Don Juan

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sus redes alrededor de estos dos jóvenes. Ladulce Adelina era, en medio de la zumboneríade este mundo, un espejo de belleza, cuyos encantosdaban que hablar a todos los hombres yhacían callar a todas las mujeres. Esto últimofue tenido por un milagro, que desde aquellosdías no ha vuelto a repetirse. Casta, hasta elpunto de desesperar a la maledicencia; esposade un hombre a quien había amado con todo sucorazón, hombre muy conocido en los círculospolíticos: frío, imperturbable, franco, comobuen inglés, bastante inclinado a obrar con caloren determinadas circunstancias y tan orgullosode sí mismo como de su encantadora mujer.El mundo no tenía nada que decir en contrade ellos, y ambos parecían vivir en la más perfectatranquilidad: ella en su virtud y él en sualtanería.El acaso hizo que determinadas gestionesdiplomáticas reunieran muchas veces a don<strong>Juan</strong> y al esposo de milady. Aunque éste fuera
eservado, la juventud, la gracia y el talento denuestro héroe hicieron mella en su espíritu,inspirándole una estimación que acaba casisiempre por hacer buenos amigos a los hombres,según las reglas de la buena crianza. Comolos dos eran iguales en nacimiento, posiciónsocial y fortuna, no podían, uno a otro, reclamarsedistinción alguna que los diferenciara,aunque milord creyera que le llevaba algunaventaja por los añs y por la patria. El hecho esque su amistad se hizo de día en día más íntimay que don <strong>Juan</strong> acabó por ser siempre huéspedbien venido y aun deseado en casa de lord Enrique.Es muy cierto que las mujeres se hallanmás seguras de su propia virtud entre una muchedumbrede fatuos aspirantes a su desapariciónque ante uno solo. El palacio de lord Enrique,repleto de ellos, podía representar en talsentido la más perfecta de las garantías, pero laverdad es que Adelina no tenía la menor nece-
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Don JuanObra reproducida sin respon
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como los reyes de Banque, corriendo
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linda amante, en algún paraje deli
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en todas las perfecciones posibles
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hecho desterrar de su Paraíso, por
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Gran pecado es casar a las doncella
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sino la propia muerte afectiva sea
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entereza tan sublime que todo el mu
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de contrariedades, especialmente cu
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manos ninguna obra literaria que a
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da buena armonía. Pero protesto co
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amoroso casamiento renovó la raza
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Estaba casada hacía ya algún tiem
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Nunca he podido adivinar por qué J
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que ella no contaba entonces sino p
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esultaban ser más apreciables. Has
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a don Juan, comprendió doña Julia
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que (para seguir fielmente las idea
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cuales la mayor parte de ellos se a
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en modo alguno a su hijo por medio
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no se le hubiese presentado a Julia
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solitaria, que hermosea toda la nat
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Hay licencias poéticas. Mi licenci
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quean a lo lejos como si cubriesen
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venir a turbar el sueño de una mal
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Dona Julia recuperó al fin su voz,
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—Sí, sí; buscad, buscad bien, a
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por mi amor (a fuerza de beber)? ¿
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o que, puesto que habéis manchado
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ces labios temblaban de agitación;
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Job. Intentó hablar, pero la adver
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parece necesario que haya de ocupar
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al menos hubiera sido por un hermos
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loradas, y nosotros las creemos. Es
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la huida, lo cierto es que en el pa
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tas inglesas, sin omitir cosa algun
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argo. En adelante, no ostento ning
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orrarla"..."Mi corazón ha sido tod
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libros. Cada uno de ellos comprende
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tretuvo en romper la caja que guard
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ficación al mozo. ¿A quién estab
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Mas don Juan no llegó a Cádiz, si
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uque no pareció volver a su posici
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ciones, prometiendo cirios a los sa
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dia... Casi todos los viajeros pere
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tormenta, sus pobres cuerpos no ten
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amó un bálsamo reparador sobre su
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médico. Este fue menos digno, pues
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Aún existían algunos restos del p
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sesperación los había extenuado y
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su jugosa y encendida boca quisiera
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oro y las piedras preciosas brillab
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en el interior de la gruta. El bien
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Don Juan no pudo comprender una sol
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Todos los días, al rayar la aurora
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los verdaderos placeres es necesari
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¡Lluvia benéfica que reanimas nue
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la isla. Hallarían una gruta de in
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mo una paloma inocente; y, no habie
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carse. Allí, en medio de la arenos
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¡Ay!, el amor es para las mujeres
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pleitear, por ellos y por mí, acer
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parece, no amaron ni la primera vez
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esaltaban a la luz del sol las blan
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questa invisible, y aun otros danza
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vuelve... "Nuestra ama... O mejor d
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les unía. El viejo navegante, que
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los mortales, pero especialmente se
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hallaba extendido Juan, sin vida, p
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la mirada de él manifestaba total
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aposento unos veinte piratas armado
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derrama allí su perfumado tesoro y
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Ninguna triste señal la indicaba.
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guna piedra lo señala, ninguna ley
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fueron aquéllas las horas más ama
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ién nuestras amables bailarínas:
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los Dardanelos, y para pasar la Sub
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llada del trance y de la firmeza de
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aunque la gloria no sea más que hu
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go de chapete, la plaza abigarrada
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—He servido algún tiempo en el e
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vuestro firmamento, pero todos los
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en los que parecía estudiar deteni
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vanidad de poseer una inteligencia
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—Sí —replicó el otro—, pero
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dad por los cautivos. Siguieron des
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a propicio a los disfraces, y recha
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ticipadamente el paraíso del Profe
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—Si pudierais probar, tan solo, a
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posible que os describiera y detall
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Miró la dama a Juan de pies a cabe
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fue todo. Si vosotros me preguntái
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gaba, dado el carácter del Sultán
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el orgullo, pero deseoso de salvar
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Su rabia no duró más que un minut
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—Esposa del Sol y hermana de la L
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aunque embarazosa, no es de las má
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Y volvamos al poema. La Sultana deb
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prevista, y todas las camas están
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Tal habitación era el dormitorio c
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a un sueño grato, y suponemos que
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que obscuro, lleno, sin embargo, de
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Al oír esto, brillaron los ojos de
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que, sin embargo, lo aborrecía. Cu
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Baba se estremeció y pareció duda
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Page 221 and 222: —Y ese joven, ¿qué puede hacer?
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Page 265: semejante designio. Por cierto que
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Page 281 and 282: talles de sílfidos. Separábanse t
Page 283 and 284: a de él, comenzó a atraparle con
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Page 291 and 292: Como Adelina no era un juez muy pro
Page 293 and 294: porque daba la casualidad de que ya
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Page 303 and 304: e sus tumbas. Cuando les nace un hi
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