de origen y maritales». En<br />

tanto que estas reuniones rotaban entre los pueblos de los casados, «formaban<br />

una parte importante de la red de comunicación de las mujeres igbo». Las inyemedi,<br />

por otro lado, se encontraban en reuniones, en las que tomaban parte<br />

varios pueblos, llamadas mikri: reuniones de mujeres que tenían en común el<br />

lugar de residencia y no tanto el lugar de nacimiento (ogbo).<br />

Las mikri parecen haber tenido un papel muy importante entre las mujeres en el<br />

autogobierno diario y haber articulado así sus intereses, en tanto que opuestos a los<br />

de los hombres.<br />

Las mikri dotaron a las mujeres de un foro en el que desarrollar sus capacidades<br />

políticas, así como de un medio para proteger sus intereses como comerciantes,<br />

granjeras, esposas y madres. 37<br />

Los hombres reconocían la legitimidad de las decisiones y normas de las mikri,<br />

que no sólo resolvían disputas entre mujeres, sino que también imponían reglas<br />

y sanciones que afectaban directamente al comportamiento de los hombres.<br />

Las mikri podían imponer multas por la violación de sus decisiones, y si<br />

éstas eran ignoradas, «se sentaban encima» del ofensor o se ponían en huelga.<br />

«Sentarse encima» o «hacerle la guerra» a un hombre suponía reunirse en su choza a<br />

una hora acordada previamente, bailar, entonar canciones difamatorias detallando<br />

los motivos de queja de la mujer contra él (y habitualmente insultarle, en el trascurso,<br />

poniendo su hombría en cuestión), golpear su casucha con los palos de mortero<br />

usados para machacar el ñame y, en casos extremos, destruir su choza (lo que normalmente<br />

suponía arrancar el tejado). 38<br />

36 Ibídem, p. 62.<br />

37 Ibídem, p. 69.<br />

38 Ibídem, p. 61.<br />

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se permite la copia ©<br />

Mujeres blancas, ¡escuchad! 231<br />

Una huelga, por otro lado, «puede suponer negarse a cocinar, cuidar de los<br />

niños pequeños o tener relaciones sexuales con sus maridos». 39<br />

Los colonizadores británicos en Nigeria rechazaron todas las formas tradicionales<br />

de organización social, que tildaron de «anarquía organizada», e<br />

impusieron de inmediato un sistema de administración que ignoraba las estructuras<br />

políticas femeninas y negaba a las mujeres igbo cualquier forma de<br />

representación, de toma de decisiones o de gobierno en el poder instituido.<br />

Al provenir de los sistemas de sexo / género de Gran Bretaña, propios de<br />

los años veinte del siglo XX, dichos hombres coloniales no podían concebir el<br />

tipo de autonomía que reclamaban las mujeres igbo. Cuando éstas demandaron<br />

concurrir a las Cortes Nativas, ser designadas como Agentes de Distrito, y<br />

más allá, afi rmaron que «todos los hombres blancos deberían irse a su país»,<br />

los británicos, que creían que éstas actuaban bajo la infl uencia de «pasiones<br />

salvajes», se mofaron de ellas. Sus demandas fueron consideradas totalmente<br />

irracionales. La guerra hecha por las mujeres igbo contra los británicos fue una<br />

movilización coordinada y organizada dentro de sus tradiciones políticas. La<br />

imposición de las relaciones de clase y género que dieron lugar a la concentración<br />

del poder nacional, económico y político en manos de una pequeña<br />

élite rica no fue sino fruto del colonialismo. Hemos citado detenidamente este<br />

ejemplo de la herstory de las mujeres igbo, para poder así ilustrar cómo una<br />

aplicación incondicional de dosis liberales eurocéntricas puede distorsionar<br />

completamente la herstory y transformarla en history. El colonialismo no se<br />

limitó a la imposición de sistemas económicos, políticos y religiosos. Más sutilmente,<br />

aunque con la misma efi cacia, sedimentó normas racistas y sexistas<br />

en los sistemas de sexo / género tradicionales. Lejos de introducir relaciones<br />

sociales de sexo / género más «progresistas» o liberadoras, los poderes colonizadores<br />

como<br />

[…] las sociedades clasistas tienden a entender el trabajo de los hombres como algo<br />

social y el de las mujeres como algo doméstico. Esto crea las bases materiales y<br />

organizativas para afi rmar que las mujeres no son adultas y permite a las clases<br />

gobernantes defi nirlas como menores bajo la tutela de los hombres. 40<br />

39 Ibídem, p. 69.<br />

40 Karen Sacks, «Engels revisited: women, the organization of production, and private property»<br />

en Rayna R. Reiter (ed.), Toward an Anthropology of Women, Nueva York, Monthly Review<br />

Press, 1975.


232<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

Karen Sacks, en su ensayo «Engels Revisited» [Una relectura de Engels],<br />

examina cómo estas sociedades clasistas han encerrado en lo doméstico el<br />

campo de actividad de las mujeres, hasta el punto de que «a través de su<br />

trabajo, los hombres son considerados socialmente adultos; las mujeres, pupilas<br />

domésticas». 41 Aunque este trabajo coincide con gran parte de la teoría<br />

feminista blanca que se ha centrado en el aislamiento de las mujeres dentro<br />

de la familia nuclear, en tanto que principal origen de la opresión existente<br />

en los sistemas de sexo / género occidentales, no debemos deducir de forma<br />

determinista que las mujeres que viven en relaciones parentales organizadas<br />

en sistemas de sexo / género diferentes no estén oprimidas. Lo que signifi ca<br />

es que el análisis tiene que ser específi co y no ha de deducirse de los sistemas<br />

europeos. La autora continúa explicando que en la India,<br />

[…] en las castas o clases de aparceros y siervos rurales de «los intocables», donde<br />

las mujeres trabajan para las comunidades rurales «tienen una gran libertad sexual,<br />

la posibilidad de divorciarse, autoridad para presenciar las asamblea de casta y hablar<br />

en ellas, autoridad sobre los niños, pueden disponer de sus propias pertenencias,<br />

tienen el derecho a indemnización por las injusticias que se cometan contra<br />

ellas, el derecho a resolver disputas fuera de la esfera doméstica, así como representación<br />

en los rituales públicos». En resumen: las mujeres que realizan trabajos fuera<br />

de casa tienen un estatus más alto en relación a los hombres de su propia clase, que<br />

las mujeres que trabajan sólo en la esfera doméstica o no trabajan. 42<br />

Desafortunadamente la investigación feminista ha faltado a su deber de examinar<br />

las bases de su marco eurocéntrico (y a menudo racista). En palabras<br />

de Achola O. Pala:<br />

Igual que los sistemas educativos heredados de los días coloniales, el campo de la<br />

investigación ha continuado utilizando el espacio africano como terreno de pruebas<br />

para ideas e hipótesis cuyo origen se encuentra en París, Londres, Nueva York o<br />

Amsterdam. 43<br />

41 Ibídem, p. 231.<br />

42 Ibídem, p. 233.<br />

43 Achola O. Pala, «Defi nitions of women and development: an African perspective», Signs, Journal<br />

of Women in Culture and Society, vol. 3, núm. 1, otoño de 1977.<br />

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Mujeres blancas, ¡escuchad! 233<br />

En la mayor parte de estos trabajos de investigación, se decide qué es importante<br />

en relación a lo que parece signifi cativo políticamente en las metrópolis,<br />

y no en relación a lo que es importante para las mujeres que están<br />

bajo observación. Así, desde su propia experiencia, Achola Pala relata cómo<br />

las investigadoras descuidan totalmente las principales preocupaciones de<br />

las mujeres:<br />

He visitado pueblos donde, en el momento en el que las mujeres pedían mejores<br />

instalaciones sanitarias y el descenso de las tasas de mortalidad infantil, se las enfrentaba<br />

a cuestionarios sobre planifi cación familiar. En algunos casos, cuando las<br />

mujeres querían tener agua corriente en el pueblo, se encontraban con una investigadora<br />

interesada en el poder y la subordinación de las mujeres dentro del hogar.<br />

En otra ocasión, mientras las mujeres pedían acceso al crédito agrícola, una investigadora<br />

de campo llevaba a cabo un estudio sobre la circuncisión femenina. 44<br />

La incomprensión de las luchas y de las preocupaciones de las mujeres africanas<br />

de las que habla Pala señala la manera en la que gran parte del feminismo<br />

euro-americano se ha aproximado a las vidas de las mujeres negras. Éste ha<br />

tratado de forzarlas a encajar en patrones que no son pertinentes y, como consecuencia,<br />

se las etiqueta como desviadas.<br />

Otro de los problemas surge del uso, frecuentemente inexacto, de términos<br />

como «precapitalista» y «feudal» para denotar diferencias entre el punto<br />

de vista de la investigadora y su objeto de estudio. Se señalan diferencias en<br />

los modos de producción pero esta distinción es utilizada inmediatamente<br />

para explicar las diferencias observables en la posición social de las mujeres.<br />

La utilización del concepto de sistema de sexo / género bloquea esta «progresión<br />

lógica» y revela que la articulación de las relaciones de producción<br />

con los sistemas de sexo / género es mucho más compleja. «Precapitalista»<br />

y «feudal» son categorías habitualmente redundantes, no-explicativas, que<br />

se apoyan en la infravaloración del alcance y el poder de los sistemas económicos<br />

capitalistas. Immanuel Wallerstein, por ejemplo, ha defendido que el<br />

siglo XVI vio la creación de<br />

44 Ibídem, p. 10.


234<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

[…] un comercio y un mercado mundial, la emergencia del capitalismo como el<br />

modo dominante de organización social de la economía; el único modo en tanto<br />

que, una vez establecido, los otros «modos de producción» sobrevivieron en función<br />

de cómo encajaban en dicho marco sociopolítico propio del capitalismo. 45<br />

Wallerstein continúa, rechazando la idea de que las formas feudales y capitalistas<br />

de organización social pudieran coexistir al señalar que:<br />

La economía mundial tiene una forma u otra. Una vez ésta es capitalista, las relaciones<br />

que imprimen ciertas formalidades a las relaciones feudales son necesariamente<br />

redefi nidas en términos de los principios de gobernanza del sistema capitalista. 46<br />

Esta penetración económica ha transformado de distintos modos la organización<br />

social, en particular, en detrimento de las mujeres. El trabajo sobre economía<br />

sexual de Lisa Leghorn y Katherine Parker demuestra que el sistema<br />

monetario y los fuertes impuestos que las naciones europeas impusieron a sus<br />

colonias socavaron directamente el estatus de las mujeres.<br />

En muchas naciones el impacto de la repentina necesidad de dinero en efectivo fue<br />

más devastador que los excesivos impuestos en sí. Sólo existían dos mecanismos<br />

para adquirir dinero: exportar la nueva cosecha producida o trabajar a cambio de un<br />

salario; ambos mecanismos se pusieron únicamente a disposición de los hombres. A<br />

éstos se les forzó a abandonar sus pueblos y granjas para trabajar en las minas, en las<br />

plantaciones o en las fábricas, por salarios extremadamente bajos. Normalmente, las<br />

mujeres se quedaban haciendo su trabajo además del de los hombres, mientras que<br />

la mayor parte de los salarios de los hombres se iban en impuestos y en su propia<br />

manutención, pues el estándar de vida propio de las áreas urbanas era más alto.<br />

Como a los hombres que se quedaron en las granjas se les enseñó a llevar a cabo el<br />

cobro del cultivo, la mayor parte de la ayuda tecnológica y de la educación se dirigió<br />

sólo a ellos; a las mujeres se las dejó a cargo del mantenimiento de la economía agrícola<br />

45 Immanuel Wallerstein, The Modern World System I, Academic Press, 1974, p. 77 [ed. cast: El<br />

moderno sistema mundial I: La agricultura capitalista y los orígenes de la economía-mundo europea en el<br />

siglo XVI, Madrid, Siglo XXI, 2010].<br />

46 Ibídem, p. 92.<br />

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Mujeres blancas, ¡escuchad! 235<br />

de subsistencia, que les proporcionaba su propio sustento y el de sus hij os. En África,<br />

las mujeres todavía llevan a cabo el 70 % del trabajo agrícola, mientras que casi<br />

todas las ayudas agrícolas se han destinado a hombres. 47<br />

Necesitamos contrarrestar la tendencia a reducir la opresión sexual a un mero<br />

«refl ejo de las fuerzas económicas», 48 a la vez que reconocemos que:<br />

[…] los sistemas sexuales no pueden, en el análisis fi nal, ser entendidos de forma<br />

totalmente aislada. Un análisis completo de las mujeres en una sociedad, o a lo largo<br />

de la historia, debe tener todo en cuenta: la evolución en las formas de entender a<br />

las mujeres como objeto de intercambio, los sistemas de ocupación de tierras, los<br />

acuerdos políticos, la tecnología de subsistencia, etc. 49<br />

Empezamos a ver así cómo la combinación de todos estos elementos afectó<br />

a las vidas de las mujeres negras bajo la opresión colonial, de manera que<br />

se fueron transformando los sistemas de sexo / género en los que vivían, infl<br />

uenciados a la vez por el sistema de sexo / género de los colonizadores. Si<br />

examinamos los cambios en la distribución de la tierra, podemos ver cómo<br />

las nociones capitalistas de propiedad privada de la tierra (división principalmente<br />

económica) y las ideas de dominación masculina (del sistema de sexo /<br />

género) trabajaron juntas en contra de la colonizada.<br />

Otro de los problemas que afecta al trabajo agrícola de las mujeres es que, como la<br />

propiedad de la tierra pasa de ser un «derecho de uso de la tierra» colectivo, propio<br />

de la vida tradicional rural, en el que las mujeres compartían la distribución de la<br />

tierra, al concepto europeo de propiedad privada, son normalmente los hombres<br />

quienes tienen el dinero necesario para pagar por ella (debido a sus ingresos por el<br />

cobro de los cultivos). Por otro lado, algunos hombres «poseían» tradicionalmente<br />

la tierra, mientras que las mujeres «poseían» los cultivos, como ocurría en Camerún,<br />

47 Lisa Leghorn y Katherine Parker, Women’s Worth, Sexual Economics and the World of Women, Boston,<br />

Routledge and Kegan Paul, 1981, p. 44 [ed. cast: Valor de la mujer: economía sexual y el mundo de<br />

las mujeres, Lima, Flora Tristán, 1984].<br />

48 Gayle Rubin, op. cit., 1975, p. 203.<br />

49 Ibídem, p. 209.


236<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

en África Occidental. Como la tierra se vuelve cada vez más escasa, los hombres<br />

comienzan a alquilar y vender «su» tierra, dejando a las mujeres sin otro recurso que<br />

el de pagar por la tierra o abandonar su trabajo agrícola. 50<br />

Es imposible argumentar que el colonialismo dejó intactas formas precapitalistas<br />

o feudales de organización. Si miramos hacia las Indias Occidentales<br />

podemos ver que los patrones de migración, tanto de los hombres como de las<br />

mujeres, han seguido los dictados del capital.<br />

Cuando los hombres migraron por trabajo de las islas a las plantaciones o<br />

para construir el Canal de Panamá, las mujeres migraron de las áreas rurales a<br />

las urbanas. Ambos han migrado para trabajar en el «núcleo» de las naciones<br />

capitalistas. En ocasiones, el trabajo doméstico, accesorio o temporal ha sido<br />

visto por las mujeres de las Indias Occidentales como una gran «oportunidad»<br />

para transformar sus vidas. Pero tal y como Shirley-Ann Hussein ha<br />

mostrado:<br />

Tomemos el caso de las trabajadoras domésticas. Una institución que busque el desarrollo<br />

debería involucrarse en algo más que en colocar a estas mujeres en trabajos<br />

domésticos, en tanto que así no hace mella alguna en la sociedad. Simplemente se<br />

reorganiza el mismo orden. En cualquier intento serio de reorganización social y<br />

económica se habrá de terminar con el trabajo doméstico. 51<br />

No obstante, aunque el imperialismo y el colonialismo hayan consolidado la<br />

existencia de un mercado mundial, sigue siendo necesario explicar por qué<br />

interesa al capitalismo mantener relaciones sociales de producción que no son<br />

capitalistas, es decir, formas que no podrían ser descritas como feudales, porque<br />

eso querría decir que son precapitalistas, pero que tampoco están organizadas<br />

en torno a una relación salarial. Si volvemos al ejemplo de los cambios<br />

en la propiedad de la tierra y en la producción agrícola, señalado arriba, se<br />

puede argumentar que:<br />

50 Leghorn y Parker, op. cit., 1981, p. 45.<br />

51 Shirley-Ann Hussein, «Four views on women in the struggle», en Caribbean Women in the Struggle,<br />

p. 29; citado por Leghorn y Parker, op. cit., 1981, p. 52.<br />

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Mujeres blancas, ¡escuchad! 237<br />

[…] la división agrícola del trabajo en la periferia (con los hombres en régimen semiproletario<br />

y las mujeres como agricultoras) contribuye al mantenimiento de los bajos<br />

costes de la fuerza de trabajo para la acumulación de capital periférico, a través<br />

de la producción de alimentos de subsistencia por parte de un modo de producción<br />

no-capitalista de la reproducción y el mantenimiento de la fuerza de trabajo. 52<br />

En otras palabras el trabajo que hacen las mujeres ayuda a mantener bajos<br />

los salarios. Relegar a las «mujeres de color» de la periferia a una situación<br />

de víctimas de las relaciones feudales es colaborar en el encubrimiento de las<br />

relaciones coloniales de opresión. Estas relaciones propias del imperialismo<br />

no deberían negarse. Una verdadera herstory feminista debería ser capaz de<br />

reconocer que:<br />

La participación económica de las mujeres, tanto en la periferia del sistema mundial<br />

capitalista, como en las economías centrales, está condicionada por los requerimientos<br />

de la acumulación de capital. La participación económica de las mujeres en el<br />

Tercer Mundo difi ere signifi cativamente de la participación económica de las mujeres<br />

dentro del núcleo del sistema mundial capitalista. 53<br />

Las mujeres negras han estado al frente de rebeliones contra la confi scación<br />

de tierras y de las luchas por el derecho al acceso a la tierra en África, América<br />

Latina y el Caribe. Aún están por escribirse las herstories propias de los roles<br />

que han desempeñado en muchos de estos levantamientos. Por ejemplo, el<br />

papel de las mujeres de las Indias Occidentales en las rebeliones, antes y durante<br />

los disturbios de Jamaica de 1938; aunque se sabe que fue relevante, aún<br />

no se ha descrito a fondo. Por ende, las historiadoras feministas blancas están<br />

equivocadas cuando retratan a las mujeres negras como objetos pasivos de la<br />

opresión colonial. Tal y como Gail Omvedt ha mostrado en su libro We Will<br />

Smash This Prison [Destruiremos esta cárcel], 54 las mujeres de la India tienen<br />

una larga y compleja herstory de lucha contra la opresión, tanto fuera como<br />

dentro de la relación salarial. Está claro que muchas mujeres que vienen de la<br />

52 Carmen Diane Deere, «Rural women’s subsistence production» en Robin Cohen et al. (eds.),<br />

Peasants and Proletarians: The Struggles of Third World Women Workers, Nueva York, Monthly Review,<br />

1979, p. 143.<br />

53 Ibídem, p. 133.<br />

54 Gail Omvedt, We Will Smash This Prision, Londres, Zed Press, 1980.


238<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

India a Gran Bretaña tienen una herstory compartida de lucha, ya sea en áreas<br />

rurales como trabajadoras agrícolas o en barrios urbanos como empleadas<br />

municipales. Las luchas de las mujeres asiáticas en Gran Bretaña deben verse<br />

a la luz de esta herstory. Sus batallas en las fábricas, y sus luchas contra las<br />

políticas y las prácticas de control de la inmigración, articulan la triple opresión<br />

de raza, género y clase que ha estado presente desde el amanecer de la<br />

dominación imperialista.<br />

Al centrarse únicamente en la posición aislada de las mujeres blancas en<br />

la estructura familiar nuclear occidental, la teoría feminista ha prestado poca<br />

atención a las fuertes redes de apoyo femenino que existen en muchos sistemas<br />

<strong>negros</strong> de sexo / género. Estas redes a menudo se han visto transformadas<br />

por el «progreso» tecnológico, que pretende liberar a las mujeres negras<br />

de algunos aspectos de su trabajo.<br />

En toda África, la excavación de pozos en los pueblos ha ahorrado a las mujeres una<br />

enorme cantidad de tiempo, que anteriormente empleaban en caminar largas distancias<br />

para poder obtener agua. Sin embargo, a menudo ha destruido, simultáneamente,<br />

su única oportunidad de juntarse y compartir información y experiencias.<br />

Los avances tecnológicos, tales como los electrodomésticos para el hogar, no liberan<br />

a las mujeres de la pesadez doméstica en ninguna sociedad. 55<br />

Leghorn y Parker, en Women’s Worth [El valor de las mujeres], intentan crear<br />

nuevas categorías para describir, en términos generales, el distinto grado de<br />

poder que poseen los hombres en diferentes sociedades. Las autoras desaconsejan<br />

una aplicación rígida de estas categorías (pocos países encajan exactamente<br />

en la categoría que se les atribuye); su trabajo es un serio intento de<br />

distanciarse de las asunciones racistas euro-americanas de superioridad, ya<br />

sea política, cultural, o económica. Las tres clasifi caciones que introducen son:<br />

sociedades «mínimas», «simbólicas» y «negociadas». Resulta interesante que,<br />

desde el punto de vista de las mujeres negras, el factor más destacado en la<br />

categorización de un país<br />

55 Leghorn y Parker, op. cit., 1981, p. 55.<br />

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Mujeres blancas, ¡escuchad! 239<br />

[…] haya sido normalmente el de las redes de mujeres, dado que es la existencia,<br />

la construcción o la disolución de dichas redes, lo que determina el estatus de las<br />

mujeres y el potencial de cambio en todas las áreas de sus vidas. 56<br />

Estas categorías desbrozan las divisiones habituales entre Primer y Tercer<br />

Mundo, desarrollado / dependiente, industrial / no-industrial, en un intento<br />

por encontrar un mecanismo que libere el pensamiento de tales defi niciones. El<br />

espacio de este artículo no permite una valoración crítica de las tres categorías,<br />

pero puede decirse que la de sociedades «negociadas» considera importantes<br />

las organizaciones «tradicionales» de mujeres que se encuentran en África Occidental,<br />

descritas anteriormente en relación a las mujeres igbo. Leghorn y Parker<br />

son cuidadosas a la hora de señalar que las posibilidades de negociación están<br />

limitadas, que no se apunta una categoría absoluta de poder sostenida por las<br />

mujeres, por encima de los hombres. Los dos ejemplos, expuestos en su libro,<br />

de sociedades en las que las mujeres mantienen esta posición de negociación<br />

son las ewe, en África Occidental, y las iroquesas. Ambos casos, por supuesto,<br />

son también ejemplos de las nefastas consecuencias que tuvo el contacto con<br />

los blancos. Muchas de las instituciones femeninas ewe se desintegraron bajo el<br />

colonialismo, del mismo modo que las instituciones que proporcionaban poder<br />

a las iroquesas fueron destruidas por la intrusión europea. En contraste con los<br />

estudios feministas centrados en la falta de tecnología y de ayudas mecánicas<br />

para el hogar en las vidas de estas mujeres, Leghorn y Parker enfocan los aspectos<br />

del trabajo que aúnan a las mujeres. Sobre las ewe observan que<br />

[…] con frecuencia, las mujeres trabajan juntas en sus propios campos o, como<br />

miembros de una familia, preparando la comida juntas; las mujeres del pueblo se<br />

encuentran en el riachuelo para hacer la colada, o en familia, con amigas y vecinas,<br />

caminan de cinco a quince millas diarias para vender juntas en el mercado, allí se<br />

sientan una al lado de la otra y fi jan juntas los precios del día. Comparten el cuidado<br />

de los niños, las noticias, y cuidan los puestos del mercado de las otras. Además de<br />

hacer el tiempo más placentero, este trabajo compartido capacita a las mujeres para<br />

compartir información y, de hecho, hace las veces de parte integral y vital del sistema<br />

de comunicaciones del pueblo. Consecuentemente, tienen un tremendo sentido<br />

de la solidaridad, cuando se trata de trabajar en pro del interés colectivo. 57<br />

56 Ibidem, p. 60.<br />

57 Ibídem, p 88.


240<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

Es importante no idealizar la existencia de tales redes de apoyo femenino,<br />

aunque sí aporten, sin embargo, un sorprendente contraste con la posición<br />

aislada de las mujeres en la estructura familiar nuclear euro-americana.<br />

En Gran Bretaña, se mantienen redes fuertes de apoyo femenino en los<br />

sistemas de sexo / género caribeño y asiático, aunque éstos son ignorados<br />

por los estudios sociológicos sobre las mujeres negras migrantes. Tal cosa<br />

no quiere decir que dichos sistemas permanezcan sin cambios tras la migración.<br />

Nuevas circunstancias requieren adaptaciones y novedosas estrategias<br />

de supervivencia.<br />

Incluso el cuidado de los niños en un área metropolitana es un gran problema. Si tú<br />

vives en un pueblo, en una familia extensa, sabes que si tu hij a está fuera en algún<br />

sitio, alguien estará cuidándola. Si tu hij a está en la calle y tu vecina la ve abajo, en<br />

la calle, en algún lío, se va a hacer responsable de la niña y se ocupará de ella. Pero<br />

en Brooklyn o en Londres, estás atrapada en ese apartamento. Estás allí con la niña,<br />

no puedes esperar que esté en la calle y alguien vaya a estar atento. Sabes que la situación<br />

de cuidado cotidiano es pésima, no cuentas con esa familia extensa, así que<br />

tienes un gran problema entre manos. De este modo, cuando hablan de la reducción<br />

del trabajo en casa, sabemos de antemano que es una mentira. 58<br />

No obstante, las transformaciones no son meras adaptaciones, ni tampoco la<br />

familia negra es destruida en el proceso de cambio. Las redes femeninas indican<br />

que las mujeres negras son fi guras clave en el desarrollo de estrategias de<br />

supervivencia, tanto en el pasado, en los periodos de esclavitud y de colonialismo,<br />

como ahora, en su enfrentamiento con un Estado racista y autoritario.<br />

Hay pruebas considerables de que las mujeres (y las familias) no aceptan simplemente<br />

el aislamiento, la pérdida de estatus y la devaluación cultural que implica la migración.<br />

Las mujeres fuertes, activas y emprendedoras dan nueva forma a las redes,<br />

si es necesario, con los que no son parientes, o basándose en una defi nición extensa<br />

de parentesco. Las culturas de resistencia no son simples mecanismos de adaptación;<br />

encarnan importantes modos alternativos de organización de la producción y la<br />

