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Leer-Clásicos-de-la-literatura-infantil-juvenil-de-América-Latina-y-el-Caribe

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cia. “Así serán los ‘aposentos’ <strong>de</strong> los emperadores y los reyes,” pensó<strong>el</strong> hombre.Ese día lo pasó <strong>de</strong> asombro en asombro. Comió un pucherocompleto con vino y soda y un abundante postre, casi doble ración.Después durmió una <strong>la</strong>rga siesta. Después paseó por <strong>el</strong> parque. Loacompañaban unos perros finísimos y tan bien educados que a ningunose le ocurrió olfatear ni levantar una pata frente al tronco <strong>de</strong>un árbol. Al contrario. Pasaban muy orgullosos sin mirarlo.Un pobre se acostumbra en poco tiempo a ser rico. A veces enuna semana, a veces en unas horas. En cambio, un rico no seacostumbra jamás a ser pobre. Ni en treinta, ni en cincuenta años.El caso es que <strong>el</strong> hombre que firmó <strong>el</strong> pacto con <strong>el</strong> Diablo seacostumbró en minutos a ser rico, en un abrir y cerrar <strong>de</strong> ojos. Legustó <strong>el</strong> buen comer, <strong>el</strong> dormir a pata su<strong>el</strong>ta, <strong>el</strong> trato que le daba<strong>la</strong> gente, y mandar, sobre todo mandar y que le obe<strong>de</strong>cieran. Sesentía tremendamente f<strong>el</strong>iz. Hasta se había olvidado <strong>de</strong>l Diablo.En un lujoso transatlántico cruzó <strong>el</strong> océano y paseó porEuropa, alojándose en hot<strong>el</strong>es <strong>de</strong> primera categoría. Conoció areyes, sultanes, banqueros y embajadores, y pasó unos días con<strong>el</strong> Papa en su pa<strong>la</strong>cete <strong>de</strong> Roma. Vivió así, como un duque, sindarse cuenta <strong>de</strong> que pasaban los años.Se casó. La mujer era joven y hermosa, y él tan dichoso que<strong>el</strong> tiempo se le iba vo<strong>la</strong>ndo. A veces creía que era ayer y era pasadomañana.Una noche <strong>de</strong> torm enta se <strong>de</strong>sv<strong>el</strong>ó. No podía conciliar <strong>el</strong>sueño, y mientras contaba ovejas para dormirse recordó <strong>la</strong> cita con<strong>el</strong> Diablo. A<strong>de</strong>más, para no olvidarse, tenía escondido en <strong>la</strong> mesa<strong>de</strong> luz un cartón misterioso con números y dibujos que so<strong>la</strong>menteél podía <strong>de</strong>scifrarlo: “El veinticinco <strong>de</strong> abril <strong>de</strong> mil novecientosnoventa a <strong>la</strong>s doce <strong>de</strong> <strong>la</strong> noche con <strong>el</strong> Diablo en <strong>el</strong> monte cerca<strong>de</strong>l peñón”.Una tar<strong>de</strong>, <strong>el</strong> 15 <strong>de</strong> octubre <strong>de</strong> 1989, al abrir <strong>el</strong> cajón <strong>de</strong> <strong>la</strong>mesa <strong>de</strong> luz, se encontró con <strong>el</strong> cartoncito. Sacó cuentas con los<strong>de</strong>dos y se pegó un enorme julepe. Fue <strong>la</strong> primera vez que sintiótanto miedo, un miedo atroz, con chuchos4 <strong>de</strong> frío y sudor en <strong>la</strong>spalmas <strong>de</strong> <strong>la</strong>s manos. “M e quedan so<strong>la</strong>mente seis meses y diezdías. No hay tiempo que per<strong>de</strong>r”, se dijo.4 Chuchos: temblores, miedos.

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