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revista-7-salto-al-reverso4

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S<strong>al</strong>toEL PECADO DE MILAGROSReyn<strong>al</strong>do R. Alegríareyn<strong>al</strong>do<strong>al</strong>egria.wordpress.com14Hurgó, una vez más, en el cajón en quesu madre había guardado los recuerdosde su niñez. Entre diplomas escolares,certificados, cintas, envolturas de reg<strong>al</strong>os,tarjetas de cumpleaños y med<strong>al</strong>lasde todo tipo, había una selección decuadernos que usó en diversas etapas desu vida, organizadas, más que por fechas,por tipo de letras: de la f<strong>al</strong>ta de dominio <strong>al</strong>control absoluto del lápiz sobre el papel.En tiempos de dudas y tribulaciones,recurría siempre a ese depósito comoqueriendo encontrar en un solo lugary de una sola vez, una sola respuestaa todas las preguntas. Ahora que latentación la abrasaba con un consumoardiente de ganas sobre aquel hombre,que no era el suyo, trataba de recordarlas lecciones aprendidas. Desbridandolo correcto de lo imprudente.En un sobre tipo manila de color amarillodesgastado, la madre había escrito“Catecismo”. Adentro estaba el cuaderno,el certificado de Primera Comunión, elde Confirmación y el libro. Recordó surutina. Tenía siete años. Cada sábadoa las nueve de la mañana su madre ladejaba en el s<strong>al</strong>ón parroqui<strong>al</strong>. Cada niñotenía una copia del Catecismo Católico dela Editori<strong>al</strong> Herder de Barcelona, edición1968. Era un libro sencillo enrústica, de cartón, sin solapas, conun dibujo color verde sobre cremaen la portada representando a Jesús, sinbarbas ni bigote, con una aureola detrásde su cabeza, sentado con un libro sobresu mano izquierda. En la guarda anterior,t<strong>al</strong> como se le había exigido, ella habíaescrito su nombre precedido por el signode una cruz: †Milagros.La primera anotación en el cuaderno erasobre el pecado. Hay cosas que despuésque pasan nada puede ser igu<strong>al</strong> y asíhabía pasado con aquella lección quesu maestra de Catecismo, la MadreRosaura, les había enseñado. Añosdespués, cuando por primera vez tiró<strong>al</strong> arco y la flecha en un campamentode las Niñas Escuchas, la recordaríaperfectamente. La Madre le explicó a losniños que para los griegos y los hebreosla p<strong>al</strong>abra pecado significaba errar enla meta, no dar en el blanco. Para losgriegos era como el lancero que errabaen el blanco, hamartia, decía la Madre yasí ella lo había escrito en su cuaderno.—Pecas si no cumples con la meta.—No entiendo, Madre.—A ver, hija. Te doy un ejemplo, especado tomar lo que no es de uno. ¿Tegustaría comerte el caramelo que tieneFrancisco sobre su pupitre?

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