58 Margaret Prescod-Roberts y Norma Steele, Black Women: Bringing it all Back Home, Bristol,<br />

Falling Wall Press, 1980, p. 28.<br />

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Mujeres blancas, ¡escuchad! 241<br />

reproducción y otorgan valor a sistemas críticos con el opresor. El reconocimiento de<br />

la posición especial de las familias en estas culturas y estructuras sociales puede llevar<br />

a nuevas formas de lucha, a nuevas metas. 59<br />

Al argumentar que el feminismo debe tener en cuenta las vidas, herstories<br />

y experiencias de las mujeres negras, no estamos defendiendo que grupos<br />

de feministas blancas deban lanzarse a Brixton, Southall, Bristol o Liverpool<br />

para hacer de las mujeres negras en resistencia sus objetos de estudio. No<br />

necesitamos esa clase de intrusión, a la vista de otras líneas de búsqueda<br />

de información que el Estado ha movilizado por su interés en las «relaciones<br />

raciales». 60 De esta manera, las mujeres blancas ya han sido utilizadas<br />

en contra de las mujeres negras y las feministas debemos aprender de la<br />

historia. Después de los «disturbios» igbo descritos arriba, los británicos enviaron<br />

a dos mujeres antropólogas para «estudiar las causas de los disturbios<br />

y para destapar la base organizativa, que permitió tal espontaneidad y<br />

solidaridad entre las mujeres». 61 El WLM, sin embargo, necesita escuchar el<br />

trabajo de las feministas negras y tomar en cuenta a las organizaciones autónomas,<br />

como la OWAAD [Organización de mujeres de ascendencia asiática<br />

y africana], que están ayudando a articular los modos en los que somos oprimidas<br />

como mujeres negras.<br />

Además, es muy importante que las mujeres blancas, en el movimiento<br />

de mujeres, examinen cómo el racismo excluye a muchas mujeres negras y<br />

les impide alineaciones incondicionales con las mujeres blancas. En lugar de<br />

tomar a las mujeres negras como objeto de su investigación, las investigadoras<br />

feministas blancas deberían intentar destapar los mecanismos específi -<br />

cos de género y racismo entre las mujeres blancas. Éste, más que cualquier<br />

otro factor, perturba el reconocimiento de intereses comunes de hermandad<br />

entre las mujeres.<br />

59 Mina Davis Caufi eld, «Cultures of Resistance», Socialist Revolution, 20, vol. 4, núm. 2, octubre<br />

de 1974, pp. 81, 84.<br />

60 Las comisiones, proyectos comunitarios y las llamadas industrias de «relaciones raciales»<br />

fl orecieron en Gran Bretaña tras las primeras huelgas de asiáticos, el aumento de la violencia<br />

racista y las protestas de jóvenes <strong>negros</strong> que ésta provocó en las décadas de los setenta y ochenta.<br />

[N. de E.]<br />

61 Leis, «Women in groups», citado por Mina Davis Caufi eld, op. cit., 1974.


242<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

En Findind a Voice [En busca de una voz] de Amrit Wilson, las mujeres asiáticas<br />

describen muchos casos de opresión racial en el trabajo por parte de mujeres<br />

blancas. Las mujeres asiáticas<br />

[…] reciben salarios bajos y todo es peor para ellas. Tienen que enfrentarse a los insultos<br />

de sus supervisoras. Dichas supervisoras son todas mujeres inglesas. El problema<br />

es que en Gran Bretaña se espera que nuestras mujeres se comporten como<br />

sirvientas y nosotras no estamos acostumbradas a comportarnos como sirvientas,<br />

no podemos. Pero si nos comportamos con normalidad, las supervisoras comienzan<br />

a gritarnos y a acosarnos. Se quejan de nosotras, las indias, al encargado. 62<br />

Las mujeres negras no queremos ser injertadas en el «feminismo» de una<br />

manera simbólica, como desviaciones coloridas de los «verdaderos» problemas.<br />

El feminismo debe transformarse si quiere dirigirse a nosotras. Tampoco<br />

deseamos que se haga un mal uso de nuestras palabras como si fueran generalizaciones,<br />

como si lo que cada una de nosotras expresa representase la<br />

experiencia total de todas las mujeres negras. Las palabras que Audre Lourde<br />

dirige a Mary Daly son, quizás, la mejor forma de concluir.<br />

Mary, te pido que seas consciente de cómo este proceder fomenta las fuerzas destructivas<br />

del racismo y la segregación entre mujeres; pues parte del supuesto de<br />

que la historia y los mitos de las mujeres blancas son los únicos a los que deben<br />

acudir todas las mujeres en busca de poder y puntos de referencia, en tanto que las<br />

mujeres no blancas y nuestras historias quedan convertidas en motivos decorativos<br />

o en ejemplos de la victimización de las mujeres. Te pido que seas consciente de los<br />

efectos que tal desdén tiene en la comunidad de las mujeres negras y demás mujeres<br />

de color, y de cómo resta valor a tus propias palabras. Ese desdén no es en esencia<br />

diferente de la sistemática degradación a la que se somete a las mujeres negras para<br />

convertirlas en objeto, pongamos por caso, de los asesinatos que ahora mismo están<br />

perpetrándose en tu ciudad. Cuando el patriarcado nos desprecia, promueve nuestro<br />

asesinato. Cuando la teoría feminista lesbiana y radical nos desprecia, promueve<br />

su propia extinción.<br />

62 Amrit Wilson, Finding a Voice: Asian Women in Britain, Londres, Virago, 1978, p. 122.<br />

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Mujeres blancas, ¡escuchad! 243<br />

El desdén se alza como un tremendo obstáculo para nuestra comunicación. Obstáculo<br />

que hace mucho más fácil daros la espalda que tratar de comprender el pensamiento<br />

que alienta vuestra forma de proceder. ¿Será el siguiente paso la guerra<br />

declarada entre nosotras o la segregación? Ciertamente, la asimilación a una historia<br />

de mujeres exclusivamente europeo-occidental no es aceptable. 63<br />

En otras palabras: debemos preguntar a las mujeres blancas, ¿a qué os referís<br />

exactamente cuando decís «NOSOTRAS»?<br />

Agradecimientos<br />

La deuda que tengo con mis hermanas, Valerie Amos y Pratibha Parmar, es<br />

enorme, por las muchas horas que hemos pasado debatiendo nuestras experiencias<br />

como mujeres negras y como feministas. Ambas contribuyeron a las<br />

ideas de este capítulo, pero cualquier crítica por las defi ciencias encontradas<br />

debe dirigirse sólo a mí. A Paul, John y Errol, gracias por esas llamadas telefónicas<br />

transatlánticas (que me transmitieron con regularidad su apoyo y afecto<br />

fraternal). A Susan Willis le debo un agradecimiento especial por su amistad<br />

y su apoyo en un nuevo empleo, en un nuevo país. A la facultad, al personal y<br />

a los estudiantes del Programa de Estudios Afroamericanos en Yale, así como<br />

al Centro de Estudios de Cultura Contemporánea de Birmingham: gracias por<br />

vuestro ánimo y entusiasmo por mi trabajo.<br />

63 Audre Lourde, «An open lett er of Mary Daly», en Moraga y Andalzúa, op. cit., 1981, p. 96. La<br />

traducción es de María Corniero, en La hermana, la extranjera, Madrid, Horas y horas, 2003.


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8. Feminismo negro: la política<br />

como articulación<br />

Introducción<br />

245<br />

Pratibha Parmar 1<br />

Las mujeres británicas negras somos fruto de varias diásporas. Todas<br />

nuestras creaciones fotográfi cas, literarias y visuales emergen y toman forma<br />

a partir de nuestra memoria histórica y de los incipientes símbolos y<br />

procesos culturales de nuestras subjetividades negras británicas. La riqueza<br />

y la complejidad de la «explosión» cultural negra han puesto en cuestión<br />

toda noción simplista de las «políticas de la identidad». Han señalado la<br />

desintegración de este paradigma, que colocaba nuestra «otredad» y «diferencia»<br />

como algo singular y presentaba identidades aparentemente estáticas<br />

de sexualidad, raza y género (con un burdo reconocimiento de nuestra<br />

desventajosa posición económica).<br />

1 Pratibha Parmar, «Black Feminism: The Politics of Articulation», en Rutherford (ed.), Identity,<br />

Community, Culture, Diff erence, Londres, Lawrence & Wishart, 1990. Me gustaría dar las<br />

gracias a Shaheen Haque, Mumtaz Karimjee, Claudett e Williams, Shaila Shah, Sona Osman,<br />

Vron Ware, Paul Gilroy e Isaac Julien por sus ánimos, su amistad y las horas de enriquecedora<br />

discusión; y a Usha Brown por su oportuno apoyo. Agradezco especialmente a June Jordan su<br />

amistad y su inspiración.


246<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

El trabajo fotográfi co realizado por mujeres negras ha sido una parte signifi -<br />

cativa de la emergente práctica cultural negra. Ha tratado de revisar y reinscribir<br />

el lenguaje y las convenciones de la representación, no para articular<br />

simplemente nuestra diferencia cultural, sino para, más allá de esto, intentar<br />

desarrollar una narrativa inmersa en nuestros propios términos de referencia.<br />

Esto implica crear identidades como mujeres negras británicas no «en<br />

relación a», «en oposición a», «como el reverso de» o «como un correctivo<br />

de», sino referencias en y para nosotras mismas. Dicha narrativa desbarata la<br />

jerarquía binaria entre el centro y lo marginal: lo marginal rechaza así su<br />

lugar como lo «Otro».<br />

La idea de June Jordan de que las identidades no son fi jas, sino que están<br />

siempre en estado de cambio y transformación, ha cuestionado la conveniencia<br />

de las representaciones simplistas (la noción de imágenes positivas<br />

o negativas) y de las jerarquías fi jas propias de la opresión. Por otro lado, no<br />

deberíamos considerar los términos de nuestra auto-defi nición como un asunto<br />

de pura y libre elección individual. Lo que es evidente en la producción<br />

cultural de las mujeres negras es la negociación activa entre estas nociones<br />

objetivas de nosotras (como mujeres, negras, lesbianas o de clase trabajadora)<br />

y las experiencias subjetivas de desplazamiento, alienación y «otredad». Lo<br />

marginal deja de ser el objeto de interpretación y de iluminación: en nuestras<br />

propias narrativas auto-referenciales, expropiamos esos cuerpos de teoría y<br />

conocimiento, que de forma etnocéntrica llevamos atados en esa relación de<br />

dominación como sujetos postcoloniales que somos.<br />

Las dos partes de este escrito conforman mis tentativas de exploración<br />

de las «políticas de la localización»; en primer lugar, pretendo analizar los<br />

esfuerzos de mujeres negras y migrantes por conseguir un lenguaje visual<br />

auténtico y, en segundo lugar, refl exionar sobre la emergencia de la diferencia<br />

dentro del feminismo negro. Escribir ha supuesto un momento de revaloración<br />

y autoevaluación crítica. Si bien la articulación de identidades propias ha<br />

sido un proceso necesario y esencial para la organización colectiva de las mujeres<br />

negras y migrantes, también trajo como consecuencia prácticas políticas<br />

que devinieron cerradas y a menudo retrógradas.<br />

Escribir ha signifi cado exponerme a mí misma, así como enfrentarme a<br />

teorías que pudieran posibilitar un tipo diferente de discurso de la identidad;<br />

ha signifi cado afrontar críticamente las categorías de «auto-enunciación»,<br />

que muchas de nosotras habíamos empleado como activistas y teóricas<br />

en el movimiento de mujeres negras de fi nales de los setenta y principios<br />

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<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong>: la política como articulación 247<br />

de los ochenta. Por entonces yo hablaba y escribía desde una posición de<br />

marginalidad y resistencia, pero siempre fortalecida por la conciencia colectiva<br />

de ese nosotras como mujeres negras, como feministas y como lesbianas<br />

(aunque fuese una minoría visiblemente pequeña). Hoy, al comienzo de una<br />

nueva década, todavía habito una posición de marginalidad y resistencia,<br />

pero siento la ausencia de esa fuerza colectiva que momentáneamente nos<br />

empoderó a muchas de nosotras y nos dio el «poder del discurso». «Other<br />

Kinds of Dreams» [Otro tipo de sueños] es un replanteamiento optimista, a<br />

partir de la realidad histórica y política.<br />

Otro tipo de sueños<br />

En 1984 un grupo de feministas negras editamos un número especial de la<br />

Feminist Review titulado «Many Voices, One Chant: Black Feminist Perspectives»<br />

[Muchas voces, una consigna: perspectivas feministas negras], en cuyo<br />

editorial afi rmábamos: «Hemos intentado haceros llegar una recopilación de<br />

perspectivas que están en proceso de desarrollo, refi namiento y crecimiento<br />

continuo. También se apuntan algunas de las diferencias internas del feminismo<br />

negro, la diversidad de la que sacamos fuerza». 2<br />

Releyendo ese número ahora, cuatro años más tarde, parece difícil comprender<br />

a dónde ha ido el optimismo y la vehemencia que teníamos muchas<br />

de nosotras, activas en el movimiento de mujeres negras, y por qué se ha ido.<br />

¿Dónde están las diversas perspectivas feministas negras que sentíamos que<br />

estaban en proceso de crecimiento? ¿Y dónde está, de hecho, el movimiento<br />

en sí? En momentos de desesperación una se pregunta si esos años fueron<br />

simplemente imaginados. Cuatro años no es mucho tiempo, pero obviamente<br />

es tiempo sufi ciente para ver la desintegración de lo que una vez fue un<br />

movimiento de mujeres negras con energía, activo; un movimiento al que la<br />

Organisation of Women of African and Asian Descent (OWAAD) [Organización<br />

de mujeres de ascendencia africana y asiática] dio forma y confi guró<br />

desde fi nales de los años setenta hasta principios de los ochenta. La historia<br />

de la OWAAD y su posterior desaparición ha sido bien documentada y debatida,<br />

por el Brixton Black Women’s Group [Grupo de mujeres negras de<br />

2 Val Amos, Gail Lewis, Amina Mama y Pratibha Parmar (eds.), «Many Voices, One Chant: Black<br />

Feminist Perspectives», Feminist Review, núm. 17, 1984, p. 2.


248<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

Brixton], entre otras, en su artículo «Black Women Organizing» [Mujeres<br />

negras organizándose]. 3 A este respecto, baste decir que sí hubo espacios<br />

reales para el optimismo, que muchas de nosotras sentimos, en tanto que<br />

fuimos testigos y parte de los grupos de mujeres negras que surgían en todo<br />

el país; grupos que iniciaron campañas en torno a la educación, la vivienda,<br />

la inmigración, la salud y las políticas securitarias.<br />

El fi nal de los años setenta vio la desaparición y fragmentación del movimiento<br />

de mujeres blancas. En los ochenta, las incontables campañas, grupos<br />

y redes de apoyo que se habían construido en los setenta y que fueron la<br />

columna vertebral del movimiento de mujeres, estaban desarticuladas, tal y<br />

como Lynne Segal narra de forma clara en su libro, Is the Future Female? [¿Es<br />

el futuro femenino?]. 4 Muchos de estos grupos y espacios volvieron a emerger<br />

temporalmente gracias a los esfuerzos del feminismo institucional municipal<br />

cuyo primer impacto se sintió en la corta pero vibrante vida del Greater London<br />

Council [Ayuntamiento del Área Metropolitana de Londres] y posteriormente<br />

en algunas zonas controladas por los laboristas. Así, mientras el movimiento<br />

de mujeres como un todo se estaba derrumbando como fuerza y foro<br />

político, las mujeres negras estaban concentrando sus energías en construir<br />

un movimiento de mujeres negras. El peso del emergente «nuevo racismo» se<br />

dejaba notar profundamente en las comunidades negras y las mujeres lo sentían<br />

en particular . Éstas estaban ocupadas desarrollando campañas y creando<br />

estructuras organizativas autónomas animadas por la propia autoestima que<br />

nos otorgaba nuestro recién formado colectivo.<br />

No hay duda de los efectos dinámicos que el movimiento de mujeres<br />

negras y el feminismo negro han tenido, no sólo en las vidas de las mujeres<br />

negras, sino también en el Women Liberation Movement [Movimiento de<br />

liberación de las mujeres] y en otros movimientos progresistas. Uno de los<br />

retos que planteó el feminismo negro apuntaba al eurocentrismo de las teorías<br />

y prácticas del feminismo blanco. La aceptación de este cuestionamiento<br />

fue muy lenta y, de hecho, algunas veces tomó tintes racistas y adoptó<br />

una postura defensiva. Por ejemplo, Kum-Kum Bhavnani y yo escribimos<br />

un artículo provisional para el debate sobre «Racismo y el Movimiento de<br />

3 Ibídem, pp. 84-89.<br />

4 Lynne Segal, Is the Future Female? Troubled thoughts on Contemporary Feminism, Londres, Virago<br />

Press, 1987, pp. 56-61.<br />

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<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong>: la política como articulación 249<br />

mujeres» para un taller con el Women Against Racism and Fascism [Mujeres<br />

contra el racismo y el fascismo] en la conferencia socialista-feminista de<br />

1978. Allí expusimos que:<br />

El movimiento de mujeres de Gran Bretaña nunca ha aceptado la cuestión del racismo<br />

de forma realista y, dado que este asunto afecta a todas las mujeres negras,<br />

nosotras sentimos que esta equivocación, el no enfrentarlo, ha hecho y seguirá haciendo<br />

que el Women Liberation Movement en su totalidad sea irrelevante de cara a<br />

las necesidades y demandas de la mayoría de las mujeres negras. Está bastante claro<br />

que no estamos «juntas todas las hermanas» y es importante entender por qué esto<br />

es así. El error de no haber tomado este asunto en serio ha producido ciertas anomalías<br />

en la relación del feminismo con las mujeres negras y sus situaciones específi cas.<br />

De modo que nosotras continuamos señalando y criticando los análisis y<br />

las prácticas feministas en torno a la familia, los controles de inmigración,<br />

el aborto, la anticoncepción y las manifestaciones nocturnas Reclaim the night<br />

[Reclama la noche].<br />

Por sugerencia de las mujeres del taller, enviamos el artículo a Spare Rib, 5<br />

pidiéndoles que lo publicaran en su página de debate, que en ese momento se<br />

usaba para discutir temas pertinentes para el movimiento de mujeres. Recibimos<br />

una carta de tres páginas de un miembro del colectivo que intentó responder<br />

a nuestra crítica: «El problema es que mientras nuestro movimiento [la<br />

cursiva es mía] falla indudablemente a la hora de llegar a un gran número de<br />

mujeres negras, de hecho, no hemos cometido los errores que vuestro artículo<br />

describe». A lo largo de la carta, ella se dirigía a nosotras como si estuviéramos<br />

hablando desde fuera del movimiento y usaba el «nosotras» para denotar<br />

a las mujeres blancas como representantes del movimiento de mujeres. La<br />

carta concluía afi rmando: «La verdad es que no creemos que vuestro artículo<br />

pueda ser la base de un debate dentro de la comunidad feminista, dado que<br />

proporciona muchas ideas falsas sobre la historia del movimiento».<br />

Cito de forma extensa este incidente, en parte para ilustrar que fueron experiencias<br />

como éstas las que nos hicieron, a muchas de nosotras, buscar<br />

en otros lugares la fuerza colectiva, en particular en otras mujeres negras y,<br />

en parte, para situar históricamente los siguientes desafíos. Desde fi nales<br />

5 Spare Rib era una revista feminista británica de principios de los años setenta. [N de la T.]


250<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

de los setenta las mujeres negras hemos escrito muchos artículos y libros y hemos<br />

organizado recursos autónomos de publicación. Esto ha supuesto que ya<br />

no estemos a merced de individuos y colectivos que censuran nuestro trabajo<br />

porque están en desacuerdo con él o porque lo encuentran incómodamente<br />

cercano a la verdad. El desarrollo teórico de una crítica a las teorías feministas<br />

blancas fue iniciado por Hazel Carby en su artículo «White Women Listen!<br />

Black Feminism and the Boundaries of Sisterhood». 6 Posteriormente aparecieron<br />

otros artículos, incluidos: «Black Feminism: Shared Opression, New<br />

Expression», [Feminismo negro: Opresión compartida, nueva expresión], 7<br />

«Many Voices, One Chant: Black Feminist Perspectives» 8 y, más recientemente,<br />

la antología Charting the Journey: Writings by Black and Third World Women<br />

[Trazar el viaje: obras de mujeres negras y del Tercer Mundo]. 9 Como resultado,<br />

si bien es cierto que tardíamente, se han producido ciertos replanteamientos<br />

entre algunas feministas socialistas blancas, que han aceptado<br />

algunas de las cuestiones formuladas por las feministas negras. Fue así que<br />

«Many Voices, One Chant: Black Feminist Perspectives» provocó un artículo<br />

de Michèle Barrett y Mary McIntosh titulado «Ethnocentrism and Socialist-<br />

Feminist Theory», que reavivó tanto el debate sobre el racismo como el movimiento<br />

de mujeres. 10<br />

Por mi parte, aunque hay varios problemas con algunas de las críticas y<br />

respuestas que han emergido en años recientes en este debate sobre el envite<br />

del feminismo negro a las teorías feministas blancas, lo más importante ha<br />

sido que, al menos (o fi nalmente), las feministas socialistas blancas están empezando<br />

a repensar sus posiciones. Y no sólo ellas.<br />

6 Hazel Carby, «White Women Listen! Black Feminism and the Boundaries of Sisterhood», en<br />

CCCB (ed.), The Empire Strikes Back: Race and Racism in 70s, Hutchinson, Londres 1982, pp. 212-35.<br />

Véase este artículo en este mismo volumen.<br />

7 Gail Lewis y Pratibha Parmar, «Black Feminism: Shared Opression, New Expression», City Limits,<br />

marzo de 1983.<br />

8 Val Amos et al., op.cit., 1984.<br />

9 S. Grewal, J. Kay, L. Lander, G. Lewis y P. Parmar, Charting the Journey: Writings by Black and<br />

Third World Women, Londres, Sheba, 1988.<br />

10 Véase Ramazongolu, Kazi, Lees y Mirza, «Feedback: Feminism and Racism», Feminist Review,<br />

núm. 22, 1986; y Kum-Kum Bhavnani y Margaret Coulson, «Transforming Socialist-Feminism:<br />

the Challenge of Racism», Feminist Review, núm. 23, 1986 [ed. cast.: «Transformar el feminismo<br />

socialista. El reto del racismo», en Otras inapropiables, Madrid, Trafi cantes de Sueños, 2004].<br />

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<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong>: la política como articulación 251<br />

La autoevaluación crítica es un requisito necesario también para nosotras; para<br />

todas las que nos dedicamos a la lucha política, si queremos ser un movimiento<br />

que no rechace nuevas tentativas de formulación. Dicha autoevaluación<br />

ha comenzado ya entre algunas mujeres negras. En el prefacio a Charting the<br />

Journey, las editoras lanzábamos las siguientes preguntas:<br />

¿Dónde estamos nosotras en este momento? En lugar de parecer un movimiento de<br />

mujeres negras, se extienden rampantes una «política» fútil y victimista y cierto sentimiento<br />

de culpa, que se utilizan para justifi car acciones que rechazaría cualquiera<br />

que se respete a sí misma. O bien se da una tendencia hacia la atribución colectiva<br />

de una superioridad moral y política, la cual se supone que deriva del mero hecho<br />

de ser una mujer negra. Que esto sea así produce un suspiro melancólico y, frecuentemente,<br />

un grito desde los confi nes del alma, la única manera de expresar la<br />

incredulidad y el desconcierto de una, ante el hecho de que hayamos llegado hasta<br />

aquí a partir del punto desde el que empezamos. 11<br />

Este artículo no es un intento de lamentarse por el pasado, ni tampoco de retorcer<br />

angustiada mis manos por lo que salió mal. Pero afi rmar que, en estos<br />

tiempos de revaluación, para moverse hacia delante una necesita aprender<br />

de las lecciones de la historia es casi una obviedad. No es mi intención proporcionar<br />

aquí un análisis detallado ni una valoración del anterior y el actual<br />

estado de la política de las mujeres negras. Lo que sigue son algunos de los<br />

pensamientos exploratorios de inicio, que han surgido de debates con amigas<br />

y compañeras activistas; debates que se han centrado en cómo salir de la parálisis<br />

política y teórica que parece prevalecer.<br />

Las políticas de la identidad<br />

En estos tiempos postmodernos, la cuestión de la identidad ha tomado un<br />

peso colosal, particularmente para aquéllas de nosotras que somos migrantes<br />

post-coloniales y que habitamos historias de la diáspora. Al vernos abocadas<br />

a hacer de «la Otra», al ser marginadas, discriminadas y, con gran frecuencia,<br />

invisibilizadas, no sólo dentro de los discursos de afi rmación cotidianos,<br />

sino también dentro de las «grandes narrativas» del pensamiento europeo,<br />

11 S. Grewal et al., op. cit., 1988, p. 23.


252<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

las mujeres negras en particular hemos luchado para reivindicar privada y<br />

públicamente nuestro sentido del yo: un yo enraizado en historias, culturas<br />

y lenguas particulares. El feminismo negro nos ha dotado de un espacio y un<br />

marco para la articulación de nuestras diversas identidades, como mujeres<br />

negras de diferentes orígenes étnicos, clases y sexualidades, aunque a veces<br />

hayamos tenido que luchar por ese espacio y negociar.<br />

Reivindicar una identidad individual y colectiva como mujeres negras ha<br />

sido un proceso histórico necesario que ha resultado tan empoderador como<br />

fortalecedor. Organizarnos conscientemente como mujeres negras fue y continúa<br />

siendo importante; dicha forma de organización no es arbitraria, sino que<br />

está basada en un análisis político propio de nuestras opresiones económicas,<br />

sociales y culturales comunes. También está basada en una asunción de subjetividades<br />

compartidas en cuanto que nuestras experiencias del mundo «ahí<br />

fuera» son confi guradas por factores objetivos comunes como el racismo y la<br />

explotación sexual.<br />

Sin embargo, estas asunciones han llevado a una práctica política que habla<br />

en términos de «experiencia subjetiva y auténtica». Las implicaciones de<br />

dicha práctica son múltiples. Ha dado lugar a una aserción hipócrita basada<br />

en que si una habita cierta identidad, esto le da derecho moral y legítimo de<br />

hacer sentir culpables a otros, por su particular modo de comportarse. En general,<br />

tal tendencia ha dominado el movimiento de mujeres. Ha tenido lugar<br />

un énfasis en la acumulación de una colección de identidades oprimidas que,<br />

por otro lado, han dado lugar a toda una jerarquía de la opresión. Dicha jerarquía<br />

no sólo ha sido destructiva, sino también divisora e inmovilizadora. Al<br />

no estar dispuestas a trabajar a través de todas nuestras diferencias, muchas<br />

mujeres se han replegado hacia una «política del estilo de vida», propia de<br />

gueto, y se ven a sí mismas incapaces de moverse más allá de la experiencia<br />

individual y personal.<br />

Las políticas de la identidad, o una práctica política que toma como su punto<br />

de partida sólo los modos personales y experienciales de ser, ha conducido<br />

a una cerrazón que es a la vez retrógrada y, a veces, espeluznante. Tomemos<br />

como ejemplo el caso de un artículo que apareció en Spare Rib titulado «Ten<br />

Points for White Women to Feel Guilty About» [Diez puntos por los que las<br />

mujeres blancas han de sentirse culpables]. Ya sólo el título nos hizo a algunas<br />

encogernos de desesperación y consternación. Este esencialismo, inherente a<br />

ese tipo de articulaciones, ha devenido dominante dentro del movimiento de<br />

mujeres en general y ha conducido a la fragmentación política. Lynne Segal<br />

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<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong>: la política como articulación 253<br />

ha criticado el pensamiento biologicista y esencialista que comenzó a dominar<br />

gran parte del análisis y la práctica feminista en los años ochenta; yo misma<br />

estaría de acuerdo con la conclusión de que: «Mientras que antes el problema<br />

para la liberación de las mujeres era cómo reivindicar los asuntos personales<br />

como políticos, ahora el problema se ha invertido, y las feministas se ven argumentando<br />

que lo político no se reduce a lo personal». 12<br />

Identidades raciales<br />

Otro problema, más específi co de las mujeres negras y las comunidades negras,<br />

son las defi niciones cambiantes de la identidad negra. Si bien quiero<br />

señalar algunos de los problemas y consecuencias de las políticas de la identidad,<br />

no querría dar a entender que se debería abandonar cualquier análisis<br />

de las articulaciones políticas y culturales en torno a la identidad. Más bien,<br />

como Stuart Hall ha argumentado:<br />

Me parece que es posible pensar sobre la naturaleza de las nuevas identidades políticas,<br />

que no se halla en la noción de algún yo integral absoluto que pueda emerger<br />

claramente de alguna narrativa totalmente cerrada del yo. Una política que acepte<br />

la «innecesaria o no esencialista correspondencia» de cualquier cosa con cualquier<br />

otra; ha de haber una política de la articulación (una política en tanto que proyecto<br />

hegemónico).<br />

En el intento por encontrar mi camino hacia tal política, yo misma he vuelto<br />

a las obras de June Jordan, una poeta y ensayista negra, 13 estadounidense,<br />

cuyo trabajo ha esclarecido muchas de mis dudas y confusiones y me ha ayudado<br />

a deshacerme de los fantasmas de la desesperación y la ira. Val Amos<br />

y yo encontramos su libro Civil Wars [Guerras civiles] de inestimable ayuda<br />

12 Lynne Segal, op.cit., 1987, p. 243.<br />

13 June Jordan nació en Harlem y creció en Brooklyn. Es autora de varios libros premiados, entre<br />

ellos, seis volúmenes de poesía y dos colecciones de ensayos políticos. Sus poemas y reseñas han<br />

aparecido en The New York Times, The Nation, la revista Essence y otros lugares. Dos antologías<br />

de su trabajo, Lyrical Campaigns: Selected Poems y Moving Towards Home: Selected Essays, fueron<br />

publicados en 1989 por Virago.


