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Un Mundo Feliz de Aldous Huxley - Tantra Nueva Tierra

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62Bernard rió.-SI, hoy día todo el mundo el feliz. Eso es lo que ya les <strong>de</strong>cimos a los niños a los cincoaños. Pero ¿no te gustaría tener la libertad <strong>de</strong> ser feliz... <strong>de</strong> otra manera? A tu modo, porejemplo; no a la manera <strong>de</strong> todos.-No comprendo lo que quieres <strong>de</strong>cir -repitió Lenina. Después, volviéndose hacia él,imploró-: ¡Oh!, volvamos ya, Bernard. No me gusta nada todo esto.-¿No te gusta estar conmigo?-Claro que sí, Bernard. Pero este lugar es horrible.-Pensé que aquí estaríamos más... juntos, con sólo el mar y la luna por compañía. Másjuntos que entre la muchedumbre y hasta que en mi cuarto. ¿No lo compren<strong>de</strong>s?-No comprendo nada -dijo Lenina con <strong>de</strong>cisión, <strong>de</strong>terminada a conservar intacta suincomprensión-. Nada.-y prosiguió en otro tono-: Y lo que menos comprendo es por qué no tomas somacuando se te ocurren esta clase <strong>de</strong> i<strong>de</strong>as. Si lo tomaras olvidarías todo eso. Y en lugar <strong>de</strong>sentirte <strong>de</strong>sdichado serías feliz. Muy feliz -repitió.Y sonrió, a pesar <strong>de</strong> la confusa ansiedad que había en sus ojos, con una expresión quepretendía ser picarona y voluptuosa.Bernard la miró en silencio, gravemente, sin respon<strong>de</strong>r a aquella invitación implícita. Alos pocos segundos, Lenina apartó la vista, soltó una risita nerviosa, se esforzó porencontrar algo que <strong>de</strong>cir y no lo encontró. El silencio se prolongó.Cuando, por fin, Bernard habló, lo hizo con voz débil y fatigada.-De acuerdo -dijo-; regresemos.Y pisando con fuerza el acelerador, lanzó el aparato a toda velocidad, ganando altura, yal alcanzar los mil doscientos metros puso en marcha la hélice propulsara. Volaron ensilencio uno o dos minutos. Después, súbitamente, Bernard empezó a reír. De unamanera extraña, en opinión <strong>de</strong> Lenina; pero, aun así, no podía negarse que era unacarcajada.-¿Te encuentras mejor? -se aventuró a preguntar.Por toda respuesta, Bernard retiró una mano <strong>de</strong> los mandos, y, ro<strong>de</strong>ándola con un brazo,empezó a acariciarle los senos.Gracias a Ford -se dijo Lenina- ya está repuesto.Media hora más tar<strong>de</strong> se hallaba <strong>de</strong> vuelta a las habitaciones <strong>de</strong> Bernard. Éste tragó <strong>de</strong>golpe cuatro tabletas <strong>de</strong> soma, puso en marcha la radio y la televisión y empezó a<strong>de</strong>snudarse.

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