<strong>Del</strong> <strong>Duelo</strong> a <strong>la</strong> <strong>Catarsis</strong>Eduardo PerezchicaObsesión¡Qué chulo me veo leyendo a Sabines en el camión! ¡Qué bien!,¡já! Leyendo «los amorosos» en el parque, yo y el libro, solo. Peroque quede c<strong>la</strong>ro que es en contra de mi voluntad. ¡Qué másquisiera yo!, p<strong>la</strong>ticárselo a una mujer y hacerle ver lo tanto quenos identificamos. Conozco cien mujeres para p<strong>la</strong>ticar, y tansólo te me antojas tú.Me dirás que estoy loco, obsesionado, que qué mepasa, que me deje de pendejadas, que ya no te importo. Y, talvez, entonces mi obsesión muera para siempre, fulminada aquemarropa y sin tocarte el corazón, y quizá después de esopodré dormir tranquilo.Sé que entonces me desve<strong>la</strong>ré, ya no pensando en ti,sino extrañando a <strong>la</strong> musa chupasangre. Extrañando <strong>la</strong>s nochesde conjuros, embrujos, de sortilegios nocturnos, más que nadanocturnos. Extrañando los ruegos, plegarias y b<strong>la</strong>sfemias queen tu nombre, en el nombre de tu cuerpo y de tus ojos, hehecho. Extrañando el licor de los recuerdos, que sabe a vinotinto y deja un sabor amargo; saborear instantes de vida ysoplos de muerte.Ya no te extrañaré a ti, extrañaré una forma devida, extrañaré un motivo, un germen y un pretexto, todosconjugados en ocho letras. Ocho letras grabadas <strong>com</strong>o tatuajesque, en el transcurso de no nombrarse, han sido absorbidaspor <strong>la</strong> piel y ahora manchan <strong>la</strong> sangre, <strong>la</strong> carne y <strong>la</strong> saliva,70
<strong>Del</strong> <strong>Duelo</strong> a <strong>la</strong> <strong>Catarsis</strong>Eduardo Perezchicabuscando escapar al derramarse, consumirse o pronunciarse.Desearía hacerlo todo para borrar hasta el último vestigio de loque fue y que nunca más será, desgraciadamente.Todo en este mundo se desgasta. Quisiera que el<strong>com</strong>eter este crimen, el hacerme justicia con mis propiasmanos, nos haga libres a ambos. El destino, si es que existe,se está cansando de esperar a que me decida a hacerle caso.Mientras yo sigo aferrado a vivir en el pasado, el presentetranscurre. Sí noto qué sucede frente a mis ojos, pero a vecesno tengo respuesta, no sé reaccionar ante lo que desconozco.Espero estar inscribiendo el epitafio de <strong>la</strong> obsesión,en tanto se transgreden mis límites y mis afanes, al tiempo queme vulnero nuevamente. El atentado le dolerá a todos, pero notanto <strong>com</strong>o a mí mismo.24, 25 y 26 de Septiembre de 2004.71