254<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

cuando impartimos clases de educación para adultos sobre «Mujeres y racismo»<br />

en la Universidad de Londres, en 1984. En un momento en el que<br />

muchos movimientos contemporáneos necesitan volver a examinar el método<br />

y las bases de su organización, la visión moral y política de June Jordan es<br />

inspiradora. Es poco frecuente su compromiso con el internacionalismo y su<br />

habilidad para articular los complejos vínculos y las contradicciones entre lo<br />

profundamente personal y lo profundamente político, de un modo tan claro<br />

y pasional. Sus obras son un oportuno recordatorio de que las políticas de la<br />

identidad «pueden ser sufi cientes para empezar algo, pero no son sufi cientes<br />

para conseguirlo». Jordan visitó Gran Bretaña, por primera vez, en septiembre<br />

de 1987 y allí fue cuando le hablé sobre algunos de los problemas que he<br />

esbozado anteriormente. A continuación se encuentran unos extractos de esta<br />

entrevista a modo de conclusión de este epígrafe. 14<br />

Pratibha. Una de las cosas más interesantes y más desafi antes que he encontrado<br />

en tus obras es el modo en que tu radicalismo se niega a suprimir<br />

la complejidad de nuestras identidades como mujeres y como personas<br />

negras. En Gran Bretaña se ha dado una tendencia en el movimiento de<br />

mujeres y tanto entre las blancas como entre las negras, a organizarse en<br />

torno a la asunción de nuestras identidades compartidas, pero en el proceso<br />

de organización política muchas de estas asunciones se han derrumbado.<br />

¿Puedes hablar sobre algunos de los temas tratados en torno a las políticas<br />

de la identidad y de lo que piensas que signifi ca defi nirse a una misma como<br />

una persona política?<br />

June Jordan. Durante mucho tiempo, nos hemos estado organizando sobre<br />

la base de la identidad, alrededor de atributos de género, raza y clase<br />

inmutables y no parece haber funcionado. Hay razones obvias por las que<br />

unirse con otras personas, con alguien sea, por ejemplo, negro o mujer,<br />

pero creo que tenemos que intentar desarrollar hábitos de evaluación en<br />

todo lo que sea que intentemos políticamente. La gente está acostumbrada<br />

a hacer las cosas de una forma determinada y no calcula si funcionará o<br />

no. O, si lo calculan, entonces es para decir que no funcionará, pero que<br />

no es culpa nuestra, pues no puede haber nada equivocado en nuestras<br />

ideas sobre cierto tema o sobre cierto asunto. El problema se reduce, invariablemente,<br />

a que el enemigo es simplemente infl exible o impenetrable.<br />

14 Pratibha Parmar, «Other Kind of Dreams: An Interview to June Jordan», Spare Rib, octubre de 1987.<br />

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<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong>: la política como articulación 255<br />

Este modus operandi está condenado. Tenemos que descubrir qué es lo que<br />

funciona y algunas cosas pueden funcionar hasta cierto punto, pero no<br />

más allá del mismo.<br />

No creo que las políticas de género o las políticas de raza en sí estén<br />

aisladas de otras formas de organización que propicien el cambio, ya sea un<br />

cambio de tipo reformista o revolucionario. No creo que nos vayan a llevar<br />

donde nosotras queremos ir. Creo que esto resulta claro si miramos nuestra<br />

historia, la de la gente negra. En cualquier lugar del mundo, como personas<br />

negras, tenemos enormes problemas, pero es que además, en cualquier parte<br />

del mundo, nosotras, como mujeres, tenemos ya graves problemas. Creo<br />

que hay algo erróneo en el pensamiento de cualquiera que proponga como<br />

sufi cientes, o bien las políticas de identidad de género, o bien las políticas de<br />

identidad de raza, porque cada una de nosotras es algo más que cualquiera<br />

de las razas que representamos o encarnamos y algo más que cualquier<br />

categoría de género en la que nos enmarquemos. Tenemos otro tipo de<br />

fi liaciones, otro tipo de sueños, que no tienen nada que ver con si somos<br />

blancas o no.<br />

Gran parte de nuestra propia conciencia, en tanto que mujeres, personas<br />

negras y personas del Tercer Mundo, surge en realidad de nuestras relaciones<br />

forzadas e involuntarias con personas que nos desprecian sobre la<br />

base de lo que somos, más que por lo que hacemos. En otras palabras:<br />

la conciencia política que tenemos de nosotras mismas deriva, la mayoría<br />

de las veces, de una necesidad de descubrir por qué este tipo de persecución<br />

particular continúa, ya sea la persecución de mi gente, de mí misma<br />

o de los de mi categoría. Una vez que intentas responder a esa pregunta te<br />

encuentras en el territorio de las personas que te desprecian, personas que<br />

son responsables de la invención del término racismo o sexismo. Creo que es<br />

importante entender que todas somos más que lo que no podemos cambiar<br />

de nosotras. Como tal cosa parece obvia, nuestras políticas deberían refl ejar<br />

esa interpretación.<br />

Todo esto no es para despreciar o rechazar la necesidad de lo que yo llamaría<br />

una alianza sobre la base de cierta cuestión entre diferentes tipos de personas,<br />

mujeres, personas negras, o mujeres negras. No lo estoy rechazando, sino<br />

diciendo tan sólo que, probablemente, no sea sufi ciente. Puede ser sufi ciente<br />

para empezar, pero dudo mucho que sea sufi ciente para conseguir nuestros<br />

propósitos.


256<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

Pratibha. Así que estás diciendo que para poder seguir hacia delante, una<br />

parte crucial del proceso político es ir más allá de las formas personales y<br />

experienciales de organización. Has escrito:<br />

Se me ocurre que gran parte del fracaso organizativo podría evitarse si la gente<br />

entendiera que estar juntos en cierta penuria no hace necesariamente que estemos<br />

juntos en busca del cambio: cuando nos quitemos los monstruos de encima, puede que<br />

todas nosotras queramos correr en direcciones muy diferentes.<br />

June Jordan. Sí, por ejemplo, yo creo que para cualquier mujer que haya sido<br />

violada alguna vez, la existencia del feminismo o los centros de orientación<br />

para mujeres violadas son absolutamente necesarios, son un recurso, un refugio<br />

en donde una mujer puede retirarse a recuperarse sin miedo. Pero el<br />

problema es más que un problema individual. Ella no se violó a sí misma.<br />

Para eliminar la posibilidad de una violación o incluso las violaciones a mujeres,<br />

en general, tenemos que ir más allá de nosotras mismas. Tenemos que<br />

sentarnos con los hombres y/o ponernos de pie para, fi nalmente, infl uirles<br />

de alguna manera. Creo que nunca será sufi ciente hacerlo por cuenta propia.<br />

Y diría lo mismo sobre las políticas de la identidad de raza. Ni yo, ni mi<br />

gente, ni mis padres, inventamos los problemas que como personas negras<br />

tenemos que solucionar. Nosotras, las personas negras, las víctimas del racismo,<br />

no somos quienes tenemos que aprender nuevas formas de pensar<br />

sobre las cosas, de tal modo que podamos frenar los hábitos racistas del<br />

pensamiento. Tampoco tenemos poder para colocarnos en los lugares desde<br />

los cuales se pueden abolir los acuerdos sociales y económicos que han asegurado<br />

la continuidad del racismo en nuestras vidas. Eso es para la gente<br />

blanca. Lo que realmente necesitamos hacer es dejar de consolarnos los unos<br />

a otros, por así decirlo, y construir orgullo y confi anza colectiva. Algunas de<br />

las personas que he conocido desde que estoy en Londres, me han hablado<br />

de lo terrible que es que no esté sucediendo nada, políticamente. Pero ésa<br />

no es la cuestión. No pretendo de ningún modo criticarles, pero si sabemos,<br />

tanto tú como yo, que está ocurriendo algo terrible: «¿Qué vas a hacer al<br />

respecto?» No nos quedemos sentados sobre nuestras penas, no hablemos<br />

de lo mal que esta todo hasta la muerte. Me decanto en pro del activismo. Lo<br />

demás se parece a la vanidad o a la decadencia. Te diré cómo sufro y tú me<br />

dirás cómo sufres; ya es sufi ciente con sufrir para hablar de ello sin parar. Yo<br />

les aconsejo que paren, parad.<br />

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<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong>: la política como articulación 257<br />

Pratibha. Muchos movimientos como el movimiento de mujeres, el movimiento<br />

negro y los grupos de mujeres negras se han estado organizando<br />

durante años en torno a las opresiones que compartían. Pero me parece<br />

que muchos de estos movimientos se están estancando, porque hay un<br />

rechazo a reconocer la necesidad de salirse de las formas de ser (de esa<br />

acumulación de todos los «ismos» de raza, sexo, clase, discapacidad, etc.)<br />

e ir hacia las formas de hacer. ¿Cuáles crees que son los peligros de esto?<br />

¿Cómo crees que podemos salir de esta parálisis?<br />

June Jordan. Estoy segura de que es peligroso. La primera parte del proceso<br />

político es reconocer que hay un problema político y entonces encontrar<br />

gente que esté de acuerdo contigo. Pero la última parte del proceso político,<br />

que consiste en deshacerse del mismo, también es necesaria y es algo que<br />

muchas de nosotras olvidamos. No estoy interesada en la lucha. Estoy interesada<br />

en la victoria. Deshagámonos de los problemas, no nos limitemos a<br />

sentarnos y a hablar sobre ellos y cogernos de la mano. Ahí es donde haces<br />

la evaluación: «¿Nos está llevando hacia allí?». Si no, entonces tengamos otro<br />

tipo de encuentro con otro tipo de personas. Creo que la gente puede atascarse<br />

totalmente. «¿Cuál es el propósito de tu identidad?». Ésa es la pregunta. A<br />

mi modo estadounidense, abrupto, yo diría: «¿Y qué? ¿Qué es lo que quieres<br />

hacer basándote en eso? ¿Crees que si llenas una habitación con 50 mujeres<br />

de tu mismo color, gracias a haber repartido unos panfl etos, de algún modo<br />

has conseguido todo lo que te habías propuesto conseguir?». No lo creo. Para<br />

nada. «¿Por qué os reunís?».<br />

Casi cada año estudiantes negras de Stonybrook, donde yo enseño, vienen<br />

a decirme que quieren hacer una reunión y yo les digo que sí y pregunto sobre<br />

qué. Ellas dicen que sobre unidad, y yo digo: «¿Unidad para qué? Yo ya soy<br />

negra y vosotras sois negras, así que nos unimos, vale, pero no necesito reunirme<br />

contigo para tratarlo. Si nos juntamos, ¿cuál es la intención, qué queréis<br />

hacer? Yo no necesito sentarme en una habitación con otras personas negras<br />

para saber que soy negra (eso no es unidad). Para unirse ha de haber algún<br />

propósito o, de otra forma, no estamos hablando de política». Eso está bien,<br />

pero, más allá, la gente tiene que empezar a entender que sólo porque alguien<br />

sea mujer o sea negro no signifi ca que él o ella y yo debamos tener las mismas<br />

ideas políticas. No creo que sea necesariamente el caso.<br />

Deberíamos intentar evaluarnos cada una basándonos en lo que hacemos<br />

por el otro, más que basándonos en lo que somos.


258<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

Pratibha. En el movimiento de mujeres ha habido una fuerte tendencia a<br />

crear jerarquías de opresión. ¿Cuál es tu experiencia?<br />

June. Tengo una tremenda aversión instintiva a la idea de clasifi car la opresión,<br />

entre otras cosas, para que nadie pueda apropiarse del sufrimiento. Creo<br />

que es peligroso. Me parece una forma inmoral de actuar. La difi cultad aquí<br />

reside en el mal uso del lenguaje. A todo lo llamamos opresión: ir al dentista<br />

es algo opresivo y así la palabra no signifi ca nada. Revisar nuestro lenguaje<br />

puede ayudarnos y quizá también adoptar cierta claridad y no decir cosas tan<br />

inútiles como que lo mío es esto y lo tuyo es aquello. Si a mí, una mujer negra,<br />

poeta y escritora, una profesora de lengua inglesa de la universidad estatal,<br />

si a mí me oprimen, entonces necesitamos otra palabra para describir a una<br />

mujer en un campo de refugiados en Palestina o a la madre de seis hij os en un<br />

pueblo rural en Nicaragua o a cualquier otro equivalente en Sudáfrica.<br />

Pratibha. En los últimos años se ha hablado mucho sobre la necesidad de coaliciones<br />

y alianzas entre diferentes grupos de mujeres, no sólo a nivel nacional,<br />

sino internacional. ¿Cuál es tu valoración de dicha forma de organización<br />

política?<br />

June. Sobre las coaliciones diría lo que dij e sobre la unidad, es decir: «¿Para<br />

qué?». Esta cuestión debería determinar la composición social de cierta política.<br />

No me voy a sentar en una habitación con otras personas sólo para<br />

demostrar la unidad negra. Tenemos que tener alguna razón para unirnos.<br />

¿Por qué debería unirme contigo y por qué te unes tú conmigo? Tiene que haber<br />

alguna razón por la que nos necesitemos mutuamente. Me parece que la<br />

conciencia de la necesidad de una coalición internacional no debería ser difícil<br />

de conseguir en muchas esferas del discurso feminista, puesto que muchos<br />

de nuestros problemas, aparentemente, tienen validez universal. Creo que,<br />

por ejemplo, aun no habiendo estado nunca en Londres, puedo estar bastante<br />

segura de que a la mayoría de las mujeres, cualquiera que sea su clase o su<br />

color, no les gusta andar solas por la noche, tal y como me ocurre a mí. Simplemente<br />

lo presupongo. Se trata del tema de la seguridad en la calle. Hay una<br />

experiencia universal para las mujeres, que es la de que la movilidad física<br />

está circunscrita por nuestro género y por los enemigos de nuestro género.<br />

Ésta es una de las maneras por las que ellos buscan hacernos saber su odio y<br />

que los respetemos. Esto es así en todo el mundo y, literalmente, nosotras no<br />

estamos para movernos por el mundo libremente. Si lo hacemos, tenemos que<br />

entender que es posible que paguemos por ello con nuestros cuerpos. Ésa es<br />

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<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong>: la política como articulación 259<br />

la amenaza. No te preguntan lo que estás haciendo en la calle, ellos te violan y<br />

te mutilan corporalmente para recordarte cuál es tu lugar. No tienes un lugar<br />

legítimo en la vida pública.<br />

En todo el mundo tenemos menores ingresos, en todo el mundo los vínculos<br />

intensos entre mujeres son vistos como algo subversivo y me parece<br />

que habría buenas razones para intentar hacer un trabajo a nivel internacional<br />

contra algunas de estas condiciones que nos son comunes. No podemos eliminar<br />

los problemas a menos que los veamos en su dimensión global. De esta<br />

forma, no deberíamos temer la ampliación de nuestras conexiones. Deberíamos<br />

entender que esto es la fuente de nuestra fuerza. También hace más difícil<br />

para cualquiera destruir nuestro movimiento. Bien, ellos pueden hacer todo<br />

lo que quieran en Londres, pero está Bangladesh… se convierte en una hidra,<br />

está sucediendo en todas partes, no se puede destruir. Con esto no niego, ni<br />

obvio, la necesidad de trabajar donde vives, pero esto es sólo parte de un entorno<br />

más grande. Me posiciono contra de la miopía.<br />

También creo que es buena idea que una no tenga una noción fi ja en la<br />

cabeza. No quiero que nadie me diga dónde debería centrar mi atención. Si<br />

en el futuro podemos intentar respetarnos las unas a las otras, de acuerdo<br />

al derecho de autodeterminación, entonces podremos empezar a movernos<br />

hacia delante. Nosotras somos sufi cientes y tú no tienes que hacer lo que yo y<br />

viceversa. Yo hago esto y tú haces aquello, hay mucho espacio.<br />

Estrategias de representación<br />

La fotografía y las políticas de representación apuntan de forma inevitable a<br />

cuestiones de raza, género y sexualidad. Tales debates están inextricablemente<br />

conectados con discusiones y análisis críticos de la política cultural negra<br />

de Gran Bretaña, así como con ciertas tentativas de construcción de marcos y<br />

parámetros que permitan discutir la naturaleza y/o la necesidad de estéticas<br />

negras y críticas.<br />

Gran parte de la práctica crítica inicial de algunos fotógrafos <strong>negros</strong> pretendía<br />

deconstruir la «naturalidad» de las relaciones de poder en las representaciones<br />

fotográfi cas dominantes, que posicionan a la gente negra en una<br />

relación desigual con respecto a la sociedad blanca; la lucha por deconstruir el


260<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

imaginario imperante sobre la gente negra es y ha sido central para la mayoría.<br />

Esta práctica es crucial a la hora de subvertir la ortodoxia fotográfi ca, pues<br />

reta la «naturalidad» de las normas y debilita así la asunción de las ideologías<br />

de los discursos dominantes. Esta función crítica se extiende al señalamiento<br />

de las instituciones fotográfi cas, que perpetúan y animan la producción y<br />

reproducción de imágenes que no contradigan los intereses dominantes de<br />

la sociedad. Tales monopolios ideológicos han sido lentamente erosionados<br />

a través de varias intervenciones iniciadas en los últimos años por fotógrafos<br />

<strong>negros</strong>, que han comenzado a transformar las bases ideológicas de los discursos<br />

dominantes fotográfi cos blancos. La táctica postmoderna de sus intervenciones<br />

pone el énfasis en la «diferencia», la «otredad» y la «pluralidad»,<br />

y rechaza la presión hegemónica hacia la universalidad, que en el pasado ha<br />

servido efi cazmente para suprimir las voces y perspectivas de la «minoría».<br />

Controlar la producción de imágenes de nuestras comunidades y de nosotras<br />

mismas es una estrategia fundamental, lo cual resulta evidente para<br />

muchos fotógrafos <strong>negros</strong>. Históricamente y a lo largo del mundo, las fotografías<br />

de personas negras han sido tomadas por intrépidos fotógrafos<br />

blancos en busca de lo «exótico», lo «diferente», las «categorías antropológicas<br />

nativas» o el «colorido local» ―creando mitos, fi cciones y fantasías que<br />

quedaban refl ejadas como elementos «naturales», propios de los encuentros<br />

entre <strong>negros</strong> contemporáneos o colonos migrantes y la predominante población<br />

blanca de las metrópolis.<br />

Los sistemas de representación han engendrado constructos ideológicos<br />

que reducen a las personas negras y migrantes a una humanidad distorsionada<br />

y humillante; refl ejan a menudo los miedos y las ansiedades de la cultura<br />

dominante sobre la presencia «alienígena» y la supuesta amenaza que conlleva.<br />

Las formas culturales de dominación en las metrópolis han defi nido<br />

sistemáticamente a la gente negra como un «Otro» patológico. Las diferencias<br />

de color de piel se han convertido en símbolo de seres humanos limitados<br />

e inferiores intelectual y culturalmente; se representa a las personas negras<br />

como salvajes y primitivas, personas que no han alcanzado aún la madurez y<br />

que, por ende, conforman una humanidad incompleta.<br />

Las imágenes juegan un papel crucial en la defi nición y el control del poder<br />

político y social al que tienen acceso tanto individuos como grupos marginados.<br />

La naturaleza profundamente ideológica del imaginario determina<br />

no sólo cómo otras personas piensan sobre nosotros, sino también cómo nosotros<br />

pensamos sobre nosotros mismos. Por ello, muchas mujeres migrantes,<br />

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<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong>: la política como articulación 261<br />

negras y fotógrafas están preocupadas tanto por la representación como por<br />

la autorepresentación, en tanto que proceso que guía, asimismo, la formación<br />

y construcción de identidades en torno al género, la raza, la cultura, la sexualidad<br />

y la clase. En la representación de elementos del «yo», considerados el<br />

«Otro» por los sistemas dominantes de representación, tienen lugar operaciones<br />

de interpelación, empoderamiento y autodefi nición.<br />

Evitar el esencialismo<br />

En el proceso de crear imágenes fotográfi cas se exponen y trabajan cuestiones<br />

de identidad. La construcción social y psicológica de las identidades es un<br />

proceso en curso que desobedece cualquier noción de determinantes esencialistas<br />

o estáticos. Las identidades no son nunca fi jas sino complejas, diferenciadas,<br />

y cambian de posición constantemente. Para las personas migrantes<br />

y negras a las que se les ha privado del derecho al voto y que están fuera de<br />

los modos dominantes de representación, la identidad personal está muy ligada<br />

a la necesidad de articular una identidad colectiva en torno a la raza y<br />

la cultura, aunque como individuos habitemos una variada gama de posiciones<br />

en nuestra historia y en relación con nuestras diversas identidades. Hay<br />

que recalcar que mientras muchos fotógrafos están preocupados por temas<br />

similares (raza, género y sexualidad), lo normal es que los aborden de formas<br />

diferentes; esto no se debe a una cuestión meramente estratégica, sino que<br />

refl eja la pluralidad de respuestas a estas diferencias, así como a la diversidad<br />

de compromisos con la naturaleza política de la fotografía.<br />

Las prácticas de fotográfi ca crítica han ayudado a muchos fotógrafos <strong>negros</strong><br />

a articular mejor cuestiones en torno a la identidad; aún así queda el problema<br />

de las expectativas sobre cuál debería ser el contenido de las imágenes<br />

producidas por gente negra. Las identidades raciales y de género pueden ser<br />

restrictivas y limitadoras si predefi nen la naturaleza de las imágenes y los temas<br />

que pueden / deben tratar los fotógrafos <strong>negros</strong>, atrofi ando exploraciones<br />

creativas en territorios desconocidos.<br />

La lucha por defi nir la identidad racial resurge periódicamente en el amplio<br />

espectro del ámbito de la cultura negra. La idea de negritud, que en el<br />

pasado posibilitó que diferentes comunidades culturales y raciales formaran<br />

alianzas y se comprometieran en una lucha política colectiva, ahora parece estar<br />

en primer plano, como el lugar desde el que responder. Algunas de nosotras


262<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

siempre hemos estado atentas a las posibles trampas tendidas por sentimientos<br />

cripto-nacionalistas, basadas en defi niciones biologicistas de la raza; hoy<br />

en día cobra más importancia todavía replantear ciertos «principios fundamentales»,<br />

básicos, que han proporcionado en el pasado el modus operandi a<br />

muchos activistas <strong>negros</strong>. La raza es una construcción social y política y las<br />

identidades raciales son creadas en y a través de momentos históricos particulares.<br />

Si la fuerza unifi cadora de la «negritud» está disminuyendo porque<br />

ha devenido una categoría puramente organizadora del discurso nacionalista,<br />

que es responsable de un gran desperdicio de energías y de la fragmentación<br />

política que vivimos, es, pues, el momento oportuno para un replanteamiento<br />

radical. La identidad racial por sí sola no puede ser la base de la organización<br />

colectiva, ya que las comunidades negras están tan plagadas de divisiones en<br />

torno a la cultura, la sexualidad y la clase, como cualquier otra comunidad.<br />

Las divisiones de clase en las comunidades negras son reales y lo es también<br />

la infl uencia que tienen tanto sobre el consumo, como sobre la producción de<br />

objetos y prácticas culturales particulares.<br />

Estas observaciones tienen gran relevancia ya que las tensiones nacionalistas<br />

parecen haber afl orado en algunos de los discursos más sofi sticados de las<br />

políticas culturales negras. De hecho, la tendencia esencialista se da no sólo en<br />

algunos de los trabajos producidos por mujeres negras fotógrafas, sino también<br />

en el proceso mismo de buscar un origen transcendente en la identidad<br />

de las mujeres negras. Debemos protegernos de la errónea noción de que una<br />

simple proclamación de identidad, tal como «mujer negra y fotógrafa», posea<br />

una legitimidad innata.<br />

Las comunidades negras de Gran Bretaña tienen historias discontinuas y<br />

han sido desplazadas cultural y socialmente a través de la migración, la esclavitud,<br />

la servidumbre; también como refugiadas y exiliadas políticos. El<br />

concepto de diáspora, que abarca la pluralidad de estas diferentes historias<br />

y formas culturales, permite acceder a diversas articulaciones de identidad y<br />

expresión cultural. Ofrece, además, una alternativa al esencialismo propio de<br />

ciertas nociones de negritud que rechazan reconocer o comprender la naturaleza<br />

transitoria de los momentos históricos y políticos.<br />

Stuart Hall ha sido muy citado por su afi rmación acerca de que en la producción<br />

cultural negra:<br />

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<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong>: la política como articulación 263<br />

Hemos salido de la edad de la inocencia, es bueno haber llegado hasta aquí […] Se<br />

han generado ciertas imágenes de la gente negra, en la que se pueden reconocer,<br />

funcionan, están bien. La siguiente fase es empezar a reconocer de verdad la extraordinaria<br />

complejidad de la diferencia étnica y la diferencia cultural. 15<br />

La pregunta que surge es cómo es dar ese paso o, de hecho, cómo se da ese<br />

paso. Me parece que tal reconocimiento puede estar guiando a algunos productores<br />

y críticos culturales hacia el callejón sin salida de la exclusividad<br />

étnica. Hay una tendencia preocupante, en el arte negro y en el panorama cultural,<br />

a hacer representaciones parciales de comunidades migrantes y negras<br />

particulares, y esto tanto en publicaciones y exhibiciones como en eventos culturales.<br />

