IDA Y VU<strong>EL</strong>TAImagen del campo de Büchenwald. Foto: ReutersHilos cortadosPor Antonio Muñoz MolinaAPESAR D<strong>EL</strong> LIGERO temblor y de latorpeza que ha ido adquiriendosu mano derecha con el paso delos años Ernest Michel todavíaconserva una letra excelente. La usa paraescribir despacio y con claridad, sobre cartulinasrayadas, palabras clave que le serviránpara despertar recuerdos, o para asegurarsede que la mente no se le queda enblanco inesperadamente, delante de unpúblico que atiende en un silencio sobrecogidoa su historia. A los 86 años, ErnestMichel continúa viajando a casi cualquierparte donde lo llaman para dar testimoniosobre sus años de cautiverio en Auschwitz,pero se ha dado cuenta de que la memoriase le está debilitando, igual que la calidadde su caligrafía. Puede revivir sin ningunadificultad escenas sucedidas en el campode exterminio hace más de sesenta años,recordar palabras, conversaciones enteras,pero en la memoria del presente se leabren cada vez más espacios en blanco. Envez de la tentación de capitular lo que sientees una urgencia todavía más acusada deseguir contando, y por ese motivo escribecosas en las fichas de cartulina y las llevaconsigo, para asegurarse de que el olvidode lo más próximo no le borra el acceso atantos recuerdos exactos y lejanos. Y elmismo acto de escribir es ya una invocación,porque fue la caligrafía lo que le permitiósobrevivir a Ernest Michel: agotado,enfermo, muy cerca de la muerte, levantóel brazo cuando en una formación alguiensolicitó un voluntario que tuviera buenaletra. Él la tenía excelente: se había adiestradocomo calígrafo antes de la guerra. Lodestinaron a la enfermería, a redactar certificadosde defunción y listas de los prisionerosque eran enviados a las cámaras degas. Trabajar sin mucho esfuerzo físico bajotechado y no a la intemperie del campomultiplicaba la posibilidad de sobrevivir,explicó Primo Levi. Copiando con su letraimpecable los nombres de los muertos ErnestMichel se salvó de ser uno de ellos:ahora escribe todavía, cada vez más despacio,la letra agrandada y más bien torpe, yel hilo de la tinta es tan obstinado y tanfrágil como el del recuerdo, y no tardarámucho en quedar interrumpido.Lo ha dicho Jorge Semprún, en su discursode hace unas semanas en la explanadainvernal de Büchenwald, donde elviento frío agitaba las banderas y los mechonesblancos de los últimos prisioneros,65 años después de la liberación del campo:uno por uno los testigos se extinguen,y dentro de poco la tarea del recuerdo corresponderáa otra generación. No es laprimera vez que Semprún reflexiona enpúblico sobre ese tránsito de la memoriaviva a la gradual vaguedad y abstracciónde lo histórico, pero sí la primera vez quelo expresa con tan desolada inmediatez,en primera persona: dentro de cinco años,dice, cuando se repita esa ceremonia, él yano estará.Semprún confía en los escritores de ficcióncomo depositarios de ese legado derecuerdos. Yo no estoy seguro de que laficción tenga mucha utilidad a la hora demantener presente lo que no debe olvidarse.Por respeto al sufrimiento de tantosmillones de seres humanos, la libertad deinventar ha de estar separada por una fronterabien visible de las narraciones rigurosasde lo sucedido. Y en un mundo en elque hay tan poco espacio público para elconocimiento de los hechos históricos,tan poca idea del lugar relativo del presenteen una secuencia temporal muyanterior a nuestras vidas, la ficción puedeservir sobre todo para banalizar y sentimentalizarel espanto, para hacerlo digeribley al mismo tiempo confinarlo en unadistancia tranquilizadora, “de época”.No hay ficción que esté a la altura delfulgor seco de los hechos. No hay ningunanecesidad de inventar cuando todavía quedatanto por saber, y sólo el conocimientolo más exacto