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LA NIÑA DE LUZMELA

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La niña de LuzmelaConcha Espinaapremiantes. Ella le acarició, prometiéndole un regalo para más tarde, ycomo algunas lágrimas ardientes cayesen entonces sobra la piel tigresa delanimal, volvió éste hacia la niña sus ojos mortecinos llenos demansedumbre y le dijo algo piadoso en su bárbaro lenguaje; después lamiócon delicia las gotas cálidas del llanto y tornó a sus arqueos y a susronquidos amistosos.Carmen se inclinó hacia el pobre Desdicha hasta rozar con sus labiosrojeantes la piel hirsuta del animal; luego le colocó blandamente en elalfeizar de la ventana, a la raita del sol, y despidiéndose con pesar de lavista del valle y del cantar del Salia, bajó al piso principal, porque eramedio día, y se comía allí a las doce en punto.IXEl papelito azul decía:«Llego en el expreso.– Fernando».Y toda la casa se había revuelto.La comida no estaba pronta. Había un trajín impaciente de muebles enhabitaciones, y cada vez que la madre y la hija se encontraban en medio detal jaleo, reñían y se increpaban, porque Narcisa, celosa siempre delhermano buen mozo y seductor, opinaba que aquellos eran demasiadospreparativos para recibirle, y protestaba con satíricas frases de aquellarevolución inusitada.En esto llegó Andrés. Traía hambre y estaba de muy mal humor.El retraso de la comida le soliviantó, y al enterarse del motivo deaquellas alteraciones preguntó irritado:–Y ¿a qué viene ese?Doña Rebeca le contestó con autoritario tono:–Viene a casa de su madre; hace seis años que no le veo, tiene tantoderecho como tú a vivir conmigo.–¿Derecho?... El tiene carrera...; tú le prefieres porque es guapo, leconsientes todos sus caprichos y le das dinero....Descargó un puñetazo sobre la mesa, con toda la reciedumbre de suspuños potentes, y platos y copas saltaron con estruendo y destrozo.–¡Está borracho! –dijo Narcisa con desprecio.El se revolvió como una fiera, y le tiró a la cabeza su bastón decachiporra.Se dio a gritos doña Rebeca; Narcisa, ilesa, inventó un desmayo, yJulio iluminó con un destello de feroz alegría su vidriosa mirada.Andrés, creyendo que había herido a su hermana, improvisó unsegundo acto melodramático, y aprovechando una iracunda mirada de sumadre, fingió querer clavarse en el pecho un inofensivo cuchillo de postre.www.saber.es 37

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