Esta práctica es perjudicial en sí misma y está en contradicción con la<br />

trayectoria global de lucha contra la ausencia «estructural» de cuestiones raciales<br />

en los debates culturales generales. Hay una necesidad de especifi cidad<br />

al hablar de raza, pero también una correspondiente necesidad de vigilancia<br />

contra tal exclusividad étnica; de lo contrario existe el verdadero peligro (del<br />

que ya hemos sido testigos) de que los grupos forjen sus propios territorios<br />

étnicos y reivindiquen su pedazo individual. Esto constituye una tendencia<br />

que no puede ser ignorada en las discusiones sobre raza, representación y<br />

políticas culturales negras.<br />

Las exigencias impuestas por los organismos de fi nanciación y el racismo<br />

institucionalizado, frecuente en las organizaciones que conceden subvenciones,<br />

exacerban habitualmente este problema. En el corazón de la economía<br />

política de la fi nanciación de las artes negras está inscrita la idea del absolutismo<br />

étnico: a menos que los grupos particulares encajen en las defi niciones<br />

fi jas de «negro» y «étnico», el acceso a los fondos y recursos es limitado.<br />

Encontrar una «voz» visual<br />

Además de unas pocas representaciones simbólicas, la mayoría de fotógrafas<br />

migrantes y negras permanecen en la periferia de los discursos fotográfi cos,<br />

tanto alternativos, como convencionales. Son escasas las oportunidades que<br />

tienen de producir sus imágenes, distribuirlas y/o exponerlas. Muy pocas de<br />

estas fotógrafas son capaces de ganarse la vida como profesionales. No hace<br />

15 Stuart Hall, «New Ethnicities» en Black Film British Cinema, ICA documento num. 7, Londres.


264<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

falta decir que las razones de esto tienen que ver con la marginalización racial,<br />

económica, cultural y sexual y no con su experiencia o sus habilidades.<br />

Algunas mujeres sienten que dicha marginación ha tenido lugar tanto dentro<br />

de las redes de la fotografía donde predominan los hombres <strong>negros</strong>, como en<br />

las agencias de las feministas blancas.<br />

En los trabajos de los diversos grupos de fotógrafas migrantes y negras,<br />

las inquietudes temáticas son tan variadas como lo son las mujeres mismas.<br />

Algunas de ellas han ganado algo de visibilidad pública en los últimos cinco<br />

años, sobre todo, a través de su auto-organización, con montajes de exhibiciones<br />

y publicación de catálogos y revistas.<br />

Refl ejar nuestras realidades políticas y personales, hacer visibles nuestras<br />

culturas, nuestras experiencias y hacernos visibles a nosotras mismas, llenando<br />

las ausencias, retando los estereotipos, trastocando lo asumido y poniendo<br />

en el centro a los sujetos <strong>negros</strong>, son estrategias que guían a muchas fotógrafas,<br />

migrantes y negras. Aunque las experiencias comunes de migración, desterritorialización<br />

cultural y racismo son frecuentes en su trabajo, es la complejidad de<br />

estas experiencias lo que emerge, más que cierta homogeneidad.<br />

Son numerosos los motivos que mueven sus proyectos fotográfi cos, aunque<br />

todavía hay ciertos temas predominantes. Por ejemplo, la necesidad de<br />

documentar y registrar las vidas de las personas negras, en particular de las mujeres<br />

negras. El registro de la historia tal y como es vivida en el «aquí y ahora»,<br />

desde una perspectiva no dominante, representa el rechazo a la marginación<br />

histórica; como dice Brenda Agar:<br />

Es importante que tengamos registros de cómo era y cómo es. Es importante que<br />

tengamos un registro que no distorsione la verdad, que cuando nuestros hij os revisen<br />

nuestros libros de historia tengan acceso a una versión detallada de cómo era<br />

para nosotros: no sólo las mentiras perpetuadas, formadas por otros medios. 16<br />

Existe, además, la necesidad de reafi rmar el «derecho a crear» como fotógrafas<br />

negras. Como afi rma de forma elocuente Mumtaz Karimjee:<br />

16 Polareyes, Londres, Turnaraound Distribution, 1987.<br />

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Cansada<br />

de luchar<br />

por mi derecho<br />

a crear.<br />

Cansada de luchar<br />

con la política y<br />

la etnia<br />

que rodean mi derecho<br />

a fotografi ar,<br />

yo retrato<br />

para crear. 17<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong>: la política como articulación 265<br />

Frente a la invisibilidad, la marginación y la falsa política de integración de<br />

las minorías [tokenism] mucha mujeres migrantes y negras han creado espacios<br />

para la producción y exposición de sus trabajos. Por ejemplo, la edición<br />

en 1987 de Polareyes, una publicación de y sobre mujeres negras que trabajan<br />

con la fotografía; fue la primera revista de su estilo, que trataba de «incluir las<br />

múltiples voces de las mujeres negras que han sido silenciadas, con su ausencia,<br />

en las revistas de fotografía contemporáneas y alternativas, ya fueran de<br />

dominio blanco masculino o femenino». 18<br />

Si bien hubo una única publicación dedicada al desarrollo de un discurso<br />

en torno a las mujeres negras y la fotografía, se realizaron bastantes exposiciones.<br />

Una de ellas, «Aurat Shakti», con imágenes de mujeres asiáticas, implicó<br />

la colaboración de la comunidad con las fotógrafas. Su propósito era «crear<br />

“nana chaubi” (fotos diferentes) y hacerlo de un modo que nosotras mismas<br />

determinásemos y controlásemos». 19<br />

Otra titulada «Nuestro espacio en Gran Bretaña» (una exposición realizada<br />

por mujeres negras y migrantes / inmigrantes en Camerawork) fue resultado<br />

de unos talleres organizados por Maria Luiza de Melo Carvalho. Su<br />

objetivo era «crear un espacio para mujeres migrantes / inmigrantes / negras,<br />

para trabajar juntas hacia imágenes que pudieran refl ejar nuestras culturas,<br />

17 Ibídem, p. 27.<br />

18 Ibídem, p. 3.<br />

19 Se puede encontrar «Aurat Shakti» en la Cockpit Gallery, Princeton Street, Londres WC1.


266<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

como fruto de nuestra propia expresión». 20 La exposición misma consiste en<br />

el trabajo de nueve mujeres del taller, que muestran una fecunda variedad de<br />

diversas inquietudes temáticas y culturales.<br />

Estas mujeres exploraron sus historias personales a través de símbolos,<br />

objetos y paisajes que dan signifi cado a su estatus como migrantes, al señalar<br />

vínculos visuales con sus historias colectivas y culturales. La afi rmación<br />

positiva de la identidad cultural y sexual es un tema básico en el trabajo de<br />

Mariagrazia Pecoraro:<br />

Como inmigrante siempre se me insta a recordar mi condición de extranjera y, al<br />

mismo tiempo, a borrar mi identidad cultural para poder encajar y no amenazar<br />

el modo de vida británico. Al empezar por mi propia experiencia como inmigrante<br />

y lesbiana, estoy intentando desarrollar un lenguaje visual y textual que refl eje mi<br />

existencia en esta sociedad. 21<br />

Esta necesidad de rechazar la clasifi cación de nuestras subjetividades como<br />

mujeres migrantes y negras, polarizándolas, es evidente en el trabajo de Mitra<br />

Tabrizian. Su tríptico The Blues investiga la construcción de la «diferencia»<br />

a través de la masculinidad / feminidad y lo blanco / negro, centrándose en<br />

la ambivalencia y las contradicciones en torno a la sexualidad y al racismo.<br />

Su obra es compleja, estimulante y desafi ante, porque rechaza las divisiones<br />

binarias simples y se preocupa también del papel del deseo y la fantasía en la<br />

construcción de la identidad.<br />

Como feminista y como alguien que quiere trabajar contra el racismo, quiero explorar<br />

la idea de no fi jar el signifi cado o la identidad; mi trabajo está orientado hacia la<br />

problematización de la fi jación de las defi niciones. 22<br />

20 «Our Space in Britain», del catálogo de la exposición; Camerawork, 121 Roman Road, Londres E2.<br />

21 Ten:8, «Body Politic», pieza 25.<br />

22 Ibídem.<br />

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Representar la complejidad<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong>: la política como articulación 267<br />

Mientras para muchos activistas culturales <strong>negros</strong> sigue siendo una prioridad<br />

deconstruir y decodifi car, existe también un movimiento de reconstrucción y<br />

recodifi cación. En ningún caso se trata de un viaje lineal o de una cuestión de<br />

«etapas de desarrollo», sino que debería entenderse como un componente<br />

de una matriz más amplia, que articula una multiplicidad de problemas sobre<br />

la representación. Es igualmente crucial que, en el afán por armonizar<br />

nuestras diferencias, no se oculte la especifi cidad de las respuestas que las<br />

fotógrafas negras han dado a nuestras contradictorias realidades. Ha de reconocerse<br />

el hecho de que existen las diferencias; cualquier terreno común debe<br />

ser creado y negociado activamente.<br />

Es evidente que se está desarrollando un compromiso más crítico con el<br />

imaginario y la práctica fotográfi ca. Pero necesitamos discernir entre los proyectos<br />

fotográfi cos y las imágenes relacionadas con la impugnación de los<br />

estereotipos racistas de la gente negra pero cuya temática depende y está defi<br />

nida por las representaciones dominantes, y aquellas imágenes fotográfi cas<br />

que, aunque relacionadas con las lucha contra el racismo, también cuestionan<br />

las formas de representación. Esta última estrategia permite una mayor diversidad<br />

creativa, porque está libre de las limitaciones y las presiones de sustituir<br />

«imágenes positivas» por «imágenes negativas», sacándonos así de las simplistas<br />

nociones de los estereotipos. Finalmente, es importante que continúe<br />

el desarrollo de un compromiso orgánico con la naturaleza política del imaginario<br />

y la práctica fotográfi ca, tanto en la fotografía negra, en general, como<br />

en la fotografía de las mujeres negras y migrantes en particular.<br />

Agradecimientos<br />

Me gustaría agradecer a Shaheen Haque, Mumtaz Karimjee, Claudett e Williams,<br />

Shaila Shah, Sona Osman, Vron Ware, Paul Gilroy e Isaac Julien por su<br />

apoyo, amistad y horas de productivo debate y a Usha Brown por su siempre<br />

oportuno aliento. Mi agradecimiento, en especial, a June Jordan por su amistad<br />

e inspiración.


Nuevas narrativas.<br />

Discurso postcolonial<br />

e identidades<br />

diaspóricas


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9. Cuando habla el espejo:<br />

La poética y la<br />

problemática de la<br />

construcción de identidad<br />

para las métisse de Bristol<br />

271<br />

Jayne Ifekwunigwe 1<br />

Podemos intentar despojarnos de nuestra realidad; pero en la oscuridad de la noche,<br />

cuando no hay nadie alrededor y vamos al baño a hacer pis, tenemos que mirar<br />

al espejo. Y fi nalmente llega ese momento en que miramos al espejo y vemos una<br />

mujer negra…<br />

Sharon<br />

Sharon es una treintañera que creció en una institución de acogida en<br />

el norte de Inglaterra, aislada racialmente, sin su madre inglesa blanca ni su<br />

padre ghanés negro. En una sociedad inglesa que codifi ca a sus ciudadanos<br />

basándose en el color de su piel, Sharon tuvo que conciliar la división psíquica<br />

entre una sensación genealógica de sí misma como ghanesa e inglesa y un<br />

1 «When the Mirror Speaks: The Poetics and Problematics of Identity Construction for Métisse<br />

Women in Britol», en Barot, Braddley y Anton, Ethnity, Gender and Social Change, Londres, Mac-<br />

Millan Press Ltd, 1995.


272<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

«yo» racializado blanco y negro. Como muestra su testimonio, el confl icto<br />

psicológico comienza cuando se da cuenta de que la bi-racializada 2 sociedad<br />

inglesa le dicta que abrace su negritud y niegue su blancura.<br />

Sus sentimientos refl ejan la profunda paradoja existencial a la que se enfrentan<br />

aquellos individuos cuyos linajes los sitúan históricamente como<br />

nietos de los colonizadores, así como de los colonizados. Me refi ero a tales<br />

individuos con la palabra métis(se). 3 La multitud de términos que existen en<br />

Inglaterra para describir a los individuos que se encuentran a medio camino<br />

entre las fronteras raciales del blanco y el negro me llevó a buscar una nueva<br />

formulación. Con frecuencia, la terminología aceptada concede demasiada<br />

importancia a las supuestas diferencias «raciales» («mulato»), o bien oculta<br />

las complejas formas en las que ser métis(se) comprende tanto la negociación<br />

de las categorías raciales construidas «blanco» / «negro» como la<br />

celebración de culturas convergentes, las continuidades generacionales y<br />

las tradiciones históricas que se solapan. La falta de consenso sobre qué<br />

término usar, así como las limitaciones de esta excesiva importancia discursiva<br />

de la «raza» por encima de asuntos generacionales, étnicos y culturales, me<br />

condujeron a métis(se) y métissage.<br />

En el contexto franco-africano (senegalés), en sus formas convencionales<br />

masculina (métis) y femenina (métisse), métis(se) hace referencia a alguien que,<br />

debido a su origen, personifi ca dos o más visiones del mundo, por ejemplo,<br />

las de su madre francesa y su padre senegalés negro. 4 Sin embargo, no es exclusivamente<br />

un término «racial» empleado para diferenciar a los individuos<br />

con un progenitor blanco y otro negro de aquéllos con dos progenitores blancos<br />

o dos <strong>negros</strong>. Métis(se) también hace referencia a personas con padres de<br />

diferentes grupos étnicos o culturales dentro de un mismo país, por ejemplo,<br />

ibo y yoruba en Nigeria, o escocés e inglés en Gran Bretaña. Por extensión,<br />

el métissage es un modo de pensar o una forma taquigráfi ca de describir la<br />

teorización asociada a subjetividades métis(se): oscilación, contradicción, paradoja,<br />

hibridación, polietnicidades, múltiples puntos de referencia, «pertenecer<br />

a ningún sitio y a todos a la vez». Métissage también señala el proceso de<br />

2 El principio irracional que apuntala la clasifi cación racial en Inglaterra, en la cual uno es codifi -<br />

cado subjetivamente como «negro» o «blanco», y dichas categorías son como el agua y el aceite.<br />

3 El término mestizo, posible traducción, nos parece todavía cargada de connotaciones raciales.<br />

Quizá «charnego» en Cataluña recoja a veces el carácter de híbrido cultural que enfatiza la autora<br />

pero presenta otras connotaciones. Mantenemos, por tanto, el término original. [N. de E.]<br />

4 Cheick Anta Diop, Comunicación personal, 1992; Henri-Pierre Koubaka, 1993.<br />

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Cuando habla el espejo 273<br />

crear espacios híbridos y de observar las dinámicas socioculturales de «raza»,<br />

género, etnicidad, nación, clase, sexualidad y generación y su relación con los<br />

mecanismos del poder.<br />

Sharon es una de los veinticinco individuos métis(se) que participaron en<br />

mi estudio etnográfi co de dos años de duración realizado en Bristol, Inglaterra.<br />

5 Sus voces individuales y colectivas representan una parte signifi cativa<br />

de un todo multigeneracional mayor, que comprende a aquellas personas en<br />

Inglaterra con padres africanos continentales o afrocaribeños <strong>negros</strong> y madres<br />

británicas o europeas blancas. Debido a la contradictoria clasifi cación bi-racializada<br />

antes mencionada que se da en Gran Bretaña, las narraciones de los<br />

individuos métis(se) de sí mismos y de sus identidades refl ejan las tensiones<br />

generacionales, raciales, étnicas y de género de la sociedad inglesa, y se sitúan<br />

fuera de ésta en un espacio «gris» imaginado pero no imaginario. Es decir,<br />

los hombres y mujeres con los que trabajé cuentan sus historias como modernos<br />

griot(te)s. 6 Construyen de forma simultánea narraciones duales, que personifi can<br />

5 El censo del gobierno de 1991 intentó, usando categorías «étnicas», cuantifi car el número de<br />

personas «no blancas» en Gran Bretaña. Según las cifras de 1991 de la Ofi cina de Sondeos y<br />

Censos de Población, en Bristol, las «minorías étnicas» constituían un 3,6 % de una población<br />

total de 376.146 personas; y la categoría «otros», que puede incluir a las personas métis(se), un 1,6<br />

%. Sin embargo, el plan de categorización era incorrecto en su combinación de raza, etnicidad y<br />

nacionalidad; y discriminatorio en su homogeneización de personas de África y del Caribe. Este<br />

sistema de clasifi cación resulta aún más problemático y por tanto inexacto en su intento de cuantifi<br />

car múltiples generaciones de personas métis(se) en Gran Bretaña. Con referencias específi cas a<br />

individuos métis(se), véase Ifekwunigwe, «Diaspora’s Daughters, Africa’s Orphans? On Lineage,<br />

Authenticity, and Mixed Race Identity» en H. Mirza (ed.) Black Britt ish Feminism, Londres, Routledge<br />

1997, para un completo estudio de los intentos fallidos del censo de 1991 de convertir en objetivo<br />

lo que es ostensiblemente un signifi cante subjetivo. Véase también Phoenix y Owen, «From<br />

miscegenation to hybridity: mixed relationships and mixed parentage in profi le», en Bernstein<br />

y Brannen (eds.), Children, Research and Policy, Londres, Taylor & Francis, pp. 111-135, 1996; y<br />

Owen, «Mixed Parentage and the Census», inédito, presentado en la Conferencia «Race into the<br />

Future», Center for Research in Ethnic Relations, Universty of Warwick, 25 de junio de 1996, para<br />

críticas adicionales al censo de 1991 en relación a la comunidad métis(se). Por cierto, a modo de<br />

epílogo, se ha anunciado que el censo de 2001 incluirá dos nuevas categorías: «negro británico»<br />

y «mezcla étnica». En Estados Unidos, los individuos métis(se) están ejerciendo presión para el<br />

establecimiento de la categoría «multiétnico» en su censo del año 2000.<br />

6 Una estrategia textual que me permite reconocer y trabajar con las tensiones inherentes a la<br />

etnografía entre la palabra hablada y la escrita. Griot(te) ―masculino griot, femenino griott e― es<br />

un término del África Occidental que hace referencia a alguien que ejerce de poeta tribal, cuentacuentos,<br />

historiador o genealogista. Su papel consiste en narrar parábolas provocadoras y culturalmente<br />

específi cas de la vida cotidiana. En la sociedad tradicional, estos individuos formaban<br />

parte de una casta y aprendían su ofi cio siendo primero aprendices. El cambio social ha hecho<br />

mella en esta institución.


274<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

conciencias históricas individuales y colectivas. Cuentan sus propias historias<br />

vividas. Al mismo tiempo, sus recuerdos conservan y reinterpretan sentidos<br />

de culturas pasadas entretejidas. En su ensayo «The Choices of Identity» [Las<br />

elecciones de la identidad], Denis-Consant Martin habla sobre la identidad<br />

como narración: 7<br />

La narración toma prestado de la historia, así como de la fi cción, y trata a la persona<br />

como a un personaje en una trama. No se puede separar a la persona como personaje<br />

de sus experiencias vitales, si bien la trama permite la reorganización de los<br />

acontecimientos que aportan la base para las experiencias de la persona / personaje<br />

[…] La identidad narrativa, que es a la vez real y fi cticia, deja espacio para variaciones<br />

del pasado ―una trama siempre puede revisarse― y también para iniciativas<br />

en el futuro.<br />

Estas narraciones métis(se) de identidad proporcionan mordaces comentarios<br />

sociopolíticos y críticas culturales de la vida diaspórica anglo-africana contemporánea<br />

y su manifi esta problemática bi-racializada. 8<br />

Sin embargo, el punto central específi co de este capítulo son las diferentes<br />

formas en las que la memoria cultural da forma a los signifi cados contradictorios<br />

de «raza», 9 «yo» e identidad para seis mujeres que, debido a su nacimiento,<br />

sobrepasan los límites y desafían las construcciones esencializadas<br />

del yo, la identidad, el lugar y la pertenencia. Sus realidades vividas específi<br />

cas epitomizan las luchas psicosociales que dan sentido a las tensiones<br />

epistemológicas explícitas entre subjetividad y alteridad. En particular, haciendo<br />

uso de sus testimonios, trataré las distintas formas en las que seis<br />

7 Denis-Consant Martin, «The Choices of Identity», Social Identities, núm. 1, 1995, pp. 7-8.<br />

8 La diáspora anglo-africana comprende normalmente a las personas africanas post-colombinas<br />

del Caribe, América del norte y del sur y África continental que se encuentran en Inglaterra para<br />

trabajar, estudiar, pedir asilo político y, a menudo, por nacimiento. Véase Jones, Bulletproof Diva,<br />

Nueva York, Doubleday, 1994; Camper (ed.), Miscegenation Blues, Toronto, Sister Vision, 1994; No<br />

Collective, Voices of Rage, Identity and Deliverance, Berkeley (Cal.), No Press, 1992; Maja-Pearce,<br />

How Many Miles to Babylon, Londres, Heinemann, 1990; Opitz, Showing our colors, Amherst, Univesrsity<br />

of Massachusett s Press, 1991, como ejemplos de narraciones métis(se) de identidad, crítica<br />

cultural y crónica sociopolítica.<br />

9 De acuerdo con Gates, «“Race”, Writing, and Diff erence», Critical Inquiry, vol. 12, núm. 1, otoño<br />

de 1985, pp. 1-20, entre otros, he puesto «raza» entre comillas para reconocer el hecho de que es<br />

una construcción social y cultural fi cticia y problemática, y no un concepto biológico.<br />

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Cuando habla el espejo 275<br />

mujeres métis(se) se enfrentan a las tensiones problemáticas entre ser métis(se)<br />

y llegar a ser negras. El fi lósofo anglo-ghanés Anthony Appiah formula el<br />

carácter distintivo de las políticas de identidad que refl eja esta complejidad: 10<br />

Las identidades son complejas y múltiples, y se desarrollan a partir de una historia<br />

de respuestas cambiantes a fuerzas económicas, políticas y culturales, casi siempre<br />

opuestas a otras identidades […] que crecen a pesar de lo que antes llamé nuestro<br />

«errónea identifi cación» de sus orígenes; a pesar de lo que ello supone, sus raíces en<br />

mitos y mentiras […] en consecuencia, no hay mucho espacio para la razón en su<br />

construcción ―frente al estudio y la gestión de las identidades.<br />

Las principales narradoras son: Similola, que tiene una madre alemana blanca<br />

y un padre tanzano negro y Ruby, cuya madre es una inglesa blanca de clase<br />

media y su padre un nigeriano negro de clase media, ambas criadas en hogares<br />

de menores; Yemi y Bisi, hermanas, que crecieron en una familia de clase<br />

media en Ibadan, Nigeria con su madre blanca inglesa de Northumberland<br />

y su padre negro nigeriano yoruba; y otro par de hermanas, Akousa y Sarah,<br />

que alcanzaron la mayoría de edad en una comunidad de clase trabajadora<br />

predominantemente negra afrocaribeña de Liverpool, con su madre blanca irlandesa<br />

y sin su padre negro de Barbados. Las madres de todas estas mujeres<br />

son blancas: alemanas, inglesas o irlandesas. Sus padres son <strong>negros</strong>: nigerianos,<br />

tanzanos o de Barbados.<br />

Por consiguiente, como revelan sus historias, la mayor parte de las operaciones<br />

sobre sus identidades [identity work] está relacionado con la gestión y<br />

la negociación de la polietnicidad 11 en contextos culturales y sociales que con<br />

frecuencia exigen que ellas escojan una identidad negra esencializada. Esto<br />

ocurre pese a que, debido a su linaje, pueden situarse, y se sitúan, dentro de al<br />

menos dos narraciones históricas específi cas que se solapan entre sí.<br />

10 Anthony Appiah, In My Father’s House: Africa in the Philosophy of Culture, Nueva York, Oxford<br />

University Press, 1992, p. 178.<br />

11 Esto señala las complejas identidades culturales de las personas métis(se), yo (nigeriana-irlandesa-inglesa-guayanesa)<br />

incluida, cuyo origen nos permite el acceso a múltiples y solapadas<br />

fi liaciones étnicas.


