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LA NIÑA DE LUZMELA

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La niña de LuzmelaConcha EspinaCasó con un plebeyo, buen mozo y pobre, único pretendiente que ledeparó la fortuna. Era mujeriego y derrochador, y suponíase que la dote dedoña Rebeca le había enamorado más que la dama.Aunque al público trascendía la desavenencia de los esposos, nadacierto se supo de sus querellas íntimas, sino que ambos se colmaban deimproperios y andaban a medias en el mutuo lanzamiento de trastos a lacabeza.Sin embargo, la opinión general culpaba al marido, vividor pocoedificante; y doña Rebeca, que solía dar limosna y llorar en la iglesia, y quevivía encerrada en su casa, pasaba por ser «una infeliz» un poco estrafalariay algo tocada del mal de la locura.Andrés tenía mala fama; le temían los novios y los maridos, y eramirado con prevención en el valle.A Fernando se le conocía muy poco; decían de él que era bravomarino y que poseía rasgos de nobleza y bondad como el señor deLuzmela.Julio perecía siempre un niño colérico y misántropo que había sentadoplaza de enfermo incurable, y Narcisa pasaba por discreta y, altiva,mediante la solemnidad de su empaque y el orgullo con que se amigaba –sin intimidad y con reservas– sólo con dos o tres señoritas de las ilustresfamilias comarcanas...Habían pasado años de terrible escasez en la casona. Cuando llegó laherencia de don Manuel a remediar la precaria situación de la familia fueya urgente levantar hipotecas y pagar trampas apremiantes. Como doñaRebeca era sólo usufructuaria del legado, hubo precisión de arreglarse conlas rentas para hacer frente a la vida y remediar en la posible los pasadosdescalabros de la fortuna.Difícilmente podían ir cubriendo las apariencias de reconstruir suposición ruinosa; estaba por medio Carmencita como un obstáculoinsuperable. Sin ella, hubiesen tomado del capital heredado loimprescindible para remendar la hacienda rota y darse importancia degentes poderosas.Doña Rebeca y su hija andaban atarantadas con esta pesadilla, y unaanimadversión latente las separaba más cada día de la dulce niña deLuzmela...Ya hacía muchos meses que la sobrina de don Manuel había quitado elluto, y todavía Carmencita andaba vestida de negro, con resoba dos trajes.Ella no decía nada; pero algunas veces sentía una vaga pesadumbre alencerrar su cuerpo gallardo en aquellos hábitos austeros y tristes.Un día, sofocada con la lana negra de su corpiño, tuvo la tentación deponerse uno de sus vestidos blancos de Luzmela. La falda estabasumamente corta; el cuerpo muy estrecho. Ingeniosa y lista, descosiódobladillos y lorzas hasta que la tela rozó completamente el borde de loswww.saber.es 25

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