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Scherzo. Núm. 81

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ACTUALIDADMUNICHEn aras de lo inteligibleMunich. Sala de la Philharmonie. 27-XI-93. Verdi: Réquiem Elena Flllpova. Reinhlld Runkel,Peter Dvorsky. Kurt Rydl. Coro y Orquesta Filarmónica de Munich. Director Sergiu Celibidache.Cualquiera que conozca el estilodirectorial y las creencias de Celibidachehabría avanzado losaproximados derroteros por los quepodría discurrir su interpretación deuna partitura como la Misa de Réquiemde Verdi. a la que no se acercaba desdehacía lustros y que ahora ha programadoen sus conciertos muniqueses. Laversión se ajustó a las pautas previstas yprocuró, con pocas sorpresas, un deleiteestético superior basado, sobre todo,en el desmenuzamiento de las estructurasinternas de la composición, en el esclarecimientode su densa polifonía y enla mesura agógica aplicada para airear ellirismo que, por lo común -salvo momentosaislados-, alienta en su intenor.La visión del rumano es, desde talesperspectivas, tranquila, imbuida de unaserenidad ultraterrena. pausada yabsolutamente alejada de lo tremendista.No hay en ella, por supuesto,ese énfasis teatral y esaviolencia operística habituales yque, en cierto sentido, son o parecenser consubstanciales a laobra. Las tintas no están cargadasen el fino dibujo celibidachianoque proyecta el con|unto comoun vitral en el que una luz diáfanapenetra cálidamente y a través delcual son apreciables, con una claridadmeridiana, todos y cada unode los matices, de los pliegues, delos colores y de las formas. Porvez primera es posible escucharde tal manera detalles, globales yaislados, normalmente inaudibles;timbres, terceras voces, contrapuntos,contracantos; acompañamientos,ritmos otras veces ocultos.No falta, pese a ello, la contundencia,y el ejemplo es un Dies¡rae impecable en el que se siguenperfectamente las líneas de cadagrupo y se entiende sin problemaalguno lo que el coro dice y expresa.Hay, sin duda, chocantes Sergiusoluciones -siempre en busca delperfeccionismo y de la inteligibilidad-,como los. para lo que se acostumbra,tempi notablemente retenidos,que impiden que toda la potencia energéticay el impulso que mueven la músicaafloren por completo a la superficie.Verdi no hubiera probablemente aprobadouna e|ecución similar pero, paradójicamente,es posible que se hubierasentido encantado de que determinadasindicaciones que él anotó en la partituraquedaran inusitada y nítidamentereproducidas; así, esas peticiones de feggeroe stoccoto en los violmes del Sonctus-que Celibidache lleva por muy debajodel metrónomo de blanca= M2-oen las continuas demandas de do'c/ssimoy hasta tres p en muchos instantes delLibérame -igualmente sometido a untempo bastante más lento de lo teóricamentesolicitado en el fúgalo (Allegrorisoluto, blanca- I 16)-. Lo que se pierdepor un lado se gana por otro y estaversión insólita, oratonal, que resaltaciertos aspectos marginados de la composiciónen perjuicio de orillar su dimensiónmás operística, nos conducepor territorios nuevos. Es una liturgiaajena a las usuales ceremonias practicadesu di sección adora técnica y en el entendimientode su peculiar sentido delrubato y de la administración de unacompleja dinámica. Debe bastar con lodicho. Y con la mención del coro, preparadopor el joven Michael Glásser, afinado,maleable, resistente y musical, yde una dúctil orquesta, atenta y eficaz.Otra cosa son los solistas, de por sí nomuy adecuados, que además sufrieronen su propia carne los efectos de la permanentebúsqueda de la cuadratura delcírculo del director, que pretendió regularsus intensidades, combinar y alquitararsus timbres, jugar instrumental mentecon sus voces; con lo que no pocasveces se resintió la afinación y se provocóla falta de resuello. Por encima deuna mezzo falta de graves, de emisióngutural y sonoridades fijas, de un tenorcansado, de ataque incierto y escaso fegato,de un ba|O fuera de estilo, sin auténticoempaque, sobresalió, dentro desus evidentes irregularidades, de un ner-Celibidache al frente de la Filarmónica de Munich, durante su visita a Sevilla en mayo de 1992das por los grandes intérpretes vendíanos:Toscanim, De Sabata, Giulmi. Abbado,Muti; o sus parientes más omenos cercanos: Karajan, Bernstein,Barbirolli. Maazel, Mehta...No es factible entrar, dentro de estabreve crónica, en las múltiples bellezasalumbradas por la batuta en aplicaciónviosismo a flor de piel y de una dudosaexactitud tonal, Elena Filipova -sustituíade una enferma Margaret Price-, dejoven y prometedor instrumento Ifricospirrto,extenso y fácil, y de notable aunqueno bien controlado temperamento.Arturo Reverter40 SCHERZO

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