276<br />

Presentación del campo<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

En The Presentation of Self in Everyday Life [La presentación del yo en la vida<br />

cotidiana], la obra pionera del sociólogo judío Erving Goff man de 1959 sobre<br />

la auto-construcción y la presentación de uno mismo como actuación [performance],<br />

el autor utiliza la analogía del teatro para describir la manera en la<br />

que los individuos gestionan sus identidades en distintos ambientes sociales.<br />

En consecuencia, existe un comportamiento «ofi cial» y un comportamiento<br />

«entre bastidores». En el tratado Black Skin, White Masks [Piel negra, máscaras<br />

blancas], de 1967, igualmente importante, el psiquiatra martiniqueño Frantz<br />

Fanon expone que la ausencia de límites claros entre el sí mismo (o el yo) y<br />

el otro, como característica de las identidades negras, está distorsionada por<br />

la mirada imperialista blanca. De forma similar, en Shadow and Act [Sombra y<br />

acto], 12 Ralph Ellison describe las formas en las que los cómicos afroamericanos<br />

«para representar un papel simbólico, básico en el drama latente en la sociedad<br />

estadounidense, adoptan una máscara ritual». Muchos años después,<br />

la historiadora cultural anglo-jamaicana Becky Hall vuelve a representar un<br />

psicodrama feminista similar: 13 «Fascinada por la materialidad de la piel negra<br />

y la producción discursiva de la “raza”, investigo a través de mi propio<br />

cuerpo las fantasías de negritud y de blancura que preocupan a la imaginación<br />

cultural inglesa, que también es la mía». Incorporo todas estas voces y<br />

expongo que, como actrices sociales, las seis griott es representan diferentes<br />

dramas dialécticos en la esfera privada de sus familias multiétnicas y multirraciales,<br />

nucleares y extendidas, y en la esfera pública, entre miradas esencializadoras<br />

y homogeneizadoras de una sociedad de mayores dimensiones.<br />

¿Lo inglés es sinónimo de blancura de forma esencialista?<br />

Mientras me encontraba realizando la investigación inicial, entre 1990 y 1992,<br />

apareció una campaña publicitaria de los dulces Smarties. En los carteles publicitarios<br />

y en los envoltorios de los dulces se leía: «Descubre el auténtico secreto<br />

de los Smarties blancos». El secreto era: «Son blancos de cabo a rabo […] están<br />

12 Ralph Ellison, Shadow and Act, Random House, Nueva York, 1953, p. 47.<br />

13 Becky Hall, «Black skin, Blue Eyes and Muslin», Soundings, vol. 1, núm. 3, 1996, p. 164.<br />

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Cuando habla el espejo 277<br />

hechos con chocolate blanco». Una suposición análoga sería que sólo la gente que<br />

encaja en la descripción prototípica, fenotípica y limitada de una persona blanca<br />

puede ser inglés. El resto tendrán que conformarse con ser británicos. Además,<br />

los primeros son ciudadanos, y los segundos, meros súbditos. Por ejemplo, el<br />

artista y crítico cultural Olu Oguibe, 14 afi rma: «Que uno haya nacido en Hackney,<br />

Londres, de padres nacidos en Hackney, Londres, nunca es una prueba de pertenencia<br />

sufi ciente para la gente de ascendencia africana en Gran Bretaña».<br />

Del mismo modo que a los hij os e hij as <strong>negros</strong> de la diáspora afro-inglesa<br />

se les niega la ciudadanía, a las personas métis(se) se les niega el acceso a una<br />

identidad inglesa que por derecho pueden reclamar basándose en sus ancestros.<br />

Los debates políticos actuales sin resolver son: en primer lugar, ¿deberían<br />

las personas negras nacidas en Gran Bretaña, métis(se) o con ambos progenitores<br />

del África continental o del Caribe, pedir su inclusión en la comunidad<br />

inglesa preexistente? ¿O bien, como hij os de una diáspora africana global, deberíamos<br />

crear un espacio aparte en el cual reconozcamos los mismos vínculos<br />

y promovamos alianzas sociales, políticas y culturales con otros elementos<br />

diaspóricos en Estados Unidos, Canadá, Brasil o el Caribe, entre otras partes<br />

del globo? Desde el punto de vista privilegiado de la agencia y no de la victimización,<br />

¿hay algún modo de reconciliar nuestras subyugadas conexiones<br />

con el antiguo imperio que nos permitieran, métis(se) o no, afi rmar orgullosamente<br />

nuestra pertenencia a Inglaterra? Y lo que es más importante, ¿están<br />

preparados los ciudadanos ingleses blancos para redefi nir lo que signifi ca ser<br />

inglés, de forma que se incluya al mismo nivel tanto a los métis(se) como a los<br />

ciudadanos hij os de los así llamados padres inmigrantes, cuyos orígenes están<br />

en sur de Asia, el Caribe o África continental? Conforme nos acercamos al año<br />

2000, como nación, aún tenemos que resolver estos interrogantes.<br />

Akousa: ¿es la piel oscura el elemento esencial de la negritud?<br />

Akousa tiene orígenes irlandeses y barbadenses, y creció en Liverpool en una<br />

fuerte comunidad negra afrocaribeña de clase trabajadora con su madre irlandesa<br />

blanca, su hermano y su hermana. Es una rastafari, 15 aunque no todo el<br />

14 Olu Oguibe, Sojourners: New Writings by Africans in Britain, Londres, Africa Refugee Publishing<br />

Collective, 1994, p. xvii.<br />

15 Rastafari: miembro de un grupo religioso (a menudo califi cado como «culto») que tuvo su


278<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

mundo la ve como tal. Ella se ve a sí misma como una mujer negra «de piel<br />

clara», aunque no todo el mundo la ve como negra. En el testimonio número<br />

uno, Akousa revive el trauma psicológico causado por los signifi cados diferenciales<br />

y las clasifi caciones politizadas del color de la piel en las comunidades<br />

blancas y negras:<br />

[…] cuando era más joven me hacía daño a mí misma. Solía pensar: «Dios, ¿por<br />

qué no me hiciste más oscura? ¿Por qué no podía haber sido tan negra como mi<br />

hermana?». Cuando me da el sol, no me pongo oscura como mi hermana, me pongo<br />

de un bonito marrón dorado. Mi hermana se pone oscura. Se pone negra, y luego<br />

estoy yo. Aceptarme como persona negra de piel clara me supuso un gran problema<br />

al fi nal de la adolescencia, con veintipocos años. Algunas personas me señalaban<br />

este hecho más aún. Yo pensaba: «Que les den, yo soy quien soy. Soy de piel clara,<br />

y qué, mira África. De norte a sur se encuentran personas de muchas tonalidades.<br />

Tenemos muchas tonalidades. Algunos tienen aspecto cetrino, otros más oscuros,<br />

otros son blancos como la leche. En tanto que las personas negras tienen diferentes<br />

tonalidades, ¿por qué no puedo yo ser de una tonalidad diferente?».<br />

Al fi nal soy quien soy. Así es como Jah me hizo. ¿Por qué debería intentar cambiar,<br />

sólo porque algunas personas quieren defi nir quién soy y de qué color debería<br />

ser? Bueno, pues no me importa. Ya no me molesta como antes. Creo que me siento<br />

más fuerte sobre quién soy. Conforme crezco, me hago más fi rme. Cuanto más leo<br />

y más conocimiento adquiero sobre mí misma, más fuerte me hago. Si una persona<br />

blanca empieza a juzgarme, puedo responderle.<br />

Si una persona negra tiene un problema conmigo por ser de piel clara, simplemente<br />

alzo la cabeza, enderezo la espalda y camino orgullosamente por la calle. Ya<br />

no voy cabizbaja como solía. Especialmente en los setenta, cuando la cosa iba desde<br />

que ser de piel clara era lo más hasta que si no eras negra como el ébano básicamente<br />

no podías ser negra. Era ir de un extremo al otro. Había otras personas negras para<br />

las cuales yo era demasiado clara, y para ellos era blanca. También por el hecho de<br />

tener una madre blanca. Creo que esto pasa con muchas personas negras que tienen<br />

padre y madre <strong>negros</strong>, es como si tuvieras que demostrar que eres negra. Que no<br />

estás indecisa y que no piensas que eres blanca. Una vez que consigues explicarles<br />

eso, las personas negras tienden a aceptarte más, porque entonces se dan cuenta de<br />

dónde vienes.<br />

origen en Jamaica y que rechaza las ideas y valores occidentales («Babilonia») y considera a Haile<br />

Selassie, antiguo emperador de Etiopía, como una divinidad.<br />

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Cuando habla el espejo 279<br />

Yo misma conozco gente que tienen sólo un padre blanco y se consideran a sí mismos<br />

blancos. También conozco personas negras que tienen ambos padres <strong>negros</strong><br />

que se consideran a sí mismos como más blancos. Conozco otros chicos <strong>negros</strong> que<br />

fueron adoptados por familias blancas y se consideran a sí mismos blancos. Creo<br />

que al fi nal, cuando lo piensas, ser negro es un estado de la conciencia. No tiene<br />

nada que ver con lo clara u oscura que sea tu piel. Tiene que ver con cómo eres por<br />

dentro, y de eso es de lo que va la negritud.<br />

El comentario de Akousa pone de manifi esto aquello a lo que me refi ero como<br />

un fenómeno social camaleónico. 16 Las personas métis(se), con los así llamados<br />

fenotipos «ambiguos», es decir, con complexiones muy «claras» (ojos verdes,<br />

azules o color avellana; rasgos faciales más «puntiagudos» o «afi lados», de<br />

piel clara o con el pelo liso) pueden «cambiar de color» de un contexto social a<br />

otro. 17 Aquí Akousa se ha descrito a sí misma o ha sido descrita como métis(se),<br />

blanca y negra. Su testimonio supone un muy buen ejemplo de una nueva<br />

teoría de la construcción y la transformación de identidades para las personas<br />

métis(se), que tiene en cuenta el infi nitamente complejo y a menudo ignorado<br />

impacto de las circunstancias, como por ejemplo crecer aislado, vivir tensiones<br />

entre el fenotipo y el genotipo, crecer con o sin uno de los padres blanco<br />

o negro y demás. 18<br />

Sarah: narraciones del espacio, el lugar y la pertenencia<br />

Sarah, de orígenes irlandeses y barbadenses, es la hermana pequeña de Akousa,<br />

y sus recuerdos de infancia y adolescencia en Liverpool son notablemente<br />

distintos. Akousa encuadra su experiencia en términos de las personas importantes<br />

que pasaron por su vida, así como de las trayectorias psicosociales<br />

y políticas que sigue en su interminable viaje hacia la autodefi nición. Por otro<br />

16 Ifekwunigwe, Scatt ered Belongings: Cultural Paradoxes of «Race», Nation and Gender, Londres,<br />

Routledge, inédito [publicado en 1999].<br />

17 Russell et al., The Color Complex: The Politics of Skin Color Among African Americans, Nueva York,<br />

Anchor, 1992; bell hooks, Black looks: Race and representation, Boston, South End Press, 1992.<br />

18 Paul Gilroy, «Cultural Studies and Ethnic Absolutism» en L. Grossberg et al. (eds.), Cultural<br />

Studies, Londres, Routledge, 1992.


280<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

lado, los recuerdos de Sarah están entretejidos con numerosas descripciones<br />

muy vívidas de las casas en las que ella y su familia vivieron, y se convierten<br />

en auténticos hitos a lo largo de su viaje:<br />

Cuando era pequeña, crecí en una casa con mi madre, mi hermana y mi hermano.<br />

No tengo recuerdos reales de aquello. Pero recuerdo a mi madre hablando sobre esa<br />

época. Diciendo que cada miércoles tenía que decidir en qué gastar el dinero. En<br />

salir y comprar un poco de tabaco o comprar un poco más de comida. Decía que los<br />

miércoles solía acabar haciendo siempre dumplings con agua y harina y cocinándolos.<br />

Después de eso fuimos a vivir con mi tío y mi tía, no muy lejos. Estoy hablando<br />

sobre todo de las casas en las que vivimos. Porque éste es más o menos el período en<br />

que crecí en Liverpool. Supongo que nos mudamos alrededor de cinco veces desde<br />

que nací hasta que cumplí catorce. Así que estos períodos de mudanzas en cierto<br />

modo trajeron consigo un montón de cambios, y con cada mudanza, materialmente<br />

mejorábamos mucho también. Así que nos fuimos a vivir con mi tía y mi tío. Mi tía<br />

y mi tío son de Guayana.<br />

Recuerdo que Mama vivía al otro lado de la calle. Era de Jamaica. Fumaba en<br />

pipa, y solía llevar una peluca. Pero era más bien como un sombrero, porque la llevaba<br />

ladeada, así. Nunca estaba bien colocada. Tenía pollos en el patio trasero. Era<br />

una mujer grande, por eso todo el mundo la llamaba Mama. Porque así es como la<br />

gente llamaba a las mujeres grandes. Solía pegar a los niños con una correa. Tenía<br />

unos siete hij os, desde bebés a veinteañeros. Los azotaba cuando se portaban mal,<br />

pero a todos nos azotaban cuando nos portábamos mal. No era en plan: «Oh, a los<br />

niños no se les pega». Eso era exactamente lo que se hacía. Les pegabas cuando se<br />

portaban mal.<br />

Nunca entendí a su marido, porque hablaba en patois. Y tenía un acento muy<br />

fuerte. Era realmente difícil de entender cuando me hablaba. Fue un tiempo bastante<br />

agradable de mi vida. Sólo correr y jugar con sus niños y volver y estar en casa.<br />

La mayoría de las narraciones de identidad de las griott es están construidas en<br />

términos de puntos de infl exión ―dejar el colegio, la primera relación sentimental,<br />

casarse, tener hij os y demás. Sin embargo, teniendo en cuenta lo que describo<br />

como additive blackness [negritud agregada], 19 el despertar de la conciencia<br />

19 Aceptar la propia negritud de forma que la persona métis(se) comienza por sus cimientos culturales<br />

y construye sobre ellos sin tener que romper lazos con sus raíces, a menudo raíces blancas inglesas.<br />

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Cuando habla el espejo 281<br />

negra es también un hito que cada una de las mujeres alcanza en momentos<br />

diferentes y de formas notablemente distintas. Es muy signifi cativo cómo articulan<br />

y contextualizan sus primeros encuentros con la conciencia negra.<br />

En el caso de las dos hermanas de Liverpool, Akousa relacionaba su creciente<br />

politización con su lucha como «una persona negra de piel clara» por<br />

encontrar un lugar en contextos sociales y movimientos políticos que, a veces,<br />

parecían excluirla. Tanto Akousa como su hermana señalaron a parientes<br />

«postizos» <strong>negros</strong> afrocaribeños de su comunidad y a dos mujeres negras, que<br />

ejercieron como sustitutos culturales de sus parientes durante su adolescencia,<br />

como las principales vías de acceso a visiones culturales positivas sobre la<br />

negritud. Aquí Sarah habla sobre las cosas que Akousa observaba en la tienda<br />

de su barrio, las cuales desencadenaron los comienzos de su emergente identidad<br />

negra:<br />

En casa, el Black Power empezaba a llegar, y mi hermana fue a la tienda y vio su primera<br />

afro, y vino a casa y dij o: «Oh, he visto unas afros en la tienda. Son realmente<br />

geniales». Hablaba de lo geniales que eran estas mujeres con sus afros. En casa, estábamos<br />

empezando a adquirir esta conciencia del Black Power y de la identidad negra.<br />

Siempre nos identifi camos con ser negras, por todas las señales que recibíamos<br />

cuando crecíamos, no éramos otra cosa. Defi nitivamente no éramos blancas. Incluso<br />

cuando estábamos creciendo y mamá se enfadaba con nosotras, siempre nos llamaba<br />

«cabronas negras». Siempre éramos negras por aquí y negras por allá. Cuando<br />

el Black Power empezó a llegar, toda la positividad que trajo en aquel momento fue<br />

genial. Era como algo por lo que realmente podíamos sentirnos bien.<br />

Ruby: aceptar la negritud cuando rezar no te vuelve blanca<br />

Una «raza»: «una población compacta y homogénea con una ascendencia de<br />

sangre y linaje». 20 El teórico cultural anglo-guayanés Paul Gilroy se refi ere a<br />

la raza como «parentesco donde […] la familia es el espacio natural legítimo<br />

donde se reproducen la etnicidad y la cultura racial […] y en este patriarcado<br />

20 Crummell, The Future of Africa: Being Addresses, Sermons, etc., etc., Delivered in the Republic of<br />

Liberia, Nueva York, Charles Scribner, 1862.


282<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

pastoral autoritario, normalmente se identifi ca a las mujeres como los medios<br />

y agentes de este proceso de reproducción cultural». 21 Estas dos defi niciones<br />

sirven bien a mis propósitos de análisis, aunque ponerlas en práctica<br />

dentro de los contextos familiares en los que he investigado produce una<br />

importante paradoja: por lo visto, mujeres blancas inglesas están criando<br />

niños <strong>negros</strong> británicos.<br />

Como se mencionó anteriormente, son muchos los factores que infl uyen<br />

en las formas en las que las mujeres realizan esta tarea ―por ejemplo, las<br />

circunstancias que rodean al nacimiento del niño métis(se), las actitudes imperantes<br />

hacia las relaciones mestizas, los antecedentes de clase y demás.<br />

Aunque su madre y otros parientes consanguíneos estaban vivos, Ruby, que<br />

es negra nigeriana y blanca inglesa, fue criada en un hogar de acogida a las<br />

afueras de Londres, hasta que lo abandonó a los dieciséis años. Las razones<br />

para mandarla allí fueron que querían que ella tuviera «la mejor educación».<br />

La abrumadora vergüenza que rodeó su nacimiento ―su padre estaba casado<br />

y era negro de África continental― hacía imposible que la madre y la abuela<br />

de Rudy la aceptaran completamente. Aquí, Ruby cuenta algunos de los recuerdos<br />

asociados con el hecho de crecer siendo políticamente negra, y social<br />

y culturalmente inglesa, en un hogar de acogida blanco inglés:<br />

En términos de «raza», género y ese tipo de cosas, el hogar al que fui era sólo de<br />

chicas, así que era un entorno totalmente femenino: el personal eran chicas y las internas<br />

eran chicas, que iban desde los dos hasta los dieciocho años. Era un sitio muy<br />

grande. Supongo que habría unas treinta y cinco niñas allí. Creo recordar que fui<br />

la primera niña negra y cuando fui era, obviamente, la más pequeña. Me mimaban<br />

mucho, hasta el punto de que compartí mi primera habitación con la matrona jefe.<br />

Tenía mi cama en su cuarto y ella fue una especie de madre sustituta. Eso fue hasta<br />

que tuve casi cuatro años.<br />

Me quedé en su habitación hasta que llegaron otras dos niñas que también eran<br />

negras. Eran nigerianas, totalmente nigerianas. No eran mestizas, y estaban allí porque<br />

sus dos padres estaban estudiando. De hecho, al fi nal se fueron. Una tenía dos<br />

años y la otra cuatro. Yo estaba muy, muy enfadada con ellas. Ellas usurparon mi lugar.<br />

Al poco me vi fuera de la habitación de la matrona y fui a uno de los dormitorios<br />

21 Paul Gilroy, The Black Atlantic: Modernity and Double Consciousness, Londres, Verso, 1993, pp.<br />

195-197.<br />

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Cuando habla el espejo 283<br />

normales, y la más pequeña de esas niñas ocupó mi lugar en la cuna del cuarto de<br />

la matrona. Tenían la piel mucho más oscura que yo, el pelo mucho más rizado, y la<br />

gente pensaba que eran mucho más auténticas que yo.<br />

La descripción de Ruby de las dos niñas nigerianas, enviadas al hogar de acogida<br />

porque sus padres están estudiando, es un buen ejemplo de las diferentes<br />

imágenes que refl eja el espejo cuando las personas métis(se) se describen a sí<br />

mismas frente a otras personas. Ruby se refería a sí misma como negra. Sin embargo,<br />

con el paso de los años, había interiorizado muchos de los estereotipos<br />

racistas sobre las personas negras. Por ejemplo, al describir a las niñas nigerianas,<br />

una de las cuales «usurpó» su lugar en el codiciado cuarto de la matrona<br />

jefe, señalaba su piel «más oscura» y su pelo «más rizado» como marcas de<br />

una mayor «autenticidad» frente a la suya propia. Dado que las dos niñas eran<br />

nigerianas, Ruby mezclaba las nociones de negritud y africanidad. Pensaba que<br />

eran más «auténticas» por estar más cerca de lo que dictan las nociones racistas<br />

y esencialistas sobre el aspecto que deben tener los <strong>negros</strong> / africanos. Por lo<br />

tanto, las percibía como más aceptables y adecuadas en un sentido condicional<br />

y objetivado. Al interiorizar escasas posibilidades para la negritud / africanidad,<br />

también se había anulado a sí misma. Por lo tanto, se empujó a sí misma al<br />

rincón de la marginalidad y la diferencia. Ruby continuaba:<br />

Así que no voy a decir que las odiara, pero ciertamente las miraba con recelo. Por<br />

supuesto, nosotras tres seguíamos siendo las únicas personas negras del lugar, y recuerdo<br />

que fue más o menos entonces cuando pensé que prefería ser blanca. Estaba<br />

harta de ser negra. No llegué a adquirir el trastorno de frotarme la piel en el baño<br />

con lejía o jabón, pero solía ir a mi cuarto por la noche y rezaba al Señor para que<br />

me hiciera blanca. Por la mañana, me miraba y veía que no lo era. Así que no sé, eso<br />

no duró mucho, pero puedo recordarlo, así que debe de haber durado un tiempo<br />

por aquel entonces.<br />

Cuando estas otras niñas llegaron y usurparon mi lugar, pasado un tiempo pensé:<br />

«Bueno, ya he tenido bastante de ser negra. Los niños blancos parecen pasarlo<br />

mucho mejor. A los <strong>negros</strong> siempre se nos señala». Pasé por ese corto periodo y entonces<br />

rápidamente me di cuenta de que mi piel era negra. No tenía sentido rezarle<br />

al maldito Señor para que la cambiara. Porque no se podía hacer nada, así es como<br />

era. Creo que ésa fue mi primera lección de conciencia racial. Desde entonces, en<br />

cierto modo, siempre acepté que era negra.


284<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

Con los mismos resultados que los niños métis(se) que se frotan la piel en el<br />

baño esperando volverse blancos, Ruby rezaba cada noche antes de irse a la<br />

cama. Se despertaba a la mañana siguiente para descubrir que sus plegarias<br />

no habían sido escuchadas. Ambos intentos de «blanqueamiento» provienen<br />

de la misma fuente destructiva. Desde una edad muy temprana, por la mente<br />

de un niño métis(se) circulan mensajes públicos negativos sobre la negritud,<br />

e implícita y explícitamente otros positivos sobre la evasiva blancura. Estos<br />

mensajes hacen que a menudo el niño o el adolescente se sientan avergonzados,<br />

hasta el punto de inducirlos a la autodestrucción ―una colega psicóloga<br />

recordaba su experiencia de trabajar con un joven métis que, lleno de ira, literalmente<br />

se había pintado de blanco―, como uno de los métis griot participantes<br />

que atacó a todas las enfermeras blancas del hospital psiquiátrico donde<br />

estaba internado en contra de su voluntad.<br />

Con el tiempo, estas fuerzas destruyen la psique. Sin un amplio espacio para<br />

la (auto) mediación, la auto-regeneración o la redención, estas heridas no pueden<br />

sanar. El número de métis(se) participantes en el proyecto que en algún<br />

momento habían intentado suicidarse, habían tenido problemas con el alcohol<br />

o las drogas, habían ingresado voluntaria o involuntariamente en instituciones<br />

psiquiátricas o que simplemente habían estado en crisis, parece indicarnos que<br />

las semillas del odio a uno mismo y de la confusión plantadas en la infancia<br />

producen abundantes frutos de desesperación e ira en la edad adulta.<br />

Similola: vestir «el papel»<br />

Similola, negra tanzana y blanca alemana, creció en un hogar de acogida galés<br />

donde le hicieron sentir que ser blanca, y la blancura en sí misma, eran los estándares<br />

ideales por los que debía medirse. A la larga, fue consciente de que nunca<br />

podría ser completamente blanca y ser identifi cada como blanca siempre parecía<br />

conducirla a decepciones y rechazos. A continuación describe una estrategia que<br />

diseñó para sobrellevar su ambivalencia asociada a la negritud y la blancura:<br />

Decidí que iba a tener días blancos y días <strong>negros</strong>. Mis días blancos eran… Para<br />

empezar, me vestía de forma diferente. Normalmente llevaba vaqueros en mis<br />

días blancos. Los llevaba porque pensaba que usar vaqueros era lo normal entre<br />

los estudiantes blancos. En cierto modo, parecía una especie de uniforme blanco,<br />

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Cuando habla el espejo 285<br />

y no se veían muchas chicas negras llevando vaqueros entonces. Así que llevaba<br />

vaqueros, y cualquier otra cosa ―las cosas que les pegan―, camisetas, lo que fuera.<br />

Luego, en mis días <strong>negros</strong>, llevaba faldas de fl ores y colores muy vivos, y la<br />

gente solía decir: «¡Dios!» y realmente llegué a disfrutarlo bastante. Ahora suena<br />

muy absurdo. No estoy segura de si afectó a mi comportamiento de alguna manera.<br />

En aquella etapa, yo era más extrovertida y tendía a serlo aún más ―mostrar<br />

más de mí misma y no ser tan tímida. Porque era mi día negro, y pensaba: «Oh,<br />

puedo salirme con la mía delante de los blancos porque no esperan que los <strong>negros</strong><br />

actúen como ellos, así que puedo ser un poco más extravagante de lo que sería<br />

normalmente». Al fi nal no pude sobrellevar estas dos identidades. Lo decidía la<br />

noche anterior. No necesariamente duraba un día… a veces disfrutaba tanto mi<br />

día negro un lunes… pensaba, aunque debe haber sido todo psicológico, no estoy<br />

totalmente segura, pero pensaba… me parecía que la gente también me trataba de<br />

forma diferente y reaccionaba de forma diferente.<br />

Para mí era algo relacionado con reconocer mi negritud. Pensaba para mí misma:<br />

«No puedo ser negra si no llevo ropa de colores vivos». Tuve una etapa de andar<br />

por ahí vestida toda de negro y pensaba que si iba siempre de negro, pasaría inadvertida.<br />

No era como ahora, que la gente viste de negro todo el rato. Era la época<br />

en la que el negro no estaba ni remotamente de moda. Sólo se usaba para funerales<br />

y punto. Empecé a hacer esto de la ropa negra pensando que pasaría totalmente<br />

inadvertida. Todo mi armario estaba lleno de ropa negra. Para mí, era un paso aún<br />

mayor de repente cambiar a colores brillantes ―porque me sentía muy cómoda<br />

con el negro. Incluso aunque la gente note tu presencia, lo importante es lo que tú<br />

sientes. Sentía que cuando vestía de negro era totalmente insignifi cante y pasaba<br />

completamente desapercibida. En aquel momento me pegaba ser así, simplemente<br />

confundirme con el fondo y no hacerme notar por ningún motivo.<br />

El gran salto a los colores vivos fue tan enorme para mí que solía retarme a mí<br />

misma. Iba a las tiendas y compraba ropa de colores muy, muy vivos y entonces me<br />

retaba por la noche a ponérmela el día siguiente. Me decía: «Dios, ¿vas a ponerte eso<br />

mañana o no?». A veces lo hacía y a veces no. Ahora ni siquiera pienso en vestirme<br />

de forma «negra» solo para identifi carme como negra. Porque para mí ahora eso es<br />

muy superfi cial, hay cosas mucho más importantes que eso y ya no siento la necesidad<br />

de hacer ese tipo de cosas. La gente tiene que aceptarme por lo que soy, y si no<br />

lo hacen que se aguanten.


