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LA NIÑA DE LUZMELA

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La niña de LuzmelaConcha EspinaY la realidad de las cosas respondía tirana que era un tormentodurísimo vivir con aquella familia de enajenados, verdugos de la ajena y lapropia felicidad.Parecía imposible aprender aquellos genios ni llevar una hora seguidala corriente de aquellas voluntades, porque a cada minuto se tropezaba en elescollo de una mudanza o en el abismo de un arrebato. Todo era ciego yduro en la inconsecuencia monstruosa de semejante familia, y para el almadelicada y dulce de Carmen iba siendo una tortura inmensa aquel vivirtormentoso, sembrado de imprecaciones y gritos, desesperaciones ycodicias.Cuando la niña llegó a Rucanto, la instalaron regaladamente en elgabinete de Narcisa; entraba con ella en casa la abundancia, y tras laprimera mirada inquisitorial y hostil, los sobrinos de don Manuel tuvieronpara la intrusa una displicencia tolerante, única tregua de paz que se leconcedió en aquella mansión belicosa.Pasada fugazmente la primera impresión de sorpresa y bienestar, cadauno dio en la casa rienda suelta a sus instintos, sin un asomo de compasiónni de ternura para la desgraciada forastera.IIIAntes que tal gente mostrase una acerba hostilidad a la muchacha,doña Rebeca la llamó algunas veces «sobrina» con un tono adulón un pocoirónico; y todavía, después que la sitió con todo el enardecimiento de unplan completo de campaña, cuando en alguna encrucijada estratégica laquería congraciar, dábale aquel grato nombre de familia y pretendíahalagarla con su vocecilla de falsete endulzada en la punta de la lengua.El primer día que doña Rebeca, como general en jefe, acometió a laniña, armada de toda la perfidia del mundo, fue y le dijo:–Mí hermano no era tu padre...; que se te quite eso de la cabeza...; mihermano no era nada tuyo...; no tienes sangre infanzona...; eres «hija depadres desconocidos»...Ella humilló la frente enrojecida, sin responder.Esta pasividad excitó más la agresiva intención de la señora, que,persiguiéndola con los ojos y con la actitud, continuó:–Mi hermano estaba loco, loco de atar...: heredó de los abuelos estadolencia.Le acudió a Carmen un lógico pensamiento, y delatándole en voz alta,preguntó:–¿No eran también abuelos de usted?Doña Rebeca, furibunda, le puso los puños junto a la cara, gritándole:–Tú eres la santa..., ¿eh?...; la santa, ¿y me insultas llamándome loca?www.saber.es 22

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