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LA ENFERMEDAD DEL BESOatención. Después de haber hecho el amor supeque no era ni siquiera un hombre, pero su fuerza lanecesitaba y cada día lo hice mío. Una noche ledije que yo no lo quería, pidió un poco más de tiempoy se hizo todo sonrisas. Fue entonces cuandonoté que no sabía sonreír. Estoy alerta en mí con lacicuta, me dijo mientras tejía mi cintura llenándolade besos. Pobre Ricardo, era una estatua y queríaser Dios. Soy el alba tal vez, la mueca de unacatedral que rechaza la sombra en sus tejados, decíay yo no sé, para mí fue la nostalgia de un amorque pudo ser bueno y se hizo de fracasos. Y sentímiedo, porque su rebeldía no causó más que dañosen su fiebre de ser mío. Huir, siempre el escape, eljuego a los escondidos donde yo era la presa, consu insoportable sonrisa persiguiéndome hasta elcansancio. De bien nacido me quedan las auroras,esta lanza. Ricardo era un camino, los caminos quedejan los cuadros en la luz.Mi Juan era distinto, hecho de flor y mansedumbre.No puedo comprender que con él llegarael odio. Qué decir, me queda tanto por decir, peroél no dijo voy sino jamás, pero no dijo nunca sinoestoy. Qué decir: te necesito, yo soy tuya, por favor.Mi Juan sabía que faltaba mucho por decir ydijo: purísimo naranjo, tambor de cáscara rojiza,allá voy. Y yo en la angustia de la espera, tejiendosimplemente una ilusión marcada por los astros. Mipequeño lejos, mi pequeño ausente, mi pequeño55

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