286<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

La forma en que Similola describe su plan de «días blancos / días <strong>negros</strong>» se<br />

parece a la incómoda oscilación que viven las personas métis(se) cuando intentan<br />

por primera vez ser negras. Tomando la ropa como supuesta extensión o<br />

refl ejo del yo interior, este plan binario de vestimenta apunta a la noción de<br />

que las apariencias determinan el modo en que uno es categorizado y de que<br />

hay formas esencializadas «blancas» y «negras» de vestir / ser.<br />

Yemi: redefi nir «las cuestiones»<br />

Existe la creencia popular, a su vez reforzada por muchos estudios psicológicos<br />

y sociológicos, principalmente estadounidenses, sobre la formación de<br />

identidad, de que ser métis(se) es una condición trágica que requiere mucha<br />

compasión y atención clínica. 22 Gran parte del contenido de los testimonios<br />

de las griott es apoya la noción de que ser métis(se) en una sociedad polarizada<br />

racialmente supone una existencia dolorosa, que constituye un reto y<br />

que es a menudo contradictoria. Yemi, cuya madre es inglesa blanca y cuyo<br />

padre es negro yoruba, de Nigeria, creció en la propia Nigeria, en Ibadan, en<br />

el seno de una familia de clase media donde sus amistades blancas inglesas<br />

y sus amistades negras nigerianas la aceptaban. Lo que Yemi cuenta sobre su<br />

familia de origen no es muy diferente de las dinámicas familiares que se dan<br />

en contextos que no son métis(se). Así, la vida de Yemi y sus confl ictos familiares<br />

métis(se) fueron los «normales». Sin embargo, en sus narraciones también<br />

aparece un tema preponderante: el impacto de la madre blanca o de la madre<br />

blanca sustituta en la transmisión de la cultura blanca inglesa, en todas sus<br />

variantes. Incluso aunque el padre negro esté presente, como era el caso de la<br />

familia de Yemi, los códigos culturales blancos ingleses se ven a menudo reifi<br />

cados a expensas de los referentes <strong>negros</strong> africanos o afrocaribeños en todas<br />

sus complejas manifestaciones. Desde los silencios lingüísticos al olvido de<br />

ciertas comidas, a menudo son las culturas negras / africanas / caribeñas las<br />

que se ven debilitadas. Volviendo a mi modelo de «negritud agregada», si a<br />

22 Para el contexto británico, véase Tizard y Phoenix, Black White, or Mixed Race?, Londres, Routledge,<br />

1993; Alibhai-Brown y Montague, The Colour of Love, Londres, Virago, 1992; Wilson, Mixed<br />

Race Children, Londres, Allen y Unwin, 1987; Benson, Ambiguous Ethnicity, Cambridge, Cambridge<br />

Univ. Press, 1981. Para comparar con ejemplos estadounidenses, véase Root (ed.), Racially<br />

Mixed People in America, Newbury Park (Cal.), Sage, 1992; Spickard, Mixed Blood, Madison<br />

(Wis.), University of Wisconsin, 1989; Zack, Race and Mixed Race, Filadelfi a, Temple University,<br />

1993; Funderburg, Black, White, Other, Nueva York, William y Morrow, 1994.<br />

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Cuando habla el espejo 287<br />

los individuos métis(se) se les ha negado el acceso a este aspecto de su herencia<br />

puede que lo compensen atravesando una etapa «súper-negra», «súper-africana»<br />

o «súper-afrocaribeña». Hasta que puedan combinar con efi cacia estas<br />

identidades dispares, sus interpretaciones del yo pueden ser simples caricaturas<br />

de representaciones racializadas, impuestas por el exterior, esencializadas<br />

y creadas por los medios de comunicación, de las personas negras / africanas<br />

/ afrocaribeñas.<br />

En el caso de Yemi, una fuerte discusión con su madre siendo una adolescente<br />

hizo que intentara suicidarse. En ese momento, su padre nigeriano<br />

intervino y asumió en exclusiva su crianza. Como consecuencia, Yemi tuvo<br />

entonces acceso a la cultura yoruba de su padre, que había sido considerada<br />

previamente como masculina, y de la cual había sido excluida. De hecho,<br />

en términos de parentesco, Yemi se refi ere a sí misma como «el hij o de<br />

su padre». 23 Sin embargo, no puede asumirse que conforme los individuos<br />

métis(se) atraviesan distintas etapas vitales, sus únicos problemas signifi cativos<br />

estén relacionados con la identidad étnica, racial y cultural. A continuación,<br />

el manifi esto malestar de Yemi con el tamaño de su pecho sirve como<br />

poderosa crítica a las aproximaciones unidimensionales a fenómenos socioculturales<br />

muy complejos ―las políticas de la identidad:<br />

Lo único que quería era tener menos pecho. Eso era lo único que me preocupaba. «Si<br />

simplemente tuviera menos pecho, todo estaría bien». Pero nunca sucedió, e imagino<br />

que nunca ocurrirá. Eso era lo que me parecía terrible de adolescente. Yo era<br />

como las demás. Mis pechos empezaron a crecer a los once años. Simplemente, no<br />

pararon. Los pechos de todas las demás dejaron de crecer a los once años y medio.<br />

Los míos siguieron creciendo. Cuando tenía trece años, tenía una noventa y seis de<br />

copa D. No conocía a ninguna adulta con tanto pecho. Era verdaderamente terrible.<br />

Mi madre no lo entendía. Decía cosas como: «Cuando te hagas mayor, se estabilizará».<br />

¿Cómo que se estabilizará? Mi madre no tenía mucho pecho, no tanto como yo.<br />

Ella es una persona más gruesa y yo era delgada y con este pecho. Era sólo pecho y<br />

unas gafas. Se me veía venir. Se veían unas tetas con unas gafas encima. Punto. Ésa<br />

era yo. Lo único bueno era que mis caderas eran anchas. Así que la noventa y seis<br />

era también una noventa y seis de cadera.<br />

23 Her father’s son, en el original: «el hij o del padre de ella». [N. de T.]


288<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

No puedes imaginarte todas las cosas que no podía ponerme. No podía ir sin sujetador.<br />

Esos tops pequeños, graciosos y muy cortos que llevaban todas las adolescentes<br />

con sólo unas pequeñas tiras. Yo no podía llevarlos porque tenía las gigantescas tiras<br />

del sujetador. El hecho de que mi hermana mayor Kemi tuviera bastante pecho no<br />

ayudaba en realidad, porque no tenía tanto como yo. Ella tenía una noventa y uno,<br />

que sigue siendo humano. Yo tenía una noventa y seis. Creo que éste fue el motivo<br />

por el que recibí un montón de atenciones no deseadas. Al menos eso es lo que mis<br />

amigos, mis sarcásticos amigos de la universidad, me decían: «Son las tetas».<br />

Bisi: el racismo en nuestras familias de origen, o ningún lugar donde esconderse<br />

El racismo es un plato aún más difícil de tragar cuando lo sirven miembros de<br />

la propia familia. A continuación, Bisi, la hermana pequeña de Yemi, habla<br />

de cómo sobrellevaba el racismo de su propia madre blanca inglesa:<br />

Mucha de la conciencia que tengo hoy en día de ser africana y de ser negra, que no<br />

es lo mismo, la tengo probablemente a pesar de mi madre. Ser negra del modo en<br />

que lo siento ahora, eso es a pesar de ella. No es algo con lo que ella esté de acuerdo.<br />

Pero hay que recordar que cuando ella fue a Nigeria era una veinteañera. Pasó<br />

sus años de formación allí, no aquí. Es muy poco consciente de cómo funciona el<br />

racismo, y cómo afecta a la gente ―americana, caribeña y africana. El sentimiento<br />

de que ahí está la unidad, la conciencia. Una puede obtener algo y estar en deuda.<br />

Ella decía cosas como: «¿Por qué quieres ponerte del lado de los que se sienten discriminados?<br />

Ponte en el lado ganador». Ella nos hacía mucho hincapié en esto, en<br />

que tenemos una familia inglesa y unas raíces inglesas, y por lo tanto una herencia<br />

que llevar como bandera. Empezó a tener gracia cuando logré relajarme al respecto<br />

y a reconocer que hay mucho de inglesa en mí. Cuando pude admitir eso, fue casi el<br />

momento en el que empecé a hacer mbari. 24 Y a darme cuenta de que sí, hay mucho<br />

de inglesa, pero también hay mucho de africana.<br />

24 Una forma de arte ibo practicada principalmente en Nigeria oriental. El artista levanta santuarios<br />

para aplacar a la diosa Tierra.<br />

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Cuando habla el espejo 289<br />

Apuntes iniciales a modo de observaciones concluyentes<br />

En términos generales, los recuerdos de las seis métis(se) griott es, ubicados en<br />

contextos coloniales y postcoloniales, arrojan algo de luz sobre la complejidad<br />

de la vida social y cultural diaspórica africana y afrocaribeña, a menudo<br />

distorsionada por los historiadores. También reformulan con éxito gran parte<br />

de la negatividad racialmente polarizada y esencializada que normalmente<br />

domina la mayoría de las representaciones de nuestras experiencias vitales.<br />

Sus identidades transnacionales representan tanto sus redes familiares como<br />

sus experiencias individuales. Estas «transnacionalidades» desafían la misma<br />

noción de diáspora anglo-africana como formación estática y unitaria, que obvia<br />

las diferencias culturales, nacionales, étnicas, regionales y de clase, entre<br />

otras, y que por supuesto ignora las alianzas interraciales.<br />

Al nombrar sus experiencias de género, de clase, de generación y de procedencia<br />

como experiencias de mujeres métis(se), las historias personales de<br />

las griott es se convierten en testimonios políticos. Se reinsertan a sí mismas<br />

como sujetos activos, obteniendo un lugar propio en el relato de las historias<br />

de la diáspora anglo-africana. Sus múltiples puntos de referencia provienen<br />

de un mosaico de culturas e historias. Este boceto multicultural y diacrónico<br />

refl eja, y es inherente a, la compleja realidad de todas aquellas personas, postcoloniales<br />

y transnacionales, con procedencia en la diáspora anglo-africana.<br />

Akousa, Sarah, Ruby, Similola, Yemi y Bisi son todas producto de la historia,<br />

resultado del colonialismo y el imperialismo. Sus padres <strong>negros</strong> son de<br />

Nigeria, de Barbados (antigua colonia británica) y de Tanzania (que estaba<br />

bajo dominio alemán). Sus madres blancas son irlandesas, inglesas y alemanas.<br />

Los confl ictos postcoloniales sin resolver entre África y Europa, entre<br />

negritud y blancura, entre los hombres <strong>negros</strong> y las mujeres blancas están<br />

grabados de forma permanente en los rostros de estas hij as métisse.<br />

Agradecimientos<br />

Mi eterna gratitud a Akousa, Sarah, Ruby, Similola, Yemi y Bisi, mis ideas, sin<br />

sus poderosos testimonios, sólo habrían existido como meras abstracciones teóricas.<br />

Gracias también a las otras dieciséis mujeres y hombres que participaron


290<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

en el proyecto de investigación original. Y gracias también a Rohit Barrot, Steve<br />

Fenton y Harriet Bradley, quienes me proporcionaron una valiosa ayuda editorial<br />

en los primeros borradores de este capítulo.<br />

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10. Trazar los espacios de la<br />

deslocalización. De la<br />

teorización de la diáspora<br />

291<br />

Magdalene Ang-Lygate 1<br />

La Luna nueva, científi camente, no puede verse de ninguna manera.<br />

Referirse a una delgada Luna creciente como Luna nueva<br />

es olvidar que la Luna sólo es verdaderamente nueva<br />

cuando la mitad oscura mira a la Tierra. 2<br />

Para nombrarnos a nosotros mismos y no ser nombrados,<br />

primero tenemos que vernos.<br />

Para algunos de nosotros puede que no sea fácil.<br />

Al no vernos refl ejados durante tanto tiempo,<br />

puede que nos hayamos olvidado de cómo somos.<br />

Aún así, no podemos teorizar sobre la nada, tenemos que tener evidencias. 3<br />

1 «Charting the spaces of (un)location. On theorizing diaspora», en Heidi Mirza (ed.), Black Feminism<br />

Reader, Londres, Routledge, 1997.<br />

2 Trinh T. Minh-Ha, When The Moon Waxes Red. Representation, Gender and Cultural Politics, Londres<br />

y Nueva York, Routledge, 1991, p. 1.<br />

3 Lorraine O’Grady, «Olympia’s Maid: Reclaiming Black Feale Subjetivity», Aft erimage, verano de<br />

1992, pp. 14-23.


292<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

Espacios silenciados de la deslocalización<br />

Aunque nací casi exactamente un año antes de que la Malasia británica<br />

(como se llamaba anteriormente) consiguiera independizarse de Gran<br />

Bretaña en 1957, no tengo ningún recuerdo personal de la administración<br />

británica. Sin embargo, dados los siglos de intervención británica en este<br />

país, soy hij a de la época colonial y he crecido infl uenciada por los poderosos<br />

vestigios del imperio británico. Mis abuelos, mis padres y mis tíos, al ser<br />

peranakan, 4 fueron a colegios de habla inglesa, y trabajaron y se asociaron<br />

con la administración británica. En ese momento aún no lo sabía, pero la<br />

época postcolonial había comenzado y yo formaba parte de ella. La vaca<br />

que salta sobre la Luna y el plato que sale corriendo con la cuchara tenían la<br />

misma infl uencia surrealista en mi infancia que el Macbeth de Shakespeare,<br />

las historias sobre los árboles de Navidad y la nieve, y el linaje memorizado<br />

de la monarquía británica. Aunque era chica, fui la primera en la familia en<br />

ir a la universidad y, puesto que había recibido una educación en lengua<br />

inglesa, me parecía bastante normal viajar miles de kilómetros para estudiar<br />

en una universidad británica. Tardé bastante tiempo en reconocer que,<br />

para mí, esto era un privilegio, a diferencia de mis compañeras blancas de<br />

la universidad, quienes veían su independencia económica, su libertad para<br />

viajar y el poder tener acceso a una educación superior como un derecho, y<br />

no como un privilegio.<br />

Sin embargo, años más tarde, a la vez que me iniciaba en la práctica y<br />

el pensamiento feminista, me di cuenta de que en realidad nunca me había<br />

preguntado por qué siendo china malaya de nacimiento, tenía más fl uidez<br />

en la lengua inglesa que en chino o en malayo. O por qué se me conocía por<br />

un nombre bíblico anglicanizado cuando yo tenía una nombre chino perfectamente<br />

aceptable. Tampoco entendía por qué razón los hombres y las<br />

mujeres malayos de mi generación consideraban algo normal estudiar en<br />

Occidente 5 o tener familiares esparcidos por el mundo. En ese momento, no<br />

identifi caba estas contradicciones o no parecían tener ninguna importancia.<br />

Me resulta increíble, ahora que miro atrás a este periodo de tiempo, desde<br />

4 Los peranakan son los descendientes de los primeros inmigrantes chinos instalados en las colonias<br />

británicas del Estrecho de Malaca, Penang y Singapur.<br />

5 Aunque reconozco que acarrean un peligro inherente de totalización, no tenía mucha más opción<br />

que utilizar los términos «Occcidente» y «occidental» antes que otros términos con un signifi<br />

cado más preciso.<br />

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Trazar los espacios de la deslocalización 293<br />

que llegué por primera vez al Reino Unido en 1975 y hasta que me di cuenta<br />

de que existía «algo» llamado discurso feminista, mi propia falta de análisis<br />

sobre mi posicionamiento como mujer inmigrante china en la sociedad<br />

británica postcolonial. Sin embargo, lo peor fue darme cuenta, de manera<br />

gradual, de que el «pensamiento» feminista eurocéntrico era tan ignorante<br />

como yo respecto a las experiencias diaspóricas transnacionales. Ya había<br />

superado más de la mitad de mi carrera de Women’s Studies cuando tuve<br />

la oportunidad de encontrarme con otra feminista nonya 6 que me alertó del<br />

enorme vacío de conocimientos que existía en el discurso feminista.<br />

En la década de los ochenta, las feministas norteamericanas bell hooks,<br />

Cherrie Moraga y Gloria Anzaldúa, Gloria T. Hull, Patricia Bell Scott y Bárbara<br />

Smith, Audre Lorde, Elizabeth Spelman, entre otras, empezaron a<br />

tratar asuntos relacionados con las subjetividades multidimensionales de<br />

las mujeres. 7 Acusaban a las feministas blancas de suprimir las diferencias<br />

entre las mujeres y, en su lugar, centrarse en la explotación de la categoría<br />

«mujer». Para ellas, ser mujer, negra, judía, chicana, japonesa, lesbiana u<br />

heterosexual, ser de clase trabajadora, media o alta (ser lo que fuera) estaba<br />

interconectado y, por lo tanto, constituían características que no podían separarse<br />

unas de otras. En cuanto a la variedad de orígenes culturales y posiciones<br />

sociales, ellas insistían, por ejemplo, en que el privilegio de la «raza», 8<br />

el color o la ascendencia sobre y por encima de otras categorías sociales,<br />

como la nacionalidad, la clase, la sexualidad, etc., ocultaba las experiencias<br />

de las identidades complejas de las mujeres. Por lo tanto, puesto que existen<br />

diferentes signifi cados para diferentes combinaciones de tiempo y espacio,<br />

6 Este término, pronunciado y a veces deletreado como «nyonya», se refi ere a una mujer china<br />

nacida en las colonias del Estrecho de Penang (Malasia), Singapur y Malaca (Malasia) que pertenece<br />

a una minoría étnica de la comunidad china denominada «peranakan». Aun conservando<br />

la mayoría de sus costumbres y tradiciones chinas, esta comunidad está integrada en la cultura<br />

dominante malaya.<br />

7 Véanse, por ejemplo: bell hooks, Aint’t I a Woman?, Boston, South End Press, 1981; Cherrie Moraga<br />

y Gloria Anzaldúa, A Bridge Called My Back. Writings of Radical Black Women of Color, Kitchen<br />

Table, Women of Color Press, 1981 [ed. cast.: Este puente llamado mi espalda: Voces de mujeres tercermundista<br />

en Estados Unidos, San Francisco (CA), 1988]; Gloria T. Hull, Patricia Bell Scott y Barbara<br />

Smith, All the Women Are White, All the Blacks are Men, But some of Us Are Brave: Black Women’s<br />

Studies, Nueva York, The Feminist Press at The City University of New York, 1982; Audre Lorde,<br />

Sister Outsider: Essays and Speeches, Nueva York, The Crossing Press, 1984 [ed. cast.: Mi hermana,<br />

la extranjera, Horas y horas, 2004]; Elizabeth Spelman, Inessential Woman. Problems of Exclusion in<br />

Feminist Thought, Boston, Beacon Press, 1988.<br />

8 Utilizo el término «raza» entendiéndolo como un constructo histórico y no como un constructo<br />

biológico y científi co.


294<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

los aspectos históricos y geográfi cos, que van unidos y que contribuyen a la<br />

compleja realidad de las mujeres de la diáspora, deben explorarse para cuestionar<br />

los sistemas que buscan perpetuar los mitos ahistóricos y apolíticos<br />

sobre las experiencias universales de las mujeres.<br />

Sin embargo, a diferencia de la experiencia norteamericana, las realidades<br />

diarias de la migración global en curso y las consecuentes experiencias<br />

diaspóricas transnacionales son, con frecuencia, descuidadas y tratadas de<br />

manera insufi ciente en el discurso feminista británico. El feminismo negro<br />

existente en Gran Bretaña estaba dominado por las políticas de «raza», en<br />

parte por su particular relación con el discurso antirracista y el sector de las<br />

«relaciones raciales» [«race» relations industry]. De este modo, se marginaban<br />

otros asuntos importantes relativos a la diversidad y la diferencia. Al priorizar<br />

las políticas de identidad de «raza» y la búsqueda de estrategias que exigían<br />

una identidad unitaria de la mujer negra, muchas mujeres que elegían<br />

no priorizar la «raza» en la construcción de sus identidades complejas quedaban<br />

alienadas y no se identifi caban fácilmente con una visión tan cerrada<br />

del feminismo negro británico. Posteriormente, tampoco se aceptó de forma<br />

amplia la necesidad de contextualizar las experiencias de las mujeres dentro<br />

de los marcos sociales existentes, y prácticamente no se reconocieron (y menos<br />

aún se identifi caron o analizaron) las infl uencias híbridas en relación a<br />

la cultura, la política, la historia y el lenguaje que provienen de tradiciones<br />

postcoloniales. En este capítulo me dispongo a explorar algunas de las experiencias<br />

de la diáspora con las que me he topado personalmente o he conocido<br />

durante el curso de mi propio trabajo empírico de investigación. Los<br />

espacios de la deslocalización a los me refi ero son territorios inexplorados<br />

donde los signifi cados cambiantes y contextuales de la diáspora radican o se<br />

sitúan en un lugar entre (y que incluyen) las experiencias más familiares de<br />

relocalización y dislocación. 9<br />

9 Utilizo el término «relocalización» para representar la logística y los procesos de emigración, y<br />

el término «dislocación» para señalar las realidades de extranjero-nativo y las experiencias de los<br />

inmigrantes; véase Magdalene Ang-Lygate, «Everywhere to go but Home: On (re)(dis)(un)location»,<br />

Journal of Gender Studies, vol. 5, núm. 3, 1996.<br />

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El lenguaje problemático de la deslocalización<br />

Trazar los espacios de la deslocalización 295<br />

La mayor parte de mi trabajo de investigación se centra en las experiencias<br />

de inmigración 10 de mujeres chinas y filipinas originarias de países<br />

del Pacífico y del Sudeste asiático que se han instalado en Escocia. He<br />

escuchado los testimonios orales de estas mujeres, prestando particular<br />

atención a sus nociones de «hogar», comunidad, sentido de sí mismas<br />

y sentido de pertenencia. Aunque inicialmente esperaba que este estudio<br />

fuera bastante fácil para mí, ya que al ser una mujer china malaya<br />

inmigrante las mujeres podrían sentirse cómodas y hablar conmigo con<br />

total libertad, uno de los principales problemas con los que me encontré<br />

fue la escasez y la deficiencia del vocabulario disponible. He intentado<br />

escribir sobre mujeres como yo y situarnos dentro un contexto feminista<br />

/ antirracista o womanist. 11 Al escribir desde esta perspectiva, he tenido<br />

que utilizar variantes, palabras escritas con diferente ortotipografía como<br />

«negra», negra, negra; adjetivos como «diaspórica», inmigrante, migrante,<br />

étnica; o grupos nominales como minoría visible, mujeres no blancas,<br />

mujeres de color, mujeres del «Tercer Mundo», mujer-nativa-otra… pero<br />

todos estos términos son igualmente deficientes e imprecisos. En vez de<br />

adoptar estilos descriptivos más largos como «mujeres de color de la diáspora»<br />

o «negras y otras minorías étnicas», normalmente me ha resultado<br />

más tentador ahorrar tiempo y no utilizar formas tan verbosas de descripción,<br />

usando, por ejemplo, términos más familiares como negra, «Tercer<br />

Mundo» o minoría étnica. Sin embargo, todos estos términos son en sí<br />

mismos problemáticos, tienen matices de significado ambiguos y se les<br />

confieren nociones poco estudiadas de «corrección». 12<br />

10 Prefi ero este término a «migración» porque los procesos de llegada y afi ncamiento en un lugar<br />

nuevo no solo engloban el presente y el futuro sino también los relatos pasados de las realidades<br />

inmigrantes.<br />

11 Alice Walker (In Search of Our Mothers’ Gardens: Womanist Prose, Mariner Books, 1984) acuñó<br />

el término womanist para representar una identidad infl uida por cuestiones racistas / sexistas y<br />

diferenciarla así del término «feminista», una identidad de la que se apropiaban, según Walker,<br />

principalmente las mujeres «blancas».<br />

12 Para acceder a un estudio más completo sobre el término «negra» como signifi cante y como<br />

símbolo, véase F. Anthias y N. Yuval-Davis, «Racism and The Colour Black», Racialized Boundaries:<br />

Race, Nation, Gender, Colour and Class and the Anti-racist Struggle, Londres, Routledge, 1992.


296<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

Daphne Patai y Norett a Koertge acuñaron el término IDPOL para describir<br />

un «juego» popular en el momento en el que las políticas de la identidad<br />

se combinaban con el control ideológico. 13 Observaron que, en esos años, el<br />

término neutral «políticas de la identidad», usado por los sociólogos para<br />

describir los diferentes métodos que habían empleado los movimientos sociales<br />

para «alterar las concepciones que tienen las personas de sí mismas<br />

y las concepciones sociales de sus participantes», había pasado a describir<br />

la tentativa de algunos grupos de «ganar ventaja política de cualquier cosa<br />

que se identifi cara como un grupo (normalmente desfavorecido y oprimido)».<br />

Al reparar en este aspecto, se preguntaron hasta qué punto era útil<br />

intentar jugar o ganar en este campo sin examinar primero las estructuras<br />

subyacentes que permitían su existencia. Hace tiempo que, tanto en mi trabajo<br />

de investigación como en el activismo feminista, me han preocupado<br />

los debates y las prácticas en torno a los temas relativos a las personas «negras»,<br />

particularmente los relacionados con las experiencias de las mujeres<br />

de la diáspora, los cuales no han sido, en gran medida, problematizados, si<br />

bien participan en las IDPOL. Aunque es importante mantener el rigor académico<br />

y usar términos y descripciones en el contexto apropiado, para las<br />

académicas feministas es igual de crucial entender lo que en realidad está<br />

en juego cuando no se es capaz de ver las implicaciones de una posible complicidad<br />

con una lucha ni problematizada ni localizada. Teniendo en cuenta<br />

el legado de la supremacía blanca y la negación patológica de la diferencia,<br />

es aún más importante que las realidades complejas de la deslocalización no<br />

estén silenciadas por falta de un vocabulario adecuado.<br />

El tema de las mujeres «negras» y la crítica al feminismo «blanco» ha ganado<br />

importancia en los últimos años pero, ¿a qué nos referimos con «negra» y<br />

a quiénes consideramos personas «negras»? El término persona «negra» tiene<br />

signifi cados diferentes cuando se utiliza en distintos contextos académicos y<br />

culturales. Por ejemplo, en Estados Unidos, «negra» hace referencia específi camente<br />

a la comunidad con ascendientes africanos que han tenido una historia<br />

concreta como esclavos (sea cual sea su país de origen). Sin embargo, en Gran<br />

Bretaña se usa más libremente como categoría política basada en el color de la<br />

piel y en unos orígenes excoloniales compartidos. 14 Aún siendo consciente, no<br />

13 Daphne Patai y Norett a Koertge, Professing Feminism: Cautonary Tales from the Strange World of<br />

Women Studies, Nueva York, Basic Books, 1994, p. 50.<br />

14 Véase Tariq Modood, «Political Blackness and British Asians», Sociology, vol. 28, núm. 4, 1994,<br />

para observar la crítica al concepto político de «negritud» y cómo, desde su punto de vista, perjudica<br />

a los asiáticos.<br />

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Trazar los espacios de la deslocalización 297<br />

obstante, de que el término negra es en realidad un americanismo eurocéntrico<br />

con el que no siempre se siente identifi cada la comunidad de ascendencia<br />

africana, yo utilizaré negra (en cursivas) para hacer referencia específi camente<br />

a la comunidad de ascendencia africana situada en Gran Bretaña. Aunque<br />

Mirtha Quintanales, una migrante de Cuba a Estados Unidos, escribía sobre<br />

la experiencia inmigrante específi camente en el contexto norteamericano, sus<br />

observaciones sobre el problema del racismo y la lucha antirracista son igualmente<br />

aplicables a la experiencia inmigrante en Gran Bretaña, como se puede<br />

observar en la siguiente cita: 15<br />

Muchas personas africanas son negras, pero pregúntale a una nigeriana, a una etíope,<br />

etc., cuál es su identidad, y te responderá «nigeriana» o «etíope», o lo que sea […]<br />

Obviamente, «la cultura negra» es un fenómeno estadounidense. Muchos de nosotros<br />

realmente no entendemos esto.<br />

Es un error caer en la trampa de la mitología racista / sexista que insiste en<br />

que nuestra experiencia de «negritud» como mujeres no caucásicas nos pone<br />

a todas en la misma categoría como víctimas del racismo, o que la desigualdad<br />

social y la injusticia es al fi nal reducible a la «raza» o a las diferencias de<br />

color, sin prestar atención del mismo modo a las experiencias y a las historias<br />

particulares de racismo. Al rechazar una noción de «negritud» coherente y<br />

homogénea, utilizo el término «negra» (con comillas), aunque no me convenza,<br />

para tratar y comunicar la problemática de usar un término así y limitar<br />

su uso únicamente al contexto del discurso político antirracista británico, para<br />

representar a las personas que sufren discriminación por su color de piel o su<br />

ascendencia racial.<br />

Acepto que, en ciertas circunstancias, se han utilizado mucho y con éxito<br />

las políticas de la identidad como una estrategia política. Por ejemplo, en la<br />

lucha contra el apartheid en Sudáfrica, la categoría «negra» posicionaba a las<br />

personas que no eran blancas en una situación clave desde la que poder expresarse.<br />

Pero el uso del término «negra» para hacer referencia a algo que no<br />

sea una campaña específi ca cae en la trampa de la oposición binaria que separa<br />

de manera artifi cial a personas «negras» y «blancas» (como si el racismo<br />

se redujera únicamente a estas dos categorías). Lo que me preocupa es que<br />

15 Mirtha Quintanales, «I Paid Very Hard For My Migrant Ignorance», en Moraga y Anzaldúa,<br />

This Bridge Called My Back…, op. cit., 1983, p. 155.