posible concede alguna medidade restitución. El que ha vivido cuentalo que ha visto. A quienes escuchan lescorresponde la tarea de prestar atención yaprender lo más posible, para que el olvidono pueda absolver a los verdugos. Yopienso con remordimiento en tantas personasde las que pude haber aprendido y alas que no pregunté, por descuido, porindiferencia, por creer que estarían siempredisponibles. Cuánto pudimos y debimospreguntar cuando aún había tiempo,cuando estaban lúcidas y en plenitud defacultades personas que habían vivido laRepública, la guerra, la Resistencia enFrancia, los campos de concentración alemanes,la negra posguerra española: cuántashistorias como las que no ha dejadonunca de contar Ernest Michel nos hemosperdido. Leyendo su testimonio me heacordado de mi amigo Antonio Colino,que tenía más de noventa años cuando mecité con él una tarde para que me contarasus recuerdos de la guerra en Madrid. Sacódel bolsillo una hoja cuadriculada en laque había apuntado las cosas que no queríaque se le olvidaran. Pero el hilo se habíavuelto borroso, y muy poco después secortó para siempre.Gracias a la mediación de William Chislettacabo de descubrir un yacimiento dememoria del que no tenía ninguna noticia,que se ha abierto delante de mí como unpaís entero hecho de negrura: sabemosbastante de las vidas de los republicanosespañoles en los campos de concentraciónalemanes, pero yo no tenía ni ideasobre los que acabaron en los campos soviéticos.Chislett, buscador de libros sinsosiego, me ha dado noticia de un trabajode investigación doctoral de Luiza Iordache,Republicanos españoles en el Gulag(1939-1956), publicado hace dos años porel Institut de Ciències Politiques i Socialsde Barcelona. La historia despierta másangustia al comprender el poco caso quese les ha hecho a los testigos y la rapidezcon la que uno por uno se estarán extinguiendo.Jóvenes aviadores republicanosque a principios de abril de 1939 estabanterminando sus cursos de pilotos en laURSS y ya no pudieron salir del país; marinerosde buques mercantes que habíanllevado armas y suministros a la Españarepublicana y se quedaron atrapados en elpuerto de Odessa al final de la guerra; niñosen edad escolar enviados a la URSS,extraviados en la guerra y la miseria, condenadosa trabajos forzados en los camposmás crueles de más allá del CírculoPolar Ártico; militantes comunistas que alllegar a lo que habían imaginado como ungran paraíso se encontraron en el interiorde una cárcel. Querer marcharse de laURSS ya era de antemano un delito: entrelos documentos pavorosos que ha rescatadoLuiza Iordache están las pruebas de lasaña inquisitorial con que los dirigentesdel Partido Comunista Español en Moscúpersiguieron a los compatriotas o ex camaradasque se atrevieron a manifestar algunaforma de disidencia. El libro de Iordacheestá lleno de listas de nombres que yono había escuchado nunca, de libros dememorias publicados o inéditos de losque yo no tenía noticia. Una vez que elhilo se corta ya no hay manera de repararlo.Algunas formas extremas de olvido noserían posibles sin una especie de conspiracióncolectiva. Republicanos españoles en el Gulag (1939-1956).Luiza Iordache. Institut de Ciències Politiques iSocials. Barcelona, 2007. 142 páginas. 15 euros.Promises to Keep. One Man’s Journey AgainstIncredible Odds. Ernest W. Michel. BarricadeBooks, 2008. 320 páginas.10 <strong>EL</strong> <strong>PAÍS</strong> BAB<strong>EL</strong>IA 24.04.10
