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revista-7-salto-al-reverso4

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Reverso46Cada vez que David se le acercaba,intentaba mirarle fijamente a los ojosy, cu<strong>al</strong> detective, descubrir en su rostrouna pista de su vida fuera de aquellosencuentros. Pero con aquella miradaparecía conseguir solo asustar a «elvisitante» quien pretendía no notar lamirada y se apuraba a abandonar lahabitación.«Si David pudiese percibir el reprochequizás me consolaría con un beso»,pensaba. Fue la idea de ese beso laque más <strong>al</strong>imentó su obsesión por «elvisitante». Imaginaba que el acto debesar podía infundirle una vit<strong>al</strong>idadperdida hace mucho tiempo. Concluyóque el beso no era ya un deseo sino unanecesidad.Se volvió imperativo conocer ciertainformación sobre la vida de «elvisitante»: su estado civil, susinclinaciones, sus creencias, incluso suspreferencias políticas podrían haberleayudado a encontrar las respuestas quenecesitaba. Era en la ausencia de esteconocimiento que se revelaba lo trágicode su situación. Y esta comprensión diopaso a una depresión carente de signos:no hubo lágrimas, ni reducción de susactividades cotidianas, ni disminución delsueño. Nadie, excepto David, notó <strong>al</strong>gunadiferencia. Pero este solo se percató deaquellos ojos espeluznantes en la cara dec<strong>al</strong>avera y descartó la posibilidadde que esas miradas tuviesen<strong>al</strong>guna intención comunicativa.En aquella última mañana, David entróen la habitación con el uniforme azulque dejaba ver la ancha esp<strong>al</strong>da, losduros glúteos, y esos brazos musculososde piel oscura y tatuajes en tinta negra.Le dio unas p<strong>al</strong>maditas en la cabezacon un gesto casi patern<strong>al</strong> y por elloinsoportable. Quiso rechazar aquellossentimientos de protección que veíasurgir en «el visitante» y demandarle,en cambio, la pasión anim<strong>al</strong> de la que loimaginaba capaz.Intentó hacer un reproche pero no tení<strong>al</strong>a suficiente energía ni siquiera paraformar la frase en su mente. Un sonidogutur<strong>al</strong> quedó atrapado en su garganta.Era cuestión de un esfuerzo más paraque el sonido dejase de obstaculizar elaire que debía llegar a sus pulmones. Eraun tema de enfocar cu<strong>al</strong>quier atisbo deenergía. Con el fin de lograr la hazaña, serecordó a sí mismo que era una acciónque había logrado varías veces antes;un solo sonido era difícil pero posible.Entonces lo logró: desatascó su gargantacon mucho esfuerzo.Fue un sonido de voc<strong>al</strong> cerrada. Despuésde producirlo sus labios dejaronentrever una pequeña abertura. Losojos permanecieron cerrados —estadoen el que habían sido colocados parapermitir mayor concentración—, elcuerpo estaba inmóvil. Pero ese sonidofue suficiente para atraer la atención de«el visitante», quien inmediatamente seacercó y re<strong>al</strong>izó una pregunta rutinaria

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