298<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

cuando se entra en este tipo de juegos, en realidad estamos siendo cómplices<br />

de una estructura que se ha construido sobre la base del principio del dualismo<br />

binario, el cual inevitablemente deshace la posibilidad de la diferencia.<br />

Por lo tanto, la posibilidad de teorizar la diferencia se reduce a la diferencia<br />

como oposición más que a la diferencia como diversidad. Por ejemplo, traducido<br />

al discurso antirracista, en este esquema concreto no hay cabida para las<br />

personas de origen mixto, ni permite a admitir la posibilidad de racismo de<br />

personas «negras» a «negras», o de «blancas» a «blancas», por ejemplo entre<br />

surasiáticos y afrocaribeños o entre ingleses e irlandeses. Al conservar la terminología<br />

actual de antirracismo en Gran Bretaña, la cual está basada en la<br />

lógica negra / blanca, se niegan las verdaderas realidades de las experiencias<br />

de racismo interétnico de muchos inmigrantes, y las estructuras que quieren<br />

cambiar las feministas son, por el contrario, reproducidas. 16 En el contexto<br />

británico, la estabilidad de términos como «negra» no puede darse por segura,<br />

a pesar de la presión política existente.<br />

Del mismo modo, el término «Tercer Mundo» es problemático porque<br />

el concepto de un «Tercer Mundo» defi nido y claro en realidad describe regiones<br />

y países concretos de África, Asia, el Caribe, Latinoamérica y Oriente<br />

Medio. Aunque estos países estén en una situación difícil en lo relativo a su<br />

estatus económico dentro de una economía mundial competitiva, después de<br />

haber sufrido las secuelas de la colonización, las diferencias y variaciones entre<br />

y dentro de las regiones del «Tercer Mundo» son enormes (respecto a la<br />

religión, los sistemas políticos, la cultura y las estructuras de clases). «Minoría<br />

étnica» es otro término difícil, ya que normalmente se utiliza como un término<br />

general para referirse a todas las personas de color, incluidas las «minorías<br />

étnicas blancas». A parte de los matices imperialistas y eurocéntricos de este<br />

término, y del hecho de que a escala global, los caucásicos están claramente<br />

dentro de la minoría, el uso de este término centra la atención en una curiosa<br />

anomalía por la que todos sabemos qué queremos decir cuando utilizamos<br />

la categoría «minoría» para aplicarla a una mayoría empírica. Más<br />

recientemente, en el contexto europeo, el término «minoría visible» se está<br />

utilizando para distinguir a «minorías blancas» de «minorías no blancas».<br />

16 Kum-Kum Bhavnani y Ann Phoenix exponen en Shift ing Identities, Shift ing Racisms (Londres,<br />

Sage, 1994) que cuando la comunidad de origen surasiático y afrocaribeño del Reino Unido adoptaron<br />

conjuntamente el término de comunidad «negra», se debilitaron las defi niciones racistas de<br />

negra establecidas para dividir a estas comunidades. Sin embargo, en el contexto de este capítulo,<br />

al trazar territorios inexplorados, como por ejemplo el racismo de personas «negras» hacia personas<br />

«negras», resulta evidente que el vocabulario social actual es limitado e inútil.<br />

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Trazar los espacios de la deslocalización 299<br />

Además, en el extraño supuesto de que negro y blanco no sean colores, la<br />

denominación que se prefi ere en Estados Unidos para referirse a las personas<br />

que no son africanas o caucásicas es «personas de color».<br />

Asimismo, en Gran Bretaña el término «asiática» se utiliza para describir<br />

a las personas originarias del subcontinente indio (aunque ellos mismos difi<br />

eren mucho a nivel cultural) y parece que no existe distinción alguna entre<br />

asiáticos que son ciudadanos británicos y los que no lo son. 17 Sin embargo,<br />

en Estados Unidos la categoría «asiática» normalmente hace referencia a las<br />

personas del subcontinente indio, así como a aquellas de los países del Sudeste<br />

asiático y de Asia-Pacífi co como Japón, Corea y Filipinas. Después de<br />

conseguir la nacionalidad, a estas personas se les denomina «estadounidense<br />

de origen» asiático, chino, japonés, etc.; de este modo, el estatus de inmigrante<br />

parece ser más transitorio en Estados Unidos que en Europa. En Gran Bretaña,<br />

no tenemos ninguna palabra para describir a los «inmigrantes» que han<br />

nacido en el Reino Unido. La adopción de una identidad «negra» británica<br />

no refl eja nociones de pertenencia y comunidad, sino que es una especie de<br />

incorporación a una identidad nacional alternativa, falsamente coherente, que<br />

nos convierte en el Otro, en la diferencia (desviando la atención de los aspectos<br />

comunes materiales como la lucha por una vivienda y un trabajo digno<br />

o por garantizar un futuro para nuestros hij os). Por otra parte, las personas<br />

«negras» (sea a cual sea el tiempo que lleven en el país o su estatus nacional)<br />

son automáticamente consideradas como extranjeras y no como ciudadanas<br />

que contribuyen activamente a la sociedad. Los procesos de otredad no son<br />

revisados y es como si las personas que no son blancas, etiquetadas como<br />

«Tercer Mundo» o bajo otros términos similares, solo existieran fuera de Europa<br />

y como si las minorías étnicas en Occidente solo existieran dentro de sus<br />

propios guetos étnicos.<br />

Sin embargo, las experiencias y realidades cotidianas de las mujeres de<br />

color de la diáspora no se diseccionan y se separan fácilmente. Al admitir<br />

que la «raza» de una persona es un componente crucial de su identidad /<br />

identifi cación, el privilegio de la «raza» o ascendencia sobre y por encima de<br />

otras categorías sociales así como la adopción de una identidad «negra» pueden<br />

obligar a estas mujeres a fi ngir que no participan en la vida en múltiples<br />

niveles, 18 y que estos son, a menudo, contradictorios. Aun así, este hecho es<br />

17 T. Modood, «Political Blackness and British Asians», Sociology, vol. 28, núm. 4, noviembre de<br />

1994, pp. 859-876.<br />

18 Un ejemplo de un «confl icto» interno que se observa entre las mujeres chinas que he entrevistado


300<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

en el que insisten, con frecuencia, las políticas de la identidad. Se asume y se<br />

sobrentiende que si no eres una persona «blanca», entonces eres «negra», y<br />

si eres «negra» entonces tu opresión existe a nivel racial y que, por lo tanto,<br />

reivindicarás y atestiguarás tu victimización racial. La imposibilidad de unas<br />

reglas de juego tan simplistas esconde otros procesos de racialización. Por<br />

ejemplo, en una sociedad patriarcal, la experiencia de racialización es diferente<br />

para los hombres «<strong>negros</strong>» que para las mujeres «negras». Cuando Edward<br />

Said reclama que las personas «negras» son orientalizadas y demonizadas<br />

como «paganas», «incivilizadas», «bárbaras», etc., en la historia eurocéntrica<br />

de antropología, religión y colonialismo, su argumentación, desafortunadamente,<br />

es incompleta al no incluir un análisis de género. 19 El reconocimiento<br />

de identidades simultáneamente múltiples permite un argumento más constructivo<br />

para afi rmar que las mujeres «negras» no son únicamente racializadas,<br />

sino también sexuadas, exotizadas y erotizadas ―todo a la vez. 20 Pero el<br />

uso de una categoría singular de «negra» falsamente coherente persiste incluso<br />

aunque constituya una división social diferente basada únicamente en una<br />

supuesta identidad primaria («raza» en sí misma, como una identidad construida<br />

socialmente) sin reparar en que la «negritud» no es una experiencia<br />

homogénea para hombres y mujeres.<br />

Cercos identitarios de la deslocalización<br />

Suniti Namjoshi cuenta una historia increíble sobre una burra azul que vivía<br />

en un puente rojo. 21 A la burra se le consideraba poco apropiada desde el punto<br />

de vista estético porque el rosa de las zanahorias que se comía y su propio<br />

color azul chocaba horripilantemente con el puente rojo, así que la gente del<br />

pueblo quería que se solucionase este asunto. Parecía que si la burra fuera<br />

es la lengua que escogemos para comunicarnos. Al identifi carnos como chinas, con frecuencia parece<br />

que tenemos que hablar en chino en vez de en inglés. Sin embargo, en realidad, la variación<br />

de fl uidez que tenemos en la gran cantidad de dialectos chinos que existen hace que este hecho<br />

sea poco práctico.<br />

19 Said, Orientalism, Pantheon Books, 1978 [ed. cast.: Orientalismo, Barcelona, Debolsillo, 2003].<br />

20 Fanon, Black Skin, White Masks, Londres, Pluto Press, 1986 [ed. cast.: Piel negra, máscaras blancas,<br />

Madrid, Akal. Cuestiones de Antagonismo, 2009]; Rana Kabbani, Europe’s Myths of Orient: Devise<br />

and Rule, Londres, Pandora Press, 1988.<br />

21 Suniti Namjoshi, The Blue Donkey Fables, Londres, The Women’s Press, 1988, pp. 1-2.<br />

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Trazar los espacios de la deslocalización 301<br />

blanca, sería mucho mejor aceptada por los concejales del pueblo. La burra<br />

se negó a cambiar de color o a irse a otro sitio, y este hecho tuvo como consecuencia<br />

largos debates sobre si su color azul era inherente o intencionado.<br />

Al fi nal, la mayoría de los habitantes del pueblo se acostumbraron a su color<br />

azul y no volvieron a reparar en este asunto. Algunos incluso le traían alguna<br />

que otra vez «un ramo de fl ores azules que la burra ponía en un fl orero». Me<br />

gusta esta historia porque resalta la absurdidad y la arrogancia de aquellas<br />

personas que van por ahí diciéndoles a los demás lo que deberían ser para<br />

«encajar». Además, me encanta la resistencia de la burra azul a esta presión,<br />

precisamente porque se niega a formar parte de este juego. Nunca sugirió que<br />

pintaran el puente de azul para que pegara con su color, ni intentó justifi car el<br />

valor del azul en comparación con el del blanco. Si hubiera hecho alguna de<br />

estas cosas, ya hubiera sido cómplice de la lógica irracional basada en el color<br />

que dio lugar a la primera petición. En vez de seguir este juego de los colores,<br />

se limitó a insistir en que ella era únicamente diferente porque era una burra. 22<br />

La infl uencia del postmodernismo en las académicas feministas ha suscitado<br />

importantes contribuciones a los debates que existen en torno a las identidades<br />

y subjetividades multidimensionales. Hay un consenso acerca de que la<br />

noción de identidad como una característica estática y unitaria ya no es viable.<br />

En su lugar, se considera que las identidades son aspectos cambiantes, plurales<br />

y dinámicos de todas las relaciones sociales. No se trata únicamente de<br />

cómo nos observamos a nosotras mismas, sino de que también es un producto<br />

social negociado a través del tiempo y el espacio, construido dentro jerarquías<br />

de poder. 23 Las realidades de las mujeres abarcan un amplio rango de diversas<br />

identidades y subjetividades ―todas ellas entrelazadas, interconectadas<br />

e inseparables― a lo largo de líneas imaginarias cambiantes. Sin embargo, las<br />

teóricas feministas postcoloniales afi rman asimismo que la díada agencia /<br />

estructura a través de la cual se supone que se forjan y se negocian las identidades<br />

no da cuenta de forma sufi ciente de las relaciones de poder desiguales<br />

que existen no solo a nivel de agencia personal sino también en el ámbito de<br />

22 Como la historia está basada en el cuadro de Marc Chagall, The Blue Donkey, queda la duda de<br />

si la burra podría haberse identifi cado, cuando se le presionó, como rusa, judía o francesa.<br />

23 Véase, por ejemplo, Said, op. cit., 1978; Bhabha, Nation and Narration, Londres, Routledge, 1990<br />

[ed. cast.: Nación y narración, Buenos Aires, Siglo XXI, 2010]; Haraway, Simians, Cyborgs and Women:<br />

The Reinvention of Nature, Nueva York, Routledge, 1991 [ed. cast.: Ciencia, cyborgs y mujeres,<br />

Madrid, Cátedra. <strong>Feminismos</strong>, 1995]; Hall, «New Ethnicities», en Donald y Ratt ansi (eds.), «Race»,<br />

Culture and Diff erence, Londres, Sage, 1992; Allen, «Race, Ethnicity and Nacionality», en Afshar y<br />

Maynard (eds.), The dynamics of «race» and gender: some feminist interventions, Londres, Taylor and<br />

Francis, 1994; Bhavnani y Phoenix, Shift ing Identities, Shift ing Racisms, Londres, Sage, 1994.


302<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

las estructuras institucionalizadas que perpetúan la supremacía del hombre<br />

blanco. Han mantenido repetidamente que el cerco identitario mujer-nativaotra<br />

que rodea, en este caso, a la mujer inmigrante excolonial no blanca, no<br />

la obliga a aceptar los espacios imaginarios y los signifi cados que se asignan<br />

a su posición. La aparente coherencia de este cerco ―un espacio racializado<br />

y sexuado donde una mujer del sudeste de Asia queda homogenizada principalmente<br />

como un ser sexual / exótico / erótico, a través de estereotipos<br />

populares como la «fl or de loto» o la «dama dragón»― esconde las diversas<br />

estructuras que actúan bajo estas nociones. 24 Este cerco identitario al que se la<br />

limita es principalmente un producto del imaginario dominante eurocéntricoimperialista<br />

ante el cual ella tiene muy poco control. A través de la deconstrucción<br />

de los textos literarios occidentales, los escritos de Gayatri C. Spivak<br />

exploran las posiciones del sujeto de las mujeres del «Tercer Mundo» atrapadas<br />

en estructuras de poder que no son únicamente patriarcales sino también<br />

colonialistas e imperialistas. 25 De la misma manera, Trinh T. Minh-Ha ha intentado<br />

describir desde su propia perspectiva como directora norteamericana<br />

de origen vietnamita los signifi cados de «diferencia» para una mujer que<br />

ha sido leída como mujer y como extranjera, a la vez. 26 Chandra T. Mohanty<br />

ha sugerido que ante los «ojos occidentales», 27 las identidades de las mujeres<br />

de la diáspora, que son vistas como foráneas-inmigrantes, son productos del<br />

24 Kabbani, Europe’s Myths of Orient…, op. cit., 1988; Ling, «Chinamerican Women Writers: Four<br />

Forerunners of Maxine Hong Kingston», en Jaggar y Bordo (eds.), Gender, Body and Knowledge:<br />

Feminist Reconstructions of Being and Knowledge, New Brunswick (NJ), Rutges Univ. Press, 1989.<br />

25 Véanse Spivak, «Three Women’s Texts and a Critique of Imperialism», Critical Inquiry, vol. 12,<br />

núm. 1, otoño de 1985, pp. 235-261; In Other Worlds: Essays in Cultural Politics, Nueva York, Routledge,<br />

1988; «The Politics of Traslation», en M. Barrett y A. Phillips (eds.), Destabilizing Theory:<br />

Contemporany Feminist Debates, Londres, Polity Press, pp. 177-200; «In A Word: Interview», Outside<br />

in the Teaching Machine, Nueva York, Routledge, 1993. [En castellano, de la autora: Crítica de la<br />

razón postcolonial, Madrid, Akal. Cuestiones de Antagonismo, 2010. N. de E.]<br />

26 Véanse Trinh T. Minh-Ha, «Diff erence: A Special Third Women Issue», Feminist Review, núm.<br />

25, marzo de 1987, pp. 5-22; Woman, Native, Other. Writing postcoloniality and feminism, Indiana,<br />

Indiana University Press, 1989; When the Moon Waxes Red. Representation, Gender and Cultural Politics,<br />

Routledge, 1991.<br />

27 Algunas teóricas postcoloniales sugieren además que los ojos occidentales no son siempre<br />

ojos «blancos». También puede ocurrir que las personas «negras» residentes en Occidente vean<br />

a los inmigrantes con ojos eurocéntricos. En su artículo «Bajo los ojos de Occidente», Chandra T.<br />

Mohanty («Under Western Eyes: Feminist Scholarship and Colonial Discourses», Feminist Review,<br />

núm. 30, 1988) afi rma que algunas académicas feministas occidentales categorizan a las mujeres<br />

del «Tercer Mundo» como un sujeto monolítico extraño, negándose así a hacer frente a las diferencias<br />

y a la diversidad de las vidas de estas mujeres [ed. cast.: «Bajo los ojos de Occidente»,<br />

en Hernández y Suárez (eds.), Descolonizando el feminismo: teorías y prácticas desde los márgenes,<br />

Madrid, Cátedra, 2008].<br />

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Trazar los espacios de la deslocalización 303<br />

imaginario dominante-nativo y, por lo tanto, de la categorización. 28 Desafortunadamente,<br />

la teorización social acerca de qué es material y no simplemente<br />

imaginario o fi gurativo, ha sido lenta a efectos de incorporar estas observaciones.<br />

La mentalidad colonialista e imperialista encuentra poca resistencia<br />

efectiva y continúa construyendo cercos ―imaginarios y materiales― dentro<br />

de los cuales las mujeres inmigrantes son racializadas y sexuadas.<br />

Durante el curso de mi trabajo de investigación, y en respuesta a una invitación<br />

a describir su identidad, todas las mujeres a las que entrevisté insistieron<br />

en el hecho de que de la misma manera que pueden haber asumido la<br />

identidad británica, también se sienten totalmente chinas o fi lipinas. Solo una<br />

mujer de las que entrevisté se describió a sí misma, además, como «negra».<br />

Esta mujer había migrado de Malasia con su familia cuando era una joven<br />

adolescente y además resultó ser una activista antirracista activa, altamente<br />

politizada y familiarizada con la clase de palabras que consideraba que deberían<br />

emplearse. Este simple hecho hizo que surgieran una serie de preguntas:<br />

¿a quién puede considerarse una persona «negra»? ¿Quién se identifi ca como<br />

«negra»? ¿Quién decide que debe aplicarse la categoría «negra»?<br />

No fue una sorpresa que la identidad «negra» no fi gurase en las respuestas<br />

de la mayoría de las mujeres a las que entrevisté. Tampoco mencionaron la<br />

palabra «negra» ni confi rmaron o negaron tener una identidad «negra». Los<br />

retratos que muestran los medios sobre las comunidades «negras» en Gran<br />

Bretaña están dominados por imágenes de personas de los subcontinentes<br />

africano e indio, o personas con ascendencia africana de las Antillas. Aunque<br />

es cierto que en Gran Bretaña esta población es mayor que otros grupos, estas<br />

imágenes excluyen a personas de otros orígenes étnicos. De este modo, la<br />

noción de «negra» invisibiliza a muchas mujeres que normalmente no están<br />

politizadas y que por lo tanto no se pueden identifi car visiblemente como<br />

«negras» (o «blancas»). Parece que como inmigrantes, las mujeres chinas y<br />

fi lipinas que he entrevistado no consiguen identifi carse como «negras» porque<br />

no han sido educadas socialmente para reconocerse como una categoría<br />

política. Además, en la práctica, estas mujeres han sido en ocasiones excluidas<br />

de la categoría «negra» y no han sido siempre bien recibidas por los grupos de<br />

personas «negras», ya que no consideran que seamos lo sufi cientemente «negras».<br />

Estar excluidas de la categoría «blanca» y sus privilegios, y por otra parte<br />

tampoco ser aceptada por otras mujeres que no son blancas, es un dilema que<br />

existe para las mujeres chinas y fi lipinas en los espacios de deslocalización.<br />

28 Mohanty, «Under Western Eyes», op. cit., p. 61.


304<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

Tanto si una mujer china es o no lo sufi cientemente «negra», la categoría «china»<br />

es en sí misma problemática. Benedict Anderson ya había afi rmado que, a<br />

través de mecanismos de control social como el censo, la colonización europea<br />

impuso y legitimó ciertas categorías de identidades: «La fi cción del censo es<br />

que todo el mundo está en él, y que todo el mundo pertenece a un (y único)<br />

espacio extremadamente defi nido. No existen las fracciones». 29 Anderson cita<br />

el caso de Mason Hoadley, basándose en los archivos de un proceso judicial<br />

por asesinato, registrado en 1969 tanto por el tribunal de Cirebón en la isla<br />

de Java como por la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales (VOC<br />

en neerlandés). 30 El tribunal javanés clasifi có al acusado por rango y estatus<br />

mientras que el VOC racializó al alto funcionario acusado y lo identifi có únicamente<br />

como «chino». No importaba que el hombre hubiera alcanzado un<br />

título «cuya alta posición prueba su vieja integración y la de sus antepasados<br />

en la sociedad cirebonesa». 31 En el curso de la historia y del control del imperialismo<br />

eurocéntrico, se han mantenido las categorías racializadas tales como<br />

aquellas adoptadas por el VOC. Además, Anderson expone que en 1870, la<br />

presencia colonial estaba tan arraigada que en el Sudeste asiático los censistas<br />

se mantenían ocupados en «recontar los objetos de su imaginación febril y<br />

que una mujer de la “Conchinchina” pudiera pasarse la vida, feliz o infelizmente,<br />

en las Colonias del Estrecho, sin la menor conciencia de que así se la<br />

catalogaba desde arriba». 32<br />

Al contrario que la mujer china mencionada en el ejemplo anterior, quien<br />

se identifi caba específi camente como «negra», todas las demás mujeres a las<br />

que entrevisté no reclamaron esta identidad. Aunque afrontaban el problema<br />

del racismo al nivel en el que cada una de ellas lo había experimentado, no<br />

existía ningún tipo de indicio que llevara a pensar que fueran conscientes de<br />

que la categoría «negra» podría aplicárseles a ellas. Podría parecer que la identidad<br />

«negra» que promueve el discurso antirracista es un fenómeno británico<br />

que es en realidad extraño para la mayoría de mujeres inmigrantes, quienes<br />

pueden no darse cuenta de que han sido identifi cadas y categorizadas dentro<br />

de esta identidad. De esta manera, a algunas mujeres inmigrantes, como por<br />

29 Anderson, Imagined Communities: Refl ections on the Origin and Spread of Nationalism, Londres,<br />

Verso Books, 1991, p. 166 [ed. cast.: Comunidades imaginadas. Refl exiones sobre el origen y la difusión<br />

del nacionalismo, México, FCE, 2006].<br />

30 Mason Hoadley, «State vs. Aria Marta Ningrat (1696) and Tian Siangko (1720-1721)», inédito,<br />

1982.<br />

31 Anderson, op. cit., 1991, p. 167.<br />

32 Ibídem, p. 169.<br />

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Trazar los espacios de la deslocalización 305<br />

ejemplo, chinas, fi lipinas, malayas o japonesas, se les deniegan los espacios<br />

desde los cuales podrían manifestar sus propios derechos y preocupaciones.<br />

Conociendo el caso de la mujer de la Conchinchina en 1870 mencionado anteriormente,<br />

resulta irónico que el discurso antirracista haya adoptado lo que<br />

era originalmente una iniciativa imperialista, cuando los poderes coloniales<br />

impusieron identidades en las poblaciones colonizadas y les negaron el poder<br />

de nombrarse a sí mismos.<br />

Mientras tanto, en la Gran Bretaña actual, se siguen perpetuando los procesos<br />

de control social a través de la supervisión étnica. En anteriores recuentos<br />

del censo, se utilizaba el lugar de nacimiento como indicador del origen<br />

racial o étnico, pero los datos basados en dicho indicador no eran fi ables ya<br />

que incluían a aquellas personas blancas nacidas en las antiguas colonias y<br />

excluían a las personas «negras» y a otras minorías étnicas nacidas en Gran<br />

Bretaña. Así, en el censo de 1991, se les pedía a los ciudadanos que indicaran<br />

explícitamente su origen étnico. Después de consultar a la Commission for<br />

Racial Equality [Comisión de igualdad racial], entre otros, se dedujeron nueve<br />

categorías distintas: blanca, negra del Caribe, negra africana, otras negras,<br />

india, paquistaní, bangladesí, china y otros grupos étnicos. Lejos de suponer<br />

un paso progresivo hacia la eliminación de la discriminación étnica, o hacia<br />

el reconocimiento de la diferencia dentro de una Gran Bretaña multicultural,<br />

este tipo de racialización estructurada en realidad enfatiza el legado racista<br />

de una sociedad neocolonial obsesionada con categorizar a aquellas personas<br />

que son leídas como inmigrantes extranjeros. 33 Después del censo de 1991, los<br />

diferentes debates que surgieron acerca de la cuestión del grupo étnico han<br />

resaltado los defectos del vocabulario actual al intentar categorizar a las personas<br />

de esta manera. 34 En el contexto del análisis marxista, Louis Althusser<br />

propuso anteriormente que la ideología no tenía que ver únicamente con las<br />

ideas sino que estaba basado en sistemas materiales de prácticas sociales. 35<br />

33 El tercer estudio del Instituto de Estudios Políticos (Brown, Black and White Britain. Third PSI<br />

Survey, Londres, Policy Studies Institute, 1984) estimó que el cuarenta por ciento de la población<br />

«negra» de Gran Bretaña había nacido en este país; además se estimó que el cincuenta por ciento<br />

de aquellas personas que habían venido a Gran Bretaña como inmigrantes llevaban viviendo en<br />

este país más de 15 años.<br />

34 Véase el ejemplo de David Owen (Ethnic Minority Women and the Labour Market: Analysis of the<br />

1991 Census, Londres, Equal Opportunities Commission, 1994) cuando llamaba la atención sobre<br />

las problemáticas de las clasifi caciones 4-way y 10-way, y la codifi cación de la Ofi cina de Censos<br />

de la Población de Gran Bretaña (OPCS, por sus siglas en inglés) adoptada por varios cuerpos y<br />

agencias en su intento de refl ejar la composición étnica de la población.<br />

35 Louis Althusser, «Ideology and Ideological State Apparatus», en Lenin and Philosophy and other


306<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

Althusser afi rmó que los procesos sociales y los aparatos ideológicos de Estado<br />

(ISA, por sus siglas en inglés) sirven para enmascarar los mecanismos<br />

de estas relaciones de dominación. Más recientemente, Michel Foucault<br />

también subrayó que la construcción de normas sociales sirve como una<br />

estrategia disciplinaria y que los principios de exclusión determinan lo que<br />

puede o no ser permitido en los términos del discurso de dominación. 36 En<br />

particular el «problema» de clasifi car a personas con ascendencia de distintas<br />

procedencias traiciona una suposición latente sobre la conveniencia de<br />

la pureza racial. Una vez más, la creación de supuestas identidades basadas<br />

en una ambigua mezcla de clasifi caciones raciales, nacionales y étnicas<br />

demuestra cómo las tecnologías administrativas del Estado construyen las<br />

categorías que después regulan.<br />

Además, la palabra «inmigrante» se utiliza normalmente de manera<br />

errónea al vincularla únicamente a las personas «negras». La mayoría de los<br />

inmigrantes son en realidad caucásicos ―de Irlanda o la antigua Commonwealth<br />

