ebrard: voy a crear un centro de inteligencia antiterrorista

Guadalajara, Jalisco.- Lanoche del 7 de julio de1994, Gustavo ZaragozaZambrano silbabaen su casa un corridocuando un comando irrumpió como un rebaño enestampida.–¿Qué chingados quieren?–¡Cállate, cabrón!Lo arrastraron hasta la mitad de la calle y ahídescerrajaron más de 40 tiros, calibre 38 súper, enun cuerpo que se sacudió repetidamente. Luego,lo amordazaron y lo colgaron de un árbol, como sifuese la piel de una víbora puesta a secar.A los habitantes del rancho Platanitos, en elmunicipio jalisciense de La Huerta, la muerte deltipo no les perturbó. Al contrario: festejaron queunos desconocidos le hubieran puesto un alto a esesecuestrador, al que apodaban El Chaco. Murió elredomado cabrón, el azote de la región. Hurra.El Chaco no era el primer secuestrador asesinadoen el sur del estado de Jalisco. En ese mismo1994, para ser más precisos el viernes 25 de marzo,Maximiliano Gómez Meza, alias La Zorra Seca,fue ejecutado junto con cinco de sus cómplicescuando intentaban cobrar el rescate por el jovenMiguel Ángel Martínez, entonces de 17 años.Dicen que pataleaban como gallinas. A purocuerno de chivo y 38 súper, los secuestradoresquedaron desfigurados en el Puente de la Huerta.Cuentan que hasta sus cuerpos se encogieron. Elagricultor Andrés Martínez, padre del chico secuestrado–que también resultó herido–, intentódar una versión de los hechos al policía del pueblo,pero no dijo nada coherente, nada que convencieraal oficial.A una versión le acomodaba nuevas palabrasy a otra se las quitaba. Contó, en pocas palabras, lahistoria de un supuesto grupo vengador que rescatóa su hijo. Pero la versión terminó por volversecada más difícil de creer.Dos meses después, el 6 de mayo, los hermanosArturo y Javier Pelayo Sahagún serpenteabanen su Suburban por La Huerta y Apamilpa, cuandodos pick ups les cerraron el paso. Les lanzaronráfagas que atravesaron la camioneta y sus cuerpos.Todavía, con delectación, un hombre bajó yse acercó lentamente para darles el tiro de gracia.Un par de horas después, cuando llegó el ministeriopúblico, se sabría que los hermanos eransecuestradores y que el pueblo estaba agradecidocon Dios. Luego, en julio, otros integrantes deesa banda (Alfredo Pelayo Pelayo, Martín PelayoSahagún y Héctor Vélez) serían acribillados en unparaje del municipio Villa Purificación.Los asesinatos llevaron a reporteros de lanota roja, como Jaime Ramírez Yáñez, a preguntarsequé carajos estaba pasando. ¿Era un ajustede cuentas entre las bandas? ¿Eran ciertos losrumores de que se trataba de un escuadrón de lamuerte financiado por empresarios?Jaime Ramírez recorrió pueblos. Conversócon los habitantes. Los que se atrevieron a hablar,le contaron que el comando andaba en camionetassin placas, que no se cubrían el rostro, que parecíanpolicías, que usaban radios y que algunos,durante las ejecuciones, llegaban a decir que esoles pasaría a todos los secuestradores.Siguió en las mismas.Entonces conoció a unos policías que se hacíanllamar Los Thundercats.Hoy que Jaime lleva a este reportero con unpar de esos agentes y repiten lo que le dijeron alcolega hace 14 años, no parece quedar duda deque desde fines de los 80 (con Enrique Álvarezdel Castillo como gobernador) y hasta 2000 (conAlberto Cárdenas en el poder), los secuestros enJalisco se combatieron ilegalmente: matando a lossecuestradores.Y Los Thundercats hicieron parte del trabajosucio.✱✱✱En Jalisco los plagios se combatieron por un tiempocon otra práctica fuera de la ley: los escuadronesde la muerte. La información de las ejecucionesde los secuestradores era pública, sólo quenadie atinaba a identificar a los responsables.Había indicios de que un grupo de empresarios,hastiados de la situación de inseguridad y deser víctimas de los plagios, habían decidido darun paso arriesgado y financiar –o recompensar– aquién o quiénes acabaran con la pesadilla.Y aunque oficialmente nadie está dispuestoa asegurar que la idea salió de ahí, lo cierto es quemuchos indicios apuntan a un grupo de hombresde negocios que se dio a sí mismo el nombre de 22de abril, cuyo propósitos, sobre todo profesionales,eran mucho más amplios que el tema de la inseguridady la zozobra.El gobernador sustituto de entonces, CarlosRivera Aceves, no descartaba ni aseguraba nadasobre estos batallones clandestinos.Lo mismo dijeron, en su momento, el interinoFrancisco Rodríguez Gómez, Guillermo CosíoVidaurri y Alberto Cárdenas. También se sabíaque desde que Enrique Álvarez del Castillo fueel mandatario dentro de la procuraduría se habíaconformado un escuadrón para “actividadesespeciales” y que, de esa manera, habían surgidoLos Thundercats y Los Muñecos.28 | EMEEQUIS | 06 de octubre de 2008