<strong>EL</strong> LIBRO DE LA SEMANAColum McCann“Me gusta salir al mundo. Busco paisaje emocional”El escritor recrea el salvaje Nueva York de los setenta en Que el vasto mundo siga girando, novela premiada con el NationalBook Award 2009. En ella, la acción se dispara en todas direcciones y las historias se encuentran en puntos neurálgicosPor Andrea AguilarUN PAR DE CHAVALES negros queacaban de salir del instituto,una cuadrilla de obreros, variasniñeras que empujan carritos,una distinguida pareja de ancianos yun escritor comparten la concurrida esquinade la avenida de Lexington con lacalle 86 una fría tarde de finales de invierno.Es fácil identificar a Colum McCann(Dublín, 1965) entre la gente. A pesar delos palmos de nieve que cubren las aceras,él hace alarde de su sangre irlandesacon una fina chaqueta y escueta gorra.El frío no le intimida. El caos de la metrópolitampoco. Está en la masa de su novelaQue el vasto mundosiga girando, unahistoria coral situadaen el Nueva York delos setenta, galardonadacon el NationalBook Award 2009. Enella se entrecruzan lasvidas de una decenade personajes, desdeuna prostituta delBronx, que a sus 38años ya es abuela, hastauna millonaria dePark Avenue, madre deun joven soldado muertoen Vietnam, pasandopor un joven sacerdoteirlandés seguidorde la Teología de la Liberacióno un hacker.“No me intereso muchoa mí mismo”, explicaya sentado en unpub irlandés dondeuna docena de polacosapuran las cervezas yjuegan al billar. “Megusta salir al mundo,casi como si fuera periodista.Busco paisajeemocional”.Cuando escribió Elbailarín, una novelainspirada en Nureyev,vivió en San Petersburgo;con Zoli, llegó hastalos campamentos gitanosde Centroeuropa.Ahora lleva más deun año inmerso en otro tipo de viaje, elde la promoción de su novela sobre NuevaYork, que le ha llevado desde Berlín aPekín, previo paso por decenas de ciudadesestadounidenses. No muestra signosde extenuación. “Hay escritores que sequejan de este tipo de cosas, pero esoson chorradas. Si no quieren hacerloque no lo hagan”, zanja. Antes de lograrel éxito internacional con este libro,McCann pasó tres años y medio trabajandoen él y varios más con la idea en lacabeza. Fue de ronda con la policía alSouth Bronx. Repasó informes y noticias.Peinó las calles. “Nunca llevo cuaderno,al llegar a casa escribo mis notasy nunca más las vuelvo a mirar”, dice.“Lo que quiero es coger el tono, las contradicciones,la textura. Se trata de alcanzarun toque personal”. McCann se detiene,mira alrededor, y se disculpa comobuen irlandés porque el pub no es muybueno, pero, sí, reconoce, es menos impersonalque las cadenas de cafeteríascontiguas. El escritor, autor de cinco novelasy tres colecciones de cuentos, continúa:“La ficción contiene esta contradicciónde que las historias son totalmentesobre ti y a la vez no lo son. Escribespara aprender sobre un tema que teLa hazaña del funámbulo francés Philippe Petit en las Torres Gemelas en 1974 inicia la nueva novela de Colum McCann. Foto: Marcel.lí Sàenz“Una mentirarepetida el suficientenúmero de vecesse vuelve verdad”“En ese momento losescritores de ficción danun paso al frente y dicen:‘Deme a mí los datos”interesa y luego descubres lo que realmentequerías contar”.Que el vasto mundo siga girandoarranca la calurosa mañana de agosto de1974 en que el funámbulo francés PhilippePetit se paseó entre las Torres Gemelas.Se calcula que cerca de 100.00 personasmiraban absortas desde la calle y lasoficinas colindantes. Con esta hazaña—que inspiró el documental Man onwire— se abren las más de 400 páginasde esta novela. El paseo por las nubestensa la acción centrífuga que se disparaen todas las direcciones. Sin embargo,fue la caída de las Torres Gemelas el 11de septiembre de 2001 lo que puso aMcCann a pensar en primer lugar. “Petitlogró fundir lo real y lo imaginario. Muchosnovelistas hoy en día trabajan en laintersección de estos dos mundos, gentecomo Ian McEwan o Michael Cunningham”.