(Australia, Nueva Zelanda y Canadá) o de otros países europeos.<br />

Por ejemplo, en el censo de 1981, las tablas de nacimientos revelaron que<br />

cerca de 3,4 millones de personas en Gran Bretaña habían nacido en el extranjero.<br />

La mayoría de ellos, 1,9 millones, eran caucásicos (607.000 habían<br />

nacido en Irlanda, 153.000 en la Commonwealth y alrededor de 1,3 millones<br />

en otros países incluyendo Europa occidental). Sin duda, si se intentaba que<br />

hubiera una mayor precisión étnica en el censo de 1991, también se deberían<br />

haber incluido las categorías australiano, canadiense, italiano, francés, judío,<br />

español, etc., para así refl ejar las diferencias étnicas entre los caucásicos<br />

residentes en Gran Bretaña. En lugar de esto, en los tiempos postcoloniales,<br />

parece como si se siguiera jugando al mismo juego, de manera que los<br />

colonizadores siguen teniendo el control de cómo se categoriza a las «otras»<br />

poblaciones (es decir, las no blancas).<br />

Essays, Londres, New Left Books, 1969 [ed. cast.: Ideología y aparatos ideológicos de Estado, Buenos<br />

Aires, Nueva Visión Argentina, 2005].<br />

36 Michel Foucault, «The Order of Discourse», A Post-structuralist Reader, Londres, Routledge,<br />

1981 [ed. cast.: El orden del discurso, Barcelona, Tusquets Editores, 2004].<br />

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Trazar los espacios de la deslocalización 307<br />

Comunidades imaginarias y el mito de la autenticidad<br />

El término persona «china» es en sí problemático. Cuando se utiliza como<br />

una categoría unifi cadora fuerza una homogeneidad unilateral sobre la población<br />

china y fomenta el mito de la «autenticidad étnica». Los estereotipos<br />

dominantes racializados, tanto si se manifi estan como «inmigrante típico» o<br />

como «nativo auténtico», fomentan una identidad esencialista que ignora la<br />

materialidad de otros factores sociales como la clase, la etnicidad y la sexualidad<br />

(todos ellos negociados histórica y geográfi camente). En mi ejemplo de<br />

las mujeres chinas, cuando las animaba a hablar de sus amistades y sus estructuras<br />

de apoyo personal, solo una mujer admitió tener principalmente amigos<br />

chinos. Es interesante que las otras mujeres no solo hablaran de manera entrañable<br />

de sus amigos blancos sino que no mostraban ningún signo de que<br />

tuvieran amistades chinas cercanas en su localidad. Una mujer en particular<br />

describió cómo dependía enormemente de sus amigos blancos cuando sufría<br />

la pérdida de algún familiar y sin embargo, no recibía ningún apoyo emocional<br />

de su propia comunidad (sus amigos chinos). En términos de comunidad,<br />

tenía claro que formaba parte de la misma comunidad que sus amigos chinos,<br />

y se refería a sus amigos blancos como outsiders [extraños] (refl ejando así las<br />

formas de pensamiento dominantes). Sin embargo, si interpretáramos su testimonio<br />

de una forma no racializada y escucháramos su perspectiva como<br />

mujer que ha transgredido los límites raciales en su círculo de amistades, podríamos<br />

decir que en realidad sí recibió apoyo de su propia comunidad (es<br />

decir, mujeres recién casadas con niños pequeños en edad escolar). Aparte de<br />

su ascendencia común china, no tenía nada en común con sus amigos chinos<br />

a los que veía una vez a la semana. Las cosas en común que compartimos<br />

como mujeres no siempre están marcadas por la «raza». Otros componentes<br />

sociales como las experiencias compartidas del embarazo, de criar a los hij os,<br />

la maternidad, el matrimonio, los pensamientos políticos o religiosos y las<br />

formas de vida tienen tanta importancia como la «raza» en la construcción de<br />

las relaciones sociales y en nuestra situación social como mujeres.<br />

Solo al elegir otorgar privilegios a la racialización de mí misma y a la de<br />

los participantes en mi investigación, puedo decir que, como mujer china que<br />

investiga a otras mujeres chinas, compartimos la misma identidad y pertenecemos<br />

al mismo grupo. En el momento en el que admitimos la posibilidad de que<br />

existan otras categorías sociales simultáneas, la pertenencia al grupo se convierte<br />

continuamente en algo renegociable. Por ejemplo, como parte de mi trabajo<br />

de investigación, intenté acceder a un grupo de mujeres chinas de Hong Kong


308<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

para entrevistarlas y, cuando tuve el primer contacto por teléfono con la líder<br />

del grupo, me quedé consternada al descubrir que era reacia a que yo asistiera<br />

a las reuniones del grupo. Sin embargo, cuando me di cuenta de que no podía<br />

verme físicamente a través del teléfono y que había asumido por mi nombre<br />

anglicanizado y mi acento escocés local que era caucásica, me declaré específi<br />

camente como china. En ese momento su respuesta cambió radicalmente:<br />

«¡Oh! Si eres china, entonces eres más que bienvenida. Estaré encantada<br />

de verte el próximo martes». Estaba claro que ya que mi estatus como mujer<br />

china me proporcionaba el derecho inmediato de acceder a aquel grupo, en<br />

realidad no se me permitía pertenecer a tal grupo hasta que aceptara en secreto<br />

el mito de la autenticidad étnica y confesara mi «verdadera» identidad<br />

china. Dada la ausencia de indicadores visibles y conversacionales (mi color<br />

de piel y mis rasgos, y mi elección de lengua, acento y nombre) mi aparente<br />

identidad me permitía, de manera involuntaria, hacerme pasar por «blanca»<br />

y al mismo tiempo, la líder del grupo tenía la capacidad de decidir que yo no<br />

pertenecía a su grupo. La construcción propia de una realidad diferente por<br />

parte la otra mujer volvió a demostrar que había una subjetividad paralela y<br />

que nuestras subjetividades individuales eran igualmente dependientes de dos<br />

«realidades». Mientras que yo la estaba «otreizando» como un potencial sujeto<br />

de investigación, ella, por su parte, me estaba «otreizando» como una potencial<br />

intrusa en su grupo. Debido a nuestra situación específi ca dentro de la historia<br />

colonial británica, esta mujer china de Hong Kong tenía una composición étnica<br />

completamente diferente a la mía y, por lo tanto, nuestro origen chino, de manera<br />

aislada, no podía asumirse automáticamente como un rasgo común. Aún así,<br />

gracias a esta premisa pude acceder a un grupo del que de otra manera hubiera<br />

sido excluida. En este caso, ella había cambiado el límite imaginario que delimitaba<br />

el origen chino para dejarme entrar en el grupo. Desde ese momento,<br />

he visto trazarse muchas otras líneas imaginarias basadas en la sexualidad, la<br />

clase, la religión, la nacionalidad, la etnicidad y la política, y he sido continuamente<br />

excluida o incluida dependiendo de las circunstancias. 37<br />

37 En Ang-Lygate, «Walking from a dream of Chinese Shadows», Feminist and Psichology, vol. 6,<br />

núm. 1, pp. 56-60, 1996, debato cuestiones relacionadas con la standpoint methodology [metodología<br />

basada en la «teoría del punto de vista» que volvió a surgir entre la década de los setenta y<br />

ochenta como una teoría crítica feminista sobre las relaciones entre el conocimiento y las relaciones<br />

de poder, y también como una guía para mejorar los proyectos de investigación (Harding,<br />

«How Standpoint Methodology Informs Philosophy of Social Science», en Turner y Roth, The<br />

Blackwell Guide to the Philosophy of the Social Sciences, 2002) que surgen en el contexto de ser una<br />

mujer china que investiga a otras mujeres chinas. También es interesante cómo mi identidad<br />

nonya, visible principalmente por una falta de familiaridad con el lenguaje chino correcto, ha<br />

contribuido signifi cantemente a construir mi estatus de extranjera dentro de la comunidad local<br />

china. No puedo «pasar» por étnica cien por cien, sea lo que sea lo que esto signifi que.<br />

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Ser invisible no es un estado natural<br />

Trazar los espacios de la deslocalización 309<br />

El fracaso de reconocer la diversidad también esconde la realidad de que el color<br />

de piel «más claro que negro» puede darle a algunas mujeres que pertenecen<br />

a una minoría étnica la opción de integrarse y «pasar» por blancas. 38<br />

A su vez, este dudoso privilegio existe a expensas de permanecer «invisible,<br />

como un fantasma, sin identidad, sin comunidad, totalmente alienada<br />

[…] unida, pero totalmente sola y en los márgenes de nuestra sociedad». 39<br />

Todas las mujeres fi lipinas a las que entrevisté estaban casadas con caucásicos<br />

británicos y tenían hij os mestizos. Puede que no sea casual, pero en<br />

todos estos casos, dichas mujeres se identifi caban como cristianas o católicas<br />

practicantes. Aunque su color de piel las clasifi ca como «no blancas»<br />

y el passing 40 no pueda aplicarse en el sentido físico habitual, como puede<br />

ocurrir en el caso de sus hij os, me pregunto si la combinación del matrimonio<br />

dentro de una sociedad blanca, la adopción de nombres anglicanizados<br />

y su identifi cación activa con lo que se percibe como una religión<br />

occidental, les permite adoptar un estatus simbólico de blancas. Sospecho<br />

que estos factores han tenido una mayor importancia en la integración de<br />

estas mujeres en la vida británica que la fl uidez de su inglés o la familiaridad<br />

con la cultura británica. El passing depende de una serie de indicadores,<br />

visibles y conversacionales, y cuando los marcadores visibles como<br />

el color de piel, los nombres extranjeros o la vestimenta étnica se eliminan<br />

o se esconden, una persona que no es blanca puede pasar como parte de<br />

la «actual normatividad de la blancura». 41 En términos conversacionales,<br />

es lo que se oculta lo que permite «pasar por» y la identidad diaspórica<br />

se centra en una complicada subjetividad que negocia constantemente su<br />

manera de evitar la exposición y el posible rechazo.<br />

38 El fenómeno del cromatismo (que le atribuye mayor valor a las personas dentro de una misma<br />

raza sobre la base de la claridad de su color de piel) no se debate en este artículo, pero Virginia<br />

Harris, «Prison of Colour», en Featherton (ed.), Skin Deep: Women Writing on Colour, Culture and<br />

Identity, Freedom (Cal.), Crossing Press, 1994, critica esta forma de racismo interno.<br />

39 Quintanales, op. cit., 1983, pp. 153-154.<br />

40 Literalmente «pasar por». Término utilizado para referirse a las personas que siendo parte de<br />

un grupo racial intentan ser aceptadas en otro grupo racial diferente.<br />

41 J. Butler, Bodies That Matt er. On the Discursive Limits of «Sex», Nueva York, Rotledge, 1993, p. 170<br />

[ed cast.: Cuerpos que importan: sobre los límites materiales y discursivos del sexo, Barcelona, Paidós<br />

Ibérica, 2003].


310<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

Algunas formas de otredad se consideran apropiadas y son toleradas porque<br />

apoyan y perpetúan relaciones desiguales de poder, por ejemplo, cuando la<br />

«autenticidad» está delimitada y controlada por un discurso occidental dominante.<br />

Pero cuando se articulan otras formas de otredad que rompen los<br />

límites de los cercos identitarios dominantes ya defi nidos, éstas son percibidas<br />

como subversivas y por lo tanto, son rechazadas o reprimidas. Trinh habla<br />

de las «Otras inapropiables / inapropiadas» que se oponen a las defi niciones<br />

de su otredad por Otros e insisten en defi nir la diferencia desde sus propias<br />

perspectivas. 42 Por ejemplo, Maxine Hong Kingston rompió el silencio y empezó<br />

a desmantelar los estereotipos populares de las mujeres chinas cuando<br />

retrató las identidades fracturadas y las consciencias fragmentadas como<br />

parte de sus propias experiencias como hij a de una mujer inmigrante nacida<br />

en Estados Unidos. 43 Su libro se convirtió en un best-seller en numerosas ocasiones<br />

y aún así, aunque cada vez más y más mujeres chinas como Kingston<br />

han empezado desde entonces a escribir acerca de sus propias experiencias<br />

de la diáspora y sobre su localización específi ca y su negociación dentro de la<br />

sociedad occidental, el hecho es que, todavía, estas declaraciones sólo pueden<br />

tolerarse en la fi cción pero no como parte de la realidad cotidiana. Desafortunadamente,<br />

aunque el concepto de la «Otra inapropiable / inapropiada» no<br />

es sólo un constructo fi cticio, y estas mujeres son parte de la experiencia de la<br />

diáspora, estas realidades son, en su mayor parte, invisibles.<br />

Muchas de las mujeres inmigrantes a las que entrevisté hablaban de su<br />

necesidad de ajustarse a las normas sociales (como madres, esposas o hij as)<br />

como una forma de «supervivencia» y contaban que tenían que silenciar los<br />

rasgos de sus identidades que, antes de que inmigraran, expresaban libremente,<br />

para así poder encajar en la sociedad. Por ejemplo, para las mujeres<br />

chinas es costumbre mantener su apellido al casarse, sin embargo, la sociedad<br />

británica presupone que las mujeres (especialmente las chinas, quienes<br />

son vistas como mujeres sumisas) adopten el apellido de sus maridos. Así,<br />

algunas mujeres chinas que quieren evitar el «estigma» de la cohabitación<br />

que implica tener un apellido diferente al de su marido, sienten la necesidad<br />

de ajustarse a las costumbres occidentales y de abandonar el suyo propio. 44<br />

42 Trinh, When The Moon Waxes Red…, op. cit., 1991, p. 74.<br />

43 Maxine Hong Kingston, The Warrior Women: Memoirs of a Girlhood Amongst Ghost, Londres, Pan<br />

Book, 1981.<br />

44 Cada vez es más aceptable en la sociedad británica que las mujeres mantengan su apellido<br />

incluso después del matrimonio, pero si no existen instrucciones específi cas al respecto, las instituciones<br />

educativas, legas y fi nancieras todavía asumen que una mujer casada abandona su<br />

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Trazar los espacios de la deslocalización 311<br />

Otro ejemplo de este tipo es el hecho de adoptar nombres anglicanizados.<br />

Como yo, más del noventa por ciento de las mujeres a las que entrevisté tenían<br />

nombres anglicanizados, bien porque se los habían puesto, bien porque<br />

los habían adoptado ellas mismas; por lo tanto, no utilizaban sus nombres<br />

chinos. Además, en el caso de mujeres casadas con hombres caucásicos y que<br />

también han adoptado sus apellidos, esta invisibilidad es incluso más insidiosa,<br />

ya que se esconden detrás de nombres como Anne McDonald, Julie Mac-<br />

Nabb o Michelle Lawson. 45 Las prácticas de nombramiento eurocéntrico nos<br />

hacen invisibles entre nosotras, robándonos las identidades que teníamos antes<br />

de inmigrar, limitando así las posibilidades de reconocernos mutuamente,<br />

así como de afi rmar y ratifi car nuestras identidades diaspóricas.<br />

La asimilación basada en el passing no es sólo una experiencia muy costosa<br />

a nivel físico sino también una experiencia agotadora puesto que depende<br />

de la constante negociación de qué respuesta se necesita, averiguando lo que<br />

es apropiado y reprimiendo lo inapropiado. Tanto si se practica conscientemente<br />

como si no, la asimilación basada en el passing es una experiencia de<br />

la diáspora que aún queda por explorar desde una perspectiva feminista. En<br />

el caso particular de las mujeres chinas y fi lipinas de la diáspora exiliadas de<br />

su cultura de «origen», la dimensión espiritual de las pérdidas psicológicas<br />

y de las separaciones se convierte en un factor sólido en la constitución de<br />

su construcción social. La ausencia de estructuras de apoyo familiar locales<br />

y su dependencia del marido, no solo a nivel económico sino también en<br />

relación con su estatus de inmigrante, son factores extremadamente importantes<br />

a la hora de asegurar la conformidad. Pero es esta «re-dislocación»<br />

física, junto con el estatus de extranjera-nativa y su polifónica «consciencia<br />

oposicional», la que en realidad desafía la idoneidad y la adecuación de las<br />

formas actuales de conceptualizar las identidades y las subjetividades dispóricas.<br />

46 Es necesario que se llenen los espacios silenciados, o como señala<br />

Mitsuye Yamada: «Tenemos que alzar la voz un poco más, incluso si como<br />

ellos dicen: ”Es impropio de ti”». 47 Reconocer fi nalmente nuestra propia invisibilidad<br />

es estar al fi n en el camino hacia la visibilidad. La invisibilidad<br />

no es un estado natural para nadie.<br />

propio apellido en favor del de su marido.<br />

45 Por motivos de confi dencialidad, estos nombres son pseudónimos.<br />

46 Chela Sandoval, citada en Kaplan, «Desterritorializations: The Rewriting of Home and Exile in<br />

Western Feminist Discourse», Cultural Critique, núm. 6, 1987, p. 187.<br />

47 Mitsuye Yamada, «Invisibility is an Unnatural Disaster: Refl ections of an Asian American


312<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

Refl exiones fi nales: más allá de la «corrección»<br />

A veces la adopción indiscriminada del lenguaje «políticamente correcto» cierra<br />

formas de pensamiento en vez de abrirlas a las posibilidades de entendimiento<br />

de las diferentes experiencias de las mujeres. Por lo tanto, términos<br />

como «negra», negra o negra deben utilizarse con cuidado, no solo por razones<br />

de corrección y estrategia política, sino también para permitirnos apreciar<br />

la complejidad y los aspectos multidimensionales de las identidades de<br />

las mujeres. Más importante aún, al utilizarlos, no debemos perder de vista<br />

nuestro objetivo de trabajar conjuntamente hacia la transformación social (satisfacer<br />

las necesidades de las mujeres). Me gustaría pensar que la capacidad<br />

para tratar con la diferencia está en el centro de la supervivencia del feminismo<br />

como movimiento de cambio social. Al mantener el término «mujeres», ya no<br />

insistimos en una homogeneidad universal basada en el género, ya que estamos<br />

aprendiendo a reconocer las diferencias y la diversidad en otros aspectos sociales<br />

como la clase, la «raza», la sexualidad, la nacionalidad o las capacidades. La<br />

solidaridad entre todas las mujeres es un ideal utópico y siempre que lo siga<br />

siendo, será estratégico para nosotras continuar luchando juntas como «mujeres».<br />

Pero ésta ya no es una estrategia espontánea, es decir, tenemos el espacio<br />

para poder examinar las complejidades y contradicciones sin perder de vista<br />

los ideales feministas de hermandad, justicia social y liberación de la opresión.<br />

Del mismo modo, considero que es el momento de que la identidad «negra»<br />

se desenmascare de igual forma como una estrategia útil, pero nada más.<br />

Como una forma de esencialismo estratégico que tiene el poder de movilizar a<br />

las personas, pero también como una estrategia que no debe confundirse con<br />

el esencialismo sustancial que reprime las expresiones de pluralidad. 48 Se ha<br />

malgastado mucho esfuerzo en el control ideológico a expensas de desatender<br />

el compromiso feminista de salir de las formas de vida opresivas. A la hora de<br />

sugerir un camino que fuera más allá de los juegos IDPOL, Judith Butler presenta<br />

una estrategia adicional de repetición subversiva que interrumpe los procesos<br />

que defi nen y fomentan el posicionamiento identitario una y otra vez. 49 Aunque<br />

las observaciones de Butler se hicieron principalmente dentro del contexto de la<br />

Woman», en This Bridge Called My Back…, op. cit., 1983, p. 40.<br />

48 Spivak, «In a Word: Interview», en Outside in the Teaching Maching, op. cit., 1993.<br />

49 Judith Butler, Gender Trouble: Feminism and the Subvertion of Identity, Londres, Routledge, 1990 [ed.<br />

cast.: El género en disputa: el feminismo y la subversión de la identidad, Barcelona, Paidós Ibérica, 2007].<br />

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Trazar los espacios de la deslocalización 313<br />

identidad de género y la teoría queer, también pueden aplicarse a este contexto,<br />

estableciendo los términos políticos a través de los cuales se articula la identidad<br />

diaspórica. A su vez, bell hooks reclama la práctica y el fomento de una<br />

«negritud postmoderna» que desafíe los paradigmas coloniales de la identidad<br />

«negra» (identidad unidimensional que refuerza la supremacía blanca)<br />

y rechace las nociones de «autenticidad». 50 Aunque este hecho nos obliga a<br />

«volver a articular las bases de los vínculos colectivos», también hace posible<br />

el reconocimiento de las múltiples experiencias de la diáspora. O como señalan<br />

Sneja Gunew y Anna Yeatman: «Los días de solidaridad excluyente como<br />

una estrategia irrefl exiva hace mucho que pasaron […] es necesario recalcar<br />

los peligros inherentes de determinados métodos para hacer hueco a la diferencia<br />

[…] tenemos que permanecer alerta ante sus operaciones». 51<br />

Al comienzo de este texto, Trinh señalaba que «la Luna nueva […] no<br />

puede verse de ninguna manera». 52 Pero, la mitad oscura que mira a la Tierra<br />

no es un estado antinatural de la Luna, y el hecho de que esta parte<br />

oculta no pueda verse desde la Tierra solo nos recuerda que esto ocurre<br />

únicamente desde la perspectiva de la Tierra. Los territorios inexplorados<br />

de la deslocalización son como la Luna «nueva», no son nuevos, y son desconocidos<br />

únicamente porque no se pueden ver desde la perspectiva del<br />

discurso dominante (feminista incluido). Las realidades y las experiencias<br />

de la inmigración de muchas mujeres chinas y fi lipinas de la diáspora no<br />

han sido refl ejadas durante mucho tiempo porque la otredad inapropiable<br />

en la que insisten ilustra la pobreza de las categorizaciones basadas en defi -<br />

niciones neocolonialistas. Lo interesante del relato de Namjoshi de la burra<br />

azul es que al fi nal de la historia, los habitantes del pueblo que pensaban<br />

que las burras blancas eran mejores que las azules, y que ahora supuestamente<br />

aceptaban a la burra tal y como era, seguían jugando al juego de los<br />

colores (le traían fl ores azules). Yo creo que la burra hubiera preferido que le<br />

trajeran zanahorias, del color que fueran.<br />

50 bell hooks, «Postmodern Blackness», en Yearning: Race, Gender and Cultural Politics, Boston,<br />

(Mass.), South End Press, 1991, p. 29.<br />

51 Sneja Gunew y Anna Yeatman, Feminism and the Politics of Diff erence, St. Leonard (NSW), 1993,<br />

p. xxiv.<br />

52 Trinh, op. cit., 1991.


314<br />

Agradecimientos<br />

<strong>Feminismos</strong> <strong>negros</strong><br />

La autora quiere dar las gracias a Shirley Geok-lin Lim y a Stevi Jackson por<br />

su apoyo.<br />

se permite la copia ©


htt p://trafi cantes.net>>editorial@trafi cantes.net<br />

19. Estudios postcoloniales. Ensayos fundamentales<br />

Dipesh Chakrabarty, Achille Mbembe, Robert Young, Nirmal Puwar,<br />

Sandro Mezzadra, Federico Rahola, Gayatri Spivak, Chandra Talpade Mohanty ...<br />

288 pp., 22 euros.<br />

20. Producción cultural y prácticas instituyentes<br />

Líneas de ruptura en la crítica institucional<br />

transform<br />

245 pp., 15 euros.<br />

21. Postmetrópolis<br />

Estudios críticos sobre las ciudades y las regiones<br />

Edward S. Soja<br />

594 pp., 35 euros.<br />

22. Mil maquinas<br />

Breve fi losofía de las máquinas como movimiento social<br />

Gerald Raunig<br />

126 pp., 10 euros.<br />

23. Deseo (y) libertad<br />

Una investigación sobre los presupuestos de la acción colectiva<br />

Montserrat Galcerán<br />

208 pp., 14 euros.<br />

24. Código 2.0<br />

Lawrence Lessig<br />

568 pp., 26 euros.<br />

25. Movilización global<br />

Breve tratado para atacar la realidad<br />

Santiago López Petit<br />

148 pp., 12 euros.<br />

26. Entre el ser y el poder<br />

Una apuesta por el querer vivir<br />

Santiago López Petit<br />

280 pp., 16 euros.<br />

27. La gran crisis de la economía global<br />

Mercados fi nancieros, luchas sociales y nuevas escenarios políticos<br />

A. Fumagalli, S. Lucarelli, C. Marazzi, A. Negri y C. Vercellone<br />

182 pp., 14 euros.<br />

mapas


28. La Universidad en confl icto<br />

Capturas y fugas en el mercado global del saber<br />

Edu-Factory y Universidad Nómada (comps.)<br />

164 pp., 10 euros.<br />

29. Bioeconomía y capitalismo cognitivo<br />

Hacia un nuevo paradigma de acumulación<br />

Andrea Fumagalli<br />

342 pp., 25 euros.<br />

30. Cartografías de la diáspora<br />

Identidades en cuestión<br />

Avtar Brah<br />

297 pp., 22 euros.<br />

31. La abeja y el economista<br />

Yann Moulier Boutang<br />

297 pp., 22 euros.<br />

32. Mundo Braz. El devenir-mundo de Brasil y el devenir-Brasil del mundo<br />

Giuseppe Cocco<br />

254 pp., 17 euros.<br />

1. A la deriva por los circuitos de la precariedad femenina<br />

Precarias a la deriva<br />

274 pp., 12 euros.<br />

2. Nociones comunes. Experiencias y ensayos entre investigación y militancia<br />

Derive Approdi, Posse, Colectivo Situaciones, Colectivo Sin Ticket, Grupo 116...<br />

280 pp., 12 euros.<br />

3. La empresa total<br />

Renato Curzio<br />

114 pp., 10,8 euros.<br />

4. Madrid. ¿La suma de todos? Globalización, territorio, desigualdad<br />

Observatorio Metropolitano<br />

704 pp., 24 euros.<br />

5. Barómetro social de España<br />

Colectivo Ioé<br />

472 pp., 25 euros.<br />

útiles


6. Innovación en cultura<br />

Yproductions<br />

222 pp., 14 euros<br />

7. ¿Por nuestra salud? La privatización de los servicios sanitarios<br />

CAS Madrid (Comps.)<br />

166 pp., 12 euros.<br />

8. Micropolíticas de los grupos. Para una ecología de las prácticas colectivas<br />

David Vercauteren, Olivier «Mouss» Crabbé, Thierry Müller<br />

284 pp., 12 euros.<br />

9. Fin de ciclo. Financiarización, territorio y sociedad de propietarios en la<br />

onda larga del capitalismo hispano (1959-2010)<br />

Isidro López Hernández y Emmanuel Rodríguez López<br />

506 pp., 24 euros.<br />

10. Emprendizajes en cultura. Discursos, instituciones y contradicciones de la<br />

empresarialidad cultural<br />

Jaron Rowan<br />

191 pp., 14 euros<br />

11. Confl icto y reforma en la educación (1986-2010) Los años decisivos: de la rebelión estudiantil<br />

a las consecuencias de la LOGSE<br />

Jose Ramón Rodríguez Prada<br />

176 pp., 12 euros<br />

12. Spanish Neocon<br />

Observatorio Metropolitano<br />

216 pp., 12 euros<br />

13. Tratado para radicales. Manual para revolucionarios pragmáticos<br />

Saul Alinsky<br />

206 pp., 15 euros

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