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agasajaban a otros importantes mandos militares que tenían<br />
su radio de operación en diferentes departamentos<br />
colombianos.<br />
A los Rodríguez no les podía llevar niñas que no fueran<br />
estrenando ropa interior, uno llegaba y le decían; mire<br />
Madame envíe tal niña a esta habitación que allí el general<br />
tal la espera, y así lo hacíamos, era usual que luego de atender<br />
ese cliente nos tocara trasladarnos a otros hoteles donde<br />
nos esperaban políticos, periodistas, e industriales, todos<br />
vinculados con el Cartel de Cali, todos se sometían a los<br />
favores que les ofrecía don Gilberto.<br />
Al final de las giras, nos enviaban a comprar ropa y joyas<br />
con carta abierta. A mí me dijeron que lo que pidieran, pero<br />
yo les decía bueno niñas pueden escoger tres pintas cada<br />
una, nada más porque yo no quería abusar de la generosidad<br />
de los patrones. Una un día se iba a llevar siete pantalones<br />
y yo se lo impedí, aunque ellos pagaban todo, así eran los<br />
regalos que le hacían a sus amigos.<br />
Me ofrecían insistentemente que si quería algún<br />
muchacho, no era sino que lo pidiera y yo les decía no<br />
señor ustedes saben que a mí no me gusta eso, mas bien yo<br />
quiero salir a pasear a tomar un fresco. Yo en el Hotel<br />
Inter me vi una sola vez con Don Miguel ellos casi nunca<br />
visitaban el Hotel, nos veíamos en otras partes. Los<br />
comandantes militares de la época venían a Cali a disfrutar<br />
del esplendor económico que vivía la ciudad como producto<br />
de la plata del Cartel de Cali. Ellos compraron la<br />
Constituyente para crear esa figura constitucional que<br />
echara al piso la extradición de colombianos y concertaron<br />
claramente con los gobiernos de turno su sometimiento a<br />
la justicia. Para tumbar la extradición extendieron sus<br />
tentáculos hasta el Congreso de la República, donde nadaba<br />
como pez en el agua, con su danza de millones, el periodista<br />
Alberto Giraldo.<br />
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