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revista-7-salto-al-reverso4

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Reversomelbag123melbag123.wordpress.comENFERMO DE AMORTodo parecía un hechizo. Cuando Daniella vio entrar <strong>al</strong> s<strong>al</strong>ón de clases con suspiernas largas y su figura esbelta nopodía dejar de mirarla. Ella era comouna deidad. La observaba y no habíanada m<strong>al</strong> hecho en ella. Era el culto a laperfección. Un aura aromática la bañabacon un olor a rosas de Alejandría y él nopodía hacer otra cosa más que rendirseante el espectáculo de su presencia. Ell<strong>al</strong>o miró. No solo lo miró, también le sonrióy se sentó <strong>al</strong> lado suyo. Parecía que losdioses se habían puesto de acuerdo ensu favor. Enseguida buscó la forma deacercarse a ella cuando la vio buscandoen su bolso.—Perdóname, ¿necesitas <strong>al</strong>go? —preguntó Daniel.—Sí. Busco un bolígrafo. El mío se mequedó sobre la mesa —respondió ellasin dejar de buscar.—No te preocupes. Yo tengo unoadicion<strong>al</strong> —dijo él entregándole el únicoque tenía—. Yo me llamo Daniel. ¿Cómote llamas?—Me llamo Ana —contestó mirándolofijamente con aquellos ojos inmensosque él comenzaba a adorar. Luego dibujóuna amplia y sincera sonrisa—. Eres muyamable.Desde ese día Daniel la amó. No habíaun segundo que no pensara en ella. Éladmiraba su inteligencia y sabía quehacían una pareja envidiable. Eraninseparables. Los dos competían por lasmejores c<strong>al</strong>ificaciones y se graduaríanmagna cum laude. Incluso ya se leshabían acercado <strong>al</strong>gunas empresaspara ofrecerles empleo. Todo pintabade maravilla para la vida que pronto leesperaba <strong>al</strong> lado de la muchacha máslinda de la universidad. Se casarían tanpronto terminaran de estudiar.—¿Cómo es que esto le sucedió a mihijo, licenciado? —preguntó la madrede Daniel desesperada mientras veía <strong>al</strong><strong>al</strong>guacil que se llevaba a su hijo para seringresado en el pen<strong>al</strong>.—Su hijo estaba enfermo de amor,señora. La muchacha era su amiga yél en su mente se hizo la idea de queella le reciprocaba su amor. Él no pudosoportar verla con otro.50

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