¿Se refiere a una tendencia? “Esuna reacción a lo que ha ocurrido estosaños con la apropiación de los datos. Lainformación se ha vuelto muy mercenaria,es fácilmente manipulable”. Parailustrar su punto, recuerda la comparecenciade Colin Powell en la ONU, y cómose contaron falsedades que se presentaroncomo verdades absolutas. “Unamentira repetida el suficiente númerode veces se vuelve verdad”, apunta. “Enese momento los escritores de ficcióndan un paso al frente y dicen: ‘Deme amí los datos’. Probablemente no sea suintención declarada, pero todo esto estáen el aire, en el agua, en la cerveza”.McCann posa el botellín y se pone lagorra. Hoy celebra su última lectura públicaen Nueva York.Su esposa, Allison, le espera en la bocade metro. McCann encuentra el lugar exactoen el rellano de la escalera donde poderatisbar si el tren que discurre por la víaexprés llega antes que el local. Un ejercicionetamente neoyorquino, en el que leacompañan media docena de pasajeros.High o low, arriba o abajo, como los vagonesdel subterráneo, las historias de sunovela discurren por vías paralelas y confluyenen puntos neurálgicos. Una crisisde fe, el Gobierno de Lyndon Johnson yVietnam, forman parte del abismo, delalambre sobre el que los personajes caminan.Las historias de su libro recorrendesde un lujoso apartamento de ParkAvenue hasta un edificio desolado por elcaballo en el Bronx. Que el vasto mundosiga girando serpentea por el salvaje NuevaYork de los setenta y a golpe de azarentrecruza las vidas de su coro de protagonistas.Uno de ellos es Corrigan, unjoven e idealista sacerdote irlandés. “Meinspiré en un monje que es primo de mimujer. Durante años trabajó en elBowery. Hay gente así de decente. Escomplicado escribir sobre ellos”.McCann sólo contempló el sacerdociocomo posible vocación durante aproximadamente45 minutos, tras reponer un roboadolescente en una tienda junto a un amigo—operación que resultó ser bastantemás complicada que el robo en sí—. Hijode un futbolista, llegó a Nueva York a finalesde los ochenta y mantiene intacto sudeje irlandés. “El primeraño la odié”, confiesa.Había cruzado EstadosUnidos en bicicletay pasado varios añosen Tejas estudiando ytrabajando en un centrode delincuentes juveniles.La Gran Manzanaiba demasiado deprisa.A pesar de todo siempresintió que la ciudadpermitía a uno sentirseneoyorquino a las doshoras de haber pisadosus aceras. “Es la ciudadde todas partes y deningún sitio”, asegura.En Brooklyn, en elespacio de la editoriallibreríaPowerhouse Books,todo está dispuestopara que arranquesu lectura esta fría tarde.Más de doscientaspersonas ocupan el anfiteatroy unos bancosde iglesia, prestados parala ocasión. Una bolade discoteca pende deltecho. Colum McCannse presenta como un escritormuy poco fashionpor no vivir enBrooklyn. “Resulta embarazosoreconocerlo,pero vivo en el UpperEast Side”, dice provocandola risa del público.El primer extractoque lee es sobre Corrigan; el segundo,sobre Claire, la potentada mujer de unjuez cuyo hijo ha muerto en el frente;cierra con Tillie, la prostituta cuya voztardó seis meses en encontrar. Llega elturno de preguntas. ¿Cuál es su día perfectode trabajo? “De cinco a siete, doshoras de duermevela, de nueve a unatrabajo, luego una carrera por el parquey la tarde dedicada a otros encargos”. “Eldía perfecto no existe”, concluye. Mc-Cann aclara que no va a desvelar ningúnsecreto y cita a Doctorow para explicarque la escritura es cómo conducir en laniebla. Uno se mueve sin saber adóndeva. “Las piezas de repente encajan y entonceste preguntas: ¿por qué demoniosha sido tan complicado llegar a esto?”. Que el vasto mundo siga girando. Colum McCann.Traducción de Jordi Fibla. RBA. Barcelona, 2010.480 páginas. 21 euros. Que el món no pari derodar. Traducción de Anna Turro. La Magrana.Barcelona, 2010. 464 páginas. 21 euros. www.colummccann.com.+ .com Inicio de Que el vasto mundo sigagirando, de Colum McCann.<strong>EL</strong> <strong>PAÍS</strong> BAB<strong>EL</strong>IA 24.04.10 11